dilluns, 13 de juliol del 2009

La política del terror.

Un libro este (Alejandro García (Ed.), 2009, Los crímenes de Estado y su gestión. Dos experiencias postraumáticas y una aproximación a la justicia penal internacional, Madrid, Ediciones La Catarata, 198 págs.) compuesto por tres trabajos de muy desigual longitud, concepción, materia y metodología, pero todos ellos interesantes por la temática que abordan.

Alejandro García (Colombia y sus guerras) traza un cuadro de la evolución del país al que algunos bromistas llaman "Locombia" desde los orígenes de la llamada La Violencia, que siguió al Bogotazo del 9 de abril de 1948, cuando cayó asesinado el dirigente liberal Jorge Eliezer Gaitán, una especie de apóstol de los pobres. Este crimen disparó una oleada de violencia, la conocida como La Violencia y en diferentes etapas, llega hasta nuestros días. La Violencia sacudió al país en muchos aspectos. Muchos liberales que no estaban seguros si seguían viviendo donde siempre constituyeron guerrillas y empezó una guerra de guerrillas. Al final de la dictadura militar de Rojas Pinilla (1953-1957) conservadores y liberales se pusieron de acuerdo en Sitges en un pacto de alternancia, también llamado Frente Nacional (1958-1974). Este Frente Nacional fue un cierre en falso de La Violencia. Los asesinatos y crímenes siguieron y enlazaron con la siguiente ola de violencia en 1980 hasta hoy. Habla el autor de una "nueva frontera" para los que se ven obligados a desaparecer de las ciudades y se organizan en movimientos de resistencia en una zona del Magdalena Medio, centro geográfico de Colombia. En esa zona será donde surjan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Los guerrilleros pusieron orden de gobierno en la zona y la situación enraizó en la población campesina y así vino funcionando hasta los años ochenta. En 1982, en Puerto Boyacá se crea la primera organización de Autodefensa. Ya el ejército había luchado contra las FARC, pero no era capaz de arradicarlas. Los grupos paramilitares de autodefensa se reunieron en Medellín en 1982 y pusieron en marcha el mecanismo para acabar con las FARC. Lo que hicieron con la ayuda del ejército fue una especie de "solución final" con exterminio de la población campesina planeado a conciencia. En esta tarea de exterminio resultaron de gran utilidad los jefes de las FARC que desertaban y se pasaban al enemigo, siendo muy conveniente la información que facilitaban. El momento álgido de las masacres se dio en 1985. En 1987 algo empezó a cambiar con la creación de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), que no querían saber nada de la violencia y se enfrentaban por igual a guerrilleros y a paramilitares, intentando superar la Ley del silencio que los autedefensas habían impuesto en el Magdalena Medio. Hasta que unos pistoleros asesinaron a tiros a su dirigente, Josué Vargas juntamente con el secretario general Saúl Castañeda, el ingeniero y asesor Miguel Ángel Barajas y la periodista Silvia Duzán, que iba a contar la verdad de lo que pasaba. A partir de este momento, la guerra se hizo global (de todos contra todos) y surgió el narcotráfico como otro escalón en el camino. Sin embargo, en 1990 las guerrillas estaban más fuertes que nunca. Con la elección de Álvaro Uribe (que recibió muchos votos de los paramilitares) comenzaron las negociaciones. En junio de 2005 se promulga la Ley de Justicia y Paz que legitima a la impunidad y olvida a las víctimas. Todo el sistema está podrido. Más de la mitad de los senadores y diputados deben su escaño a la AUC. A ello se ha añadido el narcotráfico, ya mencionado. Recordando la novela de José Eustasio Rivera, La vorágine el autor llega a la conclusión de que en Colombia se impone la vorágine.

Gabriela Águila y Laura Luciani (Argentina: crímenes de Estado y memoria) presentan un trabajo que es el único que hace honor al título. Los crímenes en la Argentina, en efecto, lo fueron de Estado, de gobierno. Los de Colombia, en su mayor parte, son de los paramilitares que sólo indirectamente cabe considerar Estado. En la Argentina, sí, vino de la mano de la "nueva dictadura" de 1976 a 1983, una dictadura que planifica y lleva a cabo el exterminio de sus oponentes políticos y de mucha gente corriente y moliente. Aunque comenzó contando con cierto apoyo tácito de la población, hacia 1981 ya empezó a organizarse la oposición a través de la Multipartidaria, a la que se unieron la Unión Cívica Rdical y el Partido Justicialista. La junta del General Galtieri (los sucesivos generales de esta siniestra Junta fueron Videla, Viola, Galtieri y Bignone) declara la guerra de Las Malvinas, que pierde. La Multipartidaria convoca en septiembre de 1983 una marcha por la Democracia y la Reconstrucción Nacional a la que acuden 100.000 personas. Las fuerzas armadas deciden abandonar el poder pero antes promulgan una Ley de Pacificación por la que intentan garantizar la impunidad de quienes participaron en la represión. La dictadura cae en diciembre de 1983. Sigue el gobierno radical de Raúl Alfonsín (1983-1989), el breve período radical de Fernando de la Rúa hasta 2003 en que se elige a Néstor Kirchner y en la actualidad, su mujer gobierna. En un primer momento Alfonsín hizo derogar la ley de autoamnistía de los militares y creó la comisión de la verdad, presidida por Ernesto Sábato con el título oficial de Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). El informe Sábato documenta el caso de nueve mil. En la segunda mitad del gobierno de Alfonsín este empezó a ceder a las presiones de los militares con lo que en 1986 se promulga la Ley de Punto Final y en 1987 la Ley de Obediencia Debida (llamadas "leyes de impunidad"). Finalmente en 2001 el juez Cavallo decretó la inconstitucionalidad de las dos citadas leyes y el Congreso las anuló en 2003.

Teresa Vicente (La justicia universal como justicia reparativa postconflicto) sostiene que hasta la fecha hay tres formas de materializar la jurisdicción penal universal: la Corte Penal Internacional (CPI), la creación de tribunales ad hoc como órganos subsidiarios del Consejo de Seguridad y los Tribunales Penales mixtos. La CPI se crea en la Conferencia diplomática de Roma el 17 de julio de 1998 y el tratado entró en vigor en julio de 2002 mientras que la Corte quedó constituida en 2003, ratificada por 106 países. La más firme oposición a cualquier forma de ejercicio del derecho a la justicia universal son los Estados Unidos, cosa que hacen a través de tres vías: a) presionar al Consejo de Seguridad de la ONU para obtener resoluciones que garanticen que la Corte se abstendrá de actuar sobre sus nacionales; b) la conclusión de tratados bilaterales de no extradición o entrega a la CPI; y c) establecimiento de una legislación interna (p. 179). El derecho internacional atribuye a los estados competencias extraterritoriales que sólo son obligatorias si los presuntos criminales se encuentran en el territorio del Estado. Analiza luego la autora el caso de España con los llamados "juicios de Madrid" y su impacto sobre la Argentina. No obstante el trabajo se redactó antes de que el Congreso aprobara una modificación de la normativa restringiendo mucho el alcance de la jurisdicción universal en el caso de España. Igualmente hace una valoración sucinta de la situación en Colombia y la Argentina. A ella añado yo la idea de que se trata de casos contrapuestos: en Argentina, aunque de modo tortuoso y con ayuda exterior, se siguió el camino de la ley y, al final, se ha podido arbitrar una solución razonable para los problemas de la restitución de las víctimas, la recuperación de la memoria, el castigo de los culpables. En Colombia nada de eso ha sucedido. Al contrario, gracias a la estrecha connivencia entre los paramilitares, el narcotráfico y las instancias institucionales, la situación es de legitimación y perpetuación de la injusticia.

diumenge, 12 de juliol del 2009

Los chanchullos del Curita y el Bigotes.

Hace ya unos días que Palinuro colgó una entrada preguntándose si en el asunto de los trajes que el Bigotes regaló al Curita sólo había trajes, titulada ¿Sólo son trajes?, maliciándose que los regalos de los ternos al presidente de la Generalitat ocultaban asuntos de mayor envergadura y que el señor Camps le echaba morro al asunto y no dimitía a pesar de haber mentido cada vez que le han preguntado por ello porque así creía ocultar esos otros asuntos delictivos y de mayor enjundia.

En el auto en que convoca al Curita, el juez Flors infiere por su cuenta que los regalos del Bigotes no tienen contraprestación evidente con lo que no serían cohecho en sentido estricto. Pero es que sí lo son. La misma Generalitat, en un informe, reconoce que otorgó contratos a la firma del Bigotes por millones de euros, una pasta gansa, adjudicándolos a dedo por el procedimiento de fraccionarlos para que estuvieran todos por debajo de los 12.000 y fueran de libre adjudicación. Y "libre" quería decir, del Bigotes. Luego, el Bigotes regalaba trajes a medida y bastante caros al Curita pero no porque estuviera agradecido por los tropecientos contratos por millones de euros sino porque le gusta jugar a Beau Brummel y quiere darse el gustazo de contemplar la elegancia, sobre todo la financiada por él paseando por el palau de la Generalitat.

Quienes dicen que en los trajes sólo hay trajes, entre ellos según parece los tres jueces muy favorables al Curita, sostienen que los regalos a las autoridades son frecuentes y usuales en nuestro sistema latino y mediterráneo de regalo al cacique, que es, si acaso, cuestión de mal gusto, pero una pequeñez, una fruslería, algo que no puede tenerse en cuenta. Esta misma gente dirá que la adjudicación de docenas de contratos por debajo de los 12.000 euros es perfectamente legal y hasta, si se apura, aleatoria. Ha querido el destino que sea así y no hay más que hablar.

La estrategia del PP es salvar al Curita a base de torticerías procesales (cuando éste dice que arde en deseos de aclararlo todo pero luego rehúye el bujlto, manda a su abogado y trata de paralizar la causa como sea) y en la esperanza de que la intensa amistad entre el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia y el mismo Curita, así como la orientación política conservadora de los otros dos magistrados permita dar carpetazo al asunto. Una estrategia que está peligrosamente cerca de la prevaricación y que, de producirse, dará lugar a un escándalo mayúsculo. Porque a estas alturas, después de infinitas mentiras y jeremiadas del Curita, a cualquiera se alcanza, excluido el juez de instrucción, que hay un lazo causal entre los contratos de la Generalitat y los ternos de sus barandas, pagados por la misma empresa que recibía los contratos y que el quebranto de esta estafa para la Hacienda Pública basado en el fraude de ley del troceamiento de las adjudicaciones es considerable.

Nada de una fruslería; un cohecho como un piano (presunto, por supuesto) y por el cual no solamente Camps tendría que haber dimitido ya sino que media docena de los responsables tendría que estar en la cárcel. Preventivamente, desde luego.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

El perdón de la Iglesia.

No seré yo quien minimice o cuestione el gesto de la Iglesia vasca a la hora de pedir perdón por su silencio respecto al asesinato de catorce curas cometido por los franquistas en 1936. Y no lo seré porque ya sólo este gesto provoca una difícil contradicción en el seno del conjunto de la Iglesia española, dedicada en cuerpo y alma a honrar la memoria de los "mártires" de la guerra civil, entendiendo por tales exclusivamente a las personas, religiosas o no, fusiladas y/o asesinadas por las diversas facciones del bando republicano; es decir dedicada en cuerpo y alma a seguir glorificando al fascismo, al que sirvió, legitimó y del que se benefició durante los cuarenta años de la dictadura, calificando la guerra civil como "cruzada" y sirviendo de sustento al franquismo bajo la forma del nacionalcatolicismo. Ahora, esta decisión de la jerarquía vasca viene a romper el silencio cómplice la Iglesia y a poner de relieve su función de sostén de la dictadura, quebrando la unidad de criterio que había venido siendo sacrosanta.

Se trata desde luego de una decisión encomiable que debe airearse cuanto se pueda en honor de esas catorce víctimas de la vesania fascista ante todo y en beneficio de sus deudos y allegados. Pero es insuficiente. Entiéndase, es mucho más de lo que cabe esperar de la jerarquía española, presidida por un nostálgico del fascismo como Rouco Varela y poblada de petimetres demagogos de extrema derecha como monseñor Martínez Camino. Pero es insuficiente.

¿Qué pasa, por ejemplo, con los otros asesinados por los fascistas y no eran estos catorce religiosos? ¿Hay que entender que estuvieron bien asesinados? El silencio de la Iglesia sobre ellos, ¿no molesta a la jerarquía vasca? ¿Son menos víctimas los republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas asesinados durante la guerra civil y en la posguerra por los fascistas por el hecho de no ser curas?

Y es insuficiente por otro asunto nada baladí: porque la Iglesia (la española en general y la vasca en particular) no se limitó a callar ante el crimen y la barbarie sino que, en muchas ocasiones, fue parte activa de ellos. Cuando no fueron los mismos curas quienes delataron y asesinaron a los republicanos, estuvieron muchas veces presentes en su ministerio sacerdotal para legitimar la locura genocida y son tan responsables de ella como quienes la perpetraron directamente. No basta con pedir perdón por su silencio ante los asesinatos sino por haberlos cometido directa o indirectamente; por formar parte de los asesinos o de sus cómplices y encubridores. Reitero: la petición de perdón por un silencio culpable está muy bien. Pero la Iglesia no se limitó a callar cuando debió hablar sino que, al haber sido parte combatiente en el conflicto, cometió los mismos crímenes frente a los que ahora dice no poder callar o los encubrió y amparó. A los creyentes sinceros, a los cristianos de los de la otra mejilla puede resultarles chocante la idea de una Iglesia asesina pero eso es lo que hubo y no en un momento de desvarío, sino como consecuencia de una política deliberada de genocidio de los republicanos practicada durante los tres años de la guerra civil y los casi cuarenta de dictadura.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 11 de juliol del 2009

Un cielo tachonado de perlas.

Erradicar el racismo del corazón de la gente parece un programa hermoso pero temo que irrealizable. Para demostrarlo basta con pedir a cada cual que mire en el suyo y que mire a fondo, no en los habitáculos de la autocomplacencia que es en donde mora la mayor parte de los comentaristas y analistas. En habitáculos de verdadera indigencia intelectual, en uno de los cuales se dice que el racismo está mal y es condenable y eso es lo que se supone que piensa cualquiera que expone su parecer en público por los medios que sea. Pero, luego, siempre que la realidad fenoménica se manifiesta, las cosas son las contrarias. Hoy estar "a la última" consiste básicamente en ser demócrata, nada racista y estar en contra de la corrección política en nombre de una rebeldía que coincide ce por be con el contenido de alguna nueva marujada. Por ejemplo, en el machismo, que es una forma más del racismo, la diferenciación de trato a las mujeres señalando si están casadas o solteras, no falta nunca quien, diciendo que rompe la tiranía borreguil de lo políticamente correcto, subscribe el trato alternativo señora/señorita y revierte veinte años la situación. El racismo, el machismo, el jingoísmo y otros comportamientos odiosos; todos los repudiamos y todos los practicamos. (La imagen es una foto de Hiperkarma, bajo licencia de Creative Commons).


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Aplaudo la decisión del señor Camps de no comparecer el jueves ante el juez y acogerse al privilegio de los aforados. Es cierto: la primera obligación del señor Camps es hacer la compra de lo que la señora Camps vaya a almorzar, luego ya se verá si le queda tiempo para comparecencias. Pero este pavo ¿no es el que decía que estaba deseando que hubiera cauces legales para aliviar su necesidad de declararlo todo? ¿No es el que se alegraba de que lo imputaran porque así por fin podía acudir ante un juez a contarlo todo lleno de felicidad? Es el mismo, sí, pero ha evitado siempre ir al juez, no ha comparecido y no tiene la menor intención de hacerlo. Al contrario, sus abogados tratan de que descarríe el proceso, impugnan todas las decisiones y recurren todo lo que obligue a Camps a comparecer. Es decir, este habla de comparecer, pero lo evita siempre. Porque lo que tiene el Curita, ya se ha dicho en Palinuro, es mucho morro.(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

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Dice el Público de hoy que Los monos viven más si consumen menos calorías, según han demostrado unos científicos de no sé dónde. He aquí la prueba incontestable de que el orden social conservador coincide no solamente con los mandatos de Dios sino con los ultimísimos avances de la ciencia. Así queda claro, pues probado está ya en nuestros antepasados darwinianos que, cuando las clases dominantes mantenían (y mantienen) a las subalternas como casi esclavas con salarios de hambre sólo buscaban prolongarles la vida. Si luego ésta no era tan larga como debiera según el razonable aporte calórico, ello se debía a otros factores como el consumo del alcohol o estupefacientes o la costumbre de trabajar sin la suficiente protección. Y los pobres siempre obstinados en pensar lo contrario. Los pobres son todos tan malpensados...(La imagen es una foto de My Web Page, bajo licencia de Creative Commons).

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Dizque el señor Bárcenas dimitirá de "forma transitoria" si continúa el proceso. Algo es algo. "Transitorio" quiere aquí decir que si, tras ser procesado, se demostrara su inocencia, podría volver a ser tesorero del PP que es, obviamente, lo que le gusta. O sea, es una dimisión con reserva de plaza; casi una excedencia. Es lo que tiene esta gente de orden, siempre precavida. Como además cuenta en su defensa con la sapiencia procesal del señor Trillo, quien ha conseguido no ser procesado él mismo, tiene buenas esperanzas ya que lo importante no es demostrar la inocencia sino tener la capacidad necesaria para acumular triquiñuelas de leguleyo para que hasta el más granuja pueda irse de rositas.

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divendres, 10 de juliol del 2009

Unos trajes que todo lo pueden.

La situación creada en el país por los famosos trajes del presunto cohechador señor Camps tiene ribetes kafkianos. La prensa trata todos los días del asunto, y casi parece que no hubiera otros, con lo que no andaremos lejos de que algún ilustrado diga que estamos ante un "delito mediático", forma habitual que hoy toma la imperecedera tendencia del ser humano a matar al mensajero: no hay delito, hombre, se lo digo yo. Lo que pasa es que vivimos en la época del reinado indiscutible de los medios y la realidad es la que estos definen. Mucha gente ilustre ha puesto su nombre debajo de alguna majadería de este jaez. Porque por supuesto que hay otros asuntos y por supuesto que los medios los tratan. Basta con hojear cualquier diario impreso o navear por uno en línea. Lo que sucede es que esos otros asuntos son irrelevantes, que han perdido interés. ¿A quién interesa si Micheletti parlamenta con Zelaya, si China masacra a los uigures, si se consigue disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, si UPyD se rompe o no, si el cine sale de su atonía, mientras pueda enterarse de qué nueva treta se le ha ocurrido al Curita para esquivar a los tribunales, que es a lo que está dedicado? Así que menos lobos porque somos nosotros, los consumidores de información quienes definimos la realidad. Somos los clientes y mandamos: queremos saber en qué queda el culebrón del Curita y los medios están para satisfacer ese deseo.

¿Qué hace el PP? Concentrar sus energías en la defensa del señor Camps. Sostiene la señora De Cospedal que ellos están "a lo que digan los jueces" pero acto seguido le dicen a los jueces lo que tienen que decir: aquí, mire Vd., no hay delito. Una falta en todo caso pero delito... ¡quiá, hombre, con lo honrado que es nuestro Camps! Si lo sabréis vosotros, los jueces, que o sois amigos suyos o comulgáis con sus ideas políticas. En realidad es asombroso que exista una acusación así. Es más, el señor Basagoiti que habla muy claro, sin duda por su condición de vasco, sostiene que es una "gilipollez", concepto jurídico de notable contundencia.

Hasta la fecha, la persona que ha formulado este frente defensivo del PP de aquí-no-hay-delito ha sido la señora Rita Barberá, popular y dicharachera alcaldesa de Valencia, para quien los trajes del Curita son como las anchoas de Bambi y lo que hay que hacer es reformar el código penal para quitar este delito-gilipollez y dejarlo como una patena. Los españoles miran poco hacia fuera y por eso seguramente nadie le haya dicho a esta señora que eso es lo que hace Berlusconi en Italia: reformar la ley para no ir a prisión. Nadie tampoco ha explicado a Berlusconi en sus noches locas ni a la señora Barberá en las suyas castas que el Estado de derecho consiste precisamente en que hasta el Estado se somete a la ley y no al revés y que si es al revés no hay Estado de derecho sino tiranía.

En fin, no hay que descuidarse. La justicia ya da muestras de flaquear. El juez instructor, señor Flors, decide por su cuenta que los trajes del Curita no son cohecho en sentido propio porque no hay conexión entre los regalos y las adjudicaciones de contratos de la Generalitat. Por supuesto, ni la habrá si el mismo juez se niega a tomar declaración a los responsables de las empresas que hicieron los regalos y son las mismas que recibieron las adjudicaciones. Elemental, querido Watson, blanco y con asas. Pues el señor Flors dice que no hay pruebas. Y literalmente llueven. Por eso pide el PSOE que se llame a declarar, entre otros, al Bigotes, el que hizo los regalos y a quien el Curita "quiere un huevo". Porque el Curita puede querer un huevo a quien se le cante el otro, pero el presidente de la Generalitat no.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

La belleza y el mal.

Esta compañía del Ballet Imperial Ruso nos visita todos los años en el verano generalmente con el repertorio de Chaikovsky, que se conocen muy bien y con los títulos más taquilleros. El lago de los cisnes, que se estrenó ayer en el teatro Compac, en la Gran Vía, es estupenda y tiene lleno garantizado con su gran variedad de melodías y las mezclas de pasos con una gran gama musical, desde los momentos más solemnes y palaciegos a uno de los más célebres pasos a dos, el del príncipe y el mago, el principio del mal, Rothbard, sin olvidar los idilios pastoriles a cargo de los omnipresentes cisnes del lago, que permiten que la compañía se luzca en la coreografía. A mí me gustan, aunque me resultan un poco fríos y rutinarios y como que no le ponen pasión o fuego. Claro que excepción hecha de la encendida del príncipe por Odette aquí hay poco de apasionamiento.

Lo de los nombres es muy significativo. Aunque el espíritu nacional ruso diga que la leyenda es autóctona porque los cisnes son animales emblemáticos rusos, la historia es de origen germánico. De ahí que el príncipe se llame Sigfried, como el de Wagner. Los nombres de las mujeres, Odile y Odette son franceses lo que también es muy germánico y muy ruso pues ambas culturas tienen fuerte influencia francesa. El nombre de Rothbard, en el fondo, Barbarroja, es el que no acabo de explicarme. Además, siempre que lo veo me acuerdo del finado Murray.

Hay dos momentos en este ballet que son especialmente lucidos: los dos pasos a tres del príncipe/Rothbard y la hija de éste y la princesa Odette. Es una duplicación en la que las dos mujeres actúan la una como el doble de la otra. Todos esos casos de dobles, que es la figura más socorrida de la literatura, me interesan. Casi siempre escenifican, visibilizan, la condición humana misma, la dualidad y, además, en forma de dualismo moral: el bien y el mal. En este caso tanto el bien como el mal son el interior de la belleza y el príncipe, al elegir la belleza, espera estar eligiendo el bien pero las malas artes de Rothbart desvían su recta intención hacia el mal. Sólo un afán desmedido de fabricar un final feliz hará que el pronunciamiento por el mal se convierta en el triunfo del bien. Y siempre dentro de la belleza. Parece mentira que un hombre tan deprimido, capaz de componer la sinfonía Patética imaginara un mundo tan completo de plenitud del bien, la belleza y la armonía.

Las danzas que mete Chaikovsky como filetes están muy bien. Sobre todo la española con sus castañuelas, un instrumento muy primitivo pero muy característico y alegre. Suele decirse que alguien "está como unas castañuelas", queriendo decir que es muy alegre. Nadie dice de otro que esté como un piano o un violín o un fagot. Las otras dos, una como tarantella napolitana y una mazurca húngara son también escapadas muy gratas.

Ballet clásico, un mundo de armonías y proporciones racionales incluso cuando tratan temas de lo irracional que no desaparece ante el empuje de los ballets innovadores o vanguardistas que tienen una idea distinta de casi todo, por no decir todo, incluido el hecho mismo de que el ballet sea una mezcla de movimiento del cuerpo humano con acordes musicales. Interesante este asunto pero también interesante es el clásico que conjuga movimiento y música pero al servicio de una historia o tomando como guía una historia, o sea el ballet como representación musical narrativa.

dijous, 9 de juliol del 2009

El morro del Curita.

El presunto cohecho del señor Camps con los trajes del Bigotes tiene varias facetas a las que los medios llevan un par de días sacando verdadero brillo. El concepto de responsabilidad política ha quedado hecho añicos, supeditado al de la penal. Los destinos del PP, uncido éste al del presidente de la Generalitat valenciana son cada vez más oscuros. Los amigos del personaje chapotean en la extravagancia, como la señora Barberá, que saca a colación unas anchoas para hacer tragable ese gesto ridículo, propio de mafiosi de campanario del regalo de los ternos. La crónica institucional se convierte en una serie de cábalas sobre cuánto podrá aguantar el señor Camps, imputado y procesado. La política es un rifirrafe continuo entre partidarios y detractores del Curita y, en el fondo, nadie entiende cómo es posible que el tal Curita no se haya ido ya a su casa.

Y, sin embargo, la respuesta es sencilla: porque tiene un morro que se lo pisa. Ese es el rasgo definitorio esencial del señor Camps: el morro. Dijo en público que él se pagaba sus trajes. Pero no lo ha probado, en tanto que el juez acumula pruebas de que los trajes los pagó su beneficiado el Bigotes. Luego, mientras no demuestre lo contrario, el señor Camps ha mentido a la opinión pública y ha mentido al juez. Eso es el morro: mantener la figura entre el ludibrio y la crítica generalizados.

Dijo que estaba deseando poder declarar en la sede adecuada, en donde resplandecería la verdad. Llegó el momento, fue a declarar y lo único que resplandeció fue el morro que tiene porque de la declaración ante el juez salió tan presuntamente cohechador como había entrado. Con posterioridad, ante la concreción de las imputaciones judiciales y la apertura del juicio oral, sostiene el señor Camps que "está muy contento" porque ya queda menos para que se sepa la verdad. En el fondo la verdad parece saberse ya: el señor Camps recibió los trajes, no los pagó y lleva tres meses mintiendo con un morro descomunal.

El morro es la enseñanza política fundamental que el señor Camps puede aportar a las generaciones siguientes: no importa de qué te acusen, ni siquiera qué margen de defensa tengas: lo importante es que mientas y le eches mucho morro. El morro desconcierta a la gente y, sobre todo, altera el normal funcionamiento de la democracia como intercambio razonado de pareceres. Es imposible intercambar parecer alguno, razonado o no razonado, con quien confía toda su estrategia al morro.

¿O no es morro intentar que el resultado de las pasadas elecciones europeas se entienda como una exoneración de sus responsabilidades penales?

Aunque existan más que fundadas sospechas sobre la neutralidad de la justicia en este caso, por cuanto los magistrados son todos de la cuerda política del Curita cuando no sus amigos íntimos, ese proceso debe seguir hasta el final y ampliarse a las indagaciones solicitadas por los socialistas relativas a todas las contrataciones de la Generalitat valenciana con la trama de empresas del Bigotes. Pero algo ha quedado ya claro: el morro del Curita, un morro descomunal, fabuloso, arrasador; un morro que le permite mentir, seguir mintiendo, volver a mentir sin que se le borre ese gesto falsamente modesto, mínimo y humilde, resignado y sacrifical.

Un morro que hará historia.

(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

La movida pictórica.

En el Reina Sofía sigue abierta esta interesante exposición de la pintura madrileña de los años setenta del siglo pasado agrupada bajo esa denominación de los esquizos que les pusieron sus colegas catalanes, fieles seguidores del abstracto de entonces mientras que los madrileños mostraban un alma más dividida y daban entrada a un nuevo figurativismo que ha resultado muy creativo, al menos a mi modesto parecer. La exposición contiene obra de Carlos Alcolea, Chema Cobo, Luis Gordillo, Carlos Franco, Sigfrido Martín Begué, Herminio Molero, Guillermo Pérez Villalta, Rafael Pérez Mínguez o Manolo Quejido. Los comisarios han incluido algunas referencias pictóricas (Dali, Duchamp, Chirico, Hockney, Gordillo) y literarias (sobre todo obras de Deleuze, Marcuse, los situacionistas, etc) para contextualizar la obra del grupo y ayudar a su comprensión. Y eso es lo primero que me llamó la atención: que se necesiten medios externos para acceder al sentido de un arte como el de aquellos años que para mí formaba y forma parte del espíritu de la época de modo necesario, lógico, incuestionado. Se pintaba así, como se escribía, se hacía cine o se cantaba también "así". Aunque retrospectivamente pueda parecer que "los setenta" lleven en sí la sombra ominosa de la dictadura y, en consecuencia, las nuevas generaciones precisen de algún tipo de apoyo de comprensión, la verdad es que aquellos años, tanto los inmediatamente anteriores a la muerte del dictador como los posteriores fueron una explosión de libertad de hecho.

En algún lugar de la exposición, en los textos y testimonios, uno de los autores lo dice con una fórmula que me ha parecido rotunda, clarísima y muy justa: algo así como que, aunque seguía habiendo dictadura, ellos habían decidido proceder ignorándola, como si no existiera. Que es lo que hicimos todos. Era una dictadura zombie. Las apariciones de aquel anciano tembloroso, medio babeante, con timbre de gozne herrumbroso y con la cabeza en la posguerra, si despertaban alguna atención era para mover a risa. Salvo en lo que hacía a la represión puramente político-social y, en especial, los temas de la violencia (ETA, FRAP) nadie daba un ochavo por la dictadura y los primeros que admitían su propia ilegitimidad eran quienes la servían desde todos los puestos de mando de la sociedad.

Muchas veces se ha dicho y forma parte del debate de la época si la cultura política de los españoles en general en aquellos años no era ya democrática y hay opiniones en varios sentidos. Pero lo cierto es que la transición no hubiera sido posible si, en efecto, no reinara en España una cultura política básicamente democrática. Y eso en cuanto a la gente digamos normal. Los otros, los intelectuales, los artistas, la élite, los creadores hacía años que habían superado las barreras miopes de la censura y se habían incorporado a las corrientes del mundo. Y en ningún sitio es esto tan patente como en la obra de estos artistas, cosa que puede apreciarse en la exposición. Hay obra de Alcolea con influencia de Bacon y buena parte de la pintura del fabuloso Pérez Villalta recuerda el triunfo de la escuela de Nueva York.

En realidad este grupo de creadores, cuya conciencia de unidad fue siempre tenue y no más intensa que la de reconocer que coincidían en el tiempo y en el espacio, actúa desde los presupuestos de la libertad de creación y la crítica de lo existente. El sincretismo de sus fuentes y la flebilidad y falta de normatividad de sus estilos hablan de una concepción del arte como actividad de indagación y expresión sin cánones ni peajes.

Y la selección del material está muy bien hecha pues recoge desde reinterpretaciones de la pintura clásica, con referencias al Renacimiento o los primitivos flamencos hasta la febril promiscuidad del pop. La mezcla con variados elementos gráficos y narrativos tiene la función que se señalaba más arriba y siempre satisface curiosidades morbosas sobre lo que los creadores reflejan en línea menor.

La creatividad de los esquizos, su imaginación, su sentido fuertemente narrativo de los contenidos pictóricos, su absorción de los impulsos de la época son manifiestos. Como también lo es, aunque no ha visto que se mencione cuando se trata de esta escuela, que es un arte rotundo y alegre, al que se le ve onda expansiva, felicidad de estar vivo, ver el mundo e interpretarlo. La exposición está concebida como si esquizos fuesen los antecedentes de la Movida. Pero es que los esquizos eran la Movida.

dimecres, 8 de juliol del 2009

Honduras y la izquierda.

Como no quiero que se me encrespen mis contradictores, esos que ven proclividades fascistas en toda crítica que se haga a lo que el pensamiento único de la endeble izquierda de hoy considera admisible, me abstendré de calificar como propio de república bananera lo que ha pasado y está pasando en Honduras. El golpe de Estado de unos milicos trogloditas que secuestran al presidente legítimo, luego de que éste intentara una maniobra que la Corte Suprema y el parlamento no le autorizaron, y lo mandan en pijama a un país vecino; la inútil respuesta del organismo multilateral Organización de Estados Americanos (OEA) de expulsar a Honduras de su seno a pesar de que, en el pasado jamás excluyó a ningún otro Estado (excepción hecha de Cuba) por ilegítimo, tiránico, despótico y sangriento que fuera su Gobierno con lo que el valor de su acción viene a ser cero; el grandielocuente compromiso posterior de varios presidentes latinoamericanos que, como en la conjura de los bátavos o la de los horacios y los curiáceos, prometen acompañar al dignatario depuesto en su retorno al país pero, al final lo dejan solo, montado en su avión y sin poder aterrizar; el inevitable cura, el cardenal Óscar Rodríguez, que interfiere en el contencioso para ponerse del lado de los golpistas y aconsejar al presidente que no regrese para evitar un "baño de sangre", lo que no se sabe si es una amenaza o un aviso; la intervención de los no menos inevitables Estados Unidos que han pasado de ser los instigadores de todos los golpes en la región a ser lo que los paran y a quienes ha recurrido el presidente depuesto en busca de respaldo; por último, la organización de una mesa de mediación a cargo de Óscar Arias, presidente de Costa Rica en la que se espera encontrar una solución negociada a base de poner en contacto a los dos rivales, el presidente legítimo y el usurpador a hablar acerca de algo en que ninguno de los dos admite negociación posible. Todo ello dibuja un proceso social caótico, abrupto, lleno de personalismos y, de no ser por la tragedia que siempre se da allí donde la sinrazón de la fuerza produce víctimas, un poco como de caricatura.

Pero negociación habrá y, por lo que parece, destilan las cancillerías e informa la prensa, se hará en torno a la propuesta que todos dan como más viable de retorno de Zelaya a la presidencia, amnistía de los golpistas y convocatoria de elecciones anticipadas. Y eso que todos se sientan a la mesa de diálogo protestando a voz en grito que ellos no tienen nada que negociar con los del otro lado. Por supuesto, nada de lo dicho anteriormente puede interpretarse como una condonación directa o indirecta del golpe de Estado. Si la Comunidad Internacional acepta la mediación es porque, sin duda por excelentes razones, admite hasta cierto punto la política de hechos consumados. Porque aquí lo único que la justicia reclama es un retorno al statu quo ante y, a partir de ahí, que cada palo aguante su vela. Si el presidente comete ilegalidades, que lo procesen y si las ilegalidades las cometen otros, que se proceda contra ellos. Pero eso es lo que, al parecer, nadie prevé hoy por hoy.

Ahora un par de consideraciones sobre el peso y el alcance de las elaboraciones teóricas de la izquierda de hoy en relación con Honduras y con América Latina en general. Antaño, la izquierda manejaba conceptos del materialismo histórico con arreglo a los cuales el juicio que nos merecen los hechos sociales dependía del desarrollo de las fuerzas productivas, las contradicciones en las relaciones de producción y el grado de madurez de los procesos sociales, colectivos, de clase. El destino de los países, de las llamadas formaciones sociales, no dependía de los altibajos del humor de un personaje o individuo aislado por importante que fuera. La historia la hacían las clases sociales, las masas, más o menos concienciadas, en procesos sociales en los que la voluntad del individuo era irrelevante. Lo importante eran las condiciones objetivas, acompañadas por las condiciones subjetivas que había ido cultivando abnegadamente el consabido partido revolucionario de la vanguardia. De ahí que los adelantos y las revoluciones fueran de esperar en los países más avanzados en la evolución del capitalismo.

Hoy resulta que en un pequeño país atrasado en el que el desarrollo de las fuerzas productivas es bajísimo y las relaciones de producción son casi precapitalistas, un buen hombre que se presenta a las elecciones -y las gana- como delegado de una de las partes del bloque tradicionalmente dominante en el que, como buen miembro de la oligarquía, ha militado toda su ya larga vida, de pronto, en mitad de su mandato, sin mayor razón ni motivo que una repentina inspiración, gira a la izquierda, se alía con otros representantes de movimientos que tienen similares características personalistas, toma algunas medidas beneficiosas para las clases subalternas, más en la línea de las dádivas de los emperadores que del avance en la justicia social de los procesos de emancipación y ya tenemos, porque sí, un lider y un movimiento de izquierda donde menos lo esperábamos, con independencia de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las contradicciones de clase y el grado de conciencia de las masas. Y el que ponga en duda este análisis es un fascista, aliado objetivo del capital o algo peor si cabe. Y tales "razonamientos" pueden hacerlos gentes que hace tres meses apenas podían situar a Honduras en el mapa.

Quien dice esto para Honduras lo dice para los otros países de América Latina (no en todos; salvaría a Bolivia y el Ecuador) embarcados hoy en políticas sedicentemente transformadoras no por obra de la maduración de las relaciones de producción o de las contradicciones de clase, sino de la voluntad personal de un dirigente único que, lógicamente, acaba por ser insustituible. Porque, una de dos: o el proceso de emancipación de las colectividades se da en el contexto de los movimientos colectivos de carácter histórico, en cuyo caso es de suponer que los cambios (sobre todo legislativos) en las relaciones de producción se impondrán con la fuerza y el poder de los hechos revolucionarios y encarnarán en la organización socioeconómica básica al menos con las mismas perspectivas de permanencia que tuvieron en la extinta Unión Soviética, o son consecuencia de la aplicación de programas electorales aleatorios que unas elecciones posteriores pueden revertir sin más, lo cual hace imprescindible que, para preservarlos, los dirigentes que los han impuesto con grandes alharacas se perpetúen en el poder para así garantizar las "conquistas" de unos movimientos que tienen toda la pinta de ser castillos en la arena o, como se dice en otras lenguas, "castillos en España". Y conste que no quiero pasar revista a algunos otros lugares, por ejemplo Nicaragua, en los que la condición de izquierda de la izquierda oficial, por todo lo que sabemos sobre el comportamiento personal de quienes dirigen a su modo los destinos del país, deja mucho que desear.

Aunque pueda parecer lo contrario, esta observación tiene cierta importancia a la hora de calibrar el vigor y el alcance de las propuestas teóricas de la izquierda contemporánea cuyo fundamento, entiendo, no puede ser consagrar como necesidad la última manifestación de la contingencia más rabiosamente personalista. Aunque, bien pensado, quizá sí; quizá haya sido así como ha funcionado siempre la izquierda, disfrazandose de reflexión histórico-teórica que en el fondo no respetaba. Tengo que meditar sobre ello.

(La imagen es una foto de Presidencia de la República del Ecuador, bajo licencia de Creative Commons).

La estética del héroe.

Reposición de una peli de hace más de veinticinco años pero que mantiene todo su interés tanto cinematográfico como literario. Trata de profundizar en la tormentosa biografía de este extraordinario escritor, dramaturgo, poeta. La historia se narra en cuatro capítulos que se construyen de un modo similar: en un primer momento (y, por lo tanto, ya desde el comienzo del film y hasta su final) se cuenta minuto a minuto el último día de la vida de Mishima cuando, acompañado por cuatro hombres de absoluta confianza suya, entró en una academia militar/cuartel, retuvo al general al mando, lanzó una arenga a la tropa y luego se suicidó por la técnica tradicional en el Japón de la evisceración, el seppuku, que incluye además la decapitación del suicida. Después se recurre a algunas de las mejores obras del autor en la medida en que tienen algo de autobiográfico, en unos momentos que el director, Paul Schrader considera determinantes en la vida de Mishima. Por último, los episodios se cierran con alguna reflexión de la también abundante y original obra ensayística presidida por esa pretensión del diálogo entre la pluma y la espada que es característica de la moral caballeresca de los samurai y el autor de El mar de la fertilidad hizo suya y en la que brillan como gemas incrustadas sus diversas obsesiones con la pureza, la belleza, el arte y el mundo y, sobre todo, la muerte, tan heideggerianamente presente en la obra de Mishima que acabó coronando su vida con la suya dada por propia mano. Esta estructura narrativa sólo se rompe en el cuarto capítulo o episodio que versa exclusivamente sobre el "incidente" de aquella mañana del veinticinco de noviembre de 1970 en que el mundo se negó a recibir el mensaje de Mishima y éste llevó su fe en sus convicciones de vida de sacrificio, deber, patriotismo y lealtad al Emperador a sus últimas consecuencias.

Las obras de las que Schrader escoge los elementos narrativos de los tres primeros episodios son las Confesiones de una máscara, El pabellón de oro, Caballos desbocados y La casa de Kyoko con los que documenta con gran elegancia estilística y belleza narrativa (flash backs en blanco y negro y relatos en escenografías oníricas y surrealistas) algunos de los elementos que se reiteran en la vida y la obra de Mishima y forman la urdimbre de su atormentada y compleja personalidad: su formación y educación a manos de su abuela y el pronto reconocimiento de su homosexualidad, vivida en parte como un problema pero que no le impidió casarse con una mujer y tener dos hijos, todo ello extraído de las Confesiones de una máscara, el relato más típicamente autobiográfico de nuestro autor. De esta época es también esa ambigua imagen de Mishima convertido en una copia del San Sebastián de Guido Reni, a cuya visión siendo niño y según cuenta el mismo Mishima, tuvo su primera eyaculación.

No menos importancia tiene su manifiesto erostratismo (evidente hasta en el hecho simbólico del incendio del templo en El pabellón de oro) que es en buena medida lo que explica su aparatoso suicidio en presencia de todo el mundo a los cuarenta y cinco años y siendo ya por entonces un autor de considerable éxito y reconocimiento mundial. Él, que había cortejado el favor del público, que había escrito novelas baratas para satisfacerlo, afirmaba así, en el último momento, el valor de sus convicciones pues tenía el de predicar con el ejemplo que es justamente lo que por lo general falta en los casos de otros autores con parecidas inclinaciones tempranas a las de Yukio Mishima que hablan pero no hacen.

De Caballos desbocados, por cierto la tercera parte de su magnífica tetralogía, El mar de la fertilidad cuya última novela entregó Mishima al editor el mismo dia del incidente se recoge ese espíritu tradicionalista, exaltado, nostálgico del espíritu japonés puro que late en la conjura de la novela por acabar con la elite capitalista japonesa y restituir el valor del emperador en el último momento y que será lo que empuje a Mishima a fundar su Sociedad del escudo que acabó siendo un ejército privado suyo con uniformes que él mismo diseñó.

Tengo un gran respeto por la obra de Mishima y mayor admiración aun por su forma de enfocar su vida y su muerte porque, aunque difiero radicalmente de algunos de sus planteamientos (los de carácter autoritario, jerárquico, imperial, nacionalista, patriótico) coincido plenamente en otros como la autenticidad del artista, su obsesión por transformar el mundo con pautas estéticas, su valor y su integridad personal. Mishima representa un caso más de esa mezcla extraña entre literatura y mentalidad conservadora, incluso reaccionaria, que caracteriza también a otros autores importantes como Jünger o Céline entre otros; gentes a los que una crítica literaria generalmente de izquierda, ha mantenido acalladas hasta ahora.

Mishima, una vida en cuatro capítulos es una estupenda síntesis del sentido de la vida de un artista, un creador, un héroe de la batalla (aunque se libró del servicio militar a base de mentir, cosa que lo atormentó depués toda su vida) y un príncipe de las letras. Y una película que no ha envejecido en modo alguno, como se prueba, entre otras cosas por esa banda sonora fabulosa que es ya una historia en sí misma.

dimarts, 7 de juliol del 2009

Chinos no tan chinos.

La historia es siempre más o menos la misma: en los Estados en los que hay una nación dominante y una o más nación(es) dominada(s) surgen conflictos de convivencia que, con el paso del tiempo, van radicalizándose. Lo normal es que la nación (o etnia, o religión) dominante pretenda la asimilación sin más de la dominada, su integración en la dominante con (o sin) pérdida de su(s) elemento(s) diferenciadores, sean estos la raza, la lengua o la religión. Si la minoría dominada se niega a la asimilación y se obstina en mantener su peculiaridad, la nación dominante puede acceder a un proceso de descentralización administrativa y política que quizá llegue hasta la concesión de la autonomía pero no (salvo algunos casos excepcionales que se han dado en Europa) la autodeterminación o la independencia que es a lo que normalmente aspiran las fuerzas políticas nacionalistas, contrarias a la integración en la nación dominante.

Hace años que se debate si la concesión de la autonomía sirve para menguar los impulsos nacionalistas hacia la independencia e, incluso, agostarlos o si, por el contrario, es un acicate en la lucha del nacionalismo sublevado en pro de aquella. Por supuesto, doy por descontado que el contenido mínimo de un programa nacionalista ha de ser la autodeterminación y el máximo, la independencia, en el entendimiento de que ésta también puede derivarse de la autodeterminación. A veces se oye, incluso a dirigentes nacionalistas, que el nacionalismo no tiene por qué ser independentista. Es la idea de que el nacionalismo cultural no tiene por qué convertirse en nacionalismo político ni que exigir necesariamente la formación de un Estado propio. La idea que confunde nacionalismo con regionalismo.

La autonomía política (capacidad legislativa propia en materias de exclusiva competencia) es un paso intermedio entre el centralismo y la independencia. Hay quien dice que no, que entre la autonomía y la independencia todavía está el federalismo. Pero esa es cuestión puramente semántica. Hay autonomías, como la vasca, con mayor autogobierno que la inmensa mayoría de los estados federados. Las CCAA vasca y navarra son los entes subestatales más independientes que hay ya que tienen algo cercano a la soberanía fiscal. Quzá por eso sea la nación europea en que más enquistado se encuentra un conflicto de carácter armado.

Todo esto es saber adquirido. Y con arreglo a él se explica que tan autonomía sea la vasca como la de Trentino-Alto Adigio como la que Mohammed VI quiere "otorgar" a los saharauis. Las diferencias son cuantitativas, no cualitativas. También se explica lo que ha pasado en Europa en los últimos veinte años en que unos Estados (Alemania) se han fusionado; otros (Checoslovaquia) se han dividido; otros (Países Bálticos, Moldavia, Ucrania, Belarús) se han independizado y otros (Yugoslavia) han explotado en varias unidades, algunas de las cuales (Serbia) siguen fraccionándose. Básicamente se ha apelado y ejercido el derecho de autodeterminación que en unos lugares se reconoce y en otros, no. Es un típico derecho que se administra políticamente.

Todo lo anterior pasa también en China en donde la abrumadora proporción de la etnia han ( 92 por ciento de los 1.300 millones de chinos), casi hace desaparecer la idea de que en esa marea de chinos han hay chinos que no son han y otros que ni chinos son. Los han son, desde luego, casi 1.200 millones. Pero eso quiere decir que hay más de cien millones de minorías étnicas. Y alguna minoría es respetable. Por ejemplo, la de los uigures que las autoridades chinas quieren no diré eliminar pero sí reducir y subyugar políticamente. Hay unos 8.300.000 uigures, o sea, más que daneses, que fineses, que noruegos y un millón menos que suecos. Y son una minoría nacional por razón de todo: la etnia (son caucásicos), la religión (islámica) y la lengua (una forma del turco) . Esta minoría, casi la mitad de la población de Sinkián, disfruta de autonomía; pero muchos nacionalistas exigen la independencia porque, dicen, hay una política deliberada del Gobierno chino de acabar con la etnia uigur trasladando al parecer uigures fuera de Sinkian (o Turkestán oriental) y poblando la zona con chinos han que si eran el nueve por ciento en 1949, cuando el Ejército Popular entró en Sinkian, ahora son el cuarenta por ciento. Incidentalmente, una entrada/reentrada que debió de saber a gloria a Mao Tse-tung dado que el territorio había estado bajo mandato de un señor de la guerra o algo parecido que asesinó a su hermano, Mao Zemin, en 1943.

Así que nada nuevo bajo el sol. Lo insólito, me parece, del caso chino es la fría brutalidad de sus autoridades y su no menos frío cálculo. Ayer, mientras Hu Jintao, primer ministro, coreaba solemnemente a don Giorgio Napolitano, presidente de la República iataliana y antiguo comunista, diciendo que el desarrollo chino debía ir en paralelo con su respeto a los derechos humanos, la policía masacraba uigures en las calles de la capital, Urumqi (unos 160 muertos y más de 800 heridos; qué bárbaros) y el gobierno cerraba el acceso a internet y bloqueaba la telefonía móvil. Con todo, los móviles han conseguido trasmitir imágenes que hablan por sí solas sobre la brutalidad de la represión. Mutatis mutandi, como en Tegucigalpa.

(La primera imagen es una foto de 20 Minutos y la segunda una foto de mike.benedetti, ambas bajo licencia de Creative Commons).

¿Son sólo trajes?

Una de las líneas de defensa del PP en lo atinente al procesamiento del señor Camps es que éste no va a meterse en líos por una fruslería como unos trajes. Es lo que dice el señor Rajoy, en lo que viene ya dando a entender que, al ser de poca monta, el delito no debe tener consecuencias políticas. Contra esa interpretación se ha precavido el juez en su auto de apertura del juicio oral al decir: "Aunque el precio de esas prenda pudiera parecer a alguien escaso o aun ridículo en comparación con la magnitud de la función desempeñada por alguna de las personas obsequiadas, esa circunstancia no es excluyente del desvalor de su acción objetivamente considerada." (No sigo porque tengo que copiarlo ya que la administración de justicia en España, me temo, escribe con máquinas de escribir antiguas, lo que obliga a colgar el documento en la red en PDF sin que pueda hacerse copypaste salvo como imagen o con un programa que reconvierta el PDF en Word. Un atraso, vaya, pero el texto es muy bueno y merece la pena).

En todo caso el señor Camps está ya mucho más allá de lo que el decoro democrático puede permitir en un gobernante. Si estos, como han hecho otros en su partido, deben dimitir para no contaminar su gestión con sus problemas personales, el señor Camps debiera estar en su casa hace meses. En lugar de eso mantiene un espectáculo que suspende el ánimo y maravilla los sentidos: el mismo personaje que decía que estaba deseando aclararlo todo en el foro adecuado y sede judicial se obstina en no aclarar nada y en que no hay foro. Ahora vuelve a recurrir, como hizo antes, en petición de sobreseimiento del caso. Está claro que, si no hay caso, no hay foro y, si no hay foro, nos quedamos sin esas aclaraciones que tan fervorosamente quiere administrar el señor Camps. Mala pata.

Ciertamente, el PP es muy libre de actuar como mejor entienda. Y, al parecer, entiende que debe defender al señor Camps hasta el suicidio colectivo. La señora De Cospedal ha salido brava a defender la presunción de inocencia del señor Camps, que es algo absurdo de hacer porque la presunción de inocencia no necesita defensa. Lo que se defiende es la inocencia del señor Camps y eso es ya mucho defender. Tanto que la actitud de todos, los implicados, sus jefes y subordinados, los órganos del partido parece dar a entender que, en efecto, no es cosa de que el muy honorable presidente se haya pringado por unos trajes cuando las adjudicaciones se valoran en millones de euros. ¿Se acuerdan de los últimos momentos de Harry Luck (Brad Dexter) en Los siete magníficos que, muriendo en brazos de Chris Adams (Yul Brynner) todavía le pregunta por el tesoro oculto del que han ido apropiarse? Aquí es lo mismo: lo de menos son los trajes del Curita. Porque si hay algo más que trajes va a armarse un Sodoma y Gomorra y si la cosa queda en los trajes, lo grave no son estos sino el hecho de que el máximo representante de los valencianos mienta con tanto aplomo.

Por cierto la transcripción de la conversación telefónica del Bigotes y Paco Gürtel es la monda lironda. ¡Qué estilazo vallinclanesco tienen los dos presuntos rufianes! Y eso que el Bigotes está tan nervioso que dice a gritos que tiene cosas que hablar pero no puede hacerlo por teléfono; y luego largan y largan y largan. El ex-alcalde de Boadilla del Monte queda guapo. El Albondiguilla lo llaman. El Bigotes, el Albondiguilla, el Curita. De verdad ¿qué Valle Inclán? Carlos Arniches.

Y la cuestión verdaderamente molesta: ¿nadie más está pringado?

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 6 de juliol del 2009

Al Curita lo viste el Bigotes.

Todo cuanto tiene que ver con este melifluo personaje, Camps, parece de teatro del absurdo. El presidente calvo, en lugar de La cantante calva. "Por supuesto que me pago mis trajes" aseveraba hace unas semanas con su voz de falsete en Madrid. "Todo esto acabará pronto", decía en Valencia días después en una festividad, compungido y con gesto resignado, como un San Esteban a punto de lapidación, "y, si Dios quiere, acabará bien". Parece que Dios tiene cosas más importantes que hacer que velar por quienes se visten por el morro en su santo nombre. Así que la policía ha acabado aportando pruebas más que de sobra de cómo a Camps le pagó los trajes la trama corrupta. Falta saber si el juez las dará por buenas. Si lo hace y demuestran en efecto la culpabilidad del señor Camps esté habrá quedado no solamente como un corrupto que acepta cohechos sino como un embustero sin límites. Él y la cuadrilla de mangantes que hayan aceptado las dádivas de los beneficiarios de adjudicaciones fraudulentas.

Lo que la instrucción del juez Flors está poniendo al descubierto, caso de comprobarse después en la correspondiente vista oral que promete ser un espectáculo, es una tupida red de sinvergüenzas, algunos cargos del PP y otros en los aledaños, pero todos llenándose los bolsillos con dineros estafados a los contribuyentes.

Alguien me decía el otro día que le daba pena el señor Rajoy por la que se le viene encima con Camps y Bárcenas. A mí no me da ninguna. Su táctica convencionalmente gallega de dejar que el tiempo cure las heridas está revelándose muy desafortunada porque lo único que está haciendo el tiempo es exponerlas a la luz del sol con sus purulencias. Si el señor Camps y resto del camerino hubieran dimitido a tiempo, las revelaciones de sus presuntos sórdidos tejemanejes, no hubieran alcanzado los cuatro rincones de la tierra en cada uno de los cuales la gente se pregunta maravillada cómo se puede mantener en un cargo público a este Beau Brummel de chicha y nabo. Según se dice, el señor Rajoy está pagando el favor que le hizo el señor Camps al apoyarlo para la presidencia del PP. A estas alturas ese apoyo está ya amortizado y toda tardanza en exigir al señor Camps la dimisión será suicida.

Pero quien debe extraer las consecuencias pertinentes es el electorado valenciano que no hace muchas fechas votaba abrumadoramente a favor del señor Camps y del señor Fabra, el que ponía a su vez la mano en el fuego por su jefe y también apoyado por el señor Rajoy que lo considera un "ciudadano ejemplar" a pesar de que (o quizá precisamente por eso) se le imputan varios delitos. El electorado de derechas, lo hemos comprobado, tiene amplias tragaderas, pero convendrá que recapacite sobre el sentido de elevar a los cargos públicos a personas en trámites procesales, acusadas de diversas faltas y delitos. La verdad, mear hacia el cielo ha sido siempre bastante estúpido.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

Ciudadan@s del mundo, uníos.

En la época de la globalización es natural que haya un renacer del interés por la buena y vieja doctrina filosófica del cosmopolitismo debidamente actualizada. En realidad es una de las más prósperas ramas de la filosofía y la ciencia políticas y allí donde más abundan las publicaciones, los debates y hasta las discusiones en el terreno práctico. Por ello sea bienvenido este libro colectivo (Dulce María Granja Castro y Gustavo Leyva Martínez (Eds.) (2009) Cosmopolitismo, Barcelona, Anthropos, 349 págs.) que reúne una serie de trabajos de especialistas sobre este tema desde varias perspectivas, si bien el predominante es la filosofía kantiana y muy especial el esencialísimo escrito del filósofo de Könisberg, La paz perpetua (Zum ewigen Frieden), que es el núcleo de las reflexiones contemporáneas sobre el cosmopolitismo.

Otfried Höffe (Cosmopolitismo universal. Sobre la unidad de la filosofía de Kant) traza la evolución de la filosofía crítica kantiana desde el cosmos epistémico al cosmos moral y luego al cosmos jurídico (p. 46). El cosmopolitismo de Kant es europeo porque reúne en sí elementos comunes de Europa, elementos propios del estoicismo y el cristianismo y además los libera de todo eurocentrismo (p. 49), cosa que no me queda muy clara. Kant cree que el cosmopolita no es quien relativiza las fronteras estatales y culturales y se siente bien en todo el mundo sino quien sirve al bien común de la humanidad (p. 53). Aunque el término cosmopolita se remonte a Sócrates y aparezca en Diógenes de Sinope y Zenón de Citio, el cosmopolitismo es básicamente apolítico. Es el proyecto de la Paz Perpetua el que supera esta limitación (p. 55). El cosmopolitismo político de Kant es múltiple en un sentido vertical: 1º) somos ciudadanos de nuestros respectivos países, chinos, japoneses, alemanes, etc; 2º) somos asiáticos, europeos, etc; 3º) se es ciudadano múltiple del mundo (p. 58).


Dulce María Granja Castro (El principio de publicidad en la teoría kantiana de la acción) aporta un interesante y clarificador trabajo que tiene poco que ver con el asunto del cosmopolitismo, pero se lee con agrado porque se ve que la autora lo tiene muy trabajado. Kant piensa que vivimos en la época de la crítica y que todo ha de someterse a ella si bien la religión (por su santidad) y la legislación (por su majestad) tratan de resistirse (p. 66). En el Canon de la razón pura Kant entiende que el hecho de tener algo por verdadero puede ser producto de la persuasión (que implica un elemento subjetivo) o de la convicción (en donde juega un elemento objetivo). Esta última objetividad puede tener tres formas graduadas en intensidad: opinión, creencia y saber (p. 73). Kant distingue asimismo entre creencias doctrinales y creencias morales (p. 74). La libertad de pensamiento tiene tres significados: a) libertad frente a la coacción civil; b) libertad frente a la coacción de la conciencia; c) libertad como sometimiento de la razón a las leyes que ella misma se da (pp. 85/86). Las reglas para evitar los errores son: 1) pensar por sí mismo; 2) pensarse en la posición del otro; 3) pensar en todo momento de acuerdo consigo mismo (p. 88). La Ilustración se basa en la libertad de hacer siempre uso público de la propia razón (p. 96). Este uso público de la razón, según la autora, es el motor de la democracia (p. 99). Extrae dos conclusiones: a) el fanatismo es la carencia de la autocrítica y lo opuesto a la sabiduría; b) es necesario el uso público de la razón y con esto enlaza la teoría de la razón comunicativa o la comunidad de la comunicación (p. 102). La opinión pública es la base de la democracia con transparencia y derecho a la información (p. 105).


James Bohman (No dominación y democracia transnacional) sostiene que, al interpretar la libertad como no dominacióin, la tradición republicana ha reformulado el horizonte de la filosofía política. Pero no basta porque si la libertad es ser ciudadano de un Estado libre queda por averiguar qué sucede con las relaciones de dominación entre los Estados (p. 108). El argumento de Bohman se establece en cuatro pasos: a) la versión del republicanismo actual es históricamente incompleta; b) la no dominación sólo está garantizada si los estatus y poderes normativos de un Estado no se pueden cambiar arbitrariamente; c) los derechos básicos pueden ser considerados precisamente como esos estatus y poderes normativos suficientes para asegurar la no dominación; d) los derechos humanos se pueden concebir como la base para ser miembro de la comunidad política humana (p. 109). La verdad es que este ensayo, que tiene un comienzo prometedor, se hace luego bastante incomprensible, si bien no estoy seguro de si ello se debe a lo intrincado del estilo del autor o a lo detestable de la traducción.

Thomas Pogge (La idea de Kant de un orden mundial justo) dice que el ideal kantiano de un orden global justo tiene dos formas: a) una liga de Estados libres o b) una república mundial. ¿Cuál elige el filósofo? El segundo artículo definitivo de la Paz perpetua exige que el derecho internacional se funde sobre una liga Estados soberanos pero, al desarrollarlo, Kant defiende decididamente una república mundial (p. 144) y la opinión de Pogge es que defiende la liga de Estados pacíficos por razones estratégicas y como mejora del statu quo en el camino hacia una república mundial, que es lo deseable (p. 151). A su vez el autor propone una solución intermedia, un "esquema multinivel en el que la autoridad política suprema esté verticalmente dispersa" (p. 158) y piensa que ello podría hacerse a base de los organismos ya existentes como el Consejo de Seguridad de la ONU, el Tribunal Penal Internacional, etc (p. 158), cosa que se me hace altamente problemática no sólo porque la realidad no hable en favor de ella, que es irrelevante, sino porque el grado de consistencia de los dos extremos (Estados soberanos/república mundial) es muy dispar, dado que el último no existe.

Matthias Lutz-Bachmann (La amenaza de la violencia y de una nueva fuerza militar como desafío al Derecho Público Internacional) entiende que el nuevo Derecho Público Internacional (DPI) que emerge con la ONU está sometido a desafíos "internos" (incapacidad de las Naciones Unidas, injerencia de unos Estados en los asuntos internos de otros por razones "humanitarias" y guerra "preventiva" contra el terrorismo) y también "externos" (la dimensión actual de los conflictos entre Estados en la era de la globalización, la proliferación de las armas nucleares, la existencia de regímenes políticos agresivos) (p. 166). Analiza y critica las posiciones de Michael Walzer y Allan Buchanan en pro del uso de la fuerza en asuntos internacionales (p. 109). Su propuesta es como siggue: 1) no cabe volver al orden anterior a 1945; 2) hay que superar las inconsistencias del DPI; 3) debe haber mayor cooperación jurídica entre las democracias políticas en el seno de las Naciones Unidas; 4) reforma de las instituciones del DPI; y 5) tratar de eliminar los regímenes totalitarios (p. 179). La verdad es que habría sido conveniente que el proyecto tuviera un grado mayor de concreción que, en este territorio, equivale a verosimilitud.

Carmen Trueba (Una aproximación al cosmopolitismo de M. C. Nussbaum) dice que el cosmopolitismo de esta pensadora es ajeno al patriotismo y que se basa en el cosmopolitismo antiguo (p. 186) en el que confluyen fuentes estoicas y kantianas (p. 191) y plantea la necesidad de una "razón cívica cosmopolita" (p. 193) que se basa en diez competencias especiales que llama "capacidades centrales humanas" (p. 200).

Teresa Santiago (El ideal cosmopolita. ¿Kant vs. Rousseau?) entiende que la filosofía política contemporánea aparece dividida en dos ramas: el realismo político y las teorías normativas (p. 205). Analiza el realismo político, estudia los pensamientos de Rousseau y Kant en este terreno y aclara la cuestión de la supuesta oposición entre el republicanismo de Rousseau y el cosmopolitismo, que es la parte más interesante del trabajo. Sostiene que Kant es un continuador de Rousseau en el sentido de que ambos quieren lograr el mejor sistema de organización política en donde se garanticen la libertad y la igualdad de los ciudadanos. Para los dos el republicanismo es la condición política para superar el estado de naturaleza entre los Estados y los dos creen que las repúblicas son menos proclives a emprender empresas bélicas porque el poder absoluto del monarca ha sido substituido por poderes que se equilibran mutuamente (242). Algo de eso hay en el pensamiento de los dos filósofos, pero una superficial comprobación empírica demuestra que, así expuesta la tesis, es falsa. En la antigüedad, ningún sistema fue más belicoso que la República romana y en nuestros días ninguno lo es ni lo ha sido más que la república de los Estados Unidos de América. De ahí que la teoría contemporánea llamada de la Paz democrática haya matizado la propuesta de esta guisa: los sistemas democráticos (versión actual del republicanismo kantiano) entre sí no guerrean. Con los demás es otro cantar.

Francisco Gil Villegas (Cosmopolitismo y relativismo en el historicismo alemán) presenta un feliz ensayo sobre Friedrich Meinecke, el pensador de la razón de Estado y el que postula la aparición del Estado alemán como un tránsito de la nación cultural a la nación política. Meinecke estableció una conexión positiva entre los supuestos universalistas del cosmopolitismo del siglo XVIII y el nacionalismo emergente en Alemania en el siglo XIX (p. 257). Las acciones de los Estados son generadas por motivos egoístas pero tienen connotaciones universales que se deben considerar en perspectiva universal y por eso rechaza el cosmopolitismo de la Santa Alianza y las pretensiones revolucionarias de la época (p. 258). La esencia de la obra de Meinecke consiste en haberse rebelado contra los supuestos universalistas del derecho natural y contra el imperialismo cultural de la Ilustración (p. 270).

Gustavo Leyva (Filosofía en sentido cosmopolita. Reflexiones sobre el cosmopolitismo en la filosofía con énfasis en la propuesta kantiana) analiza la Paz perpetua en sus tres artículos definitivos: 1º) vinculación de la idea de paz con el principio del republicanismo; 2º) idea cosmopolita de un orden global capaz de garantizar la paz a escala global; 3º) el contorno general del Derecho Cosmopolita (p. 280). Encuentra en Kant tres tipos de cosmopolitismos: a) el económico; b) el moral; y c) el jurídico-político, que es al que dedica más atención. Este cosmopolitismo jurídico-político puede proceder de la tradición del derecho natural o de la del contractualismo (p. 293)que alcanza su culminación en Wolff y es el más cercano a Kant (p. 297). En Kant el cosmopolitismo es el nexo entre la filosofía teórica y la práctica, basado en una transformación del concepto del bien supremo (p. 305). Concluye el autor enunciando cuatro problemas en la idea kantiana del cosmopolitismo: 1º) el modo de entender el cosmopolitismo político con validez general; 2º) si Kant de verdad desechó la idea de una república mundial en favor de una federación de Estados cuando no hay contradición entre ellos (lo que es también en parte el tema del capítulo de Pogge, más arriba); 3º) el Derecho Cosmopolita y su restricción a condiciones universales de hospitalidad, que no es un asunto de filantropía sino de Derecho; 4º) en relación con lo anterior, si la propuesta podría presentar limitaciones irrebasables que obligarían a reformularla ampliando su alcance (p. 332). El autor propone seguir con la propuesta cosmopolita ampliada al análisis de las relaciones globales de desigualdad, cosa problemática cuando él mismo dice que hay que referirse a "catástrofes humanas provocadas no por fenómenos de la naturaleza (terremotos, huracanes, etc) sino por la propia acción humana, o dicho con más precisión, por un orden internacional caracterizado por la injusticia" (p.338), observación a la que cabe criticar su ingenuidad porque, como se sabe, hasta las catástrofes provocadas por fenómenos de la naturaleza (terremotos, huracanes, etc) tienen resultados distintos en clases y sectores sociales distintos. Son siempre las casas y los barrios de los pobres los que vuelan, se hunden o se inundan en una proporción mucho mayor que los de los ricos; es el factor humano de las catástrofes "naturales".

La obra en comentario es un conjunto de trabajos sobre el cosmopolitismo contemporáneo que coinciden en analizar y glosar puntos distintos del programa kantiano de la Paz perpetua. No es sistemática, tiene algunos solapamientos y algún que otro trabajo trae causa de una temática diferente. El resultado general es aceptable si bien apenas se tratan los problemas prácticos del cosmopolitismo real.

diumenge, 5 de juliol del 2009

¿Dialogar o reprimir?

Unas declaraciones del periodista Iñaki Gabilondo hace unos días acerca de qué sea más eficaz en la lucha contra el terrorismo provocaron conmoción en sectores políticos hispanos. Decía el señor Gabilondo que abogar por la negociación y el diálogo como había hecho él durante años era un error y que admitía que contra ETA sólo son eficaces la policía y los jueces. Añadía a modo de ilustración que reconocía el acierto del señor Aznar al respecto y su propia equivocación. Lo cual sería una muestra de elegancia y tino de no ser porque el señor Aznar también inició una ronda d negociaciones y abrió un diálogo con los terroristas mostrándose sólo después del fracaso decididamente contrario a perseverar en esa vía por razones similares a las del gato con el agua caliente.

En cuanto a los etarras y sus correveidiles de la izquierda abertzale, ninguna variación: diga lo que diga el señor Gabilondo, puntal de los medios de desinformación masiva que no tienen otro objetivo que deslegitimar la heroica lucha del pueblo vasco, sólo queda la vía de la negociación y el diálogo. Casi nadie ha reparado en la falta de altura moral de esta actitud. Obviamente ningún militar o ejército que esté en una guerra aboga por algo distinto a la victoria propia y la derrota del adversario... salvo que esté ya convencido de que no puede imponer sus objetivos porque le falta capacidad militar para ello. Sólo entonces, como segunda línea, opta por apoyar soluciones dialogadas y negociadas. Pero, a su vez, para prestar fuerza a la reivindicación del diálogo y la negociación, hace falta probar que se conserva alguna capacidad destructiva y el propósito de usarla, causando sufrimiento y desolación. La fuerza de las amenazas está en relación directamente proporcional a la probabilidad de su cumplimiento. De otro modo, la petición de diálogo carecería de sentido.

No cabe ignorarlo: es una estrategia dual. Los unos piden solución negociada diciendo con toda hipocresía que lamentan aquello con lo que amenazan, esto es, la prosecución de los atentados y los asesinatos de ETA. La posibilidad de que ésta a su vez sea eficaz en sus crímenes depende de la resonancia social que tengan las proclamas de la izquierda abertzale que no condena la violencia. Porque eso de no condenar la violencia en las circunstancias presentes en el País Vasco tiene un valor muy preciso, si bien menguante, en la tarea de legitimar el terrorismo. De ahí que el mejor modo de deslegitimar a su vez la estrategia legitimadora negociante sea seguir deteniendo etarras e impidiendo que sus correveidiles instrumentalicen las instituciones democráticas al servicio del terror.

(La imagen es una foto de Ivo83, bajo licencia de Creative Commons).

Meterse en Honduras.

Los acontecimientos de Honduras siguen una pauta más o menos prevista. Previsto estaba que el ultimátum de la Organización de Estados Americanos (OEA) no iba a servir de nada sino únicamente para poner abrupto fin a las actividades diplomáticas destinadas a encontrar una solución al golpe de Estado en contra del señor Zelaya. Como medidas diplomáticas los ultimata dejan algo que desear porque, en realidad, cierran la puerta a cualquier otra propuesta en ese terreno.

Ahora sólo queda pasar a las etapas siguientes, esto es, la imposición de sanciones y, en último lugar, la intervención directa. Ninguna de las dos se presenta fácil. Las sanciones tardan en ser eficaces y, cuando lo son, golpean a los sectores más desfavorecidos. La intervención directa sólo podría hacerse en el marco de la ONU y requiere un tiempo considerable de preparación que quizá sobrepase el que resta hasta las próximas elecciones hondureñas convocadas para el mes de noviembre.

Entre tanto, por lo demás, dos propósitos en campos enfrentados pueden hacer que la crisis tome un giro inesperado que, en definitiva, fuerce esa intervención exterior que en el fondo nadie quiere. Uno es el propósito reiterado del presidente Zelaya de presentarse hoy en Honduras acompañado de otros mandatarios a recuperar el poder que le fue arrebatado por la fuerza. No hay duda de que esta decisión muestra coraje pero está por ver que sea eficaz. Las autoridades de facto no tienen otra salida que proceder a la detención del señor Zelaya y expulsar del país a los presidentes que lo acompañen. Con Zelaya en la cárcel el movimiento en su favor puede recrudecerse y no es descartable que dé comienzo un conflicto armado, financiado y alimentado, probablemente, por Cuba y Venezuela.

El otro propósito es el manifestado por la Conferencia Episcopal hondureña de situarse frente a las pretensiones del señor Zelaya. Al margen del valor moral que este pronunciamiento de la jerarquía católica pueda tener no debe echarse en saco roto la importancia que tiene respecto a las perspectivas reales de aquel de conseguir su restablecimiento en el poder. Si la Iglesia ha tardado una semana en dar a conocer su posición y si, al final ésta es la que es no debemos albergar duda alguna de que, habiendo calibrado las fuerzas relativas en presencia, la Iglesia se habrá decantado por la que juzga vencedora: la de las autoridades de facto.

Mucho me temo que la de Honduras va a ser la canción del verano y eso si no se arbitra una intervención armada exterior a toda prisa para evitar la deriva del país hacia un cruento conflicto civil de los que todo el mundo daba por superados en la zona.

(La imagen es una foto de giggey, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 4 de juliol del 2009

La causa de la crisis.

Este incansable propagandista de las agresivas simplezas neocons prosigue su campaña de esclarecimiento de las muchedumbres y explicación de los más complejos fenómenos. Bien sea en la sede de la FAES, el lugar en el que se elabora el grueso de la doctrina, bien en actos de presentación de su último libro (ya reseñado en Palinuro en una entrada titulada la neurosis providencialista) cuyo título, España puede salir de la crisis ya revela su intencionalidad de charlatanería, bien en entrevistas en los más diversos medios, el hombre que intentó engañar a un país entero repite y repite los argumentos liberales sobre la crisis. Y como su actividad se intensifica y su escasa capacidad para incorporarse argumentos nuevos desaparece, esos argumentos son cada vez más irrisorios. Tómese como ejemplo el que esgrime para dar cuenta de la crisis mundial. El fracaso, dice, no ha venido del libre mercado ni en primer lugar de la codicia y malas prácticas de los banqueros sino que, al contrario, la responsabilidad recae, cómo no, sobre los bancos centrales y los Estados, que no han sabido funcionar ni detectar a tiempo dichas prácticas.

Es un ejemplo estupendo de razonamiento de secta neoliberal suyo presupuesto esencial es que el auditorio está compuesto por verdaderos imbéciles. Es posible que el Estado y las instituciones públicas hayan funcionado mal (¿qué otra cosa va a decir un neoliberal?) pero ¿quién lo puso en esa lamentable situación después de veinte años de políticas neoconservadoras basadas en la estulticia reaganiana de que "el Estado no es la solución sino parte del problema". Pero sobre todo y lo que revela que esta forma de "razonar" busca públicos de escasas luces es el manifiesto despropósito del enunciado porque si el problema estuvo en que fallaron los mecanismos de detección, la pregunta evidente sería: de detección ¿de qué? Es obvio: de los comportamientos delirantes y presuntamente delictivos que llevaron al sistema financiero al colapso que el señor Aznar se empeña en ocultar, atribuyéndolos a los más pintorescos planes.

Inasequible al desaliento su recetario es una ración doble del neoliberalismo que ha fracasado estrepitosamente en el mundo entero: más privatizaciones, desregulaciones reforma del mercado laboral, contención del gasto público, equilibrio presupuestario. Dejando a un lado que esta sarta de tópicos es la que ha producido el desastre financiero en el que nos encontramos, el señor Aznar no defrauda y en una entrevista concedida a Libertad Digital TV además del credo neoliberal, le sale la vena autoritaria, centralista, loca por revertir el curso de la descentralización política en España y sostiene que esas reformas deben hacerse con criterios económicos y no territoriales; estos le sacan los tics fascistas a este antiguo falangista que llama a las CCAA los "reinos de Taifas", cómo no.

(La imagen es una foto de Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo licencia de Creative Commons).

Día del orgullo gay.

Pues nada, que lo pasen Vds. muy bien en su día. Hay que ver qué vistosas son sus manifestaciones públicas, con tanta gente semidesnuda, tanta referencia a la sexualidad y música y pitorreo. Son Vds. la prueba viviente de cuánto ha avanzado la especie humana, al menos la especie humana que habita en lo que se llama "Occidente". Uno no se plantea siquiera que pueda haber desfiles de esta naturaleza por las calles de Teherán, gane Ahmadinejad o Musaví, ni en El Cairo, ni en Pekín. Tanto es así que cabe definir "Occidente" como aquel lugar del planeta en que mayor libertad sexual hay. Así que, en buena medida, los amantes de la libertad en todos sus registros, tenemos una deuda con estas colectividades de gays, lesbianas, bi y transexuales.

Este año, según se ve en el cartel lo dedican a un asunto incendiario, como todo lo que tocan, que es el de la sexualidad en la adolescencia. Entiendo que quieren acabar con los "armarios" en los centros educativos. Siendo así que la adolescencia es una época de turbulencias, tratar con ella con este criterio equivale a ir pidiendo bronca. Ya me parece escuchar a los sectores bien pensantes de la sociedad diciendo: además de abortar quieren que nuestras menores se hagan lesbianas".

Más específicamente, la parte lésbica de la organización sale pidiendo visibilidad, esto es la condición de "ser visible" porque esta gente ha estado durante siglos, desde siempre, en realidad, sometidos a algo peor que el secuestro al que se pone fin con el derecho de habeas corpus pues en su caso no existían, no tenían ni "cuerpo", pues no podían decir cómo era.

Y en esto de los transexuales se puede ver un margen grande no solo para una restitución de siglos, sino para compartir un mundo con mayores libertades. Porque, la verdad, un cambio de sexo es mucho más radical y de previsibles mayores consecuencias que un cambio de ideología política o, incluso, de religión. Tiene algo de gran aventura en la vida.

En resumen, me parece estupenda la celebración del día del orgullo gay. En lo único en que discrepo es en ese contencioso que ha comenzado ya a emerger con los vecinos de Chueca que se quejan del barullo. Ahí mi ánimo se divide en dos: apoyo el orgullo gay pero detesto a la gente ruidosa que molesta a los demás. Ese empeño que tiene la organización de FEGLT de celebrar sus festivales en la plaza de Chueca no puede mantenerse si ha de ser en contra de la voluntad de los residentes. O el festival baja el tono o los organizadores debieran llevárselo a dónde no moleste.

(La segunda imagen es una foto del blog Fiestas y festivales de España).