dimarts, 3 de gener del 2012

El gobierno en la sombra y los paraísos fiscales.

Rajoy parece decidido a aplicar en el gobierno su táctica de la oposición: no está ni se le espera. Las agrias advertencias, las palabras gruesas, las admoniciones quedan para los segundos, que lo bordan. Cadenas de malas noticias presentes (estamos en la ruina) y futuras (el jueves volverá a tronar Júpiter) y más futuras (en marzo sube el IVA). La sensación es de alarma, de toque de generala. Cada cual a su puesto. Y eso en medio de llamadas a la responsabilidad y el sacrificio y de intensos rumores acerca de que las grandes fortunas están ahuecando el ala rumbo a los paraísos fiscales.

Por eso es imprescindible que Rajoy comparezca y explique lo que está haciendo y lo que está pasando. Para tranquilizar, que está la opinión muy soliviantada viendo cómo se aplica el torniquete a la gran mayoría mientras un puñado de privilegiados anda apaleando millones, más o menos legalmente. Políticos, empresarios, banqueros y arribistas de varios pelajes hacen mangas capirotes con auténticas fortunas mientras la gente lo pasa mal. Que el célebre Urdangarin también estuviera en el circuito de los paraisos fiscales, como afirma el fiscal de la causa, es muy lógico con el espíritu de este sistema, pero puede acabar provocando un estallido.

También es posible ver el asunto con ánimo sufrida y resignadamente español: ¿qué sucede? Que una minoría detentadora del capital y los medios de producción, incapaz de aumentar la productividad de las empreas ha decidido conseguirla reduciendo los ingresos de todos los asalariados hasta el límite del pauperismo; que vuelve a sonar el frufrú de las sotanas por los pasillos de los palacios orientando la acción del gobierno y la legislación para recristianizar esta díscola España en donde hasta los gays pueden casarse; que vuelve a haber un gobierno como Dios manda, capaz de congelar la tasa de reposición de todos los funcionarios excepto los de la polícia. Porque, para los neoliberales, gobernar es guardar el orden.

La Web del candidato.

Bien, bien; hay que estar en la red. La ciberpolítica es la política de hoy. Es inmediata, veloz, abierta, múltiple, directa. Los debates, las críticas, las propuestas y hasta las movilizaciones se dan en la red, que es el foro público por excelencia. Y ¡sin censura! No hay más restricciones que las que cada cual quiera imponer en su página, por ejemplo para quitarse de encima los trolls y los que insultan. Pero es en su página; no en la ajenas. La red está viva. Ha absorbido los medios de comunicación tradicionales que cada vez toman un aspecto más digital. Sus colaboradores fijos se han hecho blogueros. La edición en línea de todos los periódicos se actualiza al minuto, es continua y, a su lado, la impresa resulta anticuada y no sirve ya ni para las tertulias. La red lo conecta todo y los usuarios pueden escuchar el último discurso del presidente en su móvil o en una tableta y mandar acto seguido una opinión en tweet que puede convertirse en un trending topic y alterar la política nacional.

Desde que los árabes norteafricanos pusieron en marcha una revolución en varios países islámicos que, en substancia, es la misma pero diversificada por peculiariades lugareñas (también llamadas "nacionales"), se ha terminado el debate sobre la eficacia "real" de lo virtual. La ciberpolítica es real. Saca a la gente a la calle y se hace notar en unos lugares con más intensidad que en otros. El movimiento 15-M es ciberpolítica porque se hace a través de las redes sociales. Puede decirse que, hasta ahora, ha tenido un efecto muy moderado si lo comparamos con la primavera árabe aunque en modo alguno desdeñable. Pasada la primavera, llegado el invierno, ahí siguen unos y otros. Quizá el 15-M no haya encontrado aún una forma eficaz de transformar la realidad, aparte de las ocupaciones de espacios públicos, pero no por ello deja de reflejar un malestar muy generalizado en la sociedad, oscuro, profundo; una sensación de que el modelo en que vivimos ha fracasado y una urgencia por encontrar salidas que no pueden consistir en la vuelta a formas anteriores todas ellas también fracasadas pues nos han conducido a esta situación. Y ahí sigue.

Hace muy bien Rubalcaba en abrir su página web. Lo extraño es que no la tuviera. Y conviene que sea plenamente 2.0, interactiva, flexible y muy "currada", como dicen los internautas que detectan de inmediato si una página se actualiza y se renueva o no. El secreto de la red es la renovación y, si ese es el problema del PSOE, habrá unidad de miras entre la página y el propósito al que quiere servir. De momento parece un poco rígida, pero seguro que mejorará. Lo que no puede ser es que se abra una página o una cuenta en una red y no se atienda o, incluso se cierre, como hizo Gallardón con su cuenta de twiter, cerrada al pasar las elecciones.

Es más, sería recomendable que el candidato abriera un blog (que no lo tiene o yo no he sabido encontrarlo) y se diera de alta en twitter. De hecho no sé si ya lo estará. Lugares en los que la gente pueda consultar en tiempo real sus opiniones sin intermediarios en el momento. La confianza, que el PSOE dice querer recuperar de los españoles, se basa en el conocimiento; y el conocimiento gana con la inmediatez.


Por cierto, he puesto un gadget en la columna de la derecha que permite cambiar el tamaño de la letra del blog por si alguien tiene problemas para leerlo.

dilluns, 2 de gener del 2012

La corte de los negocios.

A ver si lo hemos entendido bien: durante los veraneos, cuando la familia real al pleno ocupaba el palacio de Marivent en Mallorca para pasar unas merecidas vacaciones, el yerno despachaba sus asuntillos, millón va, millón viene, debajo de las reales narices de don Juan Carlos I. Al menos, es lo que dice hoy El País, esto es, que Urdangarin negoció en el Palacio de Marivent contratos con el Gobierno balear.

Jaume Matas, ex ministro de Aznar, presidente entonces del Govern de Baleares y actual imputado en diversas causas penales, se paseaba por el palacio sin que el Rey lo supiera, como si fuera incognito o como si entrara al modo de Garu Garu, el atraviesamuros. Y, si el Monarca lo sabía, no preguntaba por el motivo de las visitas, suponiendo quizá, que Matas iba a jugar al Monopoly con el Duque de Palma. A lo mejor el Rey no se lo encontraba por los pasillos porque estaba dedicado a algún asunto de Estado, como las regatas de veleros. Y a su regreso nadie le decía que el señor Matas había venido de visita.

Saltó Matas, marchándose a los Estados Unidos, como haría luego también Urdagarin, de donde lo reclamó la justicia, como ahora ha hecho con el yerno. Vinieron otros gobernantes, pero Urdangarin siguió con sus actividades en Palacio hasta 2008, fecha en que ya la Corona tenía conocimiento de que esas tales no eran ejemplares. Y el Rey ¿no sabía nada? Es verdad que los palacios son muy espaciosos, tienen muchas puertas y no debe esperarse que el Rey conozca a todos los que al cabo del día se acercan a Marivent con los más diversos cuidados. Pero, caramba, el presidente del Govern no es el fontanero o el chico de la tintorería y no es en absoluto verosímil que el Monarca ignorara su presencia.

Sin contar con que, es de suponer, el propio Matas pediría ser recibido por el Rey para participarle con entusiasmo isleño que, gracias a los buenos oficios de su yerno, se correría en la isla una etapa del tour de France, noticia que tendría que haber levantado las suspicacias no ya del Rey sino de la mona Chita que en paz descanse.

La clase política, los medios de comunicación, el establishment en pleno, están en pie de guerra en defensa de su señor natural, en defensa de la Monarquía, que no se puede verse afectada por los negocios privados del yerno. Negocios privados que se despachaban en Palacio, pared con pared con el Monarca. Es imposible que no afecte a la Corona, cuyo prestigio está muy mermado sobre todo ahora que se sabe que las cuentas reales reveladas valen tanto por lo que muestran como por lo que no muestran. El Rey ha revelado su "salario", pero no ha contabilizado en él un montón de partidas procedentes de no sé cuántos ministerios cuya función es ayudarlo a llegar a fin de mes.

En estas circunstancias los republicanos debiéramos suscribir un manifiesto pidiendo que se conceda una oportunidad a la República, un referéndum para decidir la forma de Estado. Es una deuda que tenemos con el último sistema legítimo, destruido por las armas y, al mismo tiempo, una obligación de proponer para nuestro país una forma política que juzgamos menos absurda y más acorde con el espíritu de la época.

(La imagen es una foto de Antonio Zugaldia, bajo licencia de Creative Commons).

Lo que importa es ganar.

Interesante manual este (Ismael Crespo, Antonio Garrido, Ileana Carletta, Mario Riorda (2011) Manual de comunicación política y estrategias de campaña, Buenos Aires, Biblos, 265 pp), escrito al alimón por cuatro especialistas en comunicación política y campañas electorales. Tienen autoridad suficiente para abordar unos campos tan vastos, cambiantes, variopintos y bulliciosos como los del título. Y lo hacen con espíritu pedagógico, de modo sistemático, como un manual, un vademecum al que se supone puedan recurrir quienes trabajen en campos tan competitivos, en los que hay que estar a la última si se quiere permanecer en el mercado.

Con este finalidad, el libro cuenta con numerosas ilustraciones, gráficos, cuadros, recuadros, sinopsis que ayudan a la comprensión del texto, aunque es tal su profusión que, a veces, la dificultan. Pero está bien porque en la mayoría de los casos aportan datos o cuentan anécdotas que se pueden incrustar en otros discursos ya más dirigidos a fines prácticos, como conseguir que salga elegido un candidato o planificar una campaña electoral.

Porque esta es la finalidad de la obra, entender el estudio de las campañas electorales y la comunicación política como disciplinas prácticas aplicadas a un fin determinado. Es lo que llama Habermas comunicación estratégica y, de hecho, estrategia y estratégica son términos abundantemente empleados en la obra (están incluso en el título), aunque también en exceso pues muchas de las veces que se habla de "estrategia" fuera más adecuado hacerlo de "táctica".

La primera parte del libro está dedicada a las campañas electorales. Para los lectores europeos tiene el inconveniente de que está orientada a América, esto es, a elecciones presidenciales que, en el viejo continente, salvo contadas excepciones, no se dan. El tema se subdivide en cuatro grandes cuestiones: la eficacia de la estrategia de la campaña electoral, los contextos electorales y las tendencias de voto, las estrategias de lanzamiento de candidaturas y las elecciones primarias y un interesante capítulo sobre el liderazgo. No obstante, algunas de las cuestiones tratadas tienen relevancia para Europa; por ejemplo lo relativo a las segundas vueltas, lo de las elecciones primarias o lo referente a cómo y cuándo presentar una candidatura.

En todo caso, lo interesante de la obra es el análisis de las elecciones presidenciales en los distintos países latinoamericanos. Y lo primero que salta a la vista es la enorme importancia que tiene el modelo estadounidense, que es el que se estudia con mayor detenimiento y se analiza pormenorizadamente. Porque si en Europa algunos (sobre todo los franceses) se quejan de la "americanización de la política" (queriendo decir "yanquización"), en la misma América, el asunto va de soi. Las distintas estrategias o tácticas se estudian desde un punto de vista del marketing. De lo que se trata es de "vender" un candidato en unos contextos y circunstancias determinados. Y lo interesante de la obra es, precisamente, el análisis de los últimos. Se elige un presidente, con o sin vicepresidente, hay tendencia al bipartidismo, se esperan candidatos del "sistema", pero puede haber "afuereños" (outsiders los llaman los autores), como Fujimori en su día.

El tono de las campañas suele ser muy personal. Y aquí encaja el mencionado capítulo sobre el liderazgo. Una reflexión interesante sobre algo que es esencialmente inefable como es el carisma. El liderazgo se tiene o no se tiene pero no creo que se pueda adquirir. Lo que se puede hacer, como hace el capítulo, es analizar los rasgos, las condiciones de los líderes ya probados, algo al estilo de las crónicas De viris illustribus para ejemplo y emulación de generaciones posteriores. El hecho es, sin embargo, irrefutable: el liderazgo ayuda a ganar elecciones.

La segunda parte del libro, dedicada a la comunicación política toca a su vez diversos aspectos de distinto rango pero todos ellos muy actuales: los mensajes de la campaña, su carácter positivo o negativo, la retórica en la campaña, los debates electorales y las cibercampañas. El estudio de las campañas positivas y negativas nos ahorra consideraciones morales porque analiza fríamente las ventajas e inconvenientes de ambas. Suena un poco raro pero no tiene porqué. Así son las cosas. Si Pepsi-Cola pudiera demostrar que Coca-Cola está hecha con arsénico, lanzaría una campaña planetaria.

El capítulo de la retórica está muy bien traído. Poner nombre a los recursos que emplean los oradores es buena cosa para entender el lenguaje político y no sólo en elecciones sino siempre. Porque los políticos, en realidad, están siempre en elecciones. Algunos de los tropos, la metáfora, la sinécdoque, etc., no era necesario mencionarlos; otros, decididamente sí. De todos los que se valen los políticos el que encuentro más detestable es la anáfora.

El último capítulo, la cibercampaña, es un acierto. Las campañas electorales se libran cada vez más en el ciberespacio y en las redes sociales, todo el mundo lo sabe y es bueno que vayan extrayéndose conclusiones. Palinuro está además encantado de que los autores dediquen unas cuantas atinadas reflexiones a los blogs.

diumenge, 1 de gener del 2012

¡Feliz año nuevo!

Pase que mintieran durante la campaña electoral y que hayan subido el IRPF cuando dijeron que no lo harían. Pase que dejen a los jóvenes sin ayuda al alquiler; que aumenten el IBI; que congelen el salario mínimo; que alarguen la jornada de los funcionarios, pero no su sueldo; que aplacen un año las ayudas a los dependientes; que suban un uno por ciento las pensiones; que aprueben la ley Sinde; que sigan mintiendo al afirmar que hay un déficit real superior al previsto sin hablar del de las Comunidades Autónomas en las que gobiernan. Pase hasta que llamen violencia en el ámbito familiar a la violencia de género.

Pero lo que no puede pasar es que, habiendo retrasado hasta después de las elecciones andaluzas en marzo las medidas más gravosas del "ajuste", hayan sido incapaces de aplazar el anuncio de estas una semana a efectos de no amargar las uvas en sentido literal a los españoles. No es que sean neoliberales, conservadores y hasta reaccionarios; es que tienen mala uva y carecen de tacto, elegancia y educación.

Si hubieran retrasado hasta después de Reyes por ejemplo las malas noticias, aparte de mostrar cierta sensibilidad, habrían dado la impresión de que las estaban trabajando; no de que las tuvieran preparadas de antemano pero no lo dijeron. Habrían dado la impresión de no ser unos mentirosos contumaces.

¡Feliz año 2012! Que los dioses nos tengan de su mano.

Para quienes sientan curiosidad, la imagen de la cabecera es una estampa de Katsushika Hokusai, titulada Aldea de Sekiya en el río Sumida (1830-32).

(La imagen del post es una foto de Avodrocc, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 31 de desembre del 2011

¿Qué esperaban?

El gobierno se ha apresurado a decir que esto es sólo "el inicio del inicio". El país se enterará de verdad de lo que le viene encima después de las elecciones andaluzas porque, como siempre, la derecha antepone sus intereses de partido (ganar en Andalucía) a los de España. Como siempre.

Una vez pasadas las elecciones andaluzas que a lo mejor ganan también por las mismas razones por las que el presunto delincuente Camps ganó las de Valencia y que no califico por no ser necesario, vendrán las verdaderas medidas duras. Ya estas adelantan bastante la orientación general del Gobierno: la crisis la pagarán las clases medias y bajas en toda su extensión a través de todo tipo de congelaciones, recortes, aumentos de precios, aplazamiento o supresión de prestaciones sociales, eliminación de subsidios, subidas de tasas, cobros por servicios que antes no se pagaban y la medida estrella por ahora, la que pasaron toda la campaña diciendo que no tomarían pues eso era cosa de los socialistas: la subida de impuestos que, por descontado, también cargará más sobre los estratos medios.



Efectivamente, eran los socialistas los que iban a subir los impuestos; ellos, no. Repito la pregunta: ¿que esperaban? No digo ya qué esperaban los que han votado al PP porque está claro que esperaban lo que su partido está haciendo y, si no es así, con su pan se lo coman.

La pregunta es ¿qué esperaban todas esas almas críticas que, hastiadas con el "derechismo" del PSOE en el gobierno, se fueron a la abstención con lo que pusieron a Rajoy en La Moncloa? ¿Esperaban que Rajoy cumpliera lo que prometía en la campaña cuando era obvio que no pensaba hacerlo, no lo pensó jamás, que ocultaba su programa porque quería llegar al poder como fuera, incluso engañando, para hacer la política del capital, los banqueros y los empresarios en detrimento de todos los demás? ¿Creían los abstencionistas que iba a ser de otra manera?

¿Qué esperaban los que, buscando hundir al PSOE a toda costa decían que el PSOE y el PP "la misma mierda es"? ¿Qué esperaban? ¿Que de verdad el PP iba a ser tan moderado defensor del Estado del bienestar y de la cohesión social como, a pesar de todo, lo fue el PSOE? ¿Creían de verdad que el PP y el PSOE son lo mismo? Porque, si es así, habría que proponer un test de imbecilidad cuya primera pregunta fuera esa: ¿cree usted que el PP y el PSOE son lo mismo? Hay gentes que, al parecer, lo decían pero no lo creían. Si lo aseguraban era porque aspiraban a substituir al PSOE, dejar que se colapsara y ponerse en sus zapatos. Básicamente son los que dieron ese 1.600. 000 votos a IU que, al proporcionar la mayoría absoluta al PP, son literalmente como si no existieran porque no sirven para nada en el Parlamento. Como, gracias a la inteligente política electoral de la izquierda, no sirve ningún otro voto que no sea del PP en la cámara.

Además de los recortes que ya se han aprobado y los muchos más duros que llegarán tras las elecciones andaluzas, además de la política antisocial y de la evidencia de que todo cuanto dijo la derecha en la campaña era mentira (cosa por lo demás clara ya entonces), además de todo esto y de la aprobación sin más de la Ley "Sinde" (que el otro gobierno no aprobó) hay en marcha una merma general de derechos de todo tipo de la población. Tiene que acabarse este desmadre de que los trabajadores quieran trabajar, los pobres comer, los enfermos curarse, lo escolares aprender algo, los inmigrantes algún derecho, los homosexuales casarse, las mujeres estar protegidas, etc. Se acabó la broma; todo eso es demasiado caro.

Los que no votaron al PSOE, el único partido que podía parar esta arremetida, ¿qué esperaban? Es cierto que el PSOE cometió errores garrafales pero, aun con errores garrafales, está a una distancia sideral del PP, sobre todo de este PP con mayoría absoluta gracias al suicida y demencial comportamiento electoral de la izquierda. Todos los que hablaban de la "derechización" del PSOE ya pueden ver en dónde está la derecha de verdad. Los que invocan el caso de Islandia para afear la "cobardía" del PSOE y dicen que el hecho de que ese país cuente sólo con 300.000 habitantes es irrelevante olvidan que, al estar fuera de la Unión Europa, tiene una margen de acción que España no tiene.

¿Qué esperaban todos los que ahora se rasgan las vestiduras? Pues es recomendable que se dejen algunas sanas porque aún no ha empezado el baile.

Victoriana.

Cary Fukunaga, Jane Eyre, 2011.-

Las novelistas inglesas de fines del XVIII y el XIX, Jane Austen, las hermanas Brontë, George Elliot (Mary Ann Evans), como las mujeres libertinas e ilustradas francesas del XVII y XVIII Mme de Sevigné, Mlle. de Scudéry, Mme. de Châtelet, Mme de Staël, son tradiciones muy peculiares desconocidas en otros lugares y constituyen casi géneros literarios y epistolares en sí mismas. Y entre ellas sobresale el caso de las Brontë, Charlotte, Emily y Anne. Hijas de un modesto pastor de la Iglesia de Inglaterra cuya mujer falleció tras dar a luz seis hijos, recibieron una cuidada si bien no lujosa educación en un severo espíritu metodista. Las tres murieron jóvenes. Únicamente Charlotte pasó de los treinta años y falleció a los 39, dejando cuatro novelas, una de ellas Jane Eyre. Emily sólo escribió una, Cumbres borrascosas, y Anne dos, una de ellas, La inquilina de Wildfell Hall, considerada una de las primeras novelas feministas y un ataque a la sociedad victoriana tan escandaloso que su propia hermana, Charlotte, prohibió que se reeditara a la muerte de la autora.

Las tres novelas mencionadas son obras maestras, siguen leyéndose hoy y conocen muchas adaptaciones al cine y a la TV. Sólo de Jane Eyre debe de haber más de veinte. Y con razón porque son extraordinarias. Las tres hermanas lo eran (asimismo un solo hermano que tuvieron, Branwell, quien las retrató en el cuadro de la derecha antes de morir a los 31 años alcoholizado y adicto a las drogas) y en los estrechos márgenes que la sociedad victoriana permitía a las mujeres, tuvieron unas breves pero agitadas existencias, unas relaciones muy estrechas entre sí y dejaron obras cumbre de imaginación y calidad literaria.

La prolongada era victoriana ejerció una fuerte impronta sobre la literatura de forma que, en realidad, hablamos de novelas victorianas queriendo con ello decir algo más que "novelas escritas durante la época victoriana". Muchas de las novelas victorianas se ven como ataques al espíritu y las instituciones del tiempo, singularmente la fundamental, la familia. Es fácil de entender porque la época era tan estricta, rígida, artificiosa y opresiva que bastaba su mera descripción para que el resultado fuera una crítica.

Es más o menos lo que sucede con Jane Eyre, la novela autobiográfica de Charlotte, una pieza literaria de primer orden, creadora de un personaje, Jane, que goza de proyección universal. La historia, una especie de Bildungsroman, tiene un elemento gótico muy fuerte. Y no sólo gótico; incluso hay un episodio de un aproximado vampirismo. Desde que Polidori publicara su narración El vampiro, la primera del género en los años veinte, los vampiros frecuentaron la literatura hasta la llegada de Bram Stoker. El argumento es encendidamente romántico pero está encajado en un rígido mundo de valores victorianos. La propia Jane Eyre es una heroína cuya vida está marcada por unos principios de sujeción de la mujer que no comparte y contra los que se rebela (es el elemento de feminismo que se le subraya) pero, al mismo tiempo, representa valores victorianos en estado puro. Jane es un personaje denso, activo, que lucha por afirmarse en condiciones de igualdad a los hombres pero lo hace invocando los valores típicamente victorianos de independencia económica, autoayuda y trabajo productivo con el que ganarse la vida.

La peli de Cary Fukunaga narra la historia de modo aceptable, recogiendo todos los elementos de los conflictos que se plantean, aunque a veces le puede el texto literario y en un par de ocasiones los diálogos son prolijos e innecesarios y en otras no atina a explicar del todo las peripecias porque el guión deja algo que desear a fuerza de deslavazado. Plantea el relato con un larguísimo flashback que desestructura la narración tanto que se ve obligado a repetir escenas para que el espectador pueda saber en dónde está.

Pero a cambio ha traducido muy bien en imágenes el mundo mental de la autora. Los exteriores -y hay muchos- son extraordinarios y las ambientaciones imponentes; las mansiones, las residencias, los carruajes, los jardines. Los personajes están muy bien caracterizados, sobre todo los hombres, que eran los que se le daban bien a Brontë. Lo que ya no es tan claro es que se ajusten a sus papeles. El más logrado, a mi entender, St. John Rivers, el del primo pastor que quiere ser misionero en la India, aquí casi figura secundaria cuando en la obra es un elemento crucial pues, al pedir en matrimonio a Jane, fuerza en esta un proceso de introspección que la hace encontrarse a sí misma y definirse como persona al negársele como esposa pero ofrecérsele como hermana. Rochester está bien, pero no acaba de encontrar el punto. Y el caso más llamativo es el de Jane, interpretado por Mia Wasikowska. Es muy buena actriz y borda el papel, pero es demasiado guapa. Jane tiene un semblante vulgar, anodino (plain es la expresión que usa), que es lo que explica las continuas distinciones entre la belleza exterior y la interior. Pero el rostro de Wesikowska es muy bello y, al presentarla sin maquillaje, sin acicalar, aun lo es más, lo que no se compadece con la historia.

De todas formas, la narración es tan poderosa, la autobiografía de Charlotte Brontë (quien tuvo que publicarla con seudónimo masculino, así como sus hermanas, incluida una antología poética de las tres) atrapa de tal modo que de cualquier forma en que se cuente es apasionante. Fukunaga puede haberse hecho un lío con el argumento (por cierto mucho más simple y lineal que el de Cumbres Borrascosas que, según una de las frecuentes leyendas sobre las Brontë, también es obra de Charlotte) pero refleja el mundo mental de Jane Eyre y hace que esta se manifieste en su mezcla de moral victoriana y antivictoriana al mismo tiempo, lo que da a la obra su gran atractivo.

divendres, 30 de desembre del 2011

Naturalmente: primarias abiertas.

Palinuro está encantado de que tanto el candidato ya postulado, Rubalcaba, como la candidata in péctore, Carme Chacón, se hayan pronunciado por unas elecciones primarias abiertas, "a la francesa". Podrían haber dicho "a la norteamericana" en muchos lugares desde hace tiempo. Dar a los ciudadanos la posibilidad de influir en quién sea el próximo secretario general del PSOE es muy democrático, muy buen comienzo para una etapa de renovación. El PSOE no pertenece a nadie, no a un individuo ni a una oligarquía, ni a un grupo de barones. Pertenece a toda la sociedad española. Ya lo dice su nombre, es un partido español y es natural que los españoles puedan decir algo sobre las decisiones que luego los afectarán.

Preocupado por la imagen de tumulto que el PSOE pueda proyectar con estas elecciones, Rubalcaba recuerda que "no es un movimiento social". Sin duda quiere marcar distancias con el 15-M. Es claro que el PSOE no es un movimiento, pero tampoco es sólo un partido, sino algo más. Y en ese algo más caben sus votantes.

Es de esperar que el Congreso apruebe el procedimiento de primarias abiertas. Queda por saber si habrá más candidat@s. Una vez sabido lo que corresponde es fijar el día de la votación lo antes posible y entre tanto llevar adelante sendas campañas electorales de juego limpio entre los candidatos, de neutralidad del aparato del partido y de debate de ideas. La izquierda es democrática y la socialdemocracia del siglo XXI tiene que encontrar su camino.

La imagen es una foto de Irekia, bajo licencia de Creative Commons).

De señores, siervos y gandules.

Las Cortes Generales casi se vinieron abajo de la ovación. A excepción de los de IU, PNV y UPyD, el resto de los diputados, representantes del pueblo soberano, puesto de pie se fundió en un aplauso de dos minutos, en muestra de cerrado apoyo a la Monarquía en sus horas bajas. ¡Viva el Rey! gritaban. ¡Vivaaaaa! se respondían a sí mismos. Orondo y satisfecho, el Rey se dejaba aclamar.
Salvo honrosas excepciones, como Público, la prensa se deshacía en ditirambos y elogios a la Casa Real, a la ejemplaridad, la transparencia de que había dado muestra (sin estar legalmente obligada a ello, decían los plumillas) al publicar sus ingresos. ¿Ejemplaridad? ¿Transparencia? El Rey da a conocer -ya veremos en qué medida y con qué detalle- sus ingresos públicos -no los privados-a los 33 años de la aprobación de la Constitución y 40 días antes de que su yerno se siente en el banquillo de los acusados por una ristra de presuntos delitos cometidos, al parecer, al cobijo de su figura.
Para Palinuro eso no es ejemplaridad ni transparencia, sino hacer de necesidad virtud. El juicio de Urdangarin será sonado y dará una imagen bastante negativa de la Casa Real a ojos de los ciudadanos. ¿Cabía que ésta siguiera ocultando la cuantía de sus ingresos? No, claro. Lo ha hecho tarde y a regañadientes y de modo enrevesado, sin computar todos sus ingresos procedentes de diversos ministerios. Sólo un espíritu servil puede ver ejemplar y digno de encomio un comportamiento que no es sino el cumplimiento de un deber moral y también juridico pues es falso que la Corona no esté obligada a revelar sus ingresos por el hecho de que aún no haya una ley específica que así lo ordene. No la hay específica, pero la hay general. El Rey es un funcionario público; lleno de privilegios, prerrogativas, títulos y grandezas, pero funcionario y sus ingresos, como los de todos los funcionarios, deben ser públicos y estar a disposición de quien quera consultarlos. Así que aquí no hay nada ejemplar. El Rey trae 33 años de retraso.
Y los revela porque no tiene otro remedio, porque habiendo averiguado hasta dónde llegaban las andanzas del yerno (no haya duda de que el Rey es la persona mejor informada de la situación procesal del Duque de Palma), ha comprendido que es la única forma de que el vendaval de esta imputación no se lleve por delante la Monarquia. Y eso está todavía por ver, cuando se apague el eco de esos atronadores aplausos con que los vasallos han regalado los reales oídos.
La trascendencia del procesamiento de Urdangarin viene dada por ser el imputado quien es, no por otra razón. Delitos como la malversación de caudales públicos, la falsedad documental, el fraude y la prevaricación los ventilan los tribunales todos los días, especialmente en España. Dice el abogado defensor que la imputación se debe al clamor popular. Efectivamente este clamor se da y es lógico que se dé, pero los jueces le imputan delitos concretos, no clamores. No es inteligente cuestionar el procesamiento poniendo en cuestión la independencia de los jueces y su probidad profesional. Si los jueces fueran volubles, venales, influibles, ¿cabe alguna duda de que las influencias de la Casa Real se hubieran hecho sentir?
El clamor popular viene y seguirá viniendo por ser Urdangarin quien es, por estar casado con quien está casado y ser yerno de quien es yerno. Por su posición en la vida. Los Reyes, los príncipes, las realezas tienen varias misiones simbólicas; una de ellas es dar materia para las revistas del corazón porque eso satisface un natural deseo del pueblo llano de hacerse ilusiones de príncipes azules, de olvidarse de lo anodino de su vida, de vivir vicariamente la de los señores, los grandes, los famosos, las celebridades. Es el peaje que la opinión pública les ordena pagar para hacerse perdonar sus vidas de boato, su dolce far niente, sus existencias de gandules y zánganos de lujo. De forma que cumplen poblando las páginas de papel couché. Pero no se les espera en las de crónicas de los tribunales por delitos de estafas propios de chorizos sino, si acaso, por tormentas matrimoniales y otros apasionamientos que también seducen al gentío. Al cruzar esa línea roja, Urdangarin ha desplegado a los ojos del común una vida de parásitos insaciables que, además de obtener una pastuqui de los presupuestos del Estado y de conseguir unos salarios de cine merced a sus enchufes, no pareciéndoles eso suficiente, se apropian al parecer ilícitamente de los caudales del común y los usan para los más fastuosos caprichos mientras millones de personas en España malviven como pueden.
Claro que hay un "clamor popular", señor abogado, y a él debieran unirse sus voces porque también es su dinero el que este presunto gandul a quien defiende se ha apropiado; supuestamente, claro. Más de seis supuestos millones de supuestos euros.

dijous, 29 de desembre del 2011

Señoras bien de derechas.

Los peores enemigos de la igualdad de género, de la emancipación de las mujeres son algunas, muchas, mujeres. Las que aceptan de grado su posición subalterna tradicional, las que implícitamente justifican los privilegios del machismo imperante y así contribuyen a perpetuar el orden patriarcal; las cipayas de este. Son las peores porque, con su discurso de la servidumbre voluntaria, deslegitiman la lucha de sus congéneres por alcanzar la plena condición ciudadana y la igualdad de derechos con los varones. Las más visibles son las mujeres acomodadas, de clase alta, por ser las que tienen más acceso a la esfera pública, pero las hay en todos los estamentos sociales, también entre los más pobres. Su oposición a la emancipación femenina nace de inveterados prejuicios y estos están liberalmente repartidos entre toda la población.

Dado que las conquistas del feminismo, por el que la derecha no ha movido jamás un dedo, han cristalizado en leyes e instituciones que la sociedad ha acabado aceptando y no es posible derogarlas o aniquilarlas, las señoras bien de derechas tratan de vaciarlas de contenido, de inutilizarlas reformulando la terminología que les es propia, retorciendo el lenguaje para confundir la cuestión. Saben que el nombre define la cosa y por eso tratan de cambiárselo. Apenas sentada en la poltrona, la ministra Ana Mato ya ha llamado violencia en el entorno familiar a lo que la ley misma llama violencia de género (Ley Orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género). La intención es transparente y consiste en desactivar la ley, retornar al camino de la sumisión frente a la violencia machista. Más o menos en el espíritu de esa otra señora bien de derechas que acaba de estrenarse como alcaldesa de Madrid y que, al interpretar el cuento La cenicienta, se extasiaba diciendo que esta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar..."

La mala jugada de Mato en contra de las mujeres víctimas de la violencia machista ha levantado una ola de protestas en una sociedad que ha visto cómo en un año caían sesenta de ellas asesinadas por sus parejas y ex parejas, en sus casas, en los parques, en el campo, en mitad de la vía pública y que por lo tanto sabe que la violencia no se da solo en el entorno familiar sino en todos los entornos porque es violencia de género, machista, que sólo cabe combatir teniendo esto muy presente. Vista la contundencia de la respuesta, Mato ensayó un línea de defensa afirmando que "el nombre es lo de menos". Vieja y socorrida falacia. Si el nombre fuera lo de menos, ¿por qué cambiarlo? Porque no es lo de menos sino lo de más. Los delitos deben estar correctamente tipificados con un nombre que no quepa desdibujar o difuminar.

Como el sofisma nominalista no coló, el ministerio de Ana Mato emitió ayer una nota de prensa en la que se califica el último asesinato de una mujer por su ex compañero sentimental de "violencia de género"; pero en el cuerpo del texto vuelve a hablar de violencia en el entorno familiar. Quieren restar importancia a esta lacra, diluirla en un problema de "familia", en definitiva, desproteger a las mujeres. Por eso insisten en cambiarle el nombre.

Hace un tiempo, en un libro de Pilar Urbano sobre la Reina Sofía, esta, que es quintaesencia de las mujeres bien de derechas, de las damas como Dios manda, decía a la periodista que no se opone a que los homosexuales se junten (olvidó decir que no se opone ahora pues ya no puede evitarlo) pero que no llamen "matrimonio" a esa unión. Efectivamente, los nombres importan, son decisivos, sirven para reconocer derechos. Torcerlos, cambiarlos, ayuda a recortar, a mermar esos derechos pues, por fortuna, ya no es posible negarlos de raíz. Que es lo que las señoras bien de derechas quieren hacer con los que protegen a las de su sexo.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).