divendres, 25 de novembre del 2011

Padres e hijos de nuestro tiempo.

La última película de Roman Polanski es estupenda. Se llama Carnage y en la versión española la han traducido como Un dios salvaje, lo que no es tan absurdo como parece porque se basa en una obra de teatro de Yasmina Reza, coguionista con Polanski, titulada Le dieu du carnage.

La obra es un profundo análisis psicológico de los personajes, dos matrimonios muy normales que viven en Brooklyn. Al intentar resolver de modo civilizado, amable, progresivo, un típico problema de críos generado cuando el hijo menor de uno de ellos agrede y hiere al del otro en el colegio, acaban manifestando sus neurosis, sus frustraciones, sus manías de una forma obsesiva, ridícula, pero muy normal.

El argumento recuerda un cuento de Jardiel Poncela en el que dos paseantes por la calle de Alfonso XII, junto a la verja del Retiro, discuten sobre si la educación de la gente no es más que una pátina que apenas oculta nuestros instintos más salvajes. El interlocutor partidario de esta teoría se la prueba al otro azuzando con su baston a través de los barrotes de la verja a un pareja de pacíficos ancianos que pasea del otro lado. Al principio estos pretenden ignorar la provocación, pero acaban rabiosos, echando espuma por la boca y rugiendo como fieras.

En la peli de Polanski y la obra de Reza la violencia física no llega a esos extremos; es más, casi no la hay porque la que se manifiesta es la psicológica y la moral. Los cuatro son muy avanzados, están movidos por el afán de encarar abiertamente los hechos y de buscarles una solución acorde, como dice una de las mujeres, con los "valores occidentales". Pero terminan sacando toda la basura primitiva, los rencores, la agresividad que llevan dentro. La magnanimidad era pura hipocresía.

Los personajes están muy bien retratados, un abogado que defiende oscuros intereses de una empresa farmacéutica; su esposa, una asesora de inversiones muy moderna y abierta; un propietario de un establecimiento de sanitarios y su mujer, un alma sensible, con aficiones artísticas y que escribe libros sobre las inhumanas condiciones de vida en Somalia. Y los actores, sobre todo ellas, Jodie Foster y Kate Winslet, los interpretan magistralmente.

Es un cuadro, una crítica y una burla de las pautas liberales típicas de unos habitantes de Nueva York, de Brooklyn, que piensan vivir en el pináculo de la civilización. Esa habilidad para conjugar la ironía y el sarcasmo con la indagación en los aspectos oscuros de la personalidad, rasgo característico de la obra, tenía que agradar a Polanski porque es su tema sempiterno, desde aquella su primera obra de hace casi medio siglo, El cuchillo en el agua: rascas en la superficie de la gente cuando se interrelaciona en situaciones que, por algún motivo se salen de lo ordinario y surge lo primitivo, incluso lo diabólico, como en Rosemary's Baby.

El director no hace concesiones y no trata de disimular el carácter puramente teatral de la obra según las tres estrictas unidades clásicas de acción, tiempo y lugar. Toda la película transcurre en el angosto espacio de un apartamento neoyorquino y sin embargo resulta extraordinariamente ágil porque la cámara salta continuamente del primer plano al plano medio corto (casi no hay otros, salvo algunos de grupo, porque no hay distancias) al ritmo de un diálogo velocísimo que nunca tiene despedicio y viene acompañado de unos lenguajes no verbales cuidados al detalle. No hay música ni se echa de menos. La historia se hace brevísima (la peli dura unos 75 minutos) y se queda uno con ganas de volver a verla de inmediato porque sospecha que ha perdido mucho de unas conversaciones en las que las refinadas vulgaridades de unas gentes "políticamente correctas" (como reconoce uno de los personajes) alternan con exabruptos, modismos y mucho slang. Da gusto ver un cine tan difícil, tan cuidado y en el que la genialidad asoma discretamente bajo lo anodino de unas vidas vulgarmente narcisistas. ¡Ah! Y hay muchos momentos realmente desternillantes.

dijous, 24 de novembre del 2011

Apurar los tiempos.

Está claro para todo el mundo. La gravedad de la crisis no admite dilaciones, entendiendo por tales el cumplimiento de los protocolos ordinarios. No hay tiempo que perder y Zapatero y Rajoy hacen bien adelantándose a ellos para evitar la sensación de vacío de poder que sería (más) dañina para España, sobre todo ahora que ya ni el baluarte alemán es seguro.

Los dos gobernantes, el saliente y el entrante, actúan con responsabilidad. Ahora es necesario que también lo hagan los partidos, especialmente el PSOE, que inicia su tarea de oposición, lo que los comentaristas, influidos por sus lecturas bíblicas, llaman la "travesía del desierto", olvidando que duró cuarenta años. Y eso que era la del pueblo elegido, excusado es decir la del partido "des-elegido". Este tiene que ponerse de inmediato a considerar la situación, identificar los problemas y buscarles una solución, a proyectarse de nuevo como alternativa votable, cosa tanto más necesaria cuanto que ningún gobierno en Europa tiene hoy asegurado el cumplimiento de su mandato. Por si fuera de utilidad Palinuro ofrece una breve enumeración de aquellos aspectos a los que el PSOE haría bien en dedicar atención para que el próximo congreso decida con tino sobre ellos.

El primero de todos, el más urgente, es el de la falta de paridad en el nuevo Parlamento. Esas 124 diputadas, ese magro 35 por ciento del total que reproduce el 36 por ciento de la legislatura anterior es una vergüenza. Ignoro cuál sea el porcentaje exacto de mujeres electas en las listas del PSOE porque no he encontrado esta información pero, si no está en torno al 50 por ciento, es obligado plantearlo de inmediato. Y no se diga que es asunto menor a la vista de las circunstancias porque no es cierto. Es asunto prioritario. ¿Cómo luchar contra la marginación de las mujeres en la vida civil cuando se empieza por marginarlas en el supremo centro de decisión soberana? O se cumplen las leyes, especialmente las de espíritu socialdemócrata, como la de la paridad, obra del PSOE, o se sienta plaza de demagogo.

Viene después una tarea pendiente del PSOE en sus dos última legislaturas, la de la comunicación. Todo el mundo dice que el gobierno socialista ha comunicado mal, que no ha sabido explicar sus políticas. Y es bastante cierto. El habitual trasvase del centro de gravedad del partido al gobierno con la excusa de que es éste el que importa, ignora al partido y suele convertirlo en un ente anodino que se limita a corear la acción de su ejecutivo, éste pierde la realidad de vista y, al final, no conecta con la ciudadanía. Es un error que se ha señalado muchas veces pero que se ha diagnosticado mal, pensando que se limita a mostrar una falta de entendimiento del gobierno con los medios. Teniendo en cuenta que la mayoría de ellos le es hostil no tiene nada de extraño. Lo que sucede es que eso es irrelevante porque el problema radica en la subordinación del partido al Gobierno. El PSOE haría bien creando un órgano intermedio entre el uno y el otro (cuando sea él quien lo ocupa), una especie de lugar de encuentro entre gobernantes y cargos del partido que, informándose recíprocamente, permita que los primeros sepan lo que la gente piensa y los segundos puedan explicar a la ciudadanía la acción gubernativa.

El actual traspaso de poderes es un buen ejemplo. No es de recibo que, una vez realizado, el PP salga diciendo que el PSOE mintió. Los socialistas deben estar preparados para contrarrestar esas informaciones, para pedir auditorias internas si es necesario, explicar a los ciudadanos que las declaraciones de Cospedal, de Aguirre, etc, no se atienen a la verdad cuando hablan de la "herencia desastrosa" y las "arcas vacías", incluso ir a los tribunales con las pruebas en la mano.

La adaptación a una sociedad cuyo nivel de información y, por lo tanto, de movilización ha aumentado prodigiosamente (el movimiento 15-M, del que Rubalcaba suele hablar con encomiable respeto) no es más que un botón de muestra. El PP tiene de popular el nombre, el realmente popular es el PSOE. Pero tiene que entender que su relación con el pueblo ya no puede ser la que era hace cincuenta o cien años porque la realidad social ha cambiado mucho. El PSOE ha de encontrar formas de capilarizarse distintas de las tradicionales cuando, por ejemplo, se decía que había que escuchar al pueblo. Ahora tiene que abrirse y dialogar con la ciudadanía para que ésta vuelva a confiar en él.

Palinuro insiste en algo apuntado en entradas anteriores. El PSOE debe volcarse en la redes. Ya lo está bastante, pero no suficientemente. Debe hacer ciberpolítica, política 2.0, convertirse en un ciberpartido fundamentalmente porque en ese territorio es en donde se encuentran los sectores más jóvenes, ágiles y dinámicos de la sociedad, los que tienen la llave del futuro. Y tiene que hacerlo sin abandonar a sus militantes de "toda la vida", los que han traído la antorcha hasta aquí y también merecen un respeto.

Por último es obligado reflexionar sobre la perdida hegemonía ideológica, sustituida por la neoliberal y que afecta a toda la izquierda y no sólo al socialismo. Se trata de una tarea de renovación teórica que suele postergarse (y hasta verse con cierto desprecio) a causa de las urgencias del gobierno con la consecuencia de que luego faltan criterios claros. Es una tarea irremediablemente teórica pero imprescindible. En las sociedades capitalistas avanzadas y globalizadas en las que ya no valen muchas nociones tradicionales hay que demostrar la indudable vigencia de la socialdemocracia y hay que redefinir el concepto de izquierda, hoy tan necesario como siempre. Y hacerlo como un posible terreno de entendimiento con otras izquierdas que manejan conceptos más anquilosados y tienen aun una menor sintonía con los sectores populares como se demuestra por sus exiguos resultados, elección tras elección. Sobre todo porque si la socialdemocracia espera que sea esa misma izquierda la que se renueve (y no se limite a una labor cosmética y un baile de siglas), puede esperar sentada.

dimecres, 23 de novembre del 2011

La doble tarea del PSOE.

En línea con lo que decía Palinuro en la entrada de ayer, Conservar la calma, el PSOE es un activo esencial de la democracia y (añade ahora) de la estabilidad en España. Su derrota electoral no lo ha desintegrado, como deseaban sus más sañudos enemigos de la derecha y, en el fondo, también esperaba IU. Esos casi siete millones de votos no sólo son un consuelo sino una responsabilidad. Los socialistas saben ahora que lo que hagan con su partido no es únicamente un asunto suyo; es algo que importa mucho a tod@s en España.

Por otro lado, hasta los analistas políticos se han dado cuenta de que la contundencia de la victoria de la derecha se ve en el Parlamento, pero no en la calle. Es el sistema electoral el que ha operado el milagro de que 600.000 votos más al PP hayan dado a éste 76 diputados de ventaja sobre el PSOE y la mayoría absoluta, siendo así que con muchos más votos (450.000) en 2008, el PSOE hubo de gobernar en minoría.

En efecto, la mayoría absoluta conservadora no lo es en votos puesto que frente a sus 10.830.693 se alzan 12.174.712 para otros partidos que estarán más o menos cercanos al PP pero, en principio, son de la oposición. A su vez, dentro de ésta, los 6.973.880 sufragios del PSOE son más que los 5.520.832 de todos los demás partidos juntos. De aquí que corresponda al PSOE encabezarla. Tiene pues el PSOE dos tareas ante sí: a) no ensimismarse; b) ser leal oposición.

No ensimismarse. Los socialistas han convocado ya un congreso ordinario para primeros de febrero. Hasta entonces deben abrir un debate que permita después a ese congreso tomar las decisiones más acertadas. La discusión ha de ser lo más sincera y a fondo que puedan. Pero con un punto de partida: la derrota es del partido; no del candidato, ni de la campaña electoral que, por cierto, ha sido muy buena, dadas las circunstancias (Valenciano debe sentirse orgullosa), ni de Zapatero, ni de los barones. No hay culpables. Los culpables han sido los mercados, y la crisis económica con esa pesada cruz de los cinco millones de parados.

Tod@s deben hablar, exponer sus razones, hacer propuestas. Hay quien pide ya a Rubalcaba que se presente. También habrá quien pida lo contrario. La decisión le corresponde. Lo ha hecho muy bien como ministro y como candidato y su partido tiene cierta deuda con él por haberse hecho cargo de un navío en zozobra. Pero también debe hablar Carme Chacón. Habrá quien pida primarias. Y es posible que se presenten otr@s candidat@s. También han de expresarse los militantes. Además, si de verdad el PSOE está en la política 2.0, tiene que encontrar una vía en el ciberespacio para que puedan expresarse l@s simpatizantes y votantes. Recuérdese que el objetivo no es únicamente elegir un secretario general, sino definir la acción general del partido en los próximos cuatro años. También la oposición tiene un programa; no debe ir a la negatividad absoluta. Y no irá.

El PSOE tiene que hacer todo eso sin ensimismarse, sin ausentarse ni un momento de su función opositora. El país no puede permitirse el lujo de una oposición perdida en busca de su identidad. La situación no lo tolera ni los ciudadanos lo perdonarían. Tiene que estar en la oposición desde el primer día y en una oposición constructiva. Es cierto que parece irritante exigir del PSOE un comportamiento que no fue en absoluto el que tuvo el PP cuando le tocó la oposición. Pero es que los dos partidos no son iguales. No lo son en nada; en esto tampoco. Cosa que sabe todo el mundo y por eso se le exige siempre más que a los otros. Aunque es de suponer que el PSOE debe de estar ya acostumbrado. ¿O no es cierto que cuando pierde las elecciones, igual que cuando las gana lo hace sin ningún apoyo mediático, con todos los medios en furibunda contra, la iglesia en contra, los empresarios en contra, el capital financiero en contra? La base real del PSOE son los ciudadanos y estos son muy exigentes. Van a exigirle que, sin dejar de ser oposición, colabore lealmente con un gobierno compuesto por gentes que antes le negaron toda ayuda.

Ser leal oposición. Y tiene que hacerlo. Por dos razones: primera porque, una vez más, los dos partidos no son iguales. ¿Alguien imagina que Rodríguez Zapatero se dedique ahora a recorrer el mundo dando conferencias en las que explique que España es un desastre, que va a la ruina y a la quiebra porque el gobierno es una pandilla de radicales ineptos? Segunda porque es lo más sensato que puede hacer por el interés general.

Rajoy (que parece incurrir en un nuevo ataque de silencitis) ha descubierto de golpe que la situación es tan negra como parecía y no se aclara milagrosamente gracias a su feliz parusía. Ya está afirmando lo contrario de lo que dijo en la campaña -que España cumple- y pidiendo árnica a Frau Merkel y ésta ha respondido con un telegrama diciéndole que se deje de monsergas y haga lo que tiene que hacer. No van a darle los cien días de cortesía; y no será la oposición sino los suyos, que, cuanto más radicales e intransigentes, más avasallan. Los obispos ya han avisado de que rezarán por él, lo cual suele tener un precio. Aguirre asegura que estará detrás de él, cosa nada tranquilizadora. Artur Mas le muestra cómo actúa un verdadero cirujano de hierro. Y ya Cospedal, adelantada mesetaria, le vaticinó alta conflictividad callejera cuando diga lo que tiene que hacer, esperando, seguramente, ser ella quien lo diga.

Rajoy prometió gobernar para todos los españoles. Para hacerlo necesita la leal oposición del PSOE si quiere contrarrestar la ferocidad de los sectores más intransigentes de la derecha que lo empujarán al maximalismo y a la confrontación, los ultramontanos de su partido y ese frente mediático vociferante.

La situación no está para que el nuevo gobierno vaya de rodillo o se dedique a hacer oposición a la oposición. No es necesario, ni siquiera oportuno, el gobierno de concentración que pedía Bono hace una fechas, pero sí que todas las fuerzas políticas, empezando por el PSOE, comprendan que se requiere la máxima unidad de acción compatible con la firmeza en los principios. Es toda la ciudadanía la que debe aunar esfuerzos. Aquí sólo sobran los que insisten en la confrontación más irresponsable, los mentados políticos reaccionarios y su frente mediático. Esa locutora de Telemadrid que, contra toda razón, habla de Amaiur/ETA está empleando dinero público en ir contra el interés público y el parecer de los tribunales, según los cuales Amaiur no es ETA.

Es un buen ejemplo de lo que aquí se avisa de la necesidad de liberar al presidente in pectore de su guardia pretoriana. Rajoy ya ha dicho que no hablará con Amaiur. Eso es lo que hay que evitar, que disparate antes de empezar. El presidente del Gobierno no puede negarse a hablar con un grupo parlamentario. ¿O es que piensa no responder cuando Amaiur pregunte algo en sede parlamentaria? Porque eso es faltar al respeto a siete diputados, a los 333.628 ciudadanos que los han elegido y al conjunto del pueblo vasco, del que Amaiur es una parte, guste o no guste. Es tarea fundamental del PSOE evitar que el radicalismo, la hostilidad y la intransigencia de una derecha ensoberbecida destroce uno de sus más brillantes logros: el comienzo de la pacificación del País Vasco.

Es muy dura esta doble tarea de recomponer el partido y ser al tiempo leal y eficaz oposición. Un ejemplo lo aclarará más. En los años ochenta del siglo XX el gobierno del PSOE prácticamente no tuvo oposición porque la derecha estaba ensimismada en la prolongada tarea de reconstituirse.

Una ocasión más de demostrar con hechos que los dos partidos no son iguales. El PSOE es partido de gobierno hasta cuando está en la oposición. Por el bien de España y para impedir que, enajenado por sus jenízaros, el PP sea partido de la oposición hasta cuando está en el gobierno.

dimarts, 22 de novembre del 2011

Conservar la calma.

El PSOE ha tenido un resultado electoral desastroso. En otros partidos ya se hubiera desatado una tempestad de recriminaciones, peleas, crisis internas, culpabilizaciones y hasta escisiones. Probablemente hay mucha gente, incluidos analistas políticos y, entre estos, algunos que aparentan simpatizar con el partido, que están esperando y hasta deseando que ocurra algo así. Cosa difícil pero no imposible.

El PSOE tiene 132 años. En muchos momentos de su historia se confunde con la de España y es tan agitada como la del país. Rubalcaba ha dicho en varias ocasiones que su partido siempre ha antepuesto los intereses de España a los de la organización. Es una muestra de lo que se llama "patriotismo de partido" que, como todos los patriotismos, a veces exagera. Es probable que la intención del PSOE haya sido anteponer en todo momento los intereses de España a los propios; pero no siempre lo ha conseguido. Ningún ser humano, ningún grupo de seres humanos, acierta siempre en 132 años. Es imposible.

Seguro es que se trata del partido de la izquierda real más popular del país en sus épocas democráticas. Y es también, quizá por ello, el principal autor de la renovación de la sociedad española en los últimos treinta años. Con él entró España en la Unión Europea (y se mantuvo en la OTAN), se dotó de un Estado del bienestar que, sin ser perfecto, ha sido lo mejor que ha tenido y con él han alcanzado los derechos de los ciudadanos cotas hasta hace poco insospechadas. A su derecha, una fuerza conservadora ha tratado siempre de bloquear estos adelantos y, tras su reciente victoria, se apresta a aniquilarlos. A su izquierda, una fuerza que se dice transformadora lleva también más de treinta años obstaculizando la labor de los gobiernos socialistas en nombre de políticas que suelen ser vagarosas o demagógicas y nunca tienen un apoyo ciudadano significativo, lo que no es óbice para que la dicha fuerza pretenda imponerlas al partido mayoritario, acusándolo de traicionar sus principios por no hacerlo.

El PSOE es casi una institucion. Fuera de la iglesia católica hay pocas más en el país tan longevas. Ese carácter institucional lo obliga a admitir que muchos ciudadanos, no ya sus militantes, simpatizantes o votantes, sino todos los ciudadanos, lo consideren como algo propio y se crean con derecho a opinar sobre él, a criticarlo, a hacerle recomendaciones. Lo tienen.

El PSOE debe de estar acostumbrado a la crítica; son críticos sus militantes y a la vista está que también lo son los votantes. Precisamente esa es su fuerza y la razón por la que gusta considerarse partido del socialismo democrático. En la derecha no es habitual la crítica ni la autocrítica, lo que no quiere decir que en ella no haya tensiones y oposiciones internas, pero suelen resolverse por métodos autoritarios. En la izquierda autollamada transformadora sí se da la crítica, pero suele resolverse por la vía de las exclusiones, expulsiones o escisiones. IU es el ejemplo más evidente. Por cierto, una federación con 25 años de existencia, dentro de la cual se oculta el Partido Comunista de España. Incapaz éste de realizar una autocrítica y dar una explicación plausible de su existencia una vez desaparecido del mundo el comunismo real, prefiere disimular sus siglas dentro de una batería de ellas. Es una diferencia significativa: el PSOE tiene una historia centenaria con las mismas siglas mientras que las del PCE nacen en 1921 y se escamotean a partir de 1986.

En todo caso, el PSOE tiene que escuchar las críticas, incluso las más duras, de la sociedad pues sólo así mantendrá su contacto con la gente y podrá aspirar a recuperar la mayoría social que ahora ha perdido. Porque la democracia es eso, gobernar con el apoyo de la mayoría. Pero que deba escuchar todas las críticas y las opiniones no quiere decir que tenga que plegarse a ellas sin más. Entre otras cosas porque muchas están movidas por la mala fe. El editorial de ayer de El País, titulado Zapatero debe dimitir como secretario general del PSOE es un caso claro de mala fe. Es un texto injusto e hiriente hacía Zapatero que sólo se diferencia de los de la prensa de derecha en que insulta menos; es altanero y despreciativo y, además, se arroga el derecho a dar órdenes en donde no tiene competencias. Es de esperar que Zapatero ignore esta vez la enésima impertinencia de un diario que, habiendo criticado siempre la idea de otros de que los periódicos puedan y deban derribar gobiernos, lleva años cargando contra el de Zapatero y, como se ve, contra el propio Zapatero en algo que empieza a parecerse a una obsesión rencorosa.

En el mes de julio, Cebrián, factótum de El País, pedía de modo intemperante y con bastante petulancia un adelanto electoral en un artículo titulado Esta insoportable levedad. Estaba en su derecho y también en su estilo. Como lo hubiera estado Zapatero ignorándolo, que era lo que tenía que haber hecho. En lugar de ello cometió el error de dejarse arrastrar y el resultado es el que se vio el 20-N, no porque haya sido malo para el PSOE, sino porque lo ha sido para España, como ya predijo Palinuro en un artículo en Público titulado Urgencias electorales en el que se decía ¿O cree alguien que los temibles mercados perderán la ocasión de seguir atacando la nave aprovechando el cambio de guardia? Eso no fue actuar pensando en los intereses de España, aunque tampoco del PSOE. Fue actuar dejándose llevar por el consejo del adversario, sin mantener fría la cabeza. Es de esperar que no suceda lo mismo con el nuevo exabrupto de El País exigiendo la dimisión del Secretario General. Salvo caso de fuerza mayor, tal decisión corresponde al congreso de su partido, que ya ha convocado.

No tiene mucho interés indagar en las razones de esta feroz inquina de El País contra Zapatero pues casi todas ellas son muy claras. Pero sí debe el PSOE prepararse para andanadas similares, provenientes, quizá, de sectores que hasta ayer eran uña y carne del partido y hasta el partido mismo. Suele pasar a los socialistas (así sucedió en 1993 y 1996, cuando bastante de su gente le dio la espalda) que en las horas bajas muchas críticas que se le dirigen no tratan de salvar al partido sino las expectativas personales de quienes las formulan.

Una última nota. Palinuro no tiene nada que ver con el PSOE, pero lo considera un importante activo de España, uno que ha demostrado ser garante de la democracia, del Estado del bienestar, de los derechos ciudadanos y la cohesión territorial de modo tangible y eficaz. No quiere decir que otros no lo sean pero sí que el PSOE lo es de modo rotundo. Por eso es de interés general que no se deje avasallar ni desorientar, que conserve la calma y proceda a una clarificación y/o renovación odenadas y democráticas, promoviendo el debate de su militancia y escuchando las críticas exteriores, distinguiendo la fe con la que se hacen: buena o mala.

(La imagen es una captura de la página web del PSOE).

dilluns, 21 de novembre del 2011

La victoria del silencio.

Se cumplieron las previsiones de los sondeos casi aritméticamente. La distancia entre los dos partidos mayoritarios es de 15 puntos porcentuales. Gran triunfo del PP y no menos grande derrota del PSOE. 186 contra 110 diputados. 76 escaños de diferencia. Victoria abrumadora... en el parlamento.

Pero ¿lo es en la calle? El PP ha conseguido el mejor resultado de su historia en votos y, aun así, obtiene unos 450.000 menos que los del PSOE en las elecciones de 2008. Aunque los socialistas hayan perdido más de cuatro millones de sufragios, los conservadores sólo han incrementado los suyos en medio millón. Lo que sucede es que, al tener tan concentrado su voto y estar el de la izquierda fragmentado, el sistema electoral premia al PP con esa holgada mayoría absoluta. Nunca ha estado tan claro el dicho de que las elecciones no las ganan los unos sino que las pierden los otros.

En este caso el PSOE que cosecha su peor resultado desde el restablecimiento de la democracia. Ha perdido los mentados 4.200.000 votos aproximadamente y 59 escaños. Los escaños se han repartido entre casi todas las fuerzas políticas; no es tan claro que lo hayan hecho los votos. IU, la candidata lógica a absorber los votos de izquierda que se hayan ido del PSOE, aumenta en algo más de 700.000 votos y nueve escaños mientras que UPyD lo hace en unos 600.000 votos y cuatro escaños. Aunque todas estas adquisiciones fueran del PSOE, representarían 1.400.000. Faltan casi tres millones, gran parte de los cuales se habrán ido a la abstención, que ha alcanzado más del 28 por ciento y debe de haber sido la opción mayoritaria. Es decir, la mayoría de votantes que ha perdido el PSOE se ha abstenido.

Las razones de la derrota parecen bastante claras: la crisis económica y la losa de los cinco millones de parados. El gobierno puede decir lo que quiera que la opinión pública siempre le hará responsable de los resultados y con alguna razón puesto que es él quien toma las medidas. A ello se añade el cerrado monopolio mediático de la derecha que lleva tres años culpando de todo a los gobernantes y batiéndolos sin descanso. Unos gobernantes que habían renunciado a la posibilidad de manipular la radiotelevisión pública en su beneficio. Así se impuso el discurso hegemónico de que Zapatero era el culpable de la crisis. A raíz del cambio de rumbo de 180 grados en mayo de 2010, a este discurso se unió el de unos electores de izquierda indignados con el giro del gobierno que acabó siendo demasiado de izquierda para unos y demasiado de derecha para otros.

En el Parlamento habrá más grupos parlamentarios nuevos, IU y Amaiur los tendrán y puede que UPyD, además, el grupo mixto mostrará una abigarrada composición. Pero este pluralismo tiene muy modesto significado puesto que, al haber una mayoría absoluta tan abrumadora del PP, ninguno de los grupos minoritarios (el del PSOE incluido) ni su posible combinación pueden amenazar la hegemonía conservadora y, por tanto, su influencia sobre las decisiones del parlamento será nula. Si la tienen sólo será por condescendencia del PP, cuando éste busque consensos simbólicos. No siendo así, el PP puede gobernar prácticamente por decreto. En realidad, tan vistoso pluralismo apenas afecta al bipartidismo de la cámara. En 2008, los dos partidos mayoritarios concentraban el 92,2 por ciento de los escaños; en 2011, el 84,5 por ciento. Ha bajado ocho puntos, pero sigue siendo apabullante. Y en el Senado, cámara de la que nadie se acuerda, el bipartidismo es total ya que los dos mayoritarios suponen casi el 92 por ciento de los senadores y ningún otro partido no nacionalista (como IU o UPyD) tiene representación.

Una última consideración para consumo interno de la izquierda. Como estaban las cosas antes de las elecciones, muchos analistas esperaban un resultado tan catastrófico para el PSOE como el de la UCD en 1982, es decir, prácticamente la desaparición del partido. Cayo Lara había pedido el voto de los socialistas para su formación. Volvía la ilusión del sorpasso anguitiano, la sustitución de la falsa por la verdadera izquierda. A la vista está que no ha sido así, y que probablemente no lo será nunca si no se ha dado en esta ocasión que probablemente haya sido la hora más aciaga del PSOE en treinta años. Es verdad que IU ha superado holgadamente los resultados de 2008, pero no ha alcanzado ni con mucho los de Julio Anguita en 1993 y 1996 (otros dos momentos malos del PSOE) ni siquiera los del PCE en 1979. En esa confusa relación del PCE con IU está la auténtica razón de los exiguos resultados de esta formación. A lo mejor, pasada esta euforia de los once diputados, se abre camino una reflexión sobre cuál sea el sentido de una izquierda transformadora que, dado su obvio bajo techo electoral, nunca puede transformar nada pero sí, a veces, impedir que otros lo hagan. Palinuro reconoce sin embargo que tal probabilidad es remota ya que exigiría que esta izquierda practicara una política menos personalista. Es mucho más cómodo echar la culpa al sistema electoral y al fementido bipartidismo.

Se fue Pradera.

Lo conocí poco, pero suficiente; lo traté escasas veces, pero nos entendimos; hablamos en contadas ocasiones, pero siempre, creo, con mutuo agrado. Éramos muy diferentes, de generaciones distintas y puntos de vista separados. Las contadas veces que trató conmigo a lo largo de más de cuarenta años, él representaba alguna organización o empresa (un partido, el PCE; una editorial, Alianza; un periódico, El País) en los que ocupaba posiciones directivas, mientras que yo sólo me representaba a mí mismo y nunca conseguimos encontrar un terreno de colaboracion, debido generalmente a mi intransigencia. Él me hablaba desde la experiencia y el afecto. Se daba cuenta de que mi actitud de radicalismo era un modo de disimular mi admiración hacia su persona que me aparecía adornada por dos de las virtudes que más estimo en los hombres: la honradez y el valor. Pradera es un símbolo, el de una trayectoria vital movida por la fuerza de unas convicciones que le causaron tremendos conflictos pero a las que jamás renunció. Fue una gran persona que luchó por sus semejantes con una actitud de elegante y discreto distanciamiento.

Que la tierra te sea leve.

diumenge, 20 de novembre del 2011

Gracias, Rubalcaba.

Aunque no sea portavoz ni representante de partido alguno, Palinuro, que colgará mañana una valoración más sosegada del resultado de las elecciones, hace una primera consideración inmediata de carácter estrictamente personal para dar las gracias al perdedor, el candidato socialista cuyo posterior destino político él mismo ha puesto en manos de un congreso ordinario de su partido.

No pudo ser, si bien Rubalcaba lo intentó con todas sus fuerzas. Era demasiada pendiente, demasiada ventaja del contrincante, muy contrarias las circunstancias, muy negro el panorama, muy adversos los datos económicos, demasiado atronador el monopolio mediático de la derecha y con mucho oportunismo manejado el discurso de la izquierda transformadora . Era, en definitiva, imposible.

El electorado no dio crédito al giro a la izquierda de Rubalcaba o quizá éste no supo girar suficientemente. Pero, por si le sirve de consuelo, esto tampoco es definitivo en la explicación de la derrota. IU, lógica beneficiaria de la fuga de votos del PSOE por la izquierda, sólo ha recibido unos 600.000 de los cinco millones que han perdido los socialistas; los mismos que UPyD. Cuando se sepan las cifras de cantidad real de votos que cada cual ha recibido se podrá hablar con mayor conocimiento de causa pero, de todas formas, sí parece que aquellos cinco millones de votos se hayan volatilizado, si bien debe recordarse que la participación ha sido dos puntos porcentuales inferior a la de 2008. Pero no es así: parte se ha ido a los partidos más pequeños, como una especie de pedrea y la otra parte se ha refugiado probablemente en la abstención que esta vez casi es entera del PSOE. En fin, mañana, un análisis algo más detallado.

De momento, gracias, Rubalcaba, por pelear hasta el final. Debes saber que tenías y tienes mucha gente a tu lado.

(La imagen es una foto de psoe extremadura, bajo licencia de Creative Commons).



Una jornada singular.

Los medios de comunicación, a los que fascinan los ritos, darán cuenta de la jornada electoral atendiendo sobre todo a lo que llaman los aspectos humanos, cotidianos que son, dicen, los que interesan a la gente porque es ella la protagonista. Así informan del hecho como suelen hacerlo de otros "días señalados" del año, de esos que traen la noticia en la fecha: el Gordo de la lotería nacional, noche vieja y año nuevo, el día de Reyes, la noche de san Juan o el día de la Hispanidad. Todos ellos días de rituales, coronas, desfiles, botellas de cava, ofrendas. La colectividad toma conciencia de sí misma y le gusta verse actuar. Con más razón en el día de las elecciones porque es cuatrienal (o casi). Pero el tenor será el mismo: anécdotas curiosas de las mesas electorales, declaraciones de los candidatos sonrientes con sus cónyuges animando a votar; es posible que alguien mencione la consabida "fiesta de la democracia", algún contencioso en algún lugar, impresiones, opiniones, análisis y memoria. Y esto internet y los medios digitales porque los de papel vienen con una foto fija de antes de que se abran los colegios electorales, con lo que casi parecen documentos históricos.

Supongo que habrá muchos columnistas, publicistas, opinantes en los medios que reflexionarán sobre el significado simbólico de que estas elecciones se celebren un veinte de noviembre. Y es que es enorme. La Junta Electoral Central ha prohibido los habituales actos de homenaje y exaltación del dictador Franco. (Quédese para otro momento la consideración de que España debe de ser el único país civilizado del planeta en el que algunos rinden tributo de admiración a un dictador sanguinario). La democracia ha sacado del escenario la memoria de la tiranía. Y esto tiene un gran significado. La democracia es el aire de la vida; la dictadura, el carcelero que impide a la gente disfrutar de la libertad. Pero, a la larga, no lo puede impedir y el personal desborda rejas y cerrojos, da la espalda a la dictadura y sale a respirar el aire de la vida. La democracia es lo que está delante; la dictadura, lo que está detrás. Lástima que puedan ganar las elecciones quienes quieren invertir el curso de la historia, esa derecha neofranquista insoportable.

Cuando hicieron notar a Zapatero que quizá la fecha elegida para las elecciones no era la más oportuna, parece que dijo que, para él, el veinte de noviembre no tenía significado especial alguno. Una respuesta que convierte las celebraciones del 20-N en una especie de aquelarre de fanáticos bastante antiguos. Un curioso legado de Zapatero a ese objetivo de reconciliación nacional que sigue pendiente en buena medida. Tanto como decían que si con la Ley de la Memoria Histórica estaba reverdeciendo la tradicional contienda española. Tan no es así que convoca elecciones en el día sacrosanto de la dictadura. Ya en su momento, al comienzo de las elecciones, Palinuro colgó una entrada con el título de el legado de Zapatero. Para ser justos a lo mencionado en ella hay que añadir esta elegante habilidad de sustituir el día de homenaje al Caudillo por uno de ejercicio democrático. Y lo ha hecho con la misma sencillez con que alentó las medidas de política social y derechos cívicos que revolucionaron la vida cotidiana de los españoles y le granjearon el odio mortal de la derecha y santurrón especial, Rouco Varela..

En cuanto al contenido concreto de la votación no creo quede nada por decir. De todo se ha hablado: de bipartidismo, izquierda, nacionalismos, independencias, ETA, los cinco millones de parados, la crisis, los recortes, las privatizaciones, los pequeños partidos, los indignados, los mercados, las pensiones. Estoy seguro de que en algún lugar en la red alguien ha hecho una nube de etiquetas de lo que se haya hablado en la campaña. Sería interesante verla porque es el testimonio de que en una campaña electoral se habla de todo. Con qué resultado, lo sabremos por la noche.

(La imagen es una foto de St Peter's Community News, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 19 de novembre del 2011

Tiempo para pensárselo dos veces.

Probablemente una de las ideas más injustas, insidiosas y reaccionarias que se hayan lanzado en los últimos tiempos sea la de que el PP y el PSOE son lo mismo. Aunque se presenta como ajena a ambos partidos, si se piensa un poco, se ve que sólo beneficia a la derecha y perjudica a los socialistas. Nadie que sepa algo de política pensará por un segundo que el PP se haya acercado en nada al PSOE; todo lo contrario. No es una convergencia. Luego el sentido de la afirmación es que el PSOE se ha acercado al PP. De lo que se trata es de atacar al PSOE, atacar al PSOE simulando atacar también al PP. Si alguien quiere comprobar la falsedad del dicho, que lea una breve, rotunda y brillantísima carta de Ana Valiente, una lectora de El País, titulada No todos los políticos son iguales. Es imposible decir más en menos espacio. La conclusión sólo puede ser que quienes han propalado semejante falsedad no merecen el voto de la ciudadanía. No merecen ni su atención.

Efectivamente, la derecha comenzó la legislatura haciendo una oposición bronca y destructiva e insultando a mansalva a Rodríguez Zapatero y uno de los que más insultó fue Rajoy, por ejemplo con aquel bobo solemne que quizá le cuadrara más a él. La continuó hilando injurias y calumnias contra el gobierno y extendiendo éstas a las fuerzas de seguridad del Estado y la administración de justicia. La coronó con la utilización de la lucha contra el terrorismo con fines de beneficio partidista y puso el estrambote negando la colaboración al gobierno en la lucha contra la crisis y entorpeciéndola a base de socavar el crédito exterior de España, acusándola de estar en bacarrota. ¿Cómo va a ser lo mismo salvar España de la quiebra que tratar de hundirla en ella?

Durante la campaña ha quedado claro que el programa del PP es acabar con el Estado del bienestar en España, recortar la sanidad y la educación públicas, encarecer lo que quede y privatizarlo. Es aliminar la educación para la ciudadanía, eliminar el derecho al aborto, el de los homosexuales a contraer matrimonio y reducir las pensiones haciendo que los que disfrutan las más elevadas paguen por sus medicamentos, lo que equivale a una burla sangrienta de la reivindicación progresista de que paguen más quienes más tienen. Es también suprimir la ayuda a la dependencia, según ha anunciado ya Rajoy. ¿Cómo va a ser lo mismo promulgar una ley de ayuda a las personas dependientes que derogarla? ¿Piensan quienes esto dicen que los ciudadanos somos imbéciles?

El triunfo del PP significa igualmente el retorno al nacionalcatolicismo de hecho cosa que se advierte viendo cómo los obispos han pedido el voto para la derecha. Y significa también que corrupciones mayúsculas como el caso Gürtel o el Palma arena seguirán esquilmando a mansalva el erario público, por cuanto, lejos de luchar contra ellos, el mismo Rajoy considera a Camps, Fabra o Matas, todos presuntos, "políticos ejemplares". ¡Cómo serán los no ejemplares!

Frente a esta oposición, el país ha tenido en la última legislatura un gobierno que, aun con errores, ha luchado contra una crisis mitad heredada y mitad importada. Y lo ha hecho con notable éxito ya que España se ha salvado de un destino parecido al de Grecia, Irlanda, Portugal e Italia. Tanto éxito, a pesar de los esfuerzos de Aznar y sus amigos por boicotearlo, que los mercados han decidido intervenir en el último momento a favor del PP amagando con la quiebra de España en función de lo que ahora dicen que fue un error. Un éxito que se debe a la gestión del gobierno que, además, lo ha conseguido manteniendo la cohesión social e incluso aprobando una ley de dependencia que es la que la derecha quiera ahora derogar.

A su vez la campaña de Rubalcaba ha consistido en descubrir las intenciones ocultas de la derecha y explicar una serie de medidas para salir de la crisis con un espíritu netamente socialdemócrata en parte heredado del gobierno al que perteneció y en parte recuperado de lo que ese gobierno se vio obligado a hacer de lado. Por eso Palinuro no cree que haya razones para variar el sentido de su voto a favor del candidato socialista, pues cree que es lo mejor para el conjunto de la ciudadanía. Si acaso, la campaña de Rubalcaba (que ha seguido atentamente, como ha hecho con las de los otros partidos) lo anima a añadir un motivo de agradecimiento personal al candidato quien, con todas las probabilidades en contra, ha tenido el coraje de pelear por el triunfo.

Por supuesto que no son lo mismo. Sobre eso es sobre lo que hay que reflexionar.

Moretti y el Papa

Nanni Moretti es un hombre peculiar. Tiene genio, ironía, sentido crítico, que empieza ejerciendo consigo mismo, como se ve en su Querido diario. También es un director comprometido políticamente en un sentido progresista como se ve en su burla de la Italia de Berlusconi en El caimán. Igualmente tiene justa fama de inconoclasta. Por eso lo que uno se espera al ir a una peli de Moretti sobre el Vaticano y el Papa sea un ataque, una crítica al estilo de las que tradicionalmente dedican los intelectuales al pontificado. Una continuación del espíritu de André Gide, de Roger Peyrefitte, Rolf Hochhuth o, más recientemente, Leo Bassi.

En efecto, la película es deliciosa por muchos conceptos y rebosa sentido del humor. No sólo respecto al solio de San Pedro, sino también a otros aspectos de la vida, como la actividad y las neurosis de los psicoanalistas, las excentricidades de los actores teatrales o los absurdos de los medios de comunicación. Pero la historia se concentra en una visión irónica, burlesca, del colegio cardenalicio y los protocolos del Vaticano, la elección del Papa, la guardia suiza, el modo en que la Santa Sede, centro de peregrinación de decenas de miles de fieles, administra la información. Y, con todo, no es un ataque a la institución ni un cuestionamiento de ésta en un plano político, religioso, social sino solamente en el plano humano.

Michel Piccoli interpreta magníficamente el papel del cardenal Melville, elegido papa de modo inopinado y contra toda previsión. El propio Moretti da vida a un psicoanalista, primera figura en su profesión, llamado para resolver lo que sin duda es el caso más complicado de su carrera. Algunos críticos comparan a Moretti con Woody Allen porque ambos son directores que interpretan sus películas y con papeles análogos. Ni color. Ya quisiera el de Brooklyn alcanzar la hondura y naturalidad de Moretti.

La película gira en torno a una idea brillantísima del director que no se revelará aquí por no destrozar el interés de la obra pero que es realmente original. Moretti parece haberse preguntado ¿qué pasaría si...? Un supuesto insólito y, además, alcanza lo más íntimo de la mísera condición humana si necesidad de plantear problemas metafísicos o andar a vueltas con la cuestión de la sinceridad de la jerarquía eclesiástica.

Lo que sucede es que la idea se come la película. Es tan curiosa e interesante que el director no ha resistido la tentación de dejarla para el final, como si fuera un thriller, empleando el relato para ir acumulando tensión, cosa en la que Moretti no sobresale, ya que es incapaz de concentrarse en la narración, pues se regodea en los detalles, en los que es maestro. En realidad lo que está diciéndose es que la peli tiene un fallo garrafal de guión. Hubiera sido mejor exponer lo que aquí aparece como desenlace al principio y contar luego el resto en flash back. Incluso, más radicalmente, quizá hacer otra película a partir del supuesto ya que, siendo sin duda interesante ver cómo ha podido llegarse a esa situación, lo es mucho más aventurar cómo pueda resolverse, es decir, como actúa una institución milenaria que lo tiene todo previsto cuando se encuentra con algo que no lo está. La película deja ese interrogante abierto. Con un poco de suerte Moretti se decide a hacer una segunda parte.

En todo caso es una gran película en esa tradición del cine europeo que no solamente no tiene efectos especiales sino que tampoco se somete a las convenciones narrativas del cine estadounidense.