diumenge, 6 de novembre del 2011

Pasado presente.

En el velódromo de Dos Hermanas un mitin de la memoria para animar a los suyos. La presencia de Felipe y Guerra tiene siempre un efecto estimulante de consumo interno en el PSOE y por ello es acertado comenzar así la campaña, porque es a su propio partido al que Rubalcaba tiene que movilizar en estas horas adversas. Si el partido se pone en marcha hay una posibilidad de atraer voto y a esa se aferra el candidato que tiene que bregar con unos pronósticos sombríos y su escaso carisma.

Casi treinta años después de su histórica victoria Felipe sigue provocando entusiasmos y Guerra regocijo merced a su capacidad para el sarcasmo. Parte importante de la política en lo que tiene de espectáculo. Pero ambos aportaron algo más, producto de su experiencia en las lides electorales: el enunciado claro y escueto de los temas en los que el PSOE tendrá que centrar su campaña si quiere remontar. El fin de ETA y la defensa del Estado del bienestar. Y no solo por experiencia sino también por instinto, dado que son los dos puntos débiles del PP. En el fin de ETA la derecha no ha tenido arte ni parte ya que ni siquiera se dignó estar en la Conferencia de paz de Donostia en que se selló aquel. Al contrario, ha intentado boicotearlo y, al no ser ello posible, relativizarlo y negarlo. Ahora no puede evitar que el PSOE lo saque a relucir como mérito propio.

El otro punto débil es la defensa del Estado del bienestar. El PP tiene una imagen claramente contraria al mantenimiento del Estado del bienestar, lo cual es un error. Rajoy aclara que meterá la tijera en todo excepto en sanidad, educación y pensiones. Es un intento de escamotear la realidad porque nadie ignora que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas y ya están sometidas a ataques a aquellas en las que gobierna el PP. A su vez la desafortunada imagen de la tijera para todo lo demás hace temer que no quedará títere con cabeza. Es muy prudente que el candidato del PP no se someta a las preguntas de los periodistas dado que hasta cuando habla de su Minerva, sin ser preguntado, deja mucho que desear.

Para Rubalcaba quedaron las propuestas concretas. Insistió en las políticas de estímulo de la contratación y el consumo comprometiéndose a financiarlas con mayores impuestos a los que más tienen y una especie de tasa a la banca. Eso es esencial y hará bien en reiterarlo permanentemente, machacarlo, siendo también más específico respecto a qué impuestos, por cuánto y quiénes los pagarán. En un país en que es del dominio público que los capitalistas no cumplen con la Hacienda pública, en el que hay una bolsa enorme de fraude fiscal y otra también enorme de economía sumergida, la gente quiere oír planes concretos acerca de cómo se restablecerá la justicia social y cómo se financiarán las medidas de recuperación. Todo ello tiene un nombre en la tradición socialdemócrata que debiera estar más presente en la campaña: redistribución, asunto nada menor si se tiene en cuenta que, con la crisis, España ha resultado ser el cuarto país Europeo en punto a desigualdad de ingresos tan sólo por detrás de Letonia, Rumania y Letonia y a la par con Portugal.

También es de justicia recordar que si hoy pueden plantearse de nuevo medidas redistributivas creíbles es gracias a que, como señala Zapatero, España es el único país periférico en el que no ha habido intervención ni rescate, en cuyo éxito ha tenido su parte el candidato.

Así que, en resumen, el mitín de Dos Hermanas estuvo bien, pero no cabe ignorar que exhalaba cierto aroma retro, como del PSOE de antaño. Rubalcaba, que no se encuentra ya in the prime of life, debe sin embargo aparecer tambien rodeado de juventud y sentar plaza de candidato intergeneracional. La madurez da seguridad pero no apunta precisamente a la renovación. Ésta se asocia siempre con los rostros nuevos y frescos, las ideas originales y el ímpetu de compromisos claros. Hay que dar más voz a los jóvenes porque del futuro deben hablar sobre todo los que van a hacerlo y deben hablar a los que van a vivirlo, un porcentaje elevado de votantes para quienes González y Guerra son tan lejanos como Daoíz y Velarde.