¡Ay, ese cura párroco de un pueblito de Castellón al que han detenido por un asunto de pornografía infantil!
Asustadas, las autoridades han procedido con sigilo máximo y actuado en secreto. Las informaciones periodísticas no dan el nombre del detenido, ni siquiera con las socorridas iniciales. Sin embargo lo saben todos los vecinos del pueblo con lo que no tardará en estar en la red. La jueza lo ha puesto en libertad a pesar de que el fiscal pedía prisión comunicada.
¡Ay del Papa que no hace diez días vino con la fusta moral para azotar a este pueblo de apóstatas al decir de monseñor Rouco que no se anda por las ramas de la diplomacia vaticana!
Los ánimos están muy caldeados con la pederastia en la Iglesia En estas circunstancias la presunción de inocencia no se abre camino así como así. Hay una manifiesta tendencia a convertir las acusaciones y sospechas en certidumbres incuestionables. Antes de condenar al cura hay que ver si es culpable.
¡Ay de la Iglesia que aparece ligada a incontables casos de pederastia y todo tipo de abusos! Ya empieza a ser difícil convencer a la gente de que las personas morales no delinquen, que la Iglesia no delinque, que delinquen los eclesiásticos, los curas, las personas físicas. Nada extraño por lo demás: también habría que convencer a monseñor Rouco de que las sociedades no apostatan, que apostatan los individuos que es a los que se puede quemar vivos por herejes. Nadie ha quemado jamás una sociedad.
Pero el obispo de la diócesis, dada la decisión que ha tomado de suspensión cautelar del ministerio y sus declaraciones, viene a admitir la veracidad de las acusaciones.
¡Ay del clero cuyo voto de castidad se rompe con tanta facilidad como frecuencia! ¿No debiera replantearse la disparatada regla del celibato? Por supuesto que eso no remedia la pederastia; pero alivia la presión. De hecho los abusos son una cuestión básicamente católica.
¡Ay de una religión tan inhumana, injusta e hipócrita! Una religión que niega la igualdad entre el hombre y la mujer; que no se atreve a condenar también expresamente la homosexualidad pero despoja a los homosexuales de sus derechos como son el de contraer matrimonio o acceder al sacerdocio
El discurso eclesiástico es tan absurdo, tan anticientífico, tan ajeno a la realidad que la gente vive día a día que no se explica cómo le quedan seguidores. ¿Qué base hay, fuera ya de la pura alucinación del perturbado, para afirmar que se dé una relación entre la homosexualidad y la pedofilia distinta de la que haya entre la pedofilia y la heterosexualidad?
Un aspecto monstruoso de este delito es su carácter tecnológico industrial. Dice la autoridad que el párroco (supuesto que haya sido él) no grababa los archivos. Parece obvio pues es harto difícil grabar 21.000 archivos pedófilos en un pueblo de 2000 vecinos de los que, como mucho, 300 estarán en la edad que los pedófilos valoren y que, además, no se note. Porque dice la alcaldesa del lugar que en quince años de ejercicio no habia habido motivo alguno de queja. Pero los 21.000 archivos, según la policía, ocupan 600 gigas, que es mucho. Los discos duros de los PCs normales andan entre los 250 y los 500 gigas. Es un ordenador potente, que mueve mucha información. Es decir, esa computadora probablemente es un centro de reparto; ya no es consumo de pornografía infantil sino distribución.
¡Ay del Papa! ¡Ay de la Iglesia! La Inquisición, los autos de fe, las excomuniones, los interdictos, la guerra santa... todo en pro de una organización corroída por el nefando delito de la pederastia.
¡Ay del Papa, antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que encubrió los delitos! ¿Cómo pueden los obispos estar avergonzados y humillados y seguir siendo obispos? La vergüenza y humillación ¿es ajena o propia?
Y, en todo caso, ¿es lo propio de quien se siente humillado y avergonzado venir a zaherirnos, a recriminarnos nuestras decisiones y costumbres, a regañarnos y, para colmo, a reevangelizarnos desde una superior estancia moral?
"Dejad que los niños vengan a mí" (Mc., 10, 14), dijo aquel de quien hablan los Evangelios.
¿No son los curas los que han de reevangelizarse? ¿No es el Papa?
(La imagen es un cuadro de Jean Paul Laurens, titulado Sixto IV y Torquemada, 1882).
Pesimismo generalizado sobre la marcha del G20 reunido en Seúl. Los mandatarios no se ponen de acuerdo en el nuevo problema surgido del llamado "riesgo sistémico", cuya manifestación más evidente es la "guerra de divisas". Vuelvo sobre esto más abajo. Entre tanto la pregunta es: ¿hemos salido de la crisis o no?
Las respuestas son variadas: Francia y Alemania, con tasas de crecimiento previstas para el segundo semestre de 2010 del 2 y el 2,5 por ciento del PIB creen que sí; Gran Bretaña y los Estados Unidos esperan que sí si dan resultado las últimas medidas tomadas en ambos países y, por cierto, de índole muy distinta; España permanece estancada a la espera de que el crecimiento ajeno tire del suyo; Irlanda hace frente a la quiebra, Portugal no anda lejos y Grecia está quebrada. ¿Superada la crisis? En la medida en que el mundo está globalizado, definitivamente, no. Por eso, en parte, el G20 pasa a otro punto de la agenda que se considera capital: la devaluación competitiva de las monedas, la citada "guerra de las divisas".
Llamo la atención sobre la palabra "guerra". Es tradición que el capitalismo resuelva crisis mediante guerras que es donde la destrucción creativa de Schumpeter alcanza su manifestación más plena. Pero héteme aquí que ya durante la guerra fría se pudo comprobar que la guerra "caliente" había dejado de ser una opción realista en virtud de las armas nucleares cuyo empleo por ambos bandos contendientes no dejaría vencedores y quién sabe si supervivientes. La guerra moría por overkill, capacidad excesiva de destrucción.
Si la guerra tradicional, la de ataque, bombardeo, conquista, ocupación entre potencias nucleares no es posible; si no es posible, dicho crudamente, arrasar la China por medios militares, hay que recurrir a otros medios. De ahí la "guerra de divisas" y de ahí que, muy preocupados todos, el G20 lo tome como tema de debate prioritario.
Pero ¿qué o quién es el G20? En realidad una reunión informal de los mandatarios supremos de los países más poderosos del planeta, entre industrializados y "emergentes" ("emergente" es la misma Corea del Sur que lleva camino de convertirse en la 5ª potencia económica del mundo, por delante de Alemania y Francia) que representan más de dos tercios de la población, el 85 por ciento de la producción económica y el 90 por ciento del comercio internacional. Pero una reunión informal. No es un gobierno mundial ni nada que se le parezca y los acuerdos que allí se tomen sólo serán vinculantes de modo voluntario; es decir, no serán vinculantes.
El G20 es una reunión en la que las transacciones y negociaciones son bilaterales o trilaterales, pero no multilaterales. Multilateral (y no necesariamente unánime) será una hipotética decisión final si se toma y con los efectos que tenga una vez tomada. ¿O no se recuerda que ya hace tres o cuatro reuniones se tomó la decisión de acabar con los paraísos fiscales? Y en esas relaciones bilaterales no hay acuerdos: la China y los Estados Unidos se acusan mutuamente de devaluar su monedas para mejorar su comercio. Y ambos tienen razón. O sea, no hay acuerdo. Los Estados Unidos pretenden imponer un tope a los excesos de la balanza comercial pero Alemania (la famosa locomotora europa) afirma que esa es práctica contraria al libre comercio. No hay acuerdo.
Por otro lado Alemania olvida, con el beneplácito de los demás europeos, que la pasada devaluación del euro ha beneficiado su comercio. Porque, efectivamente, cuando se dice que los países del euro hemos perdido ese recurso de la devaluación competitiva, se olvida que, sin embargo, el euro sí puede devaluarse. Lo que sucede es que, al suceder ello, los beneficios de la devaluación van más a los grandes exportadores y menos a los raquíticos.
Es convicción generalizada que la palanca para mover el crecimiento y salir de la crisis es el comercio, las exportaciones, el superávit. En algunos casos, como en los países nórdicos y Francia, la demanda interna es factor importante que se equilibra con el comercio exterior. Pero la idea general es que este último prevalece y por él hay que hacerlo todo, hasta la "guerra", por ahora de divisas.
Cuando aparece la guerra, aunque sea en plan figurado, la situación escapa a toda posibilidad de previsión. En las guerras puede pasar cualquier cosa. De forma que los expertos que no solo no vaticinaron la crisis de 2008 sino que ni la entendieron en un primer momento, ahora tienen ya todas las papeletas para no dar ni una. Pongo un ejemplo solo por fastidiar: ¿qué sucede si la China, el Japón y Corea del Sur entran en un acuerdo de libre comercio, que llevan camino de hacerlo, similar al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte? Es lo que, con dudas, considera la Cooperación Trilateral ya existente, que convertiría el resultado en la primera potencia económica mundial, algo capaz a su vez de destruir el planeta por overkill productivo.
Al margen de las bromas habituales acerca de que en España uno no gana las elecciones sino que las pierde el otro, o de que las elecciones las deciden los indecisos, o de que "en política están los tontos de la derecha y los listos de la izquierda", o de que cuanta mayor sea la corrupción (de un partido de derecha) más lo vota el electorado; al margen, igualmente, de los muchos o pocos puntos porcentuales en que aventaje el PP al PSOE en intención de voto, es harto probable que el primero vuelva a perder las elecciones en 2012. Y ello por varias razones de distinto peso.
En primerísimo lugar, la corrupción que, por lo que se deduce de las diligencias hasta ahora practicadas, es de proporciones ciclópeas. Frente a ella es posible plantear una batalla política, como hace Camps, tratando de contraponer la legitimidad plebiscitaria a la mera legalidad, algo así como al estilo Berlusconi; también es posible contraatacar con decisión según la vieja doctrina acerca del ataque como la mejor defensa acusando al Gobierno o a los gobernantes de todo tipo de desmanes y hasta delitos; igualmente es posible desviar la atención todo lo que se pueda, organizando un escándalo mayúsculo cada vez que el Gobierno o su partido o alguien relacionado con él aunque sea lejanamente hace algún tipo de manifestación.
Todo eso y más es posible pero de ningún modo podrá detenerse la acción de la justicia y, como están las cosas, espera al PP casi un año y medio de vía crucis. Un año y medio de indagaciones, imputaciones, alegatos, acusaciones, defensas, magnificados todos por los medios, cosa que el PP suele descalificar como juicios paralelos, pero que no puede evitar en una sociedad que ampara la libertad de expresión. Y eso para los casos de presunta corrupción de los que hoy entienden los tribunales. No se cuentan los que emergen casi de continuo como un salpicón de marisco, aquí y allá, en una diputación o un ayuntamiento. Se consolida la idea de que, en donde gobierna la derecha, hay colusión entre los cargos públicos e intereses privados en detrimento del erario colectivo. Un cínico podría decir que, al fin y al cabo, es privatización de los servicios públicos. Pero esto no es asunto de cinismo. El último detalle, revelado por El Pais de que la trama "Gurtel" supuestamente usaba billetes de 500 euros, los popularmente conocidos como "Bin Ladens" porque nadie los ha visto, para comprar a los cargos del PP en Castilla y León pone los pelos de punta.
Los míticos billetes lilas son, al parecer, los preferidos por las mafias internacionales para blanqueo de dinero, entre otras cosas porque las cantidades que manejan pesan menos. Todo el mundo desea que se retiren, excepto los alemanes que son quienes mandan en la moneda a la que quieren grande y pesada como un poderoso dios de la Valhalla que tritura las economías de los paisillos periféricos. Y, a estas alturas, de la trama "Gürtel" me temo lo peor, cuenta habida de que España es, al parecer, el país europeo en el que circula mayor cantidad de los famosos billetes; mayor, según tengo entendido, que la de los demás países. Es imposible que el PP salga indemne de este lodazal en el que tiene a una gran cantidad de imputados.
Añádase a ello que, si el Gobierno tiene un grave problema de comunicación, según dicen los expertos, el de la oposición es peor si cabe. La llamativa ausencia de propuestas frente a la crisis en el terreno de la derecha ha llevado a algunos, más maliciosos, a decir que lo que tiene el PP es un "programa oculto". No es que no tenga propuestas sino que no se atreve a formularlas. Pero lo cierto es que Rajoy ya ha dejado claro que no hay programa oculto ni no oculto pues se ha mostrado partidario de hacer lo que Cameron en Gran Bretaña, siendo así que Cameron tampoco se lo había dicho antes a nadie y, desde luego, no a Rajoy con lo que, al suscribirlas éste, demostraba que él no tenía niguna. Por muy superficiales que seamos los electores es poco probable que votemos por un partido sin programa y cuya oposición se ha atenido tozudamente al principio algo tosco del "quítate tú para que me ponga yo". Cosa imposible si ese "yo" es Rajoy que no puede presentar una moción de censura contra un Gobierno minoritario porque sabe que la pierde.
Es imposible disimular la falta de propuestas y alternativas a base de organizar escándalo tras escándalo, de provocar, de elevar el nivel de agresividad poniendo en cuestión, por ejemplo, las instituciones del Estado, desde la Corona, cuando hace o deja de hacer algo que molesta a la derecha, hasta las fuerzas de seguridad del Estado o el Ministerio Fiscal a los que se acusa de estar al servicio de los fines turbiamente políticos de un Gobierno que tiene tendencia a establecer en España nada menos que un "Estado policial". Y también es imposible obtener mayoría de votos a base de oponerse frontalmente a todas aquellas reformas que hacen más llevadera, más racional, más justa la vida de la gente, desde la interrupción del embarazo hasta los matrimonios homosexuales.
Rajoy, que tiene ganada fama de Mr. Niet, es siempre el peor valorado de todos los dirigentes políticos españoles. ¿Tan difícil es ver el porqué de esa falta de simpatía popular y ponerle remedio? Que la valoración negativa de un líder no repercuta en la intención de voto al partido que lidera carece de toda lógica.
Vaticinio el de esta entrada que no tiene el grado de certidumbre y fiabilidad de los sondeos que encarga María Dolores de Cospedal pero está basado en ese sentido común que Rajoy invoca tanto como ignora.
Cosa complicada esa de la memoria. Los cristianos la consideran una de las potencias del alma desde San Juan de la Cruz, siendo las otras el entendimiento y la voluntad. Santo Tomás reconocía dos del alma racional, memoria y entendimiento. De forma que la voluntad será añadido del carmelita. La memoria es no menos determinante del ser humano que el entendimento. Sospecho que son inseparables. Platón la hacía base misma del saber puesto que conocer las cosas no era otra cosa que recordarlas. Por eso hay una rama de la filosofía contemporánea no estrictamente postmoderna que insiste en que la filosofia misma es la facultad de recordar, de no olvidar. Con lo que se confirma una vez más el viejo dicho de que la historia de ésta es una serie de glosas a Platón.
Lo mismo pasa con la literatura. La fabulosa estructura narrativa de la Odisea consiste en relatos de Ulises a base de sus recuerdos. También podría decirse que la historia de la literatura es la Odisea mil veces narrada. Que se lo digan a Joyce. En realidad la memoria es la provincia indiscutible de la literatura, su jurisdicción propia en la que eleva monumentos barrocos como En busca del tiempo perdido que en inglés se llama Remembrance of things past, o estatuas grotescas como Funes el memorioso. La memoria y la ficción están tan unidas que la segunda se cuela cuando la primera quiere ser objetiva, por ejemplo, cuando toma la forma de las memorias como género autobiográfico. En la entrevista de Millás a Felipe en El País que los dioses parecen haber echado como un hueso a los perros para que tengan algo en qué morder, aquel le pregunta si no piensa escribir su autobiografía y Felipe responde que las memorias se escriben para justificarse uno y atacar a los demás y que no piensa hacerlo. Y es cierto: raro es el político o estadista que, habiendo cesado en el cargo y conservando las suficientes facultades mentales, no se ponga a escribir sus recuerdos, contando la feria según le fue en ella. Algunos las han escrito por tandas, como Fraga o, incluso, las han repetido, como Willy Brandt; unos las encargan a plumas mejor preparadas, como Ronald Reagan; otros llaman memorias a la publicación de sus diarios, como Truman; y otros las revisten de consideraciones eruditas y académicas, como Kissinger. Pero prácticamente todos mezclan la realidad y la ficción.
La memoria es punto esencial también en la Psicología. Una rama de ésta, el Psicoanálisis, descansa en su aspecto clínico en la tarea de la recuperación de la memoria reprimida y desfigurada, basándose en la idea de que el hombre es su memoria. La cuestión es saber si, además de ser el hombre como individuo, lo es como especie, si se puede hablar de que haya una memoria colectiva. Si lo entiendo bien, la llamada memoria histórica quiere decir en el fondo memoria colectiva. Porque si puede haber una potencia del alma colectiva será porque puede haber un alma colectiva y eso ya suena raro y amenazador. Como no sería capaz de dilucidar tan oscura cuestión, me limito a pensar que por memoria colectiva se entiende el agregado de las individuales que, lejos de refugiarse en la soledad de la existencia del individuo, se conciertan, se aúnan para hacerse visibles y convertirse así en experiencia de los demás, aunque no lo hayan vivido del mismo modo.
Creo que eso es lo que con toda justicia han hecho los judíos con el Holocausto, aunque luego no sigan las enseñanzas que de él se derivan, lo que ha hecho Claude Lanzmann con su Shoah, que no me cansaré de traer aquí:
Salvando todas las distancias sociales, políticas, culturales (que, en el fondo, son lo mismo), si el Holocausto fue un genocidio, un genocidio fue el franquismo. Y, si con el Holocausto se ha erigido un monumento, un memorial para meditación de generaciones actuales y futuras, lo mismo puede hacerse con la llamada Memoria Histórica referida al franquismo, que no se debe ocultar ni reprimir ni soslayar, sino que hay que integrar en el imaginario colectivo de los españoles, una vez encontrados los que por decenas de miles aún yacen enterrados en las cunetas y restituidos a la memoria de sus allegados. Hay ya dos datos que parecen incontrovertibles: a) la recuperación de los restos de los asesinados por los franquistas y enterrados en cualquier parte es una oleada imparable, como lo será la búsqueda de los niños robados; b) la reconciliación empezará el día en que quienes simpatizaban con aquella atrocidad la repudien y ayuden activamente a la reparación de las víctimas. Cuanto más tiempo tarde la derecha en comprender que esto es así, más tardará en ganarse la confianza de la gente. Y sin confianza, las elecciones se pierden.
Tengo poco que añadir a lo que escribí ayer acerca de la situación en el Sahara, por lo que dejo el enlace a la entrada, Fuego en el Sahara.
Lo que es insólito es que Marruecos y el Frente Polisario estén negociando en Nueva York mientras el primero saquea El Aaiún. Supongo que el Consejo de Seguridad exigirá a Mohamed VI que refrene a sus hordas civiles o militares. Y digo bien, "exigirá", porque ya es hora de que la pomposa "Comunidad Internacional" exija a este príncipe de los creyentes, que cese de masacrar a la población que ha tenido la desgracia de caer en sus garras.
No creo que lo haga España porque está literalmente pillada en Ceuta y Melilla, en donde el primo o amigo o hermano del Rey puede ponerse muy borde. Es doloroso decirlo pero España no pinta nada aquí, su papel es muy desairado y sólo puede aspirar a mover a la Unión Europea, cosa harto problemática porque Francia, como los Estados Unidos, apoya a Marruecos.
Todo lo que tiene que ver con el Sahara es muy cercano a los españoles por razones obvias. Tan obvias que uno de los grupos que se ha personado en El Aaiún con ánimo de auxiliar a los saharauis maltratados por los marroquíes y han conseguido que los maltraten a ellos también comprendía dos parlamentarios del PNV y una de Aralar; es decir nacionalistas que, por lo común, sostienen no ser españoles. Esa cercanía de sentimiento arranca desde luego del hecho de que el Sahara fue colonia española, posteriormente designada "provincia" por el general Franco.
Pero sobre todo arranca de la mala conciencia de los españoles por el modo en que el país cedió el territorio a Marruecos, sin consultar con los saharauis y sin defenderlos, firmando unos vergonzosos Acuerdos de Madrid que venían a sancionar la imposición marroquí por medio de la marcha verde, una de esas mareas humanas que organizan los musulmanes al estilo Mahdi, invocando a Alá y al profeta en este caso empleados a fondo ante el peligro de que se celebrase un referéndum de autodeterminación en el Sahara auspiciado por la ONU. Esa mala conciencia cristaliza en una generalizada simpatía de la población hacia el Frente Polisario y una muy extendida disponibilidad de la gente para acoger niños saharauis en las vacaciones de verano.
La raíz, sin embargo, es más profunda. Consiste en la amarga comprobación de que España prácticamente no existe en el escenario internacional. Hassán II lanzó la Marcha Verde el 6 de noviembre de 1975, con Franco agonizante, en medio de un vacío de poder en España. Aun en el caso de que el entonces Príncipe de España, ante la urgencia del momento, hubiera tomado el poder y decidido defender el Sahara como lo había prometido es muy dudoso que hubiera podido hacerlo porque los Estados Unidos, principales valedores de Marruecos en este contencioso no lo hubieran permitido. Los Acuerdos Tripartitos (España, Marruecos, Mauritania) se firmaron el 14 de noviembre de ese año por presiones de los EEUU, con el Jefe del Estado español prácticamente en el otro mundo y sin que su sucesor estuviera por completo en éste.
Marruecos ha incumplido prácticamente todas las cláusulas de los Acuerdos Tripartitos, incluidas las secretas y, por supuesto, las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, al estilo israelí. De hecho la táctica que viene aplicando en el Sahara desde 1975 es israelí de cabo a rabo: incumplimiento de las resoluciones de la ONU; dilaciones bajo cualquier pretexto; hostilidades esporádicas contra la población autóctona, selectivas o no selectivas; asentamientos de colonos en los territorios ocupados; continuas negociaciones continuamente rotas o incumplidas.
El Acuerdo preveía que será respetada la opinión de la población saharaui, expresada a través de la Yemaá, cosa que no se ha hecho. Bastante le importaba la Yemaá a Carlos Arias Navarro, por entonces presidente del Gobierno español y firmante de esos bochornosos acuerdos. Pero España no puede tomar medidas drásticas contra Marruecos porque carece de margen de maniobra y los Estados Unidos no lo permitirían, haya o no haya OTAN. Recuérdese cómo el Tratado bilateral España-EEUU de 1953 prohibía que la primera empleara las armas transferidas por los States en un conflicto con Marruecos, por lo que hubo que pelear en Sidi Ifni con el armamento de la guerra civil.
El valor estratégico de Marruecos para los EEUU es muy superior al de España porque es similar al de Israel, esto es, una cabeza de puente en mitad del Islam; aunque, por supuesto, el compromiso gringo con Israel es muy superior en todos los órdenes al que tiene con Marruecos. Con todo está claro que el principal actor forastero en el conflicto del Sahara son los Estados Unidos, factor decisivo en el hecho de que España no cuente. Es como cuando los ingleses y los franceses trataron de recuperar por la fuerza el canal de Suez en 1956 y los EEUU los obligaron a retirarse. No hay política autónoma de España en relación con Marruecos que, sabiéndolo, mantiene una actitud de colaboración/enfrentamiento, no permitiendo que se olviden los contenciosos que tiene con Al-Andalus
Aceptando el hecho de la hegemonía de los Estados Unidos en la región, la ONU nombró como comisionado para asuntos del Sahara (pendiente de descolonización) a James Baker quien, tras las correspondientes diligencias, salió de allí con dos planes. Con el primero no tuvo éxito pero sí con el segundo que preveía una autoridad saharaui durante cinco años para preparar un referéndum de autodeterminación con dos posibles soluciones: a) el Sahara integrado en Marruecos con una amplia autonomía; b) independencia del territorio.
Apenas lo había aprobado el Consejo de Seguridad de la ONU cuando ya Marruecos anunciaba que rechazaba el plan pues no acepta la independencia del Sahara como una opción. A continuación, Bush Jr., en perfecta sintonía con su protegé anunciaba que la independencia no era una opción y que los saharauis se conformaran con la autonomía dentro de Marruecos. El mismo Bush que iba del brazo de Aznar a la guerra del Irak. Ventajas del ser emperador de entrambas Indias.
Por lo demás, el llamado conflicto del Sahara lleva camino de enquistarse en una situación de dos colectividades enfrentadas, una con todos los medios y la otra con ninguno, salvo los que pueda conseguir de Argelia, y condenada a languidecer en condiciones miserables en campos de refugiados en su propio país. Como los palestinos en Palestina, así los saharauis en el Sahara. Tal es el resultado de la desastrosa gestión colonial de España en la zona que lega un conflicto por dejadez y cobardía en su momento.
Honra mucho su actitud a los ciudadanos que están saliendo a la calle en todas partes a protestar por la situación del Sahara y por la falta de implicación del Gobierno en el conflicto. Pero no parece que estas movilizaciones vayan a surtir grandes efectos ya que España no es un actor relevante en la zona, carece de posibilidades reales de presión diplomática (al contrario, en algunos aspectos es ella misma rehén de la diplomacia marroquí) y no puede ni soñar con el empleo de la fuerza militar.
Sobre la entrevista a Felipe González que publicaba El País ayer.
Felipe y Jose Antonio son los dos únicos políticos del siglo XX a los que la gente llama por su nombre de pila. Las razones, me malicio, son discordantes. A José Antonio lo querían, quienes lo querían, por decir las cosas ordinarias en términos extraordinarios y a Felipe por decir las extraordinarias en términos ordinarios.
Se admiten apuestas acerca de cuánto van a tardar los debeladores del felipismo y defensores de Patria eterna en pedirle las cuentas que él mismo prevé por su decisión de no volar la jefatura colectiva de ETA, es decir, de no haber hecho de GAL: cuántos asesinatos de inocentes se habrían evitado.
Las apuestas se doblan a que alguien va a acusarlo de ser el "autor intelectual" de esos asesinatos y se triplican a que alguien más presenta una querella criminal por inducción al asesinato o por complicidad o por negligencia; por lo que sea. Querían procesarlo por ser Mr. X y ahora querrán procesarlo por no serlo. Precisamente porque sigue gozando de tanta popularidad hay gente que le tiene verdadera inquina. Felipe provoca verdadera inquina personal a derecha y a izquierda, con admirable equidad. Eso se llama envidia.
Sin contar con que la decisión por el "no" probablemente además de moral también fue acertada desde el punto de vista práctico. Francia no es Auckland, en donde los servicios secretos franceses volaron el Rainbow Warrior con absoluta profesionalidad, si cabe hablar así, y España, a su vez, no es Francia ni de lejos. Tosquedad y falta de pericia asesina. Si se tratara de dar una paliza en un cuartelillo ya sería otra cosa. Pero volar un inmueble en jurisdicción ajena, por la noche, a cientos de kilómetros suena un poquito a Flash Gordon. Aunque por la boca muere el pez.
Es un hallazgo eso de que en la lucha por el poder, como en el iceberg, las cuatro quintas partes son subterráneas excepto en el caso del Vaticano en que todo es subterráneo. Claro que si es un iceberg no son subterráneas sino sumergidas y que si todo está sumergido, tampoco se trata de un iceberg, sino de un submarino. Muy oportuno ahora que el Papa estaba por aquí, gruñendo como buen vejestorio. Y es verdad que en el Vaticano todo es subterráneo. Son las cuevas de San Pedro, de las que salen esos propósitos tan alejados del sentir normal de la gente.
El entrevistador reconoce ya al principio de la conversación que se ha dejado subyugar por Felipe con el argumento de que subyuga a todo el mundo. Por eso la gente lo llama Felipe. Y la entrevista es un ejercicio de esa capacidad de subyugar que tiene el expresidente basada en que conecta de modo automático, involuntario, con el auditorio en un lenguaje sencillo que trasmite sinceridad. Dice Millás que a veces parece que habla con suficiencia. No es mi impresión. Cuando la denodada lucha contra el felipismo había quien decía que habla como Cantinflas. Tampoco lo comparto. La fuerza de Felipe reside en que es original.
Y no sólo original. También es honrado. El trozo dedicado a la corrupción en tiempos de su gobierno es muy interesante porque descubre el lado privado, personal, de Felipe y ya de paso su forma de vida actual que no consiste en consagrarse a amasar una fortuna como está haciendo Aznar
En lo de los fondos reservados le patina un poco el concepto al expresidente. Viene a decir que es absurdo y provocador que la oposición pidiera pruebas escritas de la utilización de esos fondos. No entiendo porqué. Entre otras cosas los fondos son reservados, pero no de libre disposición y de algún modo debe ser posible probar documentalmente a la oposición que no se utilizaron como si fueran de libre disposición.
No es un hombre de pensamiento, aunque suele decir cosas muy puestas en razón. Varias sobre la crisis, la política, etc en el curso de la entrevista. Felipe es obviamnte un hombre de acción pero un hombre de acción en quien relumbra también la prudencia y la experiencia. Quizá no esté en su mejor momento pero se acerca bastante.
Imagínense que, a petición del Vaticano, Zapatero va de visita a la Santa Sede y, en el momento de pisar la Plaza de San Pedro, larga a los periodistas que en el Vaticano hay una guerra declarada contra la Razón, que se defiende a machamartillo la superstición, que se está a muerte contra el espíritu de la Ilustración, que el Papa es el último monarca absoluto de Europa pues concentra en sí los tres poderes, que la Iglesia es furibundamente misógina y en el clero abunda la pederastia, que se respira un clericalismo trasnochado, que se predican barbaridades en contra de la salud reproductiva y de la lucha contra el SIDA en continentes enteros y que se vive en la pompa y el boato, contrariamente a la letra y el espíritu del Evangelio. Cabe imaginarlo pero todo el mundo sabe que es imposible. Zapatero es un hombre bien educado y no ignora que, cuando se va de visita a casa de otro, no se entra por la puerta criticando, regañando, poco menos que insultando. Como hace el Papa.
Sostiene Benedicto que la batalla decisiva entre la verdad y el error se libra en España. Ya tenemos a España otra vez de adelantada de la Cristiandad. ¡Qué cruz, Señor! Debe España volver a los tiempos en que fue "generadora de fe" y no repetir las épocas de descreimiento y laicismo "agresivo" al estilo de los "años treinta". O sea, la nefanda República, cuyos hijos, vilmente asesinados por los nacionalcatólicos y sepultados en fosas comunes, están resurgiendo del abandono y el olvido. Quiere Benedicto la España de Trento, la de la Contrarreforma, la de la Inquisición, en buena medida, la de Franco. Y considera la lucha por alcanzar estos objetivos prioritaria en la acción de la Iglesia, su estrategia, como dicen los de Marketing, lo cual explica la insólita furia con que la jerarquía española sacó a la calle en la primera legislatura de Zapatero al PP y a sus fieles, en la medida en que no fueran coincidentes. Estoy seguro de que el Papa no entiende cómo se puede ser católico fiel y votante socialista, no digamos ya diputado o ministro del maligno.
Ese deseo paladinamente formulado viene de consuno con el filosofema más caro al Santo Padre: la necesaria conciliación entre la fe y la razón y entre la fe y el arte, matiz sutil. Las relaciones entre la razón y el arte obviamente no son de su incumbencia. La fusión entre la fe y la razón es un imposible metafísico porque la razón no puede dar por cierto nada de lo que la fe considera base misma de la verdad, esto es, el misterio. Cuanto más misterio, más fe y, claro, menos razón. El verdadero Benedicto XVI es el de la lucha a muerte entre la verdad y el error que no pueden fusionarse porque son antitéticas, como lo son la fe, esto es, la verdad (¿o es que la fe yerra?) y el error, esto es, la razón que, además, reconoce que yerra.
Así que de fusión, nada: aniquilación. Por eso avisaba Público de que el Papa venía a España en son de guerra. En son de guerra con el dinero de tu enemigo y protegido por las fuerzas armadas y de seguridad del enemigo. Eso es una victoria y no lo que dice el sabio Sun-Tzu.
Leo que la visita no cumple las expectativas de público. Vaya por Dios. Y eso que los obispos habían predicho que con el Papa llegaría el cuerno de la abundancia, una lluvia de millones. No son los mercaderes los que están en el templo; es el templo el que va a los mercaderes. Con todo, era previsible. Este Papa duro, intransigente, inflexible, frío, altanero, orgulloso, que dice cosas tan apartadas de la experiencia cotidiana de la gente, despierta escasa simpatía. No es un Papa cálido, como Juan XXIII, ni espontáneo como Juan Pablo II.
La pregunta es qué pintaba en Santiago el vicepresidente Rubalcaba que, en su condición de ministro del Interior, tiene cosas más importantes que hacer que ir a ver como le dan botafumeiro a Su Santidad. Por supuesto, desde el momento en que el sucesor de San Pedro viene escoltado por dos cazas de la fuerza aérea, parece que no viene solo a charlar con la sociedad civil y la autoridad tendrá que recibirlo. Pero la imagen es que el Gobierno cede una vez más a las imposiciones de la Iglesia. La política de appeasement es un error, ya lo dice Aznar. Se han tragado el proyecto de ley de libertad religiosa con el mirífico argumento de que "no es urgente". La libertad religiosa no es urgente. Y por eso prometía su cargo el Vicepresidente hace diez días con un crucifijo. Y ahora Benedicto XVI celebra su victoria luciendo a su lado los despojos del vencido, como el Rey que mostraba la cabeza de su contrincante clavada en una pica. No es el extremo de Rubalcaba pero es el camino.
Éste es el tercer volumen que Eslava Galán dedica a la guerra civil y la posguerra. Hace un par de años ya di cuenta del segundo, Los años del miedo (La infame posguerra I y II). Al hacerlo con éste corro el riesgo de repetirme porque, en lo esencial, De la alpargata al seiscientos (Barcelona, Planeta, 2010, 422 págs.) es la continuación de aquel. Si el anterior iba de 1939 a 1952, éste va de 1952 a 1957 y es similar tipo de relato. El autor, un novelista historiador, narra la materia mezclando la ficción con la realidad; da cuenta a modo de crónica del acontecer del país en aquellos años apoyándose en las peripecias de los personajes que ya aparecían antes y que son como arquetipos de la España de la época: unos delincuentes quincalleros, robacadáveres que entran y salen de la cárcel y sobreviven como pueden a aquella durísima y prolongada posguerra; unos arribistas que viven de los servicios supuestos a la causa nacional y hacen grandes fortunas gracias a sus relaciones con los altos funcionarios y jerarcas de un régimen corrupto hasta la médula; unos curas de un nacionalcatolicismo rígido que se inmiscuyen en la longitud de las faldas de las mujeres pero pueden tener comportamientos personales disolutos; una barbería de pueblo en la que el barbero cuenta chistes de Franco a una parroquía de gente escarmentada; un funcionario del Movimiento adscrito al departamento de censura del Régimen; la madama de una casa de putas. Los nombres nos son familiares: Pedrito el Piojo, el Burro Mojao, el padre Fornell, la Uruguaya, el Chato Puertas, Diego Medina. La España de entonces y la de siempre, la de Quevedo y Pérez Galdós, la de Torquemada y Fray Justo Pérez de Urbel, la de Pepe-Hillo y el Litri, la del Gran Capitán y Millán Astray.
Eslava Galán ofrece un fresco de una época: una sociedad empobrecida, hambrienta (las cartillas de racionamiento se suprimieron en 1952/53), aterrorizada, dominada por una dictadura férrea que luchaba por su supervivencia en el exterior, en donde carecía de aliados. La autarquía, la política de un General que "no se metía en política", la picaresca, la hipocresía y el puritanismo oficiales, el imperio de la Iglesia, los chanchullos y negocios sucios, el carácter pintoresco del Dictador y sus secuaces, los falangistas, los monárquicos sin Rey, los militares de un ejército incapaz de combatir, los católicos, el Opus como secta, el Concordato de 1953, la vuelta de los Estados Unidos, los sucesos del 56, el Plan de Estabilización, el Plan Marshall a la española del Tratado con los Estados Unidos que donde mejor se retrata es en el Bienvenido Mr. Marshall. Bullen las gentes en ambientes bien captados que se afanan en lo suyo en un país regido como si fuera un cuartel.
En resumen, una obra que llama a los recuerdos de quienes vivimos la época en la adolescencia, escrita con ironía, con amargura, con indignación, con asombro. A la vista de lo que por entonces pasaba en el mundo, la pregunta es : ¿cómo fue posible el franquismo? Y la respuesta salta a la vista: una dictadura de cuarenta años requiere otros cuarenta para que quienes la sufrieron la superen. En algunos casos parece que más. Y sin superarla es imposible explicar las causas. Una de las muestras de la autocomplacencia de la Transición es señalar que ella misma es una especie de milagro (los españoles, en lugar de entrematarse, se organizan en democracia) pendiente de explicación. Nada más falso: lo que está pendiente de explicación, lo extraño es que se diera el franquismo, una dictadura criminal y ridícula, una opereta sangrienta, un régimen surgido de una rebelión que provocó una guerra civil y juzgó luego y condenó a sus enemigos vencidos por rebelión. Rebelión contra los rebelados.
Eslava dice muchas cosas entre líneas. Habla bastante de Franco al hilo de los acontecimiento que va narrando, por regla general muy pintorescos ya que se apoya en el libro de memorias de Franco Salgado-Araujo, el primísimo que fue largos años secretario a la sombra del invicto Caudillo y cuenta cosas verdaderamente hilarantes con un tono de ayudante de campo, que quizá sea lo más cercano a un secretario que pueda imaginar un militar. Y la imagen que surge de los trazos dispersos es la de un hombre que desde el principio tuvo claro que del poder sólo lo sacarían con los pies por delante.
El primo se escandaliza al comprobar que Franco se pasa la vida cazando, pescando, presidiendo actos, viendo películas, pintando; es decir que no trabaja, cosa que subraya Eslava con auténtico pasmo. En efecto, ¿cómo se puede ser Jefe de Estado (y, durante muchos años, presidente del Gobierno) y no dar palo al agua? Es más, esta realidad de indolencia se hace compatible con la leyenda de la lucecita de El Pardo que, como la de Mussolini y la de Stalin, no se apagaba por la noche. Ésta y todas las demás leyendas eran la tarea asignada a unos medios de comunicación que eran un único medio de comunicación con diferentes altavoces: prensa, radio, la incipiente televisión. Para millones de españoles la expresión la hora del parte significaba que todas las emisoras (ya muy parecidas en las horas "civiles") sintonizaban con Radio Nacional para el diario hablado, un único diario hablado que se iniciaba con los toques del cornetín de órdenes y se terminaba con el himno nacional y los llamados "gritos de rigor". Si se lo cuentan a Orwell no se lo cree. Luego, para los fastidiosos asuntos prácticos de la gobernación del Estado ya estaba el fiel marino Carrero Blanco, digno sucesor de Prim, Cánovas, Canalejas y Dato. Siempre me ha llamado la atención la cantidad de magnicidios que se da en España. Cinco presidentes del Gobierno en unos cien años debe de ser el máximo entre los países similares.
La visión de Eslava es esencialmente literaria, pero también rigurosamente histórica; no una historia académica, pero sí muy bien documentada y contrastada, no con el fin de descubrir una hipotética verdad de los hechos sino con el de transmitir una vivencia. El autor habla de lo que vivió y eso es esencial en estos libros. Por ejemplo, traza un retrato de la Semana Santa en España bajo control absoluto y total del clero que hace falta haberlo vivido para saber lo que era. A veces, la Iglesia, en un ataque de magnanimidad hacia sí misma, pide perdón por alguna fechoría del pasado (Galileo, por ejemplo) pero ¿qué perdón tendría que pedir por intentar amargar la vida a un país entero año tras año?
Eslava presta menos atención a los aspectos represivos del régimen, a las torturas, los juicios militares, los penales abarrotados o la guerrilla, aunque algo dice. Se detiene más en el Valle de los Caídos y ello es especialmente oportuno en un momento en que vuelve a plantearse qué hacer con semejante monstruosidad pero en general su relato tiene un sesgo más amable; crudo y amargo pero amable. Recuerda un poco la literatura expresionista y los cabarets de la República de Weimar. El franquismo ha marcado a varias generaciones de españoles y ha sido el horizonte vital del país en todas sus facetas por eso sobre él se pueden escribir cosas tan opuestas en todos los sentidos como los libros de Vizcaíno Casas y los de Eslava Galán.
PS. Por cierto, lo olvidaba: el libro tiene abundancia de material gráfico de la época, tanto en el texto como en cuadernillos aparte en couché con imágenes que no solamente apoyan e ilustran la narración sino que, en muchos casos, son una joya en sí mismas. La iconografía de aquel tiempo absurdo, que hubiera sido divertido de no haber estado basado en el hambre, el terror y la densa imbecilidad de los gobernantes, curas incluidos, es extraordinariamente significativa.
Es verdad, el debate sobre la posibilidad de invertir el orden de los apellidos es secundario en España y la propuesta del Gobierno, "innecesaria". Esa posibilidad está abierta desde la reforma del derecho de filiación in illo tempore. Un servidor luce en primer lugar el apellido materno, cosa que hizo pasando por el registro civil correspondiente y con el beneplácito del juez hace muchos años. Parece que el proyecto actual viene a colmar alguna laguna del tipo de qué sucede cuando los padres no están de acuerdo, pero eso es harto improbable y, en todo caso, tampoco es muy relevante. Por tanto, Mariano Rajoy tiene razón a mi entender al advertir que se trata de una cuestión que "no interesa a los españoles".
Lo que sucede es que eso es lo que dice siempre que se hace algo o se debate algo a lo que luego resulta que se opone con uñas y dientes. Debates "innecesarios", para "distraer la atención de los asuntos urgentes" fueron, si no yerro, la ley de la igualdad, la de la memoria histórica, la de reforma del aborto, la de los matrimonios homosexuales, la reforma del Estatuto de Cataluña, la prohibición de las corridas... todo lo que fastidia o molesta a la derecha (que es todo lo que reforme el orden existente en un sentido progresista, de mayor libertad y mayor igualdad), es innecesario, superfluo, "cortina de humo", secundario. Pero luego esa misma derecha se agita furiosamente en contra de los proyectos (con manifestaciones callejeras de obispos incluidas), como si fueran de la mayor trascendencia.
Lo hace hasta cuando los temas son de verdad menores, como este de los apellidos. Es más, lo que los convierte en mayores es precisamente la empecinada oposición que practica el PP, hasta el punto de que cabe preguntarse quién realmente recurre a las "cortinas de humo", si el Gobierno al plantear un proyecto menor o la derecha al convertirlo en mayor. Porque problemas más graves, acuciantes, urgentes, en efecto, hay varios. Pero no es seguro que Rajoy quiera que se debatan públicamente, razón por la cual quizá la famosa "cortina de humo" -¡vaya nombrecito belicoso!- a quien beneficie sea al PP.
Asunto grave y urgente es la homofobia del PP, tan aguda que lleva a Rajoy a anunciar que modificará la ley de matrimonios homosexuales diga lo que diga el Tribunal Constitucional ante el que la tiene recurrida. Lo que importa a Rajoy este asunto se echa de ver en el gesto que tiene en la foto del reportaje sobre la irrupción de la Drag Queen en el acto de presentación de un libro sobre los liberales. ¿Cómo va a renunciar la derecha a seguir estigmatizando a unos u otros ciudadanos en función de su opción sexual?
Asunto gravísimo es el alcance de la corrupción que afecta al PP de lleno en Madrid y Valencia. Cualquier cosa que sea dejar de explicar porqué no solamente no dimite Camps sino que será candidato en las próximas elecciones autonómicas es una "cortina de humo". Al caso Gurtel se une el caso Brugal que es un Gürtel II con desviaciones y ramificaciones que superan los delitos habituales de cohecho, prevaricación, etc. para expandirse por el código penal, con fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales. Todo ello presunto, por supuesto, pero que toca directa o indirectamente a cargos del PP, muy señaladamente al presidente de la Diputación de Alicante cuya santa esposa lleva un tren de vida que parece un tren de vida de alta velocidad.
Y si de importancia y trascendencia se habla, ¿qué tal si se afronta ya de una vez el imprescindible asunto de cómo buscar, encontrar e identificar a todos los asesinados por el franquismo y enterrados en las cunetas; a todos los niños secuestrados y entregados a familias afectas al Régimen? Porque el hallazgo de la fosa de Valencia con los diecisiete asesinados por los franquistas en circunstancias, parece, de crueldad, ensañamiento y sadismo inimaginables es como un aldabonazo, el enésimo, en la conciencia moral de los españoles. Mientras haya desaparecidos, presumiblemente asesinados y enterrados en fosas comunes, la democracia española será indigna.
Y ¿qué decir del franquismo residual en el PP? ¿No es asunto de gravedad para la convivencia de los españoles? Cómo debe entenderse que la señora Rudí diga que Zapatero tiene la obligación de asistir a la misa del Papa? ¿A qué suena esto? El problema no es que la señora Rudí ignore que el Estado español no es confesional, pues eso puede resolverse si se lee la Constitución. El problema es la falta de respeto de la señora Rudí hacia las creencias o no creencias de los demás, concretamente aquí de Zapatero porque eso ya tiene difícil arreglo dado que sólo se aprende en casa y de joven. Y todavía más, el problema es el cristianismo de la señora Rudí al que parece bien que un no creyente asista a la ceremonia más importante de su liturgia haciendo un simulacro, un paripé, que dicen los castizos. Si yo fuera católico me parecería un sacrilegio pedir y hacer algo así.
Estos son algunos temas importantes para los españoles que el señor Rajoy quiere ocultar mediante la "cortina de humo" de convertir en casus belli el asunto intrascendente del orden de los apellidos.
¡Cuántas analogías hay en las respectivas peripecias de Obama y Zapatero! Los dos tienen la misma edad (un año de diferencia), han estudiado lo mismo (Derecho) y profesan un parecido credo político, una especie de socialdemocracia centrista (más centrista por más moderada en el caso del estadounidense) que se caracteriza por una notable ortodoxia en materia económica y una visión más avanzada en la social.
Los dos se han dado de bruces con la peor crisis del capitalismo desde los tiempos del crack del 29; a Zapatero le ha caído encima en su segundo mandato y Obama se ha tirado a ella de cabeza en el primero. Ambos empezaron tomando medidas de la panoplia keynesiana de estímulo de la demanda mediante aumento del gasto público. Y ambos parecen haber fracasado en el empeño. Zapatero dio un brusco golpe de timón en mayo, evitando por poco que el país se estrellara en los bajos del déficit, la deuda y los rápidos de los mercados internacionales. Obama reconoce ahora, a raíz del vapuleo sufrido el martes, que no hizo suficiente para remontar la crisis y, al pedir diálogo con los republicanos triunfantes, viene a reconocer que lo que hizo lo hizo en la dirección equivocada. La correcta, según opinión muy extendida, casi unánime en el mundo, es la contraria, la del segundo Zapatero y Cameron: el retroceso en el gasto público.
Tanto Obama como Zapatero pusieron en marcha proyectos con los que trataban de dar satisfacción a viejas reivindicaciones, proyectos "estrella", como dicen los medios. Obama, la creación de algo parecido a un servicio nacional de salud, del que los Estados Unidos carecían pues los dos programas de Medicaid y Medicare se refieren a sectores específicos de la población, pobres y tercera edad. A su vez, Zapatero sacó adelante la Ley de igualdad, la del matrimonio homosexual, la de dependencia y la reforma de la Ley del aborto. Toda una revolución en usos y costumbres en nada inferior a la de la sanidad universal en los EEUU.
A consecuencia de ello los dos presidentes se han encontrado una reacción furibunda contraria de potentes sectores en ambos países; en los EEUU a cargo de los lobbies médicos y hospitalarios así como del establishment sanitario privado y en España en lo esencial de la Iglesia católica. Esa agresiva oposición de una derecha furiosa en los dos casos se ha manifestado en dos vías de ataques personales a los dos presidentes:
a) el ataque político con el que se pretende estigmatizar a los dos, sacarlos del terreno ordinario del juego político para llevarlos a los extremos. De Zapatero se ha dicho que es un radical marxista al igual que se ha tachado a Obama de socialista.
b) el ataque racial, con el que se busca demostrar que los dos presidentes "no son de los nuestros". Así como Obama no es otra cosa que un puñetero negro o un islamista, de buena tinta se sabe que Zapatero es un judío marrano, cuando no un masón, de esos empeñados en la destrucción de España según indagaciones de Jakim Boor, por otro nombre Francisco Franco.
Tanto Obama como Zapatero comenzaron su primer y segundo mandatos con niveles altos de aceptación y popularidad y los dos se han dado un solemne batacazo en mid term, a mitad de la andadura. La valoración de Zapatero ha llegado a caer por debajo de la de Rajoy, que ya era la más baja, y la intención de voto a su partido va 12 puntos porcentuales por detrás de la del PP. Obama ha perdido estrepitosamente las elecciones legislativas del martes (así como algunos gobernadores) pues, aunque conserve la mayoría del Senado, ha perdido la de la Cámara por goleada ante el Partido Republicano, que tiene cuarenta representantes más.
Ese vuelco de la situación en los EEUU augura un resto de mandato presidencial sumamente conflictivo. Obama ha anunciado que quiere diálogo con los republicanos, reviviendo una cantinela de "suprapartidismo" (bipartisanship) que si no le funcionó cuando controlaba el Congreso, menos lo hará ahora. En realidad cabe poco diálogo entre quienes quieren mantener la sanidad universal y quienes quieren abolirla sin más. Habrá enfrentamientos entre las cámaras y el Presidente tendrá que utilizar el veto. Un panorama poco halagüeño a un par de años vista.
La cuestión que se plantea a ambos en estas vidas paralelas es si podrán remontar el vuelo a tiempo para ganar las elecciones presidenciales de 2012 el estadounidense y las legislativas de 2011 el español. Las circunstancias son difíciles porque la crisis perdura y la economía no lleva pinta de remontar a corto plazo. Es decir, no podrán presentarse a los comicios con una ejecutoria de triunfos y tendrán que recabar el apoyo convenciendo a los votantes de que, si ellos pierden, los que ganen serán todavía peores, más duros, más injustos.
Pero esta tarea tampoco es tan fácil. Se requiere algo más que perfeccionar las habilidades de comunicación, que es lo que los expertos aconsejan a nuestros atribulados personajes. No basta con comunicar, por necesario que sea; se requiere movilizar que es algo distinto. Tanto en un caso como en el otro la sensación es no que la derecha haya ganado o vaya a ganar las elecciones sino que la izquierda las pierde o va a perderlas porque está desmovilizada y se va a la abstención.
Es incomprensible que Obama haya disuelto la red de movimiento de apoyo que tejió en su campaña mediante la política 2.0. Como lo es también que Zapatero no llegara ni a crearla. Y, sin embargo, es bien sencillo pues se trata de articular en torno a un proyecto unos sectores sociales diversos, autónomos, que se movilizan por objetivos específicos, feministas, lesbianas, gays, ecologistas. La suma de estos sectores (los agraviados por Rajoy) y la movilización del electorado socialista tradicional pondría a Zapatero en camino de acortar distancias con el PP y, quizá, ganar las elecciones de 2011. Igual que podría suceder con Obama si éste recupera sus distintos electorados ahora desafectos, hispanos, jóvenes, gays, feministas. Es difícil porque las gentes están muy quemadas, pero no es imposible.
En algunas tragedias griegas clásicas, en Esquilo y Eurípides cuando menos, un personaje, si no el coro, recita a veces el viejo adagio "No digáis de un hombre que fue feliz hasta que haya muerto." Tampoco lo deis por derrotado antes de que haya muerto- políticamente hablando, claro es.
Así como en los buenos viejos tiempos del Estado del bienestar la palabra mágica era socialización, incluso en Occidente, a partir de los años ochenta, con la llamada "revolución conservadora", iniciada por Thatcher y Reagan, la palabra mágica es privatización. En la medida en que el lenguaje es inseparable del contenido que transmite, el cambio de términos ha sido un éxito. Socialización suena a anticuado, pesado, ineficiente, corrupto e irracional mientras que privatización suena a moderno, ágil, serio, eficiente, racional. Todo un éxito. Todo un éxito porque parte de una teoría falsa que pasa por incuestionable: que el sector público es siempre más ineficiente por naturaleza.
La teoría no dispone de pruebas empíricas irrefutables. Hay empresas públicas muy eficientes y empresas privadas muy ineficientes. Pero, se dice, cuando las privadas son ineficientes tienen que cerrar y las públicas, no. Esto es cierto pero no hace al caso de la teoría ya que la naturaleza jurídica de las empresas (públicas o privadas) no prejuzga su eficiencia.
Es que, además, la teoría es falsa en sí misma. No es cierto que las empresas privadas sean más eficientes. Ello supondría que hay un criterio único de eficiencia para el sector público y el privado y eso es imposible dado que el público no busca la rentabilidad sino la satisfación de necesidades que se articulan como derechos. Las empresas privadas son, sí, más rentables en términos de beneficios privados. Pero eso es algo distinto. A su vez, las empresas públicas pueden ser muy eficientes si se gestionan adecuadamente teniendo en cuenta que su finalidad no es el beneficio privado sino el interés general.
La política de privatizaciones que practican los conservadores, firmes neoliberales, y que preconiza en España el señor Rajoy, juega en el terreno de la indefinición relativa del límite entre lo público y lo privado. Esa indefinición se da allí donde lo público afecta a la validez de derechos, como la sanidad, la educación públicas. Donde no afectaba, el procedimiento fue muy simple: las empresas públicas se vendieron como se vendió la Telefónica, por citar la más renombrada. Pero no es posible vender los hospitales o los colegios públicos porque la Constitución determina que los españoles tienen derecho a una sanidad y educación públicas. Y aquí es donde entra la indefinición a través de las interpretaciones tortuosas: la Constitución exige que la salud y la educación sean públicas pero nada dice sobre su gestión, que se puede privatizar.
Suena de nuevo el tintineo de la privatización, gracias a la cual la sanidad pública será más moderna, más flexible, más rápida, etc. Pero esto no es cierto, como puede comprobarse observando las prestaciones sanitarias en Madrid y Valencia, las dos comunidades en las que se privatiza la gestión, en relación con las demás. En cambio, se presta mucho a la aparición de la corrupción que en las dos comunidades ha venido siendo rampante.
Es verdad que la corrupción es un fenómeno transpartidista pero, si se consideran las dos corrupciones más significativas del PSOE y del PP (esto es, Filesa, Malesa, Time Export por un lado y "Gürtel" por el otro) se detectará una diferencia de la mayor importancia. En el caso del PSOE todas las corruptelas tenían como objetivo el beneficio personal del corrupto u, ocasionalmente, la financiación ilegal del partido. En el del PP, además de la financiación ilegal del partido, las corruptelas tienen como objetivo los beneficios de las empresas. Sin duda detrás de las empresas hay individuos concretos que se enriquecen pero, en principio, el beneficio de la corruptela es para una empresa. Tanta es la diferencia que, en este segundo caso, hay empresas que se constituyen exclusivamente para gestionar el negocio de la corrupción Esa indefinición y las oscuras relaciones de las empresas con la administración es la base misma de la corrupción que afecta de lleno al PP.
Es un fenómeno que recuerda la famosa institución de los privateers, en funcionamiento entre los siglos XVI y XIX, piratas, corsarios, mercenarios (que se dice hoy) gentes a quienes una patente de corso de su monarca autorizaba a abordar todo tipo de naves, incluso las comerciales, que enarbolaran el pabellón del país con el que se estaba en guerra. Como el "estado de guerra" en aquellos tiempos era difícil de determinar, dado que las hostilidades podían durar cien años, o treinta, o siete, los privateers actuaban siempre que se les presentaba una ocasión propicia para "privatizar" lo ajeno, fuera público o privado.
La base de la rentabilidad de las privatizaciones es que los beneficios que las empresas públicas reinvertirían en sus prestaciones, las privadas se los apropian privadamente. El fabuloso negocio de los nuevos privateers es que la gestion privada de los servicios públicos permite una utilización de infraestructuras de calidad sin tener que pagar por su amortización ni por su mantenimiento. Cuando la situación sea insostenible porque la infraestructura no se moderniza, la crítica a la ineficiencia del sector público se habrá hecho ya ensordecedora. Primero se destruye el sector público a base de convertirlo en recurso del privado, descapitalizándolo, y luego se argumenta que el sector público es un desastre para eliminarlo por entero.
Privatizar es expoliar a la gente de su propiedad colectiva a cambio de nada o de casi nada ya que, en cumplimiento de los juicios negativos acerca de la ineficiencia de la gestión pública, los gobiernos han vendido las empresas públicas a precios de saldo y, además, lo han hecho a propósito, para favorecer a su clientela.
Hay nervios y agitación por zanjar la cuestión de quién haya de ser el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno en las elecciones de 2012 una vez que Zapatero ha hecho saber que puede no ser él. El PP tiene el suyo que, aunque con un índice de popularidad bajísimo, cabalga sobre una arrolladora mayoría en la intención de voto de los ciudadanos según sondeos. En cuanto a Zapatero, muchas voces, especialmente en el PSOE, reclaman que su partido aclare cuanto antes esta cuestión. Cuanto más tarde en hacerse, menos tiempo tendrá el candidato, en el supuesto de que sea otro, para ganarse la voluntad del electorado.
Verdad es que falta casi año y medio para las elecciones de 2012, pero igualmente lo es que, en cambio, falta mucho menos para las elecciones locales y autonómicas y en éstas es también decisiva la función de liderazgo. Cabe ir a unas locales sin candidato a la presidencia del Gobierno, pero no es recomendable. Asimismo es cierto que, si Zapatero decide no presentarse, habrá que convocar (y celebrar) un congreso extraordinario o unas primarias o ambas cosas a la vez, lo que quiere decir que tampoco quedaría mucho tiempo hasta 2012.
Así que la inquietud y el nerviosismo están justificados. Por otro lado es comprensible que Zapatero se lo esté pensando muy en serio porque los últimos años que ha pasado en La Moncloa han sido un castigo fuerte, cosa que se le nota. Ya no suele parecer tan risueño como antes. Seguramente su familia presiona en favor de la retirada. En contra, la consabida fascinación del poder y el gusanillo de saber si las medidas que ha tomado dan los frutos apetecidos. Es razonable que quiera tomarse un tiempo, pero ese tiempo quizá no deba ser superior a un mes. Un mes es plazo suficiente para tomar una decisión por ardua que sea.
Lo lógico, por lo demás, es que la decisión sea continuar y ser candidato en las próximas legislativas. Al menos es lo que dice su partido, que trabaja con la hipótesis de que el candidato es Zapatero. Al margen de la importancia que pueda tener la opinión de la familia, absolutamente respetable, Zapatero tiene una especie de deber de presentarse ante la ciudadanía para que ésta juzgue sobre su actuación. Si se retira y otro ocupa su lugar se desvirtúa en buena medida el sentido del voto. Con frecuencia se ha oído al Gobierno y sus partidarios decir que tenía un problema de comunicación. Ahora Zapatero dispone de quince meses para explicar a la ciudadanía el sentido de las medidas que ha tomado y sigue tomando. Y, una vez que la ciudadanía se haya hecho una idea es lo suyo que emita un juicio y que ese juicio lo reciba Zapatero; no su sucesor.
Por lo demás, las anteriores consideraciones resultan muy debilitadas en el caso de que, no presentándose Zapatero, resultara que, por el procedimiento que fuera, la candidata/o hubiera de ser Carme Chacón o Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos tienen alta valoración ciudadana, experiencia y capacidad sobradas y en sus casos irían con tiempo suficiente a unas elecciones que tendrían bastantes posibilidades de ganar. Pero sigue siendo imprescindible que Zapatero despeje la incógnita en cuanto pueda.
Ayer publicaba El País una extensa entrevista de su director, Javier Moreno, con Mariano Rajoy de gran interés. Una de las acusaciones frecuentes al Presidente del PP es que nunca se sabe qué piensa de nada. Así que la entrevista es una estupenda ocasión para rellenar tan molesta laguna. El momento es bueno, además, porque con doce puntos de ventaja en intención de voto la derecha está exultante. Sin embargo, lo único que se saca en limpio de la conversación tras atenta lectura es que el señor Rajoy no piensa nada distinto de la doctrina de su partido expuesta por sus más significativos representantes, Aguirre, De Cospedal, Pons, Arenas, Mayor Oreja y Camps. Si acaso, al formularla él, resulta menos áspera.
La mayor parte de la entrevista se dedica a la crisis y al plan para salir de ella y lo que queda bastante claro es que Rajoy carece de plan alguno de forma que es muy injusta esa acusación de que tiene un programa oculto. Ni oculto ni sin ocultar: no tiene programa. Y la prueba es que suscribe el de Cameron, que acaba de conocer y no muy bien del todo. Cuando se le pide que concrete sus medidas confunde éstas con los objetivos que se quieren lograr. Dice con prosopopeya que sus medidas serán "generar riqueza y generar empleo", "generar confianza", "reducir el déficit y la deuda pública". Como si alguien en algún momento hubiera propuesto generar pobreza o desempleo o desconfianza o aumentar el déficit y la deuda pública. Lo más cerca que llega a enunciar algo con sentido práctico es terminar el proceso de las cajas de ahorros y afrontar el problema de la energía, si bien no queda claro cómo; ni siquiera qué entiende por problema de la energía.
Lo único seguro es que se propone imponer por ley un límite al gasto de las administraciones públicas. Teniendo en cuenta que lo que por ley se hace por ley se deshace (cosa que él sabe muy bien, dado que quiere deshacer la del aborto) tampoco parece que el propósito sea tan impresionante. Lo demás es un galimatías en el que no se sabe si los impuestos van a bajar o no y cuáles, qué se recortará, porqué, en qué cuantía. El entrevistador demuestra llevar las cuentas bien aprendidas de casa y haber cuantificado el coste de las medidas propuestas por el PP en 30.000 millones de euros. Ante esto todo lo que el señor Rajoy alcanza a decir es que en ese momento no tiene los cálculos encima de la mesa.
Lo cual explica por último que descalifique las políticas de Zapatero por muy diversos conceptos pero luego resulte que haría las mismas y, de hecho, algunas las apoya. En materia de economía, por tanto, la entrevista es meridiana: la crisis es mundial y el Gobierno socialista está haciendo las políticas de ajuste que reclaman la patronal, la banca, los organismos europeos, las instituciones financieras internacionales, en una palabra, eso que invocamos como los mercados. Otra cosa es que lo haga o lo haya hecho con la suficiente diligencia. Pero hacerlo, lo hace y el margen del señor Rajoy para distanciarse sin incurrir en el dislate es cero.
A veces Rajoy se esfuerza por mostrar un lado humano, por sincerarse y, cuando se sincera, le sale el genio y la figura. Afirma, en un alarde de proximidad que ahora está "mucho mejor preparado, infinitamente más", que ha "aprendido mucho" y, cuando uno empieza a pensar que eso tiene su mérito porque muestra modestia, resulta que lo que ha aprendido es a "escuchar a los demás". Es decir, que antes no lo hacía. El entrevistador le recuerda que el 80 por ciento de los ciudadanos desconfía de él pero él cree que eso son gajes de la oposición.
En los asuntos sociales, el señor Rajoy muestra una actitud que cabe calificar de involucionista: pretende modificar en sentido restrictivo la ley del aborto y retirar a los homosexuales el derecho a contraer matrimonio y es tal su inquina a la igualdad de sexos que anuncia que puede incumplir, si no la letra, sí el espíritu de la Ley de Igualdad de 2007 cuando dice que en su gobierno "podría tener más mujeres o más hombres, según su capacidad", un modo muy eficaz de ganarse la oposición de numerosas colectividades sociales de amplia resonancia mediática.
En los demás asuntos sus criterios son los de las figuras relevantes de su partido, incluso cuando contradicen los suyos. Así, por ejemplo, parece no creer que el Gobierno esté negociando con ETA pero, preguntado si hay que escuchar cómo el señor Mayor Oreja dice lo contrario, sostiene que él, "escuchar, escucha a todo el mundo" y por lo que sabemos, lo hará bien porque lo ha aprendido hace poco.
El trozo de la entrevista dedicado a la inevitable corrupción Gürtel es de antología, como aquellos famosos diálogos de besugos de los tebeos de mi niñez: a Rajoy no le consta que Camps esté imputado, lo que es flipante. Y cuando se le dice que sí, que lo está, sostiene que no cree que el Presidente valenciano se venda "por tres trajes", lo que deja en el aire la pregunta de ¿por cuántos trajes? ¿O no son trajes sino coches?
En cuanto a la corrupción que afecta a su partido en su conjunto, Gürtel, Fundescam, Matas, Brugal, Rajoy sigue al pie de la letra la doctrina De Cospedal: presunción de inocencia para todos excepto para los policías, fiscales y jueces que están actuando en contra de la corrupción porque, en el fondo, lo están haciendo en contra del PP como tentáculos que son de un Estado policial.
Ha faltado en la entrevista una referencia a las razones por las que que el PP bloquea las renovaciones de los órganos constitucionales y a la posible reforma del régimen electoral.
En todo caso, doce puntos de ventaja en intención de voto.
Muchos comentaristas señalan que en Europa hay un predominio casi completo de gobiernos de derechas y que los socialdemócratas, concentrados sobre todo en tres de los cuatro PIGS, Portugal, España y Grecia prácticamente no pintan nada. Pero eso no es significativo porque en Europa el cambio es convicción inveterada lo que hace que la gente sea relativista. Los europeos no sólo cambiamos partidos en los gobiernos; también cambiamos regímenes, cambiamos la forma de organización territorial de los Estados, los Estados mismos que crecen o decrecen y hasta desaparecen de vez en cuando (las dos Alemanias se hicieron una; Checoslovaquia desapareció dejando en su lugar Chequia y Eslovaquia), cambiamos hasta de moneda. Europa es, sobre todo, un ámbito cultural en permanente transformación. Hoy es conservadora y mañana puede ser liberal (en el sentido europeo, España excluida), socialdemócrata, verde y hasta revolucionaria.
Lo que importa en el mundo es el color del gobierno estadounidense, la única superpotencia militar cuyo predominio sólo avizora un enemigo temible: la China. Eso sí que influye en Europa y en América Latina, en el África y en Asia. Allí, en los States, hay hace casi dos años un gobierno equiparable a cierta izquierda europea, todo a la izquierda que puede ir un gobierno en los Estados Unidos, presidido por un negro. Un Kenyan. Y la reacción de la derecha está siendo terrible. El Tea Party es el huevo de la serpiente. Si ese partido se hace con el alma del Partido Republicano y gana las próximas elecciones presidenciales ya puede el mundo prepararse para la guerra en serio.
Suena crudo, ¿verdad? La recientemente nominada candidata del Partido Republicano al Senado de Delaware, Christine O'Donnell sostiene que según información secreta que obra en su poder la China planea conquistar los Estados Unidos. No es, desde luego, la única barbaridad que espetan las derechas gringas. El Tea Party pide el voto recordando, entre otras cosas, que "vamos a recuperar lo que es nuestro: América". Véase el vídeo a continuación (es breve) y considérese lo que se dice y cómo se dice; con qué tono enfático, en la letra de los documentos fundacionales, vinculando la lucha original por la independencia con la lucha actual del Partido del Té.
Obviamente América es también de todos los demás, muchos de los cuales llegaron después que los del Mayflower, los chinos, los alemanes, los irlandeses, los italianos, etc; y otros, antes: los hispanos de Arizona, Nuevo México, Nevada, California, etc, tierras conquistadas a mediados del XIX. Y no hablemos ya de los que ellos mismos llaman Native Americans, o sea, los indios, los pieles rojas, los de las reservas.
Ese es el Tea Party con el que simpatiza doña Esperanza Aguirre, según la cual se trata de brava gente que quiere menos impuestos, menos Estado y más nación americana, cosas que ella desea también para España. Supongo que estará dispuesta a inculcar tan nobles ideales en la cabeza de los adversarios al estilo de los militantes del Tea Party, a patadas, reconocido método educativo liberal.
Por eso ha sido emocionante que, a breves días de las elecciones parlamentarias en las que las encuestas auguran una grave derrota demócrata en la Cámara y quizá también en el Senado, se haya dado esa masiva reacción ciudadana en Nueva York, convocada por dos cómicos, Jon Stewart y Stephen Colbert al grito de Rally to Restore Sanity and/or Fear. Fueron muchos, muchísimos, quizá no los seis mil millones que decía Colbert de cachondeo en un twitter, pero muchos. Una buena respuesta a la demo del Tea Party en agosto, al grito de Restore Honor en el Lincoln Memorial.
Es verdad que en su alocución final Stewart se puso serio pero el conjunto del acto tendió a ser festivo, chistoso, teatrero, aunque con gracia que empieza por la ambigüedad de lo que se quiere restaurar, si "sentido común y miedo" o "sentido común o miedo". Los otros quieren restaurar el honor y siempre que alguien quiere restaurar el honor, corre la sangre. Así que, con todos los respetos, me parece un error tomarse a broma el huevo de la serpiente.
Por desgracia así es también como se toma en España, en donde se hacen bromas con el "tintorro party" y cosas similares. Al principio, la gente no se tomaba en serio a los nazis en Alemania en los años veinte o a los falangistas en España en los treinta. Y resultó que hubiera sido mejor tomárselos en serio
El furor contra Obama por ser "socialista" y por ser negro puede acabar aglutinando un movimiento ultra sumamente peligroso. El hecho de que tengan preeminencia en él algunas mujeres (Palin, O'Donnell) prueba que el discurso feminista tiene alguna autocrítica que hacer entre otras cosas porque las mujeres de la extrema derecha afirman ser feministas. Y si lo dicen, lo serán, aunque quizá sólo en la medida en que Esperanza Aguirre dice ser liberal.
La derecha es igual en todas partes. Probablemente la izquierda, también; pero ahora la que parece más crecida, más agresiva, más amenazadora, es la derecha. De momento ha conseguido retrasar, prácticamente paralizar y, desde luego reducir al máximo el programa de reformas de Obama. Éste despertó más expectativas fuera que dentro de los States como se prueba por el hecho de que se le concediera el premio Nobel de la Paz apenas accedido al cargo, probablemente por el mero hecho de ser negro lo que en las claves interpretativas escandinavas debe de ser sinónimo de "pacífico".
Empantanado se ha quedado igualmente Obama en la política exterior y en lo que los rusos suelen llamar el cuasiexterior: del Irak nos vamos pero nos quedamos; en el Afganistán nos quedamos pero nos vamos; y de Guantánamo nunca más se supo con lo que se ha conseguido no sólo que los presos sean "invisibles" sino que lo sea el presidio entero. No es un éxito. Pero tampoco es un fracaso. Obama no ha hecho nada en el exterior; pero eso ya es un triunfo. Las cosas podrían haber empeorado, que es lo que los del Tea Party anhelan atacando, por ejemplo, el Irán, bloqueando por mar Corea o bombing the hell out of Peking. ¿No dice la señora O'Donnell que la China no puede ser amiga de los Estados Unidos porque favorece el aborto e impide tener más de un hijo por matrimonio? ¿No ha puesto en marcha una campaña para prohibir la masturbación con la totalmente errónea idea de que la prohíbe la Biblia?
Esta gente es un peligro en una sociedad que es necesariamente multicultural.