dijous, 12 de novembre del 2009

Al Gobierno le salen las cuentas.

Dicen en el Gobierno que los presupuestos generales del Estado que se aprobaron ayer en el Congreso son los de la austeridad y los que nos permitirán salir de la crisis. Dice la oposición del PP que los mismos presupuestos son los del despilfarro y los que no solamente no permitirán que salgamos de la crisis sino que nos hundirán más en ella. ¿En dónde se encontrará la verdad? Como suele suceder (aunque no siempre) en algún punto intermedio. En algún punto intermedio pero que, guste o no, estará más cerca de la posición del Gobierno que de la de la oposición por la muy convincente razón de que, no disponiendo de mayoría absoluta que le permitiera hacer mangas capirotes con las cuentas públicas, el Gobierno se ha visto obligado a modular sus propuestas, tratando de conseguir el mayor consenso y apoyo parlamentarios posibles. Que no lo haya conseguido del todo, que no le haya salido con IU o CiU, por ejemplo, al igual que con ECR, no es porque no lo haya intentado sino porque otras consideraciones no lo han hecho posible. Pero, en puridad de los términos, aunque las concesiones gubernativas a estos grupos no hayan sido suficientes para asegurar su voto, se han dado. CiU y ERC, por ejemplo, no pueden ir por ahí diciendo (y, de hecho, no lo hacen) que los presupuestos olviden a Cataluña. Al final el acuerdo ha sido con el PNV y con CC, pero el intento ha sido con todos los grupos de la cámara. Y eso hace que estos presupuestos no sean exactamente los que el PSOE hubiera querido y no son por tanto producto de una imposición.

Aquí es donde se ve con claridad las ventajas que presenta el hecho (que otras veces, se interpreta mal, cuando se piensa erróneamente en términos de estabilidad parlamentaria, confundiéndola con rodillo en las votaciones) de que no haya mayoría absoluta parlamentaria y que el Gobierno esté obligado a negociar y pactar todas sus medidas. Hay mucha gente que dice que esa es una muestra de la debilidad del Gobierno del señor Zapatero y de cómo está vendido a los intereses particulares de estos u otros nacionalistas. Son los mismos que, caso de que el PSOE tuviera mayoría absoluta, dirían que el Gobierno aplasta a las demás opiniones y funciona de modo totalitario. A Zapatero le ocurre como a Felipe González: hay un porcentaje de la población que lo odia visceralmente y para la cual, haga lo que haga, lo hará mal. Claro que no es odio a Zapatero o a Felipe como personas sino, en el fondo, a lo que representan: una izquierda socialdemócrata moderada, posibilista pero (y esto es lo que más duele) que gana elecciones y cambia la realidad social.

Las otras cuentas que han salido al Gobierno y se aprobarán en breve, luego de infinitos sobresaltos, zancadillas, equivocaciones propias, provocaciones ajenas, engaños y demagogias, ha sido el modelo de financiación de las Comunidades Autónomas. Quien repase los momentos anteriores de este trayecto y recuerde el ruido y la furia con que ciertas posiciones se produjeron en el pasado, cuando se acusaba a Zapatero de haberse vendido a los catalanistas y a los catalanistas de querere chulear a España, se admirará del silencio de tranquilo remanso pastoril con que hemos llegado al final de este absurdo drama movido por la más irresponsable de las oposiciones al grito de "¡se rompe España!". Alguien debiera comerse esas repugnantes palabras con hiel y vinagre. Y es, en verdad, lo que está pasando. Especialmente en el PP, en donde comprueban que la unidad de acción frente a las propuestas de reparto financiero autonómico brilla por su ausencia. Es cierto que el plan final es aprobado gracias a los votos de los dos partidos navarros cuyo interés directo en el asunto es nulo. Pero también lo es que la bronca oposición del inicio se ha disuelto como un azucarillo en agua y que tan partidarias del modelo propuesto son algunas CCAA del partido popular como otras del PSOE.

Así que enhorabuena al Gobierno por culminar una ímproba tarea.

Y mañana volveremos a hablar de la corrupción que no cesa :'-(.

(La imagen es una foto de ferran pestaña, bajo licencia de Creative Commons).

El espíritu español.

El Museo del Prado alberga una exposición de Juan Bautista Maíno que tiene mucho interés por varias razones. Es la primera muestra que se ha hecho nunca de este pintor español del Siglo de Oro y, con tal motivo, se han reunido algunas de sus escasas obras (no pasó de pintar arriba de una cuarentena de cuadros, muchos de ellos de pequeño formato) desperdigadas en museos, conventos y colecciones particulares. Además, porque, dado el modo de ser del artista y su biografía, la muestra es muy representativa de las grandezas y miserias españolas de la época.

Efectivamente, Maíno, nacido en Pastrana, Guadalajara, era hijo de un italiano y una noble portuguesa. De joven viajó por Italia, aprendiendo su oficio y se instaló luego en Toledo. Ingresó en la orden de los dominicos y fue profesor de dibujo de Felipe IV, el penúltimo Austria, y bienquisto en la corte de este monarca. Estos breves datos sirven para entender el fondo de la pintura que se expone en el Museo del Prado. En primer lugar el cosmopolitismo de un país que era entonces el centro del mundo y al que acudían gentes de todo el orbe conocido en procura de sustento. De hecho sus padres estuvieron al servicio de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli y duquesa de Pastrana. En segundo lugar, la vida errante y el viaje formativo e iniciático a Italia, como lo harían Velázquez, Ribera y otros, pioneros de lo que después, en el Romanticismo, será un tránsito obligado de toda persona culta, el viaje a Italia. En tercer lugar, un espíritu muy religioso y un acendrado catolicismo con fuertes elementos místicos. Y en cuarto lugar su relación directa con la corte, en la que y de la que vivió al final de su vida.

Todo lo anterior impregna una forma especial de entender el arte que, combinada después, con las aptitudes específicas del artista en cuestión, explican el carácter de una obra que, sin ser de primera línea, tiene mucho interés no sólo en sí misma (Maíno no es un gran creador, pero es un hombre de muy notable buen gusto) sino para entender el movimiento más amplio de una cultura como la española del Siglo de Oro.

En efecto, Maíno conoció y trató en diversas situaciones vitales a algunos de los pintores más grandes de su tiempo: Michelangelo Merisi ("Caravaggio"), Orazio Gentileschi, el padre de Artemisa, y Annibale Carracci en Italia, y el Greco, de quien se dice que fue discipulo y Velázquez, a quien protegió, ya en España.Tanta y tan cruzada influencia exterior, unida a la falta de una personalidad creadora de verdadero peso da al arte de Maíno una factura ecléctica muy agradable porque rompe con la obligada monotonía de los estilos personales muy acusados, sobre todo si, además resalta sobre una innegable competencia en el oficio.

La influencia personal más acusada en Maíno es la de Caravaggio, pero no en su tenebrismo, que es lo fácil, sino en el dibujo, los volúmenes, la composición de las figuras. También son discernibles las influencias de Carracci, Gentileschi y algunos alemanes afincados entonces en Roma. Pero el dato más característico de la pintura de Maíno y el más novedoso en la española de esa y de las demás épocas es el aspecto italianizante general. Así se observa en el tratamiento de los paisajes, prácticamente ausentes en la pintura religiosa española de la época y que alcanzan protagonismo en la obra de Maíno, como puede comprobarse en ese estupendo san Juan Evangelista más arriba, que formaba parte del famoso retablo de las Cuatro Pascuas, presente por separado en esta exposición. Igualmente en esta línea, la sorprendente aparición del desnudo, mejor semidesnudo, insólito en la pintura española de todos los tiempos excepción hecha del siglo XX. La excusa para ello, la representación de María Magdalena, a la que Maíno representó varias veces, como lo hizo con Santa Catalina de Alejandría, aunque esta sí con un estilo acendradamente español.

La influencia del Greco se observa en los retratos de Maíno, algunos prácticamente muy difíciles de distinguir de las obras del pintor cretense, de factura sobria y muy realista y que el pintor trasladó de la esfera civil a la religiosa. Los retratos de frailes son un regalo para la vista porque no tratan de imponer sobre el retratado misión religiosa alguna, como sucede con otros retratistas de clérigos, sino que sólo busca el lado humano del retratado.

Por último, la faceta de pintor de la corte, la menos abundante en la obra del artista pero no por eso la menos significativa. Se expone aquí una tela que normalmente se encuentra en el propio Museo del Prado en lugar prominente a la entrada, llamada La recuperación de Bahía del Salvador y que constituye un ejemplo acabado de programa ideológico iconográfico, una sublime pieza de propaganda de la casa de Austria. que la exhibía junto con otras obras que celebraban sus victorias en todos los frentes del mundo, como La rendición de Breda o La rendición de Juliers. Como puede verse en la reproducción de la derecha, el vencedor en la batalla por la que se recuperó el puerto de Bahía del Salvador, de pertenencia portuguesa, de manos de los holandeses, don Fadrique de Toledo, muestra a los vencidos arrodillados a sus pies una vera efigie del Rey Felipe en toda su gloria, coronado vencedor (él, que no pisaba los campos de batalla y jamás estuvo en América) por el Conde Duque de Olivares y Palas Atenea. Felipe pisotea las cabezas de la ira, la herejía y el engaño, convencionalmente pintado con dos rostros. Los vencidos deberán el perdón a la magnificencia del Rey mientras que en la parte izquierda del cuadro hay una preciosa interpretación de los desastres de la guerra. El mensaje de comunicación es claro: su Católica Majestad vence a los enemigos de España y de la religión, que son los mismos, les perdona la vida con misericordia y se cuida del amparo de los menesterosos y dañados por la guerra. El arte al servicio del poder terrenal que, a su vez, está al servicio del poder espiritual. La jerarquía de valores de la España Imperial, la que fue su timbre de gloria y origen de su destrucción está aquí clara.

dimecres, 11 de novembre del 2009

¿Qué fue de Rodríguez Zapatero?

Los críticos del PP preguntan con sorna cómo sea posible que el partido no tenga una mucho mayor intención de voto ni saque más ventaja al Gobierno en las encuestas a la vista de lo rematadamente mal que éste está haciéndolo. A su vez los críticos del PSOE quieren saber cómo sea posible que, con una oposición tan increíblemente mala, el partido del Gobierno y el propio Gobierno no remonten en las encuestas sino que, muy al contrario, vayan por detrás del partido de la derecha.

Tal es la situación desde hace meses, prácticamente desde las elecciones de marzo del año pasado: empate técnico; el PSOE ligeramente por encima del PP en intención de voto; el PP ligeramente por encima del PSOE en intención de voto; el PP consolidando su ventaja de tres puntos, reduciéndola a dos; el señor Zapatero ligeramente valorado por encima del señor Rajoy desde hace años y ahora, la sorpresa de que el señor Rajoy aparezca por delante. Tanto monta, monta tanto.

En realidad lo verdaderamente nuevo aquí es el desplome del PSOE y, sobre todo, del señor Zapatero de algo más de un año a esta parte. El señorRajoy nunca salió muy bien parado y no hay gran diferencia entre cómo se lo valoraba en 2004, 2008 y hoy. Pero es el señor Zapatero quien da que pensar. Según los datos del barómetro del CIS, la valoración del señor Zapatero que en julio de 2008 era de 4,75 puntos baja en octubre de 2009 a 4,11, mientras que la del señor Rajoy lo hace de 3,99 a 3,55. En cuanto a la gestión del Gobierno del PSOE, los que la veían buena o muy buena eran el 19,9 por ciento en julio de 2008 pero sólo el 13, 6 por ciento en octubre de este año; una pérdida de 6,3 puntos. Mientras que quienes la ven muy mala o mala, que eran el 33,0 por ciento en julio de 2008 pasan a 46,6 por ciento en octubre de 2009, esto es, 13,6 puntos, una barbaridad. La valoración de la oposición es todavía más pobre: quienes la consideran mala o muy mala pasan del 45,7 por ciento en julio de 2008 al 53,4 por ciento en octubre de 2009; o sea, más de la mitad de los ciudadanos censura acremente a la derecha. Y los niveles de confianza cantan la misma canción: en julio de 2008, el 34,0 por ciento de los ciudadanos tenía mucha o bastante confianza en el señor Zapatero (28, 4 por ciento en el caso del señor Rajoy), cifra que baja al 25,9 por ciento, esto es, una merma de 8,1 puntos, un descalabro (25, 9 por ciento para el señor Rajoy, una baja menor de 2,5 puntos). Quienes en julio de 2008 no tenían ninguna confianza en el señor Zapatero representaban el 26,4 por ciento, cifra que se dispara al 36,1 por ciento, casi diez puntos más en octubre pasado. A su vez, el señor Rajoy pasa en este capítulo de un 39,4 por ciento de ciudadanos que no le profesa ninguna confianza en julio de 2008 a un 43,0 en octubre de 2009, esto es, asimismo una pérdida de 4,4 puntos. Por supuesto, los resultados en los barómetros intermedios (octubre de 2008, enero de 2009, abril de 2009, etc), son consistentes: todos a la baja, sin repuntes. La conclusion es que el señor Zapatero se ha hundido estrepitosamente en el aprecio de sus conciudadanos que, sin embargo, no pasan a depositar su confianza en la hipotética alternativa del señor Rajoy ni mucho menos. La situación es, pues, muy movediza y aquí es donde, a mi entender, aparece la creciente valoración de la figura de la señora Díez, que brilla tanto no por méritos propios que encuentro escasísimos por no decir inexistentes, sino por los garrafales deméritos de sus competidores.

Lo que presenta un rostro distinto es la estimación del voto del CIS que en julio de 2008 era del 39,5 por ciento para el PSOE y el 39,3 por ciento para el PP, esto es, un empate que se mantiene tal (más o menos, décima arriba o abajo) en octubre de 2008, enero de 2009, abril de 2009, julio de 2009 y repentinamente se rompe en octubre pasado con un 37,7 por ciento para el PSOE y un 41,0 por ciento para el PP.

Con independencia de estas proyecciones de voto que, dada la situación, son muy arriesgadas, lo que más llama la atención, al menos a mí, es el deterioro de la imagen del señor Zapatero sin que mejore la del señor Rajoy. Y aquí sí creo ver mar de fondo. A mi modesto entender, la segunda legislatura del señor Zapatero ha defraudado las expectativas que generó el comienzo de la primera y que quedaron un poco en suspenso al final de ésta, coincidente con el arranque de la crisis cuya catastrófica gestión desde el Gobierno seguramente pasará a los anales de lo que jamás hay que hacer en situaciones difíciles, redoblada por la serie de pifias del caso Alakrana, que parece administrado por los Hermanos Marx. Desde entonces entiendo que el señor Zapatero ha acabado haciendo aquello contra lo que el clamor popular lo previno en 2004, esto es, ha acabado fallando a la gente. Hay como una sensación de decepción en muy distintos sectores sociales, mezclado en algunos casos con sorda irritación: la crisis económica ha hecho muchas víctimas y la negligencia, abandono, falta de claridad, titubeos e indecisión de un gobierno que habla mucho pero no hace casi nada ha coronado la operación. El señor Zapatero tiene de uñas a los jóvenes, los mayores y las clases medias que son o debieran ser sus baluartes electorales pero ninguno de los cuales ve por ahora que la situación haya hecho otra cosa que agravarse mientras que las medidas de las autoridades, de favorecer a alguien, parecen hacerlo sólo a las clases privilegiadas.

Es cierto que ha habido una actuación espléndida en la lucha contra el terrorismo y que el gobierno de los partidos españolistas en el País Vasco está dando frutos óptimos pero, como suele suceder, las cosas que se hacen bien apenas cuentan o compensan por las que se hacen mal, regular o no se hacen. Al respecto, es llamativa la pérdida de empuje del Gobierno en las reformas de calado moral, su actuación contemporizadora con una Iglesia que no la merece ni corresponde como debe y, sobre todo, la percepción de que, en cuanto a la política económica, el país está abandonado a los vientos de la coyuntura internacional porque el poder político carece de un plan claro de cómo poner coto a una evolución que ya todo el mundo acepta resignadamente que aun irá a peor en el año que entra, en contra de todas las previsiones para los demás países.

Dejo para el final la guinda del pastel: el gobierno del señor Zapatero inició su primera legislatura con mucha fuerza en el terreno teórico. El Secretario General del PSOE, debidamente aleccionado en las ideas del civismo republicano de Pettit, miraba a los ojos (frase preferida por su mentor espiritual y él mismo) a los adversarios políticos y actuaba como el referente de la izquierda ideológica europea. De eso no queda hoy nada. El republicanismo ha desaparecido tragado por un comportamiento contemporizador con la monarquía, timorato con la memoria histórica, cicatero y cutre con los derechos de las mujeres, obediente y servicial ante las exigencias del capital a quien no se toca un pelo por vía fiscal, monetaria o de otro tipo y humillado ante una jerarquía eclesiástica desagradecida y montaraz.Y en cuanto al referente de la izquierda europea no hay ya ni rastro. Tampoco parece que la próxima presidencia de la UE, cargo en el que hay que acentuar los perfiles conservadores ajustados a esta desvencijada maquinaria de la Unión, vaya a dar lustre nuevo a aquella figura de misionero de la nueva izquierda que ya no existe.

En cuanto a sus apoyos, el señor Zapatero parece seguir contando con el del gremio del espectáculo y artistas relacionados pero da la impresión de haber perdido el de un sector importante de los medios y el de los intelectuales, cosa que me parece lamentable.

(La imagen es una foto de ferran pestaña, bajo licencia de Creative Commons).

La política de la difamación.

Lo que más molesta de esta derecha española ultrarreaccionaria, carcunda, meapilas, agresiva, nacionalcatólica, centralista, demagógica, neofranquista y corrupta es su desprecio por las formas civilizadas del debate político y su recurso permanente al insulto, la descalificación, los infundios y las difamaciones. Francamente no es de recibo que la señora Ana Mato, ex-esposa del ex-alcalde de Pozuelo de Alarcón a quien se imputan comportamientos de corrupción y rapiña que harían palidecer a los filibusteros del Caribe tenga el rostro de presentarse en televisión a poner en duda sin prueba alguna, sin nada en concreto, la honradez de un conciudadano y, en definitiva, a hacer realidad el viejo proverbio de que "cree el ladrón...". Porque parece mentira que haya que señalar estos extremos, pero la política, que es como la espuma de los días, no es nada distinto de la vida cotidiana de la gente e igual que no se puede ir a la televisión a decir que el vecino del cuarto atraca a los pasantes y viola a las mujeres en el parque sin prueba alguna, tampoco se puede ir a insinuar suciedades sobre un colega de oficio como el señor Chaves sin tener otro indicio que el hecho de que le extraña que el difamado no haya hecho lo que, según se colige de sus palabras, ella sí hubiera hecho como, al parecer, estaba haciendo su marido: enriquecerse ilícitamente en un cargo público.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 10 de novembre del 2009

El lugar de los crucifijos.

La decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de declarar que los crucifijos están de más en las aulas de las escuelas por cuanto suponen "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" así como un atentado contra "la libertad de religión de los alumnos" está muy puesta en razón y es de puro sentido común. Pero sólo es de la mitad del sentido común. Imaginémosnos que en alguna sociedad de Europa occidental, por ejemplo en España, se hiciera verdad el sueño de la Iglesia católica de que todos los habitantes, grandes y chicos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, gays y heterosexuales, todos sin excepción alguna nos hiciéramos católicos, apostólicos y romanos, ¿quiere eso decir que entonces los crucifijos serían aceptables en las aulas pues ya no violarían derecho alguno? De ningún modo y aquí es donde la decisión del alto Tribunal es sólo la mitad del pescado que había que vender, porque el crucifijo está de más en las aulas por otra razón tan poderosa como la anterior: porque simboliza lo contrario de lo que el aula en la escuela representa, porque ataca su espíritu, hace burla de él y lo niega.

Los centros educativos, los de todos los niveles, son lugares de ejercicio de la razón y de transmisión de conocimientos científicos. El crucifijo, símbolo de una religión que, como todas, está basada en creencias absurdas como la infalibiliddad del Papa y en una ristra de milagros que anulan la posibilidad del conocimiento de la naturaleza representa lo contrario del espíritu escolar. Los crucifijos deben, pues, abandonar las aulas no solamente porque violen la libertad religiosa sino porque son símbolo del oscurantismo y la superstición, que siempre se han opuesto al avance de la humanidad.

Enfrente del Tribunal Europeo, la jerarquía española, por boca del secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el atildado monseñor Martínez Camino, ha hecho saber que está en contra de la decisión porque no es justa sino discriminatoria. Los razonamientos, por llamarlos de algún modo, del clérigo son verdaderamente impúdicos y sólo se entienden si la Iglesia cree que quienes administran el orden político y quienes actúan en él son tontos de baba. Dice Monseñor que el crucifijo es "símbolo de dignidad humana, de libertad". Poco me parece que tenga que ver la dignidad humana con la actualización permanente de la muerte horrorosa de Cristo; más bien estoy de acuerdo con las numerosas voces que avisan de que el cristianismo es la consagración de la indignidad, desde el sermón de la montaña hasta la pasión y muerte del Mesías; pero admito que podría discutirse sobre el asunto. Lo que está fuera de discusión es que el argumento de la libertad es de traca. ¿Podría el señor Martínez Camino ser más especifico y decir en qué momento y lugar de la historia de la especie humana ha aparecido el crucificado como símbolo de libertad? Símbolo de tiranía, de imposición, de fanatismo, todo lo que se quiera, hasta de enriquecimiento ilícito, pero ¿de libertad? ¿En dónde, cuándo, cómo?

Y, no contento con faltar a la verdad de modo tan clamoroso el mismo cura añade una afirmación que no solamente es mentira sino que parece un homenaje especial que Monseñor quiere dedicar al fundador del teatro del absurdo, señor Ionesco. Dice el obispo que la presencia del crucifijo es símbolo "de la distinción entre la Iglesia y el Estado". Siguiendo este "razonamiento" resultaría que el momento en que la Iglesia española estuvo más apartada del Estado fue durante el franquismo, cuando había crucifijos en todas partes, no sólo en las escuelas sino en las comisarías, juzgados, cuarteles, ministerios, universidades, cárceles, embajadas, etc. Dado que el señor Martínez Camino no parece aquejado de ninguna patología mental ni de achaque fisiológico alguno que pudieran mermar su recto razonamiento, habrá que concluir que dice lo dice con conocimiento de causa, sabiendo que es falso y precisamente por ello. Esto ya suena más a hipocresía católica, a Iglesia católica.

(La imagen es un crucifijo de Cimabue del siglo XIII)

La capital de todo lo posible.

Lo extraño de esta peli es que no se haya rodado antes. Responde al modelo suma de historias con un hilo común, de agregado de narraciones de distintos autores, al estilo de Historias de la radio sólo que aquí, el nexo, en lugar de la radio o el amor o la soledad (que de todo se ha visto) es la ciudad de Nueva York. Dado que mi afición a esa ciudad no conoce límites y que me parece la mejor del mundo, no podré ser muy crítico con la película, dedicada a cantar la excelencias de la "gran manzana" salvo en el hecho de que no lo haga suficientemente.

La suma de historias es un poco mareante porque son muy variadas y están contadas a un ritmo endiablado, el de la vida en Manhattan, por lo demás. Añádase a eso que están intercaladas con imágenes de los lugares más conocidos de la ciudad, tanto a título de escenario de las narraciones como en planos de postal, porque sí, para poder sacar panorámicas de los rascacielos, el Empire State Building o el edificio Chrysler, Grand Central, el puente de Brooklyn, Central Park, etc. En suma, una sucesión, un amontonamiento de imágenes, sonidos, relaciones humanas una amalgama de razas, colores, edades, ocupaciones y aficiones. La idea es contar historias pero que la protagonista absoluta sea la ciudad. Y está conseguido. Me apuesto algo a que ningún aficionado a la que fue "puerta de América" se sentirá decepcionado.

La calidad de las historias es otra historia. Hay algunas muy breves, brillantes e ingeniosas (un tipo tratando de ligar en plan romántico-literario con una puta, una pareja de ancianos parlanchines y discutidores en un paseo por Coney Island, la hija de un farmacéutico que simula ser paralítica en una salida por la noche, la muerte de un pintor sin fortuna en Chinatown, etc) y otras son más complejas; alguna difícil de entender. Pero todas tienen ritmo y tratan de captar lo que si no fuera una cursilería podría llamarse su "niuyorquidad", esto es, llaneza de trato, espontaneidad, proximidad, rapidez, flexibilidad, falta de convencionalismos; todos very cool.

Por supuesto, hay diferencias de trato en los episodios; unos directores tienen más personalidad que otros pero todos parecen haberse ajustado a unas normas comunes probablemente con la finalidad de que el producto sea homogéneo. De los muchos intérpretes sólo he reconocido a algunos, como Andy Garcia, James Caan, Julie Christie y Elli Wallach. Por cierto, los dos últimos están muy viejos. Sobre todo Wallach que, además, interpreta al anciano de Coney Island.

dilluns, 9 de novembre del 2009

Yes, we could!

La votación del sábado en la Cámara gringa de Representantes del primer plan de cobertura universal de salud en los Estados Unidos, en reñido cómputo de 220 votos a favor y 215 en contra, es un hecho histórico aparte de una sonada victoria para el presidente Obama que ve cómo está a punto de cumplirse la promesa más importante y significativa de cambio en su programa electoral. A punto porque todavía está pendiente la votación en el Senado y no se descarta algún disgusto, dado que la mayoría exigida en la Cámara alta es de 60 senadores que son justos de los que dispone el Partido Demócrata (58 escaños propios más otros dos de independientes que votan con los demócratas) sin que sea seguro de momento que todos secunden la iniciativa ya que cuando menos uno de los independientes, Joe Lieberman, se opone a ella.

Por ahora, sin embargo, momentos de euforia. Los Estados Unidos dejan de ser el pato feo de las democracias occidentales en cuanto a cobertura de salud por carecer del sistema universal que acaba de aprobarse. Éste vendrá a garantizar la atención suficiente a los más de 46 millones de personas sin atención médica alguna así como los otros 26 que la tienen muy deficiente. Este plan universal y obligatorio crea un seguro público (Public Option) que funcionará para todo el mundo que quiera acogerse conjuntamente con los planes previos de Medicaid (para los pobres de solemnidad) y Medicare (para los mayores de 65 años) y que se financiará con un impuesto extraordinario sobre las grandes fortunas y las compañias aseguradoras que, como es de suponer, están que trinan y han acentuado sus bien pagadas campañas de propaganda en contra de la reforma, acusando al señor Obama de bolchevique, terrorista, despilfarrador y negro. Todos los trabajadores deberán apuntarse a un seguro de salud so pena de ser penalizados fiscalmente si no lo hacen y financiado asimismo en buena medida con las cotizaciones de los empresarios. La cobertura es universal y gratuita y sólo han quedado al margen de ella los abortos que no vengan obligados por razón de violación o incesto en lo que ha sido la necesidad de ceder a la presión de los republicanos y un grupo de demócratas sureños, virulentamente opuestos a la interrupción voluntaria del embarazo y, desde luego, a financiarla con dineros públicos.

En resumen, de un plumazo y en menos de un año de mandato el señor Obama ha puesto en marcha (con un poco de suerte la ley puede entrar en vigor antes de fin de año si la votación en el Senado no se tuerce) el puntal básico del que aún carecía el Estado del bienestar gringo que, al respecto, aparte de ser el reino de la despiadada explotación mercantil de las necesidades humanas, dejaba al primer país del mundo por muchos conceptos en lugares vergonzosos en comparación con todos los Estados europeos occidentales en los que hace años que hay sistemas nacionales universales y gratuitos de salud.

Supongo que a partir de ahora arreciarán las críticas al presidente desde los dos campos que suelen cruzar sus fuegos para ir en contra de los avances reales en el bienestar de la gente. Los izquierdistas de salón, los radicales que afirman ser la verdadera izquierda pondrán de manifiesto las debilidades de la reforma, la inexistencia de financiación pública para abortos distintos de los mencionados, las concesiones a las aseguradoras y acabarán dictaminando que la reforma es puramente cosmética, que el señor Obama es un bluff y que la cobertura será un fracaso en un terreno que será monopolizado por las aseguradoras. Desde la derecha y en plena coincidencia de objetivos con los anteriores se subrayará el carácter intervencionista del proyecto, su ataque a los fundamentos del libre mercado y la libre empresa, su fuerte aroma socialista y su financiación con cargo a unos impuestos confiscatorios. Son las dos Casandras que llevan decenios clamando en contra del Estado del bienestar (aunque oficialmente digan que lo apoyan): la "izquierda" sosteniendo que es un mal remedo de la revolución y la verdadera justicia social, un artilugio de la burguesía y sus aliados los socialdemócratas reformistas y la derecha cavernícola, al estilo del señor Aznar para quien la culpa de la actual crisis del capitalismo la tiene el fementido intervencionismo socialista que hace años que no se da en ningún país del mundo por cuanto, como señalan los mencionados "izquierdistas" los socialdemócratas han adoptado políticas neoliberales.

Entre tanto el presidente Obama ha avanzado un paso importantísimo en la consolidación de los Estados Unidos como un Estado del bienestar, la única conquista sólida, duradera de la izquierda en el siglo XX, la única transformación real del capitalismo en pro de la justicia y el interés de las clases más desfavorecidas.

(La imagen es una foto de C4Chaos, bajo licencia de Creative Commons).

Marfil y caoba

Supongo que todo aquel que decida escribir una novela sobre el Congo belga en tiempos del Rey Leopoldo II tendrá que soportar las comparaciones con Heart of Darkness. Claro que tampoco es muy de prever que los autores vayan a probar su mano en tal tiempo y lugar con la alegría con la que escriben novelas históricas sobre Nefertiti o Giordano Bruno. En cualquier caso la de Bernardo Atxaga (Siete casas en Francia Madrid, Alfaguara, 2009, 255 págs.) no solamente no desmerece en nada frente a la de Conrad sino que, si fuera posible compararlas (hipótesis que niego vehementemente) saldría ganadora con toda comodidad.

Atxaga tiene esa virtud de los escritores de raza de crear mundos propios y de hacerlo por medios estrictamente literarios, esto es, la palabra, el estilo, los recursos narrativos, y en esta novela, a mi modesto entender, se supera incluso en sus momentos mejores, como en Obabakoak que fue en su día como una luz fulgurante. Sin duda el medio, el tiempo, el lugar, los factores sociales, las costumbres se reflejan de modo satisfactorio y sin torpezas. Pero a ellos se añade la fabulación de una historia magnífica, perfectamente administrada, el retrato de unos personajes muy bien trazados en unas relaciones típicamente humanas y verosímiles en el contexto en que están narradas. Una obra maestra de la literatura que, además, es también como una especie de reportaje de las conocidas condiciones de inhumana explotación en que el citado Rey Leopoldo mantuvo la colonia del Congo como finca privada. Las actividades paralelas de corrupción a las que se dedica la pequeña guarnición de Yangambi, de exportación fraudulenta de marfil y caoba para los mercados de lujo europeos es la variante literaria de una de las formas del proceso de lo que se conoce como acumulación de capital que, como todo el mundo sabe, no suele hacerse si no es a base de explotación, crueldad, crimen y rapiña.

Todo lo anterior está presente en la novela de Atxaga, incluso abrumadoramente presente por el procedimiento caro a Lovecraft de la referencia indirecta. No hay descripciones detalladas de malos tratos, vejámenes o torturas a la población autóctona; es más, con excepción de algún personaje intermedio, un nativo encargado del bar a quien llaman "Livo", apócope de Livingstone, los negros están clamorosamente ausentes en la narración sobre la vida de una guarnicion que rige una explotación de caucho: viven en chabolas en torno a las casas de los blancos, todos oficiales pues los suboficiales, los askaris, tambén son negros, o en sus aldeas y constituyen la mano de obra de la extracción del caucho y de lo que los colonos quieran. Tenemos conciencia del trato que esa gente recibe a través de dos prácticas recurrentes que dan idea del talante moral de los colonos: el secuestro de chicas jóvenes vírgenes en los mugini (aldeas) de la región para satisfacer los deseos sexuales del capitán de la guarnición y la costumbre de practicar el tiro al mono con mandriles en competiciones de destreza.

El capitán de la guarnición, Lalande Biran, un oficial bien relacionado con la corte del Rey Leopoldo, casado con una señorita de buena sociedad cuya manía es adquirir siete casas en otros tantos lugares de Francia, se ve obligado a ocupar el puesto mientras acumula el capital necesario a base del comercio de marfil y caoba para que su mujer corone sus caprichos. Es un hombre complejo, refinado, poeta, un tipo sacado de los ejemplares de colonos europeos en el África a fines del XIX y primeros del XX. Los demás personajes, muy escasos, pues la acción es breve en el tiempo y sucinta en las dimensiones, como una pieza de teatro, tanto los que viven en la guarnición como aquellos en Europa con los que estos se relacionan, amistades, parientes, el cura de la aldea en el caso del protagonista, Chrysostome Liège, un joven campesino muy católico y formidable tirador, están también muy bien retratados.

La vida de la estación militar, hecha de pura rutina se ve alterada por dos acontecimientos: la llegada de un nuevo miembro de la Force Publique, Chrysostome, y el proyecto de un viaje del Rey Leopoldo a Yangambi y luego Kisangani (lo que se me antoja un anacronismo porque por entonces esa ciudad se llamaba Stanley, en honor de Henry Morton Stanley) que luego se va desdibujando y rebajando hasta convertirse en un desplazamiento de un obispo y un periodista para consagrar una imagen de la Virgen María. Ambos acontecimientos, especialmente el primero, la llegada de Chrysostome, desatan un conflicto típico de guarnición de provincias que termina de modo casi canónico en la literatura del del siglo XIX, con un duelo a muerte de dos militares y una tragedia.

Todo este bullicio, esta agitación tan distinta de las pautas morales ordinarias de los personajes que entienden allí su vida como un interinato en espera de retornar, ricos, a la metrópoli están narrados en el estilo conciso y exuberante al mismo tiempo de Atxaga que lo hace tan cautivador. Conciso porque la narración es casi periodística, huyendo de hipérboles y tropos diversos, exuberante porque se vale de recursos mezclados: narración directa, diálogos, monólogos, memorias, referencias y crónicas de corresponsal.

Por lo demás la historia, el conflicto que se plantea tiene los elementos de pasión, odio, envidia, venganza, amor y tesón que pueden alcanzar las grandes episodios del existir humano con independencia del tiempo y el lugar en los que se den.

Asalto de Matas.

Leo en Escolar.net el siguiente texto titulado Lujo y miseria

"En el palacio de Jaume Matas cada escobilla del retrete cuesta 375 euros, y hay cuatro baños. No es la única obscenidad escatológica de una mansión de 657 metros cuadrados donde todo lo que reluce está lleno de mierda. En esa casa deshabitada hay 8 televisores Bang & Olufsen y sólo el del salón cuesta 12.000 euros. Hay una bodega con 500 botellas de vino, 50 Vega Sicilia. Hay un enorme ropero con 40 bolsos de marcas de lujo, a 1.500 euros de media cada uno. Hay 38.000 euros gastados en cortinas, casi dos años de sueldo de un Guardia Civil como los que registraron el palacete hace unos días. Hay madera de roble y mármol: una reforma que, según el arquitecto municipal, costó dos millones de euros. Hay 40 felpudos a 800 euros cada uno. Hay 30 obras de arte de gran valor, aún por calcular. Hay un joyero casi vacío, porque lo más valioso se lo llevaron a Nueva York: un reloj Cartier de 12.894 euros, un anillo de oro de 5.000, un Rolex de 23.000… Hay una tasación de la Agencia Tributaria que dice que el palacete –sólo el edificio, sin la reforma ni la decoración– vale 2,47 millones de euros, a pesar de que Matas dice que pagó por él 980.000 euros en el año 2006, en plena burbuja.

Hay una explicación imposible sobre cómo lo pudo comprar, siquiera a ese precio: su sueldo era de 84.000 euros al año y, cuando llegó al gobierno balear, en 2003, todo el patrimonio familiar sumaba 152.805 euros. Hay también otra casa en la playa y un piso de lujo en Madrid. Hay un Partido que se llama Popular y permanece en silencio –al menos ya no lo defiende–. Y hay un temor en Génova 13: que el ex ministro Matas no vuelva a España a declarar. Que se fugue, como Luis Roldán."

Añado yo: si lo traen a declarar, que venga esposado porque, a la vista de lo visto, éste se lleva las cámaras de TV.

(La imagen es una foto de Jaumeperellop, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 8 de novembre del 2009

Deslealtad y felonía.

La derecha española se pasa la vida hablando de su respeto al Estado de derecho, de su apoyo a la eficacia e independencia de la administración de justicia, de su compromiso con los principios de imperio de la ley e igualdad ante ella y proceso debido. Hablando, que es gratis. Otra cosa y muy distinta es lo que hace: desde que comenzó el escándalo del caso Gürtel, el PP no ha cejado en la tarea de obstaculizar la acción de la justicia. En lugar de acatar las decisiones judiciales en todas sus etapas y ponerse a disposición de la policía y de los tribunales para esclarecer cuanto antes unos hechos que apuntan a una situación de práctica corrupción del partido entero, ha hecho cuanto ha podido por impedirlo: ha mezclado y confundido deliberadamente los conceptos de responsabilidad penal y responsabilidad política con el fin de que sigan en sus cargos personas imputadas como el señor Bárcenas o de más que dudosa moralidad, como el Curita, cuya presidencia de Generalitat convierte a Valencia en el dominio de los hampones, al estilo de la Opera de tres centavos; ha cargado contra la instrucción del proceso, difamando al juez instructor, señor Garzón, acusándolo falsamente de prevaricar; ha cuestionado todos los pasos procesales y todas las actuaciones de las fuerzas se seguridad, dando pábulo a cualquier bulo o patraña que pudiera debilitar la legitimidad de la actuación de las instituciones del Estado; ha llegado a acusar a éstas de instalar en España un "Estado policía" sin una sola prueba. Actualmente está empeñado en cuestionar un mecanismo tecnológico de acopio de pruebas con el fin de pedir la nulidad de las actuaciones en el caso Gürtel. Es decir el PP no trata de que los asuntos se aireen y ventilen en procesos públicos sino de que triquiñuelas procesales, dilaciones y otras artimañas, obliguen a anular lo actuado (como sucedió con el caso Naseiro) o a reconocer la prescripción del delito (como en el caso Cañellas y como se pretenda ahora en el del señor Fabra). Es decir, se trata de impedir que se haga justicia.

A eso le llaman respeto al Estado de derecho cuando, en realidad, es una actividad más destinada a reventarlo, una actividad que, al minar los fundamentos de ese mismo Estado de derecho, pone a la derecha española en el mismo vehículo antisistema en que pueda encontrarse Batasuna. Pero con una diferencia muy notable: los de Batasuna atacan el sistema porque quieren cambiarlo por otro que consideran más justo; los del PP únicamente para garantizar la impunidad de los corruptos. Diferencia muy notable a nivel moral y humano aunque no lo sea al jurídico.

Porque la felonía de la derecha alcanza niveles pavorosos. El comportamiento en el caso del atunero Alakrana no deja lugar a dudas. Según parece, gran parte de la responsabilidad por la situación recae en los armadores por no atenerse a los protocolos de seguridad y por saltárselos animados por el afán de lucro. Si esto es así deben afrontar las consecuencias civiles de sus actos porque el Estado español no está para proteger a quienes se saltan la ley. Pero, una vez producido el hecho y que tampoco los llamados piratas somalíes pueden tomarse la justicia por su mano, está claro que hay ciudadanos españoles en apuros y que nuestras autoridades deben protegerlos y castigar toda demasía que se haya cometido con ellos con independencia de que, más tarde, se depuren las correspondientes responsabilidades. En esta situación, la convención democrática manda que el (o los) partido(s) de la oposición hagan causa común con el gobierno porque se trata de un asunto de Estado. Al no hacerlo, al criticar en todo momento la actuación oficial, al torpedear sus iniciativas, al tratar de beneficiarse del desgaste que este problema cause al gobierno, el PP incurre en un comportamiento tan desleal y felón como el que tiene en relación con el caso Gürtel, es decir, pasa a ser el Partido Pirata pero no de los piratas suecos, que cuestionan las leyes sobre derechos de autor, sino de los piratas somalíes, que amenazan la libertad de navegación y van contra el Derecho del Mar con la también notable diferencia de que si los somalíes lo hacen por necesidad, los del PP lo hacen por complicidad con la corrupción y para encubrirla.

(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).