dimecres, 11 de gener del 2012

El timo de las empresas de mensajería.

Cuando se privatizaron algunos servicios de correos, en concreto los más lucrativos, esto es, la mensajería y la paquetería, la propaganda de las empresas privadas que querían quedarse con el negocio ya había acuñado una imagen destructiva, demoledora, del servicio postal: caro, lento, ineficiente, descuidado, las cartas se perdían, los paquetes se devolvían, etc., etc. Todo era mentira, como las demás "críticas" que se han estado haciendo a otros servicios públicos que el capital privado codicia. Porque en algo es realmente maestro este capital: en el arte de la publicidad engañosa y la propaganda. Frente a él, Correos no tenía nada que hacer porque, siendo público, no hacía publicidad de sí mismo.

Sin embargo, el servicio de correos, aquí y en todas partes en el mundo civilizado es mil veces mejor y más eficiente, que esos chiringuitos de mensajería que han proliferado como las setas en las ciudades. En las ciudades, claro es, no en los campos en los que el servicio ruinoso de llevar una carta al año al abuelo que vive en un pueblo perdido de la sierra recae sobre Correos. Y aun así, éste, el servicio postal, además de esta función encomiable, es más eficiente que las empresas privadas por no otra razón que éstas no están para prestar un servicio sino para lucrar a sus propietarios, darles cuantiosos beneficios. Y ¿de dónde saldrán estos sino de hacer que los clientes paguen el servicio de mil maneras además de la dineraria?

Veamos un ejemplo de cómo funciona una cualquiera de estas empresas: estás esperando un paquete importante; la empresa, sin consultarte, te lo lleva a domicilio cuando le peta. ¿Que estás? Tienes tu paquete. ¿Que no estás? Te has metido en un lío. Algunas de estas empresas te dejan un aviso escrito y te piden que vayas a recoger el paquete en persona a su sede, sita en las Chimbambas, con lo cual, ya me dirás qué has ganado con relación a correos, cuya estafeta suele estar a una distancia próxima de tu casa.

En la ausencia, otras empresas te dicen que llames a un número de teléfono en el que te espera un buen rato de audición de cualquier detestable musicanga repetida sin parar así como la gangosería habitual de "nuestros agentes están todos ocupados; por favor, espere" (y pague). Cuando alguno de esos ocupados se desocupa, te dice que pasaron a dejarte el paquete, que no estabas y que van a volver, si te viene bien, mañana por la mañana. Pides que sea por la tarde; por la tarde no trabajan. Fuerza es por la mañana. ¿A qué hora? No te lo pueden decir porque depende de sus trayectos; "a lo largo de la mañana". Lo cual significa que te quedas de guardia en casa, dejas de ir al trabajo y todo con el riesgo de que tampoco vengan. Es decir, tienes que regalarles tu tiempo porque sí, porque les da la gana y quieren hacer negocio a costa tuya.

Finalmente, otros te llaman ellos mismos y se produce un diálogo similar al anterior. Como gracia generosa te dirán que el repartidor te llamará una hora antes. Por supuesto, desde un "número privado", para que no puedas saber quién es ni puedas devolver la llamada ni llamar al repartidor por tu cuenta con algún cambio de planes. Lo tuyo es esperarte en casa hasta que a estos mendas se les canten las narices ir a entregarte un paquete que es tuyo, que has pagado o te has comprometido a pagar y que llevas días esperando.

¿A que le ha pasado a todo el mundo? Mi último caso son unos envíos urgentes pedidos el día 1º de enero, entregados por el proveedor, Amazon, el dos de enero a la empresa MRW, supuestamente especializada en esas urgencias, con una previsión de tres a cinco días de plazo y que, a día 10 de enero aún no me han sido entregados, ni lo serán porque tienen que hacer un trayecto de Madrid a... Madrid, nada menos. Sí me han estado volviendo loco en cambio con llamadas contradictorias y promesas falsas.

Mi anhelo más ferviente es que Amazon vuelva a confiar en Correos entre otras cosas porque, de seguir haciéndolo en la gente de MRW, no volveré a comprar uno solo de sus productos y contaré a todo el mundo, como lo hago ahora, el trato sufrido por unas empresas que presumen de lo que no son ni tienen.

(La imagen es una foto de robin.elaine, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 10 de gener del 2012

La pasarela de los modelos políticos.

Los dos presidentes "modélicos", según Mariano Rajoy, se sientan en el banquillo de los acusados para responder por diversos presuntos delitos de corrupción. En sí mismo esto es ya una lección de un modo de entender la política despilfarrador, caciquil, clientelar y, en definitiva, delictivo. Una forma, no de servir a los ciudadanos sino de estafarlos y esquilmarlos, algo que afecta directamente al Partido Popular (Matas fue ministro con Aznar y Camps, un punto de referencia esencial en el PP) y frente a lo cual éste guarda un silencio denso, sentado sobre su flamante código de buenas prácticas que, obviamente, no ha aplicado ni, según se ve, piensa aplicar. También es una lección de la independencia de la Justicia en España que es lenta, tiene defectos, pero al final funciona con la seguridad y la inmutabilidad de un antiguo batán.

Hay quien dice que el caso de Camps es "de cuantía menor", clasificándolo como los delitos y, en efecto, en concreto se trata de unos cuantos trajes y unos miles de euros. Pero ese argumento tiene dos respuestas: 1ª) aunque fueran cientos de euros y unos calcetines, tratándose de un político, no es un asunto menor; 2ª) no se trata sólo de los trajes sino que, detrás de los trajes hay un increíble gatuperio en que unos sinvergüenzas, en connivencia con cargos del PP de la Comunidad valenciana, se han apropiado presuntamente de cientos de miles, millones de euros a base de prácticas corruptas, para enriquecerse personalmente y/o financiar ilegalmente al PP, mientras se esquilman las arcas públicas.

Para darse cuenta de algo tan elemental basta conectar dos hechos: el sistemático y supuesto saqueo de los caudales públicos en Valencia a través de la trama Gürtel cuyos señuelos eran los trajecitos y la ruina de la Comunidad que ha obligado a su presidente actual a subir el IRPF y la gasolina para salir del paso como sea. Y ese es el comienzo. Cuando los valencianos echen gasolina en el depósito o paguen sus impuestos sabrán que están sufragando la estatua de Fabra (el de Castellón) su aeropuerto fantasma, las inexistentes torres de Calatrava, la visita del Papa y... los trajes de Camps. Un consuelo.

Por cierto, el comportamiento de Camps en el juicio está siendo tan típico, histriónico y estrambótico, en compañía de la claque que lo jalea, gesticulando y haciendo caretas que Palinuro se afirma en su suposición de que este hombre tiene trastornado el juicio. Ayer, por ejemplo, creyó ver agentes de la Stasi, de la policia comunista alemana, en dos funcionarios del cuerpo nacional de polícía. ¿No convendría que lo examinara un psiquiatra?

Al lado del caso Matas, la Gürtel valenciana es un tejemaneje de quinquis. Siempre hay clases. Matas parece ser el acorazado de la corrupción. Los millones de euros de su fianza lo sitúan entre los olímpicos de guante blanco y todo lo que de él depende adquiere la misma tonalidad titánica. Según las noticias, la fianza que el juez puede imponer a Urdangarin, el presunto socio de Matas en Marivent será de otros tres millones de euros porque parece que los dos iban a lo grande. "Del Rey abajo", debía de pensar Matas, "yo mismo". Quizá pueda decirse de él, como del duque de Villamediana, que "picaba bien, pero picaba muy alto".

Pero tampoco el asunto Matas es únicamente él solo. Comparece el ex-presidente a responder por un presunto delito de contratación ilegal de un plumilla, cargado de años y de experiencias quien, al parecer le escribía los discursos con ígnea oratoria ciceroniana y luego se los alababa en sus columnas periodísticas haciendo, en consecuencia, un lucrativo doblete. ¿Creíamos pasados los tiempos en los que los plumíferos mendigaban las mercedes de los señores a los que dedicaban sus ditirambos a cambio de un plato caliente y una yacija? Pues no es así. Claro que ahora parece que el plato cuesta medio millón de euros que salen del bolsillo de los contribuyentes, incluidos aquellos a los que el plumífero insulta. Hasta en la corrupción hay burbujas.

Pura nada.

Uno de los momentos típicos de la propaganda de la derecha es cuando el candidato a la presidencia del gobierno publica un libro en el que da a conocer su ideario, generalmente editado por potentes editoriales conservadoras, como Planeta o Espasa-Calpe. A Fraga no le hacía falta porque los tenía publicados por docenas, ensayos, libros académicos, generalmente con bastante fondo, memorias, etc. A los dos siguientes candidatos hubo que ponerlos a escribir. Aznar llegó a publicar tres obras antes de ser elegido presidente, siempre con esa finalidad propagandista: Libertad y solidaridad, Planeta, 1991; España. La Segunda Transición, Espasa-Calpe, 1994, que no tiene desperdicio, empezando por el título; y La España en que yo creo, Noesis, 1995. Luego de su salida del gobierno, el político del PP ha seguido escribiendo libros todos ya en Planeta, en los que alaba su gestión, Ocho años de Gobierno, 2004; amonesta a la juventud y ataca al gobierno socialista, Cartas a un joven español, 2007; o propone sus fórmulas miríficas para sacar a España de la crisis en la que la han hundido el radicalismo y la incompetencia de los socialistas, España puede salir de le crisis, 2009. Aznar es casi por sí solo un think tank. Quizá no tenga mucho think, pero sí mucho tank.

Al lado del prolífico Aznar, Rajoy parece el hombre de un solo libro, pero no al modo de aquel sabio al que Tomás de Aquino decía temer porque, conociendo un solo libro pero conociéndolo a fondo era temible, sino al modo de quien no es capaz de escribir otro y aun este a muy duras penas. Es evidente que Rajoy no es hombre de escritura. Si se le añade que, en el torbellino de la vida de un candidato a la presidencia del gobierno, apenas queda tiempo de leer la prensa, mucho menos de sentarse con el sosiego necesario para escribir algo con sentido, únicamente puede esperarse un resultado como éste que de libro tiene el hecho de constar de 256 páginas impresas entre dos cubiertas de cartoné (Mariano Rajoy, En confianza. Mi vida y mi proyecto de cambio para España, Barcelona: Planeta, 2011). El autor dijo que destinaría los beneficios de las ventas a alguna causa justa o noble. Pero no sé si esos beneficios habrán sido muy altos, salvo que su partido haya comprado la edición entera para regalársela por Reyes a los militantes... que hayan sido malos.

No obstante, los analistas estamos obligados a leer estos productos porque, aunque sólo tratan de embellecer la posición propia, denigrar la del adversario en un maniqueísmo realmente aburrido, de ocultar, enmarañar y no decir nada en medio de un fárrago que suele hacerse interminable, también tienen su lado provechoso. Es la magia de la escritura, de la que no son muy conscientes quienes a ella se arrojan como espontáneos. Al escribir nos delatamos, por mucho cuidado que se ponga en no asomar demasiado. "Los libros", decía Jean Paul, "son cartas largas a los amigos". Pero si un amigo es un psicoanalista, la carta larga se convierte en una larga sesión de diván en la que el autor acaba revelándose quiera o no.

El libro de Rajoy es un increíble desorden. Mezcla los contenidos de los capítulos, altera el tiempo de los relatos, mete largas morcillas que no vienen al caso, incluye párrafos enteros de discursos que ha pronunciado en algún otro lugar, elucubraciones, disquisiciones y comentarios que no encajan en la narración o la hacen repetitiva y tediosa. Carece de toda estructura salvo un vago hilo cronológico que va de su nacimiento al presente. Trata de dibujar el sentido en el subtítulo hablando de su vida y su proyecto para España. Uno podría creer que asistirá al desarrollo de ese proyecto imbricado en una intensa vida de experiencias. Pero no es así. No hay proyecto sino un conjunto de creencias conservadoras, autoritarias (las palabras "disciplina" y "sacrificio" aparecen mucho), clericales, tradicionalistas, patrióticas, al estilo del pensamiento reaccionario español de siempre. Él mismo dice que su modelo de España es la restauración de Cánovas y Sagasta (p. 49), es decir, la España del caciquismo más duro. Eso no es un proyecto, sino una nostalgia. Y su vida es una biografía anodina, de hijo de burguesía de provincias, ñoño y pacato, educado en parte en los jesuitas y que jamás, ni en sus años de mocedad y juventud tuvo un solo arranque. Relata como una especie de rebeldía un viaje en auto-stop a sus 16 años ¡a Baleares!, al parecer, su única aventura juvenil antes de retornar a la vida "normal" de misa del domingo, aperitivo del mediodía en el bar de toda la vida, almuerzo en familia y partido de fútbol. Así tal parece que el hecho de haber sido algo tan poco romántico como registrador de la propiedad a los 22 años pudiera considerarse una liberación.

Después de la parte dedicada sucintamente a la infancia, adolescencia y primera juventud vienen otras tres que, a duras penas pueden clasificarse como su carrera política en el PP, su etapa en diferentes ministerios de los gobiernos de Aznar y sus ocho años como candidato, todo tan enmarañado, confuso y maniqueo como la primera parte. Relata a trompicones algunas anécdotas, predica las virtudes del sacrificio, interrumpe para lanzar diatribas contra los gobiernos de Zapatero, y predica sus consabidos principios sin orden alguno, sin ningún afán de veracidad, pura propaganda; o sea, nada. Este libro es un largo mitin a los seguidores.

Algunos momentos interesantes generalmente no por lo que dice porque, como buen alumno de los jesuitas, procura no decir nada, sino por lo que deja ver a su pesar. Siendo ministro de Cultura comenta: "Suelo decir con cierta sorna que en realidad, lo que yo aprendí en el ministerio más que de cultura fue de números..." (p. 123). El subrayado es mío porque lo de la sorna tiene su miga pero nada comparado con el hecho de ir a un ministerio de Cultura como ministro a aprender. La burbuja inmobiliaria le preocupa mucho porque, obviamente, cuestiona su permanente elegía al milagro económico de España con el PP entre 1996 y 2004, pero se las ingenia para culpar de ella al Tribunal Constitucional que reconoció competencias sobre el suelo a las Comunidades Autónomas (p. 113) y... al PSOE, que cabalgó sobre ella (pp. 219 y 241). De todo lo desagradable tienen la culpa los demás. Por ejemplo, se vio obligado a recurrir al Tribunal Constitucional el Estatuto de Cataluña porque los socialistas habían suprimido en 1984 el recurso previo de inconstitucionalidad (p. 61), tema machacón en los escritos de la derecha más agresiva en los años 80. Lo agradable y acertado es obra suya incluso cuando fue al revés. Probablemente el párrafo más sinuoso y desvergonzado de la obra sea el que dice: "En el plano nacional nos propusimos iniciar una política de acuerdos con el partido socialista, cuyos resultados fueron el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que se firmó a finales de ese año -recuerdo que fue el día de la Inmaculada concepción..." (p. 169). Jesuitismo mariano, porque ese pacto lo propuso Rodríguez Zapatero y él, Rajoy, dijo entonces que era un "conejo que Zapatero se sacaba de la chistera".

El resto del libro tiene este grado de verosimilitud. Cuando la presidencia española de la UE sostiene Rajoy que intentó cooperar con el gobierno socialista (p. 185), lo cual contrasta con la habitual percepción de los españoles, que siempre han visto al PP en la oposición torpedeando todas las acciones del gobierno socialista interiores o exteriores. Al final de la segunda legislatura de Aznar reconoce tres crisis : el islote Perejil, el Prestige y la guerra del Iraq; cada una de ellas despachada en dos caras, sin crítica alguna; al contrario, sostiene la versión de Aznar de la justicia de aquella guerra ilegal, aunque, muy Rajoy, no lo dice claramente. Por supuesto, en el atentado del 11-M, los socialistas lanzaron las hordas contra las sedes del PP y el malvado Rubalcaba hizo unas declaraciones explosivas en la jornada de reflexión (p. 214). De su entrevista en El Mundo en esa jornada de reflexión en la que decía que tenía "la convicción moral" de que había sido ETA, ni una palabra. Y en esa convicción debe de seguir porque su versión del juicio del 11-M es la variante moderada de la llamada conspiranoia: los autores intelectuales se han ido de rositas.

La oposición del PP, dirigido por él a los gobiernos de Zapatero ha sido bronca, intolerante, insultante y agresiva, como puede verse en las hemerotecas. Pero según el autor esa "confrontación" se debió a que Rodríguez Zapatero había roto todos los consensos de la transición: el de las comunidades autónomas, el del terrorismo, el de la cuestión religiosa, etc. En una ocasión se le escapa un "solemne" que recuerda mucho uno de sus insultos preferidos al presidente socialista, al que llamaba bobo solemne.

Un dato simpático de la confesión de Rajoy que un psicoanalista llamaría el de las pulsiones reprimidas: ni una mención al caso Yak 44, ni una mención, ni de pasada, a la corrupción o a la Gürtel. Son silencios extraordinariamente reveladores. Aunque ninguno tanto sobre la estructura mental del personaje como el de que en las 256 páginas en las que se habla de progreso, modernidad, globalización, cambio, futuro, etc, no aparece ni una vez la palabra internet. Sólo hay una referencia al ciberdelito. Ese es el proyecto.

¿Alguna duda? El hombre que, al mes de su toma de posesión aún no ha expuesto programa alguno ni concretado ningún detalle y que ha aplazado su primera comparecencia en el Parlamento a primeros de febrero, deja escrito: "Considero necesario presentar un plan completo, coherente, entendible por todos, y que se pueda desarrollar durante cuatro años. Y que esto debe hacerlo un gobierno que desde el mismo instante de la sesión de investidura deje claros sus objetivos esenciales". (p. 242) Pura nada solemne.

dilluns, 9 de gener del 2012

Ojo a los medios, chicos.

Los medios necesitan noticias. Viven de ellas. Cuanto más llamativas, truculentas, catastróficas, mejor. Si no las tienen, pueden caer en la tentación de crearlas o inventárselas o darlas de tal modo que acaben siendo lo que buscan. ¡Qué más quisiera El País y, con él, los demás, que en el PSOE anduvieran a tortazos, expulsándose mutuamente o escindiéndose, como si fuera IU! Sobre todo cuando el gobierno no es noticia pues su presidente ha decidido que las inaplazables urgencias de ayer pueden ahora esperar por si acaso los asuntos tuvieran la gentileza de resolverse solos, los mercados dejaran la deuda en paz, las agencias de calificación olvidaran el abecedario, la Gürtel fuera una invención de los tribunales y el amigo Urdangarin tuviera los millones supuestamente distraídos depositados en el Instituto para las Obras de Religión, para la conversión de los infieles.

Todo el mundo insiste en que los partidos deben ser democráticos en su funcionamiento interno, que sus órganos de dirección y sus liderazgos deben seleccionarse mediante elecciones y que la práctica de la unción o la designación es autoritaria y no deseable. Pero cuando un partido da ejemplo e inaugura un proceso democrático, muchos piensan que va a fragmentarse y, por falta evidente de cultura política, esperan (y, en el fondo, desean) que las elecciones se conviertan en un guirigay, en una pelea de gallos. Así se venden más periódicos.

El PSOE no debe caer en esa trampa. Ha de mantener un debate a fondo sin personalismos y sin agresividad. El hecho de pronunciarse por primarias abiertas indica voluntad de incorporar a la ciudadanía al proceso decisorio. Y la ciudadanía no quiere broncas.

Autocrítica de Rodríguez Zapatero.

En el Comité Federal de ayer, Zapatero pidió un debate ejemplar a los candidatos y autocrítica al partido. Él mismo había preparado un escrito con la suya pero, no queriendo restar protagonismo a los dos candidatos, renunció a leerlo en público y se lo envió a Palinuro, autorizándolo a darlo a la luz pública. Este es el texto literal del expresidente:

Compañeras y compañeros: en líneas generales el balance de las dos legislaturas de nuestro gobierno ha sido positivo a pesar de las circunstancias sumamente adversas. Aunque yo fui el presidente, el mérito es colectivo y debemos felicitarnos. Pero hemos tenido fallos; nos han costado las elecciones y es el momento de de considerarlos y hacer la oportuna autocrítica.

El talante. Trajimos un espíritu nuevo a la política española, bronca y crispada, animado de las concepciones del republicanismo cívico. Quedó patente nuestro compromiso con la democracia en medidas pensadas con ánimo de Estado antes que de partido. Lo más notorio fue la regulación de la RTVE con la cual ésta dejó de ser un aparato de propaganda del gobierno para convertirse en un medio público neutral y de alta calidad. También se vio en la política de nombramientos, en la que atendimos ante todo a la competencia y el interés general en vez del partidismo. Gracias a ese criterio fue presidente del Tribunal Supremo un católico a machamartillo como Carlos Dívar. Quizá nos pasamos un poco, como cuando indultamos a un banquero condenado por los tribunales de justicia. Lo atribuyo a ese prurito de la izquierda de no ser clientelistas como la derecha. Pero una cosa es que no nos confundan y otra pecar de excesivamente generosos o ingenuos. Admitido. No se debe imitar a la derecha pero tampoco darle más cancha de la merecida. Y mucho menos atizar estopa a los nuestros. Muchos de estos que han protestado por el trato recibido, en realidad, están escocidos por no haber sido nombrados nada. Desde luego la política de nombramientos no fue mi punto fuerte. Quizá fui demasiado presidencialista a fuer de seguro en mí mismo. Debe tenderse más al espíritu de equipo y a contar con tod@s; no sólo con l@s amig@s.

Los derechos civiles. Son mi mejor recuerdo. Lo hicimos de cine. Animados por el republicanismo avanzamos mucho en la igualdad de género, luchamos contra la violencia machista, profundizamos en las garantías del aborto, igualamos a l@s homosexuales en materia de derechos civiles, protegimos a los dependientes, consolidamos la educación para la ciudadanía y aprobamos la así llamada Ley de la Memoria Histórica. La sociedad española se puso a la vanguardia de las europeas en cuanto a la igualdad de derechos de los ciudadanos. No obstante, fallamos en el asunto de la Memoria Histórica pues la ambigüedad y falta de audacia de nuestra norma ha hecho que el asunto esté paralizado, que el único juez con valor para aplicarla en un sentido progresista se vea hoy ante los tribunales, y que sea la Argentina quien, para nuestra vergüenza, haya empezado a investigar los crímenes del franquismo. Algo parecido nos sucedió con la basílica de Cuelgamuros. Encomendamos el asunto a una comisión de expertos (ya he comprendido que esto no funciona nunca) que, al final, hace depender la solución de una decisión de la iglesia católica.

Autonomías. Conseguimos la reforma satisfactoria de los estatutos de muchas de ellas, pero tropezamos en Cataluña. Probablemente me precipité al afirmar que en Madrid se aprobaría el texto que enviara el Parlament, pero lo hice de buena fe, tratando de llegar a un acuerdo. No calculé el obstrucionismo del PP al embarrancarlo en el Tribunal Constitucional y no supimos desactivar el chantaje de la derecha al negarse a la renovación durante años, aunque me gustaría saber quién hubiera sido capaz de hacerlo, cuando Rajoy recorría España pidiendo firmas en contra del Estatuto que muchos consideraban en contra de Cataluña.

El terrorismo. Bien está lo que bien acaba y el terrorismo etarra se ha acabado en España. No reconozco error alguno en las negociaciones iniciadas en 2004 y abruptamente rotas por culpa de ETA en 2006. Si acaso otro exceso de buena fe. Pero no me arrepiento de él. El Estado jugó limpio; los terroristas, sucio. Por eso se desprestigiaron incluso a ojos de los suyos. Luego, nuestra acción antiterrorista fue decisiva y la lacra del terrorismo se ha acabado.

Crisis económica. Oigo a menudo que tardé demasiado en reconocer la gravedad de la crisis. Palinuro me lo ha dicho muchas veces. Es verdad, pero comprensible: me resistía a creer que la tormenta financiera alcanzara caracteres tan destructivos. Nos pilló, además, embarcados en políticas neopopulistas, con la inercia de la anterior coyuntura alcista, de bajar los impuestos, otorgar subvenciones como el cheque-bebé o los 400 euros de devolución a todo el mundo. No se debe ceder nunca a las tentaciones populistas. La izquierda lucha y conquista derechos, no dádivas, y menos debe otorgarlas cuando está en el gobierno. Una vez lamentablemente clara la situación de peligro excepcional de España adopté las medidas que eran obligadas para el interés del país. Tampoco me arrepiento. Esas medidas no significaron un giro neoliberal del PSOE, como dijeron quienes dicen situarse a nuestra izquierda, sino que venían impuestas por la necesidad. Fui libre de adoptarlas y las adopté en libertad porque ya Hegel dice que ésta, la libertad, es el conocimiento de la necesidad. Con ello sabía que perderíamos las elecciones. Así queda desmentida esa afirmación en un cable secreto del embajador de los Estados Unidos que filtró WikiLeaks en su día según el cual soy un político "cortoplacista" que sólo pienso en términos electorales. Sin embargo he de reconocer que las medidas de recortes atacaban a los más débiles y no hicimos lo suficiente por compensarlas exigiendo sacrificios a los más ricos: no tocamos las grandes fortunas, no aumentamos en el IRPF (ese que ahora sube el PP), no aligeramos sustancialmente la situación de los asfixiados por las hipotecas y no perseguimos suficientemente el fraude fiscal ni sus paraísos.

Política exterior. De nuevo balance positivo. Sacamos nuestras tropas del Irak, de una guerra injusta, ilegal, criminal, de rapiña. Hubimos de soportar la grosería y la falta de educación de un presidente Bush, acostumbrado a que sus "aliados" le laman las botas, y que sólo es capaz de entenderse con gente tan tosca como él. Pero afianzamos el principio de autonomía e independencia de nuestra política exterior que luego hemos ejercido con sujeción estricta a los mandatos de las Naciones Unidas. Mi propuesta de la Alianza de las civilizaciones sigue siendo válida. Es más, es la única forma razonable de administrar la multiculturalidad de nuestras sociedades. Pero no está el tiempo maduro para ella.

La iglesia católica. En este campo de la religión no hemos estado muy afortunados, si bien tampoco hemos sido tan catastróficos como sostiene Palinuro. Hay que tener en cuenta no solamente la inmensa fuerza de la organización eclesiástica y sus apoyos en la sociedad sino también la gran cantidad de beatos y meapilas que pululan entre nosotros. No me gusta citar nombres, pero todos los conocen. En cualquier caso, es verdad que no nos atrevimos a denunciar el Concordato de 1953, claramente inconstitucional, ni los ignominiosos Acuerdos con el Vaticano de 1979. No tocamos ninguno de los privilegios del clero y, de hecho, incrementamos al 0,7 la casilla de la iglesia en el IRPF, verdadero expolio a todos los ciudadanos, al tiempo que jamás llegamos a ese mismo 0,7 del PIB en Ayuda Oficial al Desarrollo, a pesar de ser un compromiso de hace veinte años. Por último es asimismo cierto que dejamos morir nuestro proyecto de Ley de Libertad Religiosa. Las vociferantes y multitudinarias manifas de la jerarquía católica nos acobardaron. En este campo Palinuro exagera pero, en verdad, cedimos ante la iglesia. Sugiero a las compañeras y compañeros que no cometan nuestro error.

He hecho una autocrítica justa; no complaciente pero tampoco masoquista. Espero sirva de base para parte del debate de ideas que habrán de llevar adelante los dos candidatos.

(La imagen es una foto de Luis Jáspez, bajo licencia de GNU Free Documentation).

diumenge, 8 de gener del 2012

¿Saben lo que hacen?

La encuesta de Metroscopia de hoy en El País da una idea inquietante de lo que piensan los ciudadanos sobre las primeras medidas del gobierno de Rajoy. No es un pensamiento muy solidario ni tampoco muy coherente. La mayoría aprueba los recortes pero rechaza la subida del IBI y del IRPF. La conclusión es de un egoísmo casi infantil: se apoyan los recortes porque, hasta ahora, están circunscritos a sectores concretos de la población (los jóvenes, los dependientes, los jubilados) con los que la mayoría no se identifica. Pero rechaza las subidas de impuestos porque esas sí le afectan.

No obstante las medidas en su conjunto no merman el apoyo al gobierno. Un 60 por ciento de la población piensa que Rajoy sabe lo que hace, frente a un 80 por ciento que, como señala el mismo diario, pensaba que Zapatero improvisaba. Rajoy haría bien en consultar a ese 60 por ciento de la población sabedor de que él sabe lo que hace, por lo menos para enterarse a su vez. Porque la subida de impuestos, que coloca a España en tercer lugar en la Unión Europea en presión fiscal, sólo tiene dos explicaciones: o bien estaba preparada de largo tiempo y el gobierno queda como un mentiroso redomado puesto que tanto Rajoy como sus gentes se hartaron de decir que no habría subida de impuestos, o bien esa subida es una improvisación, mayor y más grave de las que haya podido poner Zapatero en práctica.

Esta cuestión viene a demostrar una injusticia clásica: si la izquierda improvisa, paga por ello; si lo hace la derecha, gana puntos en el apoyo popular. Quizá sea una muestra del estilo churchiliano de los conservadores que siempre los ha empujado a preparar muy concienzudamente sus improvisaciones. Sucede con otros fenómenos, por ejemplo, la corrupción, que aniquila a la izquierda pero no pasa factura a la derecha.

Con todo, de lo que nadie parece dudar es de que las medidas ya adoptadas llevarán al país a la recesión en 2012, a una mayor destrucción de empleo, a más recortes y más desmantelamiento del Estado del bienestar. Pero nada que no esté sucediendo en Europa. El predominio de la derecha en la Unión, ese Jano bifronte o Hermafrodita francoalemán, con su rígido, dogmático neoliberalismo encuentra terreno abonado en España con un gobierno dispuesto a comportarse como le ordenen, un poco como el anterior, pero más a la brava.

El recetario neoliberal es una verdadera catástrofe en la que, cuanto más decisivas son las medidas, menos tardan en fracasar a la vista de todos, sobre todo de los vigilantes mercados y sus temibles killers, las agencias de calificación. Los economistas más señalados advierten hace tiempo que las políticas restrictivas son contraproducentes. Pero nadie parece escucharlos, ni siquiera esos políticos que, de vez en cuando hablan de "refundar el capitalismo" o instaurar una tasa sobre las transacciones financieras.

En estas circunstancias, con cuatro años de mayoría absoluta conservadora por delante, la esperanza para la izquierda es que en las próximas elecciones presidenciales francesas gane el Partido Socialista. Las elecciones alemanas serán a fines de 2013, pero la actitud del gobierno podría variar si, además de cambiar la orientación política de Francia, la Democracia Cristiana sigue perdiendo terreno en los estados federados.

La esperanza en el interior reside en la recomposición del PSOE tras el batacazo de noviembre. Parece que va por buena vía. La socialdemocracia cuenta con dos buenos candidatos. Los dos discursos, el de Rubalcaba y el de Chacón, suenan bien y de momento no difieren en nada. Lo presumible es que el candidato triunfador(a) lo sea por un margen pequeño de votos. Desde ahora debe estar claro que el perdedor(a) cerrará filas en torno al ganador(a) para dedicarse tod@s a construir una buena alternativa socialdemócrata. Entre otras cosas porque es muy probable que el candidato del PP contra el que haya de batirse dentro de cuatro años el/la del PSOE no sea Rajoy sino Ruiz Gallardón.

(La imagen es una foto de Gobierno de España, La Moncloa y está en el dominio público).

Este Sherlock no es Holmes.

No sé por qué me perdí la primera versión de Sherlock Holmes que hizo Guy Ritchie en 2009. Hice muy mal porque, seguramente, de haberla visto, me habría ahorrado ver esta secuela que es verdaderamente aburrida. Retiro en parte lo dicho en un post anterior sobre la 3D. Sin duda se impondrá pero sería muy de agradecer que los directores dejaran de abusar de los efectos especiales que acaban convirtiendo todas las películas en series de Chuck Norris. O bien, que hagan dos versiones de cada peli, una para los amantes del 3D y otra para el común de los mortales.

Esta versión cuenta con los personajes de Conan Doyle, Sherlock, el doctor Watson, el malvado Moriarty, su ayudante el coronel Sebastian Moran y el hermano de Sherlock, Mycroft, que se comportan de un modo muy distinto a los originales de las novelas. En realidad, todo el espíritu de la obra es ajeno al de las historias del famoso detective. Éste es un hombre eminentemente cerebral, dotado, como todo el mundo sabe, de un poderoso intelecto deductivo y una extraordinaria clarividencia, a la que ayuda su consumo de cocaína a veces hasta por vía intravenosa. No es un hombre de acción, aunque sí es buen boxeador, pero suele estar metido en aventuras extrañas. De hecho hay un caso que Sherlock resuelve sin moverse de su habitación en Baker Street, solamente atando cabos con las historias que le cuenta Watson. Ritchie, en cambio, teje un relato trepidante, de violencia que no cesa, explosiones, bombazos, tiroteos, cañoneos, palizas, torturas, precipicios, trenes a toda velocidad (¡ay la maldita 3D!) en el que los diálogos son fulgurantes y no hay tiempo para labor alguna de metódica deducción.

Nada que ver con la tranquilidad de Sherlock que, además, es de familia. Sabemos que Mycroft es aun mejor que su hermano menor (según él mismo reconoce el alguna ocasión), pero es tan indolente e incapaz de esfuerzo físico alguno que, pudiendo ser mejor detective que Sherlock, no ejerce y dedica su vida a su misteriosoo quehacer de alto funcionario del gobierno británico. Aquí lo interpreta el gran Stephen Fry que probablmente sea lo mejor de toda la película.

Lo más llamativo es la presentación de un Sherlock Holmes, interpretado por Robert Downey, que no recuerda en nada al detective; ni siquiera en la edad y mira que es fácil de resolver esta cuestión. Era mucho más convincente Peter Cushing. La ambientación está sobrecargada, un poco al estilo de Sweeney Todd. Pero lo peor es la trama. Tomando pie en que Moriarty, ese Napoleón del crimen, según Sherlock, dirige una organización internacional, Ritchie monta un relato en el que se mezclan los anarquistas, los espías y el peligro de una guerra europea para contar una historia que tiene elementos de Batman y de 007.

Sólo el final es verdadero aunque no en la escenificación. En La solución final, Sherlock y Moriarty mueren al caer por la cascada de Reichenbah, en los Alpes suizos. Y está bien que haga reaparecer a Sherlock para poner un signo de interrogación en la palabra "Fin" del relato de Watson. Es lo que le pasó a Conan Doyle: el público no aceptó que matara al héroe y presionó para que lo resucitara, cosa que el novelista se vio obligado a hacer. Siempre me ha llamado la atención que nadie quisera que también resucitara Moriarty. Es un caso en que no se cumple el principio de Barrabás.

La banda sonora es notable y, en la medida en que, entre el estruendo de los bombazos, pueden escucharse un par de arias de Don Giovanni y La trucha, de Schubert, resultan deliciosos.

dissabte, 7 de gener del 2012

La ética es de otro planeta

La prima de riesgo se dispara en toda Europa de nuevo y llega a los 400 puntos en España. "Bueno", piensa Rajoy, "mientras la italiana esté en 530 hay margen". En Bruselas no confían en las medidas españolas en contra del fraude fiscal. "Y eso", sigue diciéndose Rajoy, "que no les hemos dicho que recaudaremos menos que los sociatas". Fabra tiene que renegociar la Fórmula 1 que Camps colgó del cuello de los valencianos a cambio de una pila de millones de euros. "¿Yo dije que haría con España lo que Camps con Valencia? También dije que no subiría los impuestos. ¿Y qué? Las palabras se las lleva el viento". Euskadi y Cataluña ya se han declarado en rebeldía preventiva frente a la intención expresa del gobierno de fiscalizarles los presupuestos. "Ya avisé a Montoro de que eso iba a levantar ronchas. ¡Menudos son los españoles! Sobre todo los que dicen que no son españoles".

Vistas las cuestiones con esta holgura y este distanciamiento, es lógico que el presidente del gobierno asista a la Pascua Militar. Vestido de chaqué, el atuendo que más aproxima al hombre a la figura del pingüino y le da la cómica solemnidad del pájaro bobo, presenció esa ceremonia de lustre castrense que parece sacada de un álbum de fotos sepia de otro mundo u otra era. Allí volvió a oírse hablar al Rey de principios éticos, con esta manía suya de mentar la soga en casa del ahorcado. El Rey decía "ética" y el auditorio escuchaba "Urdangarin".

Pero podía escuchar muchas otras cosas. La ética tiene indignada a gran parte del país. Nadie entiende cómo pueden cobrar millones de euros los directivos de las entidades financieras que las han llevado al desastre. Y tampoco cómo pueden hacerlo los que no las han llevado al desastre. El sueldo de 2,4 millones de euros de Rato en Bankia, teniendo en cuenta que el banco no es suyo y que está ahí por una decisión política, es también desmesurado y falto de ética.

Los miles de millones de euros que se lleva la iglesia católica merced a una serie de privilegios manifiestamente inconstitucionales son otras tantas bofetadas a la ética. En un tiempo de empobrecimiento y angustia generales en el que todo el mundo padece recortes, la iglesia está exenta y de ella no sale ni un mínimo gesto de solidaridad. Las obras de Cáritas están ya en su presupuesto.

Nadie entiende tampoco por qué los políticos siguen siendo una casta privilegiada, con la fabulosa capacidad de fijar ellos mismos sus ingresos, desde el último alcalde hasta los primeros parlamentarios. Y con el dinero de los contribuyentes a los que se les bajan los salarios y se les suben los impuestos. Es una falta de ética evidente.

Y no sólo hay un problema de ética en el país. Lo hay también de competencia. La idea de que en democracia cualquiera puede llegar a presidente del gobierno o de comunidad autónoma es encantadora pero no conviene ponerla en práctica. El caso de la Comunidad valenciana viene aquí a punto. Valencia ha estado gobernada en los últimos años por unas personas juzgadas y/o ya condenadas por delitos, con un pavoroso déficit ético. Pero también lo ha estado por gentes de una incumpetencia rayana en la estulticia, Según parece, Canal Nou, la televisión pública de la Comunidad, órgano de propaganda del gobierno autonómico y su partido, negoció los derechos de retransmisión del la Fórmula 1, según dice El Plural por 22 millones de euros de forma no exclusiva, en valenciano y para el territorio de la Comunidad. Es decir, 22 millones del ala por el derecho a retransmitir lo que otros podían retransmitir y para una audiencia bajísima. Eso no es negociar, sino hacer el primo. Aunque como lo hacen con dinero ajeno no duele. No dolerá, pero estas cosas debieran ir a los tribunales. Si uno no sabe hacer las cosas, pero las hace y causa un grave quebranto al bien común, debe responder por ello.

(La imagen es una foto de Gobierno de España. La Moncloa en el dominio público.

divendres, 6 de gener del 2012

Publicidad y propaganda.

La información de este post, así como la imagen, proceden de lainformación.com según la cual Facebook desvela el verdadero precio del metro de Madrid.

Comparar los precios de los billetes del metro de Madrid y otras capitales europeas en términos absolutos no quiere decir nada, como sabe todo el mundo, incluidos quienes difunden esta información claramente falsa que toma a los ciudadanos por imbéciles. Hay que comparar teniendo en cuenta el salario mínimo en dichas capitales. Si se hace así las cantidades resultantes son las siguietes:

Salario Mínimo Precio Billete (% PB/SM)
España 600 € 1,50 € 0,25
Francia 1.309 € 1,70 € 0,12.
Holanda 1.317 € 2,60 € 0,19.
Noruega 2000 € 3,61 € 0,18.

Es decir, en Madrid el metro cuesta el doble que en París y bastante más que en Copenhague u Oslo. ¿Cómo se puede tener tanto morro y mentir de esta forma?

Quien quiera protestar, puede hacerlo en la columna de la derecha. Es una campaña de Actuable pidiendo la retirada de publicidad por ser engañosa. En realidad, propagandística.

El presidente ausente.

Todos recuerdan a Rajoy omnipresente en los medios, dando ruedas de prensa sin preguntas pero con respuestas contundentes: él sabía qué había que hacer, estaba dispuesto, contaba con el equipo necesario, tenía la chuleta en el bolsillo (aunque no entendiera su letra) y conocía muy bien la fórmula. Bastaba con llamarlo al timón de la nave y ésta enderezaría el rumbo.

Ganadas las elecciones todo el mundo lo recuerda curándose en salud en ruedas de prensa tan animadas como las anteriores, diciendo que no tenía una varita mágica. Ni varita mágica ni magia sin varita. No ha hecho nada que no hicieran sus antecesores y lo único nuevo, la subida de impuestos, es lo que negó y no tres veces, como Pedro, sino incontables. Montoro prometió un episodio del apocalipsis para el jueves y el jueves se despachó anunciando una futura fiscalización central de los futuros presupuestos de las futuras Comunidades Autónomas. Algo así como hablar del tiempo.

Sumamente descontentos con la inopia como política de Estado, los mercados de Canterville se han puesto a arrastrar cadenas por los pasillos, la bolsa se ha dado el consabido batacazo y la prima de riesgo ha pegado un salto de vértigo. Es decir, Rajoy no inspira confianza sino desconfianza en los mercados; exactamente lo que, según él, pasaba con Zapatero. Y todo el mundo lo recuerda en conferencias de prensa sin preguntas exigiendo perentoriamente la presencia del precito Zapatero en el Congreso, dada la excepcionalidad de la situación y para acogotarlo con la agravación de una crisis de la que lo hacía único responsable.

Ahora la situación también es excepcional; lo reconoce Sáez de Santamaria. Pero Rajoy no cuenta comparecer antes del mes de febrero. No ya en comparecencias sin preguntas sino en ausencias sin respuestas es donde se sabe que el presidente no cree necesario acudir al Parlamento. Era su costumbre cuando en la oposición: tan pronto había tormenta, Rajoy se retiraba como Carlos V a Yuste, pero sólo para retornar cuando escampaba a pedir la comparecencia urgente del presidente del gobierno. Que es lo que puede acabar haciendo ahora: pedir la comparecencia urgente de Zapatero a explicar su herencia

Al parecer, El 58% de los españoles se siente “engañado” por Rajoy. ¡Almas del Señor!