dimecres, 20 d’abril del 2011

Jueces y estrellas.

El mismo día en que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) decidía que su deber es suspender a Garzón por segunda vez, Isabel Coixet anunciaba para hoy el estreno de su película Escuchando al juez Garzón, que espero poder ver de inmediato. La coincidencia de ambos hechos, con ser curiosa y aleccionadora, no priva a cada uno de ellos de su carácter esencial. La decisión del CGPJ es un acto de necesidad, dado el precedente que él mismo sentó al suspender cautelarmente al Juez con la causa de la investigación por los crímenes del franquismo. No puede no suspender, con lo que da una lamentable imagen como de ensañamiento. Suspender a alguien dos veces es como matarlo por partida doble, una porque corresponde y otra por si resucita.

El pobre juez sabe muy bien en dónde lo han metido, en una maraña jurídica como la de El proceso de Kafka, en la que todo es incomprensible pero nada sucede por casualidad. Por ejemplo, el orden de los procesos puede no ser inocente. De haber empezado por el del franquismo, con lo sensibilizado que está todo el mundo, tanto aquí como en el extranjero, con los crímenes impunes de la Dictadura, hubiera tenido muy mala prensa. Parece más astuto procesarlo antes por algo que despierta menos pasiones, especialmente en el extranjero como son las escuchas de la Gürtel. Si resultara condenado por prevaricación, luego sería más fácil hacer lo mismo en el proceso por los crímenes del franquismo. ¿Por qué no? La maquinaria de la venganza judicial se ha puesto en marcha y Baltasar G. puede ya hacer muy poco.

En el terreno procesal. Pero puede hacer y mucho en el terreno social y en el mediático. He aquí que las frecuentes acusaciones que se hacían al juez Garzón, con su pelusilla de envidia, de que era un juez estrella resultaron ser la típica profecía que se autocumple. El juez Garzón es una estrella de cine de la mano de Isabel Coixet y expone directamente su situación en público en una sala de proyecciones y, en unos días, a través de la red. Estoy seguro de que será uno de los productos más bajados.

Precisamente presentaba Garzón en Madrid un libro que recoge una amplia conversación con el escritor Manuel Rivas y se titula La fuerza de la razón (editorial Debate, Madrid), el mismo título que el explosivo de Oriana Fallacci. Y viene con DVD. Esa Fuerza de la razón es la que se exhibe en el documental de Coixet que a su vez está realizado no como un acto de necesidad, al estilo del del CGPJ, sino como un acto de libertad y de creación. Manuel Rivas pudo escribir o no escribir el libro, al igual que Coixet pudo rodar o no rodar la película. Si lo hicieron fue, probablemente, por un sentimiento moral en pro del juez. En todo caso está claro que Garzón tiene apoyos sociales que se hacen oír en su defensa. A pocos acusados les es dado exponer sus circunstancias y razonamientos de forma tan extensa. Y es eso, la sociedad que quiere escucharlo.

Por supuesto el ruido mediático, la difusión del discurso de Garzón no lo va a hacer más simpático a los ojos de los colegas que han de juzgarlo y para quienes lo ideal sería que el acusado se limitara a contestar a las preguntas de la sala y el resto del tiempo estuviera en silencio cartujo hasta conocer su destino. Pero eso es imposible. Nuestra sociedad es abierta, hay libertad de información y de expresión y, salvo orden judicial (que habría que ver cómo se justificaba) Garzón se encuentra en pleno uso de sus derechos, muy especialmente el de expresión, que es su mejor baza y es de suponer que nadie entienda el ejercicio de ese derecho como un intento de presionar a los jueces que, de todas formas, están en una posición imposible.

El proceso por investigar los crímenes del franquismo quizá sea intachable desde el punto de vista jurídico, que no lo parece, pero desde luego es inaceptable desde el punto de vista político y moral. Que en lugar de investigar aquellos crímenes, castigar a los culpables, resarcir a las víctimas sea el juez que instruyó la causa el que acabe enjuiciado a instancias de una organización fascista no es algo que pueda explicarse fácilmente. Tampoco sale mejor parado el proceso por ordenar escuchas telefónicas en el caso Gürtel. No es sencillo hacer entender a la gente que un juez pueda acabar en el banquillo bajo la acusación presentada por los imputados en la causa que estaba instruyendo. Si además resulta que la fiscalía no ve delito, la dificultad se convierte en imposibilidad.

Garzón entiende tan bien las reglas de la sociedad del espectáculo como las del foro y en ambos territorios se maneja con habilidad y destreza. Es posible que en el orden judicial lo hayan atrapado (y ya se verá el rigor jurídico de la causa en contra de él) pero en el mediático, en el comunicacional, ya ha ganado. Garzón tiene rostro; sus acusadores y juzgadores, no. Garzón es persona; sus acusadores y juzgadores son nombres, cargos, engranajes en el impersonal funcionamiento de la ley. Garzón esgrime razones; sus acusadores, códigos. Garzón lucha contra el delito; sus acusadores luchan contra Garzón; Garzón suscita simpatías y solidaridad generalizadas; sus acusadores sólo cosechan desconfianza, antipatía y desprecio.

Si el juez fuera condenado tendría que dedicarse a otra cosa, quizá a la abogacía, como hizo otro juez, Gómez de Liaño, condenado por prevaricación. Pero también podría dedicarse a la publicística, a luchar porque no suceda a nadie lo que le ha sucedido a él. Tiene el suficiente prestigio moral para hacerlo y cuenta con tanto respaldo social que no le será difícil poner en marcha una empresa en pro de la justicia, la trasparencia, la moralidad en la vida pública y, en último término, la democracia. Lo que no le recomendaría es que se metiera en política, como hizo el fiscal italiano Antonio di Pietro.

(La imagen es una toma de un vídeo de Público, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 19 d’abril del 2011

La indignación de Aznar.

Paseando ayer por las calles de Santa Cruz de Tenerife con su comitiva, pues venía de pronunciar un discurso, Rajoy fue protagonista de una de esas anécdotas que jalonan su triste existencia de delfín demediado. Dos jóvenes admiradoras le pidieron un autógrafo pensando que era Zapatero. Salvo que las jóvenes fueran finlandesas o tagalas el asunto es poco creíble y más parece una broma. Si lo hubieran confundido con Aznar habría sido más verosímil.

Lo que la portada de Público muestra es la estricta verdad por cuanto es la percepción general y la realidad social no es otra cosa que la percepción de la realidad social. Aznar impera, Aznar es el rostro visible de la derecha, Aznar marca la pauta y lo que dice Aznar es lo que los demás glosamos, incluidos los más altos dirigentes de su partido que, en principio, debieran estar propalando sus propias doctrinas. Sobre todo porque en las diatribas de Aznar hay un fuerte elemento personalista que no beneficia en nada al candidato de su partido.

Respecto a la cuestión de Gadafi dice Aznar en Estepona que no se manipule lo que él dice. Que en punto a amigos, los dictadores de Túnez y Egipto eran de partidos que pertenecían a la Internacional Socialista (IS). Y no le falta razón. La IS se apresuró a expulsar a la Agrupación Constitucional Democrática de Túnez y al Partido Nacional Democrático de Egipto ya en enero de este año. Pero quizá debiera hacer una reflexión pública sobre el hecho de que estos partidos formaran parte de la Internacional. El 19 de marzo la Presidencia de la organización emitió una declaración sobre los movimientos en los países árabes claramente a favor de la democratización. La IS tendría también que revisar sus criterios de admisión y someter a los actuales miembros a una prueba de acuerdo con esos criterios de admisión revisados. Porque puede haber más partidos que no merezcan estar en una organización socialista.

En el asunto concreto de Gadafi las aclaraciones de Aznar no aclaran nada. Aquí la dicotomía schmittiana amigo-enemigo cuenta poco porque hay un mandato de las Naciones Unidas dictado en aplicación del novísimo derecho de injerencia por motivos humanitarios. Esto será verdad o mentira, que es otro debate, pero actúa y anula la objeción de amigo-enemigo porque lo contrario sería admitir dos absurdos: a) que los amigos no pueden cometer crímenes; b) que si los cometen da igual pues para eso son amigos.

El argumento de a quién se venden las armas, si a los amigos o a los enemigos, resulta insólito dicho por un ultrancista del libre mercado. Supongo que en estricta teoría neoliberal las armas se venden a quien las compre. Algunos creemos que no debiera haber ningún comercio de armas; para nadie y, como mal menor, insistiremos en que, al menos, no se vendan a quienes vayan a usarlas contra su propio pueblo. El Gobierno socialista lo ha hecho en Libia y eso es algo altamente reprobable, pero no lo convierte en amigo de Gadafi. Amigos de Gadafi sólo pueden ser, obviamente, quienes dicen que Gadafi es un amigo. Luego pueden pedir, como ha hecho Aznar, que lo derroquen, por lo que se decía más arriba: el hecho de ser amigo no impide que se cometan fechorías. Pero, en este caso, ¿a qué recordar que Gadafi es amigo? ¿Sólo para criticar en los demás el comportamiento propio?

En el asunto mucho más espinoso de sus golpes bajos contra la imagen de solvencia de España, las aclaraciones de Aznar son una guirnalda de embustes. Dice ahora que no duda de la solvencia y el futuro de España. Perfecto pero eso debería ir a decirlo a la Universidad de Columbia, en los EEUU y no aquí, en Estepona. Y, así de paso explicaba cómo hacía compatible esa fe en España con su convicción acerca de la "inconsistencia, la incompetencia y la insolvencia del señor Zapatero y su grupo de amigos" que es una forma harto despectiva de referirse al Gobierno de España, que "recibieron un país tan próspero y rico, y lo han destrozado en siete años". Porque si el país está destrozado, ¿cómo hará frente a sus compromisos? Esto es, ¿en qué quedamos? ¿Es o no es solvente España? España es solvente pero el odio que rezuma Aznar le hace negarlo incluso cuando dice afirmarlo. Odio trufado de hipocresía. ¡Qué mala persona es este pavo!

La revolución necesita dinero.

El movimiento izquierdista de los sesenta desembocó en los setenta en un debate sobre si seguir hablando, teorizando, predicando o pasar a la acción directa mediante la lucha armada. Y se constituyeron grupos que recurrieron a los atentados y asesinatos, al terrorismo en suma. Los más eficaces, por más sanguinarios, los alemanes de la Rote Armee Fraktion, los menos los españoles del FRAP y entre medias los italianos de las Brigate Rosse.

Empezar los tiros y acabarse el debate fue todo uno. La guerra de guerrillas es una guerra especial pero guerra al fin y al cabo, cuya máxima primera y última es que las órdenes del mando se obedecen ciegamente. Lo que resulta una posición pintoresca para quienes habían comenzado su peripecia vital invocando la razón crítica. La cosa empezó con una motivación política y terminó con una militar. Entre medias todas las contradicciones teóricas en que nada siempre la izquierda revolucionaria en sociedades que no siguen sus consignas.

El caso del mítico Carlos, que analiza esta larguísima peli de Olivier Assayas, es uno de los más característicos. Por cierto originalmente la peli tenía unas cinco horas y media y la han dejado reducida a algo menos de tres a costa de pegarle tales cortes que la cinta queda descompensada entre una primera parte de acción trepidante que culmina con el secuestro de los delegados de la OPEP en Viena en 1975 y una segunda en la que Carlos únicamente lucha por su supervivencia en un mundo enrevesado de servicios secretos del Oriente próximo, traiciones de gobiernos a gobiernos, entrenamientos en desiertos apartados, maquinaciones, planes y contraplanes y la participación de los países socialistas en el contexto de la guerra fría.

Da la impresión de que Assayas cree que Carlos no es un típico radical de los sesenta, con un empacho de ideología revolucionaria que da el paso a la acción armada por convicción, sino que desde el principio se trató de un pistolero mercenario dispuesto a trabajar para quien fuese siempre que le pagaran. De hecho en varias ocasiones contrapone su figura con la de los terroristas alemanes que también se refugian y adiestran en el Yemen y están movidos por una especie de fe religiosa que no es el caso de Carlos. Por cierto que algunos personajes y escenas de estas secuencias parecen extraídas de otro fracaso cinematográfico, Der RAF Komplex, de Uli Edel. Y no consta que el propio Carlos, que cumple condena en Francia, vaya aclarar este extremo aunque se dice que la peli no le ha gustado. Como no gustará probablemente a los demás retratados. El cine es una potente máquina de propagación de ideología pero es muy malo analizándola o criticándola.

La tesis del mercenariado es verosímil, aunque haya al principio una especie de conato de debate ideológico entre Carlos y una de sus novias que resulta bastante tosco, como a la altura teórica de las cosas de Marta Harnecker. Además deja sin explicar un hecho importante: un pistolero con ganas de hacer fortuna siempre estará mejor en algún servicio secreto occidental, de esos que son pilares de la civilización cristiana, la CIA, el MI15, la DST, y que utilizan todo tipo de criminales para hacer el trabajo sucio, que enmarañado en esos grupos de integristas musulmanes en los que nadie parece fiarse de nadie y que tampoco son mejores desde un punto de vista moral y, desde luego, con menos medios. En realidad Assayas los presenta como mafias.

En todo caso, si de desmitificar la figura de Carlos se trataba no hubiera merecido la pena un film tan largo. Más interés, entiendo, presenta el contexto de las relaciones entre los servicios secretos y las organizaciones terroristas musulmanas primero durante la guerra fría y después, en los tiempos del llamado dividendo de la paz. Pero eso es lo que aparece cercenado en la peli. Razón por la cual ésta pierde su atractivo.

dilluns, 18 d’abril del 2011

Bambi contraataca.

¡Quién iba a decirlo! Hace unos días Zapatero anunció que haría campaña en estas elecciones y la centraría en denunciar la oposición de tierra quemada del PP. Y está cumpliéndolo. Va para tres años de un discurso dominante intensamente antigubernativo en la oposición y en su batería de medios con una respuesta de la parte del Gobierno tan tímida y deshilachada que parecía como si éste no tuviera defensa posible con todos los gurús mediáticos insistiendo en sus carencias comunicativas. Además se le vino encima una crisis de proporciones tan descomunales que no fue capaz de calibrar su importancia ni de cambiar a tiempo de protocolo, pensado para otro tipo de crisis, adaptándolo a los nuevos. Nadie daba entonces un euro por Zapatero ni siquiera por España, una vez que estalló la crisis griega.

Casi en las últimas el Gobierno del PSOE adoptó un durísimo programa de ajuste de esencia neoliberal que lo enemistó con una parte sustancial de su electorado. Y ahí se gestó esa diferencia de 12 a 15 puntos porcentuales en intención de voto a favor del PP, que pusieron a éste a cantar victoria antes de conseguirla y a perseverar en su política de centrar la culpabilidad de todos los males en Zapatero sin hacer niguna propuesta constructiva pues pensaba que España entraría en barrena en cualquier caso.

Sin embargo, las políticas de ajuste, restricciones, recortes de sueldos, gastos, subvenciones, proyectos que tan impopular han hecho a Zapatero, han dado buen resultado. Después de Grecia vinieron Irlanda y Portugal, todos en estado comatoso. Pero España resiste, está desvinculada de los PIGs por reconocimiento del Fondo Monetario Internacional y su situación crediticia es incluso algo mejor que la italiana y mejor que la belga. De momento el país se ha salvado y es razonable pensar que así seguirá, aunque Aznar vaya por todos los mentideros europeos y gringos ladrando su rencor y diciendo lo contrario, a ver si puede hundirlo.

La salvación de España (no su rescate) se ha hecho con cierto retroceso del Estado del bienestar pero no con el destrozo que hubiera supuesto un gobierno genuinamente neoliberal. Son ahora los votantes socialistas los que deben decidir sobre el mandato de Zapatero, si les ha fallado o, por el contrario, ha sabido preservar la política socialdemócrata tomando al mismo tiempo medidas tan radicales que han tenido el aplauso de la patronal y de la banca. Añádase que la lucha antiterrorista está en el mejor momento de su historia. La desvinculación de la violencia del independentismo radical vasco y su consiguiente integración en las instituciones, conjuntamente con los últimos sobresaltos de ETA, dan la impresión de ser como los dolores de un alumbramiento: la pacificación del País Vasco. Y eso aunque el PP se obstine en impedirlo azuzando casos como el Faisán, acusando al Gobierno de perpetua y subrepticia negociación con ETA, montándole manifestaciones en las que se pide la cárcel para el ministro del Interior y, en el colmo del dislate, igualando a éste con el etarra Troitiño. Tamaño desafuero procede de la inimitable María Dolores de Cospedal a quien, como buena manchega, las novelas de espías parecen haberle sorbido el escaso seso.

Con esos dos triunfos, la crisis y el fin de ETA, Zapatero renuncia al tercer mandato y deja al PP sin muñeco del pim pam pum. No solamente eso sino que él, aquel Bambi primerizo de quien ya nadie se acuerda, queda en una posición envidiable: tiene estabilidad parlamentaria y paz social (salvo que se le complique la insurrección de los jóvenes), aparece como pacificador del País Vasco y su destino personal ya no depende de las urnas. Eso quiere decir que puede pasar al ataque en dos vías ya anunciadas, explicando las políticas de su gobierno y criticando la oposición del PP.

Lo segundo ha empezado a hacerlo con claridad y contundencia. Dice a Aznar que no hable mal de España fuera, que no ponga zancadillas y eso es algo que entiende todo el mundo, incluso los del PP. Le recuerda, además, que la operación de Libia tiene el aval de la ONU y del Parlamento español, a diferencia de la del Irak; otra observación que se le alcanza a cualquiera. Igualmente pide a Rajoy que no trate de aprovecharse de las cuestiones de Estado en referencia a ETA y la lucha antiterrorista, cosa que también entiende todo el mundo: que no se puede hacer más caso a ETA que al Gobierno con el fin bastardo de derribar a éste a cuenta de aquella.

Hasta ahí muy bien. Contraatacar es sencillo porque la derecha ha expuesto demasiado cuerpo, ha ido muy al extremo, ha dicho muchas barbaridades. Dado que, además, va cargada con el cadáver de la Gürtel, tiene poco margen de maniobra. Pero con esto no será suficiente para que el PSOE gane las elecciones. Tiene, además, que cumplir el primer propósito, esto es, explicar la acción del Gobierno para recuperar el voto de los desengañados. Aquí hay mayor dificultad. Siempre es más fácil ir en contra que ir a favor de lo que sea. Defenderse dialécticamente a sí mismo tampoco es sencillo porque el auditorio da por supuesto que la defensa en realidad es una excusa o una engañifa. Así que aquí es donde Zapatero tiene su verdadero reto, en donde siempre se dice que lo ha tenido, en la comunicación. Veremos si, además de a las encuestas, es capaz de vencer a los gurús.

Pero lo que está claro es que Bambi ha pasado al contraataque.

(La imagen es una foto de Policy Network, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 17 d’abril del 2011

El indeseable.

Lo malo de Aznar no es que sea intelectualmente breve, moralmente tornasolado, políticamente oscuro y psicológicamente embrollado; lo malo es que es un plasta. Lleva siete años diciendo lo mismo pero por algún extraño mecanismo de compensación a él debe de parecerle que nunca se repite y siempre innova. No hay otra explicación. Sin embargo sería perfectamente posible poner un magnetófono en su lugar en sus apariciones públicas.

La cantilena es siempre la misma: el gobierno español es un desastre, Zapatero debe irse y convocar elecciones anticipadas, España está al borde del abismo si no ya en caída libre, no es un país de fiar, carece de crédito, no podrá devolver lo que se le preste. Todo esto dicho no aquí, en casa, al amor de la lumbre, sino en el extranjero, a gritos, por todas partes, en conferencias y clases en la Universidad. Lo que se pretende, claro está, es socavar, minar las posibilidades de España en los mercados internacionales, dificultar su gestión. Como el país no está gobernado por el PP, Aznar lo trata como pieza por batir, a sueldo por lo demás de un poderoso grupo mediático extranjero que jamás se ha distinguido por su amor a España.

Con razón dice Elena Valenciano que el menda es un antiembajador de España y también con mucha razón Zapatero pide a Aznar y Rajoy que no pongan zancadillas a España. Ambos se quedan muy cortos en el juicio del personaje. Antiembajador es un término relativamente diplomático para caracterizar a alguien cuya tarea consiste en dañar los intereses de España. Igual que el término zancadillas que utiliza Zapatero es caritativo: la derecha no pone zancadillas sino que arremete de frente con toda la artillería dialéctica, sin parar mientes en la situación real ni en la verdad. Y eso no es de un zancadillero sino de desleal y felón a quien el país debiera declarar persona non grata por indeseable.

Justamente cuando Aznar pone en duda la solvencia de España el Fondo Monetario Internacional (FMI) dice que el país es el modelo a seguir y que nada tiene que ver con los otros PIGs, Irlanda, Portugal y Grecia. A los de izquierda el FMI no nos inspira confianza alguna porque sólo mira por los intereses del capital y ha demostrado suficientemente su incompetencia al no ser capaz de prever la crisis. Pero es el organismo délfico de la derecha, lo que pone más de relieve el juego sucio de Aznar. Porque, por muy malos que sean en el FMI, es obvio que disponen de unas posibilidades de información y análisis que el expresidente español no posee. Resulta patente, pues, que el juicio de éste está movido por interés político partidista, va contra los intereses generales de su país, representa la oposición hecha desde el extranjero y, en consecuencia, resulta bastante indeseable.

(La imagen es una foto de bradleypjohnson, bajo licencia de Creative Commons).

La NEP cubana.

Uno de los rasgos de los extintos sistemas comunistas solía ser que los congresos del partido único o dominante carecían de periodicidad. No se convocaban con regularidad mecánica sino cuando la élite dirigente lo consideraba necesario normalmente a causa de algún tipo de crisis. El VI congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) a los catorce años del anterior corrobora esta constante. La crisis, y no menuda, en esta ocasión es la necesidad de recortar gasto público y privatizar. Igual que en los demás países del mundo. El socialismo no salva a Cuba de la crisis que es global, ni de hacer eso que se conoce bajo el eufemismo de los ajustes y que básicamente quiere decir que la crisis van a pagarla los que menos culpa tienen en su explosión.

Lo que el Congreso encuentra encima de la mesa como propuesta de la dirección política es el recorte del gasto público poniendo en la calle a millón y medio de funcionarios y la apertura de una gran cantidad de actividades a la iniciativa privada. Asimismo están previstas otras medidas restrictivas cuyos efectos se prevén duros como la supresión de las cartillas de racionamiento. Esto es una NEP al estilo bolchevique de los años veinte y con la misma excusa: dar un paso atrás para seguir avanzando. Pero si en Rusia se hizo a los cinco años de la revolución, en Cuba se hace a los cincuenta y esa diferencia es la clave de este desastre. Las demás cuestiones sobre si Castro, el liderazgo, su hermano, el significado de la Revolución y el romanticismo de Sierra Maestra son asuntos de menor cuantía.

Ahora viene el debate o lo que pasa por tal en el seno de la izquierda. Un debate en el que no es difícil prever que los que más gritan acusando a los demás de gusanos contrarrevolucionarios al menor asomo crítico frente a la inquebrantable adhesión serán los mismos que hagan la enésima cuadratura del círculo y afirmen que las privatizaciones y otras medidas de libre mercado no son antisocialistas sino, al contrario, la manifestación misma del socialismo y la clarividencia del PCC y de una revolución que avanza imparable hacia su meta final...

La imagen es una foto de xornalcerto, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 16 d’abril del 2011

Aguirre y la moral.

Gracias a un magnífico artículo de Beatriz Gimeno en El Plural me entero de que Esperanza Aguirre ha dicho que hay que desterrar la superioridad moral de la izquierda. Es un designio verdaderamente sorprendente, tanto que voy a cotejarlo con el texto que la propia Aguirre ha colgado en Facebook y, en efecto, ahí se dice en primera persona del singular que Este discurso lo pronuncié ayer en el Foro ABC. Ha llegado el momento de desterrar de una vez la superioridad moral de la izquierda. Si lo escribe será porque lo piensa: cuando se quiere desterrar la superioridad moral de la izquierda se está empezando por aceptar que existe porque nadie puede desterrar lo que no existe. Ahí se mete Aguirre en un lío porque ¿cómo se puede desterrar una superioridad moral? Si ésta existe, lo que hay que hacer, evidentemente, no es desterrarla sino tratar de extenderla por la tierra e imitarla. ¿Quién puede querer desterrar la superioridad moral de un sitio? Solo quienes quieran sustituirla por una inferioridad moral y eso sólo puede suceder manu militari, como se hizo entre 1936 y 1939 en el Estado.

Obviamente, la frase debe de estar mal transcrita, ya que su autora es, en principio, Esperanza Aguirre. Puede ser que lo que quiera decir con tan torpe prosa sea que haya que "desterrar la idea de la superioridad moral de la izquierda" que es lo que casi todo el mundo ha entendido. Admito que esta variante es más lógica pero no me privo de señalar que la otra de desterrar la superioridad moral en sí misma también entra en lo coherente con el espíritu de la derecha, en este caso el de Aguirre y, además, demostraré que así es. Lo que quiere desterrar no es la idea de la superioridad moral sino esta superioridad misma.

Desterrar, combatir una idea no es por regla general algo fácil ni fructífero. ¿Para qué esforzarse en desterrar una idea? En principio, bastará con mostrar una mejor y es casi seguro que la otra se desterrará sola. No es preciso demostrar que la hipótesis geocéntrica sea falsa. Basta con proponer la heliocéntrica. No obstante, en asuntos de moral, medir no es cosa sencilla. Lo que para uno es sumamente moral, para otro es sumamente inmoral, algo con lo que no sé si cuenta Aguirre dado que, como le sucede al Papa, profesa verdadera aversión a lo que llama el relativismo. Para ella su moral es la moral por antonomasia y superior a cualquiera otra, en especial la de la izquierda. De forma que el propósito de desterrar la idea de la superioridad moral de la izquierda lo que seguramente quiere decir es que hay que desterrar la falsa idea de la superioridad moral de esa izquierda, lo cual debiera de ser fácil, como fácil suponemos ha de ser desterrar cualquier tipo de ilusión, fábula, espejismo o quimera. Se apela al uso de la razón y ya está, ¿no?

Pues parece que no porque este propósito desterrador no lo manifiesta Aguirre ahora por primera vez, no. Ya lo hacía en 2004, cuando decía que no existe la superioridad moral de la izquierda o en 2005, cuando hablaba de la falacia de la superioridad moral de la izquierda. Un combate tan antiguo, un propósito tan contumaz como duradero se parece bastante a una obsesión y quizá no haya que tratarlo únicamente en un plano lógico sino también psicológico. Porque una manía no se puede refutar.

La superioridad moral de la izquierda que tanto saca de quicio a Aguirre subsistirá mientras la izquierda siga estando asociada en el imaginario colectivo con la suerte de los más débiles, de los más desfavorecidos. Frente a esa opción la derecha no tiene nada que decir pues es un mandato de su dios. Porque Aguirre es muy liberal manchesteriana pero también pía hija de la Iglesia. En esta lucha interna del alma de Aguirre, esa agonía unamuniana, se encuentra, quizá, la explicación de la manía, en términos piscoanalíticos, como el combate entre el superego del mercado y el oscuro ello de la caridad cristiana. Aguirre ve en la izquierda el ejemplo, la imagen de la entrega a una causa de cuya virtud está convencida. ¿Modo de resolver tan angustiosa situación? Rompiendo la imagen, desterrando la superioridad moral de la izquierda. Q. E. D.

Hay que ver qué complicada es la señora. Rajoy es más sencillo.

La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 15 d’abril del 2011

El complejazo de los españoles.

La aportación de España al acervo de la humanidad es el descubrimiento de América. Eso del encuentro me parece una forma del quiero y no puedo. Aquel hallazgo puso en marcha la expansión de la mente europea. La aparición de otro mundo, el llamado Nuevo, no sólo convirtió al primero en Viejo, sino que por los extraños vericuetos de las palabras y las ideas lanzó a mucha gente a seguir buscando otros mundos. En la tierra y en el cielo. Hay una línea directa de Colón a Copérnico para corregir el error del cálculo del Almirante al tiempo que se ponía al mundo Tierra en su sitio, a punto de encontrar otros mundos en el universo, como ya pensaba Descartes y fabuló luego Fontenelle. En tierra, floreció la literatura de viajes con o sin hallazgo de utopías, se abrió paso la idea de la pluralidad de mundos en éste. Algunos viajeros, incluso, sostenían haber llegado a la luna, como el español Dominique Gonsáles, a quien Cyrano de Bergerac se encuentra en otro viaje a la luna, convertido en mascota de la reina del satélite. Defoe, Swift novelizan los viajes y los convierten en itinerarios morales. Se descubre al otro y hasta se filosofa sobre él hasta el día de hoy. La aportación no es menuda.

Lo que sucede es que se hizo por casualidad, se entendió mal desde el principio y se mantuvo con un espíritu que era contrario a todas las consecuencias espirituales del hecho desnudo: la Reforma, el libertinismo, la Ilustración. Aquello no eran las Indias y su conquista con exterminio, pillaje y genocidio ha dejado una huella imborrable que pesa como una losa sobre la conciencia de las posteriores generaciones de españoles. La imposición de la religión y la civilización a sangre y fuego dio lugar a la Leyenda Negra que para unos españoles es una falacia urdida por la sempiterna conspiración contra España y para otros, un testimonio de crueldad y barbarie que avergüenza a los descendientes. Es verdad que la leyenda tiene mucho de legendario, como corresponde al espíritu de dura competencia comercial por el dominio de los mares; pero también tiene parte de verdad y sólo esa ya basta para generar en los españoles de izquierda sobre todo un complejo análogo al que arrastran los alemanes también de izquierda en relación con el Holocausto. Un complejazo que mediatiza toda su visión del continente.

La película de Iciar Bollain arranca de este complejazo. Las misiones, las encomiendas, el trato general a los indios de los españoles, cegados por la codicia, fue inhumano al exterminarlos esquilmándolos, aunque en muchos sitios no lo consiguieran. Ese es el punto de partida de la peli, lo que no se cuestiona. Y sobre esto se construye. Viene de inmediato otra desmitificación de una consolación cara a la izquierda, la que representaban el padre Las Casas y fray Antonio de Montesinos. No todo fue genocidio. Algunos se alzaron contra él. Pero del padre Las Casas se recuerda su propuesta de sustituir los indios por negros y de Fray Antonio que no fue sino lo que decía: una voz en el desierto. De forma que, como dice Reyes Mate, nosotros no somos sus herederos sino los herederos de los encomenderos. Complejazo.

Después, cuando las cosas se ponen mal, los dos doctrinarios que representan los papeles Fray Bartolomé y Fray Antonio, muy convencidos de su grandeza, son los primeros que quieren tomar las de Villadiego y quedan como unos cobardes. Porque ese es el intríngulis de la historia, que se trata de una peli sobre el rodaje de una peli acerca de la conquista ambientado en Cochabamba, Bolivia, en el año 2000, en mitad de un conflicto social cuasi revolucionario. No tengo claro si el asunto es fidedigno, dado que tanto Las Casas como Montesinos fueron activos toda su vida en el Caribe, no en el altiplano que no creo que pisaran. Pero supongo que esto es irrelevante. De lo que se trata es del trato de los españoles a los indios.

El truco de las pelis dentro de las pelis (como el teatro en el teatro), al estilo de La noche americana, de Truffaut o Tristram Shandy, de Michel Winterbotton, da profundidad al relato al desdoblarlo, la hace más complejo y más interesante. Una es la historia que nosotros creamos (el pasado) y presenciamos; la otra el presente, que nos crea y nos "presencia". En También la lluvia el vínculo que une los dos tiempos (la explotación de la conquista y el rodaje en mitad del conflicto por el intento de privatización del agua en Cochabamba) es el indio Juan Carlos Aduviri en sus dos papeles de Daniel hoy y jefe indio Huetey en el pasado. La moraleja, porque hay moraleja, es que los indios siguen siendo explotados y maltratados como hace quinientos años. Así se comportan los gobernantes blancos, nuestros herederos y así también el equipo español durante el rodaje. Cuando uno del equipo insinúa una queja ante el gobernador de Cochabamba, que tiene pinta de ser un sinvergüenza, de que los indios que ganan dos dólares diarios no podrán pagar el agua el gobernador responde que eso es precisamente lo que el equipo está pagando a los indios que emplea como extras. Final de la historia. El rodaje queda más tarde interrumpido, a causa del conflicto, los españoles envalijan su complejazo y se vuelven.

Pero con una película debajo del brazo que, al exhibirse en las salas, funciona como peli de denuncia del ayer y del hoy con una lamentable continuidad. Los indios, dice Aduviri/Daniel, sobreviven. Últimas noticias del complejazo. Lo mejor son esos rostros de indios, sobre todo el de Aduviri, que nos miran en primer plano en silencio, con esa mirada oscura, inexpresiva, que nos lleva a un pasado de crueldad y genocidio, una culpa sin expiación posible.

Por lo demás, encontré la peli espléndida. Los actores están bien, aunque algo americanizados en la gesticulación. Los exteriores son impresionantes y la majestad de los Andes llena toda la pantalla. Igual que las revueltas callejeras y la ciudad en estado de guerra y sitio. Pero lo más conseguido a mi gusto son esos policías y soldados indios, obligados a masacrar a otros indios con la indiferencia, el automatismo y la resignación de los vencidos.

Está muy bien esta película de la serie complejazo. No dice nada nuevo pero lo que dice lo borda.

Gürtel quiere listas secretas

Media España pide listas abiertas pero el candidato Camps, sospechoso de haber cometido un puñado de delitos, quiere que sean no ya cerradas sino secretas, que la canallesca no informe sobre los que las integran, esto es, que la gente vote sin saber a quién vota. Y para ello pide censurar cuatro cadenas de televisión, TVE, la Cuatro, Tele5 y la Sexta para que no hablen de lo que le incomoda. En realidad, dicen sus amigos, sólo pretende que las cadenas no relacionen el término corrupción con las listas del PP valenciano. Es decir, entiendo, que las cadenas pueden nombrar a los imputados en las listas del PP pero no decir qué se les imputa. Posición poco perspicaz porque, con la guasa que se gasta el personal, puede acabar diciendo que no están imputados por corrupción sino por trata de blancas, tráfico de órganos o asesinato. El primer derecho que tiene todo acusado es a que se le diga de qué se le acusa. Un derecho que los acusados comparten con el público en general porque el ámbito penal es esencialmente público.

La dirección del PP ha reaccionado con la celeridad del alacrán amenazado y ha desautorizado la desaforada y disparatada pretensión de Camps recordando con toda razón por boca de Ana Mato y de González Pons que la libertad de expresión está por encima de todo. Dan ganas de aplaudir. Camps parece haber captado el extraño mensaje y ha enviado a un propio a retirar su reclamación ante la Junta Electoral Provincial. Más que nada para que no siga haciendo el ridículo, que el cadáver de la Gürtel ya no le deja vivir. Porque, ¿cuál podría ser la respuesta de la Junta, aunque estuviera llena de amiguitos del alma del curita? ¿Decir a las citadas cadenas, que representan algo así como un setenta u ochenta por ciento de la audiencia total que se callen para no molestar a un candidato multiimputado? Tengo que insistir: aquí alguien no está en sus cabales. Se admiten apuestas a que en algún momento pretende cerrar Facebook en la Comunitat valenciana. Como Gadafi en Libia.

Así que eso tan venerable de la libertad de expresión suena un tanto a beneficio de inventario. ¿O la libertad de expresión no reza con las dos cadenas, Telemadrid y Canal Nou, controladas por el PP? Porque en ellas sí que puede Camps conseguir que no se hable de lo que no le interese. Y a rajatabla. ¿Corrupción en Valencia? ¿En Madrid? ¿Qué corrupción? dicen unos periodistas que monopolizan estos medios para repetir en ellos las consignas de Camps y Aguirre y no precisamente gratis. ¿O no fue Aguirre quien despidió fulminantemente a Germán Yanke tras acusarle en directo de haber comprado el discurso del enemigo? Porque Aguirre lo tiene tan claro como Camps: las televisiones son lugares que sirven para colocar el discurso propio y callar el del enemigo. Es decir, para entendernos, que la libertad de expresión "está por encima de todo" salvo cuando podemos ponerla por debajo de todo.

Por último, no parezca exagerada la hipótesis del cierre de las redes sociales. Facebook ya ha dado más de un disgusto al hombre de los tres ternos a cuenta del famoso aeropuerto de Castellón que, en realidad, era una pista de baile pues no había aviones y, sin embargo, fue inaugurado a bombo y platillo. Pues eso puede ser nada con la próxima inauguración de una biblioteca sin libros, lo que quizá sea una idea para que los usuarios, al no poder leerlos, se animen a escribirlos. A ver qué se le ocurre al personal en Facebook pero que se ande con cuidado, que puede encontrarse con una querella de Camps por herir, por ejemplo, sus sentimientos religiosos que últimamente están en carne viva.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 14 d’abril del 2011

¡Viva la República!

80º aniversario de la proclamación del último régimen de libertad y soberanía popular que ha habido en España desde la efímera Iª República de 1873. Dejo la cuestión de si cuenta o no la Monarquía parlamentaria actual que dice también haber devuelto la soberanía al pueblo. Sea lo que sea lo de hoy, la IIª República fue un estallido de emancipación popular en un sentido muy profundo. Podía haber traído aquí alguna otra foto pero creo que ésta de las misiones pedagógicas es muy ilustrativa. Misiones es término de uso religioso. Los españoles seguían siendo mitad monjes pero no ya también mitad soldados sino maestros. Tal fue la IIª República. La República de los maestros. Y su efecto es el de la maravilla que reflejan esos rostros campesinos, curtidos que acceden a lo que ni habían podido intuir en los años de la monarquía de estúpidos parásitos que, por no saber, ni sabían hacer aquello para lo que se preparaban: la guerra. La única guerra que el ejército español ha ganado en serio, de modo definitivo y total, ha sido contra su propio pueblo y necesitó la ayuda de alemanes, italianos y moros. A las clases que nutrían y mandaban ese ejército les producía ira ver los rostros de la foto de la derecha. Eso era lo que les sacaba de quicio y lo que las empujó a dar un golpe de Estado con una guerra de tres años y una postguerra de treinta y cinco. Con el ejército empezó la cosa y con el ejército terminó. Casi nadie recuerda que, en buena medida, la proclamación de la República viene precedida del fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández en diciembre de 1930 por haberse sublevado en Jaca en favor de la República. Militares republicanos, por cierto, de los que había muchos pero no suficientes.

Así que aquel régimen, que se basaba en la soberanía popular, sucumbió al asalto militar de la derecha nacionalcatólica que estableció una dictadura genocida. Pero después vino la transición y la transición devolvió la soberanía al pueblo. Mas esto no es estrictamente cierto. La IIª República surgió como un acto del Poder Constituyente que es siempre originario y muchas veces revolucionario. La Monarquía parlamentaria emanada de la transición no es el producto de un Poder Constituyente soberano y originario sino de un poder constituido dentro de un marco más amplio que son las instituciones del 18 de julio, empezando por la propia Corona. La Comisión constitucional que ni siquiera se llamó constituyente por miedo tenía territorios vedados, el más señalado el de la Monarquía. Ésta en la persona de Juan Carlos no era producto de la legitimidad dinástica, puesto que su padre tenía mejor derecho, ni de la popular pues nadie la había votado en referéndum. Su legitimidad era, y sigue siendo, la del nombramiento de Franco.

El pueblo es ahora soberano, se dice, puesto que la Constitución prevé la posibilidad de un cambio en la forma de gobierno de la Monaquía por la República. Con muchas dificultades pero la prevé. Lo que sucede es que, a su vez, hay una especie de acuerdo fundamental entre los dos partidos mayoritarios en el sentido de que la Monarquía no se toca. Como eso no se puede decir en público, cada vez que alguien plantea la necesidad de acabar con el franquismo definitivamente sometiendo la forma de gobierno a referéndum se dice que no es el momento, que no es oportuno. Y eso que pedir un referéndum ya es hacer concesiones dado que la única forma de gobierno totalmente legítima en España al día de hoy es la República, que perdió la guerra pero no el mandato popular.

Así que, efectivamente, los republicanos somos unos plastas que llevamos setenta años pidiendo que nos devuelvan lo que nos arrebataron manu militari, nuestra República, sea o no sea el momento o la conveniencia. Hay quien, aparentemente ingenioso, amenaza con la pesadilla de un República presidida por Aznar. La mayoría de los no momentáneos dice que la Monarquía se ha legitimado por la intervención del Rey en contra de la intentona del 23-F que viene a ser algo así como el razonamiento de los comerciantes de Chicago que pagaban por conseguir la protección de quienes les destruirían los establecimientos si no pagaban. Es un argumento de conveniencia.

Tiene gracia ese discipulaje que profesaba el primer Zapatero en relación con el teórico político Philip Pettit y su teoría del republicanismo cívico, que es compatible con la Monarquía. En el fondo bien puede ser un asunto de palabras y que Pettit tenga razón en que lo importante es lo cívico, el ser ciudadanos y no súbditos. Hoy los reyes no tienen súbditos. Y ¿sobre quién reinan entonces? Claro, reinar o no reinar es tambien cosa de palabras. Pero, si es cosa de palabras, ¿por qué no cambiar unas por otras, súbdito por ciudadano y rey por presidente de la República?

No se trata de mirar la conveniencia ni de envolverlo todo en malabarismos semánticos sino de valores y principios. Por eso seguiremos pidiéndola. Yo, de momento, voy a hacerlo en Arenas de San Pedro.