diumenge, 4 de març del 2012

Los negros de Redon.

La sala Mapfre del Paseo de Recoletos expone obra de uno de los pintores más raros de la historia, Odilon Redon. Contemporáneo de los impresionistas, con quienes llegó a exponer en alguna ocasión, parece haber nacido en Marte. Ni por su estilo, ni por su técnica o temas tiene analogía con nadie más. Si algún parentesco hay que buscarle, será el de Moreau, otro único con el que le une el simbolismo. Pero así como el de Moreau es sosegado, solemne, hasta cierto punto academicista, el de Redon es tumultuoso, atormentado y muchas veces onírico, razón por la cual los surrealistas lo tienen en gran estima.

Pero en ambos casos, simbolismo. Son los creadores de su estética. Por eso colecciona la obra de ambos el caballero Des Esseintes, el antihéroe de la literatura maldita, el modelo de Dorian Gray, en la novela de Huysmans, el malditismo por excelencia. Y que no es el tal Des Esseintes un novato. También colecciona grabados de Callot y obra de Luyken en cuya estirpe sitúa a Redon.

La exposición (que debe de ser la primera monográfica en España y que está hecha en colaboración con el Musée d'Orsay) no trae mucha pintura y esta, salvo los "ojos cerrados" y el "sueño de Calibán" no es de lo más impresionante de su obra. En cambio hay abundante dibujo y obra gráfica y en especial litografías en homenaje al Goya de la serie negra. Lo negro tiene un valor seminal para Redon. La serie "en el sueño" ya trae sus propias "negruras", sus cabezas cortadas en bandejas, sus globos oculares gigantescos e independientes y alguna otra obra que recuerda los grabados de Klinger.

También hay ilustraciones para temas que lo apasionaron. Por ejemplo, una serie ("el origen") sobre la evolución de la especie, directamente inspirada en el evolucionismo darwiniano en la que aparecen figuras y seres que solo una imaginación alucinada podía concebir. Asimismo interpretaciones soprendentes de figuras clásicas, como los cíclopes, un tema recurrente, hasta llegar a un ser humano que parece huir de nosotros. Resulta curioso que una teoría tan rigurosamente basada en la observación de hechos reales y tan meticulosamente registrada por el autor dé lugar a una explosión de fantasía tan extraordinaria. Igualmente fascinante es una serie inspirada en la lectura de Poe, un autor de culto para los simbolistas. Pero aquí ya estamos en un terreno más comprensible porque se trata de la transferencia del reino de la imaginación poética a la plástica.

Se queda uno mirando el famoso autorretrato de 1867, el autor con veintisiete años, que gira la cabeza hacia nosotros como si le hubiéramos tocado en el hombro y nos mirara preguntándonos qué deseamos. Y, en el fondo, lo que deseamos es ver qué cara puede tener un hombre que dibuja una araña llorando.

Me queda por ver una exposición de las fotografías de Lewis Hines que hay en el piso superior de Mapfre. Ayer había mucha gente, sobre todo señoras. Alegra ver que el personal va a ver exposiciones de arte en lugar de atontolinarse con la tele, pero agobia un poco.

dissabte, 3 de març del 2012

El déficit es un tigre de papel.

Rajoy se ha hecho maoísta y ha decidido que el déficit es menos fiero de lo que lo pintan, que es un tigre de papel. Así, se ha armado de valor y ha decidido incumplir la última promesa electoral que le quedaba por saltarse: el respeto al límite del déficit en el 4,4% del PIB. Ese límite estará ahora en el 5,8%. Los barandas europeos rezongan en sulfurados apartes contra esta laxitud hispana y amenazan con las jaurías en los mercados porque este incumplimiento español arrastrará otros en la eurozona y esto puede convertirse en un quilombo.

Rajoy ha hecho bien porque la gente merecemos un respiro, al menos antes de ponernos a marcar el paso de la oca después de las elecciones andaluzas. Pero nada de esto le hubiera lucido si ahora se encontrara con un Aznar tronando a los cuatro vientos en todos los foros internacionales en contra del incumplimiento español y sosteniendo que, de hecho, es una quiebra del Estado, que España no puede pagar, que está en default. Por fortuna para él, Rajoy no tiene detrás un Azar sino un Rubalcaba que lo apoya expresamente en la medida (en lugar de atacarlo, como hubiera hecho el propio Rajoy de estar en la oposición) y hasta le dice que es bienvenido por haber vuelto a la racionalidad.

Esa es una diferencia notoria entre la izquierda y la derecha. La derecha pone sus intereses de partido por delante de los del país y la izquierda hace al revés, los del país por delante de los del partido, como demostró Rodríguez Zapatero. La izquierda hace política; la derecha, guerra.

(La imagen es una foto de La Moncloa,en el dominio público).

Las víctimas y la hipocresía.

L@s mism@s que se rasgan las vestiduras porque los sindicatos hayan convocado una manifestación de protesta el 11 de marzo, aniversario de la matanza de Atocha, son los que, por otro lado, han decidido suprimir la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura. Por lo que parece, no todas las víctimas son iguales. Debe de haberlas de primera y de segunda.

Las víctimas del 11-M son preferenciales o tal cosa se viene a insinuar. Aunque tampoco con mucha fuerza de convicción ya que también es cierto que quienes se rasgan las vestiduras por estas víctimas son más o menos quienes llevan años tratando de deslegitimar la decisión judicial sobre el caso y procurando reabrirlo, convirtiéndolo en un espectáculo, razón por la cual aplauden el anuncio del Fiscal General del Estado de que reabrirá diligencias sobre los trenes del 11-M que el Supremo archivó. Mucho en el fondo no les importan ni las víctimas cuya honra escandalizamente esgrimen. Más bien parece que quieran instrumentalizarlas para otras querellas políticas.

Porque tanto rasgarse las vestiduras en público suena a hipocresía ya que de lo que se trata es de deslegitimar a los sindicatos a los que se está hostigando por todas partes. Cosa tanto más llamativa cuanto que la presidenta de la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, Pilar Manjón, ya ha dicho que no piensa colaborar en la actividad deslegitimatoria y ha aprovechado de paso para dar un dato preocupante: hasta la fecha, la asociación mayoritaria de víctimas del 11-M, la de la propia Pilar Manjón, no ha sido invitada a los actos conmemorativos del Ayuntamiento y la Comunidad.

Que es un acto de hipocresía es patente y, para que lo entiendan las católicas damas que rigen los gobiernos municipal y autonómico, se lo presentaremos con música de esos evangelios que dicen profesar. Vayan a San Lucas (6, 6/8) y lean cómo Cristo sanó a un tullido en la sinagoga y, ¡en sábado!, cosa que los fariseos estaban espiando para acusarlo a continuación de impiedad. Porque el sábado ha de santificarse y en él no puede hacerse nada. Igual que en el 11-M.

(La imagen es una foto de Eric Rojas, bajo licencia de libre documentación GNU).

divendres, 2 de març del 2012

El gobierno y la Gürtel.

La política, como la religión, es en parte cosa de ritos, de formas, de símbolos. Ambas, la religión y la política, apuntan al futuro; en el más allá o en el más acá, pero futuro. El presente es un anuncio del povenir. Por eso todo lo que se hace tiene un significado que lo trasciende.

El gobierno ha destituido fulminantemente al equipo de inspectores de Hacienda que descubrió y denunció la trama Gürtel y, en su lugar ha nombrado jefa adjunta de la ONIF (Oficina Nacional de Investigación del Fraude de la Agencia Tributaria) a Pilar Valiente quien fue presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores en tiempos de Aznar y hubo de dimitir por un comportamiento que el rey calificaría de "poco ejemplar". El mensaje que las dos medidas envían es claro: tapar la Gürtel.

El PP consiguió que dimitiera el ministro socialista de Justicia, Bermejo, por sus relaciones cinegéticas con el juez Garzón y posteriormente se constituyó en parte en algún proceso contra este juez, también debelador de la Gürtel, al que se ha acabado expulsando de la carrera judicial. Es evidente que la actitud del PP en todo el asunto de la Gürtel es contraria a la ética democrática que obliga a los partidos de gobierno a facilitar la acción de la justicia, la persecución del delito y no a entorpecer la una ni ocultar el otro.

Entender que los órganos del Estado son instrumentos de partido es la peor perversión del sistema democrático, cuyo pivote esencial e el Estado de derecho. No Estado de partidos. Tomar represalias políticas con los funcionarios equivale a retrotraer el Estado a las prácticas de la Dictadura o, incluso antes, a las de la Restauración.

Y símbolo por símbolo, mientras el gobierno español se enreda simbólicamente en el caso Gürtel, el Congreso de la Argentina ovaciona al juez Garzón, recientemente condenado por prevaricación por el Tribunal Supremo de la Madre Patria. Lo que es verdad de un lado de los Pirineos es mentira del otro y lo que es justo a un lado del Atlántico es injusto al otro. Pero eso no es admisible.

(La imagen es una foto de La Moncloa que está en el dominio público).

El dinero y el tiempo.

La Unión Europea no flexibiliza el objetivo del déficit que se queda en ese asfixiante 4,4% del PIB hasta mayo. Rajoy se vuelve por donde se fue. Si esto le pasa a Rodríguez Zapatero, al llegar, lo hubieran recibido a pedradas. Rajoy no tiene detrás un Aznar diciendo a quien quiera oírle que España no puede pagar ni el recibo de la funeraria.

Igual que hace con Grecia, la Unión no da dinero; da tiempo. "El tiempo es oro" decía, al parecer, Franklin y de ahí sacó mucha punta Max Weber. Pero, además de oro, el tiempo puede ser plomo; plomo en las alas. En realidad, la Unión no rebaja el importe de la deuda sino que lo "renegocia" y, por ende, lo encarece. Con eso el país no podrá remontar el vuelo y, si lo remonta, no será como reina en el vuelo nupcial sino como zángano.

El tiempo, el tiempo comprado, es además exasperante y no va a apaciguar los ánimos cada vez más encendidos. Y cada vez lo están más según se ve que, mientras la mayoría de la gente lo pasa mal, unos cuantos se llevan fortunas por las buenas o por la no tan buenas. Del fondo común.

(La imagen es una foto en el dominio público.)

dijous, 1 de març del 2012

La información y la mendacidad.

Los pasquines de la derecha, que se ven a la izquierda, coincidían hoy en la diaria maniobra de desinformación que llevan a cabo. La idea en todos es la misma: magnificar los disturbios que un puñado de radicales provocó ayer en Barcelona y culpar de ello al PSOE que, como sabe todo el mundo, no tiene nada que ver con el asunto. Pero eso es lo de menos para una gente cuyo oficio no es informar, sino mentir, provocar y ver si se puede enfrentar a unos ciudadanos con otros. Igual que la misión de Aznar cuando habla en público no es aclarar ni comunicar nada, sino difundir odio y afán de venganza.

Ignoro si la gente que consume esta bazofia siente alguna inquietud o tiene algún escrúpulo moral. Y tampoco me importa. Lo que debe quedar claro es que aquí hay una "prensa" que entiende que su cometido en auxilio del gobierno es suscitar, si puede, un clima de confrontación civil, pues es incapaz de vivir en uno de normalidad democrática. Sabedora de que está en el gobierno por casualidad pues, si la crisis no hubiera hecho tanta mella en España el PSOE no hubiera perdido las elecciones o las hubiera perdido por mucho menos, trata de crear una situación de hecho en la que, mediante la demagogia, la calumnia, el miedo, el chantaje, lo excepcional se convierta en normal.

La idea es la misma que persigue el Gobierno al que esta prensa apoya de común acuerdo con los empresarios: quebrar todo principio de seguridad jurídica y social de los trabajadores y la gente en general, destruir sus derechos, tornar inseguras e inciertas sus vidas, hacerlos depender de la caridad y la magnanimidad de los ricos para que entiendan quién manda en esta sociedad y a quien hay que votar mediante la esclarecida guía de unos curas lanzados desde hace años a engordar las arcas de la iglesia esquilmando el patrimonio inmobiliario del país: a los empresarios que tienen derecho absoluto sobre vida y hacienda de los trabajadores y a sus pistoleros y sicarios mediáticos, cuya supervivencia depende estrictamente de que den la medida asignada de ladridos en defensa del capital y en contra de los demás trabajadores.

¿Qué? ¿Va entrando ya en la dura mollera de los imbéciles que decían que el PSOE y el PP son lo mismo que eso no es verdad? Y lo de imbéciles cuando lo decían de buena fe; porque muchos, que se creían más listos, lo decían de mala fe, para facilitar las cosas al PP, si es que no eran agentes de este, directamente pagados por él.

Ética y política (parte práctica).

Ni veinticuatro horas ha tardado Aznar en demostrar empíricamente lo que ayer afirmaba Palinuro teóricamente en el post Ética y política. Aznar provoca mucha animadversión e irritación incluso entre los suyos. Pero no cabe duda de que es un contundente comunicador, un ejemplo extraordinario de la grandeza y la miseria de la comunicación política como se exponía ayer. Nada de contemplaciones, nada de matices, de claroscuros, de diferentes facetas y de respeto por las opiniones contrarias. Directo, al grano y sin reservas. Aznar entiende la comunicación como un pugilato. Sale a noquear al adversario y lo pone a la defensiva, tratando de cubrirse de la lluvia de golpes.

La cuestión es qué tiene esta agresividad que ver con la democracia como práctica discursiva. Es más, qué tiene que ver con la realidad. Al culpar exclusivamente a los socialistas Aznar ignora deliberadamente que la crisis es mundial, que tanta ruina han traido los socialistas a España como los conservadores a Islandia, Irlanda o Italia; ignora que parte de la crisis se incuba en la burbuja inmobiliaria que él alentó, que las Comunidades Autónomas del PP la han alimentado y, lo que es más grave, ignora y oculta que su comportamiento personal a lo largo de la crisis fue claramente boicoteador de los esfuerzos del gobierno por resolverla. Esto es, ignora u oculta aspectos cruciales del fuero externo y del fuero interno. Sus intervenciones parecen seguir estando dictadas por el rencor y el afán de venganza.

Ciertamente, el discurso político de Aznar tiene mucha fuerza comunicativa que contagia a sus huestes. Lo preocupante es que pueda calar una forma de comunicación en blanco y negro, en el crudo crisol de la dialéctica autoritaria del amigo/enemigo, de vencedores y vencidos. A años luz de la ética democrática.

Fausto y Mefistófeles de paso por Madrid.

Los teatros del Canal han tenido el atrevimiento de montar una obra de un autor que, por lo escaso de su producción, su injusto semiolvido, su lejanía en el tiempo y en el espacio, raramente llega a los escenarios españoles. Christopher Marlowe, siempre ensombrecido por el brillo de su contemporáneo Shakespeare, alguna de cuyas obras pudiera él haber escrito, según dicen los sempiternos chismosos, es poco más que una leyenda por estas tierras, cosa que se aprecia en la escasa asistencia a las representaciones. Ayer casi la mitad del aforo estaba vacía. Lo cual es injusto porque Marlowe es la prueba viva de que el teatro isabelino es mucho más rico y variado de lo que parece. Su Tamerlán el grande es una obra revolucionaria. Y, en otro sentido, aunque paralelo, el Dr. Faustus, también.

La leyenda de Fausto, una historia alemana de comienzos de XVI basada, al parecer, en la vida de un personaje real, es universalmente famosa. Se ha reproducido en teatro (Marlowe, Lessing -aunque inconcluso-, Goethe), en novela (Thomas Mann), en cine (Richard Burton), en ópera (Gounod) que yo recuerde. Pero habrá más reproducciones porque es un relato de fortísimo impacto: el de la soberbia del hombre que vende su alma al diablo a cambio de conocimiento y poder. Sobre este núcleo se han acumulado especulaciones filosóficas, hasta se ha acuñado un tipo humano, el del hombre fáustico, consumido por su afán de transformación y dominación. Es un tema que plantea problemas metafísicos de todo orden y un par de ellos específicamente cristianos: el del pecado de orgullo de los seres humanos de querer ser como Dios y el de su libre albedrío.

El primero, si bien se mira (aunque no he visto que se mencione por ahí) coincide con el tema del pecado original mismo: ya Adán es castigado por querer ser como Dios. A ello lo incita el diablo por intermedio de la mujer. El diablo, el alter ego de Dios, ya había sido castigado por eso mismo cuando Lucifer se rebeló. Por eso está Lucifer en la aventura de Fausto, valiéndose de Mefistófeles y de nuevo de la mujer, Margarita, Gretchen, para destruir al hombre. La leyenda es eterna: el hombre quiere alcanzar el conocimiento para cambiar el mundo, recrearlo. Lo nuevo en las versiones tardomedievales o prerrenacentistas, como el Faustbuch alemán y la obra de Marlowe es que la rebelión se haga mediante un contrato, un instrumento típicamente burgués. En cierto modo, Fausto es la versión metafísica del contrato social.

Del Faustus de Marlowe hay dos versiones, llamadas A y B. La primera es más breve; la segunda tiene varias interpolaciones de autores desconocidos. Simón Brede, director, y David de Sola, adaptador, se han decidido por la breve y la compañía Rakatá ha hecho una escenificación con elementos de acrobacias que no están mal y rompen la inevitable monotonía lineal de estas piezas de carácter edificante. Porque Dr. Faustus tiene un aire de moralidad medieval mezclado con elementos renacentistas muy hábilmente equilibrados por el autor, un genio del teatro con una profundidad de análisis psicológico de los personajes que no desmerece nada del de Stratford.

Pero la adaptación hace algo más que atenerse a la versión B. También se toma libertades. Recorta otras escenas (el famoso episodio de la venta del caballo) o las reduce a forma narrativa y cambia algunas radicalmente de contenido. Esto no es necesariamente malo. Las versiones teatrales son libres. La cuestión es acertar. Pero cuando esas versiones afectan al argumento mismo de la obra, la cosa es más peliaguda. Veamos. La época isabelina es anticatólica y antipapista y Marlowe (de cuya confesión o no confesión religiosa no sabemos mucho y que podía estar al servicio de la Corona como espía) consideró oportuno reírse, burlarse del Papa de Roma. La versión española respeta ese deseo pero cambia su contenido. La escena burlesca con el pontífice gira en torno a la tortura de Galileo por defender la hipótesis heliocéntrica. Sin embargo, lo que Marlowe había escenificado es una burla acerca de la guerra de las investiduras entre el Papa y el Emperador alemán. Probablemente los adaptadores han pensado que este episodio no sería fácil de entender en España hoy y han recurrido al más habitual de Galileo. Nada que objetar tampoco, salvo que, además de ser bastante más basto que el de Marlowe, es anacrónico porque, cuando se produce el proceso de Galileo, Marlowe llevaba cuarenta años muerto.

Este chocante anacronismo da a entender que Marlowe tenía hacia 1590 las ideas tan claras como nosotros acerca del heliocentrismo copernicano. Y eso no es cierto. Si no recuerdo mal, en la obra el asunto no está nada claro. Se habla mucho de astros, de universo, de mundos pero, salvo que me traicione la memoria, de darse algo por supuesto más bien se da la hipótesis geocéntrica, que era la dominante todavía 50 años después de la publicación de la obra de Copérnico. Precisamente por eso se tortura a Galileo en 1630 y unos años antes aún se quemaba a la gente viva por sostener la hipótesis heliocéntrica.

Los anacronismos aparecen más veces: las referencias directas o implícitas al Quijote mueven a risa y dan pena al tiempo. ¿Por qué? Porque Marlowe tenía sus recursos, que dominaba magistralmente y no necesita pegadizos. Sobre todo porque estos se imponen sobre los propios del autor y los defiguran. La aparición de Helena de Troya que es como la contrapartida de la primera aparición de Alejandro Magno trasmiten al Dr. Faustus un halo clásico que aquí desaparece.

El Fausto de Marlowe, a diferencia del anterior y de los posteriores, sobre todo del de Goethe, se condena. Eso plantea el problema de hasta qué punto Marlowe había escrito una obra de ejemplificación cristiana. En la eterna lucha entre el bien y el mal, aquí gana el mal, Mefistófeles, Lucifer. Es un final revolucionario que los poderes de la tierra no están dispuestos a tolerar. Por eso Marlowe es un precedente de los autores malditos y por eso, probablemente murió tan joven, treintañero y de tan violenta forma. Si hubiera llegado a octogenario y a morirse de viejo como Goethe, con el Fausto a cuestas, a lo mejor lo salvaba. Porque, con la edad, los hombres se hacen conservadores.

dimecres, 29 de febrer del 2012

El ministro gárrulo.

Empieza a convertirse ya en aburrida costumbre. Al comenzar el día de los sufridos ciudadanos del país, lo primero que encuentran es alguna de esas declaraciones del ministro de Cultura en las que, con la petulancia, suficiencia e impudicia que lo caracterizan, lanza algún disparate con el obvio deseo de llamar la atención y hacer titulares. La garrulería de este hombre empieza a ser insoportable. Ayer sobre el sistema educativo en su conjunto, con las habituales soflamas reaccionarias de la derecha; antes de ayer sobre los toros.

Justamente ayer también me hizo llegar mi amigo Miguel Ángel Quintanilla, colega en el extinto Consejo Editorial de Público el ultimo artículo que ha escrito y no sabe si se publicará o no en Público.es. Es estupendo, ágil e inteligente y, como me gustó mucho, le pedí permiso para publicarlo en Palinuro cosa que hago raramente. Me lo dio de inmediato y he aquí la brillante pieza que Palinuro suscribe de la cruz a la fecha:


PROVOCADOR


Miguel Ángel Quintanilla Fisac


No conozco ningún ministro de ningún gobierno de España, desde la instauración de la democracia, que haya conseguido, en tan poco tiempo, hacer tantas declaraciones desafortunadas como las que ha hecho el ministro de educación del actual gobierno de Rajoy.

Recién estrenado, ya anunció que desaparecía la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que sería sustituida por otra de Educación Cívica. ¿Puro virtuosismo léxico? No, una simple provocación, que torpemente pretendió justificar con engañifas.

También se ha apresurado a suspender los temarios que están estudiando miles de opositores a plazas de profesor en la escuela pública. No le gustaban al señor ministro los temas recientemente introducidos y decidió acabar con tanta modernidad: volvamos a los temarios de hace veinte años. Mucho mejor. ¿Un error, una imprudencia, una improvisación? No, una simple provocación.

Pero no es bastante. El ministro también ha decidido en estos días que el sistema de becas para estudiantes debe ser revisado profundamente: menos becas a los pobres y más a los listos. ¿Nadie le ha explicado que sin un sistema público de ayudas para compensar las desigualdades sociales, no puede prosperar una sociedad moderna? ¿Otra ligereza de alguien acostumbrado a la banalidad de una tertulia? No, otra provocación.

Igual que la de negar la financiación de los campus de excelencia de las universidades. Sólo eran préstamos blandos, pero de ellos dependían importantes proyectos de mejora del sistema universitario público. Lo que pasa es que seguramente el señor ministro no lo sabe y, si lo sabe, le da igual.

Y la guinda, el otro día en el Parlamento. Contestando a una pregunta de la oposición, al señor ministro debió entrarle un calentón y acusó a los socialistas de ponerse del lado, no de los estudiantes que protestaban en Valencia contra los recortes en educación, sino del de los agitadores violentos. Y se quedó tan pancho. Hay quien pretende que pida disculpas por lo que ha dicho e incluso que tal ofensa a una fuerza política democrática se borre de las actas del Congreso. No estoy de acuerdo. Es mejor que quede constancia para la historia. De lo contrario dentro de unos años nadie creerá que hubo una vez en nuestro país un ministro como este, del que lo único que se puede esperar ya es que le cesen pronto.

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.Commons).

Ética y política.

Las relaciones entre estos dos conceptos llenan bibliotecas. Aristóteles los dejó unidos para siempre. La ética busca la felicidad y el hombre la encuentra cuando se ocupa de los demás, se hace político, polites, y no cuando se aparta de ellos, se dedica a sus cosas y se hace un idiotes. El político es más ético y mejor. De ahí que al hombre educado y ejemplar se llame poli en francés, a ordenar la colectividad se le diga "policiarla" y quienes se ocupen de ello sean los policías.

Pero esa unidad aristotélica que acogió el cristianismo bajo la forma del tomismo hasta hoy, no ha sido nunca cierta. De entrada hubo éticas centradas en el individuo no solo separado de la colectividad sino opuesto a ella, v. gr. los cirenaicos o los cínicos, con algún caso intermedio como los epicúreos, colectivistas pero más por el placer de la tertulia y los amigos. E igualmente hubo políticas -un cínico diría todas- ajenas a la ética y por si la buena conciencia no quisiera reconocerlas, Maquiavelo se las mostró. Y por eso se ganó la injusta fama de maquiavélico que arrastraba cuando el pobre florentino era un fervoroso patriota republicano. Si de algo se le puede acusar es de haber sido complaciente con los poderes que mostraba en toda su desnudez. Pero esa es una debilidad típica de los intelectuales.

La Reforma protestante dio fuerte sacudida al saber convencional de la relación entre ética y política, llegando a postular el tiranicidio por razones morales. En ello lo siguió algún jesuita, como el padre Mariana. La Reforma tuvo el efecto de un terremoto sobre la doctrina cristiana acerca de las relaciones entre los dos conceptos. Que se lo digan a Pascal, los de Port Royal y a esos cristianos a los que costó siglos aceptar el Edicto de Nantes (que revocaron) y la tolerancia...hasta que se les puso delante un Dreyfus.

La Revolución francesa dio otra sacudida al tablero y su asentador teórico oficial, Constant, formuló la disyuntiva que latió durante toda la Ilustración entre la libertad de los antiguos y la de los modernos. La vieja diferenciación aristotélica rejuvenecida y ennoblecida porque ahora los modernos son los que se ocupan de sus asuntos, los individuos considerados como fines en sí mismos, como dictaminaba Kant que, como buen alemán, tenía la revolución en la cabeza. Una diferenciación que aparece una y otra vez en el liberalismo del siglo XX en los conceptos de libertad positiva y negativa al estilo de Isaiah Berlin.

El tercer zafarrancho lo organizó la Revolución bolchevique que se veia a sí misma como heredera y superadora de la burguesa. De nuevo la divisoria se esfuma: la única ética es la que funde al individuo con algún tipo de colectividad, como la clase, el partido, el sindicato, el koljós, el kibutz, la comuna, el Estado. Lógicamente como esas colectividades orgánicas son reales (hasta tienen "conciencia"), también son puras y éticas en sí mismas. Pero esta última revolución ha fracasado y los órdenes sociales que estableció han revertido al estadio anterior a la revolución.

Las sociedades capitalistas se han configurado por útimo como democracias liberales en las que impera la ética individualista más radical, en parte como respuesta a la orgía de éticas colectivistas del siglo XX. En este territorio, la única ética que la tradición marxista parece mantener es la del discurso, la ética comunicativa habermasiana. Esta hispostasia el acto de la comunicación dialógica al extremo de convertirla en demiurgo de órdenes sociales más justos, más libres, emancipados, más humanos. Lo que antes se prometía a través de la revolución se espera hoy de la comunicación.

Pero, para alcanzar tan nobles fines, la comunicación ha de darse en tales contextos y cumplir tales requisitos que no resulta verosímil y no porque no sean razonables, justos y hasta santos, sino porque han de regir en el contexto de sociedades conflictivas en las que los hombres tienen intereses antagónicos y, por defenderlos, están dispuestos a lo que sea, hasta mentir, cosa que rara vez hacen los animales. Y la mentira, la falsedad, el engaño dinamitan los supuestos de cualquier comunicación emancipadora. Como saben muy bien quienes se dedican a esa actividad de caracter tan maquiaveliano (no necesariamente maquiavélico) que se llama comunicación política. ¿No son en cierto modo los comunicadores políticos los sofistas de nuestro tiempo, en el sentido bueno del término sofista?

Pero el peligro no está en la sofística que, al fin y al cabo, es un recurso retórico para una finalidad más o menos aceptable, sino en la actitud de aquellos sectores sociales dedicados a romper los fundamentos de la acción comunicativa misma, a traspasar todos los límites convencionales de los debates democráticos llegando a delinquir (generalmente por injurias y calumnias) porque su compromiso con esos órdenes democráticos no es estratégico sino táctico. Esa derecha extrema de la prensa amarilla, sensacionalista, agresiva, de los tabloides no tiene límites porque si la democracia hiciera crisis, convertida en una dictadura, ella no sería perseguida y sobreviviría de lujo. Algo similar puede decirse de los medios de la extrema izquierda, cuyo respeto por el fair play comunicativo es idéntico al de la extrema derecha, tan convencida como ella misma de que el fin justifica los medios; su fin. Pero su alcance es mucho menor, casi marginal, no existente. No tienen el respaldo de poderosas empresas que, en cambio, sí financian la prensa de la derecha cerril porque los beneficios de todo orden que obtienen de su acción, contraria a todos los principios éticos imaginables, compensa por las pérdidas que reflejan sus cuentas de resultados.

(La imagen es una foto de Robotclaw666, bajo licencia de Creative Commons).