Rajoy retrasó cuanto pudo la exposición de su programa electoral pero, al final, no hay modo de mantenerlo oculto, aunque sí sea posible maquillarlo de tal forma que no se sepa lo que dice, o no se entienda o diga lo contrario de lo que en verdad se pretende. Todo lo cual tiene su mérito, como puede verse en el resumen que hoy adelantan los periódicos de lo que aprobará el Comité Ejecutivo Nacional.
El programa electoral de la derecha, según criterio general, es ambiguo, impreciso, como viene siendo Rajoy desde que se ve a tiro de piedra de La Moncloa. Un programa moderado, al igual que el candidato se define a sí mismo: moderado. Pero lo llamativo no es que el programa tenga estas características. Un programa moderado tiene tanto derecho a existir como uno radical. Será el electorado el que decida. Lo llamativo es que ese programa contradice dos datos reales de modo frontal: a) no coincide con el radicalismo de la oposición del PP durante estos tres últimos años, ni con el catastrofismo de sus juicios, ni con su insistencia en que, pues nos encontramos en una situación límite, deben aplicarse reformas "valientes", "profundas"; b) tampoco coincide con lo que la derecha está haciendo allí en donde gobierna, en Madrid, Valencia o Castilla La Mancha, entre otros lugares, esto es, aplicando esas medidas "valientes" y "profundas" que están ausentes en el programa en forma de drásticos recortes en la sanidad y la educación, por ejemplo. Lo llamativo es que alguien diga que no piensa hacer lo que está haciendo.
El programa electoral del PP se alimenta de la vieja ideología neoliberal de reducir el Estado y bajar los impuestos a las rentas más altas con el argumento de que, al disponer éstas de más dinero, invertirán y crearán empleo. Como si no existieran los paraísos fiscales acerca de los cuales, si no me quivoco, nada se dice. Se emplean varios eufemismos, como bajar los impuestos a las Pymes y a los "emprendedores", término con menos connotaciones que "empresarios". También se pretende bajar los impuestos al ahorro a largo plazo; dado que el ahorro no tributa, se refiere al capital y sus beneficios. Se habla de una reforma laboral que permitirá bajar más los salarios y se pretende eliminar los convenios colectivos, sustituidos por los de empresa, lo que deja a los trabajadores literalmente a merced de los empresarios en condiciones que, a no dudarlo, frisarán con la esclavitud. Es decir las líneas de un programa electoral de clase están claras. ¿Cuánto nos apostamos a que lo primero que suprime Rajoy es el derecho de huelga de los funcionarios, que tanto molesta a Esperanza Aguirre?
Hay un silencio revelador acerca de la sanidad y la educación. Sólo se sabe que Rajoy declara que no le "gustaría tener que tocar la sanidad y la educación". ¿Qué va a decir? ¿Que le gustaría? Las recortará pero que quede claro que a disgusto. A la hora de acusar el golpe, es de esperar que el pueblo llano recuerde con cuánto disgusto se toman las medidas que lo acogotan, aunque para entonces ya no habrá remedio. La vía está marcada en las comunidades madrileña y valenciana: sanidad y educación de calidad para los ricos. Los otros, resignación cristiana.
En derechos sociales el panorama es bastante oscuro. Habrá, dice el programa, una reforma de la ley del aborto para proteger el derecho a la vida, es decir, se restringirá el derecho al aborto. En qué medida, dependerá de la mayoría parlamentaria con la que se cuente y del predominio que en ella ejerzan los más integristas. Y, desde luego, los homosexuales pueden despedirse de su derecho a contraer matrimonio; algo tan obvio que ni se menciona.
El programa compromete al gobierno del PP a "no negociar con terroristas", lo que es una afirmación sorprendente por dos razones: primera porque nadie está negociando con terroristas (aunque Mayor Oreja sostenga lo contrario pertinazmente); y segunda porque lo que resta por hacer, después del fin de ETA, no es negociar, sino dialogar para normalizar el País Vasco de una vez. Si por "no negociar" se entiende "no dialogar", la normalización puede truncarse.
Comparando el programa electoral del PP con el del PSOE es incomprensible que alguien pueda sostener que son lo mismo. ¿Cómo va a ser lo mismo bajar los impuestos a las rentas más altas que subírselos; recortar los derechos sociales que mantenerlos y ampliarlos; suprimir la sanidad y la educación públicas que mantenerlas, no dialogar que dialogar, eliminar los derechos laborales que protegerlos? ¿Qué fines reales persiguen quienes sostienen que son lo mismo? ¿No son los del PP?