diumenge, 5 de juliol del 2009

¿Dialogar o reprimir?

Unas declaraciones del periodista Iñaki Gabilondo hace unos días acerca de qué sea más eficaz en la lucha contra el terrorismo provocaron conmoción en sectores políticos hispanos. Decía el señor Gabilondo que abogar por la negociación y el diálogo como había hecho él durante años era un error y que admitía que contra ETA sólo son eficaces la policía y los jueces. Añadía a modo de ilustración que reconocía el acierto del señor Aznar al respecto y su propia equivocación. Lo cual sería una muestra de elegancia y tino de no ser porque el señor Aznar también inició una ronda d negociaciones y abrió un diálogo con los terroristas mostrándose sólo después del fracaso decididamente contrario a perseverar en esa vía por razones similares a las del gato con el agua caliente.

En cuanto a los etarras y sus correveidiles de la izquierda abertzale, ninguna variación: diga lo que diga el señor Gabilondo, puntal de los medios de desinformación masiva que no tienen otro objetivo que deslegitimar la heroica lucha del pueblo vasco, sólo queda la vía de la negociación y el diálogo. Casi nadie ha reparado en la falta de altura moral de esta actitud. Obviamente ningún militar o ejército que esté en una guerra aboga por algo distinto a la victoria propia y la derrota del adversario... salvo que esté ya convencido de que no puede imponer sus objetivos porque le falta capacidad militar para ello. Sólo entonces, como segunda línea, opta por apoyar soluciones dialogadas y negociadas. Pero, a su vez, para prestar fuerza a la reivindicación del diálogo y la negociación, hace falta probar que se conserva alguna capacidad destructiva y el propósito de usarla, causando sufrimiento y desolación. La fuerza de las amenazas está en relación directamente proporcional a la probabilidad de su cumplimiento. De otro modo, la petición de diálogo carecería de sentido.

No cabe ignorarlo: es una estrategia dual. Los unos piden solución negociada diciendo con toda hipocresía que lamentan aquello con lo que amenazan, esto es, la prosecución de los atentados y los asesinatos de ETA. La posibilidad de que ésta a su vez sea eficaz en sus crímenes depende de la resonancia social que tengan las proclamas de la izquierda abertzale que no condena la violencia. Porque eso de no condenar la violencia en las circunstancias presentes en el País Vasco tiene un valor muy preciso, si bien menguante, en la tarea de legitimar el terrorismo. De ahí que el mejor modo de deslegitimar a su vez la estrategia legitimadora negociante sea seguir deteniendo etarras e impidiendo que sus correveidiles instrumentalicen las instituciones democráticas al servicio del terror.

(La imagen es una foto de Ivo83, bajo licencia de Creative Commons).