dimarts, 8 de novembre del 2011

Contra la corriente.

Con razón no quiere la derecha que haya debates televisados entre los dos dirigentes de los partidos mayoritarios. Los cinco que ha habido en España lo han sido con gobiernos del PSOE. Cuando manda el PP no hay debates y cuando cree que puede mandar, tampoco. A punto hemos estado esta vez de quedarnos también sin él. No gusta a la derecha el diálogo. Prefiere el monólogo y, a ser posible, sin preguntas, que es como Rajoy entiende las ruedas de prensa en la era de la política 2.0.

Pero ha habido debate y ha quedado claro que, por más trabas que se pongan, por mucho que se edulcore la imagen, se oculten las intenciones y se quiera sacar algo de donde no hay nada, al final se ve quién tiene algo que decir y quién no quiere (o puede) decir nada. Según algunos Rubalcaba cometió un error estratégico en los primeros veinte minutos por hablar como si diera a Rajoy por ganador. Eso sólo pueden decirlo los que creen que a los debates no se va a debatir sino a soltar soflamas como una carraca. Sería estúpido que Rubalcaba ignorara que entraba en la arena con una desventaja de 15 puntos porcentuales en intención de voto, es decir, que nadaba contra la corriente de opinión.

Pero vamos a lo que importa, a los asuntos de contenido. Rubalcaba probó ser un dirigente moderno, con experiencia, impuesto en los temas de que habla y capaz de exponerlos sin chuletas a la vista. Es decir, llevaba el debate bien preparado a pesar de que el día anterior anduvo de mítines y sin encerrarse a ensayar nada. Es espontáneo, directo, tiene las cosas muy rumiadas, huye de la retórica y aporta ideas.

Enfrente tuvo a un buen hombre al que el destino ha puesto en un lugar que le viene grande, que carece de recursos, que no sabe los temas ni tiene respuestas claras para los problemas y cuyo refugio es una retórica huera. Todo lo llevaba en los papeles, que leía como un doctrino y eso que se pasó el domingo preparando el debate. Se entiende muy bien porqué los responsables de comunicación de su campaña no quieren que responda preguntas de los periodistas. Simplemente, no sabe qué decir. Salvo lo que lleva cuatro años repitiendo, una especie de jaculatoria que parece un monólogo para besugos: el mayor problema es el paro; para acometerlo, hay que crear empleo; para crear empleo hay que cambiar el gobierno y ponerlo a él, que se compromete a crear empleo para así acabar con el paro. Profundo, ¿eh? Pues esa es la receta que aplica a todo, a la sanidad, la educación, las pensiones y ¡hasta el paro! Reténgase bien: para acabar con el paro hay que crear empleo.

Rubalcaba hizo propuesta sobre propuesta y, de paso, pero con insistencia, reveló la doble cara de las de Rajoy, haciendo hincapié en la contradicción entre lo que dice éste y lo que dice su programa. Una contradicción tan flagrante que hasta el previsible y reiterado bombardeo con las cifras del paro quedó en nada.

Pero el momento decisivo de la noche fue el de las políticas sociales. El candidato socialista enumeró la larga lista de las del PSOE (igualdad de género, matrimonios homosexuales, dependencia, etc), señalando que todas habían contado con la oposición del PP. La respuesta de Rajoy fue no tratar ninguna de ellas (excepción hecha de los dichos matrimonios y para justificar su oposición) y, como no podía quedarse callado, optó por leer unos folios que correspondían al primer momento, el de economía y trabajo. Ya solamente esta huida por la tangente le hizo perder el crédito que le quedaba tras haber estado esquivando cuerpo en los comprometidos asuntos de la sanidad y la educación, en donde su partido lleva años haciendo lo que él niega que vaya a hacer con tanta sinceridad como conocimiento de causa.

Una cosa son los debates y otra el juicio que merecen y que suele emplearse luego en pro de la causa que se esgrime. Todos esos sondeos que dan ganador a Rajoy por una horquilla entre cinco y siete puntos porcentuales probablemente reflejan el espíritu que subyace a los famosos quince puntos de diferencia en las encuestas y están lastrados por la fuerza de la inercia. ¿Que quién ha ganado el debate? Obvio: el que va ganando en intención de voto. Bien, Palinuro cree que el debate lo ganó Rubalcaba sin sombra de duda y contra la corriente, y cree también que hasta los sondeos que lo dan por perdedor, al hacerlo por menos de la mitad de los puntos de diferencia en intención de voto, significan que lo ha ganado. Y me apuesto algo fuerte a que se ha reducido mucho la cantidad de indecisos. En su partido deben de estar orgullosos de él, que se lo ha ganado a pulso. A ver si ahora él puede estar orgulloso de su partido.

Supongo que hoy se conocerán los índices de audiencia del programa que, como dijo Campo Vidal, fue planetario. Será interesante conocerlos para aquilatar la propuesta de Cayo Lara horas antes del debate de que lo mejor que podía hacer la gente era apagar el televisor e irse de copas. No sé si él habrá hecho lo que aconseja a los demás pero, si ha sido así, se ha perdido un muy enjundioso intercambio de pareceres sobre la cosa pública, acerca de la que también él opina. Hubiera podido comprobar cómo, en contra de lo que dice, Rubalcaba y Rajoy no son lo mismo ni dicen lo mismo ni mucho menos. Claro que a lo mejor por esto aconsejó no encender el televisor.

(La imagen es una captura del vídeo que trae Público.)

dilluns, 7 de novembre del 2011

No hay color.

Valoración de urgencia del debate de hoy

Opinión a bote pronto: Rubalcaba ha dado un repaso a Rajoy. Cinco puntos en los que se aprecia una diferencia llamativa. No sé lo que dirán las encuestas mañana y cuál será la percepción de la gente. Habrá opiniones para todos los gustos, según el tinte de quien opine. Palinuro, que trata de ser objetivo, habla de lo que él ha visto y lo que él sabe de ambos candidatos. Los cinco puntos:

  • Rajoy lo ha leído todo y lo ha leído mal. Rubalcaba no ha leído nada. Hay una diferencia esencial entre quien sabe de qué habla y quien habla de lo que le dicen.

  • Rajoy tenía un guión: paro, paro, paro y hacer las cosas como dios manda. Rubalcaba tenía muchos, fue flexible, completo y concreto.

  • Rajoy carece de propuestas concretas o las oculta y, o no conoce su programa o no lo ha leído o no entiende su letra, pero va de triunfal. Rubalcaba tiene una batería de propuestas específicas y, además, reconoce errores.

  • Rajoy soslaya las preguntas y no las responde muy en su línea de no aceptar preguntas. Rubalcaba, sin embargo, las plantea y, como el otro no contesta, las contesta él, entrando en el terreno del adversario y dejándolo al descubierto.

  • Rajoy no quiso hablar de ninguna política social y de ampliación de derechos. Silencio absoluto sustituido por una "clase de primero de economía". Rubalcaba dejó claro que todos los avances de políticas sociales, igualdad y ampliación de derechos en España han sido obra del PSOE con la oposición del PP.

Mañana, Palinuro contará sus impresiones con más detalle.

(La imagen es una captura del vídeo de La Sexta que traía Público.

La izquierda y las elecciones.

La derecha se presenta a las elecciones del 20-N unida como una piña. Sabe, y tiene razón, que la base del triunfo es la unidad, concentrar el voto en una sola opción, no fraccionarlo. ¿Quiere esto decir que toda ella comparte un único punto de vista, una misma ideología? En absoluto. En el interior del PP hay muchas discrepancias teóricas, hay conservadores, liberales, liberales al estilo de Esperanza Aguirre, demócratas-cristianos, ultranacionalistas, neoconservadores, neofranquistas y gentes de extrema derecha. Una gran variedad de criterios. Pero coinciden en algo, en la necesidad de supeditar sus diferencias al único objetivo que importa, conseguir el poder. A él lo sacrifican todo. Incluso su acendrado amor a la patria pues, llegado el caso, no tienen inconveniente en aliarse con los nacionalistas periféricos como estos tampoco lo tienen en aliarse con los españoles jacobinos y ultracentralistas. El poder es lo que importa, ganar las elecciones. Luego, ya se verá cómo se gobierna. Si es necesario llamar a la banda ETA Movimiento Vasco de Liberación Nacional se hace. La derecha no pierde el tiempo en debates por cuestiones de principios. Tiene, además, pocos de estos. Apenas el de conseguir el poder pra preservar el orden constituido, desmantelar el Estado del bienestar, consolidar el capitalismo de libre mercado, favorecer a los empresarios, debilitar los sindicatos, deshacer los avances en materia de igualdad y derechos de las minorías, facilitar la vuelta del nacionalcatolicismo.

Por el contrario, la izquierda se presenta fragmentada. A la izquierda del PSOE aparece una multitud de formaciones de las que sólo dos o tres tienen esperanza de conseguir representación parlamentaria, por lo demás ínfima. Las otros no es que no lleguen al 3 por ciento; es que no suelen llegar al uno por ciento, pero restan votos a las otras formaciones más viables, especialmente al PSOE. Al no concentrar las opciones y desperdigarlas, los votos se pierden. Como tiene aguda conciencia de este inconveniente, la izquierda habla continuamente de unidad. Prácticamente todos los partidos ha hecho ofertas de unificación de forma que es posible que haya tantas plataformas unitarias como candidaturas. Sobre la validez y viabilidad de estas pretensiones de unidad da idea una de las primeras ofertas que se hizo que pretendía forjar la unidad de la izquierda excluyendo expresamente al PSOE al que los habituales guardianes de la fe que, al parecer, tienen derechos de autor sobre los conceptos, niegan la condición de partido de izquierda.


Breve digresión sobre el Programa Común de la Izquierda. En los años setenta del siglo pasado, luego de muchos otros de enfrentamientos estériles, el Partido Comunista y el Partido Socialista franceses firmaron un Programa Común de la Izquierda con el que ganaron las elecciones presidenciales de 1981 (François Mitterrand) y las legislativas de ese año. Por primera vez desde 1947 volvió a haber ministros comunistas. Muchas de las reformas del gobierno de la izquierda fueron canceladas por los posteriores, pero otras, sobre todo de carácter laboral y social, se mantuvieron. Ese gobierno no habría sido posible si los comunistas se hubieran negado a la unidad por sostener que el Partido Socialista "no era de izquierda".


En España el fraccionamiento más dañino para la izquierda se da entre IU y el PSOE. No es exagerado decir que, de cada diez intervenciones de Cayo Lara, nueve van en contra del PSOE, al que Izquierda Unida considera el verdadero adversario porque es entre sus votantes entre quienes busca los suyos. Si, como dicen en la coalición de izquierda, el PP y el PSOE fueran lo mismo, uno esperaría una distribución más equilibrada de las críticas. Pero no es así, obviamente, porque tampoco es cierto que el PP y el PSOE sean lo mismo. Por eso, los ataques van al PSOE.

Podría pensarse que se trata de una hostilidad por asuntos de calado teórico, de los consabidos principios. Pero no hay tal. Los principios se han esfumado. Alguien en IU podría decir que el PSOE abjuró del marxismo hace más de treinta años, pero la coalición tampoco lo invoca hace otros tantos. Puede que Marx siga en su corazón, pero no en su discurso. Tampoco cabe decir que la izquierda radical abomina (como acostumbraba) de la socialdemocracia porque, precisamente, de lo que acusa ahora al PSOE es de haberla abandonado, de haberla traicionado. Ahora la socialdemocracia pareciera ser patrimonio de sus antiguos críticos.

No, no es discrepancia de principios o asuntos teóricos, sino oportunismo. En IU (y en su núcleo esencial, el Partido Comunista) late la vieja ilusión del sorpasso anguitiano: la verdadera izquierda sustituiría a la falsa ganando las elecciones y rectificando sus falacias. Es más, en estas horas bajas del PSOE, que tiene todos los elementos en contra, aquel latir se convierte en una consigna. Ahora o nunca. Los dirigentes de IU piden el voto de los socialistas "desencantados". Por cierto, eso mismo hace Rajoy. Se ve que tienen al PSOE como un cuerpo exangüe al que hay que arrebatar sus vestimentas. Es una actitud poco gallarda que, en el caso de IU puede estar abocada al ridículo si, pasadas las elecciones, se comprueba que apenas ha recogido votos socialistas.

Entre los votos de IU y el PSOE hay cierta movilidad, mucha gente vota a la una o al otro según diversas consideraciones del momento. Es posible que IU alcance mayor porcentaje (y algunos diputados más) que en las elecciones de 2008 pero lo cierto es que su relevancia seguirá siendo inexistente y, por tanto, ese incremento de votos no servirá para nada. Enfrente habrá un gobierno de la derecha con una sólida mayoría parlamentaria que aplicará su programa máximo, ahora oculto, sin ningún miramiento. Para entonces es de esperar que en IU entiendan que el PP y el PSOE no son lo mismo. Claro que esto ya lo sabe la coalición desde el momento en que posibilitó el gobierno del PP en Extremadura.

El PSOE es el único partido que puede impedir o contrarrestar un gobierno de mayoría absoluta de la derecha. ¿Que su política, la pasada y la futura, no se ajusta a los cánones de una izquierda que sienta plaza de doctrinaria y no pasa de posibilista? Por supuesto. Si el PSOE hiciera suyo el programa de una opción que se sitúa en torno al tres por ciento del voto es patente que no conseguiría el 43 por ciento y no podría gobernar. La izquierda no parece entender lo que la derecha comprende a la primera, esto es, que primero hay que concentrar el voto y luego ya se discutirá. Es incluso peor pues da la impresión de que lo que la mueve no es la posibilidad (harto improbable) de ganar las elecciones sino de que las pierda el PSOE. Fraccionar el voto es un disparate que la izquierda pagará carísimo.

(La imagen es un cartel de Dmitri Moor de 1920 titulado: ¿Te has presentado voluntario?)

diumenge, 6 de novembre del 2011

Pasado presente.

En el velódromo de Dos Hermanas un mitin de la memoria para animar a los suyos. La presencia de Felipe y Guerra tiene siempre un efecto estimulante de consumo interno en el PSOE y por ello es acertado comenzar así la campaña, porque es a su propio partido al que Rubalcaba tiene que movilizar en estas horas adversas. Si el partido se pone en marcha hay una posibilidad de atraer voto y a esa se aferra el candidato que tiene que bregar con unos pronósticos sombríos y su escaso carisma.

Casi treinta años después de su histórica victoria Felipe sigue provocando entusiasmos y Guerra regocijo merced a su capacidad para el sarcasmo. Parte importante de la política en lo que tiene de espectáculo. Pero ambos aportaron algo más, producto de su experiencia en las lides electorales: el enunciado claro y escueto de los temas en los que el PSOE tendrá que centrar su campaña si quiere remontar. El fin de ETA y la defensa del Estado del bienestar. Y no solo por experiencia sino también por instinto, dado que son los dos puntos débiles del PP. En el fin de ETA la derecha no ha tenido arte ni parte ya que ni siquiera se dignó estar en la Conferencia de paz de Donostia en que se selló aquel. Al contrario, ha intentado boicotearlo y, al no ser ello posible, relativizarlo y negarlo. Ahora no puede evitar que el PSOE lo saque a relucir como mérito propio.

El otro punto débil es la defensa del Estado del bienestar. El PP tiene una imagen claramente contraria al mantenimiento del Estado del bienestar, lo cual es un error. Rajoy aclara que meterá la tijera en todo excepto en sanidad, educación y pensiones. Es un intento de escamotear la realidad porque nadie ignora que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas y ya están sometidas a ataques a aquellas en las que gobierna el PP. A su vez la desafortunada imagen de la tijera para todo lo demás hace temer que no quedará títere con cabeza. Es muy prudente que el candidato del PP no se someta a las preguntas de los periodistas dado que hasta cuando habla de su Minerva, sin ser preguntado, deja mucho que desear.

Para Rubalcaba quedaron las propuestas concretas. Insistió en las políticas de estímulo de la contratación y el consumo comprometiéndose a financiarlas con mayores impuestos a los que más tienen y una especie de tasa a la banca. Eso es esencial y hará bien en reiterarlo permanentemente, machacarlo, siendo también más específico respecto a qué impuestos, por cuánto y quiénes los pagarán. En un país en que es del dominio público que los capitalistas no cumplen con la Hacienda pública, en el que hay una bolsa enorme de fraude fiscal y otra también enorme de economía sumergida, la gente quiere oír planes concretos acerca de cómo se restablecerá la justicia social y cómo se financiarán las medidas de recuperación. Todo ello tiene un nombre en la tradición socialdemócrata que debiera estar más presente en la campaña: redistribución, asunto nada menor si se tiene en cuenta que, con la crisis, España ha resultado ser el cuarto país Europeo en punto a desigualdad de ingresos tan sólo por detrás de Letonia, Rumania y Letonia y a la par con Portugal.

También es de justicia recordar que si hoy pueden plantearse de nuevo medidas redistributivas creíbles es gracias a que, como señala Zapatero, España es el único país periférico en el que no ha habido intervención ni rescate, en cuyo éxito ha tenido su parte el candidato.

Así que, en resumen, el mitín de Dos Hermanas estuvo bien, pero no cabe ignorar que exhalaba cierto aroma retro, como del PSOE de antaño. Rubalcaba, que no se encuentra ya in the prime of life, debe sin embargo aparecer tambien rodeado de juventud y sentar plaza de candidato intergeneracional. La madurez da seguridad pero no apunta precisamente a la renovación. Ésta se asocia siempre con los rostros nuevos y frescos, las ideas originales y el ímpetu de compromisos claros. Hay que dar más voz a los jóvenes porque del futuro deben hablar sobre todo los que van a hacerlo y deben hablar a los que van a vivirlo, un porcentaje elevado de votantes para quienes González y Guerra son tan lejanos como Daoíz y Velarde.

dissabte, 5 de novembre del 2011

O no.

Todos los sondeos son apabullantes. A día de hoy dan por seguro el hundimiento de la izquierda y una victoria rotunda, sin precedentes, de la derecha. Cunde el derrotismo y la resignación en las filas socialistas, mientras en el PP reina una eufórica seguridad en el triunfo.

Nada habría que objetar a estas predicciones si hubieran surgido de un juego democrático limpio, civilizado y respetuoso con las instituciones y los participantes. La esencia de la democracia es la regla de la mayoría y la mayoría puede ser cambiante, lo que da lugar a la alternancia en el poder después de un período de debate en el que haya quedado claro que la oposición se ha ganado el apoyo de la mayoría y el gobierno lo ha perdido.

Pero no ha sido así. La oposición de la derecha en las dos últimas legislaturas ha sido un aluvión estridente, continuo, generalizado, de descalificaciones, insultos e infundios. Después de los cuatro primeros años de las patrañas sobre los atentados del 11-M, han venido sucesivas campañas de insidias, calumnias, acusaciones falsas. Grandes escándalos jaleados desde los medios e instrumentalizados por el grupo parlamentario, que se han mantenido vivos cuanto se ha podido con el fin de desprestigiar al gobierno aun sabiendo que no respondían a hechos ciertos. Acusaciones como la de los EREs en Andalucía, las supuestas prevaricaciones de Chaves, el presunto enriquecimiento ilícito de Bono, las increibles fábulas del caso Faisán son luego desactivadas por los tribunales pero, entre tanto, cumplen su función de erosionar y, cuando se descubre que son falsas, nadie reconoce haber actuado de modo injusto. Probablemente lo mismo sucederá en lo referente a José Blanco pero, mientras así es, el supuesto caso permite bambardear al PSOE con todo tipo de acusaciones.

La ventaja de estas prácticas de escandalosos linchamientos es que no permiten que se hable de otros asuntos, como el caso Gürtel que sí tiene peso procesal y apunta a una red generalizada de corrupción y delito que afecta de lleno al PP. El ámbito mediático, la esfera pública, la opinión publicada es atronadoramente contraria al gobierno, mediante estos procedimientos sensacionalistas. Éste, el gobierno y el partido que lo respalda, carecen de apoyos mediáticos. Ninguno de los medios privados tiene una relación tan estrecha con el PSOE como la que tienen los de la derecha con el PP. En cuanto a los públicos cualquier persona imparcial que compare RTVE con Telemadrid sabe que la diferencia es abismal.

Tiene razón Rubalcaba cuando dice que la izquierda sólo cuenta con los votos puesto que no tiene medios de comunicación ni capital. Lo de los medios es evidente. Lo del capital también, pero hay que mencionarlo. Si Rajoy gana las elecciones, su lucha contra el paro sin duda se verá beneficiada por una actitud colaboradora de los empresarios que estos han negado al PSOE, convirtiéndola en hostilidad. Es posible que el PSOE merezca perder las elecciones -habría que demostrarlo relacionándolo con la(s) alternativa(s)- pero, desde luego, el PP no merece ganarlas ya que su buena perspectiva no nace de haber demostrado las insuficiencias del PSOE sino de haber acumulado dicterios sobre su gobierno. Por lo demás los mismos ciudadanos que hablan de votar en masa al PP tienen en mejor concepto a Rubalcaba que a Rajoy.

Además de la derecha, el candidato socialista se encuentra a una izquierda convencida de que ha llegado el momento del sorpasso. Espera ésta un batacazo del PSOE similar al de la UCD en 1982 y ayuda a ello pidiendo que no se le vote, ya que es igual que el PP. Ve así el momento de salir del marasmo de casi 35 años de irrelevancia parlamentaria en los cuales no ha hecho nada por transformar la realidad a pesar de designarse a sí misma como izquierda transformadora. Realidad que el PSOE sí ha transformado y hasta radicalmente, como suele decir Aznar. Ciertamente las posibilidades de esta izquierda de ser contrapeso parlamentario real al PP son inexistentes pero eso no es decisivo ya que de lo que se trata es de que el PSOE no gobierne, con lo que lo hará el PP que, al fin y al cabo, es igual que él. Pero ¿lo es en realidad?

A pesar de las ambigüedades programáticas de la derecha, de los silencios y escapatorias de su candidato, tomando noticia de lo que dice y hace allí en donde aquella gobierna, no es exagerado decir que una victoria del PP significará no sólo el desmantelamiento del Estado del bienestar sino también una involución en todos los frentes: se suprimirán derechos como el aborto, el matrimonio de los homosexuales, la igualdad, la ayuda a la dependencia o el de no recibir adoctrinamiento religioso en la escuela. Un retorno del nacionalcatolicismo que los obispos dan por seguro. Francamente, no veo a los cristianos de base, los demócratas, votando este programa.

En cuanto a los servicios públicos, la política será la privatización a mansalva en todos los órdenes, por supuesto la educación y la sanidad los primeros. Dice el candidato que no los tocará, pero es que apenas son de su incumbencia, ya que se trata de competencias de las Comunidades Autónomas. La privatización afectará a todo servicio público que presente el mínimo atisbo de ser un negocio a expensas de los derechos de los ciudadanos: las radiotelevisiones públicas, la justicia, la defensa, prácticamente todo gasto público que pueda convertirse en ingreso privado. Tampoco entiendo que las clases medias vayan a apoyar estas previsones.

Los destrozos mayores esperan en lo ecónomico y laboral: reducción de salarios, disminución de impuestos al capital y a los empresarios, reforma laboral orientada al despido gratuito y sustitución de los convenios colectivos por acuerdos de empresa. Tampoco veo a los trabajadores votando a favor de condiciones laborales que, pactadas en un tiempo de cinco millones de parados, pueden frisar en la esclavitud.

Por todo lo cual supongo que el PP hará bien en no creer que el triunfo esté asegurado y el PSOE en no darse por vencido sea cual sea la diferencia en intención de voto. Porque una cosa es la intención y otra el voto.

divendres, 4 de novembre del 2011

Underdog.

Nunca había estado tan clara en unas elecciones la doble posición en que se encuentran los dos candiatos. Uno, Rubalcaba, de underdog, el perro que lleva la peor parte en una riña de canes. El otro, Rajoy, de bandwgon, el que va en el carro triunfador a tambor batiente y con las banderas al viento.

Predecir que el voto indeciso por fin se decidirá y por qué opción lo hará no es nada fácil. Lo primero que uno piensa es que la gente irá tras el bandwagon porque gusta de la fanfarria, la victoria tiene muchos padres y todos corren en ayuda del vencedor mientras que el underdog le resulta molesto, es la imagen de la derrota, no quiere verlo, ni siquiera cuando es un beautiful loser, un hermoso perdedor, al estilo de Cohen, que no es el caso. Pero esa misma gente puede arremolinarse en torno al underdog, movida por la pena. El débil siempre inspira simpatías, sobre todo entre la gente de buen corazón, o sea, la mayoría, que no quiere que el infeliz can acabe molido y puede desvincularse del bandwagon y lo deje seguir solo traqueteando por la carretera con sus cacerolas colgantes chocando entre sí.

El que lo tiene más crudo es Rubacaba, desde luego, y no sólo porque vaya tan por detrás, perdiendo el resuello y su fama de sprinter sino porque su campaña es intrínsecamente contradictoria. De un lado tiene que lucir aspecto de perro apaleado para inspirar lástima pero, por otro, ha de animar a sus huestes con su fe en la victoria y ambas cosas no encajan fácilmente. El mismo candidato dice en un lado que su victoria es tan difícil como la del Madrid sobre el Barça y en otro que lo importante no es cómo se sale en una carrera sino como se llega a la meta. En efecto, sobre todo teniendo en cuenta que puede llegarse con los pies por delante.

El del bandwagon a su vez va por la tierras de España con su carromato como el vendedor de crecepelos y el elixir de la eterna juventud. Habla tanto como él y, como él, no permite que le hagan preguntas no sea que alguien quiera saber la fórmula de la pócima y resulte que no hay fórmula ni pócima. Es precaución inútil porque cuando a la gente le va mal de verdad compra el primer elixir que le ofrezcan.

Ahí el candidato socialista también pincha en hueso. Su idea es hacer propuestas concretas e inteligibles y explicarlas racionalmente, lo cual está muy bien pero se ve que no funciona del todo, así que habrá que dejar algún espacio para lo irracional. No será la razón sola la que nos saque del lío en que la razón nos ha metido. Algún sentimiento será posible tocar. Pero hay que descubrirlo. Ese sentimiento es el de comunidad, integración, paz social. Rubalcaba tiene que señalar que España, comparada con Grecia y hasta con Italia, es una balsa de aceite, que se han hecho los ajustes -y muy duros y muy simbólicos- sin que haya habido turbulencias, violencia o o disturbios, al margen de la presencia de los indignados que el ministerio del Interior, con Rubalcaba y su sucesor, ha sabido tratar con habilidad y eficacia.

Si la derecha gana y aplica de modo drástico ese programa que no muestra es verosímil que aumente la tensión social y haya disturbios, esto es, que se rompa el sentimiento patriótico unitario y avance la fórmula de las dos naciones, de Benjamin Disraeli. Eso es lo que el PSOE tiene que demostrar: que es capaz de unificarlas de nuevo. Es el sentimiento de comunidad en paz el que tiene que despertar, la que sale adelante con medidas de integración y solidarias, las que matienen la cohesión social frente al intento de fracturar la sociedad en privilegiados, la minoría, y no privilegiados, la mayoría.

(La imagen es una foto de www.la-Moncloa.es, en el dominio público).

dijous, 3 de novembre del 2011

El legado de Zapatero.

A dos días del comienzo de la campaña electoral que monopolizará la atención mediática y aprovechando que Rodríguez Zapatero asiste a uno de esos aquelarres de una Unión Europea al borde del abismo, Palinuro cree que es un buen momento para hacer un primer balance de las dos últimas legislaturas. Sin duda los habrá mejores y más completos en unos meses, pero no es inoportuno acometer uno provisional ahora para averiguar en dónde estamos y qué nos jugamos en estas elecciones.

En su primera legislatura, un Zapatero bisoño, con muchos años de experiencia parlamentaria, bastantes menos de oposición y ninguno de Gobierno trajo un estilo nuevo de hacer política basado en un talante y una clara línea ideológica: el republicanismo de Philip Pettit. El talante consistía en desterrar la bronca, la crispación y el insulto como medios de hacer política, en respetar al adversario y rendir cuentas cuando se le pedían. El "republicanismo" era y es una doctrina democrática radical, de fomento de las virtudes cívicas y muy ligada a la socialdemocracia, pero que soslayaba las ambigüedades de la terceras vías.

El talante tropezó con el muro de una oposición feroz, intransigente, intratable, que amontonó toneladas de insultos sobre Zapatero y mantuvo abierta una campaña de infundios, calumnias y patrañas sobre la autoría de los atentados del 11-M que ni la decisión de los tribunales consiguió desactivar del todo. En cuanto al republicanismo, la faltaron desarrollos teóricos, se hipostasió en su mero nombre y acabó apagándose como un mortecino candil. Y esto apunta a lo que quizá sea el mayor fallo de Zapatero: su mal ojo para elegir colaboradores. Ha tenido gente fiel, alguna buena, otra no tan buena, pero ninguna con fuste teórico. Tuvo intelectuales próximos pero no con capacidad para hacer elaboraciones doctrinales sobre lo que habría de ser una etapa brillante de la socialdemocracia en materia de derechos y ciudadanía.

En ese otro aspecto, el de la práctica, la legislatura fue ejemplar, como se sigue del hecho de que concitara el aplauso de la izquierda europea y la radical oposición de la derecha y la iglesia católica en España. Además de cumplir su promesa de retirada de las tropas del Irak, pese a los malos modos del amigo de Aznar, los hitos son innegables: la ley de igualdad fue un paso enorme en la emancipación de las mujeres: tantos ministros como ministras y casi la mitad de los diputados socialistas mujeres daban fe de que, por una vez en la vida, en España no sólo se legisla sino que se cumple lo legislado y se transforma la realidad. La ley de la dependencia, que responde a una clamorosa necesidad social no anduvo a la zaga. El reconocimiento del derecho de los homosexuales al matrimonio nos puso a la cabeza de Europa en el camino de una sociedad más justa. La reforma de los estatutos quería ahondar la organización autonómica de España. La educación para la ciudadanía, la legislación sobre el aborto y la Ley de la Memoria Histórica fueron otros tantos logros del espíritu cívico, progresista, en definitiva, republicano. Sin duda estas leyes presentan insuficiencias y defectos (y Palinuro los ha señalado muchas veces), que habrá que enmendar en el futuro. Pero, en conjunto, se trata de una obra legislativa que ha modernizado España, la ha hecho un país más decente y de la que Zapatero y su esposa pueden sentirse orgullosos.

Conviene saber que todo lo anterior se perderá o quedará muy mermado si, ganando las elecciones el PP, se imponen los criterios de su sector más ultramontano que, con Alejo Vidal-Quadras a la cabeza, pide que en los primeros cien días del gobierno de Rajoy se haga tabla rasa de lo legislado.

La segunda legislatura se la comió la crisis. Zapatero que, como muchos otros, creyó en un principio que sería coyuntural (¡ay, esos colaboradores ciegos!), la abordó con criterios keynesianos tímidos pero ortodoxos: pretendió estimular la demanda agregada mediante subvenciones e inversiones públicas. Llegó luego la fatídica noche del 10 de mayo de 2010, en la que, amenazado por los socios europeos -todos ellos fervorosos doctrinarios neoliberales- Zapatero dio un volantazo (similar al que ha dado Papandreu, pero en sentido contrario), aceptó el reto de cumplir a rajatabla la otra ortodoxia, la neoliberal, sabedor de que podría costarle su carrera política, como así fue, dando pie a que a su izquierda se forjara esa imagen del PPSOE que tan injusta es. Y cumplió hasta el final, hasta apurar el caliz de hacer una reforma constitucional de gran calado en política económica sin consultar a la ciudadanía.

A estas alturas es inútil preguntarse qué hubiera pasado si Zapatero se niega a girar 180º y hace lo que un año y medio después ha hecho Papandreu. Es una cuestión vacía, contrafáctica. Pero no lo es reconocer su mérito, ahora que el candidato Rubalcaba afirma y con razón que no basta con los ajustes para salir de la crisis, sino que hay que estimular el crecimiento. Así es, pero también es de justicia reconocer que eso es lo que empezó a hacer Zapatero. Lo que sucede es que el contexto europeo que se encontró fue hostil mientras que es de esperar que el que se encuentre ahora Rubalcaba, más escarmentado, preste mayor atención a una idea tan evidente.

Mención aparte merece el fin de ETA. Éste ha sido obra de Zapatero que, contra una oposición que iba al degüello, se lo jugó todo a la carta de la negociación y, terminada ésta, contó con Rubalcaba, el ministro del Interior que ha puesto coto a la siniestralidad en las carreteras y ha derrotado policialmente a ETA, ahorrando por el camino buena cantidad de vidas. Tampoco debe olvidarse la aportación del juez Garzón, decisivo en el acoso judicial al terrorismo, éxito por el que el magistrado pagará un duro precio sentándose en el banquillo el próximo día veintinueve. La historia dirá lo que quiera, pero quienes escuchamos a los tres pistoleros encapuchados decir que lo dejan definitivamente sentimos que España había cambiado de época. Y eso es obra de Zapatero y de Rubalcaba.

El candidato se enfrenta ahora a una elecciones decisivas en unas condiciones muy malas, lo que habla mucho en su favor. Pero la parte más importante de su bagaje es un gran legado del que él también ha sido artífice. Eso es lo que está en juego en las elecciones. Así que, pase lo que pase, gracias, Presidente.

(La imagen es una foto de Ricardo Stuckert/PR (Agência Brasil), bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 2 de novembre del 2011

¡Viva Grecia!

No sé si después de tres años de crisis, recesiones, desempleo, burbujas, caos bursátiles, deudas, diferenciales, etc., queda alguien que entienda qué está pasando, si está pasando algo. Los periódicos se imprimen en tipos de letra crash del 29; los gobiernos hacen planes en los que no creen; los políticos celebran o aplazan cumbres que no sirven para nada y corren alocados haciendo profecías que se revelan falsas en horas; los economistas proponen recetas que los economistas rechazan; la gente lo pasa cada vez peor, atenazada por la inseguridad, el paro, los desahucios; los bancos piden -y obtienen- miles de millones para evitar la quiebra, mientras su directivos se enriquecen como si fueran el rey Midas.

Nadie tiene idea de qué sucede. Se habla de unos mercados, entes míticos e insaciables que arrollan y destruyen lo que encuentran a su paso, como un dios Moloch o un monstruoso Leviatán. Se los presenta como furias que se abaten sobre los infelices que hemos tenido la desfachatez de vivir por encima de nuestras posibilidades sin que nadie explique cuánto por encima y qué posibilidades eran aquellas. Al final, los más avisados susurran llenos de miedo que los mercados mandan sobre la política y eso es una catástrofe.

Sin embargo los mercados no existen; los que existen son los agentes que los mueven, unos puñados de inversores, especuladores, financieros, gentes sin escrúpulos que están haciendo fabulosas fortunas a costa de millones de personas. Algo inhumano, injusto, inmoral y posiblemente delictivo. ¿O no debieran comparecer ante los jueces esos directivos de bancos en quiebra rescatados con dineros públicos que se llevan sueldos y pensiones de millones de euros? Los beneficiarios de la crisis proceden de acuerdo con una antiquísima ley humana de tipo hobbesiano: siempre que amenaces a otro y el otro ceda no sólo ganas sino que estás en posición de fuerza para seguir amenazando y el otro seguirá cediendo hasta su completa aniquilación. Es el proceder del abusón, del matón que cada vez exige más, apremia más, más rápido, sin respirar, sin tiempo para pensar. Es la ley del más fuerte.

Pero ¿son los mercados los más fuertes? ¿Qué sucede si se les hace frente? ¿Si la política recupera su territorio? En la política, como en el arte de Cúchares, hay tres momentos a la hora de enfrentarse a un problema: parar, templar y mandar. Eso es lo que ha hecho Papandreu con su anuncio de referéndum en Grecia: empezar parando en seco la acometida de los mercados, el torbellino, la vorágine destructiva, el griterio, el alboroto, el "rápido", "rápido" dame todo lo que tengas. Pasmo general. Las bolsas, en picado, las primas de riesgo como cohetes hacia arriba, Italia a punto de que la fulmine el rayo y los relámpagos amenizando la noche de los banqueros franceses y alemanes, tan pillados en las turbulencias como los demás.

Los expertos, los responsables, los financieros, los políticos amenazan con lo peor a Grecia: si hay un referéndum las consecuencias pueden ser imprevisibles, como si la realidad impuesta a fuerza de trágalas fuera previsible; si Papandreu se sale con la suya será el caos, como si Atenas no viviera en él hace meses; si en el referéndum triunfa el "no", puede ser la crisis del euro, como si el euro no estuviera en crisis. Hasta uno de esos negocios de listos a las que llaman agencias de rating, Fitch, Fotch o Futch, se permite decir que quizá vaya Grecia a la quiebra cuando son ellos los que la han llevado ahí calificando sus bonos de "bonos basura". Eso sin contar con que una quita del 50 por ciento ya es una quiebra.

O sea, todas la amenazas están vacías porque ya se han cumplido y los matones no tienen nuevas pues no se puede exprimir más a Grecia. Papandreu ha recurrido al pueblo, ultima ratio democrática y legítima y los mercados tendrán que aguantarse y esperar. Es posible que no salga el referéndum porque el viernes el Primer Ministro pierda el voto de confianza en el Parlamento. Habrá mendas podridos de millones que quieran comprar votos de diputados del PASOK, al modo en que Berlusconi gana votaciones. Pero, aunque no le salga, la decisión política está tomada (incluso desactivando un hipotético golpe militar a base de susbtituir a toda la cúpula del ejército), el gobierno caerá y habrá que convocar elecciones anticipadas que, a los efectos, serán como un referéndum y el matonismo de los mercados se habrá detenido.

Los mercados pueden en este caso buscar otras víctimas, Italia y España, y proceder con ellas como han hecho con Grecia, en la esperanza de que los políticos españoles e italianos no tengan los arrestos de Papandreu. La presión sobre éste es ignominiosa. Sarkozy lo ha convocado a que se explique ante el G-20 igual que Carlos V convocó a Lutero ante la dieta de Worms y ojalá que con los mismos resultados. A partir de ahí, ¿cómo se impondrá la ortodoxia financiera a los levantiscos griegos? ¿Mandaremos los tanques? ¿Impondremos un bloqueo como en Cuba? Si Grecia pone en peligro el euro, España e Italia lo entierran. Y entonces nadie sabe qué pasará. Pero ¿lo sabemos ahora?

Tanto decir que la política debe recuperar la hegemonía y, cuando así sucede, cunde el pánico.

(La imagen es un cuadro de Delacroix titulado Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, de 1826).

dimarts, 1 de novembre del 2011

Respuestas sin preguntas.

En rueda de prensa en la que no se admitieron preguntas de los periodistas, Mariano Rajoy enunció algunos puntos de su programa electoral, en espera de que hoy, quizá, se haga público en su integridad.

Esas ruedas de prensa sin preguntas son la negación misma del principio discursivo, dialogante de la democracia, un régimen en el que se supone que los gobernantes explican sus decisiones y responden de ellas en público al electorado, a los medios, al Parlamento, pues todos tienen derecho a informarse yendo a las fuentes. Con más razón han de explicarse quienes aspiran a gobernar.

Una comparecencia sin pregunas es como una sesión de posado fotográfico o un mero trámite que podría resolverse con una videoconferencia; más aun, podría resolverse con una cinta de magnetófono. Es una muestra de mal estilo y denota altanería y cierto desprecio hacia los periodistas y, por encima de estos, a su audiencia, el electorado del que, sin embargo, suele decirse que es sabio. Pues lo será por ciencia infusa o por tomar la palabra del candidato como revelación divina. ¿O es que Moisés admitió preguntas cuando trajo las tablas de la Ley?

No hace falta picar tan alto. En realidad la negativa a las preguntas es una táctica anunciada por el PP y que ya Palinuro trató en un post titulado El silencio de los lobos. Es una táctica de conveniencia a causa de una situación excepcional. De ordinario los candidatos, que no están seguros de ganar, se desviven por aclarar sus puntos de vista y quieren que los pregunten para explicarlos. Cuando se llevan 15 puntos porcentuales de ventaja en intención de voto probablemente haya más que perder contestando preguntas que prohibiéndolas. Meter la gamba en un asunto concreto puede ser peor que ganarse fama de autoritario. Sobre todo porque, en épocas de crisis y turbulencias, mucha gente anhela el autoritarismo.

Al escuchar las propuestas los socialistas preguntan a Rajoy cómo cuadrará las cuentas que, según ellos, no salen. Pero es poco probable que Rajoy conteste, dado que no admite preguntas.

En realidad no hace falta preguntar, pues el propio Rajoy, que no deja de hablar, aclara siempre el significado de sus palabras. Hace un par de días dijo al Washington Post que no le gustaría recortar en sanidad y educación lo que, desde luego, quiere decir que considera la posibilidad de recortar, si bien con disgusto. Esta actitud contradice de plano la afirmación que hizo ayer de que defenderá la sanidad y las educación públicas, salvo que recortar sea defender, que todo es posible.

En fin, probablemente la táctica de no admitir preguntas en las comparecencias públicas sea acertada. Nunca se puede estar seguro de que Rajoy atine con una respuesta conveniente a alguna pregunta malévola. Ni siquiera aquí se le ocurre decir que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas, que es una salida elegante, y que éstas ya están haciendo el trabajo más difícil.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 31 d’octubre del 2011

El programa de los ricos.

Rajoy retrasó cuanto pudo la exposición de su programa electoral pero, al final, no hay modo de mantenerlo oculto, aunque sí sea posible maquillarlo de tal forma que no se sepa lo que dice, o no se entienda o diga lo contrario de lo que en verdad se pretende. Todo lo cual tiene su mérito, como puede verse en el resumen que hoy adelantan los periódicos de lo que aprobará el Comité Ejecutivo Nacional.

El programa electoral de la derecha, según criterio general, es ambiguo, impreciso, como viene siendo Rajoy desde que se ve a tiro de piedra de La Moncloa. Un programa moderado, al igual que el candidato se define a sí mismo: moderado. Pero lo llamativo no es que el programa tenga estas características. Un programa moderado tiene tanto derecho a existir como uno radical. Será el electorado el que decida. Lo llamativo es que ese programa contradice dos datos reales de modo frontal: a) no coincide con el radicalismo de la oposición del PP durante estos tres últimos años, ni con el catastrofismo de sus juicios, ni con su insistencia en que, pues nos encontramos en una situación límite, deben aplicarse reformas "valientes", "profundas"; b) tampoco coincide con lo que la derecha está haciendo allí en donde gobierna, en Madrid, Valencia o Castilla La Mancha, entre otros lugares, esto es, aplicando esas medidas "valientes" y "profundas" que están ausentes en el programa en forma de drásticos recortes en la sanidad y la educación, por ejemplo. Lo llamativo es que alguien diga que no piensa hacer lo que está haciendo.

El programa electoral del PP se alimenta de la vieja ideología neoliberal de reducir el Estado y bajar los impuestos a las rentas más altas con el argumento de que, al disponer éstas de más dinero, invertirán y crearán empleo. Como si no existieran los paraísos fiscales acerca de los cuales, si no me quivoco, nada se dice. Se emplean varios eufemismos, como bajar los impuestos a las Pymes y a los "emprendedores", término con menos connotaciones que "empresarios". También se pretende bajar los impuestos al ahorro a largo plazo; dado que el ahorro no tributa, se refiere al capital y sus beneficios. Se habla de una reforma laboral que permitirá bajar más los salarios y se pretende eliminar los convenios colectivos, sustituidos por los de empresa, lo que deja a los trabajadores literalmente a merced de los empresarios en condiciones que, a no dudarlo, frisarán con la esclavitud. Es decir las líneas de un programa electoral de clase están claras. ¿Cuánto nos apostamos a que lo primero que suprime Rajoy es el derecho de huelga de los funcionarios, que tanto molesta a Esperanza Aguirre?

Hay un silencio revelador acerca de la sanidad y la educación. Sólo se sabe que Rajoy declara que no le "gustaría tener que tocar la sanidad y la educación". ¿Qué va a decir? ¿Que le gustaría? Las recortará pero que quede claro que a disgusto. A la hora de acusar el golpe, es de esperar que el pueblo llano recuerde con cuánto disgusto se toman las medidas que lo acogotan, aunque para entonces ya no habrá remedio. La vía está marcada en las comunidades madrileña y valenciana: sanidad y educación de calidad para los ricos. Los otros, resignación cristiana.

En derechos sociales el panorama es bastante oscuro. Habrá, dice el programa, una reforma de la ley del aborto para proteger el derecho a la vida, es decir, se restringirá el derecho al aborto. En qué medida, dependerá de la mayoría parlamentaria con la que se cuente y del predominio que en ella ejerzan los más integristas. Y, desde luego, los homosexuales pueden despedirse de su derecho a contraer matrimonio; algo tan obvio que ni se menciona.

El programa compromete al gobierno del PP a "no negociar con terroristas", lo que es una afirmación sorprendente por dos razones: primera porque nadie está negociando con terroristas (aunque Mayor Oreja sostenga lo contrario pertinazmente); y segunda porque lo que resta por hacer, después del fin de ETA, no es negociar, sino dialogar para normalizar el País Vasco de una vez. Si por "no negociar" se entiende "no dialogar", la normalización puede truncarse.

Comparando el programa electoral del PP con el del PSOE es incomprensible que alguien pueda sostener que son lo mismo. ¿Cómo va a ser lo mismo bajar los impuestos a las rentas más altas que subírselos; recortar los derechos sociales que mantenerlos y ampliarlos; suprimir la sanidad y la educación públicas que mantenerlas, no dialogar que dialogar, eliminar los derechos laborales que protegerlos? ¿Qué fines reales persiguen quienes sostienen que son lo mismo? ¿No son los del PP?

diumenge, 30 d’octubre del 2011

La banca siempre gana.

No se trata aquí de la banca en el sentido de los bancos, esas empresas dedicadas a comerciar con el dinero y cuyos dirigentes llevan años mostrando que no saben ni sumar excepto para llenarse los bolsillos. Esa banca a veces gana y a veces pierde. O perdía porque, al parecer, se ha abandonado la costumbre de dejar que los bancos quebraran cuando lo hacían mal. Existe la idea de que si los bancos quiebran el conjunto del sistema financiero se viene abajo y la sociedad se colapsa; o algo así. Es una previsión que puede ser cierta o no. Lo cierto es, sin embargo, que el no dejar que los bancos quiebren tampoco resuelve la situación sino que la agrava puesto que absorben ingentes recursos que la economía productiva necesita para funcionar y crear empleo. Los bancos ahora crean paro.

No, la banca que siempre gana es la de los casinos porque, salvo catástrofe, juega siempre contra todas las apuestas, compensa pérdidas y ganancias y, a largo plazo, gana. Es la estrategia de los que apuestan lo interesante porque ha de adoptarse con criterios racionales en un horizonte de incertidumbre. Por eso las apuestas de los principales candidatos en las elecciones del 20-N son distintas, contrarias incluso. Y es lógico porque son los dos extremos de un supuesto de teoría de juegos muy conocido: ¿qué preferimos, una probabilidad de 1/2 de ganar el doble de lo que apostemos u otra de 1/36 de multiplicar nuestra apuesta por 36? La solución, que no es matemática sino aproximativa, es decir que dependerá de lo que tengamos: si tenemos mucho, arriesgamos poco; si tenemos poco, arriesgamos mucho.

Rajoy tiene mucho, 15 puntos porcentuales de ventaja sobre Rubalcaba que le auguran una mayoría absoluta. Lo racional es arriesgar poco, apostar menos. Ausencia de ruedas de prensa y apenas un debate en televisión con el otro candidato del partido mayoritario. A los minoritarios, ignorarlos. El discurso del PP se refiere en exclusiva al PSOE, igual que el del PSOE sólo habla del PP. Los partidos minoritarios suelen en general atacar más al PSOE por aquello de que al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Rajoy está para las grandes cuestiones de principio, España, la crisis, la nación, etc. El cotidiano bregar político se lo deja a sus capitanes que suelen precisar las palabras del jefe en tonos virulentos. Ayer en la manifa de la Asociación Voces contra el Terrorismo, Mayor Oreja, en un alarde de originalidad, reveló que la conferencia de paz de Donostia era resultado de un apaño entre ETA y el gobierno. Sus huestes pedían la cárcel para Rubalcaba, también una sorpresa.

Rubalcaba no tiene casi nada. Va quince puntos por detrás del carro del vencedor y su innegable fuerza de voluntad y don de la ubicuidad, pues está en todas partes, no le han permitido acortar distancias. Es lógico que apueste mucho pues tiene que dar un salto grande. Apostar mucho en política es hablar claramente y comprometerse y, además, llevar el debate al terreno de sus méritos. Tomar la iniciativa del discurso y no amilanarse. Suele decirse que los cinco millones de parados han anulado el efecto del fin de ETA y que, además, ese fin ya lo daba la gente por descontado desde el momento en que la preocupación por el terrorismo había descendido a los últimos lugares de la clasificación del CIS desde hacía meses. El asunto de ETA es agua pasada.

Entonces, ¿por qué convocar la consabida multitudinaria manifa en nombre de las víctimas protestando por lo que se presenta como una rendición del gobierno ante ETA? ¿No será que, efectivamente, el fin de ETA cuenta? ¿Y que se lo apunta el exministro Rubalcaba? En todo caso la presencia de políticos del PP en la manifa de la AVT permite predecir una política de confrontación con los independentistas vascos, a quienes los manifestantes equiparan con ETA sin más circunloquios. El ministro que ha acabado con ETA tiene una apuesta muy alta que hacer, pidiendo el voto para gestionar ese final e integrar a los nacionalistas más radicales en el sistema democrático que es lo que se propone hacer Amaiur.

Es hegemónica la idea de que el electorado se regirá por consideraciones económicas, el paro y la crisis, lo cual también es muy razonable porque ésta es agobiante. Ahí de nuevo las apuestas siguen el mismo patrón: Rajoy no aventura, no arriesga, no dice qué hará, no hace propuestas concretas. A Rubalcaba, en cambio, no le queda más remedio que arriesgar, esto es, hacer propuestas concretas y que se distancien de las medidas de su propio gobierno hasta ahora, que no parecen aportar soluciones. Por eso ha comenzado a entonar un aire keynesiano mezclado con el rigor en las reformas y los recortes. Ha empezado a invocar medidas de estímulo de la demanda. Lo que corresponde ahora es especificarlas, exponerlas con claridad: aumentar las obras públicas (y, por tanto el gasto público) financiando la medida con un impuesto extraordinario sobre las grandes fortunas, la tasa a la banca, etc. Junto a los estímulos, las medidas que den seguridad, como la dación en pago.

Al fin y al cabo, se apliquen unas medidas o se apliquen otras, la banca siempre gana

(La imagen es una foto de Fartese, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 29 d’octubre del 2011

El sentido del humor de los políticos.

Lo que necesitaban los políticos para mejorar su imagen era liarse a bromas de mal gusto y a insultos soeces. Gregorio Peces-Barba y Joan Tardá se han retratado. Como antes lo había hecho Durán i Lleida, el huesped permanente del Palace, que lleva días diciendo disparates sobre los andaluces y los homosexuales. No han llegado a las manos, como recientemente los diputados italianos, otro prodigio de gentes sensatas, dialogantes y bien educadas, probablemente por falta de ocasión.

"Las palabras son pistolas cargadas", decía Sartre en Las palabras y las cosas. En este nuevo rifirrafe no se sabe qué sea más desagradable, si la necedad de Peces-Barba o la grosería de Tardá. En las palabras del primero, una ironía que encierra cierto cinismo y no está mal vista en los ambientes cultos del nacionalismo español, se esconde mucha más carga y más malévola que en el exabrupto tardanesco que es simplemente brutal. Por cierto, no creo que al hablar de los bombardeos de Barcelona, Peces-Barba se refiriera a las bestialidades de los fascistas en 1938; eso sería demasiado. Seguramente se referiría a los que ordenó Espartero en 1842, que fueron dos desde Montjuich. Por supuesto, absolutamente reprobables pero mucho menos mortíferos que los de los franquistas desde el aire casi cien años después.

Pero eso es lo de menos. Lo importante es el espíritu que encierra la observación sobre la guerra de la independencia en Cataluña y en Portugal en 1640. Por otro lado nadie ha reparado en que quienes tendrían que sentirse más insultados serían los portugueses porque la observación de Peces-Barba de que mejor "nos" hubiera ido si hubiésemos vencido a Portugal quiere decir que, en el fondo, los portugueses son más dóciles, menos rebeldes que los Catalanes, menos turbulentos y fieros.

Porque esto es lo más turbio del despropósito, que supone que "nosotros" (un "nosotros" en el que Palinuro no se incluye y del que los catalanes están excluidos por el nacionalista español Peces-Barba) hemos conquistado Cataluña como Trajano conquistó Dacia. Y éste es el que va luego por ahí diciendo que Cataluña es España y que los nacionalistas catalanes no son capaces de comprender su profunda idea de la "nación de naciones" que, visto lo visto, debe responder más o menos a la figura de la gallina y los pollitos.

A su vez Joan Tardá es un impresentable. Porque lo peor no es que insulte groseramente a Peces-Barba sino que crea que "hijo de puta" es un insulto. Hace falta ser reaccionario, señorito, clasista, injusto e ignorante para usar "hijo de puta" como insulto. Y el hombre lo piensa muy convencido y, tratando de arreglarlo, se retrata todavía más cuando dice que "no quería insultar a la madre de Peces-Barba", con lo que insiste en que la condición de puta es materia de insulto, como pueda ser la de violador, ladrón, estafador o corrupto. Y no, no lo es. La condición de puta suele ser bastante desgraciada, objeto de todo tipo de abusos, vilependios, violencia y crímenes; de víctima, en definitiva. Y cuando no es así, sino resultado de una decisión más o menos libremente adoptada, tampoco es materia insultable. O no más que la de diputado nacionalista catalán.

El busilis del asunto está en el nacionalismo. He tratado de escarbar en mi memoria en busca de algún nacionalista que tuviera sentido del humor y no lo he encontrado. Declaman la gloria de su patria o insultan a la ajena. Y resultan tan irrisorios como esos perros de aguas que ladran furiosamente cuanto tienen miedo.

(La primera imagen es una foto de Rastrojo, bajo licencia de GNU Free Documentation. La segunda, una foto de 20 Minutos.es, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 28 d’octubre del 2011

El silencio de los lobos.

Durante su campaña electoral Rajoy no mantendrá encuentros con los medios de comunicación. Nada de ruedas de prensa, conferencias de prensa, canutazos (esto es, breves comparecencias para noticias específicas), nada de nada. Al parecer, su director de comunicación piensa que lo menos comprometido, lo mejor, es el silencio. En boca cerrada no entran moscas ni moscardones y de ella tampoco salen gazapos, inconveniencias, meteduras de pata que puedan poner en peligro el que se ve como seguro triunfo. Es paradójico que los expertos en comunicación piensen que lo más práctico es no comunicar, no decir nada. Más concretamente: no decir nada allí donde lo dicho pueda cuestionarse, pues los periodistas son unos pepitos grillos.

Está previsto, sí, que hable mucho en todo tipo de actos, en mítines, reuniones, congresos, charlas, fiestas, inauguraciones, etc. Pero sin que nadie pueda contestar, ni contrastrar lo que dice, ni rebatirlo. Un discurso monológico que se da de bruces con el nuevo espíritu, el de la política 2.0. Si no hay ruedas de prensa reales, menos las habrá virtuales, en el ciberespacio, en donde todo el mundo puede preguntar lo que quiera. Es decir, se dibuja una campaña que ignora la era digital. También va contra el espíritu clásico, según el cual la democracia es apertura, diálogo, debate y manda explicar las propuestas que se hacen, sobre todo cuando se prevén drásticas y muy duras, como más recortes, privatizaciones, desmantelamiento del Estado del bienestar.

Esta de no permitir preguntas o no contestar cuando se hacen es una actitud que cercena el derecho a la información de los ciudadanos y el de la libertad de expresión de los periodistas. Muestra un desprecio considerable hacia los electores. Pero no es exclusivo de Mariano Rajoy, sino que caracteriza a la derecha. Hace unos años, José María Aznar calló la boca a una periodista de la Cuatro que le hacía una pregunta, metiéndole un bolígrafo por el escote, un gesto que Palinuro no cree sea de caballero. A su vez, el exministro Trillo "respondió" a otra pregunta de otra periodista dándole una moneda de un euro, si bien el supernumerario lo hizo con algo más de elegancia que su antiguo jefe. Aunque el caso más acabado de este enrocamiento en el despreciativo silencio y el que quizá sirva de modelo para el de Rajoy, es el del expresidente Francisco Camps que se pasó dos años sin contestar a las preguntas que lo incomodaban, en concreto, las referidas al caso Gürtel.

Es decir, el silencio de Rajoy es el silencio del grupo; no hablar, no dar explicaciones, no rendir cuentas. Soltar soflamas, ataques virulentos sin posible respuesta, exageraciones, falsedades. Pura propaganda. O sea, tomar al auditorio por una colección de menores de edad a los que no se respeta.

La comunicación de la derecha es unidireccional y, cuando tiene ocasión, muy agresiva. Tómese el caso de la televisión de Castilla La Mancha que María Dolores de Cospedal ha puesto en manos de Nacho Villa, un periodista militante de la derecha cuyo concepto del pluralismo informativo es el de una catequesis. Ni la más mínima sombra de información contrastada, ni la menor aparición de puntos de vista discrepantes con el discurso oficial que Villa traslada a la opinión en su integridad y, claro, ni la más mínima duda de que la audiencia del medio se ha desplomado del 19,7 por ciento en tiempos del anterior director, García Candau, al 15,9 por ciento en los del designado por el PP. Pero esto no preocupa a la derecha pues, al ser la televisión pública, lo mejor es que se hunda para privatizarla luego a algún grupo afin que ya se encargará de subir la audiencia, aunque sea metiendo anuncios de prostíbulos como estaban haciendo los autobuses públicos de Valencia.

Es un silencio entreverado de propaganda que recuerda mucho el franquismo. Quien lo dude, que vea unas "noticias" de Telemadrid, en donde toda la información está editorializada, prácticamente hasta el pronóstico del tiempo. Si le quedan ánimos, que mire alguna tertulia en la que todos los participantes expresan siempre el mismo punto de vista y las diferencias son en los matices del infundio, si Rubalcaba es un frío calculador electoralista o un colaborador con banda armada

Ese turbio silencio y esa atronadora propaganda cuentan con la aprobación de la mayoría de la gente, de una mayoría tan silenciosa como el partido que le pide el voto. Palinuro no encuentra otra explicación que la inveterada sumisión del pueblo español al providencialismo de una oligarquía que lo ha gobernado históricamente y, despreciándolo, se aprovecha de sus debilidades. Frente a ello, la tarea democrática de alentar el espíritu crítico que convierte a una masa amorfa en una ciudadanía crítica, consciente de sus derechos y, por tanto, de su dignidad, recae sobre la izquierda.

Palinuro espera que el candidato socialista multiplique sus ruedas y comparecencias de prensa abiertas, con preguntas y respuestas, que mantenga una página abierta, diseminada en muchos "espejos", en la que conteste diariamente a las preguntas de los internautas, que esté en todas las redes sociales, que sea accesible, que hable con todo el mundo y respete a l@s periodistas, a quienes no se puede despreciar cuando ejercen su profesión porque representan a la ciudadanía con igual dignidad que los diputados.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 27 d’octubre del 2011

El baile de los millones.

Hacia 1975 traduje al español La filosofía del dinero (*), de Georg Simmel, su obra principal, junto a la Sociología. En ella, el ilustre filósofo, a quien la Universidad guillermina negó el acceso a la cátedra hasta poco antes de su muerte por ser judío, estudiaba el dinero desde el punto de vista histórico, filosófico, psicológico y sociológico. Todos menos el económico. Me consideré entonces suficientemente informado para seguir averiguando sobre tan abstruso tema y pronto descubrí que, cuanto más aprendía, menos sabía. El dinero es algo especialmente incomprensible. Por un lado es una realidad, una sustancia, tiene forma. Es más, puede tener todas las formas, desde un puñado de sal hasta un doblón castellano de a ocho, desde una vaca a una letra de cambio o una tarjeta de plástico. El dinero es proteico, tiene todas las formas y, por lo tanto, no tiene ninguna. Algo que resultaba fascinante para Simmel, el maestro del formalismo.

Se da además la circunstancia de que las formas dinerarias, en sí mismas, pueden ser insignificantes. Lo que vale en un billete de quinientos euros no es el papel en que están impresos sino esos quinientos euros que no son otra cosa que un enunciado, un titulo; es decir, el valor nominal que, para más lío, puede no coincidir con el valor real.

La indagación sobre el dinero es también problemática porque, a diferencia de otros objetos de estudio, se pega al estudioso como si fuera su piel y no permite el distanciamiento de otras investigaciones. El botánico sólo entra en contacto con sus plantas cuando va su laboratorio o sus cultivos; el que estudia el dinero lo lleva todo el día en el bolsillo y, mientras calcula millones, paga el colegio de los niños o compra una camisa. Y no solamente es como la piel del investigador; también incide en su mundo interior, levanta pasiones, ciega, impulsa a la locura o al crimen. Su objetividad es nada comparada con su subjetividad y no hablemos de su intersubjetividad.

El dinero no tiene definición porque decir, como hace el DRAE, que es la "moneda corriente" es tocar el agua con la punta del dedo. El dinero es un medio de cambio, el medio de cambio universal, el que permite comparar los valores de las cosas por lo que, en principio, no debiera añadirles ni restarles nada, igual que sucede con el número uno, que es divisor y multiplicador universal y no añade ni resta nada. Cualquier número multiplicado o dividido por uno sigue siendo él mismo. Con el dinero, sin embargo, eso no sucede. Por muchas veces que se multiplique un número por uno sigue siendo ese número, pero, por utilizar un estupendo ejemplo de Simmel, si subo el precio del billete de unos vagones de un ferrocarril sin que haya diferencia alguna con los otros, esos vagones pasan a ser "de primera" y tienen más valor y valor real, por ejemplo, el hecho que señala Simmel de que quien compra ese billete sabe que el vagón no estará abarrotado. ¿Qué ocurre? Que, además de una realidad sin forma, de la moneda corriente y del medio de cambio, el dinero es también una relación social.

El dinero, como la distancia, puede ser infinito y, por lo tanto, incomprensible. Todos vivimos en un mundo de magnitudes inteligibles. Sabemos la distancia de casa al trabajo; de Madrid a Segovia; de Pekín a California. Pero si un astrónomo dice que una estrella está a tres mil millones de años luz, la magnitud deja de tener sentido. Lo mismo que cuando los políticos dicen que el fondo de rescate tendrá un billón de euros, algo tan difícil de entender como las distancias siderales. Pero con una diferencia sustancial: las distancias están ahí; no van ni vienen, pero los billones sí, vienen de algún sitio y van a alguna parte. En ese momento la incapacidad de comprender se convierte en un abuso, un latrocinio, una injusticia.

La inmensa mayoría de la gente calcula el dinero en cientos o miles de euros, ni sueñan con hacerlo en millones y los billones supera lo imaginable. Pero todos barruntan que esos miles de millones, billones, salen de la riqueza de las sociedades, de los sueldos, los ahorros, las pensiones, los seguros de todos y desaparecen en el torbellino de una inacabable crisis bancaria en la que quienes han causado las mayores catástrofes se llevan sueldos y pensiones estratosféricos mientras más y más familias se hunden por debajo de la línea de la pobreza y la gente pierde sus casas a miles. Ese frenesí recapitalizador de la banca muestra la intención de los gobernantes europeos de socializar las pérdidas de Grecia haciendo que la quita de su deuda la financien los impositores de los bancos. La incompetencia y la codicia de estos los ha llevado a convertirse en lo contrario de lo que debieran ser porque los bancos están para financiar y hacer crecer la economía, no para estrangularla.

De ahí ese incomprensible baile de miles de millones que penden sobre los europeos con la amenaza de colapso del euro, ese dinero artificial que quizá tenga tantas posibilidades de consolidarse como el esperanto de ser la lengua universal.



Adjunto un vínculo a un interesante artículo/reportaje sobre esta crisis devastadora y aparentemente incomprensible, aparecido en Periodismo humano, bajo el titulo ¿Quién entiende esta crisis y quién se la explica a Europa?, del que es autora Luna Bolívar. En él Palinuro larga en abundancia en compañía de otros académicos que valen más que él. Lectura provechosa.



(*) George Simmel (1975) Filosofía del dinero, Madrid, Instituto de Estudios Políticos. Hay una reimpresión más reciente, Georg Simmel (2003) Filosofía del dinero, Granada, Comares.



(La imagen es una foto de Howard Lake, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 26 d’octubre del 2011

¿Por qué les irrita el fin de ETA?

La derecha ha encajado muy mal el comunicado de ETA anunciando el cese definitivo de la violencia. Rubalcaba, siempre moderado en el lenguaje, dice que hay sectores del PP que llevan relativamente mal el fin de ETA. Efectivamente, palabras exquisitas, miríficas. ¿Relativamente mal? Están que muerden. Según la plataforma de la UGT Salvemos Telemadrid, ésta transmitió el fin de ETA como si fuera la peor noticia de la historia. Y, en efecto, para la derecha es la peor noticia imaginable.

¿Por qué? ¿Porque es un mérito del gobierno y personal del candidato Rubalcaba que puede beneficiarlo en las elecciones? Eso piensan muchos, pero no me parece cierto ya que la derecha cree, con las encuestas en la mano, que las tiene ganadas en todo caso. ¿Porque se han hecho concesiones políticas en contra del Estado de derecho? Lo dicen, pues algo hay que decir, pero tampoco es verdad, como reconoce el mismo Rajoy. ¿Porque se ha atropellado a las víctimas? Quizá lo crean algunas de éstas, pero tampoco es cierto. Los derechos de las víctimas están y seguirán estando salvaguardados.

¿Por qué entonces? Muy sencillo, porque el fin de ETA es el fin del terrorismo y la violencia, el fin del estado de excepción de hecho en que ha vivido el País Vasco los últimos treinta y tres años, el fin del círculo vicioso de acción-represión-acción. Callan las armas y ahora han de hablar las razones. Hay que dialogar, hay que negociar. Es el momento de la llamada Política-con-mayúscula, como gustan clamar los dirigentes de la derecha sin que nunca esté claro qué quieran decir con ello. Y no lo está porque no tienen nada que aportar a ese diálogo, a ese razonar. El nacionalismo español, que habita en el PP y en parte del PSOE no admite que en el País Vasco (y en Cataluña y Galicia) haya un conflicto nacional, más o menos extendido y agudo que cuestiona la actual organizacion territorial del Estado. Para el nacionalismo español no hay nada que cuestionar pues la Constitución de 1978 deja zanjado el problema por los siglos de los siglos y, si acaso, se plantea dar marcha atrás, recentralizar, como suele apuntar Aznar, que siempre lleva dos cuerpos de ventaja a los suyos.

Para la derecha la nación española en sus actuales términos es indiscutible. Lo dijo Rajoy cuando, al comienzo de su primer mandato, Rodríguez Zapatero hizo una consideración que todo estudioso del fenómeno nacional corroborará a no ser que, a su vez, sea nacionalista, esto es, que el concepto de nación es "discutido y discutible". Seguramente Zapatero se refería sólo al nombre, pero éste va pegado a la cosa como las rayas a la cebra ya que es de sentido común: en esta vida no hay nada indiscutible. Cuando se dice que lo discutible es indiscutible, es que no se quiere discutir, probablemente porque se carece de argumentos. Y ese es el problema y de ahí la irritación por el fin de la ETA.

Casi se diría que es la irritación del que se siente engañado por el compañero o colaborador. En el fondo cabe pensar que ETA fue la mejor aliada objetiva de la derecha nacionalista española porque, con su presencia, imposibilitaba el diálogo, la argumentación, la Política, en definitiva. Ese era el favor que también prestó al franquismo. Al otro extremo, ETA fue el mayor obstáculo al desarrollo del nacionalismo vasco. Conozco gente en la izquierda que, desde la perspectiva del realismo político más descarnado, dice que si ese nacionalismo tiene hoy la pujanza que muestra, fue por la acción de ETA. Pero este argumento se me antoja indigno porque supone que el nacionalismo e independentismo no son sentimientos genuinos de la gente sino confesiones arrancadas por el miedo y la abyección moral que acarrea el terrorismo.

En cualquier caso la realidad tumultuosa está clarificando la situación a toda velocidad. A la multitudinaria manifa de la izquierda abertzale en Donostia, han seguido en cascada las peticiones del nacionalismo vasco, radical y moderado: adelanto electoral, acercamiento de presos, derogación de la Ley de Partidos. Los estallidos de las bombas han sido sustituidos por bombazos dialécticos. El último, ese pedido de Urkullu y el PNV de una relación bilateral entre el País Vasco y España, algo de lo que la derecha no quiere ni oír hablar.

Así que la irritación por el fin del terrorismo revela la indignación que produce verse forzado a discutir lo que se considera indiscutible. Y el fastidio de verse relegado a segundo plano porque ese debate llama directamente a la puerta de la izquierda española que tiene que aclarar cuestiones que, también gracias a la violencia, ha tenido soslayadas. En concreto, hasta dónde llegan los derechos de aquellos pueblos de España que se obstinan en considerarse naciones y reclaman unos derechos nacionales el primero de los cuales es contar con un Estado propio. Corresponde a la izquierda, más sensible a estas cuestiones, la tarea de formular una propuesta de reforma constitucional que cuente con el apoyo de todas las fuerzas nacionalistas llamadas "periféricas". Una tarea histórica porque es dar solución racional y pacífica a un problema que surgió con fuerza hace más de cien años y, desde entonces, no ha hecho sino agravarse. La prueba es que lo sienten como propio porcentajes de las poblaciones que no hubieran sido tan altos hoy si la cuestión se hubiera arreglado con mayor audacia en 1978. Y que pueden ser más altos mañana si no se da una solución aceptable para la mayoría.

Algo sobre lo que tendremos que discutir a corto y medio plazo.

(La imagen es una foto de FDV, bajo licencia de GNU Free Documentation).

dimarts, 25 d’octubre del 2011

De la nada a la extrema derecha.

Rajoy, que ha pasado los tres últimos años asegurando que España estaba como Grecia, que su deuda no era de fiar, que el gobierno tampoco inspiraba confianza y que el país se encontraba al borde del abismo, dice ahora que la deuda española es sana y que España no tiene nada que ver con Grecia. Se hace eco el experto en economía del PP, Cristóbal Montoro, para quien tampoco ahora estamos "al borde del abismo" y nuestra posición no es extremadamente grave ni para el 2011, que ya está muy avanzado, ni para 2012 ni para 2013.

Según parece, este giro copernicano se debe a que la derecha se siente ya ganadora en las elecciones de 20-N y "modula su discurso" en consecuencia. El Rajoy político de partido, temible y agresivo opositor, se convierte en estadista y hombre de altura de miras. Será cierto si lo dicen los expertos analistas, pero ¿en qué pruebas se basa Rajoy para decir hoy lo que negaba vehementemente ayer? En ninguna, ni falta que le hace, ya que la derecha no articula un discurso económico sobre datos, magnitudes, estadísticas, sino sobre el más puro oportunismo político. Si está en la oposición todo es un desastre y el gobierno más desastre aun; si ve que gana las elecciones y gobierna, las cosas no están tan mal y, en llegando el al gobierno, empezarán a ir de cine, aunque con algunos sacrificios.

Pero ¿y los datos, las pruebas? Nada de nada. No hay nada. Únicamente el fabuloso sueño de verse en La Moncloa. El PP no sólo no tiene programa electoral sino que admite que no lo tiene y el propio Rajoy dice que no dirá nada hasta conocer las cuentas. O sea, que no las conocía. En ese glorioso desconocimiento se basan los dos enunciados de que España está como Grecia y de que España no está como Grecia. En la nada.

En el PP afirman que el programa que no salió de la convención de Málaga saldrá el próximo fin de semana de un Comité Ejecutivo Nacional que se reunirá en Galicia. A lo mejor sale algo a lo que hincar el diente pero, de momento, es la nada; una nada para la que Rajoy pide el voto.

La nada, sin embargo, se convierte en una cruda realidad apenas se abandona el terreno de la crisis y las medidas económicas para pisar el otro que más importante ha sido en esta legislatura, el del fin de ETA, el fin del terrorismo en España. Ahí la nada se convierte en extrema derecha de la mano de ese político ultramontano, Mayor Oreja, para quien el franquismo fue una una situación de extraordinaria placidez y eso que, según Aguirre, Franco era socialista.

La declaración de ETA de cese definitivo del terrorismo fue recibida con disgusto y hostilidad por la derecha. Es cierto que Rajoy estuvo comedido y hasta reconoció que no ha habido concesiones políticas a los pistoleros, aunque minimizó la importancia del comunicado al decir que la situación sólo se resolvería con la disolución y la entrega de las armas, cosas ambas que él ambiciona gestionar, como un Hércules vencedor de la Hidra de Lerna. Pero ese es Rajoy. Sus partidarios mediáticos han vociferado a los cuatro vientos que se trata de la última traición de Zapatero a la Patria. Es el signo indiscutible de la extrema derecha: la Patria es suya y todos los demás, traidores a su esencia, a los muertos y a las víctimas. ETA ha logrado la victoria por el miserable interés electoralista del PSOE.

Tal es asimismo la interpretación Mayor Oreja quien el próximo 29 de octubre acudirá a la manifa de las víctimas del terrorismo convocada contra la Conferencia de Paz de Donostia y, por ende, contra el fin de ETA. Definitivamente, el ala dura del PP, que es el nombre que se da ahora a la extrema derecha, quiere el fin de ETA en las condiciones que ella dicte, razón por la cual rechaza este otro fin concreto, real, tangible que, considera, al decir de Mayor Oreja, la culminación de un proyecto negociado entre ETA y el Gobierno. Por "negociación" no puede entenderse "negociación" sin más porque a cualquiera, incluido Mayor Oreja, se alcanza que las cosas no se consiguen sin hablar y sin acordarlas. Por "negociación" hay que entender aquí concesión, rendición, entrega del gobierno; derrota de España. Ese es el lenguaje de la extrema derecha.

O sea que la oferta del PP es amplia, va de la nada a la extrema derecha, pasando posiblemente por la "revisión" del seguro de desempleo que es de lo que se trata y de lo que no conviene que se hable. Es mejor hacerlo de la nada o de la victoria de ETA.

(La primera imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons; la segunda es una foto de FDV, bajo licencia de GNU Free Documentation).