dijous, 29 de desembre del 2011

Una Lisístrata moruna.

Muy interesante película de Radu Mihaileanu (La fuente de las mujeres, 2011) sobre un hecho real acaecido hace unos diez años en una aldea perdida de Turquía. Las mujeres tenían que ir a aprovisionarse de agua a una fuente muy alejada y de difícil acceso entre grandes trabajos y fatigas, mientras los hombres estaban sentados en las terrazas de los bares charlando. Un buen día las mujeres deciden negarse a tener relaciones sexuales con sus maridos, hacer una huelga de amor, mientras estos no vayan por el agua. Mihaileanu sitúa la acción hoy, en 2011, en algún país del norte del África en la inteligencia de que estas costumbres sociales (las mujeres, casi todas ellas analfabetas, trabajan como animales de carga mientras los hombres holgazanean) es común en el Islam.

El hecho parece reproducir el imaginado por Aristófanes hace 2.500 años en su comedia Lisistrata y, entrevistado el director, se refiere al comediógrafo griego. Pero ahí se acaba el parecido. La Grecia clásica no tiene nada que ver con el Islam contemporáneo ni las mujeres griegas con estas semiesclavas de las sociedades musulmanas. Además, la motivación es la inversa. Las griegas niegan a sus maridos el lecho para obligarlos a poner fin a la prolongada guerra del Peloponeso. Precisamente Lisistrata se escribió y representó al año siguiente de la derrota de Atenas en la batalla de Sicilia, en la que los atenienses perdieron casi toda la flota (doscientos navíos) y miles de hombres y unos ocho o nueve años antes del desastre final en Egospótamos. En la peli, en cambio, la huelga de sexo se produce porque los hombres, antiguos guerreros, hace ya muchos años que no van a la guerra y viven como parásitos de sus propias mujeres.

Esta explicación, que se repite un par de veces en la película, introduce al espectador occidental o europeo de hoz y coz en un mundo tan extraño, atrasado, injusto, convencional, oscurantista y angustioso que cuesta trabajo darlo por coetáneo. Sin embargo, lo es; es el mundo islámico rural, el más dominado por los preceptos de esa religión que, como todas, es misógina.

Y de eso trata la película que dura más de dos horas pero no se hace pesada porque constituye un verdadero documental de gran valor antropológico y cultural. Está rodada en escenarios naturales, con imponentes paisajes muy bien fotografiados, sin decorados, en las casas en las que vive la gente, sin suelos, sin ventanas, en los comercios, mezquitas, calles, plazas, sin asfaltar, sin luz ni agua corriente, pero con teléfonos móviles, aunque con dificultades de cobertura.

Introducido en esta sociedad tan cercana geográficamente como lejana culturalmente, Mihaileanu refleja diversos conflictos que nos informan de las relaciones de los hombres con las mujeres, de las mujeres y los hombres entre sí por razones de edad, de fortuna, de conocimientos, los lazos de parentesco, las obligaciones familiares, los ritos, las tradiciones, las interpretaciones del Corán. Solo en los dos momentos en que aparece el amor encontramos peripecias que nos son cercanas. Y todo ello apunta siempre al centro del relato: la condición humillada, explotada y escarnecida de las mujeres y sus esporádicos y desesperados esfuerzos por salir de ella. Se aprende mucho con esta película.

Aunque en parte ya lo sabíamos. Hace cincuenta, cien años, en nuestros países, en España, la situación era muy similar y de ello quedan vestigios (ver más arriba el post sobre Ana Mato). Pero había una diferencia notable: las mujeres estaban oprimidas y explotadas, desde luego, pero los hombres no ejercían de zánganos salvo en el hogar; fuera de él trabajaban hasta reventar. Una diferencia importante que, junto a la de la religión, tiene que haber sido decisiva para que nuestras sociedades, injustas como siguen siendo, estén a años luz de este espantoso atraso.

dimecres, 28 de desembre del 2011

Democracia y renovación en el PSOE.

Hay mucha preocupación en el PSOE por si el actual proceso de renovación divide o fragmenta el partido. Demasiada. A nadie parece acurrírsele la idea de que lo contrario, esto es, un partido monolíticamente unido, cerrado sobre sí mismo, detrás de un líder indiscutible e indiscutido sería igualmente malo. Porque son las dos posibilidades reales en un momento en que la necesidad impone reflexión, debate, clarificación y consiguiente reorientación; ambas negativas por ser extremas. Ciertamente es malo que del debate se siga la polarización, el enfrentamiento y la fragmentación como suele pasar en IU; pero también lo es, incluso peor, que la cerrada unidad autoritaria forjada en la unanimidad que la prensa ha dado en llamar a lo búlgaro, asfixie todo debate

Entre los dos extremos se mueve la renovación del PSOE y, a poco que ésta se haga con transparencia, apertura, respeto mutuo y formas democráticas, no tiene por qué incurrir en ninguno de ellos. Al contrario, la confrontación dialéctica aclarará muchas cuestiones y permitirá llegar a decisiones democráticas que son las que tienen dignidad y fuerza. Todas las opiniones, los criterios, las ideas deben ser bienvenidos. Ya la discusión misma sobre si el debate debe ser de personas antes que de ideas o de ideas antes que personas muestra lo sano que es plantear los problemas a la luz del día. Al final, como era de esperar, la discusión es sobre personas y sobre ideas al tiempo, aunque estas últimas anden un poco a la zaga.

El PSOE es un partido histórico, no de aluvión. Es un partido de gobierno, no de sempiterna oposición. Todo lo cual le otorga un empaque y una responsabilidad que le permitirán renovarse sin mayor quebranto. Como dice Carme Chacón, candidata in péctore, la democracia le sienta muy bien al PSOE. Añade la exministra que el candidato Rubalcaba tiene "todo su respeto". Efectivamente, ese es el estilo. Estoy seguro de que si ella da el paso de presentar a su vez su candidatura, la reacción de Rubalcaba será análoga a la suya. Con ello habría ya dos candidatos, como calcula el secretario de organización, Marcelino Iglesias. Pero tampoco pasaría nada porque hubiera más.

Al espíritu democrático del proceso ha contribuido no poco el anuncio de Zapatero de que será neutral entre los candidatos. Por supuesto; daría muy mala impresión que no lo fuera y probablemente sería inútil. El expresidente es historia y su función ahora no puede ser sino la de un árbitro, un caretaker, encargado de guardar las formas mientras entrega el testigo; no la de un órgano de decisionismo schmittiano. El PSOE no puede renovar su dirección por el procedimiento de la designación a dedo, como hizo Fraga con Aznar y Aznar con Rajoy. El PP y el PSOE no son lo mismo.

Sean cuántos y quiénes sean los candidatos, lo que corresponde ahora es determinar el modo en que se decidirá entre ellos. Al margen de actitudes más o menos ordenancistas con los estatutos del partido en la mano (que es a lo que recurren quienes temen los cambios por sí mismos) el PSOE tiene tres vías posibles: a) votación de los delegados del congreso, lo que ya cumple el mandato constitucional de funcionamiento interno democrático; b) elecciones primarias cerradas, esto es, votan todos los militantes; y c) elecciones primarias abiertas, es decir, votan también los electores lo que, al ser el voto secreto, quiere decir todo el mundo. No sé si será preciso señalar que Palinuro es partidario de la tercera forma, aunque quizá sí explicarlo, lo cual es sencillo. Si el PSOE quiere pedir el voto para un programa es lógico que permita a sus electores pronunciarse de antemano sobre su contenido. Esto equivale a dar voz y voto sobre las fortunas del partido a quienes no pertenecemos a él.

La llamada "guerra de los manifiestos" ha dejado en el aire la sospecha de que unos y otros ven el debate del PSOE como algo que sólo incumbe a sus afiliados y, si se me apura, a los dirigentes. Al menos, es lo que me ha parecido entreleer en un artículo de José Borrell titulado Empieza el debate. Sin embargo parece obvio que así como no se puede negar a quienes formaron parte del gobierno socialista el derecho a intervenir en el debate, tampoco a quienes no formaron parte de él y ni siquiera del mismo PSOE. Si una de las preocupaciones de los socialistas es haberse apartado de la gente, el asunto empeorará manteniéndola al margen. Todo el mundo que quiera aportar algo a la renovación de la izquierda y lo haga de buena fe debe ser bienvenido.

En todo caso, el congreso es soberano y a él corresponde decidir sobre el cómo y el quién. Y desde hoy, en que ya hay un candidato, hasta el día del congreso que cien flores se abran y compitan cien escuelas, como decía Mao Tse-tung, quien gustaba referir la impresionante fábula del viejo tonto que removió las montañas.

(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).

Fabracadabra: caciquismo morganático.

Según las crónicas, el todopoderoso cacique castellonense Carlos Fabra es un hombre dicharachero, sanguíneo, chistoso, aficionado a cenas y saraos, con un repertorio de canciones italianas de su juventud que entona en cuanto tiene ocasión, amigo de todo el mundo y conseguidor universal de la provincia. Quizá todo esto tenga su lado bueno, al menos para los beneficiados y clientes de tan singular personaje, pero en lo que hace al interés general y a la política local no puede ser más lamentable. El expresidente de la Diputación provincial, prácticamente hereditario de la dinastía Fabra, esta imputado por varios presuntos delitos fiscales hace más de seis años, en unos procesos rocambolescos que devoran jueces a la misma velocidad que los mercados las primas de riesgo. Todos los poderes del Estado, de la Comunidad y de la provincia aparecen congelados y distorsionados por una presunta corrupción que rodea la acción de Fabra. Una acción dictada, al parecer, por su discrecionalidad y su pintoresco carácter.

Según algunas voces, que Fabra haya construido e inaugurado a bombo y platillo un aeropuerto en el que no aterrizarán aviones es un escándalo que debiera eclipsar para siempre la figura del político del PP. Es no conocer a nuestro hombre quien, al parecer, tiene pánico a montar en avión. A cualquiera se le alcanza que el mejor modo de no sufrir el miedo a volar es que no haya vuelos, ni aviones. En ese aeropuerto sin aviones que, sin embargo, cuenta con un director que cobra un buen sueldo, solo aterrizarán halcones que no tienen miedo a volar.

Ayer mostró el gran Fabra quién manda en la provincia al conseguir que su novia sea nombrada vicepresidenta de la Diputación. Cuando los conservadores sostienen que la política de cuotas de género degrada a las mujeres seguramente quieren decir que la apropiada con vistas a la mejora de la condición femenina es la política conyugal o de pareja de hecho. No obstante es posible que la motivación de Fabra al conseguir este nombramiento haya sido ensalzar la figura de su novia, Esther Pallardó que, al ascender a la cúpula de la Diputación, pierde su condición morganática pues ya está al nivel del galán que canta canciones italianas de Adriano Celentano.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 27 de desembre del 2011

Sácame de esta.

Vamos a suponer que sea verdad lo declarado por el sastre José Tomás en el juicio de los trajes. Por supuesto, Camps es inocente en tanto no se demuestre lo contrario. Pero más inocente es Tomás que ni siquiera está imputado y se presume que, por ser testigo, dice la verdad. La verdad parece ser que el nueve de febrero de 2009, Camps lo llamó por teléfono varias veces y una de ellas le dijo: "sácame de esta y no te faltará de nada". Es decir, reconocía haber cometido un ilícito, pedía a Tomás que incurriera en otro, encubrimiento, y para compensarlo anunciaba cometer alguno más a fin de que al sastre no le faltara de nada. Para tratarse de un presidente de una Comunidad Autónoma, era una conversación a la desesperada que retrata una gestión histéricamente consagrada a salvar el propio gaznate. La de un político ejemplar a juicio de sus compañeros de partido.

Hay aquí un drama. Un hombre en el cenit del poder y la gloria, aclamado por la multitud, mimado por las fuerzas vivas de la sociedad, los empresarios, los banqueros, los curas, los jueces, un hombre cuyas decisiones nadie discutía, ve abrirse el abismo bajo sus pies por un asunto que considera menor y se lanza a evitar su hundimiento sin reparar en medios. Se parapeta tras la dirección nacional de su partido, dilata cuanto puede los procedimientos judiciales, confía en que algún juez más que amigo le resuelva la situación (por cierto, ¡vaya justicia que administra aquel De la Rúa que archivó el caso de Camps en un primer momento y cómo se parece a la prevaricación!), deja de responder durante casi tres años a las preguntas de los periodistas y se presenta a las elecciones pidiendo un amplio respaldo popular que, en su desvarío, cree que podrá contraponer a las decisiones judiciales.

Pero en esos mismos años este hombre sostenía (falsamente, según se ve) que él se pagaba sus trajes, que no conocía al Bigotes al que, sin embargo, decía querer un huevo, que no sabía nada de la Gürtel. Es decir, vivía instalado en la mentira y el engaño. Y no sólo eso, también era agresivo con la oposición a extremos insólitos. Estando pendiente de que lo sacaran de esta, Camps se atrevía a acusar de intención asesina al portavoz del PSOE en Valencia, Ángel Luna, a quien llegó a decir que le encantaría coger una furgoneta, venirse de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta. Dicho por uno que estaba presuntamente tratando de burlar la acción de la justicia, esa barbaridad demuestra lo que el propio Luna dijo y Palinuro lleva dos años sosteniendo: que el hombre no está enteramente en sus cabales y, con independencia de ello, da la medida de un político indigno que debiera ser expulsado sin miramientos del puesto que ocupa en el Consell Juridic de la Comunidad valenciana. Y, con él la pandilla de colegas, todos muy ejemplares desde luego, que ha convertido el antiguo Reino en una cueva de presuntos mangantes.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Cuestión de medida.

Ha sido buena la idea del Museo Thyssen de Madrid de dedicar una exposición a la pintura de Berthe Morisot, una de los pintores impresionistas franceses menos conocidos, probablemente por ser mujer, lo que no solamente condicionó el alcance de la temática de su pintura sino la repercusión social de su obra. Sin embargo, la autora de La cuna es una artista de gran categoría, una fuerza decisiva en el comienzo y la consolidación del impresionismo. Había aprendido la pintura al aire libre, punto central de la nueva corriente, en su juvenil contacto con Corot y la escuela de Barbizon y puso su mirada, su curiosidad, su particular forma de presentar las cosas y gentes de la realidad al servicio de una idea del artista como iniciador. Ante sus obras uno tiene la sensación de que lo estuvieran introduciendo en un contenido, de que le estuvieran ofreciendo, no una visión, no una impresión, sino una opinión lo cual es, precisamente, poco impresionista. Ella lo fue militantemente pero acusa en su obra con gran fuerza la influencia de su cuñado, Eduard Manet, de quien fue también modelo, amiga y confidente. Y Manet nunca se consideró a sí mismo impresionista.

La peculiaridad de Morisot se aprecia comparándola con la otra gran pintora impresionista, la norteamericana Mary Cassatt, mucho más prolífica que ella y que, como ella, hubo de aprender su arte como pudo, de forma autodidacta, pegándose a los maestros (en las dos fue Degas una influenia decisiva) pues las mujeres tenían prohibido el acceso a los estudios formales, institucionalizados, de pintura. Cassatt es más uniforme, más regular y menos variada que Morisot, que cultivó un arte más compleja, más sinestésica, pictórica y poética.

Algo de todo esto, aunque no mucho, se aprecia en la exposición del Thyssen y ello porque se reduce mostrar los fondos propios de (o en torno a) Morisot y los que ha traído del Museo Marmottan Monet de París que consisten, en lo esencial, en unas docenas de piezas que la pintora conservaba en su casa y los herederos donaron luego al museo. Aunque el Thyssen pretende ensalzar la importancia de la colección advirtiendo que es poco conocida y que consiste en obras que Morisot conservó para sí, la verdad es que se trata mayoritariamente de obra menor, acuarelas, bocetos, dibujos, algunos óleos que la artista no llegó a vender seguramente por no considerarlos acabados o con la suficiente categoría. Está bién que el museo traiga esta muestra. Lo que no está tan bien es que cobre 8 euros por la entrada, como cuando presenta una exposición trabajada, difícil de organizar, con obras importantes y que normalmente comparte con Caja Madrid, que no es aquí el caso. Es carísimo; es un abuso.

dilluns, 26 de desembre del 2011

El mensaje estaba en la foto

Atención a la foto a la izquierda del Rey en su charla al amor del Belén. Es él mismo entre Rajoy a su derecha y Zapatero a su izquierda, sutil detalle que insinúa la idea de que la que importa es la derecha. ¿Qué más tiene de interesante esa foto? Que no se había visto nunca. Es lógico, se tomó con motivo de la última alternancia en el gobierno. Es verdad, pero no recuerdo haber visto otra parecida con otros presidentes del gobierno, aunque puedo estar equivocado.

En todo caso, la foto está oportunamente enmarcada y exhibida a la vista de todos los españoles, al menos de los que siguieron el mensje real por la curiosidad de ver cómo faenaba el rey el morlaco de Urdangarin. Era una comparecencia que traía el morbo de los números de trapecio sin red en el circo. La red era la foto.

¿Qué más dice la solemne instantánea? No sólo dice, sino que canta el fementido bipartidismo que tiene a Llamazares en un grito. El Rey con los dos jefes de los dos partidos. Si el Rey lo fuera de verdad de todos los españoles se fotografiaría con toda la basca parlamentaria, incluido el de Amaiur. Pero el Rey no es un legítimo Camborio, así que va a lo segurito. Al sentido de Estado. La función de la foto es recordar a los amados súbditos que los dos partidos mayoritarios que juntos representan unos 18 millones de votos están como una piña con la Corona en momentos de zozobra y galerna. Luego cada cual interpreta las reales palabras como le interesa, lo cual es fácil porque, a fuer de genéricas, ambiguas y retóricas, son como las respuestas del oráculo de Delfos, en las que cada cual escuchaba lo que quería oír.

A Dolores de Cospedal, hablando en nombre del PP, el discurso le ha parecido muy bueno por no recuerdo qué razones y Marcelino Iglesias, en nombre del PSOE, cree que el Rey ha estado a la altura de las circunstancias. Definitivamente, la foto ha sido un éxito de merchandising. Un exitazo porque, además, ha resuelto el enojoso problema de la foto de familia que, en el mejor de los casos, quedaría reducida a cuatro de los ocho originales. ¡Un 50% de bajas en el choque de la institución con los pavores del siglo! Así que Rajoy y Zapatero son los sustitutos de los dos yernos ausentes. Es más: en momentos de peligro para las instituciones (es decir, la Monarquía) la familia del Rey son sus leales vasallos, jefes de sus mesnadas. Ya sé que es una interpretación algo feudal del signo de una Monarquía moderna, democrática, parlamentaria; es posible, pero también es cierta desde el momento en que la misma monarquía se enorgullece de hundir sus raíces en épocas lejanas, de las que trae evidentes efluvios.

El tesoro de la aventura.

La 3D se impondrá en el cine como en su día se impuso el sonido, después el color y luego el cinemascope, al menos para cierto tipo de historias. Suele haber resistencias al principio, pero acabarán cediendo. En estos días de vacaciones infantiles agarré a los críos y nos fuimos a ver la última de Steven Spielberg, Las aventuras de Tintin, subtitulada El secreto del Unicornio. Para ser unos niños aguantaron muy bien probablemente porque están más acostumbrados que yo a estas animaciones que no son personajes reales, aunque hablen como tales, ni dibujos animados, sino figuras hechas con programas informáticos. Pero muy bien hechas. Desde luego, unas mejor que otras. El capitán Haddock está clavado y Hernández y Fernández pasables. El propio Tintin no acaba de convencerme, pero es él sin duda alguna.

Había empezado contando a los niños que ese Tintin era el de unos tebeos que yo leía cuando chaval pero, como sé que las memorias de los mayores apenas interesan a los críos y que estos sólo se prendan de lo que a ellos les gusta, me callé prontamente, dando algunas explicaciones generales. Pero la peli les entusiasmó, igual que a mí que tengo, como muchísimos de mi generación, debilidad por el mozo reportero, a pesar del machismo y hasta el racismo de las historias de Hergé. Es curioso que esos tintes racistas (por ejemplo, Tintin en el Congo) no le hayan dado mal nombre mientras que sí se lo dio el primer cuaderno que publicó en 1930, Tintin en el país de los soviets, que era, en realidad, un trabajo de propaganda anticomunista de encargo. Tanta que el propio Hergé no quiso que se reeditara y es el único, que yo sepa, que no se pasó a color y del que tampoco se han hecho pelis de dibujos animados. Casterman, que publicó todos los tintines en los años setenta, dejó el de los soviets en blanco y negro. ¡Y es el episodio en que nace Tintin!

La peli de Spielberg, en realidad, funde dos álbumes sucesivos publicados hacia 1943: El secreto del Unicornio (que subtitula la película) y El tesoro de Rackham el Rojo, y mete elementos de otros relatos, como el buque Karabudjian (de El cangrejo de las pinzas de oro). Falta en cambio el profesor Tournesol que, sin embargo, es decisivo porque inventa un submarino especial que no les sirve para nada en la aventura en el tebeo pero les permite reunir el dinero para comprar el Chateau de Moulinsart al vender la patente. Está la Castafiore rompiendo vidrios con sus agudos. Hernández y Fernández son magníficos y el inevitable Milú tiene sus ratitos de protagonismo, incluso en momentos 3D. Por cierto, algunos efectos especiales (las grúas) están muy bien pero resultan un poco cansinos. El combate de las dos galeras, en cambio, muy bueno.

Hay algo, sin embargo, que el cine apenas recoge (pero lo hará, como lo han hecho muchos dibujos animados) y es una falta muy sensible: el minucioso detalle con que Hergé dibujaba escenas de la vida cotidiana, calles, estaciones, casas, locales, o las máquinas que los personajes utilizaban, coches, motos, aviones, barcos, trenes. Las historias de Tintin son casi testimonios documentales gráficos de la vida en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Como Hergé las publicaba en tiras en un diario, igual que Dickens las novelas por entregas, se solazaba en los escenarios, en la prolijidad del dibujo porque así alargaba las narraciones; como Dickens. Y es el encanto de Tintin: aventuras disparatadas de tesoros escondidos, destronamientos, conspiraciones, cultos malignos, secuestros, diamantes sangrientos, espionaje, en las ciudades, selvas y mares de las cinco partes del mundo. Y todo dibujado con detalle casi fotográfico.

diumenge, 25 de desembre del 2011

La justicia del Rey.

Contentísimos se han puesto los innumerables monárquicos y juancarlistas del Reino con el mensaje del Monarca. Tanto que algunos, me consta, se agarraron un entripado en la cena posterior y una media moña. Pues nada, hombre, a dormirla, a ver si en el día de hoy amanecen más despiertos. Estaban muy preocupados por el efecto que este mensaje pudiera tener, dada la incómoda situación en que se encuentra la corona con los presuntos garabatos del Duque de Palma, como vaticinaba Palinuro en su post de ayer, Esta noche hablo Yo. Pero ya se han tranquilizado.

¿Y qué ha dicho Juan Carlos para causar tanto alborozo? Que la justicia es igual para todos. Emocionado, El País saca un editorial exultante, hablando de la ejemplaridad real con un juego de palabras a propósito del pobre Urdangarin de comportamiento no ejemplar y, siempre más reticente y republicano, Público titula El rey sobre Urdangarin: "La Justicia es igual para todos". No puedo imaginar lo que dirán los diarios más oficialmente monárquicos, los fieles de toda la vida como Dios manda.

Todo esto muestra el bajo nivel crítico de los comunicadores y hacedores de opinión. Porque, ¿qué otra cosa podía decir el Rey? ¿Que la justicia no es igual para todos? Al afirmar este hecho, el Rey no está concediendo nada, no está haciendo nada que pudiera no conceder o no hacer. La justicia en España es igual para todos, lo diga el Rey o no, pues es la ley. Entonces ¿por qué subrayarlo, festejarlo y, en el fondo, agradecerlo? Porque en el espíritu servil que, por las razones que sean, caracteriza a buena parte de la opinión pública, existe siempre ese miedo a que el reinante o gobernante se salte el imperio de la ley. Sólo así puede explicarse que se hagan fiestas a alguien por decir una perogrullada.

La ley es también igual para Urdangarin quien parece que será imputado ya en los próximos días porque el aluvión de noticias sobre sus presuntos malabarismos de ladrón de guante blanco están colmando hasta la inenarrable paciencia de los españoles. El Rey lo ha dejado claro sin mencionarlo directamente. Pero aunque lo hubiera dejado oscuro, su yerno comparecerá ante la justicia si los jueces lo imputan y los jueces lo imputarán si creen que deben hacerlo.

No acaba ahí esta complacencia entregada a la bienamada monarquía sino que además se pasa por alto el hecho de que hay un caso en que el enunciado de "la justicia es igual para todos" es falso; precisamente en lo referente al Rey, que es inviolable y su persona no está sujeta a responsabilidad. O sea, la ley no es igual para todos. Es digno de consideración el argumento de que no se debe ser radical y sí admitir una insignificante excepción por tratarse de la Jefatura del Estado, pero no convence en absoluto. ¿Qué motivo real hay para que el Rey esté por encima de la ley?

El enunciado también es falso en otros flecos. En realidad, de hecho, hay enormes desigualdades ante la ley y la justicia. Está por ver que la igualdad ante la ley rija también para la infanta Cristina, cotitular de alguna de esas empresas sin ánimo de lucro con las que el matrimonio parece haberse forrado. Y también está por ver que lo sea para el propio Urdangarin. Todos coinciden en pedir celeridad en el procedimiento judicial para evitar juicios paralelos y mayor deterioro de la imagen de la Corona. Efectivamente de sobra se sabe que una justicia lenta no es justicia sino injusticia. Y no está bien que la padezca el Duque de Palma. Ni ninguno de los miles de justiciables del país que la sufren y son tan iguales ante la ley como Urdangarin. Es la enésima repetición de la célebre paremia de la Granja de animales, de Orwell: Todos los animales son iguales pero unos son más iguales que otros.

Tan bajo anda el nivel crítico de la opinión que nadie cuestiona que ese "tradicional" mensaje del Jefe del Estado se pronuncie en coincidencia con la máxima festividad de la iglesia católica, igual que en tiempos del Invicto. Nace Dios y con él viene la palabra del dios de la tierra. Queda por hacer en la tarea de separar la iglesia del Estado. Al lado de la imponente coyunda de esta fecha, que los ministros juren sobre la Biblia, que los crucifijos presidan las aulas, que los curas tomen las calles con los más variados motivos y digan al Parlamento cómo tiene que legislar, son acontecimientos menores.

dissabte, 24 de desembre del 2011

Esta noche hablo Yo.

Amargo cáliz. Tenía que salir Urdangarin a dar la cara. Claro que el pobre no puede. Como es sordo, no entendería las instrucciones en el plató. Además me corresponde; soy el Pater familias. Algunos dicen que reinar es fácil y lo hace cualquiera. A ver quién sale a decir a no sé cuántos millones de españoles que los tiempos son difíciles. Con el fondo de la bandera y las figuras del Belén que por lo menos serán de Salzillo, digo yo. La patria y el altar, lo más sagrado. A la misma hora unos agitadores han convocado caceroladas en las ciudades. Caceroladas para tapar mis palabras. Es lógico. Si llega la República será al son de sartenes y cacerolas, cosas del pueblo. Palabras de ánimo en el esfuerzo que todos los españoles hemos de hacer para superar la crisis. ¡Vaya crisis! Cuatro año de crisis y estos que vienen ahora pretenden prolongarla otro año. O sea, queridos vasallos, hay que seguir apretándose el cinturón. Y yo con Urdangarin en casa. La Reina me aconseja mucho, mucho tacto, no vaya a pasar lo de Grecia, su patria. Pero ella se larga a visitar a la pareja en Washington. Y yo me quedo a aguantar el chaparrón y escuchando todos los días al príncipe de Asturias al que le ha dado un sarpullido. Afortunadamente todos los políticos con algo de peso me apoyan lealmente. Do ut des. Mi real persona trajo la democracia; la democracia me debía una. Todos dicen que una cosa es un yerno (al fin y al cabo, un agnado) y otra la institución misma. Además, yo soy inviolable. Lo de la infanta anda algo más crudo, pero no creo la llamen a declarar ni como testigo. La mujeres no debían ser testigos pues no va con la etimología de la palabra. ¡Señor, Señor! Tenía que ser en diciembre. No podían los jueces esperar un mes y tirar del hilo en enero. Esto de dividir los poderes del Estado, que se le ocurrió a Carlos Luis de Secondat, fue una insigne torpeza. Porque yo ahora emitía una lettre de cachet y, ¡paf!, Urdangarin desaparecía. Missing, como se dice en español. Y a buscarlo. En fin, ¿qué diré, pobre de mí; a dónde iré, pobre de mí? Con lo mal pensado que es el personal. No puedo echarle la culpa a Zapatero; no cuadra. Si acaso, a la burbuja inmobiliaria. Pero, si lo hago, estos de ahora me bajan la asignación. Y habrá que pagar abogados. Encima, con este ojo que tengo a la virulé, enésima prueba de mi enemistad con las puertas. Bueno, puedo hablar de mi salud: la rodilla, el careto, un pulmón, el pie. Quita, quita, igual lo toman como una indirecta sobre los recortes de la sanidad. Como andan todos escocidos van a estar al acecho para hacer comparaciones odiosas y absurdas. Porque, aunque repartiera mis asignación entre todos los españoles, no iba a sacarlos de pobres. Tocarían a veinte céntimos por barba. Pero dicen que es el ejemplo, el símbolo, la apariencia lo importante. ¡Caramba! La sociedad tampoco es muy ejemplar que digamos. Los políticos, los empresarios, los banqueros, los sindicatos. Que alguien tire la primera piedra, como decía Cristo. Hablando de Cristo, hay que ver también qué cincinatti montaron este verano los curas con el Papa y los jóvenes; precisamente los jóvenes, con la que está cayendo. En fin, Cristo nace esta noche. Noche de paz, noche de amor, en que la familia recupera su hondo valor cristiano y augura un año en que volverá a ser lo que siempre fue de verdad. Y ya está, lo dejo aquí, no me acusen de meterme en política. Noche de amor, noche de paz. ¡Ah! Se acabó ETA, se acabó la pesadilla, la lacra del terrorismo y tampoco sigo por si piensan que respaldo a Rubalcaba en el guirigay de los socialistas. Además, con estos vascos nunca se sabe. ¡Pues no van los de Amaiur y piden que intervenga en ese avispero! Terminaré hablando de Europa, siempre muy socorrida, esa gran empresa, esa apuesta por los valores más altos de la civilización. Seguro que alguien pregunta si cotizan en bolsa y si yo he invertido en ellos mi fortuna. Definitivamente, conciudadanos, esta no es mi noche.

(La imagen es una foto de א (Aleph), bajo licencia de Creative Commons).

Negro y oro

Animado por un magnífico artículo de Félix de Azúa en El País, titulado Caballería de chispa y pedernal, me fui a ver la exposición sobre el toisón de oro de la Fundación Carlos de Amberes que, a pesar de ser empalagosamente monárquica, me cae bien porque está en la madrileña calle de Claudio Coello en la que nací. Cada cual tiene sus rarezas.

Así que el toisón de oro y la monarquía española. El valor de los símbolos. El mundo de la heráldica. Los colores, los signos, las figuras, los estandartes, los blasones, los emblemas, todo lo que permitía distinguir a los malos de los buenos, a los buenos de los mejores, a los mejores de los excelentes, a los excelentes de los sublimes, habitualmente un puñado en un tiempo en que los combatientes iban tan cubiertos por armaduras que no se distinguían sus rasgos personales. Los caballeros de la orden del Toisón de Oro, creada por Felipe el Bueno, duque de Borgoña en 1429 en el espíritu de las órdenes de caballería; segunda sola, según informa Miguel Ángel Aguilar, director de la Fundación, a la de la Jarretera inglesa. Está bien que sea el espíritu de la caballería originariamente entendida como militar, como las órdenes del Temple o de San Juan, Santiago, Calatrava, Montesa o Alcántara, todos guerreros. En la del Toisón de Oro, predominaba lo guerrero en Carlos el Temerario y Carlos I de España; luego ese afán militar desapareció y la orden adquirió un carácter de ostentación más pacífica, con Felipe II y los subsiguientes Austrias, que jamás combatieron en guerra alguna, al igual que los Borbones. Carlos III era más bien municipal, Carlos IV y Fernando VII se pusieron en manos del enemigo, Alfonso XIII se declaró neutral y no sigo.

En cuanto pasó de los burgundios a los austrias, a través del matrimonio de María de Borgoña con Maximiliano de Austria, el toisón se convirtió en atributo de la monarquía, del Imperio y, luego, de carambola, de la Monarquía hispánica que se identificó con él, con el símbolo, de tal modo que, cuando cambió la dinastía, pasó a los Borbones y hoy los monárquicos sostienen que es el signo distintivo de la monarquía española y no les gusta recordar que también lo es de los austrias del Imperio Germánico y después, del Imperio austro-húngaro. De forma que hoy hay dos órdenes distintas del Toisón, con grandes maestres distintos y que otorgan el distintivo por razones también distintas.

El toisón es el vellocino de oro que viene directo de la expedición de Jasón y los argonautas a la Cólquide para hacerse con el talismán entre aventuras sin cuento. Una empresa heroica, típica de la caballería andante, en la que participaron, entre otros héroes, Hércules, Castor y Pólux y Orfeo. Encaja bien en la mentalidad y puede decirse que el vellocino es una forma del Grial. ¿Por qué no? Nadie sabed qué forma tenía. Unos, los más, lo imaginan como una copa; otros, como un plato; otros como algo más viril. También podría ser un vellón. Pero el mito de Jasón tiene elementos escabrosos en la presencia de Medea, así que pronto se dio un intento católico de cristianizar la orden (al fin y al cabo era reconocida por una bula papal) refiriendo el carnero a la historia de Gedeón en la batalla contra los madianitas del Libro de los Jueces en la Biblia. Pero esta asociación tampoco es muy ejemplar ya que Gedeón indujo al pueblo a la idolatría contra la que había empezado luchando. Además, las historias no tienen color. La de Jasón es mucho más atractiva y ofrece la ventaja de que pone en escena a Hércules quien en tiempos de los últimos austrias españoles había sido declarado personificación de la monarquía hispánica que incorporó a su escudo las dos columnas del plus ultra borgoñón, do todavía están. En el Casón del Buen Retiro, en donde Zurbarán había pintado diez de los trabajos del héroe para solaz de Felipe IV, en un fresco de Lucas Jordán es el mismo Hércules quien entrega el vellocino a Felipe el Bueno, con lo que ya se sabe quién es el héroe de la dinastía española. Un héroe inmortal.

Con su amplio collar de eslabones en forma de B de Borgoña y el vellocino colgando, la joya es bella y muy vistosa. Ese oro resalta poderosamente sobre el negro riguroso del estilo borgoñón que impregnó la corte española prácticamente hasta la muerte de Carlos II. Severidad, autoridad, lujo. Los felipes raramente lucen otra joya, pues el toisón no es compatible con otras órdenes, es exclusiva, única, grande. Así que la exposición se convierte en un paseo entre retratos de los austrias y los borbones, originales y copias de Altdörfer, Durero, Van der Weyden, Pantoja de la Cruz, Rubens, Tiziano, Carreño, Anguisola, Goya, Velázquez, Vicente López, Moro y algunos otros. Lo que une todos los retratos es el toisón, lo que salta a la vista es el sempiterno toisón, el signo de la realeza hispánica, pero lo que los ojos ven son los rostros de los monarcas, los felipes, Carlos II, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII, por ser prudents y citar algunos; rostros y biografías a los que viene grande la grande empresa. Y, con Isabel II, otra quiebra de la unicidad de la orden a empuje de los carlistas, que no renuncian a la ley sálica.

A la orden del toisón se ha atribuido una especie de misión europeísta, pues no en balde el grefierato sigue en Bruselas, si no me equivoco. Esa misión europea es el contrapunto de la original que comprometía a la orden a la reconquista de los Santos Lugares ya que el Rey de España es Rey de Jerusalén. Sin embargo, el Gran Maestre actual, Juan Carlos I, ha otorgado la orden a mahometanos como el Rey Husein de Jordania o Abdalá Bin Abdelaziz, de Arabia Saudita, con lo que la recuperación de la tierra santa quedará para momentos mejores.

Como buen símbolo cargado de historia, el toisón de oro es el centro de un mundo de leyenda, de miserias, fantasías y disparates, o sea, de propaganda. Alfonso XIII otorgó la orden a algún emperador exótico, como el del Japón, algún presidente de república; pero Juan Carlos, en línea de entender el toisón al modo de la legión de honor, ha incluido en el elenco algún literato (bien es verdad que don José María Pemán) y algún político leal, como Torcuato Fernández Miranda o Javier Solana y algún edecán. Además lo ha democratizado y feminizado, incluyendo varias reinas pues para eso lo portó sobre su generoso seno su tatarabuela la Reina castiza.

Es curioso contemplar cómo este símbolo de propaganda imprime su huella en las obras de arte. Los artistas siguen lo que los críticos después llaman "programas iconográficos" para ensalzar a sus mecenas. El arte es lo que va de añadido, lo que rodea el núcleo del mensaje del que el espectador quizá no sepa nada, es decir, el retrato de Carlos II por Carreño, el de Felipe II por Sofonisba Anguissola, el Carlos III, Carlos IV y Fernando VII de Goya. ¡Qué semblantes en los que está escrito el destino de este desgraciado país! ¡Qué arte que llega a lo profundo de la naturaleza humana! Y si esto es así con las obras de arte, con los objetos lo es más, las joyas (hay unas veneras del Toisón en pedrería que son alucinantes), las bruñidas armaduras, los yelmos, rodelas y celadas, los libros, las crónicas, las tallas. En todos figura el toisón. Tiene el valor de la marca Reino de España.