Ayer publicaba El País una extensa entrevista de su director, Javier Moreno, con Mariano Rajoy de gran interés. Una de las acusaciones frecuentes al Presidente del PP es que nunca se sabe qué piensa de nada. Así que la entrevista es una estupenda ocasión para rellenar tan molesta laguna. El momento es bueno, además, porque con doce puntos de ventaja en intención de voto la derecha está exultante. Sin embargo, lo único que se saca en limpio de la conversación tras atenta lectura es que el señor Rajoy no piensa nada distinto de la doctrina de su partido expuesta por sus más significativos representantes, Aguirre, De Cospedal, Pons, Arenas, Mayor Oreja y Camps. Si acaso, al formularla él, resulta menos áspera.
La mayor parte de la entrevista se dedica a la crisis y al plan para salir de ella y lo que queda bastante claro es que Rajoy carece de plan alguno de forma que es muy injusta esa acusación de que tiene un programa oculto. Ni oculto ni sin ocultar: no tiene programa. Y la prueba es que suscribe el de Cameron, que acaba de conocer y no muy bien del todo. Cuando se le pide que concrete sus medidas confunde éstas con los objetivos que se quieren lograr. Dice con prosopopeya que sus medidas serán "generar riqueza y generar empleo", "generar confianza", "reducir el déficit y la deuda pública". Como si alguien en algún momento hubiera propuesto generar pobreza o desempleo o desconfianza o aumentar el déficit y la deuda pública. Lo más cerca que llega a enunciar algo con sentido práctico es terminar el proceso de las cajas de ahorros y afrontar el problema de la energía, si bien no queda claro cómo; ni siquiera qué entiende por problema de la energía.
Lo único seguro es que se propone imponer por ley un límite al gasto de las administraciones públicas. Teniendo en cuenta que lo que por ley se hace por ley se deshace (cosa que él sabe muy bien, dado que quiere deshacer la del aborto) tampoco parece que el propósito sea tan impresionante. Lo demás es un galimatías en el que no se sabe si los impuestos van a bajar o no y cuáles, qué se recortará, porqué, en qué cuantía. El entrevistador demuestra llevar las cuentas bien aprendidas de casa y haber cuantificado el coste de las medidas propuestas por el PP en 30.000 millones de euros. Ante esto todo lo que el señor Rajoy alcanza a decir es que en ese momento no tiene los cálculos encima de la mesa.
Lo cual explica por último que descalifique las políticas de Zapatero por muy diversos conceptos pero luego resulte que haría las mismas y, de hecho, algunas las apoya. En materia de economía, por tanto, la entrevista es meridiana: la crisis es mundial y el Gobierno socialista está haciendo las políticas de ajuste que reclaman la patronal, la banca, los organismos europeos, las instituciones financieras internacionales, en una palabra, eso que invocamos como los mercados. Otra cosa es que lo haga o lo haya hecho con la suficiente diligencia. Pero hacerlo, lo hace y el margen del señor Rajoy para distanciarse sin incurrir en el dislate es cero.
A veces Rajoy se esfuerza por mostrar un lado humano, por sincerarse y, cuando se sincera, le sale el genio y la figura. Afirma, en un alarde de proximidad que ahora está "mucho mejor preparado, infinitamente más", que ha "aprendido mucho" y, cuando uno empieza a pensar que eso tiene su mérito porque muestra modestia, resulta que lo que ha aprendido es a "escuchar a los demás". Es decir, que antes no lo hacía. El entrevistador le recuerda que el 80 por ciento de los ciudadanos desconfía de él pero él cree que eso son gajes de la oposición.
En los asuntos sociales, el señor Rajoy muestra una actitud que cabe calificar de involucionista: pretende modificar en sentido restrictivo la ley del aborto y retirar a los homosexuales el derecho a contraer matrimonio y es tal su inquina a la igualdad de sexos que anuncia que puede incumplir, si no la letra, sí el espíritu de la Ley de Igualdad de 2007 cuando dice que en su gobierno "podría tener más mujeres o más hombres, según su capacidad", un modo muy eficaz de ganarse la oposición de numerosas colectividades sociales de amplia resonancia mediática.
En los demás asuntos sus criterios son los de las figuras relevantes de su partido, incluso cuando contradicen los suyos. Así, por ejemplo, parece no creer que el Gobierno esté negociando con ETA pero, preguntado si hay que escuchar cómo el señor Mayor Oreja dice lo contrario, sostiene que él, "escuchar, escucha a todo el mundo" y por lo que sabemos, lo hará bien porque lo ha aprendido hace poco.
El trozo de la entrevista dedicado a la inevitable corrupción Gürtel es de antología, como aquellos famosos diálogos de besugos de los tebeos de mi niñez: a Rajoy no le consta que Camps esté imputado, lo que es flipante. Y cuando se le dice que sí, que lo está, sostiene que no cree que el Presidente valenciano se venda "por tres trajes", lo que deja en el aire la pregunta de ¿por cuántos trajes? ¿O no son trajes sino coches?
En cuanto a la corrupción que afecta a su partido en su conjunto, Gürtel, Fundescam, Matas, Brugal, Rajoy sigue al pie de la letra la doctrina De Cospedal: presunción de inocencia para todos excepto para los policías, fiscales y jueces que están actuando en contra de la corrupción porque, en el fondo, lo están haciendo en contra del PP como tentáculos que son de un Estado policial.
Ha faltado en la entrevista una referencia a las razones por las que que el PP bloquea las renovaciones de los órganos constitucionales y a la posible reforma del régimen electoral.
En todo caso, doce puntos de ventaja en intención de voto.
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).