¡Cuántas analogías hay en las respectivas peripecias de Obama y Zapatero! Los dos tienen la misma edad (un año de diferencia), han estudiado lo mismo (Derecho) y profesan un parecido credo político, una especie de socialdemocracia centrista (más centrista por más moderada en el caso del estadounidense) que se caracteriza por una notable ortodoxia en materia económica y una visión más avanzada en la social.
Los dos se han dado de bruces con la peor crisis del capitalismo desde los tiempos del crack del 29; a Zapatero le ha caído encima en su segundo mandato y Obama se ha tirado a ella de cabeza en el primero. Ambos empezaron tomando medidas de la panoplia keynesiana de estímulo de la demanda mediante aumento del gasto público. Y ambos parecen haber fracasado en el empeño. Zapatero dio un brusco golpe de timón en mayo, evitando por poco que el país se estrellara en los bajos del déficit, la deuda y los rápidos de los mercados internacionales. Obama reconoce ahora, a raíz del vapuleo sufrido el martes, que no hizo suficiente para remontar la crisis y, al pedir diálogo con los republicanos triunfantes, viene a reconocer que lo que hizo lo hizo en la dirección equivocada. La correcta, según opinión muy extendida, casi unánime en el mundo, es la contraria, la del segundo Zapatero y Cameron: el retroceso en el gasto público.
Tanto Obama como Zapatero pusieron en marcha proyectos con los que trataban de dar satisfacción a viejas reivindicaciones, proyectos "estrella", como dicen los medios. Obama, la creación de algo parecido a un servicio nacional de salud, del que los Estados Unidos carecían pues los dos programas de Medicaid y Medicare se refieren a sectores específicos de la población, pobres y tercera edad. A su vez, Zapatero sacó adelante la Ley de igualdad, la del matrimonio homosexual, la de dependencia y la reforma de la Ley del aborto. Toda una revolución en usos y costumbres en nada inferior a la de la sanidad universal en los EEUU.
A consecuencia de ello los dos presidentes se han encontrado una reacción furibunda contraria de potentes sectores en ambos países; en los EEUU a cargo de los lobbies médicos y hospitalarios así como del establishment sanitario privado y en España en lo esencial de la Iglesia católica. Esa agresiva oposición de una derecha furiosa en los dos casos se ha manifestado en dos vías de ataques personales a los dos presidentes:
a) el ataque político con el que se pretende estigmatizar a los dos, sacarlos del terreno ordinario del juego político para llevarlos a los extremos. De Zapatero se ha dicho que es un radical marxista al igual que se ha tachado a Obama de socialista.
b) el ataque racial, con el que se busca demostrar que los dos presidentes "no son de los nuestros". Así como Obama no es otra cosa que un puñetero negro o un islamista, de buena tinta se sabe que Zapatero es un judío marrano, cuando no un masón, de esos empeñados en la destrucción de España según indagaciones de Jakim Boor, por otro nombre Francisco Franco.
Tanto Obama como Zapatero comenzaron su primer y segundo mandatos con niveles altos de aceptación y popularidad y los dos se han dado un solemne batacazo en mid term, a mitad de la andadura. La valoración de Zapatero ha llegado a caer por debajo de la de Rajoy, que ya era la más baja, y la intención de voto a su partido va 12 puntos porcentuales por detrás de la del PP. Obama ha perdido estrepitosamente las elecciones legislativas del martes (así como algunos gobernadores) pues, aunque conserve la mayoría del Senado, ha perdido la de la Cámara por goleada ante el Partido Republicano, que tiene cuarenta representantes más.
Ese vuelco de la situación en los EEUU augura un resto de mandato presidencial sumamente conflictivo. Obama ha anunciado que quiere diálogo con los republicanos, reviviendo una cantinela de "suprapartidismo" (bipartisanship) que si no le funcionó cuando controlaba el Congreso, menos lo hará ahora. En realidad cabe poco diálogo entre quienes quieren mantener la sanidad universal y quienes quieren abolirla sin más. Habrá enfrentamientos entre las cámaras y el Presidente tendrá que utilizar el veto. Un panorama poco halagüeño a un par de años vista.
La cuestión que se plantea a ambos en estas vidas paralelas es si podrán remontar el vuelo a tiempo para ganar las elecciones presidenciales de 2012 el estadounidense y las legislativas de 2011 el español. Las circunstancias son difíciles porque la crisis perdura y la economía no lleva pinta de remontar a corto plazo. Es decir, no podrán presentarse a los comicios con una ejecutoria de triunfos y tendrán que recabar el apoyo convenciendo a los votantes de que, si ellos pierden, los que ganen serán todavía peores, más duros, más injustos.
Pero esta tarea tampoco es tan fácil. Se requiere algo más que perfeccionar las habilidades de comunicación, que es lo que los expertos aconsejan a nuestros atribulados personajes. No basta con comunicar, por necesario que sea; se requiere movilizar que es algo distinto. Tanto en un caso como en el otro la sensación es no que la derecha haya ganado o vaya a ganar las elecciones sino que la izquierda las pierde o va a perderlas porque está desmovilizada y se va a la abstención.
Es incomprensible que Obama haya disuelto la red de movimiento de apoyo que tejió en su campaña mediante la política 2.0. Como lo es también que Zapatero no llegara ni a crearla. Y, sin embargo, es bien sencillo pues se trata de articular en torno a un proyecto unos sectores sociales diversos, autónomos, que se movilizan por objetivos específicos, feministas, lesbianas, gays, ecologistas. La suma de estos sectores (los agraviados por Rajoy) y la movilización del electorado socialista tradicional pondría a Zapatero en camino de acortar distancias con el PP y, quizá, ganar las elecciones de 2011. Igual que podría suceder con Obama si éste recupera sus distintos electorados ahora desafectos, hispanos, jóvenes, gays, feministas. Es difícil porque las gentes están muy quemadas, pero no es imposible.
En algunas tragedias griegas clásicas, en Esquilo y Eurípides cuando menos, un personaje, si no el coro, recita a veces el viejo adagio "No digáis de un hombre que fue feliz hasta que haya muerto." Tampoco lo deis por derrotado antes de que haya muerto- políticamente hablando, claro es.
(La imagen es una foto de The White House, bajo licencia de Obra del Gobierno de los Estados Unidos).