divendres, 10 de juliol del 2009

Unos trajes que todo lo pueden.

La situación creada en el país por los famosos trajes del presunto cohechador señor Camps tiene ribetes kafkianos. La prensa trata todos los días del asunto, y casi parece que no hubiera otros, con lo que no andaremos lejos de que algún ilustrado diga que estamos ante un "delito mediático", forma habitual que hoy toma la imperecedera tendencia del ser humano a matar al mensajero: no hay delito, hombre, se lo digo yo. Lo que pasa es que vivimos en la época del reinado indiscutible de los medios y la realidad es la que estos definen. Mucha gente ilustre ha puesto su nombre debajo de alguna majadería de este jaez. Porque por supuesto que hay otros asuntos y por supuesto que los medios los tratan. Basta con hojear cualquier diario impreso o navear por uno en línea. Lo que sucede es que esos otros asuntos son irrelevantes, que han perdido interés. ¿A quién interesa si Micheletti parlamenta con Zelaya, si China masacra a los uigures, si se consigue disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, si UPyD se rompe o no, si el cine sale de su atonía, mientras pueda enterarse de qué nueva treta se le ha ocurrido al Curita para esquivar a los tribunales, que es a lo que está dedicado? Así que menos lobos porque somos nosotros, los consumidores de información quienes definimos la realidad. Somos los clientes y mandamos: queremos saber en qué queda el culebrón del Curita y los medios están para satisfacer ese deseo.

¿Qué hace el PP? Concentrar sus energías en la defensa del señor Camps. Sostiene la señora De Cospedal que ellos están "a lo que digan los jueces" pero acto seguido le dicen a los jueces lo que tienen que decir: aquí, mire Vd., no hay delito. Una falta en todo caso pero delito... ¡quiá, hombre, con lo honrado que es nuestro Camps! Si lo sabréis vosotros, los jueces, que o sois amigos suyos o comulgáis con sus ideas políticas. En realidad es asombroso que exista una acusación así. Es más, el señor Basagoiti que habla muy claro, sin duda por su condición de vasco, sostiene que es una "gilipollez", concepto jurídico de notable contundencia.

Hasta la fecha, la persona que ha formulado este frente defensivo del PP de aquí-no-hay-delito ha sido la señora Rita Barberá, popular y dicharachera alcaldesa de Valencia, para quien los trajes del Curita son como las anchoas de Bambi y lo que hay que hacer es reformar el código penal para quitar este delito-gilipollez y dejarlo como una patena. Los españoles miran poco hacia fuera y por eso seguramente nadie le haya dicho a esta señora que eso es lo que hace Berlusconi en Italia: reformar la ley para no ir a prisión. Nadie tampoco ha explicado a Berlusconi en sus noches locas ni a la señora Barberá en las suyas castas que el Estado de derecho consiste precisamente en que hasta el Estado se somete a la ley y no al revés y que si es al revés no hay Estado de derecho sino tiranía.

En fin, no hay que descuidarse. La justicia ya da muestras de flaquear. El juez instructor, señor Flors, decide por su cuenta que los trajes del Curita no son cohecho en sentido propio porque no hay conexión entre los regalos y las adjudicaciones de contratos de la Generalitat. Por supuesto, ni la habrá si el mismo juez se niega a tomar declaración a los responsables de las empresas que hicieron los regalos y son las mismas que recibieron las adjudicaciones. Elemental, querido Watson, blanco y con asas. Pues el señor Flors dice que no hay pruebas. Y literalmente llueven. Por eso pide el PSOE que se llame a declarar, entre otros, al Bigotes, el que hizo los regalos y a quien el Curita "quiere un huevo". Porque el Curita puede querer un huevo a quien se le cante el otro, pero el presidente de la Generalitat no.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).