dimarts, 20 de desembre del 2011

Ironías del destino.

Durante la campaña de las elecciones europeas de 2009, en un acto multitudinario y apoteósico en la plaza de toros de Valencia, Rajoy comunicó al país, dirigiéndose a Camps, allí presente y ya imputado en la trama Gürtel que 'Siempre estaré detrás de ti, o delante, o a un lado'. Se le olvidaba otro posible lugar: lejos de ti que es en donde precisamente está ahora, lejos, lejísimos de Camps. Para éste hubo muchas más alabanzas en aquel acto de afirmación casi caudillista. Mayor Oreja, ditirámbico: Camps es el más honorable de todos los valencianos y españoles. Y Rita Barberá, alcaldesa y sibila valenciana: Cada segundo que te han hecho sufrir, Paco, será un voto al PP. Lo de Rita se ha cumplido; lo de Mayor Oreja está en entredicho.

Primera ironía. En el momento de mayor gloria de Rajoy que éste ha podido alcanzar gracias a la inestimable ayuda de Camps en su día, el ex-presidente de la Generalitat se encuentra en el de su mayor infierno. La investidura de Rajoy ha coincidido con la desvestidura de su patrocinador, quien va por la segunda semana de oprobio, sentado en el banquillo de los acusados y prácticamente sin esperanza alguna de salir airoso de la prueba. Las facturas, los tiques, las cajeras, los contables, los sastres, forman una comparsa bulliciosa que está tragándose al cabezudo de la fiesta. Este, Camps, se ha quedado sin recursos. Los malditos trajes, como una pesadilla shakesperiana lo han sentenciado. El otrora rutilante Molt Honorable es hoy una sombra de lo que fue. Y, cuando recaiga sentencia, probablemente ni sombra de su sombra será. Sería inexplicable que continuara en ese puesto del Consell Jurìdic de Valencia. Ya lo es ahora; tanto más si resulta condenado.

Porque está claro que el asunto de los trajes con ser menor no es una fruslería, como quería entender Rajoy, sino que tiene mucho fondo. Los trajes, los regalos, el compadreo de políticos y logreros de la Gürtel, eran la espuma de los días, de los años, de un gobierno que parece haber regido la Comunidad valenciana como una tómbola de caciquismo y enriquecimiento ilícito de algunos en detrimento del interés general. Así se vio también ayer con el cierre patronal de las farmacias valencianas, gravemente perjudicadas por los impagos de la Generalitat, entre ellas, irónicamente, la de la señora de Camps. En resumen, la Generalitat que firmaba contratos millonarios con Urdangarin, empleaba nueve millones de € (de los que casi tres se quedaron en los bolsillos gürtelianos) en festejar al Papa, compraba a precio de oro la Fórmula 1, la Copa de América y mil otros dislates cesaristas, ahora no puede pagar las farmacias ni la educación ni prácticamente nada de primera necesidad. Definitivamente, los trajes eran más que unos trajes; eran una época. La época del expolio.

Segunda ironía. La trayectoria ascendente de Rajoy se cruza con la descendente de Camps. El Rajoy que ayer todavía luchaba contra los suyos por mantenerse como candidato tiene hoy en su mano el gobierno entero de España. A una mayoría parlamentaria aplastante une la casi totalidad de las Comunidades Autónomas y de los ayuntamientos. Nadie hasta ahora había tenido tanto poder. Eso da seguridad.

Y se le nota. No tiene prisa. A su natural cachaza añade ahora la cautela de no precipitarse para no lamentar después. Es obvio que tiene un magnífico asesor de comunicación. Hizo en su comparecencia de ayer lo mejor que podía hacer: ser él mismo, seguir sin desvelar sus planes en concreto porque, aunque esto pueda poner nervioso al auditorio, especialmente a los periodistas que se quejaban de la falta de mordiente (¿Y un mes de silencio para esto?), de la ausencia de noticias, paradójicamente manda un mensaje de seguridad hacia el exterior. España es un país serio, señores, los gobiernos se alternan mediante elecciones, se lo toman con calma, no como en Italia en donde lo hacen en conspiraciones histéricas de pasillo y casi a mamporros.

Rajoy ha comparecido como estadista, ha fijado el objetivo último, reducir 16.500 millones de gasto público y ha tranquilizado a los más débiles, los pensionistas. Los demás tendremos que prepararnos aunque en qué medida lo decidirá el hoy investido cuando conozca el déficit y tenga todos los datos. Ha desgranado dos o tres pequeñeces más, como la pedrea, y ha cerrado el discurso en espera de la archisabida investidura, sin decir nada que alguien no supiera. Lo que tiene su mérito luego de año y medio de silencio.

Puede parecer extraño que en un sistema parlamentario salga investido un presidente que no sólo no presenta su gobierno sino que tampoco explicita su programa. En realidad responde a la idea inconsciente que anida en Rajoy, muy frecuente en la derecha, dado su carácter autoritario; la de que él no es un presidente del gobierno al uso, el recambio de otro sin más; no. Él es el hombre providencial a quien el pueblo por aclamación mayoritaria ha elevado al puente de mando del Estado en peligro, dándole carta blanca con el fin de que saque al país de la crisis como sea. Como sea, pues nadie, nadie en la opinión ni en el parlamento ha exigido conocer sus medidas antes de votar. Faltan los cien días de rigor. Rajoy, sin soltar prenda, como siempre, viene marcando los terrenos. Sólo hay uno que se le escapa, el del único poder del Estado que no controla, el judicial. Le falta el terreno de la Gürtel, su amigo el hoy irónicamente abandonado Camps, que pueden convertirse en su peor pesadilla.

En esta legislatura la mayoría del PP hará casi irrelevante lo que diga la oposición. Y eso ya empezó a verse ayer. Rubalcaba dejó claro que el PSOE hará una oposición leal y constructiva, cosa que se da por descontada. Estuvo correcto y atinado porque es buen parlamentario. Y puso la línea roja en el estado del bienestar. Pero la situación de éste es tal que esa línea roja no es nítida y el PSOE, a falta del debate de ideas que todos piden y nadie inicia, no tendrá fácil contrarrestar las medidas nocivas pues tampoco tiene claro qué terreno pisa.

Por lo demás, la intervención de Rubalcaba debe leerse también en clave de la actual competencia por la secretaría general del partido. Pasada la investidura, los socialistas harán bien en despejar esa incógnita.

(La imagen es una captura de un vídeo del PP que se encuentra en You tube).

dilluns, 19 de desembre del 2011

¡Viva España!

También podría titular este post Retrato de la España eterna, como Dios manda. Más largo y dice lo mismo. ¡Viva!

La España de los nobles parásitos, capaces de arrancarse por sevillanas a los ochenta años y de insultar a los jornaleros de sus tierras a los cuarenta. La de los logreros que viven de la estafa en connivencia con políticos corruptos que roban lo que pueden pero no pagan ni sus trajes. La de los defraudadores del fisco a bolsillos llenos, como ese Urdangarin quien parece haber cometido (presuntamente) todos los delitos del código penal, si bien de cuantía mayor, porque siempre hay clases. La de los miembros de la una Casa Real que viven opíparamente a costa del contribuyente (hijos, nietos del monarca) sin realizar ninguna función de utilidad a la colectividad. La de los obispos que quieren que la ley de Dios vuelva a guiar las decisiones públicas. La ley de su dios. Su ley. La de los empresarios ineptos, incapaces de emprender nada, de innovar, de crear riqueza, que sólo fían sus beneficios a hundir los salarios de los trabajadores y eliminar las prestaciones sociales, con el fin de apoderarse de todo el dinero para su vida de lujo. La de los banqueros que viven de expoliar las entidades que regentan hasta que las arruinan. La de los políticos a quienes no bastan los privilegios que tienen y se comportan como caciques, esquilmando el erario público.

Hoy comparece Rajoy en la sesión de investidura. Según noticias, hará un discurso realista en el que hablará de que hemos de prepararnos para tiempos duros, pero no explicará las medidas que piensa tomar. ¿Para qué? A un país que aguanta todo lo anterior no hace falta explicarle nada.

¡Viva España!

Los trolls y los insultos en la red

La defensora del lector de El País, Milagros Pérez Oliva, dedicaba ayer su columna a los trolls y los insultos en la red. (Los "trolls" se apoderan del debate). Venía a cuento de que, al parecer, los comentarios del blog de Iñaki Gabilondo rebosan de insultos, injurias, amenazas, groserías. Digo "al parecer" porque, aunque miro a diario el videoblog del periodista, nunca los comentarios porque ya sé lo que voy a encontrar; lo que he dicho. Por lo demás, como todos los blogs, páginas web, todo lo que se asome a la red y abra la posibilidad de comentarios anónimos. Y cuanto más importante, interesante, oportuno o de mayor audiencia sea lo que se expone, más arrecia la grosería, el matonismo, la chulería, la infamia.

La defensora se queja amargamente de esta situación y lo mismo hace Gabilondo, quien lamenta que se pierda una ocasión de debate en profundidad. Me solidarizo con Iñaki que no sabe bien cómo lo entiendo. Siempre que haya anonimato habrá abundancia de enfermos mentales, envidiosos y sicarios a sueldo (básicamente los tres grupos mayoritarios de trolls) soltando su basura. Siempre será así, pues está en la naturaleza humana. Lo sabemos todos y está estudiado. La misma defensora cita una página de Timothy Cambell, ¡de 2006! en la que se analiza la figura del troll. Campbell hace sabias recomendaciones sobre cómo combatirlos y, en último término, confía en la habilidad del administrador.

Los trolls son, en efecto, muy conocidos. Véase (entre los muchos ejemplos posibles) una página de Ramón Redondo en la que se clasifican con bastante gracia los distintos tipos de trolls. Pérez Oliva lamenta que, a través de estas prácticas, padezca la calidad de los diarios. Se trata de una verdad a medias porque olvida que gran parte de la prensa se dedica precisamente a insultar, que hay columnistas en los medios escritos que no hacen sino insultar. Y mientras los periodistas sigan considerando que los medios que insultan y los que no insultan son iguales, no habrá nada que hacer y los trolls digitales seguirán alimentándose de la bazofia que leen en ciertos medios, oyen en ciertas radios y ven en ciertas televisiones. Los nombres los conoce todo el mundo.

Los remedios de Campbell no son tales. En primer lugar, ¿por qué hemos de perder el tiempo neutralizando psicópatas, envidiosos y sicarios? En segundo, no todo el mundo puede pagarse un administrador de la página.

No, frente a los insultos y los trolls sólo hay una solución y media. La media consiste en establecer un sistema de registro para evitar el anonimato y, además, contar con un administrador que filtre. Sólo es media solución porque los registros no son enteramente seguros, dado que suele ser posible identificarse en falso o, lo que es peor, suplantando a otra persona. Y los administradores tienen límites. Eliminar un troll que insulta y/o amenaza e relativamente fácil. Otros no lo son tanto. No es fácil expulsar al troll que Redondo llama tiquismiquis y tampoco a otro, más peligroso aun, que es el prolijo argumentador: sin insultar, sin vociferar, pretende enredar al autor de la página (y otros comentaristas) en discusiones sin fin, irrelevantes, cansinas. Si se los bloquea, se quejan de que se coarta su libertad de expresión. Y las buenas gentes que han padecido años de dictadura silenciosa se allanan a que los descendientes de quienes la ejercieron (o ellos mismos), vuelvan a monopolizar el debate público.

Hay que reconocerlo: el único remedio es cerrar las páginas a los comentarios. Es triste, cierto, pero tampoco tanto, no hay que exagerar; quien tiene algo que decir encuentra siempre en donde hacerlo en la red. Y es lo más eficaz. Palinuro aprovecha para recordar que tiene los suyos cerrados y así lo explica en su apartado correspondiente. Estaba harto de aguantar insultos, amenazas e impertinencias. El blog ha ganado y ha crecido en audiencia.

Palinuro (este Palinuro) nació en un país en el que los espacios públicos cerrados advertían que estaba "prohibido escupir en el suelo" o, si el espacio era abierto, que estaba "prohibido hacer aguas menores y mayores". Un país que se ha civilizado mucho, pero que parece haber retrocedido, al menos en lo que hace a los escupitajos y las aguas "menores". Basta con pasear por el centro de nuestras ciudades. Palinuro no puede evitar que nuestras calles parezcan escupideras pero sí que escupan en su blog.

(La imagen es una foto de jaywood_uk, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 18 de desembre del 2011

Dios salve al Rey.

El caso Urdangarin es tan escandaloso que hasta las formas se han perdido, y eso que estamos entre altezas. De ser palafreneros ya habrían empezado los mojicones. Nadie respeta la presunción de inocencia del Duque de Palma. Ni su suegro, cuya casa ha calificado su comportamiento de poco ejemplar y ha querido arrojarlo a las tinieblas exteriores. Y si la Corona lo trata de poco ejemplar, las gentes del común, más dadas al recio castellano, lo tildan de cosas subidas de tono, de estafador, ladrón y sinvergüenza, por ejemplo. El ágora virtual que es la red, hierve. Si no se me cree, váyase a google y tecléese "Urdangarin ladrón": 170.000 entradas hace unas horas. Por supuesto, siempre presunto; tan presunto como el poco ejemplar de la casa Real.

Por fin se sabe que el Rey estaba al cabo de la calle de las andanzas y presumidas fortunas del yerno. Tendría que haber sido muy negado para no preguntarse de dónde había sacado el matrimonio seis millones del ala para pagar un palacete en Pedralbes, sin contar otras fruslerías en Mallorca. Sabiendo, además que, para Rey Midas, ya está él. Y no sólo sabía sino que hizo lo que pudo para ocultarlo, para que nadie lo supiese. Encomendó a un cortesano asesor "externo" que pusiese orden en el desbarajuste empresarial del yerno. Pero no debía de haber solución porque no se hizo nada. La idea de montar una fundación no era posible. ¡Ya el propio Urdangarin manejaba una ONG sin ánimo de lucro!

Al final se decidió que el matrimonio pusiera tierra (y un océano) por medio y se radicara en Washington, que debe de ser una de las ciudades más aburridas del mundo. No era un exilio sino una especie de expatriación que no trataba tanto de evitar la acción de la justicia, si se interesaba por el deportista/conseguidor, como de impedir que éste siguiera con sus lucrativos negocios. Pues no parece que el Duque esté muy al corriente del mundo en el que vive, quizá porque vive pendiente de las cuentas de resultados de sus otras empresas, las que sí tienen ánimo de lucro, como Airzoon, que es algo así como "pájaro", en la que también figura su esposa y, según tengo entendido, aunque no sé en condición de qué, dos de sus hijos de poquísimos años de edad.

Si uno sabe de un delito y no lo denuncia (que es un deber), uno se convierte como mínimo en encubridor y comete otro delito. Pero la Casa Real ha hecho más que no denunciar un posible ilícito del que tenía cabal conocimiento, ha intentado ocultarlo; es decir no solamente no ha colaborado con la justicia sino que la ha obstaculizado. Lo que es otro delito más. Se puede entender que un padre no quiera denunciar a su hija. Pero el rey es rey antes que padre. De todas formas, tampoco debe preocuparse mucho ya que en su artículo 56, 3, la Constitución dice que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad."

Pero ¿es eso aceptable en una democracia, sobre todo tratándose de presuntos delitos de corrupción? Obviamente, no. O sea, lo menos que cabe esperar es un debate sobre el asunto. Que no es menor: ¿puede una comunidad moderna estar regida (aunque sea a título honorífico) por una persona que no es responsable de sus actos? Y aquí es donde va a resurgir la opción republicana.

El país se ha llenado de monárquicos, todos ellos muy oficiosos, dispuestos a explicar a los vientos que las supuestas fechorías del yerno en nada afectan al suegro y mucho menos a la institución que tan dignamente representa. Abundan los salvatestas coronadas en el PP y en el PSOE y, desde luego, en los estamentos de orden, incluida la iglesia de Cristo, cuyo reino no es de este mundo pero es reino; no república, caramba. El debate monarquía-república, dicen, está trasnochado; no es importante hoy, dicen; no interesa a los españoles, dicen; sólo sirve para desviar la atención de los problemas realmente importantes, dicen; es cosa del pasado, dicen, y hay que mirar el futuro, dicen. Como si pudiera verse.

De las dos infantas cabe decir que no han tenido buen ojo a la hora de escoger a sus maridos. Pero el caso Urdangarin no es solamente un problema matrimonial (si es que lo es) ni tampoco privado; es un problema de Estado. Porque las actividades supuestamente delictivas del Duque deportista se han realizado en connivencia con dos presidentes de comunidades autónomas, Matas en Baleares y Camps en Valencia, que a su vez están imputados en otros asuntos de corrupción. Por si fuera poco, en los acuerdos relativos a Valencia (ya se sabe, vender la realización en esa Comunidad Autónoma de unos juegos olímpicos europeos que aún no existían), intervino González Pons, portavoz del PP, azote del gobierno socialista y probable ministro en el primer gobierno de Rajoy. El caso Urdangarin es asunto de Estado, de gobierno, de Comunidad Autónoma, de todo.

El caso Urdangarin, metáfora de un tiempo de corrupción generalizada, presidida por la aventura de la Gürtel, con la que está relacionado, es una amenaza a la precaria legitimidad de la monarquía española. El Rey puede obstinarse en seguir. Al fin y al cabo lo nombró Franco, quien murió de viejo en la cama y no va a ser él menos que su mentor. Pero quizá haga más por la fortaleza de la institución que representa aceptando la jubilación que, tratándose de un rey, es una abdicación y, tratándose de un plebeyo, dimisión.

Ya se sabe: King never dies, el rey nunca muere.

dissabte, 17 de desembre del 2011

Indignación y/o resignación.

La crisis está sacando a luz las miserias, las vergüenzas, las canalladas de un sistema mundial que prácticamente todos rechazan pero nadie cree que pueda cambiar. La humanidad ha avanzado mucho en general y todo tiempo pasado fue peor. Pero lo actual enciende la sangre y encrespa el ánimo. Africa es el continente de los horrores para millones de seres humanos. En América Latina están algo mejor pero son millones igualmente los que padecen las consecuencias del subdesarrollo. En la China mil millones viven bajo un régimen tiránico productivista que no respeta sus derechos humanos. En la India es el sistema económico el que hace que esos derechos sean papel mojado para otros casi mil millones que viven en una sociedad de castas. En Europa son cientos de millones que viven un proceso de empobrecimiento galopante y miran con miedo un futuro que amenaza con ser mucho peor. De Rusia no hace falta hablar y en los Estados Unidos las cosas no habian estado tan mal desde 1929.

De pronto se oye un grito: ¡indignaos! Surge la indignación y se propaga como la pólvora. Primavera árabe, spanishrevolution, la ocupación de Wall Street. Todo manifestación callejera que sólo en los países árabes ha dado lugar a alteraciones institucionales. En el resto, la cuestión es si la indignación del 15-M que, en parte, es una indignación contra la resignación, puede ir más allá de ésta. En el futuro no se descarta nada; pero las indicaciones del presente no son halagüeñas. La misma aparición de los Anonymous apunta al carácter del movimiento y sus limitaciones. La idea es que la resistencia al sistema surge espontáneamente, es anónima, no tiene estructura, no se puede reprimir y golpea en donde duele. Pero esa es la idea. La realidad es que un movimiento anónimo está abierto a todo, incluso al contramovimiento. Que sea además un fenómeno de la red deja el problema en donde estaba al principio. Actuar en la red es hacerlo en los nervios del sistema. Pero éste es muy complejo. Nada hace tanto daño a Anonymous como ese vídeo en Youtube en el que anuncia que aniquilará Facebook el 5 de noviembre... pasado.

Es la complejidad lo que cuenta. La complejidad de la globalización que no es una palabra, sino una realidad. El mundo está metido en sí mismo como nunca antes. Así descubre que los actores mundiales ya no son sólo los Estados nacionales (y, de estos sólo algunos, pues los demás eran "actuados") sino que se añade todo tipo de entes, religiones, empresas privadas, organizaciones internacionales, delictivas, terroristas o de socorro humanitario. A veces los más importantes Estados muestran su impotencia, por ejemplo cuando Sarkozy pierde los nervios porque las agencias de rating bajan la calificación de la deuda francesa. La globalización es un campo de batalla con fuego cruzado en el que no se respeta nada.

Entre tanto, la política, la actividad de los partidos, los debates, las opciones electorales siguen planteándose en términos domésticos que son ficticios pues en los Estados no rige hoy el principio de soberanía interna. Grecia e Italia tienen gobiernos directamente nombrados por los mercados. Portugal y España también, aunque por intermedio de los electorados que han entendido perfectamente el mensaje de la resignación. La soberanía siempre fue una ficción; pero ahora es una quimera.

En la divisoria izquierda/derecha en las políticas nacionales la derecha lleva las de ganar porque es ella la que gestiona la globalización según sus criterios neoliberales. La izquierda, enredada en la ficción de las políticas nacionales, no tiene discurso para la globalización que considera un proceso objetivo, ajeno ante el que hay que pronunciarse, no como algo que pueda hacer ella misma, gestionar ella misma. Por eso se desdobla en dos grupos: los partidarios de adaptarse, como uno se adapta al tiempo y los partidarios de combatirla, como uno lucha contra una plaga. No es dificil de entender que la izquierda es parte de la globalización misma; que ella no lo vea es otra cuestión. La que explica porqué no tiene discurso sobre ella. Y, sin embargo, es el que hay que construir porque es en ese terreno en el que se juega el porvenir de sus ideales.

Ahí tiene que darse el debate de las ideas que todos reclaman. Pero, para que suceda, hay que empezar por organizarlo. El Partido Socialista Europeo, la organización más amplia de la izquierda europea, podía convocar un congreso para debatir un programa común para Europa, primero aoordado por los socialistas y puesto luego de nuevo en debate en otro congreso al que acudan las demás izquierdas que lo estimen pertinente. Si eso se hace, seguro que salen propuestas alternativas a la gestión de la crisis en el orden europeo y global.

(La imagen es una foto de tasteful_tn, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 16 de desembre del 2011

Empredadores.

Entre los grandes empresarios españoles y los europeos hay un punto de identidad: todos quieren maximizar sus beneficios. Lo demás, son diferencias. Los españoles tratan de maximizarlos a costa de lo que sea, sin escrúpulos, despojando de sus derechos a los trabajadores si se puede; los europeos no tanto o mucho menos.

Los empresarios europeos empiezan a trabajar y arriesgar con márgenes de beneficios entre el tres y el cinco por ciento; los españoles no se mueven por menos del quince al veinte por ciento. Y garantizados: los europeos arriesgan; los españoles, no. Los europeos invierten en investigación, innovación y desarrollo (i + i + d); los españoles, no. Basta con echar una ojeada a los registros de patentes; en dónde se trabaja bajo licencia y en dónde no.

Los empresarios europeos hacen honor a su nombre y emprenden; los españoles, no. Van a lo seguro (o lo que creen seguro, que tampoco son unas águilas), como el ladrillo; pero no abren líneas nuevas de producción. Un ejemplo: España es el único país europeo importante que carece de coche propio de fabricación nacional. Todo lo que se produce es bajo licencia ajena; hasta el Seat. Y si hay alguna innovación suele ser promovida y amparada con dineros públicos.

Los empresarios españoles parasitan cuanto pueden el Estado del que maldicen, y hacen negocios con el BOE a la vista, refugiados en las subvenciones, los incentivos, las exenciones fiscales, las mamandurrias; los extranjeros, no o mucho menos. Los españoles tienen un poderoso grupo de presión en forma de confederación (CEOE) que disfruta de cuantiosas subvenciones públicas legales y, si pueden, ilegales, pero descalifican a los sindicatos por subvencionados y a los sindicalistas por parásitos. Los extranjeros, no; estos buscan siempre la conciliación con el mundo del trabajo; los españoles buscan la confrontación y la imposición.

Los empresarios españoles ocultan capitales ingentes en paraísos fiscales. El último ejemplo, presunto, por supuesto, el del empresario Iñaki Urdangarín. Los empresarios europeos, que también lo hacen, lo hacen mucho menos y los pillan mucho más. Los empresarios españoles evaden cifras astronómicas de impuestos, miles de millones de euros, según diferentes cálculos, lo cual da lugar a esa indignante situación de que la cantidad media de impuestos que pagan los trabajadores sea superior a la de los empresarios (y profesiones liberales), que es sangrante; los empresarios europeos tienen una mucho mayor conciencia fiscal.

Los empresarios españoles pretenden explotar a los trabajadores, pagarles salaríos ínfimos, despedirlos libremente, negarles seguridades contractuales, sujetarlos a la incertidumbre y mantenerlos indefensos frente a las arbitrariedades de la jefatura. Los empresarios extranjeros, que también tienen esta tendencia, se moderan mucho más. Incluso cuando los españoles piden imitar a los extranjeros lo hacen en detrimento de sus propios trabajadores. La petición de vincular los aumentos salariales a la productividad, como en Alemania, pasa por alto que la productividad es un factor que depende sobre todo de la acertada práctica empresarial; que en Alemania es alta y en España, baja.

En resumen, los empresarios españoles no merecen ese nombre, ni el de emprendedores, sino algún otro, todavía pendiente de formular como se hará cuando quede clara la peculiar peripecia del anterior presidente de la patronal, Díaz Ferrán, experto en concursos de acreedores. No existe un criterio objetivo respecto a qué sea la buena actividad empresarial (la que crea riqueza), a pesar de que hay facultades universitarias dedicadas al estudio de la ciencia empresarial. Tampoco existe, que yo sepa, una escala de categoría y calidad de los empresarios europeos, aunque hoy día se mida el rendimiento de prácticamente todo. No obstante, no es exagerado aventurar que, si existiera, los empresarios españoles ocuparían lugares modestos. Ni siquiera descuellan como financiadores de empresas benéficas o culturales, como podrían hacerlo ya que invierten poco o nada en la modernización de sus negocios. No, no se merecen el nombre de empresarios, al menos en el registro de los ciudadanos a los que la colectividad deba estar agradecida.

A pesar de ello, están todo el día predicando, diciendo a la gente lo que tiene que hacer que es básicamente someterse a sus dictados de explotación. Y lo hacen con pretensiones dogmáticas, haciendo pasar por conclusiones razonables un mazo de topicazos y prejuicios que tratan de favorecer sus intereses y lesionar los de la colectividad. El último ejemplo, el de los irritantes propósitos del jefe Juan Rosell sobre los funcionarios. No es preciso detenerse a demostrar que sus presupuestos y conclusiones son falsos, pues ya lo han hecho voces más autorizadas que la de Palinuro, como la de Juan Torres López, catedrático de Economía aplicada, en un post en su blog Ganas de escribir, titulado En España no sobran funcionarios sino defraudadores y los dirigentes patronales que los encubren.

Como esto no se oculta a los empresarios, conviene indagar los designios por los que hacen tan desconsideradas reclamaciones y que son: a) acabar con los restos del Estado del bienestar, privándolo de personal que lo gestione y aprovechándose de los caudales que así se ahorrarán; b) suprimir el viejo principio de la intervención reguladora y redistributiva de los poderes públicos, vinculado a la idea hegeliana del Estado como incorporación de la eticidad. Nada de eticidad; en la sociedad, que rija la ley del más fuerte; c) eliminar funcionarios y no sólo los de la caricatura de los manguitos sino tambièn en otros órdenes vinculados a la vigilancia de la legalidad en la actividad mercantil, inspectores de Hacienda, abogados del Estado, jueces, fiscales, sobre todo los anticorrupción, etc. A cambio, deben ampliarse los funcionarios de prisiones y los cuerpos de seguridad, para contener a la chusma; d) incrementar el paro -que es el medio ideal de chantaje, casi terrorista de los empresarios sobre los trabajadores- porque permite forzar el descenso generalizado de los salarios y el aumento de las jornadas, hasta llegar a esa situación ideal de una fuerza de trabajo dispuesta a laborar todo el día por nada; e) suprimir la base de seguridad en el empleo de un colectivo que tradicionalmente la ha tenido a cambio de sus bajos salarios y someterlo a la situación de precariedad e inseguridad en que tiene a los trabajadores del sector privado cuando debiera ser al revés, esto es, consolidar y asegurar la posición de estos; f) amedrentar a los trabajadores públicos sometiéndolos a la arbitrariedad de los políticos de turno y restablecer la institución de los cesantes, que tanto propicia el caquisimo y la corrupción, práctica inveterada del empresariado español, como puede verse en el caso de la Gürtel.

En una sociedad ilustrada, avanzada, integrada y moderna, el capital es una relación social (Marx) y la propiedad cumple una función de interés general (Papa León XIII), es decir, la actividad empresarial se hace un contexto de responsabilidad social en el que el conjunto de la colectividad tiene derecho a pedir cuentas a los empresarios del uso que hacen de sus favorables condiciones; porque la propiedad no es absoluta, sino que está sujeta al interés social. Y en el entendimiento, además, de que serán tratados como ellos tratan a los demás y medidos con la misma vara.

Se entiende porqué Palinuro propugna que, así como los empresarios se arrogan el derecho a juzgar sobre la calidad del trabajo y el rendimiento de los funcionarios y los trabajadores en general, la sociedad haga lo mismo con el trabajo de los empresarios. Que si los funcionarios y trabajadores son despedidos, los empresarios incumplidores sean expropiados. Y, cuando delincan, cosa nada infrecuente, que vayan a la cárcel y el Gobierno no los indulte. Es un principio de justicia.

(La imagen es una foto de Izquierda Unida, bajo licencia de Creative Commons.

El deporte como tocomocho.

¡Sapristi! No contento con vender a Matas (presuntamente, claro) una etapa del tour de Francia en Mallorca, Urdangarín, según dice Público, vendió a Camps unos Juegos Europeos que aún no han nacido. Y ambos genios de la gestión pública, al parecer, pagaron millonadas por dos invenciones similares a un tocomocho, avaladas sin duda por el prestigio deportivo internacional del Duque y no, faltaría más, por su condición de familiar del Rey, aunque sea agnado. Menos mal que al agnado no le dio por vender al uno la Cibeles y al otro la Torre del Oro. Se las hubieran comprado.

Hay quien dice que este episodio, cuya esencia hunde sus raíces en la gloriosa tradición hispana del lazarillo de Tormes y el Buscón, llamado don Pablos, no afectará en nada a la Monarquía. Pues será porque los Borbones son franceses, porque el caso es demoledor. La Monarquía está en un brete. Y lo que quedaba a los políticos es que la gente descubra que, además de estafadores, son estafados. Porque en este tipo de estafa siempre hay uno que se pasa de listo y otro que lo hace de tonto.

dijous, 15 de desembre del 2011

Tirar de la Gürtel.

¡Qué gran error fue adelantar las elecciones! Si no se hubiera cometido, a estas alturas, a cuatro meses de la votación en su tiempo previsto, la gente conocería el auténtico alcance de la Gürtel, se enteraría de cosas que probablemente influirían en su voto. Y eso que lo que está sabiéndose del proceso de Valencia, deliberadamente circunscrito al asunto de los trajes, en beneficio de Camps, apenas es un adelanto de lo que vendrá a continuación. En los miles de páginas de lo que promete ser un juicio devastador para el PP, se encuentra la verdad de su supuesta implicación en la trama de expolio de los caudales públicos. Al rendirse a la presión de la prensa afín al PP, Zapatero privó a los electores de la posibilidad de acudir a las urnas con una información contrastada en sede judicial sobre la forma de gobierno de la derecha. Ese ha sido su gran error estratégico en alguna medida causante de la derrota electoral del PSOE.

Porque ese juicio de Valencia es un espectáculo bochornoso. Entre conversaciones telefónicas inenarrables, declaraciones falsas, silencios reveladores, mentiras, contradicciones, pruebas incontrovertibles y pruebas imaginarias se entrevé un mundo de corruptelas, compadreos, caciquismo, clientelismo, sobornos, etc., y todo a costa de los contribuyentes que, en algún momento, recordarían que también son votantes. Es tal la aparente ciénaga de la política conservadora en Valencia -que ya apunta en dirección a Madrid, calle Génova, 13- expuesta a la luz pública que alguno de los procesados puede dar la nota.

Con la tensión que se respira en el proceso la figura de el curita y su guardarropa de lance han pasado a segundo plano. Queda la impresión de que este peculiar personaje es en realidad un pardillo que se limitaba a vestir de pollo pera mientras otros se llenaban los bolsillos o es un redomado perillán que oculta su parte alícuota en este expolio generalizado de las arcas públicas en algún secreto lugar. Es de esperar que los valencianos estén tomando nota de la altura moral de sus gobernantes, en especial ahora que, al parecer, sintonizan canales de televisión libres y no ese Canal Nou al servicio del gobierno que cosecha un hercúleo 1,7 por ciento de la audiencia a un precio prohibitivo.

Y ¿qué decir del esperado debut judicial de don Vito Correone? Repeinado, elegante, trajeado aunque sin corbata (prenda que quizá no se permita a los reclusos por temor a que se ahorquen), se ha encerrado en un silencio total, lacónicamente justificado con consideraciones de estrategia procesal.

Correa es tan mudo como en su día fue sordo Iñaki Urdangarín. Según Libertad digital, el duque de Palma se libró de la mili en los noventa alegando sordera total. De ser cierta esta información y como antiguo soldado que pudo también librarse de la mili (y por razones reales) pero no lo hizo, Palinuro recupera su desprecio por quienes recurren a falsedades para librarse de un deber que descargan sobre los demás.

El alud de informaciones sobre el Duque de Palma, aterrorizado como tiene a su regio suegro, dibuja un presunto profesional de la estafa. Por si fuera poco también Libertad digital revela que Urdangarín se valió de de una ONG para niños con cáncer para evadir capitales a Belice. Ciertamente, si alguien es capaz de estafar a la colectividad, también lo hará con sus sectores más indefensos. Es un estilo profesional. Lo mismo hizo Roldán quien, entre otros desmanes, expolió una organización de huérfanos de la Guardia Civil.

La Gürtel es proteica. Camps parece haberse entendido con Iñaki Urdangarín en detrimento de los intereses generales que debiera proteger y el Duque, ya armado caballero de la orden de la Gürtel, según dice hoy El País, se llevó un buen pellizco por ayudar a Ruiz Gallardón a que fracasara la candidatura olímpica en Madrid. La Gürtel cada vez semeja más una de esas macabras danzas medievales en las que una hilera de ciegos cogidos de la mano camina hacia el abismo dirigida por otro ciego. Sólo que aquí el ciego es un mudo.

¡Qué gran error fue adelantar las elecciones!

La guerra total de la patronal.

Juan Rosell, presidente de la patronal española, husmeando que van a gobernar los suyos, pide que se despida a los funcionarios como se hace con los trabajadores en las empresas, sobre todo ahora que los despidos van baratos. Gran idea que Palinuro comentará mañana. De momento brinda otra que hace pareja con ella: despedir a los funcionarios que hagan mal su trabajo... y expropiar a los empresarios que hagan mal el suyo. Expropiarlos cuando hagan huelga de inversiones y cuando exploten a los trabajadores. Expropiarlos y meterlos en la cárcel cuando evadan capitales. Expropiarlos y meterlos en la cárcel cuando estafen a Hacienda. Sería equitativo. Mañana seguiremos.

(La imagen es una foto de Izquierda Unida, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 14 de desembre del 2011

Los trajes emponzoñados.

Gran parte del país está siguiendo la comparecencia de Camps y Costa en el proceso por el presunto delito de cohecho impropio. El comienzo de la Gürtel. Y es un espectáculo lamentable. Resulta comprensible que, al verse en esta situación, un hombre que lo ha sido todo en Valencia y mucho en España, ante cuyo despacho hacían cola poderosos empresarios y hasta los por entonces miembros de la familia real, el gran conseguidor para su tierra, el líder carismático que ganaba (y gana) elecciones por mayorías abrumadoras, piense que está siendo objeto de una conspiración satánica.

Pero lo cierto es que Camps está en donde está porque así lo ha querido él. Pudo no haberse relacionado con los amiguitos del alma; pudo haber reconocido que lo de los trajes fue un patinazo; pudo haberse declarado culpable y se habría ahorrado este juicio un poco esperpéntico en el que todas las pruebas lo incriminan y ninguna lo exonera. Pero le pudo su soberbia. En el clima de impunidad que había generado con su forma de gobernar creyó que todo le estaba permitido y que podría evitar o torcer la acción de la justicia y se encerró en una actitud mezcla de ataque, desprecio y disparate, que es la que ostenta ahora en sede judicial y todo ello adobado con mentiras a las que, como le recordó el juez, tiene perfecto derecho.

Desde el principio sostuvo que las acusaciones eran un montaje y es lo que sigue diciendo tan sin pruebas hoy como ayer. Decía y dice que está deseando aclararlo todo, pero se calla que hizo lo imposible para no hacerlo. Pasó dos años negándose a contestar las preguntas de los periodistas y sigue sin contestar las de la acusación popular.

Y ¿por qué no contesta? Porque, dice, no quiere "politizar" el juicio y esa acusación tiene una motivación política. Pero su defensa es puramente política, no jurídica, y hasta sus insidias contra el juez que preside llevan tinte político. Y no se hable del trato a las fiscales, a las que sólo falta que acuse de obedecer órdenes de Ferraz.

Los disparates son de igual jaez. Palinuro ha sostenido siempre que este hombre no razona como el común de los mortales, que la presión psicológica a la que seguramente está sometido por este ridículo asunto de los trajes le hace desbarrar y no medir el alcance de sus palabras. Dice que sus conciudadanos quieren que vaya bien vestido. Esta presunción puede ser cierta o no. Más parece que sus conciudadanos querrán que gobierne bien; no que vista bien. Pero, además, no se da cuenta de que, al formularla, justifica el juicio que rechaza con tanta indignación. Porque de lo que se trata es de averiguar hasta dónde estaba dispuesto a llegar para cumplir ese supuesto deseo de sus conciudadanos. ¿Al delito?

Esos trajes tienen tanta ponzoña para Camps como la túnica que tejió Deyanira para Hércules, impreganada con la sangre del centauro Neso.

La imagen es una captura del vídeo de Público.