dissabte, 13 de desembre del 2008

Caminar sin rumbo (XXIV).

La vida burguesa

(Viene de una entrada anterior, Caminar sin rumbo (XXIII) titulada Formas de salir del armario

Acogiéndome a la amable invitación de Luján me instalé en el piso que éste compartía con su novio Willie con el propósito de pasar allí un par de días mientras daba vueltas por Barcelona, visitaba los libreros de viejo del barrio gótico, aunque sin comprar casi nada por no cargar la mochila de peso o iba al Museu Nacional d'Art de Catalunya a extasiarme ante las colecciones de románico y gótico catalanes. En este tiempo de crisis universal en que nos ha tocado vivir, cuando todo parece convulso e incierto, cuando desaparecen los asideros a que las gentes somos tan aficionadas, las religiones, las doctrinas morales, los sistemas filosóficos, las tradiciones, las identidades colectivas de diverso tipo, cuando las manifestaciones del pensamiento y la sensibilidad se fraccionan, se distorsionan y se enfrentan entre sí en una cacofonía universal ininteligible, es una experiencia bien recomendable recorrer las salas de este Museu y meditar ante imágenes como el Pantocrator del ábside de Sant Climent de Taüll. Ese sentido grandioso de orden cósmico que trasmite, esa serenidad de la majestad de Cristo rodeado de los círculos angélicos que muestran el equilibrio eterno del universo en el que uno se siente cobijado, ajeno a las sacudidas muchas veces sin sentido de la vida cotidiana, invade el alma y derrama sobre ella una paz balsámica que lo reconcilia a uno con la naturaleza humana, esa que es capaz de masacrarse recíprocamente pero también de ejecutar pinturas tan excelsas que nos trasmiten la esperanza de encontrarnos algún día con nuestros mejores ideales, libres de las penalidades de la tierra.

Había puesto verdadero empeño en tomarme Barcelona como un destino turístico, pasear por el parque Güell, acercarme al Montjuic y, cómo no, a Montserrat, a fundirme como pudiera en el espíritu mismo de la nación catalana y, si no lo conseguía, ya que los espíritus nacionales se me antojan siempre, incluso en los momentos de mayor trance místico, estados de enajenación mental, hacerlo con la leyenda del Grial, mucho más interesante porque, aunque también tiene aristas nacionales en la medida en que se se ve como algo inherente al "espíritu europeo", cuando menos no es estrechamente nacionalista/estatal. También tenía planeado dar una vuelta por el Museu Picasso a empaparme de la fuerza de convicción de ese genio proteico que me ha parecido siempre el prototipo del artista descubridor, casi hipnotizador, esto es, el que no se limita a dar una visión del mundo (o de lo que sea) según criterios estéticos o narrativos propios o ajenos que aplica con regularidad si no que arremete contra todos los criterios, los reorganiza a su modo y nos descubre la realidad en una multiplicidad de manifestaciones que no sospechábamos.

Pero la verdad es que, aunque Luján me insistía en que me sintiera libre, me organizara la vida como quisiera y no considerara tener obligación de estar "haciéndoles la visita", como me llamaba con frecuencia por el móvil y en ocasiones hasta se apuntaba a las visitas, me fue absorbiendo poco a poco al interior de su atormentada convivencia. Yo le decía que no abandonara la clínica pero él me explicaba que, dada la ocasión, sabía administrar sus consultas y visitas según le convenía y que no me preocupara. Estaba claro que le interesaba más comentar sus asuntos matrimoniales con un oído comprensivo que mantener el ritmo normal de trabajo y que se podía permitir ese lujo porque era un médico de clase media con consulta privada y clientela más o menos fija con la que podía negociar las horas de atención.

Luján vivía su relación de modo apasionado y Willie formaba parte importante de su conversación. El tal Willie era un joven agraciado de aspecto normal, cosa que me llamó la atención porque cuando Luján me dijo que era del Raval yo pensé en una especie de macarra por esos estereotipos de los que andamos siempre cargados. Y no lo era. Hasta parecía un dependiente de comercio, de esos antiguos que se llamaban horteras. Era rubio, de piel muy blanca y sensiblemente más joven que Luján. Había estudiado algo inconcreto de arte dramático y algo más de acción dramática y quería ser actor y director, pero se quejaba de que en España y más en Cataluña, no hay ocasiones para la gente, que está todo repartido entre en los grupos constituidos y si no estás en uno de ellos, no tienes oportunidades. Así que iba a los castings, pero no obtenía buenos resultados y sus proyectos teatrales no conseguían productor. Tanta frustración lo tenía amargado y ello le hacía cargar contra su pareja en opinión de Luján que lo quería, según me decía, pero encontraba muy difícil de soportar una convivencia tan tensa.

El piso en que vivían y en el que yo ocupaba un cuarto, estaba puesto de modo convencional, al estilo de cualquier revista de decoración. Supongo que, al tratarse de dos hombres yo esperaba el habitual desorden que suele atribuirse a los varones y que muchos de estos tienen como símbolo incuestionable de su virilidad. Pero lo que allí había era un piso de matrimonio de clase media, con su televisión en el sitio de honor de la vivienda, en el salón con un tresillo, un jarrón chino y un bargueño, su cocina perfectamente equipada con los últimos adelantos y el dormitorio de matrimonio en el que por no faltar, no faltaba ni la consola de maquillage dotada de un espejo con cornucopia dorada. Y ese orden en las cosas reflejaba un impasible orden en la vida cotidiana. Luján salía a su consulta todos los días y volvía a media tarde, después de haber pasado todas las visitas y haber tomado las medidas necesarias para aquellos niños que estaban en tratamiento. Willie también se suponía que dedicaba a sus asuntos buena parte del día y regresaba asimismo por la tarde, charlaban un rato, veían la tele, cenaban, volvían a ver la tele u ocasionalmente, salían al cine y los fines de semana solía haber actividades, excursiones o vida social. Una existencia perfectamente burguesa.

Hay la idea de que, como los homosexuales rompen el principio mismo sobre el que, según muchos, se erige el matrimonio tradicional, esto es, la convivencia de gentes de sexo distinto, el resultado de la unión tiene que ser también distinto de los matrimonios habituales y probablemente por eso muchos también hacen cuestión del nombre y se niegan a que las relaciones de gays entre sí puedan llamarse matrimonios, aduciendo, claro es, las más peregrinas razones por no reconocer que operan sobre la base de un prejuicio. Porque los gays pueden formar y forman matrimonios incluso desde el punto de vista restrictivo de la Iglesia que no los ve como uniones duraderas entre dos o más seres humanos con el fin de compartir sus vidas y entregarse los unos a los otros sino como uniones heterosexuales con la finalidad de la procreación. Y efectivamente hasta con este último requisito pueden cumplir los matrimonios gays en una época en que se pueden tener niños de muy diversas formas, incluso consiguiendo que un hombre conciba; todo depende de lo que se implante. En el fondo esta es una de las razones principales por las que la Iglesia se opone a cualquier avance en las técnicas de reproducción. Es el caso sin embargo que, atacados en ese punto simbólico y sensible de negarles el derecho a constituirse en matrimonio, los gays se esfuerzan en probar que reúnen todos los requisitos de los matrimonios más convencionales. En Nueva York, los homosexuales publican los esponsales en la prensa y siguen idéntico protocolo de ceremonias que los heterosexuales.

Y luego una vez fundado el hogar su comportamiento es también ejemplarmente burgués. En el caso de la pareja formada por Luján y Willie, externamente,se guardaban todas las formas. Pero la procesión iba por dentro. Al menos por dentro de Luján que me preguntaba con insistencia si no percibía el distanciamiento de Willie, cómo parecía ofendido, desabrido, seco. Yo decía que quizá fuera su reacción porque no le gustara tenerme de huesped. A lo mejor estábamos haciéndole violencia. Pero no era el caso, no era el caso, aseguraba Luján. El caso era que, como no se aclaraba acerca de su propio papel en la relación, estaba manipulándola continuamente y de ahí venían sus dos exigencias permanentes: que se casaran y que adoptaran un crío. No era que él no quisiera ambas cosas; al contrario. Pero no estaba seguro de qué finalidad perseguía Willie con ellas. Algo así como si pretendiera usarlas para ligar a Luján, para tenerlo sujeto porque además, era casi seguro que pretendía que él se encargara de los cuidados del niño.

El problema parecía complicado y yo no estaba seguro siquiera de que me interesase gran cosa. Empecé a pensar que había hecho un mal negocio aceptando la hospitalidad de mi amigo que se cobraba el hospedaje en especie de murga matrimonial. Y justo en ese momento, Luján me propuso que hablara a solas con Willie. Sostenía que nos conocíamos lo suficiente, que lo invitara a tomar un café fuera de casa y tratara de sonsacarle cómo veía él la situación. Dijo que no se le ocurría nada mejor y que yo le prestaría un gran favor.

Mi propósito de salir del nido de pasiones se estaba convirtiendo en una necesidad apremiante. Barcelona había desaparecido detrás del serial de aquella relación torturada que ahora amenazaba con devorarme a mí también. Y de pronto me encontré en un velador de un café de la Plaça de Catalunya, hablando mano a mano con Willie, como quien no quiere la cosa. Resultó que el chaval era más despierto de lo que había imaginado y Luján me dio a entender. Lo primero que me preguntó fue si iba a hablarle por indicación del otro y, como no pude negárselo, me soltó un chorreo del que lo único que recuerdo son sus reproches a que me prestase a un papel tan indigno de arreglamatrimonios o consultor conyugal a instancia de parte y su rotunda afirmación de que allí no pasaba absolutamente nada salvo que Luján era un maníaco depresivo con complejo de inseguridad, que no sabía cómo comportarse en una relación normal y que todo el asunto del niño era una invención suya porque ya podía imaginarme yo para qué quería él un crío cuando tenía por delante una carrera en que pensar que le exigía plena atención. Ahora, por ejemplo, se le había ocurrido una ideaza, un arreglo del Emperador Jones que lo lanzaría al estrellato y me preguntaba si conocía la pieza. Pretendía hacer una interpretación en que se entendiera la condión de negro de Jones como una especie de alegoría de la de los homosexuales. Estaba empeñado en que la obra sería un éxito, pues son cuatro personajes. No hay necesidad de gran motaje y casi toda la obra es monólogo. ¿A que Luján no me había hablado del proyecto? Claro, parte del incordio venía del hecho de que le había pedido que ayudara en la producción, que él tenía un productor que se metería en harina si Luján ponía dinero. Ahí estaba la raíz del problema; no en ninguna otra parte, y Willie me miró directamente a los ojos desde el azul de los suyos no sólo tratando de parecer sincero, sino mezclando en la mirada un punto de invitación y complicidad del que creía oportuno no darme por enterado. Al fin y al cabo yo estaba allí por Luján, por muchos que fueran sus defectos, y no por él.

Al volver a casa tenía un recado de Ovidi. Yo lo había llamado por la mañana y él quedó en devolverme la llamada citándome para la entrevista. El recado fijaba ésta para el día siguiente a las tres de la tarde, en que el estudio estaría vacío.

(Continuará).

(La imagen es el grabado nº 1 de la serie de W. Hogarth La historia del libertino titulado Toma de posesión de la herencia (1735)).

divendres, 12 de desembre del 2008

Habla el estafermo.

El señor Fraga Iribarne, ministro muñidor de la Dictadura, propagandista del "Estado nuevo", la "democracia orgánica" y la "paz de Franco", viejo fascista revenido, carcamal de misa, olla y queimada, es lo que se dice un "activo" para el PP porque es quien mejor sintoniza con el militante mediano de su partido, el que dice lo que la mayoría piensa pero no le interesa formular. Situado ya en las postrimerías de la existencia, hombre correoso, ha perdido todos los respetos humanos y dice lo primero que le pasa por la cabeza o, en expresión hodierna, lo que le cantan las bolas. En este vídeo se ve a Fraga meditando la respuesta que dará a quien sea. La gracia de Fraga, si alguna tiene, es ver colgados a los partidos nacionalistas. Aparentemente es más grave que el "¡muera el Borbón!" del señor Tardá o el "tonto de los cojones" del señor Castro. Supongo, por cierto, que no se dirá que la política española sea átona. Así se lo han tomado los comentaristas de la izquierda que están todos en plan fiera, pidiendo la dimisión de la estantigua o que la deponga el señor Rajoy. Que hace falta perversidad: pedir al señor Rajoy que haga algo y que ese algo sea echar al presidente de honor y fundador de su partido. ¡Cómo si pudiera!

Con todo los exabruptos no son comparables. El del señor Fraga aparece incluso como una respuesta razonable a la pregunta que se le hace de si puede ponderar a los distintos partidos nacionalistas y como quiera que ponderar significa determinar el peso de algo, una respuesta posible es que primero hay que colgarlos para poder pesarlos. Tiene la mala uva del personaje, que es un tipo perverso (pues sólo los tipos así podían llegar a ministros con Franco) pero es una respuesta posible. A su lado el tonto de los cojones y el "¡muera el Borbón!" son simples pero inequívocos.

Fraga posee una especie de carisma autoritario que muchos (todos esos de "este país necesita mano dura") tienen en alta estima. Al mismo tiempo, gracias a la prodigiosa capacidad de usurpación conceptual de la derecha, aparece legitimado por un halo democrático. Fraga es un padre de la Constitución y uno de los parteros de la democracia en nuestro país. Esa milonga se la han tragado también los analistas de izquierda que atribuyen a Fraga el mérito de haber "civilizado a la derecha", que vaya Vd. a saber qué quiera decir salvo que antes la derecha no era civilizada. En todo caso, es un mito. Fraga no quería la Constitución, ni quería salir de las Leyes Fundamentales de Franco sino mantenerse dentro del régimen, esta vez coronado, con sola una reforma del Senado. La Constitución tuvo que tragarla. Pero una vez en la tarea, dio pruebas del envidiable pragmatismo al conseguir que fuera lo más favorable a lo que él defendía en sistema electoral, cuestión regional, función del Rey, etc; es decir, trató -y en alguna medida consiguió- que la Constitución fuera menos democrática de lo que pudo ser. Si por Fraga fuera España no sería una democracia sino un sistema dictatorial y paternalista, propio de la visión del llamado "franquismo desarrollista" que era el suyo. Si sería desarrollista que escribió un libro sobre el Desarrollo político bien es cierto que el título era ocasional y se limitaba a pillar honda del concepto de "desarrollo político" entonces de moda.

En cuanto a los afectados, los nacionalistas a los que el señor Fraga quiere ver colgados, como un cónsul victorioso mandaba crucificar a todos sus enemigos para entrar triunfador en Roma, siempre pueden recordarle al ex ministro de Franco que la España que dice defender no cuelga a la gente sino que le da garrote vil. La España de Fraga es la de Franco, la España del garrote vil.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

El precio de un escaño.

Todavía no ha tomado posesión y ya le han buscado un escándalo grueso. El gobernador de Illinois que tiene competencia para nombrar al senador por el Estado que haya de sustituir a Mr. Obama tenía puesto en almoneda el escaño vacante para conseguir diversos cargos y nombramientos que ambicionaba, entre otras cosas ser embajador. Es bueno que se sepa que en los EEUU se puede ser embajador a base de comprar la embajada como en los tiempos de la administración venal en Europa.

El señor Obama se defiende asegurando que él no sabe nada de lo sucedido. Pero al mismo tiempo se ha visto obligado a salir en defensa de la gente de su equipo y eso ya puede resultar más problemático. Poner la mano en el fuego por los demás, aunque sean tus parientes más cercanos, máxime si no lo son, es correr el riesgo de salir abrasado. Muzio Scevola sólo hubo uno, lo suyo con la mano es legendario y, además, respondía de sí mismo. El FBI afirma que de las grabaciones telefónicas de que dispone se sigue que hubo contactos entre gente del gobernador corrupto y gente del equipo de Obama. A partir de este dato los republicanos ya ha empezado a preguntarse en público qué clase de cultura política tuvo el señor Obama al comienzo de su carrera.

Efectivamente, eso de vender un escaño de senador al mejor postor debe de ser uniquely American.

(La imagen es una foto de Mr. Wright, bajo licencia de Creative Commons).

El viaje sin retorno de García-Alix.

En el Reina Sofía hay una exposición de fotografías de Alberto García-Alix que tiene mucho interés porque exhibe su obra en los últimos treinta años y hasta lo más reciente, lo de este año. Las fotos, que tienen una temática casi obsesiva de retratos (y autorretratos) y paisajes urbanos cargados de metafísica, vienen acompañadas con el relato del propio García-Alix, el texto De donde no se vuelve, una larga serie de reflexiones, apotegmas y aforismos impresa como programa de mano. La exposición tiene el añadido de juntar sus dos elementos, las fotos y el texto en la voz del autor en un vídeo que se proyecta aparte.

El tema de la obra de García-Alix está patente en ella y en el modo en que el autor la explica. La exposición se concibe como un viaje allí de donde no se vuelve, del cual resalto su expresión, que me suena muy familiar, como ya imaginan los lectores de Palinuro, de Camino sin saber dónde voy. Claro el camino es la vida y al final de la vida está la muerte. Esta es una exposición sobre la muerte en último término y sobre lo que sucede entre ella y la primera vez que te metes un chute de heroína. Es una vida, la suya y la de sus amigos, novias, a caballo del caballo.

Las fotos de gente chutándose, de él mismo haciéndolo son impresionantes en su cruda desnudez en que: bajo esa luz lechosa, presente y pasado copulan.

Los retratos, que son el alma de la exposición, todos absolutamente personales, blanco y negro de acusadísima interpretación, nos llevan a un mundo poblado de jonkies, de seres marginales en muchos sentidos, de existencias al borde del abismo, de gentes de una extraña personalidad, empezando por la del propio autor con sus improbables autorretratos. Lo que no es él son visiones de los demás, pero ¡qué demás! Por eso dice que El alma de la fotografía es el encuentro y que El retrato es un enfrentamiento. Ahí no hay duda. García-Alix se enfrenta a un mundo entero que es el que él ha creado pues, como todo artista, crea un mundo, su mundo, que abre a la curiosidad ajena y del que me parece que una vez se ha entrado en él, ya no se sale porque es el mundo de dónde no se vuelve. Pero al mismo tiempo esa creación se ha hecho valiéndose de la mirada. Toda la obra narrativa anterior de García Alix está contenida en un libro con el muy revelador título de Moriremos mirando que es una clara alusión a los versos del himno de la legión de "moriremos luchando". En cierto modo, la mirada es lucha. García Alix se confiesa fotógrafo porque, según dice, la fotografía es el espacio donde imaginarme pero sobre todo porque lo que hace es mirar. Es decir, crea el mundo con la mirada.

Ese mundo en el que nos conduce en un viaje sin vuelta que comenzó en París. Llegué huyendo... y lo llevará hasta allí de donde no se vuelve, pasando, entre otros lugares cuyos paisajes le han inspirado tomas sorprendentes, por la China. En el ínterin, los retratos, ese mundo tremendo que el fotógrafo plantea siempre como una confrontación, una tensión que muchas veces se advierte en las miradas de sus modelos normalmente muy conscientes de que están siendo fotografiados para exhibir luego su imagen ante personas que jamás de los jamases, ni por ensoñación, conseguirán hacerse una idea de cuál pueda ser el sentido de sus vidas, incluso si en verdad ellos mismos existen y no son una creación más del fotógrafo. Fotógrafo que reconoce con sinceridad admirable: No puedo tener una mirada inocente. Mi intención nunca es honesta. Es maliciosa. Recojo ecos vivos de lo que vieron mis ojos. Esto por supuesto a tenor de lo que se decía antes sobre la mirada. Ecos, por lo demás de los que quiere apropiarse, Sí, poseer con malicia. Intencionalmente. Realmente es una exposición sorprendente. Es como un Naked lunch hecho fotografía, aunque supongo que eso se lo habrán dicho muchas veces. Sin olvidar, por supuesto que, al final, es el reino de dónde no se vuelve, al que está consagrada la exposición que tiene una colección de retratos de la que el autor dice que una colección de retratados es una colección de futuros cadáveres, porque, según él, La fotografía es iconografía de muerte y como tal se nos aparece latente a lo largo de todo el viaje, digo latente porque sólo se manifiesta expresamente una vez en una magnífica toma de los pies de un cadáver de alguien conocido suyo en un depósito de cadáveres, con los datos de identificación en una etiqueta atada a un tobillo.

Pues bien, entre París y la muerte, agarrado a su Hardley Davidson, en la prolongación de una existencia que empezó declarándose en la carretera, el asunto consiste en vivir sin límites, apropiándose todo cuanto se encuentra, superando todos los miedos, dejandolos atrás, poniendo una mirada creadora en todo cuanto se hace, incluso en el acto de orinar en el que además la mirada se devuelve bajo el irónico brillo de una máscara. Realmente interesante la exposición de García Alix. las imágenes son portentosas y están unidas por tal fortaleza de propósito narrativo que cuando se encuentra uno al fin en la calle, al resplandeciente sol de diciembre, se pregunta uno si ha visto lo que ha visto o se lo ha imaginado.

(Las imágenes son fotos de Alberto García-Alix que se reproducen en baja resolución con el propósito de que ilustren el comentario sobre la exposición).

dijous, 11 de desembre del 2008

"Estado asesino, policía ejecutora".

Nuestro tiempo tiene una deuda contraída con la juventud. Todos la tienen o la han tenido en mayor o menor medida y en todos esa deuda se ha pagado de una u otra forma. Hoy también parece que esté pasando. Anoche varios cientos de manifestantes en Madrid y Barcelona provocaron disturbios callejeros, encontronazos con la policía, asaltos a comercios, sucursales bancarias y destrozos del mobiliario urbano. Eran concentraciones espontáneas en solidaridad con los jóvenes griegos que también ayer salieron a la calle en plena huelga general a seguir enfrentándose con la policía.

La espontaneidad es un rasgo característico de la juventud; la solidaridad desinteresada, otro. Parece que en los hechos de ayer podemos ver un comienzo de extensión de los disturbios de Grecia a otros países del entorno en que se dan circunstancias similares a las griegas.

Supongo que habrá mucha gente, sobre todo publicistas, columnistas, tertulianos y otros especímenes de la clase parlanchina que desaprobarán estos comportamientos en muy diversos tonos, desde los condenatorios inflamados de los guardianes del orden público que pedirán mano dura y represión, hasta los comprensivos que se harán cargo de que hay un creciente descontento entre los sectores juveniles que se debe canalizar constructivamente ya que éste del vandalismo urbano y los destrozos callejeros no son el camino sino un yerro. Y donde los unos pedirán que se empleen a fondo los antidisturbios los otros exigirán que lo hagan los servicios sociales.

En realidad, como están las cosas en el mundo, lo raro es que estas manifestaciones no sean más frecuentes, más amplias y más duraderas. Y me explico: tratemos de ver la realidad globalizada con los ojos de un/a chaval/a de veinte años. ¿Qué vemos?

Un sistema económico con unos defectos estructurales muy graves, sumido en una crisis de proporciones pavorosas, que genera paro y desigualdades crecientes en el primer mundo y hambre y miseria en el tercero; que se basa en un crecimiento ilimitado a costa de destruir el planeta; que se mueve tan solo por el afán de acumulación de riquezas en cada vez menos manos; que antepone el consumo compulsivo a cualquier otro tipo de valores y que, al mismo tiempo, es incapaz de garantizar los medios imprescindibles para acceder a él; que condena a la inmensa mayoría de la población a una vida de subsistencia en la inseguridad de puestos de trabajos precarios y que no permite que los jóvenes puedan encarar proyectos vitales satisfactorios porque pone dos elementos esenciales de estos como son el empleo y la vivienda fuera de su alcance; un sistema gestionado por una oligocracia de ladrones y corruptos que se ha enriquecido y sigue enriqueciéndose mediante un capitalismo criminal de rapiña que, además de robar los ahorros de infinidad de ciudadanos los condena a estar entrampados toda su vida.

Un sistema político también corrompido en el que bajo la pátina de las libertades democráticas, late el fascismo de la brutalidad policial, la represión sistemática, la universalización del tratamiento penitenciario, el empleo de la tortura, una administración de justicia corporativa, muchas veces arbitraria y que suele ser cómplice de los desmanes de los aparatos represivos; un sistema en el que ninguna fuerza política osa plantear alternativa alguna al organizado desorden existente sino que todas se adaptan servilmente a proteger los intereses de la oligocracia, los quinientos de la lista de Forbes y sus siervos en las administraciones públicas y el Estado de derecho y en el que los discursos políticos de cambio y renovación no cuestionan jamás el status quo dominante y comparten con los conservadores y/o reaccionarios la consagración de la dictadura del capital nacional e internacional.

Todo ello acompañado o en el contexto de un sistema social de feroz lucha por la existencia, carente de toda estructura real de valores pero en el que todos los días se predica sobre ellos en discursos justificativos, falaces y cómplices, articulados en las universidades, los think tanks financiados por las empresas y subvencionados por los estados, los púlpitos de unas iglesias retrógradas cuando no directamente delictivas; discursos formulados por intelectuales a sueldo que no solamente han perdido toda arista crítica si no que tienen a gala servir como lacayos a los intereses del capital, y difundidos por unos medios de comunicación que no son otra cosa que la voz de los consejos de administración de las mismas empresas que explotan a la gente, esclavizan a los inmigrantes, negocian con las guerras, esquilman al tercer mundo y condenan al hambre a la población de los países pobres.

Cualquiera que tenga veinte años y viva en esta situación tiene que sentir que le hierve la sangre cuando ve que un agente del "orden" descerraja un tiro a bocajarro a un chaval en plena calle. Hierve cuando se es mucho mayor, ¿cómo no lo hará cuando uno todavía cree no solamente que haya que poner coto a la injusticia, oponerse al crimen, acabar con la corrupción, impedir los abusos policiales si no que además está dispuesto a ponerlo en práctica porque su grado de implicación en toda esa miseria es nulo?

Se entienden muy bien las jeremiadas de las buenas conciencias: quizá tengáis razón, es posible que haya que nombrar una "comisión de expertos" para estudiar la situación real (no nos hagamos ilusiones, por favor) de la juventud y haga algunas propuestas, pero lo que no es admisible es la violencia indiscriminada, los disturbios callejeros, generalmente movidos por una minoría de grupúsculo. Se entiende muy bien, en efecto, pero no merece ni respuesta porque ¿conoce alguien modo más eficaz de obligar a la sociedad a reaccionar que las manifestaciones callejeras à tout hazard cuando tienen el suficiente seguimiento?

Claro que el empleo de la violencia es condenable en todo tiempo y lugar... salvo en el caso de la legítima defensa. Y un caso de legítima defensa es el que se ha dado en Grecia frente a la brutalidad policial, brutalidad que ha venido siendo repetida y creciente en los últimos años en nuestras ciudades, en Madrid, Vitoria, París, Génova, Seattle, etc. Es posible que tengamos que resignarnos a vivir en sistemas económicos, políticos y sociales injustos, desiguales, incompetentes y destructores de la biosfera, pero no se ve por qué haya que aguantar la arbitrariedad y la brutalidad de la policía.

(Las imágenes son fotos de La Haine, bajo licencia de Creative Commons).

Las raíces del miedo.

Conocemos imperfectamente la historia de la guerrilla española antifranquista. Diversos motivos han contribuido a esta laguna: el secreto de las operaciones, tanto en el lado antifranquista, necesitado de clandestinidad, como en el franquista que no quería dar publicidad a unos hechos que comprometían su seguridad; el carácter desestructurado, inevitable en toda acción bélica de guerrillas; la tupida censura de prensa que la Dictadura impuso; la dificultad de acceso a los materiales de documentación y sobre todo el miedo, el miedo de los coetáneos a hablar de los hechos y que ha durado prácticamente hasta hoy, como señala Ana R. Cañil, la autora de este libro (La mujer del maquis, Madrid, Espasa, 2008, 423 págs.) que lo detecta incluso en sus conversaciones con testigos directos o indirectos de los acontecimientos que narra. acaecidos hace ya más de cincuenta años. Pero el interés por estos episodios es casi tan antiguo como ellos mismos. Creo recordar que la primera obra que leí sobre el maquis fue hace unos cuarenta años, y era Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX, de Andrés Sorel, un libro publicado en 1970, hoy injustamente olvidado.

Ana R. Cañil no ha escrito una obra de historia, ella misma lo reconoce al comienzo, sino una especie de reportaje de actualidad pero localizado en el pasado, una verdadera "reconstrucción" (al estilo de Sorel) de un episodio concreto de aquel movimiento guerrillero español: el que se localiza entre los años de 1947 y 1957 en la zona santanderina del Val de San Vicente, próxima a San Vicente de la Barquera y el valle de la Liébana y que tiene como principales protagonistas a dos afamados guerrilleros: Juan Fernández Ayala (Juanín) y Francisco Bedoya Gómez (El Bedoya). Para ser más exacto diré que si Juanín y Bedoya son los protagonistas del acontecimiento, los del libro son las gentes sencillas, los habitantes de la comarca y sobre todo sus mujeres, especialmente las emparentadas con Bedoya, como su madre, su novia o su hermana.

Cuando Bedoya cae en 1957 abatido por las balas de la Guardia Civil hacía ya casi diez años que el Partido Comunista de España (PCE) había decidido poner fin a la lucha armada y unos seis que se lo había puesto decisivamente. Cañil da cuenta de ello (pp. 271/272) pero insiste en que, aunque parece que Juanín fue miembro del PCE, a diferencia de otros guerrilleros que militaban mayoritariamente en la CNT o en el PSOE/UGT, la vida de aislamiento a que lo forzaba la actividad guerrillera lo había apartado de la militancia. Y, en todo caso, en cuanto a Bedoya, es más que problemático que su decisión de echarse al monte en 1952 estuviera movida por razones políticas si bien la autora supone (y digo bien, "supone" porque no parece estar en situación de probarlo) que el mozo, entonces de veintitrés años y que había pasado cuatro en la cárcel (desde los diecinueve) adquirió en ella, en contacto con los demás presos políticos cierto tipo de formación.

Sin embargo, el meollo de la historia, al menos el eje en torno al cual la autora construye su relato, no es político sino una historia de amor, el que nace entre Francisco Bedoya con diecisiete años y Mercedes San Honorio Pérez, Leles, la hija de un caserío de la zona, por entonces de quince. Los dos muchachos tienen un hijo, Ismael, un par de años después sin estar casados. La familia de ella, sobre todo la madre, una mujer católica y muy dura, interviene, impide la boda y, de hecho separa a los amantes. La acción materna es tan despiadada que dos años más tarde, y sin que Bedoya haya conseguido ver a su hijo que permanece poco menos que secuestrado junto a su madre, consigue que Leles embarque hacia la Argentina, separándolos para siempre. A partir de ahí los dos novios iniciarán una correspondencia ingenua a la que Cañil ha tenido acceso y que entrevera a la largo de la obra con la otra historia, la de las guerrillas. Por eso esta obra es un reportaje histórico, una crónica de un acontecimiento y una historia sentimental al mismo tiempo. Lo único que suena raro de esa correspondencia es que Bedoya, un chico de la montaña santanderina, llame "mamá" a la madre de su novia. Parece como una modificación posterior.

Bedoya, como otros habitantes de la zona de la montaña era enlace de los guerrilleros o los apoyaba, en concreto a dos brigadas que estuvieron actuando desde el fin de la guerra civil hasta bien entrados los años cuarenta. En 1948 Paco Bedoya y un par de docenas de vecinos y vecinas de los pueblos del lugar son arrestados en una razzia de la Guardia Civil, decidida a acabar con el apoyo de la guerrilla a base de detener a quienes considera sus soportes a los que encierra en los cuartelillos y en la prisión de San Vicente de la Barquera y somete a todo tipo de torturas hasta que consigue confesiones que, presentadas ante los consejos de guerra les valdrán condenas de cuatro, seis, ocho o diez años.

Este es a mi entender el aspecto más importante del libro, las actividades represivas de la Guardia Civil en España, en concreto en la montaña santanderina en los años cuarenta, consistentes en mantener a la población aterrorizada con sus sacas, sus torturas, sus frecuentes registros, sus detenciones arbitrarias: el terror impuesto por el régimen sobre la España vencida de la posguerra en todos los pueblos del país. Y hay que recordar que en los años treinta y cuarenta España es fundamentalmente agraria, rural y que más del sesenta por ciento de la población vive en pueblos en los que la bestial represión ejercitada por los falangistas, los guardias civiles, los curas o los elementos adictos al régimen sembraron una semilla de odio y miedo que ha persistido hasta la fecha.

Bedoya cumple su condena de seis años en un batallón de trabajos en Fuencarral, cerca de Madrid, a donde viene a visitarlo un par de veces su madre que le trae a su hijo Ismael que la familia de Leles le ha dejado mientras la madre se instala en la Argentina. Serán las dos únicas ocasiones en que el futuro guerrillero lo vea, mientras sigue escribiendo sus cartas a la novia con la que planea juntarse cuando haya extinguido la condena. Parece que Julia, la madre de Bedoya, siguió siendo enlace de los guerrilleros ("bandoleros" para los franquistas) aquellos años y hasta se decía que amante de Juanín, lo que da a la historia un matiz literario y Cañil dice no poder probar nada.

Es el caso que Bedoya rompe condena cuando le quedan seis o siete meses para cumplirla, al parecer encendido porque la guardia civil (se supone) ha incendiado su casa y con ella han ardido todas sus pertenencias, y buscando venganza. Así es como se echa al monte en 1952. Pero echarse al monte significa en su caso, cargar de nuevo sobre la familia, ahora en otra casa y continuamente vigilada por la Guardia Civil. La situación llegó a ser insostenible y, al parecer, a Bedoya lo delató su cuñado quien, por cierto, murió abatido por la guardia civil con él.

Entre tanto Leles se había casado en Buenos Aires con otro emigrante de su pueblo, Abanillas, teniendo otro hijo con él. Pero para Leles muchos años después, ya anciana, ella había tenido un amor y un marido cosas, como todo el mundo sabe, no necesariamente coincidentes. Leles vivió como un drama esa historia que sintetizaba con toda ironía una dama francesa del XVIII: "Faute de mieux, on couche avec son mari". Pero el caso que cuenta Cañil es una historia de amor triste entre gentes sencillas a las que ha pillado el engranaje de la guerra y la locura humana.

Y al mismo tiempo es un testimonio vivo de las condiciones de terror en que vivió durante años una parte importante de la población española a manos del ejército victorioso en la contienda y de quienes estaban con él.

Como la autora habla de tanta gente y las familias son tan extensas y están entrelazadas, estas dos historias fundamentales (amor maldito y maquis) se mezclan con otras que a veces son confusas y despistan. De todos modos, la imagen de la Cuba de Batista, poco antes del triunfo de Fidel y de los primeros tiempos de la revolución dibujada por una persona que vivió allí en aquel tiempo es impagable. También distrae del núcleo central de la obra y parece un poco pegote, pero se lee con mucho agrado y sirve también para descargar la tensión que el lector acumula, harto de ver miseria, represión, crueldad, torturas, palizas, desprecios, humillaciones, vejaciones, robos, saqueos, rapiña en fin: la España rural de los años cuarenta.

dimecres, 10 de desembre del 2008

Apuntarse a un bombardeo.

O la política del cañón giratorio. Maltratado por las encuestas, cuestionado en su propio partido, hostigado por los medios de comunicación afines y amenazado de malos resultados en las próximas consultas electorales, el señor Rajoy parece haber decidido que la mejor política es disparar a todo lo que se mueva, aunque los que se muevan sean los suyos.

Es difícil dar mayor espectáculo de incongruencia, falta de principios, oportunismo desvergonzado y escaso sentido del ridículo que el del grupo popular en el Senado apoyando la propuesta de ERC de devolver los presupuestos al Gobierno. El gesto es inútil y una perfecta pérdida de tiempo (y de dinero, claro) ya que el Gobierno los sacará adelante en el Congreso. En cambio deja al PP en la incómoda situación de tener que explicar por qué vota con un partido que considera inconstitucional, independentista, poco menos que aliado de ETA y a algunos de cuyos dirigentes quisiera ver procesados. Claro que los dirigentes del PP no acostumbran a dar explicaciones de sus actos; ni siquiera a sus afiliados o cargos representativos, como se comprobó cuando el señor Aznar metió al país de lleno en una guerra consultando la decisión con el cuello de su camisa. Pero es precisamente esa incongruencia, ese estar dando tarascadas a diestro y siniestro sin una línea clara y definida las que hacen que el PP no suba en intención de voto en los sondeos a pesar de que el gobierno del PSOE ha de habérselas con la que probablemente sea la peor crisis económica desde comienzos del siglo XX.

Es difícil dar mayor muestra de incongruencia, sí; pero no imposible. El mismo partido batió su propia marca registrando para hoy una veintena de preguntas al Gobierno acerca de los vuelos de la tortura de la CIA a Guantánamo. Decía ayer Iñaki Gabilondo en la Cuatro que estos preguntadores siguen el ejemplo de su maestro el señor Aznar y, como él, tienen el rostro de cemento. El rostro de cemento y las meninges planas, también como el maestro, porque los van a hacer picadillo. Los vuelos de la tortura fueron autorizados por el gobierno del señor Aznar con pleno conocimiento de lo que se trataba. Siguieron luego durante el gobierno del señor Rodríguez Zapatero pero éste tiene una excusa formidable, una coartada indestructible consistente en decir que no sabía nada ya que nadie lo informó en el momento de la trasmisión de poderes y, además, quienes trasmitían tales poderes, probablemente sustrajeron toda la documentación al respecto, dejando al gobierno a la luna de Valencia. Así que estos diputaditos van a aprender en carne propia la diferencia que va del Gobierno a la oposición instalándose en la posición del gobierno anterior y dejando que éste de ahora se convierta en oposición. Y gratis.

(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

El ejemplo griego.

De siempre ha irradiado Francia mucha influencia sobre Grecia; en la Sorbona se ha graduado parte importante de la élite griega y hay un intenso intercambio cultural entre los dos países. Por eso los disturbios actuales en diversas ciudades helénicas siguen de cerca el ejemplo de los que se produjeron hace unos años en las banlieux de algunas ciudades francesas, aunque su base sociológica sea distinta. Los inmigrantes franceses son los adolescentes griegos. El detonante, la extrema violencia policial, ha sido similar como lo están siendo las tácticas y procedimientos de enfrentamientos entre la policía y jóvenes manifestantes. La diferencia es que en Grecia la violencia es mayor que en Francia ya que no sólo arden coches si no también comercios.

En esta situación de enfrentamiento social tiene su importancia la crisis general capitalista que en Grecia golpea con especial dureza, dadas sus sempiternas debilidades estructurales. Sin duda la juventud (con un treinta por ciento de desempleo) es uno de los sectores más castigados; pero también los están las demás capas sociales, la clase media y sobre todo los trabajadores en un país tradicionalmente exportador de mano de obra que ahora se ha visto forzado a admitir una inmigración creciente proveniente de los antiguos países comunistas. La huelga general convocada para hoy por los sindicatos, especialmente el de funcionarios (condenados una vez más a pagar las políticas de austeridad del Gobierno conservador) y que, en principio, no tiene que ver con los disturbios juveniles, contribuirá a consolidar la ya muy extendida impresión de que las autoridades están desbordadas y el país se aproxima a una situación caótica.

No ayuda en nada el hecho de que el sistema político, la república instaurada en 1974, después de la dictadura militar y tras liquidar la monarquía, sea uno de los más corruptos de la Unión Europea, en paralelo con alguno de los países ex-comunistas. El símbolo es el hecho de que los dos dirigentes que se enfrentan en la única opción de alternancia viable, Costas Karamanlis, primer ministro conservador y Yorgos Papandreous, jefe socialista de la oposición, van por las sendas de sus respectivos parientes Constantino Karamanlis, tío del actual primer ministro y fundador de Nea Demokratia y Andreas Papandreous, el gran dirigente del Movimiento Socialista Panhelénico, PASOK, en los años ochenta y noventa del siglo pasado y padre de Yorgos. Una corrupción que todo lo invade, desde el sistema educativo al financiero y que Grecia no está en situación de permitirse por más tiempo.

De esta forma, en poco ayuda que los sondeos sean hoy favorables al PASOK frente a la Nueva Democracia y que Papandreous esté pidiendo elecciones anticipadas, dada la debilidad parlamentaria del gobierno conservador que tendría que revalidar su mandato en 2011. Muy probablemente el problema griego no sea ya cuestión de alternancia sino de refundación del sistema político que hoy agoniza impotente entre el nepotismo y el paternalismo.

Así que, bien mirado, es posible que Grecia vuelva a ser un ejemplo para los demás países del continente.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 9 de desembre del 2008

Uno tras otro.

Da gusto ver lo bien que funcionan las fuerzas de seguridad del Estado a la hora de detener a esta panda de asesinos; y tranquiliza mucho. Se acabaron los tiempos en que la actividad de ETA tenía en jaque al Estado con cien o ciento y pico muertos al año, atentados, coches-bomba, secuestros... y las autoridades decían que el Estado acababa con ETA o ETA acababa con el Estado, es decir encaraban, aunque fuera hiperbólicamente, una hipótesis que ningún Estado de derecho puede admitir: que los criminales sean más fuertes que la ley y acaben imponiendo la suya. De eso ya no queda ni el recuerdo. Ahora las cosas son más sencillas: ETA se reorganiza como puede, da un golpe, asesina a una persona y en poco tiempo están los responsables entre rejas... y vuelta a empezar.

No sé cuánto tiempo más podrá aguantar así la organización terrorista. A sus partidarios civiles, que todavía quedan en el mejor de los casos entre viejos antifranquistas atornillados en el pasado y en el peor puros resentidos, les encanta decir que, mientras no haya una solución "política" y dado que ETA es la manifestación de un sentimiento de agravio popular muy fuerte, seguirá habiendo lucha armada, que es el nombre que dan a estas acciones de asesinar a sangre fría y a bocajarro a algún ciudadano en la vía pública.

Curiosamente sin embargo fue la propia ETA la que reventó el último proceso negociador en un evidente error de cálculo patente desde entonces, pues no ha vuelto a levantar cabeza. En los dos años transcurridos desde aquella tregua que tantas esperanzas hizo concebir ETA se ha encontrado sin recursos, sin capacidad de maniobra, sin apoyo social, sin eco político hasta el punto de que según propia confesión su acción ya sólo persigue volver a la mesa de negociaciones que ella misma volcó y sin querer reconocer que también eso es imposible. Ningún Gobierno español negociará nada con esta panda de criminales antes de que hayan dejado las armas y se hayan disuelto. Luego, los dioses dirán.

Porque lo que ha sido más llamativo en los últimos tiempos es la pérdida de legitimidad social del terrorismo directa o indirectamente expresada. Ya ni los curas en el País Vasco dan a entrever connivencia alguna con los asesinos y, para colmo de males, el Estado ha cerrado la puerta a los taimados intentos del PNV de cumplir el programa de ETA sin ETA pero con ETA. El señor Ibarretxe se ha zampado su plan dos veces y ahora sólo queda saber qué dirán las urnas en las próximas elecciones en el País Vasco. Es posible que gane un Partido Socialista que tendrá la obligación moral de gobernar en Euskadi y al que no se deberá dejar que vuelva a cometer aquel error histórico (¡eso sí que era estar acomplejado!) de ceder el gobierno de la comunidad al PNV.

Con los etarras en el talego y los jelkides en la oposición las circunstancias en el País Vasco cambiarán radicalmente.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

La mafia del ladrillo al descubierto.

La noticia de El País era bien clara: Martinsa se apuntó revalorizaciones de terrenos hasta del 19.000%, es decir, solares que valían trescientos mil euros pasaban a valer sesenta y cinco millones. Aquella fabulosa burbuja inmobiliaria que nadie se explicaba, con unos precios que no hacían si no subir y subir y subir, a pesar de las continuas advertencias de organismos internacionales de que estaban sobrevalorados, tenía un origen ordinario, casi de cajón: unos sinvergüenzas robando a todo trapo; unos tipos, magos de la "ingenieria financiera" que sacaban millones de donde no había nada. Y lo hacían con el concurso y la complicidad directa de las entidades financieras. Al parecer, la (presunta; aquí es siempre todo presunto) estafa de Martinsa venía avalada por no sé qué tasadora que estaba participada al ciento por ciento por Cajamadrid que luego daba los créditos hipotecarios para comprar unas propiedades que ella misma había ayudado a sobrevalorar. Y las agencias de calificación de riesgo haciendo la vista gorda.

Y tan gorda. Como para no ver delitos y estafas en donde probablemente los había. Porque si esto es lo que hacía Martinsa, habrá que ver qué hicieron Mortinsa, Partensa, Putensa y todos los demás para conseguir que los precios de las viviendas en España se dispararan e hipotecar así de por vida a generaciones enteras en uno de los mayores actos de despojo que hayan visto los tiempos. Porque eso fue un delito y una estafa. Una estafa como el famoso "toco mocho", cuando pringaba a los compradores en hipotecas para adquirir bienes sobrevalorados, concedidas alegremente, sin avales, sin garantías o con avales cruzados por los mismos que las habían sobrevalorado. Toda esa gente que ahora se encuentra con que sus viviendas valen aproximadamente la mitad de la hipoteca que ha suscrito y que la tiene ahogada...en época de penuria y sin empleo.

Además del toco mocho, esta presunta estafa se incardina en la mecánica de la ingeniería financiera de "futuro", como la de Afinsa: imposiciones con rentabilidad fabulosa, créditos a go go, basados en la creencia de que la espiral de la estafa seguirá funcionando en el futuro, que cada vez se reclutarán más ingenuos para pagar los intereses comprometidos, que los precios de las viviendas no bajarán ni la demanda caerá.

Pues la demanda ha caído, el futuro se ha cerrado, las inmobiliarias están todas en concurso de acreedores, las hipotecas en impago y los precios inflados por los codiciosos y sinvergüenzas de turno tienen que bajar. En este contexto se entiende el perfil moral de la ministra de la Vivienda, doña Beatriz Corredor, que lleva meses tratando de impedir que esto suceda, que bajen los precios, y empujando a la gente a seguir comprando a precios inflados. Habrá gente que pague el pato, todos los entrampados en hipotecas basura (se calculan en unos 60.000) para los que el Estado habrá de encontrar una solución. Pero los precios tienen que bajar porque es la única forma de salir de la crisis. Aunque la mafia del ladrillo acabe toda en la cárcel que es en donde debiera estar por haberse enriquecido a base de imposibilitar que la gente acceda a un derecho reconocido con la boca chica por esta celebrada Constitución cuyo trigésimo aniversario acabamos de celebrar.

(La imagen es una foto de sicoactiva, bajo licencia de Creative Commons).