divendres, 12 de desembre del 2008

Habla el estafermo.

El señor Fraga Iribarne, ministro muñidor de la Dictadura, propagandista del "Estado nuevo", la "democracia orgánica" y la "paz de Franco", viejo fascista revenido, carcamal de misa, olla y queimada, es lo que se dice un "activo" para el PP porque es quien mejor sintoniza con el militante mediano de su partido, el que dice lo que la mayoría piensa pero no le interesa formular. Situado ya en las postrimerías de la existencia, hombre correoso, ha perdido todos los respetos humanos y dice lo primero que le pasa por la cabeza o, en expresión hodierna, lo que le cantan las bolas. En este vídeo se ve a Fraga meditando la respuesta que dará a quien sea. La gracia de Fraga, si alguna tiene, es ver colgados a los partidos nacionalistas. Aparentemente es más grave que el "¡muera el Borbón!" del señor Tardá o el "tonto de los cojones" del señor Castro. Supongo, por cierto, que no se dirá que la política española sea átona. Así se lo han tomado los comentaristas de la izquierda que están todos en plan fiera, pidiendo la dimisión de la estantigua o que la deponga el señor Rajoy. Que hace falta perversidad: pedir al señor Rajoy que haga algo y que ese algo sea echar al presidente de honor y fundador de su partido. ¡Cómo si pudiera!

Con todo los exabruptos no son comparables. El del señor Fraga aparece incluso como una respuesta razonable a la pregunta que se le hace de si puede ponderar a los distintos partidos nacionalistas y como quiera que ponderar significa determinar el peso de algo, una respuesta posible es que primero hay que colgarlos para poder pesarlos. Tiene la mala uva del personaje, que es un tipo perverso (pues sólo los tipos así podían llegar a ministros con Franco) pero es una respuesta posible. A su lado el tonto de los cojones y el "¡muera el Borbón!" son simples pero inequívocos.

Fraga posee una especie de carisma autoritario que muchos (todos esos de "este país necesita mano dura") tienen en alta estima. Al mismo tiempo, gracias a la prodigiosa capacidad de usurpación conceptual de la derecha, aparece legitimado por un halo democrático. Fraga es un padre de la Constitución y uno de los parteros de la democracia en nuestro país. Esa milonga se la han tragado también los analistas de izquierda que atribuyen a Fraga el mérito de haber "civilizado a la derecha", que vaya Vd. a saber qué quiera decir salvo que antes la derecha no era civilizada. En todo caso, es un mito. Fraga no quería la Constitución, ni quería salir de las Leyes Fundamentales de Franco sino mantenerse dentro del régimen, esta vez coronado, con sola una reforma del Senado. La Constitución tuvo que tragarla. Pero una vez en la tarea, dio pruebas del envidiable pragmatismo al conseguir que fuera lo más favorable a lo que él defendía en sistema electoral, cuestión regional, función del Rey, etc; es decir, trató -y en alguna medida consiguió- que la Constitución fuera menos democrática de lo que pudo ser. Si por Fraga fuera España no sería una democracia sino un sistema dictatorial y paternalista, propio de la visión del llamado "franquismo desarrollista" que era el suyo. Si sería desarrollista que escribió un libro sobre el Desarrollo político bien es cierto que el título era ocasional y se limitaba a pillar honda del concepto de "desarrollo político" entonces de moda.

En cuanto a los afectados, los nacionalistas a los que el señor Fraga quiere ver colgados, como un cónsul victorioso mandaba crucificar a todos sus enemigos para entrar triunfador en Roma, siempre pueden recordarle al ex ministro de Franco que la España que dice defender no cuelga a la gente sino que le da garrote vil. La España de Fraga es la de Franco, la España del garrote vil.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).