diumenge, 12 de febrer del 2012

Desde el Olimpo del espíritu.

Cuentan las crónicas que Karl Marx dedicó su luna de miel en 1843, en Bad Kreuznach, a ajustar cuentas con la Filosofía del derecho de Hegel, las famosas Grundlinien der Philosophie des Rechts que también se llamaba Bosquejo de Derecho Natural y Ciencia del Estado. Ignoro cómo llevaba Jenny von Westphalen, su aristocrática esposa, esta doble afición a Eros y Minerva, si es que era doble y el bueno de Marx no pasaba las noches de blanco en blanco, como don Quijote, a mandobles con los intrincados conceptos hegelianos.

Fuere como fuere, hay algo simbólico en esta coincidencia: la última obra que Hegel vio publicada en vida constituye el arranque de la primera que escribe Marx y que solo vio la luz póstumamente. La famosa Introducción que se publicó en los Anales Franco-alemanes es otro texto que, sobre la misma base de la filosofía hegeliana del derecho, redactó Marx en 1844.

Donde Hegel lo deja en su poderosa síntesis de la evolución del espíritu objetivo hasta culminar en la eticidad del Estado y, más concretamente, del constitucional prusiano, lo recoge Marx que no ve en el Estado el paso de Dios por la tierra sino el medio de que se vale una clase para oprimir a otra. Por eso, en la citada Introducción pedía como buen hegeliano de izquierda que la crítica a la religión se convirtiera en una crítica a la política. Y a eso es a lo que se refería cuando sostenía haber puesto la Filosofía de Hegel sobre sus pies.

En cierto modo, donde lo deja Marx lo recoge López Calera, un gran filósofo del derecho y buen conocedor de la obra de Hegel. En concreto esta en comentario (Nicolás López Calera (2012), Mensajes hegelianos. La Filosofía del Derecho de G. W. F. Hegel. Madrid: Iustel, 185 págs) se concibe como una especie de guía por la última e intrincada obra del filósofo alemán. Guía en el sentido de que lo sigue fielmente en el desarrollo de su objeto y le cede la palabra con frecuencia a base de una serie de citas con las que el autor va apuntalando sus interpretaciones hegelianas. Es, pues, un libro muy remendable y útil porque orienta a la par que enjuicia con conocimiento de causa e ilustra algunos aspectos nada fáciles de entender.

López Calera reconoce que la exposición de Hegel suele ser abstrusa y, en ocasiones, prácticamente ininteligible, pero hace justicia al autor de la Fenomenología del espíritu (que, a su vez, abre el ciclo del sistema hegeliano en cuanto a la aventura del espíritu en la tierra) al ver en esta su última obra, el logro de su objetivo, la síntesis de la historia y la razón (p. 47). Y lo más característico del ensayo es que se sostiene en él la completa actualidad de Hegel, el hecho, cuyo reconocimiento atribuye a Marx, de que anticipa el futuro, que es nuestro presente.

A tono con este propósito, López Calera interpreta la Filosofía del derecho de Hegel en términos actuales. Explicita el contenido de las dos primeras partes del plan hegeliano ("el derecho abstracto" y la "moralidad") y concentra su análisis en la tercera, obviamente la más importante, la de la eticidad. De aquellas retengo dos buenas exposiciones de elementos previos para la comprensión cabal de la eticidad: la idea del derecho como el reino de la libertad realizada (que se compone de persona, propiedad y libertad) (p. 56) y la reafirmación kantiana de que la dignidad del ser humano reside en su autodeterminación moral (p. 73) que no es sino otro nombre para la libertad, pues ya nos ha avisado el autor de que la Filosofía del derecho de Hegel es una obra centrada en la libertad (p. 43), casi obsesionada por ella.

La eticidad se lleva la parte del león de la obra de Hegel y del ensayo de López Calera. Este mundo, que culmina en el Estado, tiene como piedra angular la familia. Calera expone las ideas de Hegel sobre la institución con creciente impaciencia por encontrarlas autoritarias e impropias de la clarividencia del filósofo y finalmente estalla acusándolo de "irracional" por sus opiniones sobre las mujeres (p. 87). Está claro que Hegel parte de una concepción de la familia directamente sacada del derecho romano (entre otras cosas porque es una de las etapas del espiritu absoluto en su marcha triunfal desde las luces de Oriente a la Götterdämmerung occidental) y de ahí le vienen también sus despropósitos sobre las mujeres. No obstante, cabe recordar que, así como Kant mantuvo una inexpugnable soltería, Hegel estaba casado. Lo cual plantea problemas acerca de qué grado de comprensión de la realidad inmediata tienen los filósofos.

En la exposición del resto de elementos de la eticidad, López Calera subraya siempre y siempre con acierto los aspectos "modernos" del pensamiento hegeliano, al que viene a considerar como una especie de adelantado del Estado del bienestar (p. 111) a través de sus ideas acerca del intervencionismo del Estado según su concepto de "Policía", que Calera se apresura a traducir por "gobernanza" (ibíd.) para evitar equívocos. En realidad no tienen por qué darse pues ese concepto de "policía", con su evidente etimología, tenía mayor alcance conceptual que la mera "fuerza de seguridad", era el centro de reflexión de la Cameralística cuando esta se formula como la ciencia del Estado de la que habla Hegel.

Calera se detiene y explica la riquísima concepción de la sociedad civil en Hegel, die bürgerliche Gesellschaft, que es como Hegel traduce la civil society que había encontrado en Adam Ferguson y otros clásicos de la ilustración escocesa. Es el sistema de las necesidades que Hegel considera con extraordinaria presciencia cuando habla del trabajo y de las distintas clases sociales. Reconoce la función del mercado y de la acción egoísta en él. Pero ese egoísmo aparece mitigado por una necesaria consideración del interés social. Esa es la diferencia con la concepción liberal que ya viene implícita en la concepción de la sociedad civil como "sistema de las necesidades" en la que no suele subrayarse el primer término, el de sistema que, sin embargo, es decisivo puesto que apunta a la existencia de las necsidades pero no en un ámbito desordenado y caótico de acciones y reacciones ciegas, sino en el de un discurrir previsible, sistemático.

El Estado es el paso de Dios por el mundo (p. 122), pero, señala Calera, es preciso que la religión no gobierne porque, en donde lo hace, se produce una forma de despotismo oriental (p. 129), la unidad del rey y el sacerdote o mago. En Occidente es preciso que la religión acepte la supremacía del Estado (p. 136). La idea hegeliana de la democracia es orgánica y Calera enuncia sus elementos: corporaciones, estamentos, clases y pueblo (153). Puestos a encontrar visiones de futuro en Hegel se me ocurre que las coporaciones son como precedentes de partidos políticos.

No hay contradicción en que el Estado, suma eticidad, recurra a la guerra. Hegel tiene una concepción heracliteana de lo bélico. Con independencia del carácter en principio condenable de la guerra, esta es inevitable y no necesariamente mala. Hegel no podía tener en buen concepto el proyecto kantiano de paz perpetua y mucho menos el sistema internacional del filósofo de Könisberg que, partiendo de un mundo de Estados, carece de apoyo material en él. Las dos últimas partes de la Filosofía del derecho, el derecho internacional y la historia universal están concebidas dentro del horizonte conceptual del Estado. El derecho internacional es el derecho "exterior" de los Estados y la historia universal la que culmina en el Estado. El espíritu absoluto se ha detenido en Berlín, como Cristo se detuvo en Éboli.

No a Hegel pero sí a los hegelianos de estricta obediencia puede pasarles lo que sucedió a Aristóteles: fue el preceptor de un rey que creó un imperio pero él no veía más alla de la polis. El ocaso de la polis, el ocaso del Estado es el momento en que el búho de Minerva emprende el vuelo, expresión que se halla en la intruducción a la Filosofía del derecho hegeliana, en compaía de la otra no menos famosa de que "todo lo real es racional y todo lo racional es real", expresión que Calera cree está en la base de todos los errores de la teoría del Estado en Hegel (p. 47), errores que, en mi opinión, no están tanto en él como en las exageraciones de algunos de sus discípulos.

dissabte, 11 de febrer del 2012

¿Para qué sirve el poder?

Está clarísimo: sirve para conseguir que los demás hagan o dejen de hacer lo que el poderoso quiere o deja de querer. Es una facultad de obligar a los otros a un comportamiento que, de no ser así, no tendrían. Esa facultad se puede ejercer, según quiere la sabiduría popular, por las buenas o por las malas. Es un modo claro y llano de enunciarlo que, a veces, toma formas coloquiales ("yo, por las buenas, soy muy bueno; pero, por las malas...") y, a veces, se reviste con egregios ropajes teóricos, aunque en esencia sea la misma reflexión. Así Joseph Nye, distingue entre poder blando, soft power (las "buenas") y poder duro, hard power (las "malas"). Es la última racionalización y tampoco muy original pues ya los romanos, como todo el mundo sabe, distinguían entre la auctoritas (las "buenas") y la potestas (las "malas"). El poder, como el dios Jano, tiene dos caras, la amable y la hosca y un solo cuerpo, el armado, pues los dos rostros, que son máscaras, anuncian una misma realidad: la fuerza. El rostro hosco la evidencia; el amable, la cela. Pero el poder descansa siempre sobre la fuerza porque, cuando se hace "blando" no porque no quiera emplear la fuerza sino porque carece de ella, deja de ser poder y alguno de los que tendrían que obedecerlo, se impone en su lugar. El poder es siempre fuerza. Esta se reviste de la majestad de la ley. Pero la ley es siempre también fuerza. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos y, por lo que sabemos, seguirá siendo hasta el fin de estos. Las formas prácticas de la fuerza varían. Al principio eran porras y hoy son drones; y siempre fuerza. El poder.

En nuestra sociedad el poder se conquista ganando elecciones. También puede conseguirse de otras formas, pero hoy por hoy no se estilan. Se han impuesto las elecciones que cumplen una función legitimatoria a la que el poder es siempre muy sensible. Se ganan las elecciones y se avoca el poder del Estado, se toma posesión de este, se decide lo que publica el BOE, como dicen los castizos, que es el pasquín del poder. Es lo que ha hecho la derecha al ganar las elecciones del 20-N, ocupar lo que los marxistas althusserianos llamaban los "aparatos represivos e ideológicos del Estado" y valerse de ellos para formular un discurso socialmente hegemónico, imponer sus criterios, sus puntos de vista, sus opiniones, su ideología. Viene acompañada asimismo de unos aparatos ideológicos de la sociedad civil (los medios de comunicación, la iglesia católica, las universidades y think tanks conservadores) que la han catapultado al gobierno. Y no ha perdido ni un segundo, sino que ha pasado al ataque directo: el ministro de Cultura ha puesto en marcha la "Ley Sinde", ha elevado los toros a la categoría de patrimonio cultural o cualquier otro dislate y ha suprimido la Educación para la ciudadanía. El de Justicia restringirá el aborto y ya veremos qué sucede con los matrimonios gay. La ministra de Sanidad saca de la libre circulación la píldora del día siguiente. El de Industria se carga las energías renovables. El de Agricultura va a reducir el medio ambiente a mitad de cuarto de ambiente y los ministros económicos, con el Presidente a la cabeza, prácticamente han implantado el despido libre, después de haber subido los impuestos directos y el IBI.

Es un ataque en regla, coordinado, en todos los frentes. Y el gobierno lo ha hecho, lo está haciendo, sin precuparse poco ni mucho en consensuar nada a pesar de lo que Rajoy decía en la campaña electoral porque, con su mayoría absoluta, no le hace falta. Tiene el poder. Tiene todo el poder. Y lo ejerce. Y legiones de comentaristas, tertulianos, plumillas, analistas lo justifican día a día.

En estas condiciones aquellos sectores sociales que se sienten más cercanos a las concepciones conservadoras, considerándose amparados por el poder, se crecen y actúan con el mismo aplomo y falta de escrúpulos que aquel. La iglesia cuestiona no ya los matrimonios gays sino la legalidad de la misma homosexualidad y, si puede, suprimirá el aborto y (ya sería tocar el cielo de San Pedro con la mano) el divorcio. Tengo para mí que la decisión del Tribunal Supremo sobre Garzón no hubiera sido tan dura de no sentirse los magistrados de antemano amparados por el poder político. Igual que el famoso jurado valenciano absolvió a Camps y que se le andan buscando las cosquillas al juez instructor del caso Urdangarin.

Y ¿qué decir de la Real Academia de la Historia? Los académicos se retractan de su compromiso de revisar las tergiversaciones más groseras y, con una mentalidad infantil que maravilla en personas de tan avanzada edad, creen que conseguirán imponer su visión de la realidad en un mundo en el que hay pleno acceso a la información. Es ridículo pues, se pongan como se pongan y escriban lo que escriban, el franquismo fue una dictadura totalitaria, criminal y genocida y su diccionario la última muestra de su aparato de propaganda.

Porque ese es límite del poder, el que este nunca llega a pasar ya que puede obligar a hacer pero no a pensar. Ningún poder puede imponerse al pensamiento ni al juicio. Por eso la oposición al poder, en este caso la izquierda, se formula siempre en el terreno del pensamiento. La izquierda es fundamentalmente teórica, especulativa. Se enfrenta a la realidad, trata de comprenderla, de criticarla, de conseguir formas de mejorarla y superarla. Pero las teorías son múltiples (basta con observar cuántos sentidos del término "izquierda" maneja la izquierda), forman cacofonías ensordecedoras en las que no hay manera de ponerse de acuerdo porque se basan en opiniones, en juicios de valor entre los que no es posible decidir racionalmente sino solo por un acto de fuerza, de poder.

Y ahí está el problema, en que la izquierda no tiene poder si no está en el gobierno, pues carece de la batería de "aparatos ideológicos" con que cuenta la derecha. Y, cuando está en el gobierno tiende a ejercerlo no en beneficio exclusivo de su hegemonía sino en el del conjunto de la colectividad. Suele así decirse con cierto amargo cinismo que, cuando la izquierda está en el gobierno, tiene el gobierno, pero no el poder. Pero mucho peor está cuando no tiene el gobierno, cuando, como ha sido el caso, pierde las elecciones, cosa que le sucede por esa situación de fraccionamiento que la caracteriza, ese antagonismo interno que la corroe, esa generalizada animadversión que la divide en una miriada de organizaciones a la gresca, tanto más pequeñas e irrelevantes cuanto más radicales, según la ley que tan brillantemente se expone en La vida de Bryan. Se genera así una situación de impotencia en la que unos aceptan estar más expuestos a los ataques de la derecha con tal de que también lo estén los otros.

Es una situación lamentable para la izquierda, pero no se le ve solución pues, aun siendo seguramente mayoritaria en conjunto, no es capaz de impedir que las clases dominantes, las que han gobernado el país en el siglo XIX y casi todo el XX vuelvan a acupar el poder que consideran suyo por derecho divino, empleando una mezcla de dogmatismo y pragmatismo que la izquierda jamás consigue. La derecha impone su programa máximo: orden, disciplina, religión, autoritarismo, sacrificios, restricción de derechos en todos los campos, jerarquía, explotación del trabajo porque dice que es el orden natural de las cosas, el que está consagrado por la tradición y, llevado al extremo, la voluntd de Dios. La izquierda no admite el iusnaturalismo, la tradición no le parece respetable pues consagra la injusticia y la desigualdad y tiene a Dios por una quimera y a todo ello contrapone la razón. Pero la razón no existe sino que existen las razones en perpetua pugna que solo es posible resolver mediante un acto de fuerza, mediante el poder. Para eso sirve el poder; quien no lo tiene, no existe. Ha de recuperarlo si quiere volver a la existencia.

(La imagen es una foto de La Moncloa, correspondiente a la Pascua Militar de este año y está en el dominio público).

divendres, 10 de febrer del 2012

La condena. El pelotón. La ejecución.


La condena


Lo sabíamos. Lo sabía el propio Garzón. La sentencia estaba predeterminada. Lo sabe la gente que dice en un 61 por ciento que el juez es víctima de una persecución. La condena estaba decidida de antemano. Los políticos pringados en la Gürtel, junto a los presuntos delincuentes, se dieron la mano con los herederos ideológicos del franquismo para poner fin a la carrera del único juez que se atrevió a hacer justicia a las víctimas del franquismo y, de paso, descubrió y persiguió la mayor trama de corrupción de la democracia. La misma alianza que sostuvo la dictadura de Franco durante cuarenta años: fascistas con políticos corruptos y delincuentes.

Esa coalición siniestra tenía un objetivo clarísimo: impedir que Garzón llevara adelante un (muy merecido) proceso penal por genocidio contra Franco y sus secuaces y ver si, de nuevo de paso, se conseguía anular el procedimiento de la Gürtel.

Por eso ha habido tres causas contra Garzón y se han visto en el orden que se sabe. Se trataba de condenar al juez por un daño colateral (la supuesta prevaricación de las escuchas) para que no pareciera que se le condenaba por investigar el franquismo, aunque la acusación sea la misma. Pero no haya duda. Lo de menos es si la condena por prevaricación es o no justa; que no lo es porque no hay prevaricación. Lo esencial era yugular la investigación de los crímenes del franquismo y hacerlo como un escarmiento para que sirva de aviso por si algún otro juez cae en la tentación de hacer justicia pero sin que parezca que se actúa por esto. Ahora, a lo mejor sale absuelto en la causa por el franquismo. Es muy posible.


El pelotón


Los nombres: Luciano Varela, Francisco Monterde, Andrés Martínez Arrieta, Joaquín Giménez (presidente del tribunal), Miguel Colmenero (ponente de la sentencia), Juan Ramón Berdugo y Manuel Marchena. Cada uno de estos hombres (alguno recusado por Garzón) es responsable de sus actos. Todos han condenado por unanimidad. Cada uno de ellos ha actuado, se supone, ateniéndose a derecho. Pero son seres humanos y pueden tener más (o, simplemente, otras) razones. La envidia, los celos, la venganza, la enemistad también son razones, y muy poderosas, que pueden haberlos movido a una decisión injusta. Tal cosa proclama el asimismo juez Garzón que achaca injusticia a la sentencia. A quien diga que siete magistrados no pueden equivocarse cabe responder que no se trata de una equivocación sino de una injusticia y que siete magistrados pueden ser tan injustos y hasta prevaricadores como uno o cien mil. ¿Quién condenó al justo y salvó a Barrabás? La masa.

Si esto es España, un juez dedicado a perseguir dictadores vivos o muertos está jugándose su carrera; si, además, destapa la corrupción de los políticos de la derecha, ya la ha perdido. Es cuestión de conseguir que los jueces, sensibles a la herencia franquista y los intereses de la gente como Dios manda, hagan lo que tienen que hacer. Según el juez Garzón, impedirle que se defienda, maniatarlo.

"Van a fusilar

a un hombre que tiene los brazos atados.

Hay cuatro soldados para disparar.

Son cuatro soldados

callados,

que están amarrados

lo mismo que el hombre amarrado que van

a matar"

(Nicolás Guillén).


La ejecución


Los siete magistrados que han condenado por unanimidad no pueden ignorar que han destrozado la vida de un hombre honrado y puesto fin vergonzoso y vergonzante a una carrera profesional que era punto de orgullo nacional. Por eso han disparado en sentido metafórico con balas dum dum, para que no quede ni rastro del ejecutado, del hombre cuya ambición personal han truncado; esperan que para siempre. Y con ello han truncado también la última esperanza de la gente de nuestro país en la Justicia de la justicia. Aquí solo hay venganza. Venganza por agravios imaginarios y quizá también reales. Por razones de edad, algunos de los jueces del Supremo que han condenado ejercieron durante la Dictadura, profesando como Derecho y Justicia lo que no era sino arbitrariedad e injusticia. Es más, hasta podemos conceder que hayan actuado pensando genuinamente que lo hacían en justicia. Pero ¿lo hicieron también en equidad?

La sentencia está pidiendo reacciones a gritos. El juez Garzón acudirá en amparo al Tribunal Constitucional y al Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Aduce violación del derecho a la defensa y al juicio justo. Empezando porque se le niega el derecho a la doble vuelta. Hay quien dice que no es un derecho fundamental porque no está recogido en los que la Constitución considera tales. Cuando los derechos fundamentales son anteriores a toda Constitución y, además, este está recogido en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, firmado por España. También hay quien dice que, aunque esté recogido, no es un derecho fundamental. Por decir que no quede. Pero lo es. Es parte del derecho a un juicio justo. Que no lo ha habido. Así que el juez Garzón reaccionará y hay una larga batalla por delante.

Igualmente debemos reaccionar quienes creemos que, al condenar a Garzón, el Supremo nos ha condenado a todos, mermando nuestros derechos, empezando por el no menos fundamental, básico, de la seguridad jurídica. Si prevaricación es toda interpretación de la ley que no guste a los magistrados del supremo, nadie estará seguro en nuestro país, máxime cuando, según parece, se puede destituir a los jueces justos. Por eso, nuestra reacción debe ser pedir la depuración de las responsabilidades de la Dictadura en el poder judicial de hoy. Es obvio que, el haber prestado acatamiento al franquismo y sus principios del Movimiento Nacional, y haber aplicado sus leyes como si fueran justas, contamina; quizá incluso inhabilite o debiera inhabilitar para administrar justicia en un Estado democrático.

Dicen los obispos.

Algunas de estas declaraciones vergonzosas ¿no son constitutivas de delito? ¿Negar el Holocausto no es delito? Si no son ilegales son profundamente inmorales. Está claro que estos pastores del pueblo de Dios han olvidado lo que dice Cristo en Mateo 18, 6: "más valiera a quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al fondo del mar".

Culpan a los niños de los abusos que sufren. Creyéndose Cristos, piden perdonar a los curas pederastas porque "no sabían lo que hacían". Justifican el abuso y violación de las mujeres que aborten. La tienen tomada con los homosexuales y vienen a decir que la condena a los abusos de los niños es una novedad frente a prácticas anteriores, se entiende, "legales" y "normales".

Teniendo en cuenta que la pederastia es una aberración predominantemente masculina, ¿no son repulsivas estas declaraciones de hombres, so pretexto de que no lo son?

(La imagen es una foto extraida de la página web de FB de Leontopodium Alpinum, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 9 de febrer del 2012

Pero ¿qué país es este?

¿Está en la tierra o en algún punto perdido de una galaxia ignota? ¿Está habitado por seres humanos racionales o por entes de sinrazón? ¿Por ciudadanos conscientes de sus derechos y de su dignidad o por siervos acobardados? ¿Por hombres y mujeres que caminan erguidos o por bestias de carga que humillan la cerviz? Que la lectora y el lector se respondan después de haber leído las breves consideraciones siguientes.

El único juez que ha tenido la entereza y la honradez de hacer justicia a las decenas de víctimas de una dictadura asesina está siendo juzgado por quienes son sus pares en lo formal pero no me lo parecen en lo substancial, tras haber admitido una querella formulada por los herederos ideológicos de la dictadura que en cualquier otro país del mundo estarían prohibidos. Tienen que venir del extranjero (y, en concreto, el New York Times y la justicia argentina) a recordarnos y demostrarnos la indignidad que significa perseguir penalmente a un magistrado del que cualquier otra nación civilizada se sentiría orgullosa. Ese otro colega suyo que instruyó la causa contra él asesorando a la parte acusadora privada será todo lo progresista que quiera pero, a mi modesto entender, se ha labrado a pulso un lugar en la historia universal de la infamia.

De igual modo el juez que tuvo el coraje y la decencia de imputar varios supuesto delitos a Urdangarin está ahora sometido a investigación por el Consejo General del Poder Judicial y no es impensable que acabe sancionado, mientras que el imputado, al que se atribuye la comisión de varios delitos por millones de euros se dispone a "pedir disculpas", como quien ha faltado a una regla de cortesía.

En cambio, el juez Grande Marlaska archiva la causa por la muerte de 62 militares españoles en el caso del Yak 42, ya que los responsables de subcontratar una subcontrata de una contrata no lo hicieron con ánimo causar daño alguno a las víctimas. Y la fiscalía anticorrupción renuncia a impugnar la sentencia que absuelve al ex-presidente Camps del presunto delito de cohecho. Camps, a quien otro juez del que era "más que amigo" intentó exonerar con anterioridad, se va por fin de rositas sin haber probado que pagó por los trajes del regalo y dejando en el oído del país entero la memoria de unas conversaciones telefónicas que son una vergüenza.

¿Nos apostamos algo a que también acaba investigado, imputado, procesado, quizá condenado, el juez Pablo Ruz, que acusa a varios altos cargos y empresarios del supuesto delito de apropiación indebida de fondos públicos con motivo de la visita del Papa en 2006?

Parece bastante claro que estas medidas tratan de amedrentar a los jueces castigando a aquellos que no se doblegan a los intereses de una mafia de políticos corruptos, empresarios afanalotodo y puros delincuentes. Y eso a escasas fechas de que el Jefe del Estado predicara a la nación que la justicia es igual para todos. No lo es para su yerno, no lo es para él, ni para muchos políticos del PP, ni para los curas, ni para los banqueros. La ley solo es igual (igual de dura) para las gentes del común, incluidos los jueces que creen su deber hacer justicia.

Gentes del común que rezongamos nuestro descontento en conversaciones privadas e inundamos las redes sociales con nuestras quejas, pero no sabemos o no podemos plantarnos y decir ¡basta! Porque no somos una nación en el sentido moderno del término; porque, se diga lo que se diga, aquí no hubo revolución burguesa, vinculada al origen de esa nación hecha de ciudadanos libres bajo el imperio de la ley. Aquí hemos conservado el antiguo régimen mezcla de oligarquía, caciquismo, siervos y predominio clerical que se vale del Estado de derecho como Procusto de su famosa cama.

¿Qué? ¿Cuál era la respuesta a la pregunta del principio?

La historia eterna.

Sigue la temporada de ópera en el Compac de la Gran Vía. Ayer el patio estaba lleno. Enorme expectación, prémière de La Traviata, favorita de todos los tiempos y todos los públicos. Eso anima siempre mucho a los interprétes de forma que estuvieron todos estupendos y bordaron el pegadizo coro de Libiamo ne' lieti calici, al comienzo del acto primero. A lo largo de la obra quedó patente la maestría de la protagonista, la dama de las camelias, Luisa Ruiz, cuyas arias (¡ah, sempre libera!) estremecen, emocionan. .

La traviata es favorita porque trata la historia eterna, el tema de los temas, el amor imposible, tanto más amor cuanto más imposible; tanto más imposible cuanto más amor. Eso lo vio Verdi cuando presenció una representación de la Dama de las Camelias, la Margarita Gautier de Alejandro Dumas hijo. Él la rebautizó como Violeta Valéry, pero es la única libertad que se permitió, ya que clava el relato de aquel, esa mezcla de exaltado drama romántico, de frívola mundanidad elegantemente crápula y sublime espiritualidad. Pura dinamita para el corazón.

En esa encendida visión del amor como entrega sin límites y regeneración profunda en la que la causa de la muerte de la protagonista, la tisis, tanto acompaña en la estética de transfiguración de la amada/amante, la belleza de los protagonistas es esencial. El estreno de la obra de Verdi fue un fracaso horroroso porque el físico de Violeta no acompañaba. En esta versión Violeta/Margarita cumple razonablemente el requisito de belleza; no así Alfredo Germont (interpretado por Moisés Molín). Sin duda es un tenor de muchos recursos y pasable buen actor, pero no da el físico y la vista es un sentido tan importante como el oído.

Se recordará la Margarita Gautier de Greta Garbo en Camilla, con la réplica de Robert Taylor, a quien todo el mundo identificará siempre con Ivanhoe. Esa es la fórmula: el amor imposible de dos almas y cuerpos bellos, jóvenes; belleza y juventud que los llevan a la muerte. Insisto, es la fórmula eterna de Tristán e Isolda, Abelardo y Eloísa (él es mayor que ella, pero ambos son jóvenes y el hecho de que hayan sido reales fortalece el argumento), Romeo y Julieta, Manon Lescaut y el caballero des Grieux, la dama de las camelias, La traviata, Carmen, los amantes de Teruel; todas historias de amor y de muerte.

Pero en La Traviata, como en La dama de las camelias y, en parte, en Manon Lescaut, hay un elemento nuevo, aparentemente convencional y de "clase media", por así decirlo, frente al mundo feudal de Tristán e Isolda, el eclesiástico de Abelardo y Eloísa o el prerrenacentista de Romeo y Julieta. Y ello no solamente por la intervención del padre de Alfredo, que representa no la corte medieval, ni el señorío parisino, ni los clanes de Montescos y Capuletos, sino la familia burguesa con hijas casaderas. Todavía más: la heroína es una mujer mundana, un alma bella y un corazón de oro entumecidos en una vida de voluptuosidad, lujo y relajación moral (una traviata) que, sin embargo, se redime a través del amor de un caballero puro, inocente y noble. A quien le dé reparo identificarlo con Cristo por aquello de los respetos divinos, que piense en Sir Galahad o en Parsifal. Pero de lo que no cabe duda es de que ella, Manon, Marguerite, Violeta, son todas trasuntos de María Magdalena.

dimecres, 8 de febrer del 2012

Informe secreto del embajador alemán sobre el 23-F en Spanien

El gobierno alemán ha desclasificado documentos secretos de hace treinta años y entre ellos se encuentra este informe del embajador alemán acerca de la intentona de Antonio Tejero el 23 de febrero de 1981. Palinuro se ha hecho con él gracias a su amigo Julian Assange, condestable de WikiLeaks:

"Madrid, 30 de mayo de 1981.- Sehr geehrter Herr Kanzler: cumpliendo órdenes de mi ministro, el otro día pedí audiencia al Rey de España con el pretexto de tratar algunos asuntos del posible ingreso del país en la Comunidad Económica Europea. Juan Carlos I me recibió a las 12:00 en su despacho del palacio de la Zarzuela. Estaba de un humor excelente. Este monarca, que habla como si estuviera comiendo puré de Kartoffeln, es una mezcla de español castizo y francés del Périgord. Es dicharachero, da palmadas en el hombro y cuenta chistes con la misma gracia que podría tener Lutero y la prueba es que solo se ríe él, eso sí, con carcajadas a lo Rabelais. Después de tratar sucintamente el asunto de Europa lo abordé en el que nos interesaba y este es el diálogo que mantuvimos y que trascribí de memoria al salir del palacio. Ya sabe Su Excelencia que mi memoria es buena, pues me eduqué en el Instituto Federico El Grande.

Botschafter (embajador). Majestad, se dice que van a juzgar a los golpìstas de febrero.

König (rey).Calla, calla Reimut. Tengo un disgusto...

B. ¿Por qué, Majestad?

K. ¿Te parece bien juzgar a esos hombres, a esos patriotas como si fueran unos delincuentes?

B. Pero, Majestad, es lo que son.

K. ¿Delincuentes? Embajador, es como si me dices que el conde Klaus von Stauffenberg era un delincuente cuando está claro que se trataba de un héroe que quiso librar a su patria de la tiranía.

B. Señor, Von Stauffenberg conspiró contra una dictadura, una horrorosa tiranía que...

K. ¡La que hay en España! La tiranía de la mayoría, la plebe, los bolcheviques y los masones. Gente de la peor calaña que no sabe manejar los cubiertos a la mesa.

B. Bueno, las elecciones democráticas se basan en la mayoría.

K. Ese es el fallo de la democracia, Reimut, que mandan los mediocres cuando debieran hacerlo los mejores, la aristocracia, los grandes de España, los títulos de Castilla. Es el problema: otorgas el sufragio universal y la chusma elige a la canalla.

B. Señor, los golpìstas...

K. Reimut, los héroes.

B. Los héroes golpistas me parecen un puñado de fanáticos dementes que embiste sin ningún raciocinio.

K. ¡No querrás que se hayan leído la La razón pura de la crítica!

B. (Obviamente el Rey no domina la cultura alemana) No sé si serán capaces de leer el Catón.

K. Ni falta que les hace. Están movidos por el amor a la Patria y quieren lo mejor para España.

B. ¿Para España o para ellos? ¿Para España o para Vos?.

K. Ellos son España, Reimut. Yo soy España. Vosotros los teutones no lo entendéis desde que os hicisteis republicanos tras expulsar al buen Kaiser Guillermo.

B. Entonces Su Majestad simpatiza con Tejero y quizá supiera lo que se estaba tramando.

K. No, hombre. ¡Qué cosas dices! Además, ese es de la Guardia Civil, un matagitanos. Vas a ser la ruina de la dinastía. Pero, desde luego me pareció una reacción de caballeros españoles, hartos de ver cómo la patria era ultrajada todos los días con banderas separatistas, afrentas a los símbolos sagrados de España, a su glorioso ejército. Te lo repito, embajador, ¿qué hizo Von Stauffenberg cuando Hitler mancilló el honor de la Wehrmacht?.

B. ¿Honor el ejército español? Pero si la única guerra que ha ganado en trescientos años ha sido contra su propio pueblo.

K. ¡Ay, embajador, qué obnubilados estáis en Europa con la leyenda negra! El ejército español no ganó la guerra del 36/39 contra su propio pueblo, sino contra el comunismo internacional que nos había invadido. En cambio, al vuestro, el comunismo lo aplastó con ayuda de la plutocracia anglosajona y a pesar de los esfuerzos de la insigne División Azul. Y ahora, perdóname, Reimut, tengo que dejarte. He de hacer unas llamadas a ver si los jueces me tratan bien a Milans.

B. Ese era el cabecilla, el que sacó los Panzer a la Strasse. ¿Vos lo habíais hablado con él?

K. ¡Y dale! Pesado como buen prusiano. Claro que Jaimito Milans y yo somos amigos de siempre y lo hablamos todo. Pero no vas a conseguir que cometa una indiscreción y admita algún tipo de conocimiento del... del...

B. Putsch, Majestad, Putsch, intentona, Majestad, asonada, pronunciamiento, coup d'État, insurrección, sublevación, traición.

K. Venga ya, Reimut, no te pongas tremendista que te va a dar algo y ya no eres un crío. Una exaltación de la juventud alocada, encendida de amor a la Patria y que no duró 48 horas. Un escarceo. Pero que no te quepa duda: como cuentes algo de esto lo negaré de plano. Yo no podía apoyar esa ingenua aventura porque estaba mal planeada y abocada al fracaso.

Con estas me despedí del rey de los españoles pensando que es una suerte que no se le entienda casi nada cuando habla.

(La imagen es una foto de Amio Cajander, con una derivación propia, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 7 de febrer del 2012

Los años de Arenas.

Javier Arenas es el actual candidato a la presidencia de Andalucía por el PP en las próximas elecciones de 26 de marzo. En un mitin ayer con las Nuevas Generaciones de su partido dijo algo sorprendente; dijo que Los que estaban hace 30 años no pueden conquistar el futuro. No puede ser y además es imposible". Original eso de "no puede ser", pero no se ve por qué. No se ve por qué haber estado mucho tiempo en un sitio imposibilite para seguir estando. Al contrario, hasta parece que es un dato positivo para conseguirlo. Si uno lleva treinta años en un lugar voluntariamente, lo más probable es que se quede. Pero si Javier Arenas lo dice, a lo mejor es cierto.

Habrá que entender la imposibilidad de algún otro modo porque, si se le aplica a él que, como se ve en la imagen, lleva no treinta sino treinta y tres años en política, la conclusión no es lo más prometedor para una campaña electoral. En estos treinta y tres años Arenas ha sido de todo: teniente de alcalde en Sevilla, parlamentario andaluz, presidente del PP de Andalucía, dos veces ministro con Aznar y con Aznar vicepresidente del gobierno, secretario general del PP y ahora candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía.

No obstante el candidato sostiene que "el futuro no se conquista desde el pasado", una frase que no quiere decir nada pero suena rimbombantemente y, además, destructiva porque ¿en dónde está el propio Arenas tras haber toreado durante treinta y tres años en todos los cosos políticos del país?

Si no estoy equivocado esta es la quinta vez que Arenas opta al cargo de presidente de Andalucía. En las otras cuatro quedó derrotado. Seguramente se refiere a que no se puede "conquistar el futuro" cuando se está treinta años en el gobierno. Es posible. Pero la oposición también es gobierno; un gobierno en la sombra que cada cuatro años se presenta en busca del apoyo ciudadano igual que el gobierno a la luz. Hasta la fecha este lo ha conseguido y Arenas, no. Según su propio razonamiento, ahora tampoco.

(La imagen procede del muro de FB de Juan Ledesma Puerta).

La lección de Tàpies.

En la obra de Tàpies está toda la pintura del siglo XX, el surrealismo, el expresionismo geométrico, el abstracto, el art brut, el informalismo, etc y, si no está en su obra, está en su formación como artista. Y todo ello cristaliza en una obra personalísima e inconfundible que mezcla pntura con escultura, escultura pintada y pintura que es bajorrelieve.

Pero Tàpies busca a su modo una obra de arte total, probablemente una de las huellas que deja en él su juvenil entusiasmo por Wagner. Mas la totalidad no consiste en fusionar distintas manifestaciones del arte sino en imbuir la obra de arte en una visión filosófica, mística, trascendental de la existencia. Hay una estética budista en muchas de sus obras. Por esta vía se desmaterializa el arte por entero y se convierte en una idea, en una abstracción y ahí es donde Tàpies lo confronta con la más rotunda materialidad y por eso llaman a su estilo "pintura matérica".

Pero es una confrontación que mueve de inmediato al espectador a la región de lo sublime y de la angustia existencial. Todo el mundo siente entonces el impacto de un arte que hace chocar visiones en sus formas más extremas: la pura abstracción en forma de colores desvaídos y alguna geometría contra la más basta realidad de la arpillera, el cáñamo, la tierra. El espíritu y la materia frente a frente. La paleta del pintor, en la que predominan los marrones que le recordaban a San Francisco, da el tono de esa visión filosófica de la pintura concentrada en el destino del hombre. Es imposible que haya quien diga en serio que es pintura decorativa. Nada que conmueva el espíritu de este modo puede ser decorativo.

Por supuesto no quiero pasar por alto el hecho de que el régimen franquista llegó a encarcelar a Tàpies por defender y expresar ideas políticas catalanistas y democráticas. Muy típico del franquismo, encarcelar el genio. Otra dualidad y confrontación a la que Tàpies no faltó: la libertad contra la tiranía.

(La imagen es una foto de canalhub.fotos, bajo licencia de Creative Commons).

El cine de Eastwood.

Clint Eastwood produce y dirige y por desgracia ya no interpreta sus propias películas. Lo hacía muy bien. Desde los tiempos de los inolvidables spagetti westerns con música de Ennio Morricone. Como director no se anda a sí mismo en zaga; sigue siendo él: épica del lugar y mucho tiroteo. Pasaba en Gran Torino y pasa aquí, en esta biopic de John Edgard Hoover, el sempiterno y todopoderoso jefe de la Oficina de Investigación Federal, del FBI, el origen de una leyenda contemporánea. El lado "bueno" de la investigación y la inteligencia estadounidenses. El malo es la CIA.

La peli es un largo (más de dos horas) relato desestructurado, muy rápido, a veces fugaz de la vida de uno de los hombres más poderosos de su tiempo, uno que acumulaba ingente cantidad de información sobre medio mundo y que tenía chantajeados a los sucesivos presidentes, Roosevelt, Kennedy, Nixon.

La interpretación de Leonardo di Caprio es fantástica al dar vida a un personaje mezcla de fanático anticomunista, autoritario, con una visión mesiánica de su función en el mundo y, al mismo tiempo, un carácter desequilibrado, dominado por su madre y que lleva una vida torturada por su relación homosexual con su ayudante en una época en la que la homosexualidad se considera como una mezcla de enfermedad y delito. No está verificado por entero que esta relación existiera pero Eastwood opta por el camino más razonable de suponer que así era. Hoover está muy bien caracterizado. Los demás, fatal, sobre todo su secretaria y su amante que, al envejecer, parecen momias.

Asistimos a algunos episodios históricos como la masacre de policías de Chicago, el juicio y deportación de Emma Goldman, la captura del asesino del hijo de Charles Lindbergh, por entonces un héoe nacional y, sobre todo, a la creación de una Oficina central de investigación criminal dotada de medios científicos (creación de un registro centralizado de huellas digitales).

Pero, finalmente, la figura de Hoover, su inestabilidad, su carácter contradictorio acaban absorbiendo el relato.