Con razón no quiere la derecha que haya debates televisados entre los dos dirigentes de los partidos mayoritarios. Los cinco que ha habido en España lo han sido con gobiernos del PSOE. Cuando manda el PP no hay debates y cuando cree que puede mandar, tampoco. A punto hemos estado esta vez de quedarnos también sin él. No gusta a la derecha el diálogo. Prefiere el monólogo y, a ser posible, sin preguntas, que es como Rajoy entiende las ruedas de prensa en la era de la política 2.0.
Pero ha habido debate y ha quedado claro que, por más trabas que se pongan, por mucho que se edulcore la imagen, se oculten las intenciones y se quiera sacar algo de donde no hay nada, al final se ve quién tiene algo que decir y quién no quiere (o puede) decir nada. Según algunos Rubalcaba cometió un error estratégico en los primeros veinte minutos por hablar como si diera a Rajoy por ganador. Eso sólo pueden decirlo los que creen que a los debates no se va a debatir sino a soltar soflamas como una carraca. Sería estúpido que Rubalcaba ignorara que entraba en la arena con una desventaja de 15 puntos porcentuales en intención de voto, es decir, que nadaba contra la corriente de opinión.
Pero vamos a lo que importa, a los asuntos de contenido. Rubalcaba probó ser un dirigente moderno, con experiencia, impuesto en los temas de que habla y capaz de exponerlos sin chuletas a la vista. Es decir, llevaba el debate bien preparado a pesar de que el día anterior anduvo de mítines y sin encerrarse a ensayar nada. Es espontáneo, directo, tiene las cosas muy rumiadas, huye de la retórica y aporta ideas.
Enfrente tuvo a un buen hombre al que el destino ha puesto en un lugar que le viene grande, que carece de recursos, que no sabe los temas ni tiene respuestas claras para los problemas y cuyo refugio es una retórica huera. Todo lo llevaba en los papeles, que leía como un doctrino y eso que se pasó el domingo preparando el debate. Se entiende muy bien porqué los responsables de comunicación de su campaña no quieren que responda preguntas de los periodistas. Simplemente, no sabe qué decir. Salvo lo que lleva cuatro años repitiendo, una especie de jaculatoria que parece un monólogo para besugos: el mayor problema es el paro; para acometerlo, hay que crear empleo; para crear empleo hay que cambiar el gobierno y ponerlo a él, que se compromete a crear empleo para así acabar con el paro. Profundo, ¿eh? Pues esa es la receta que aplica a todo, a la sanidad, la educación, las pensiones y ¡hasta el paro! Reténgase bien: para acabar con el paro hay que crear empleo.
Rubalcaba hizo propuesta sobre propuesta y, de paso, pero con insistencia, reveló la doble cara de las de Rajoy, haciendo hincapié en la contradicción entre lo que dice éste y lo que dice su programa. Una contradicción tan flagrante que hasta el previsible y reiterado bombardeo con las cifras del paro quedó en nada.
Pero el momento decisivo de la noche fue el de las políticas sociales. El candidato socialista enumeró la larga lista de las del PSOE (igualdad de género, matrimonios homosexuales, dependencia, etc), señalando que todas habían contado con la oposición del PP. La respuesta de Rajoy fue no tratar ninguna de ellas (excepción hecha de los dichos matrimonios y para justificar su oposición) y, como no podía quedarse callado, optó por leer unos folios que correspondían al primer momento, el de economía y trabajo. Ya solamente esta huida por la tangente le hizo perder el crédito que le quedaba tras haber estado esquivando cuerpo en los comprometidos asuntos de la sanidad y la educación, en donde su partido lleva años haciendo lo que él niega que vaya a hacer con tanta sinceridad como conocimiento de causa.
Una cosa son los debates y otra el juicio que merecen y que suele emplearse luego en pro de la causa que se esgrime. Todos esos sondeos que dan ganador a Rajoy por una horquilla entre cinco y siete puntos porcentuales probablemente reflejan el espíritu que subyace a los famosos quince puntos de diferencia en las encuestas y están lastrados por la fuerza de la inercia. ¿Que quién ha ganado el debate? Obvio: el que va ganando en intención de voto. Bien, Palinuro cree que el debate lo ganó Rubalcaba sin sombra de duda y contra la corriente, y cree también que hasta los sondeos que lo dan por perdedor, al hacerlo por menos de la mitad de los puntos de diferencia en intención de voto, significan que lo ha ganado. Y me apuesto algo fuerte a que se ha reducido mucho la cantidad de indecisos. En su partido deben de estar orgullosos de él, que se lo ha ganado a pulso. A ver si ahora él puede estar orgulloso de su partido.
Supongo que hoy se conocerán los índices de audiencia del programa que, como dijo Campo Vidal, fue planetario. Será interesante conocerlos para aquilatar la propuesta de Cayo Lara horas antes del debate de que lo mejor que podía hacer la gente era apagar el televisor e irse de copas. No sé si él habrá hecho lo que aconseja a los demás pero, si ha sido así, se ha perdido un muy enjundioso intercambio de pareceres sobre la cosa pública, acerca de la que también él opina. Hubiera podido comprobar cómo, en contra de lo que dice, Rubalcaba y Rajoy no son lo mismo ni dicen lo mismo ni mucho menos. Claro que a lo mejor por esto aconsejó no encender el televisor.
(La imagen es una captura del vídeo que trae Público.)