Durante su campaña electoral Rajoy no mantendrá encuentros con los medios de comunicación. Nada de ruedas de prensa, conferencias de prensa, canutazos (esto es, breves comparecencias para noticias específicas), nada de nada. Al parecer, su director de comunicación piensa que lo menos comprometido, lo mejor, es el silencio. En boca cerrada no entran moscas ni moscardones y de ella tampoco salen gazapos, inconveniencias, meteduras de pata que puedan poner en peligro el que se ve como seguro triunfo. Es paradójico que los expertos en comunicación piensen que lo más práctico es no comunicar, no decir nada. Más concretamente: no decir nada allí donde lo dicho pueda cuestionarse, pues los periodistas son unos pepitos grillos.
Está previsto, sí, que hable mucho en todo tipo de actos, en mítines, reuniones, congresos, charlas, fiestas, inauguraciones, etc. Pero sin que nadie pueda contestar, ni contrastrar lo que dice, ni rebatirlo. Un discurso monológico que se da de bruces con el nuevo espíritu, el de la política 2.0. Si no hay ruedas de prensa reales, menos las habrá virtuales, en el ciberespacio, en donde todo el mundo puede preguntar lo que quiera. Es decir, se dibuja una campaña que ignora la era digital. También va contra el espíritu clásico, según el cual la democracia es apertura, diálogo, debate y manda explicar las propuestas que se hacen, sobre todo cuando se prevén drásticas y muy duras, como más recortes, privatizaciones, desmantelamiento del Estado del bienestar.
Esta de no permitir preguntas o no contestar cuando se hacen es una actitud que cercena el derecho a la información de los ciudadanos y el de la libertad de expresión de los periodistas. Muestra un desprecio considerable hacia los electores. Pero no es exclusivo de Mariano Rajoy, sino que caracteriza a la derecha. Hace unos años, José María Aznar calló la boca a una periodista de la Cuatro que le hacía una pregunta, metiéndole un bolígrafo por el escote, un gesto que Palinuro no cree sea de caballero. A su vez, el exministro Trillo "respondió" a otra pregunta de otra periodista dándole una moneda de un euro, si bien el supernumerario lo hizo con algo más de elegancia que su antiguo jefe. Aunque el caso más acabado de este enrocamiento en el despreciativo silencio y el que quizá sirva de modelo para el de Rajoy, es el del expresidente Francisco Camps que se pasó dos años sin contestar a las preguntas que lo incomodaban, en concreto, las referidas al caso Gürtel.
Es decir, el silencio de Rajoy es el silencio del grupo; no hablar, no dar explicaciones, no rendir cuentas. Soltar soflamas, ataques virulentos sin posible respuesta, exageraciones, falsedades. Pura propaganda. O sea, tomar al auditorio por una colección de menores de edad a los que no se respeta.
La comunicación de la derecha es unidireccional y, cuando tiene ocasión, muy agresiva. Tómese el caso de la televisión de Castilla La Mancha que María Dolores de Cospedal ha puesto en manos de Nacho Villa, un periodista militante de la derecha cuyo concepto del pluralismo informativo es el de una catequesis. Ni la más mínima sombra de información contrastada, ni la menor aparición de puntos de vista discrepantes con el discurso oficial que Villa traslada a la opinión en su integridad y, claro, ni la más mínima duda de que la audiencia del medio se ha desplomado del 19,7 por ciento en tiempos del anterior director, García Candau, al 15,9 por ciento en los del designado por el PP. Pero esto no preocupa a la derecha pues, al ser la televisión pública, lo mejor es que se hunda para privatizarla luego a algún grupo afin que ya se encargará de subir la audiencia, aunque sea metiendo anuncios de prostíbulos como estaban haciendo los autobuses públicos de Valencia.
Es un silencio entreverado de propaganda que recuerda mucho el franquismo. Quien lo dude, que vea unas "noticias" de Telemadrid, en donde toda la información está editorializada, prácticamente hasta el pronóstico del tiempo. Si le quedan ánimos, que mire alguna tertulia en la que todos los participantes expresan siempre el mismo punto de vista y las diferencias son en los matices del infundio, si Rubalcaba es un frío calculador electoralista o un colaborador con banda armada
Ese turbio silencio y esa atronadora propaganda cuentan con la aprobación de la mayoría de la gente, de una mayoría tan silenciosa como el partido que le pide el voto. Palinuro no encuentra otra explicación que la inveterada sumisión del pueblo español al providencialismo de una oligarquía que lo ha gobernado históricamente y, despreciándolo, se aprovecha de sus debilidades. Frente a ello, la tarea democrática de alentar el espíritu crítico que convierte a una masa amorfa en una ciudadanía crítica, consciente de sus derechos y, por tanto, de su dignidad, recae sobre la izquierda.
Palinuro espera que el candidato socialista multiplique sus ruedas y comparecencias de prensa abiertas, con preguntas y respuestas, que mantenga una página abierta, diseminada en muchos "espejos", en la que conteste diariamente a las preguntas de los internautas, que esté en todas las redes sociales, que sea accesible, que hable con todo el mundo y respete a l@s periodistas, a quienes no se puede despreciar cuando ejercen su profesión porque representan a la ciudadanía con igual dignidad que los diputados.
(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).