Hay mucha preocupación en el PSOE por si el actual proceso de renovación divide o fragmenta el partido. Demasiada. A nadie parece acurrírsele la idea de que lo contrario, esto es, un partido monolíticamente unido, cerrado sobre sí mismo, detrás de un líder indiscutible e indiscutido sería igualmente malo. Porque son las dos posibilidades reales en un momento en que la necesidad impone reflexión, debate, clarificación y consiguiente reorientación; ambas negativas por ser extremas. Ciertamente es malo que del debate se siga la polarización, el enfrentamiento y la fragmentación como suele pasar en IU; pero también lo es, incluso peor, que la cerrada unidad autoritaria forjada en la unanimidad que la prensa ha dado en llamar a lo búlgaro, asfixie todo debate
Entre los dos extremos se mueve la renovación del PSOE y, a poco que ésta se haga con transparencia, apertura, respeto mutuo y formas democráticas, no tiene por qué incurrir en ninguno de ellos. Al contrario, la confrontación dialéctica aclarará muchas cuestiones y permitirá llegar a decisiones democráticas que son las que tienen dignidad y fuerza. Todas las opiniones, los criterios, las ideas deben ser bienvenidos. Ya la discusión misma sobre si el debate debe ser de personas antes que de ideas o de ideas antes que personas muestra lo sano que es plantear los problemas a la luz del día. Al final, como era de esperar, la discusión es sobre personas y sobre ideas al tiempo, aunque estas últimas anden un poco a la zaga.
El PSOE es un partido histórico, no de aluvión. Es un partido de gobierno, no de sempiterna oposición. Todo lo cual le otorga un empaque y una responsabilidad que le permitirán renovarse sin mayor quebranto. Como dice Carme Chacón, candidata in péctore, la democracia le sienta muy bien al PSOE. Añade la exministra que el candidato Rubalcaba tiene "todo su respeto". Efectivamente, ese es el estilo. Estoy seguro de que si ella da el paso de presentar a su vez su candidatura, la reacción de Rubalcaba será análoga a la suya. Con ello habría ya dos candidatos, como calcula el secretario de organización, Marcelino Iglesias. Pero tampoco pasaría nada porque hubiera más.
Al espíritu democrático del proceso ha contribuido no poco el anuncio de Zapatero de que será neutral entre los candidatos. Por supuesto; daría muy mala impresión que no lo fuera y probablemente sería inútil. El expresidente es historia y su función ahora no puede ser sino la de un árbitro, un caretaker, encargado de guardar las formas mientras entrega el testigo; no la de un órgano de decisionismo schmittiano. El PSOE no puede renovar su dirección por el procedimiento de la designación a dedo, como hizo Fraga con Aznar y Aznar con Rajoy. El PP y el PSOE no son lo mismo.
Sean cuántos y quiénes sean los candidatos, lo que corresponde ahora es determinar el modo en que se decidirá entre ellos. Al margen de actitudes más o menos ordenancistas con los estatutos del partido en la mano (que es a lo que recurren quienes temen los cambios por sí mismos) el PSOE tiene tres vías posibles: a) votación de los delegados del congreso, lo que ya cumple el mandato constitucional de funcionamiento interno democrático; b) elecciones primarias cerradas, esto es, votan todos los militantes; y c) elecciones primarias abiertas, es decir, votan también los electores lo que, al ser el voto secreto, quiere decir todo el mundo. No sé si será preciso señalar que Palinuro es partidario de la tercera forma, aunque quizá sí explicarlo, lo cual es sencillo. Si el PSOE quiere pedir el voto para un programa es lógico que permita a sus electores pronunciarse de antemano sobre su contenido. Esto equivale a dar voz y voto sobre las fortunas del partido a quienes no pertenecemos a él.
La llamada "guerra de los manifiestos" ha dejado en el aire la sospecha de que unos y otros ven el debate del PSOE como algo que sólo incumbe a sus afiliados y, si se me apura, a los dirigentes. Al menos, es lo que me ha parecido entreleer en un artículo de José Borrell titulado Empieza el debate. Sin embargo parece obvio que así como no se puede negar a quienes formaron parte del gobierno socialista el derecho a intervenir en el debate, tampoco a quienes no formaron parte de él y ni siquiera del mismo PSOE. Si una de las preocupaciones de los socialistas es haberse apartado de la gente, el asunto empeorará manteniéndola al margen. Todo el mundo que quiera aportar algo a la renovación de la izquierda y lo haga de buena fe debe ser bienvenido.
En todo caso, el congreso es soberano y a él corresponde decidir sobre el cómo y el quién. Y desde hoy, en que ya hay un candidato, hasta el día del congreso que cien flores se abran y compitan cien escuelas, como decía Mao Tse-tung, quien gustaba referir la impresionante fábula del viejo tonto que removió las montañas.
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