divendres, 9 de desembre del 2011

Los debates del PSOE.

El PSOE está en proceso precongresual y en pleno debate. Reflexiona sobre las causas de su derrota y sobre su futuro inmediato y a medio pazo. Es un ejercicio democrático que en gran medida está haciéndose en el ámbito público y en el que participa mucha gente gracias a los medios de comunicación. En estos se encuentra abundancia de noticias sobre el animado bullir interno del histórico partido de Pablo Iglesias y frecuentes artículos de opinion de militantes y no militantes que sin duda enriquecen la polémica. Es el momento de hablar, de ventilar agravios, de criticar y proponer. Y es lo que están haciendo todos. Quienes saben escribir publican artículos; quienes prefieren lo oral conceden entrevistas o se citan a cenar. Todo el mundo se mueve y eso está bien.

Además de los medios tradicionales (¡quién iba a decir que llamaríamos tradicional a la televisión a los sesenta años de su nacimiento!) está internet. Las fabulosas redes sociales, especie de corralas globales, albergan todo tipo de iniciativas. Los militantes socialistas descubren que están más cerca de los simpatizantes con los que se relacionan en la red que con los otros militantes de su agrupación. ¿Cuáles son los límites de los partidos en el ciberespacio?

Lo abigarrado del debate, sin embargo, no debe hacerlo cacofónico, disonante o incomprensible. Porque, en realidad, el PSOE tiene tres debates que le interesa distinguir por amor a la claridad: a) el de personas; b) el de formas; c) el de contenidos. A Palinuro el importante le parece el tercero pero los otros dos tienen su miga.

Las personas. Todos dicen que no es el momento de hablar de nombres; pero los nombres se cuelan. Hay una especie de acuerdo en retrasar las postulaciones hasta después del debate de investidura para no ponerle las cosas demasiado fáciles a Rajoy. Luego, se hablará de personas. Es inevitable. El congreso se reúne, entre otras cosas, para elegir un secretario general, un líder, en definitiva. Es lógico que se hable de cualidades personales, que se sopesen cualidades físicas, edad, sexo, "tirón", simpatía, seriedad, lo que recomienda cualquier asesor de imagen. Y, salvo que se postule algún otro en el intermedio, se cuenta con las probables candidaturas de Carme Chacón y Rubalcaba. Son dos imágenes muy distintas, aunque ambos se parecen por cuanto son del aparato y han compartido gobierno. Sería de ver si se presenta algún afuereño.

Las formas. No existe un criterio obligado de elección del secretario general. La tendencia va mayoritariamente a que la hagan los delegados en el congreso. Pero hay peticiones, nada fáciles de ignorar por lo nutrido, de que se vaya a elecciones primarias. En concreto, una plataforma de militantes que se llama Bases en red y que, según la prensa, cuenta con 25.000 seguidores y que está promoviendo un debate abierto desde la base, de forma espontánea que recuerda mucho las del movimiento 15-M. Es, en realidad, una asamblea virtual. Pero da la impresión de que mucho más operativa pues parecen saber a dónde van. Han convocado una reunión el 29 de diciembre en Jun, Granada, para "exigir primarias abiertas". Nadie parece haber caído en la cuenta de que Jun es un lugar especial, su alcalde socialista José Antonio Rodríguez Salas es el político más seguido en twitter en Andalucía y el quinto en España. ¿Y ello por qué? Porque su gobierno municipal está volcado en la red, porque el hombre tiene un blog que atiende personalmente, porque su gobierno es transparente y responde a los ciudadanos, porque hace ciberpolítica 2.0 ¡Estas malditas redes...! Mírese por dónde Salas podría ser un buen candidato en el caso de las primarias. En todo caso no está de más señalar que unas primarias no son más ni menos democráticas que una elección congresual por lo mismo por lo que una votación parlamentaria no es más ni menos democrática que un referéndum. Ambas fórmulas tienen ventajas y defectos. En todo caso, será el congreso el que decida porque sólo él, supongo, puede pronunciarse por las primarias.

Los contenidos. Conviene separar los debates porque, siendo los de personas y formas generalmente tan temperamentales, oscurecen las cuestiones importantes, que son las de contenido. El PSOE no ha perdido las elecciones porque su candidato fuera mejor o peor o porque sus formas sean más o menos oligárquicas, sino porque la crisis lo ha dejado sin programa y sin discurso. No hay nada más simbólico que el hecho de que Zapatero esté hoy defendiendo en Bruselas la política del PP. Ciertamente es lo que le corresponde como presidente en funciones; pero es simbólico. Y lo es porque, en apariencia, la política es la misma. Lo viene siendo desde que comenzó la crisis.

Es muy posible que no haya otro remedio, que Zapatero y el gobierno no pudieran hacer otra cosa que lo que hicieron en mayo de 2010. Es casi seguro. Bsta con pensar en qué posibilidades de aplicación real tenían (y tienen) los programas de la izquierda que proponen aumentar el gasto público. No es seguro siquiera que Zapatero contara con la mayoría parlamentaria necesaria. Tendría que llevar la confrontación a la calle y no parece que el PSOE albergue designios de este cariz.

Una vez hecho lo hecho, el PSOE necesita ahora diferenciarse de la derecha en el contexto de una Europa más estricta, con mayores funciones de vigilancia y fiscalización, menos libertad de acción de los gobiernos y dominio apabullante de las políticas neoliberales. No tengo duda de que la urgencia ahora es la redefinición de la socialdemocracia en las nuevas condiciones: cómo defender el Estado del bienestar, cómo recuperar el terreno perdido en materia de derechos laborales (luego de haber contribuido a su depreciación), como avanzar en la ampliación de los derechos, la igualdad, etc. Pero sobre todo, lo que entiendo más importante es la formulación de un cambio en el modelo productivo, tantas veces enunciado y nunca propuesto, un programa de reforma del capitalismo a escala europea (que ya debería tener proparado el Partido Socialista Europeo) y a escala española. Esto último es lo que me parece más difícil.

(La imagen es una foto de jl.cernadas, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 8 de desembre del 2011

El exilio y el reino.

El Rey ha decidido, al parecer, que las infantas Elena y Cristina y el marido de ésta, Iñaki Urdangarín, no pertenezcan a la Casa Real o, mejor dicho, no sean la Casa Real. A primera vista, una medida muy dura, extrema, prácticamente un repudio en toda regla. Mal, realmente mal, deben de estar las cosas para Urdangarín procesalmente hablando para que se decida algo así. La Reina ha ido de emisaria de los días nefastos a explicar a la pareja en Washington la situación, momento que ha captado la revista ¡Hola! que añade una pizca de marujeo al asunto, siempre de prometedoras ventas. Al fin y al cabo se comprueba que los reyes y sus allegados son como todo el mundo, que la familia real es como todas las familias en las que siempre hay gente honrada y algún pillastre que otro. Eso parece hacer populares a los Reyes que son humanos al fin y al cabo.

Está claro: el Rey ve a su yerno en el banquillo y se le abren las carnes pensando en el porvenir de la Monarquía, una institución prendida con alfileres en la camisa que tú bordaste en rojo ayer. Sin embargo es posible que la medida, con todo lo tajante que es en apariencia, llegue tarde. Viene a ser como si la Corona quisiera decir que Urdangarín ha abusado de la buena fe de su suegro y que, tan pronto éste se ha enterado, ha tomado una decisión drástica, a la altura de su condición. Lo malo es que hay por medio una fulminante marcha al extranjero de la pareja hace tres años que ahora es obligado interpretar a la luz de los hechos posteriormente revelados. Y el Rey tendrá que explicar qué motivo aceptó por bueno que justificara aquella repentina expatriación que semejaba una huida y si eso no es colaboración o encubrimiento del delito. Y aquí entramos en un terreno metafísico, el de la responsabilidad del Rey al que, a lo mejor, vistas las cosas, se le ocurre abdicar en su hijo.

Porque Urdangarín puede haber hecho algo más que abusar del buenazo de su suegro. Ha montado presuntamente una verdadera empresa de estafas millonarias con la supuesta ayuda de dos ex presidentes autonómicos hoy imputados en otros procedimientos, Camps y Matas, dos personajes, desde luego, de cine de Costa-Gavras. De ser cierto, eso es más que un abuso de la buena fe; es montar un racket, una banda de delincuentes. No es de extrañar, pues, que la medida haya sido tajante: fuera de casa, a la intemperie, a la noche y la niebla, presa de los jueces y del ¡Hola!

Pero la medida es muy rara por otros conceptos. En primer lugar ¿qué quiere decir que no formen parte de la Casa Real? Solamente que no se les encomendarán funciones representativas ni tendrán acceso a los fondos nutricios del presupuesto. Pero seguirán siendo miembros de la Casa Real desde el momento en que no existe una definición de qué sea la tal Casa. No hay una Ley de la Casa Real. Aparece mencionada en la Constitución, pero no definida. Por tanto, lo más sensato es entender que la Casa Real es la familia real, que es de la que habla la legislación vigente. Y esta es la que es y lo del repudio y privación de derechos es más complicado de lo que parece.

Cabe pensar que, a falta de una ley que le permita hacer lo que le dé la gana, el Rey ha decidido acudir a la jurisprudencia romana más arcaica, la anterior a la compilación de Justiniano, y reverdecer la Patria Potestas, que daba al padre poder absoluto sobre los hijos y absolutísimo sobre las hijas. De este modo las excluye de la familia como podría venderlas en un mercado de esclavas. Además, al apartarlas de la Casa Real, según dice, las priva de sus derechos sucesorios. Así, al recuperar la ley sálica se va más lejos que el derecho romano, se va al de los francos salios, por el que las mujeres no tenían derecho a heredar nada. Menos mal que la Monarquía es una institución moderna.

Hilando más fino hay otra cuestión pendiente. La expulsión alcanza también a la infanta Elena por la muy inconfesable razón de que, de no ser así, significaría un reconocimiento prematuro de la culpabilidad de los duques de Palma. Incluyendo a la susodicha infanta, lo cual es una injusticia porque ella no ha hecho nada y no parece haber estafado a nadie, la cosa se viste de racionalidad administrativa y orgánica, sobre todo en tiempos de ajustes. Para estar a tono con la época, la Casa Real recorta el cien por cien del salario de las dos infantas y, además, las despide, privándolas de sus derechos. Por ser mujeres. Y eso no es de recibo.

En cuanto a Urdangarín, la cosa es más fácil. Se le puede pedir el divorcio de la Infanta Cristina. Al fin y al cabo, y ya puestos a ser modernos, uno de los poderes del Pater Familias era divorciar a los hijos, quisieran estos o no. Hay ¡Hola! para rato. Es preferible la República.

dimecres, 7 de desembre del 2011

Achtung! Europa, chapuza.

La teoría de Palinuro de que la Unión Europea se hace mediante chapuzas se confirma. El acuerdo a que están llegando Merkel y Sarkozy es otra de éstas. Pero seguramente funcionará como lo han hecho las anteriores. Y es lógico. La unión europea es algo nuevo, carece de precedentes, no hay modelo y va construyéndose a medida que se resuelven los problemas que la ponen en peligro como buenamente se puede. Si procediéramos con modelos y protocolos fijos la tal unión ya se hubiera deshecho. Esta nueva chapuza nominalmente francoalemana pero en realidad germanofrancesa prosperará porque media Europa está con el agua al cuello y no tiene más remedio que aceptar las píldoras de caballo.

Los periódicos, que aman los términos fuertes, ya han caracterizado la situación cuando, como hace Público, utilizan el verbo acatar, cuyo significado, según el DRAE, deja bien clara la posición en Europa de esta gran nación que es España, al reiterado decir de Rajoy. El acuerdo en cuestión es una especie de Diktat a los países en dificultades y a todos los demás para que acepten un derecho de supervisión (y veto, ya veremos en qué términos) sobre sus presupuestos. Además quiere fijar castigos automáticos a los países que no respeten el techo del déficit. Eso ya estaba previsto pero no funcionó cuando fueron Alemania y Francia quienes rompieron el techo del tres por ciento de déficit y no les pasó nada. Los demás pensaron entonces que ancha es Castilla pero descubrieron sobre sus lomos que sólo para unos y no para todos.

La prevista reforma de los Tratados se hará previsiblemente por acuerdo entre los Estados y no se convocará referéndum alguno. La chapuza es completa pero, al mismo tiempo, muy racional, con la irritante racionalidad de la Realpolitik. La UE ya está actuando de hecho como una unidad política. Otra cosa es que lo haga mejor o peor o a gusto de unos pero no de otros. Y una unidad política no puede depender del resultado de un hipotétiuco referéndum en alguna de sus partes. Una consideración para quienes creen que el referéndum en una parte de un conjunto y que puede invalidar la acción de éste, es ya de por sí una prueba de democracia: si, por ejemplo, se convocaran sendos referéndums sobre la reforma de los Tratados en España y Alemania es posible que ambos fueran negativos pero por motivos diametralmente opuestos; para los alemanes la reforma sería demasiado; para los españoles, demasiado poco.

La conclusión a que llegan los dos mandatarios españoles, el que viene y el que se va, Rajoy y Zapatero es coincidente, lo cual tranquiliza. España hablará por fin con una sola voz en Bruselas; un voz para acatar, pero una sola. Antes, cuando gobernaba Zapatero, España hablaba con dos voces, la del gobierno adquiriendo compromisos y la de la oposición de Rajoy saboteando y diciendo que no los cumpliría. Ahora el mismo Rajoy sabe que tiene y tendrá el apoyo de la oposición en sus negociaciones con la UE. Eso quiere decir algo y la gente debe entender qué significa. Simplemente que la izquierda sabe hacer una oposición constructiva.

Produce un poco de inquina la injusticia de la situación. Pero todavía queda por pasar a través de las toneladas de basura que el gobierno del PP verterá en sus primeros meses sobre la acción del anterior, especialidad de la casa que la batería de medios de la derecha utilizará sin descanso para seguir castigando las posiciones de la izquierda. Es ley de vida. La derecha no es mayoría en el país, pero la respalda un sólido treinta por ciento del electorado. Franco tenía un respaldo mucho menor. Esta derecha, que es su heredera ideológica, llega hasta el treinta por ciento y con eso le basta para imponerse sin miramientos o "sin complejos", como suele decir. La izquierda tiene similar apoyo, incluso algo mayor, pero es más fácil de desmovilizar.

Así las cosas Rajoy no tiene empacho en presumir de que España y Alemania son las únicas que han cumplido el requisito de la reforma constitucional, siendo así que fue una iniciativa de Zapatero a la que él se sumó con todo género de reticencias. Es también estilo de la casa. Cuando Zapatero, entonces en la oposición, propuso el Pacto antiterrorista, Rajoy, entonces en el Gobierno, lo calificó de "conejo sacado de la chistera". Un par de años más tarde él era el principal defensor del conejo y Zapatero, en cambio, quería despellejarlo o algo así.

Lo mismo va a pasarle con todo lo que dijo en la campaña electoral que se convertirá ahora en la fiesta del lindo don Digo Diego. Lo más llamativo viene con los impuestos. No iba a subirlos pero sí, sí que va a hacerlo y mucho. Él no querría pero es Europa la que lo obligará a hacerlo, es Alemania, la misma Alemania que protestaba cuando Aznar pedía fondos de cohesión para España y, al mismo tiempo, bajaba los impuestos. Ese tipo de pillerías ya no podrá hacerse. En definitiva las chapuzas acaban siendo productivas.

dimarts, 6 de desembre del 2011

La renovación del PSOE.

Leo en Público que los históricos del PSOE se dan cita para reflexionar sobre el futuro de su partido. Ciertamente, después de los batacazos electorales de mayo y noviembre es llegado el momento de recapacitar, de reflexionar, de ver qué se haya hecho mal y tratar de enderezarlo. En la hora de la reflexión no sobra nadie y menos que nadie los dirigentes históricos que aportan mucha experiencia y están tan interesados como los demás en mejorar las fortunas de su partido. Pero tampoco cabe olvidar que la experiencia suele pagarse al precio de un mayor conservadurismo. Algunos de estos históricos ya eran conservadores antes de adquirir la experiencia por lo que es de suponer que ahora lo serán doblemente.

Sin duda las aportaciones de los históricos son necesarias, pero la reflexión sólo será útil si genera renovación y la renovación no puede ser conservadora. Tiene que ser avanzada, progresista y estos rasgos, casi por definición, son patrimonio de los jóvenes, las nuevas figuras sin ruptura con las anteriores que, me parece, fue el gran error de la renovación encabezada por Rodríguez Zapatero.

No habrá renovación sin un diagnóstico claro de las causas de los fracasos electorales. La primera y general ha sido la crisis que ha tumbado casi todos los gobiernos europeos del signo que fueran. La segunda y específica de España ha sido que el gobierno la abordara con políticas neoliberales, de la derecha. Que fueran o no inevitables no es ya asunto primordial. Ahora corresponde formular las políticas socialdemócratas, las propias del socialismo democrático, de la izquierda que es el terreno en el que el PSOE ha perdido claramente las elecciones. Para recuperar la izquierda hay que presentar un programa de izquierda.

La nueva fórmula debe articularse en cuatro ámbitos claramente diferenciados: el mundial, el europeo, el nacional y el autonómico. Claramente diferenciados porque, si bien el programa socialdemócrata debe estar presidido por una única línea general, que es la defensa y ampliación del Estado keynesiano del bienestar, la economía social de mercado adaptada a las nuevas condiciones medioambientales (en lo político y en lo ecológico) cada uno de ellos tiene particularidades propias para las que hay que proponer políticas específicas.

En el ámbito mundial hay que proponer reformas institucionales en favor de órganos internacionales de adopción de decisiones más incluyentes, democráticos y eficaces que el actual y anquilosado sistema de las Naciones Unidas. La perspectiva de un nuevo orden económico mundial bajo el criterio de la economía social de mercado viene favorecida por el hecho de que los países emergentes cuya competencia, en buena medida, prolonga la crisis, al mismo tiempo suponen enormes mercados emergentes que tirarán de las economías en dificultades si éstas saben cómo satisfacer la creciente demanda de aquellos. Y juntos, emergentes y consolidados, deben aplicar políticas de estímulo real a las zonas más atrasadas de América Latina y el África.

En el ámbito europeo la reconstrucción de la socialdemocracia es tarea perentoria. La derecha carece de afán europeísta genuino. Su interés es la prosperidad de sus respectivos países en el marco de una UE debilitada o, si tiene que reforzar ésta, cual es la necesidad actualmente, hacerlo en condiciones de desigualdad entre los países en que unos controlan a otros. La socialdemocrcia tiene que defender una idea de Europa con mayor integración, con economía social de mercado en la que reine la igualdad y la solidaridad. Si se lee la intervención del sábado del ex-canciller Helmut Schmidt en el congreso del SPD, se verá que ese es el ánimo de la socialdemocracia alemana, como siempre una referencia del socialismo europeo. Al serlo también del socialismo francés y otros países, parece absurdo no postular unas líneas comunes de acción.

En el ámbito nacional, la renovación del PSOE es relativamente sencilla si ha de hacerse en el terreno de la izquierda. Consiste en defender el Estado del bienestar, ahora atacado por la derecha; en ampliar y profundizar las políticas sociales de protección de derechos cívicos, igualdad, dependenci, memoria histórica; en presentar un compromiso y un plan claro de separación de la iglesia y el Estado; en fortalecer la democracia mediante reformas del sistema electoral, del poder judicial, del bicameralismo; en abrir el partido a la sociedad mediante el empleo prioritario de la política 2.0; en postular un referéndum para que los españoles pueden decidir por fin entre monarquía o república. Ya imagino que esta última propuesta no tendrá mucho apoyo, pero algún día habrá que hacerla.

El ámbito de las Comunidades Autónomas debe ser objeto de consideración especial por el conjunto del partido, cosa que nunca sucede porque rige el prejuicio de que los socialistas de cada una de ellas deben ser autónomos. Sólo hasta cierto punto. La crisis está en el origen de la derrota electoral del PSOE pero la verdad es que éste lleva perdiendo elecciones desde mucho antes an algunas Comunidades Autónomas, como Valencia y Madrid. No es razonable que el partido en su conjunto no considere las causas por las que los socialistas valencianos y madrileños hace veinte años que no consiguen ganar elecciones y no les ponga remedio, como si no fueran con él, como si lo que sucede en estas comunidades sólo fuera competencia de ellas. Esa es la fórmula para perpetuar el fracaso. La política del PSOE en cada comunidad autónoma debe ser específica de ella pero propia de todo el partido que es el único que puede poner fin a un marasmo producido por unas organizaciones autonómicas viciadas por las oligarquías y el clientelismo.

dilluns, 5 de desembre del 2011

La Gürtel se come la monarquía.

La ya legendaria trama Gürtel, cuyas ramificaciones son más frondosas cada día que pasa, parece haber sido la más potente forma de delincuencia organizada en los últimos años, con participación de empresarios sin escrúpulos, funcionarios y cargos electos del PP presuntamente corruptos. Una especie de mafia dedicada a esquilmar los dineros públicos cada vez que se movían. La reaparición de Francisco Camps, el de los trajes impagos, quien supuestamente se valió de Urdangarín como pantalla para trajinarse los euros a millones, reorienta las andanzas del duque de Palma hacia la ciénaga gürteliana en la que éste corre peligro de quedar sepultado.

Los últimos acontecimientos, el retorno a la condición de procesado imputado de Carlos Fabra (cuyos supuestos delitos no han prescrito), la inmediata comparecencia de Camps en la causa por cohecho impropio y las nuevas revelaciones sobre los posibles chanchullos de la Generalitat valenciana bajo su mandato, hacen inexcusable que el PP afronte sus responsabilidades con ese nuevo código de buenas prácticas que, no bien se publicó, cayó en desuso. No es aceptable que ningún político procesado en causa penal ostente cargo público alguno. Fabra, Camps y todos los que, en su situación, tengan responsabilidades oficiales deben abandonarlas ipso facto. De no ser así, el PP acabará siendo corresponsable de sus posibles fechorías a ojos de la opinión pública.

Pero el daño mayor de la presunta implicación de Urdangarín en este fenomenal contubernio de corrupción, expolio, despilfarro y malversación lo sufre y lo sufrirá la monarquía española. He leído a algunos expertos afirmar que la Corona no tiene que temer daño alguno, que no hay implicación de hecho en nada delictivo, que el asunto afecta personalmente a Urdangarín y otras interpertaciones de exoneración que carecen de valor porque no hacen al caso. Si hay o no implicaciones directas de la Casa Real (por ejemplo, la infanta Cristina) en las presuntas ilegalidades del yerno del Rey es cosa que los tribunales determinarán en su día pero, para entonces, el daño estará ya hecho.

La Corona carece de poder real; su importancia, fundamental por lo demás, es meramente simbólica. Y lo simbólico se mueve por reglas distintas a las procesales. El Rey ennobleció a Urdangarín haciéndolo duque y el duque, según parece, aprovechó su ducado y el nombre del Rey para enriquecerse por medios fraudulentos a toda velocidad pero no tanta que al jefe de la Casa Real no le diera tiempo a indagar por el origen de los ingresos de su yerno que le permitieron comprar un buen puñado de inmuebles, incluido un palacete en Barcelona en dos o tres años.

Los partidarios de la monarquía, de la dinastía, del Rey, afirman que nada de lo sucedido afecta a la institución, pero no es eso lo que piensan los ciudadanos cuya valoración de la Corona es cada día más baja y hasta hoy se sitúa por debajo del suspenso. No quiero ni imaginar en dónde estará cuando se les vuelva a preguntar. Es comprensible que esos monárquicos, de izquierda o de derecha, socialistas o populares, traten de evitar al país el inevitable trastorno que se seguiría del fin de la monarquía.

Comprensible pero no justificable. Esa monarquía fue instaurada por Franco y es lógico pensar que hereda la falta de legitimidad y de ética cívica que caracterizó a aquella dictadura. Es un baldón de origen que se refuerza con el comportamiento de sus allegados. La República nunca ha tenido ocasión de demostrar su superior legitimidad. Y es hora de que la tenga.

Una Medea de risa.

El mito de Medea es uno de los más trágicos, de los más profundos y misteriosos. No solamente porque trate temas como la venganza, la muerte, la culpa, la locura, el amor y el odio más devastador sino porque también se enfrenta a algo tenido como sacrosanta ley de la naturaleza: que las madres no asesinan a sus hijos. Interpretarlo es tarea de enorme dificultad y muy pocos trágicos de renombre lo han intentado. Cuando lo han hecho, absorbidos por la fascinación que ejerce un personaje tan extraordinario, una ménade alucinada e irracional que actúa impulsada por fuerzas diríase telúricas, han intentado encontrarle alguna explicación, en cierto modo racionalizarla, aunque siempre tratando de atender a la fuerza de unos sentimientos que hunden sus raíces en lo más profundo de la especie. Medea no sólo asesina a sus hijos sino que atrae el resto de la acción y lo abrasa en el fuego de sus pasiones quedando ella sola como símbolo de un misterio insondable.

Shakespeare, Racine, el conjunto del teatro romántico soslayaron el tema. Sólo recuerdo un Vellocino de oro, de Grillparzer, un tema mucho más frecuente en el arte, igual que el de Jasón y la expedición de los argonautas; y en el siglo XX sé de la película de Pasolini, Medea, sobre la tragedia de Eurípides. Éste, Séneca y Corneille fueron los únicos que escribieron tragedias, dando versiones diferentes de Medea, de sus motivaciones y otras circunstancias. Pero en todas ellas (quizá algo menos en Corneille) se hace justicia a la extraordinaria complejidad de la maga de la Cólquide, atormentada por sus pasiones, víctima de sí misma.

Recuérdese que en el Caixaforum de Madrid hay una exposición de Delacroix, sobre la que ya habló Palinuro (La belleza de la violencia), en la que puede admirarse su maravillosa Medea, pintada en pleno arrebato, a punto de cometer su crimen. Tampoco son muchos los pintores que se han atrevido con la escena. Un par de dibujos de Poussin, una Medea de Frederick Sandys, un prerrafaelita que sólo ve en ella a la hechicera y otra de Anselm Feuerbach, que omite toda la tragedia y la fía a la imaginación del espectador. Medea es un personaje maldito.

Parecería imposible trivializarlo y convertirlo en una pieza más de una trama artificiosa, sobrecargada de pretensiones, algunas bastante lamentables, pero Ariel Dorfman lo ha conseguido en el Purgatorio que se representa en el Matadero de Madrid con interpretación de Viggo Mortensen y Carme Elías bajo la dirección de Josep María Mestres.

Dorfman sitúa la acción no en el crimen sino en las consecuencias del crimen en el más allá, lo que desvía la atención hacia un aspecto metafísico, una especie de pegote que viene a ser la prueba de que el autor está desbordado por la dimensión del personaje. El más allá, ubicado en el purgatorio, da a la obra un toque cristiano de expiación y salvación/condenación casi al borde del absurdo. La situación se parece mucho al Huis clos sartriano en la creación de un espacio vacío habitado por unos personajes que no entienden porqué ni para qué están allí y, en este caso, sin reconocerse, pero condenados a repetir su sufrimiento por los siglos de los siglos.

Buena porción de la historia se remite al tema mundano de la dificultad y la angustia de las relaciones de pareja mal avenida que, a fuerza de no entenderse, provoca su destrucción. Ambas partes de la relación, Medea y Jasón son tratadas por igual en una especie de ejercicio de justa neutralidad subrayado por el hecho de que la acción transcurre simulando ser sesiones de un tratamiento psiquiátrico. Ahorro al lector chistes fáciles y me limito a señalar que cualquier paralelismo entre el argonauta y la princesa hechicera es un lamentable desatino. Añádase a ello una esquinada referencia a la Malinche y el desatino se hace completo. Quizá quepa equiparar a Cortés con Jasón pues ambos van buscando oro, aunque con motivos distintos y consecuencias muy diferentes ya que Jasón no pretende conquistar la Cólquide. Pero la distancia entre Medea y la Malinche es abismal. Y, por si fuera poco, la sombra de la culpa y la expiación en los crímenes de la dictadura pinochetista también hace acto de presencia. Es mucho, demasiado para guardar algún tipo de equilibrio.

Ciertamente el acervo clásico está ahí para servirse de él, reinterpretarlo, adaptarlo, valerse de su carácter perenne a fin de iluminar nuestra condición, no para respetarlo como si fuera una señal de "stop" y Dorfman hace muy bien al emplearlo para ensalzar su idea de su tiempo, encajándola en los elementos sempiternos de la naturaleza humana. Pero lo hace de modo tan abigarrado, acumulando tal cantidad de facetas inconexas, presentando tantos conflictos apenas desarrollados que el resultado es una nada tumultuosa. Tampoco ayuda mucho que los dos personajes pasen buena parte de la obra dando gritos y carreras por el escenario y sobreactuando de manera harto fatigosa que apenas permite pensar al espectador. Y, cuando Medea afirma que su hijo mayor ve con espanto cómo su madre va a matarlo con un cuchillo que no está limpio, es imposible tener la risa.

Quizá por todo ello un público absolutamente entregado aplaude a rabiar y ovaciona puesto en pie esta especie de melodrama contemporáneo. Lo melodramático ha sido siempre muy popular.

diumenge, 4 de desembre del 2011

Una interpretación de Europa

Europa es un lugar asombroso. En algo más de la mitad de Rusia conviven 49 Estados, esto es, sin contar la propia Rusia. Sus formas políticas van desde la teocracia vaticana al cantonalismo suizo, pasando por monarquías y todo tipo de repúblicas y, hasta hace poco tiempo, también dictaduras. Hay una enorme variedad de lenguas, fundamentalmente germánicas, eslavas y romances y algunas de imposible clasificación como el vascuence y las lenguas ugro-finesas que tampoco son indoeuropeas; tres religiones mayoritarias, la católica, la ortodoxa y las protestantes, y otras minoritarias como el islam o la religión mosaica, sin contar un buen puñado de ateos; tres alfabetos, el griego, el cirílico y el latino y varias unidades de pesos y medidas; y no hablo de equipos de fútbol y festivales de cine. Lo característico de Europa es su inmensa diversidad que convive alegremente con una clara conciencia de unidad. Europa no es sólo el mito de la mujer de ese nombre, sino que se siente a sí misma como una unidad civilizatoria; unidad que ha pretendido institucionalizar políticamente a lo largo de los siglos con escaso resultado hasta la fecha.

Esa conciencia unitaria (que no es nacional pues Europa no es un Estado/nación pero sí tiene algo de nacional/continental) va aparejada con cierto complejo de superioridad. Europa se piensa el centro del mundo. ¿No pasa el meridiano cero por Greenwich y Castellón, entre otros lugares? Esa seguridad de los europeos en sí mismos, esa conciencia de su superioridad los lleva a convencer a los demás de que hasta sus errores son certidumbres. ¿Hay algo más absurdo que el hecho de que Europa se vea a sí misma como un continente y haya convencido a todo el mundo de que lo es cuando no lo es a tenor de la definición más general de la palabra? En términos de estricto realismo geográfico Europa es una península de Asia. Grande, pero península.

Ha habido sucesivos intentos de conseguir la unidad política de Europa. Siempre por las armas y siempre frustrados. Lo pretendieron los romanos hasta cierto punto ya que a ellos les interesó siempre más el Mediterraneo en todas sus orillas. Los árabes lo hubieran intentado también de no haber sido rechazados por Carlos Martel. Luego, los españoles, aunque con escaso empeño. La casa de Austria fue más europea que española y, cuando se hispanizó, se volcó en América. La siguiente acometida fue la de Napoleón y la ultima, por ahora, la de los alemanes, que desembocó en la segunda guerra mundial.

El desastre de la guerra llevó a algunos europeos en los años cincuenta del siglo XX a intentar la unidad por la vía económica, comercial, mercantil, o sea, pacífica. Y así surgió el Mercado Común que, de seis miembros originarios llegaría a veintisiete hoy y que parecía ser capaz de llevar a cabo lo que los militares de unas u otras naciones no habían conseguido en veinte siglos. El proyecto se adornaba trayendo a colación todos los sueños europeístas que los pensadores, clérigos, filósofos y filántropos han venido formulando, desde Pierre Dubois en el siglo XIV hasta el conde Coudenhove-Kalergi, un mestizo de europeo y japonesa, en el siglo XX. Una larga historia.

Que jamás había cristalizado hasta la creación de la Unión Europea. Esta traía la renuncia al uso de las armas (para eso se creó en primer lugar la CECA, que ponía en común el carbón y el acero, los dos pilares de las guerras hasta entonces) y el propósito de cimentar la unidad en el estrechamientos de lazos comerciales, económicos, financieros. ¿No son los mercaderes los que siempre han relacionado a los pueblos entre sí y los han acercado?

Pero. entretenidos con la creación del mercado único y, luego, la aventura de la moneda única, Europa pareció olvidar que no hay más unidad que la que se constituye políticamente, lo que quiere decir que erige un poder político a ser posible legítimo, esto es asentado sobre el consentimiento de los gobernados. Pero unos mercados en los que rige la ley del más fuerte, que a fuerza de no conocer Estado se encuentran en uno de naturaleza, hicieron recordar de pronto aquella verdad elemental: sólo el poder político garantiza la armonía y la unidad.

Esa convicción es la que late bajo las palabras de Angela Merkel de avanzar hacia una mayor unidad fiscal de Europa. Es un modo esquinado y disimulado de hablar de una mayor unidad política. Lo que sucede es que ésta amanece bajo el imperio alemán que, como toda concesión sólo parece dispuesto a compartir su hegemonía con Francia y algunos países de su influencia como Austria o Dinamarca. No deja de ser interesante que el país que perdió la segunda guerra mundial, que quedó arrasado, que vivió durante treinta y cinco años dividido y parcialmente ocupado, sea el que dicta las condiciones de la paz sesenta años después. No es el poder militar (Alemania no es potencia nuclear; Francia y el Reino Unido, sí) sino el poder económico, el financiero el que puede imponer la unidad política del continente.

Qué forma política adopte la UE si consigue sobrevivir a esta enésima amenaza a su misma existencia es imposible predecirlo. Probablemente será una chapuza, por recordar la teoría de Palinuro de que la unión de Europa avanza a golpe de parches, de improvisaciones, de soluciones in extremis y no mediante la aplicación de sesudos planes racionalistas que jamás prenden. Pero eso tampoco tiene nada de extraño. Por un lado Europa ha sido la inventora de todas las formas políticas. ¿Por qué no una más? Algo que no es un Estado, ni una federación, ni una confederación, ni una organización internacional. Algo distinto.

Por otro lado los alemanes, cuya conciencia europea es patente, son especialistas en esto de organizar institucionalmente la diversidad. Durante casi nueve décimas partes de su historia, Alemania ha sido una unidad cultural pero no política. De hecho sigue sin serlo desde el momento en que Austria es independiente. Hasta el Imperio no fue otra cosa que una aglomeración de entes políticos autónomos, desde ciudades libres hasta monarquías extensas. Al final es posible que la unidad política de Europa sea una especie de aggiornamiento del Sacro Imperio Romano-Germánico.

La ciberrealidad

Antonio Gutiérrez-Rubí es un gurú de internet. La aplica a su oficio de comunicación política, en el que se le reconoce verdadera autoridad. Es fácil encontrarlo en múltiples foros y siempre ofreciendo ideas y diciendo cosas que muestran un gran dominio de una materia magmática y una capacidad de estar al día que muy poca gente tiene. Es un encendido digitalófilo, un espíritu profético que predica las excelencias de una nueva era. Y su libro (La política vigilada. La comunicación política en la era de WikiLeaks, Madrid, UOC, 2011, 158 págs) está escrito con auténtico entusiasmo. Como eso es algo que Palinuro, digitalófilo confeso comparte, se lo ha pasado muy bien leyendolo y espera sacar provecho de las muchas ideas que en él bullen.

Es una prosa encendida, llena de metáforas, rápida, galopante, como si el autor tuviera prisa en contar todo lo que quiere para que coincida con lo que está viendo. En ella se nos explican las vivencias que tenemos y se hace en un espíritu muy digital, algo así como está pasando, te lo estoy contando. Casi todas las citas remiten a páginas web. Es un libro que hay que leer conectado a la red. Gutiérrez-Rubí vive en un mundo digital y escribe para lectores digitales. Quien no lo sea probablemente no entenderá gran cosa de lo que lee.

Su idea básica es que internet ha revolucionado la política. Y no es lo único que ha revolucionado. Ha influido decisivamente y cambiado muchas otras cosas, desde los hábitos de lectura hasta el consumo de pornografía. Hay quien dice que internet es un acontecimiento sólo comparable a la invención de la imprenta y si la galaxia Gutenberg fue una revolución, internet lo será con mayor motivo.

Internet es responsable de eso que llama el autor política vigilada y que viene aparejada con una demoracia vigilante. El poder político está fiscalizado de continuo, sus secretos son del dominio público, sus fuerzas de seguridad y militares no tienen impunidad pues sus actos son escrutados por la gente gracias a los vídeos y los smartphones. Todos los gobiernos se han volcado en la red y la transparencia de la acción administrativa es cada día más extendida.

Los defectos e insuficiencias institucionales de las democracias se hacen patentes a ojos de los gobernados, no merced a la función crítica que siempre se atribuyó a los medios de comunicación tradicionales (y que estos cumplieron o no, según los casos), sino a cuenta de la generalización de la producción de la información. Cualquier persona con un móvil en la mano, capaz de conectarlo a la red es un creador de exclusivas, un posible denunciante político, un periodista ciudadano, un agitador de masas. Y además, puede permanecer anónimo. El ciberespacio es un territorio de anonimato y también de espontaneidad.

Gutiérrez-Rubí critica la inercia de los partidos políticos tradicionales, aferrados a sus viejos usos y dessconectados de las generaciones digitales. Llega, incluso a imaginarse una democracia sin partidos, a través de la acción consciente de las multitudes, coordinadas reticularmente. Cuando las multitudes actúan políticamente por medios digitales son capaces de derribar no ya partidos sino longevas tiranías. La idea es sugestiva. Hasta ahora se ha creído que la existencia de la democracia está vinculada a la de los partidos y por eso mismo a estos se los ha constitucionalizado. Sin duda pueden desaparecer. Pero alguien o algo tendrán que sustituirlos en el cumplimiento de las funciones que tienen encomendadas y que no son menores; por ejemplo, la formación de gobiernos.

La acción política en la red ha tomado formas muy interesantes que el autor menciona y considera, como las primaveras árabes, WikiLeaks o el movimiento 15-M. Pero un dato es muy significativo: nadie ve el 15-M formando gobiernos.

Hay muchas otras ideas en el ensayo de Guiérrez-Rubí muy provocativas y no es posible mencionarlas todas. Basta mencionar la que cierra el libro, la cita de Joichi Ito, del MIT, de que "las voces serán más importantes que los votos". Quizá sea así aunque suena un poco romántico y no muy tranquilizador. La voces serán muy importantes, pero no cabe contarlas y los votos, sí. Y contar es esencial para saber en dónde está la mayoría, la única que puede tomar decisiones legítimas en una democracia. A ver si va a venir una potente voz a tapar las decisiones de la mayoría. Porque ese final ya nos lo conocemos.

dissabte, 3 de desembre del 2011

Tiempos difíciles, duros, sombríos

Como es sabido, Carlyle bautizó la economía de ciencia triste (dismal science), nombre que reaparece cuando la realidad se vuelve sombría, cuando aumenta la pobreza, la miseria, cuando crecen las diferencias entre ricos y pobres y estos no ven fin a sus desgracias, ni salida a la situación. Pero no es la ciencia la triste sino la misma realidad que quiere retratar y explicar, pues obviamente es incapaz de mejorarla.

Todas las noticias, que son como enunciados definitorios de los distintos aspectos del mundo, trazan un cuadro siniestro de dificultades y estrecheces que, además, durarán años, según Angela Merkel. Los datos que hablan de deuda, déficit y ruina son incontrovertibles y sobre esa situación fatal sube al puente de mando de toda Europa la derecha con un programa último de desmantelamiento del Estado del bienestar.

Tras las duras medidas y recortes aplicados por CiU en Cataluña, vinieron ayer los del PP en Castilla-La Mancha, que no se quedan atrás y permiten calibrar el alcance de los que estará preparando Mariano Rajoy. El PSOE ya ha acusado a Cospedal de "dinamitar" el Estado del bienestar y los sindicatos anuncian acciones en la calle. Es decir, parece estar fraguándose una confrontación social. Pero ésta probablemente no será muy intensa por tres razones. La primera porque el PP llega con la legitimidad reforzada de la mayoría absoluta que le asegura la estabilidad parlamentaria pase lo que pase en la calle.

La segunda razón es que los datos, además de abrumadores, son objetivos. La situación es la que es: no hay dinero (en el mercado), no hay crédito, no se invierte, no aumenta el PIB (incluso quizá vuelva a retroceder), no se genera riqueza, no se pueden remediar las situaciones de carencia. Todo esto son hechos. Los hechos, claro, son susceptibles de interpretación pero, de momento, la única que se escucha y en la que se basan las medidas que están tomándose, tanto en España como en el resto de Europa, es la de la derecha neoliberal. Apenas hay interpretación alternativa, de izquierda.

Esa es la tercera razón. Es muy difícil que prosperen las movilizaciones extraparlamentarias cuando no están integradas en una teoría viable que dé una explicación de las circunstancias y muestre un proyecto de salida con un objetivo claramente expuesto. En la izquierda reina la confusión. Desde el momento en que no plantea la sustitución del modo de producción, del capitalismo, por otro, sus propuestas sólo pueden ser de reformas de aquel. Pero reformas son también las que hace la derecha, lo que quiere decir que el enfrentamiento entre ambas no es antagónico sino de matices. La dos, izquierda y derecha, plantean la salida de la crisis sin cambiar el modo de producción. No es suficiente acicate para mantener vivas las protestas callejeras y para que éstas tengan algún impacto en las medidas del gobierno.

En realidad, el movimiento 15-M es una especie de manifestación previa de esta situación. Su generalización apunta a la existencia de motivos para la protesta. Pero su inoperancia prueba que, si bien es relativamente fácil criticar lo existente, es mucho más complicado formular alternativas. Podría tratarse de tiempos de revolución. En verdad la palabra aparece de vez en cuando (por ejemplo, la spanish revolution), pero no encuentra revolucionarios que la invoquen ni gentes que la sigan.

Un gato que es un zorro.

Como quiera que este mes Palinuro ha decidido ilustrar su blog con el simpático gato de Chesire, de Alicia en el País de las Maravillas, juzgué que era un buen momento para poner mi grano de arena a la afición felina y fui a ver El gato con botas, la película de Chris Miller, en compañía de mis hijos. Debe saber el amable lector que el gato con botas es un animal icónico en casa. Tiene una estatua junto al televisor lo que, está claro, quiere decir que se le concede gran importancia, porque el televisor en el hogar moderno es el centro mismo del universo.

Por supuesto, los pequeños disfrutaron tanto de la peli como yo me aburrí. ¡Vaya estafa, ya en el propio nombre! Este gato con botas no tiene nada que ver con el gato con botas de Charles Perrault. Ya me extrañaba que se pudiera hacer una película de un cuento tan breve como el que narra en sencillas palabras la forma en que el inteligentísimo gato consigue que el miserable de su amo, tercer hijo de un labrantín cuya única propiedad es esa, un gato, convertido en Marqués de Carabás gracias a la imaginación del felino, haga su fortuna casándose con la hija del rey.

La película de Chris Miller es algo totalmente distinto. Lo único que tienen en común ambos gatos son las botas y ni eso es cierto porque el gato de Perrault las quiere para caminar por los rastrojos sin herirse mientras que el de Miller las calza por pura presunción. Ni marqués de Carabás, ni rey, ni castillo del ogro, ni nada, esta película no es más que un ejercicio de efectos especiales para verla en 3D, llena de vistosas peripecias para que los espectadores disfruten con sus emociones. Practicamente no tiene guión, salvo una historia elemental de una habichuelas mágicas, vagamente conectadas con una oca de los huevos de oro y un relato de honor, valor, venganza y amistad bastante trivial.

Quizá por casualidad, quizá como sutil homenaje al también maravilloso gato de Cheshire, aparece aquí Humpty Dumpty, que pega tanto en el conjunto como una bomba fétida en un rosal. En fin, que este Gato con Botas, plagiario del título, en realidad está moldeado según el estereotipo del personaje del Zorro, un noble de bien que se ve obligado a vivir al margen de la ley pero es habilísimo espadachín (el gato de Perrault no manejó una espada en su vida; se valía de su inteligencia) y corazón generoso. O sea, un petardo. Que la voz sea la de Antonio Banderas, que simula una dicción apache, igual que la de Salma Hayek, únicamente refuerza esta impresión de que al gato le han metido el espíritu del Zorro.

Conozco tres gatos que hablan en la literatura y los tres son de gran inteligencia, sentido del humor y mucho realismo, el mentado gato de Cheshire que consigue desaparecer dejando tras de sí sólo su sonrisa; el Gato con botas de verdad, quien convence al rey de que su amo es el imaginario Marqués de Carabás; y el Gato Murr, propiedad del Maestro de Capilla Johannes Kreisler, creado por E. T. A. Hoffmann, un gato fabuloso que llega a escribir una especie de memorias en la parte posterior de las hojas en las que escribía su amo y que éste creyó oportuno publicar como Vida y opiniones del gato Murr.

Al lado de estos tres felinos, figuras señeras de la civilización, este otro fanfarrón tiene maldita la gracia.