La defensora del lector de El País, Milagros Pérez Oliva, dedicaba ayer su columna a los trolls y los insultos en la red. (Los "trolls" se apoderan del debate). Venía a cuento de que, al parecer, los comentarios del blog de Iñaki Gabilondo rebosan de insultos, injurias, amenazas, groserías. Digo "al parecer" porque, aunque miro a diario el videoblog del periodista, nunca los comentarios porque ya sé lo que voy a encontrar; lo que he dicho. Por lo demás, como todos los blogs, páginas web, todo lo que se asome a la red y abra la posibilidad de comentarios anónimos. Y cuanto más importante, interesante, oportuno o de mayor audiencia sea lo que se expone, más arrecia la grosería, el matonismo, la chulería, la infamia.
La defensora se queja amargamente de esta situación y lo mismo hace Gabilondo, quien lamenta que se pierda una ocasión de debate en profundidad. Me solidarizo con Iñaki que no sabe bien cómo lo entiendo. Siempre que haya anonimato habrá abundancia de enfermos mentales, envidiosos y sicarios a sueldo (básicamente los tres grupos mayoritarios de trolls) soltando su basura. Siempre será así, pues está en la naturaleza humana. Lo sabemos todos y está estudiado. La misma defensora cita una página de Timothy Cambell, ¡de 2006! en la que se analiza la figura del troll. Campbell hace sabias recomendaciones sobre cómo combatirlos y, en último término, confía en la habilidad del administrador.
Los trolls son, en efecto, muy conocidos. Véase (entre los muchos ejemplos posibles) una página de Ramón Redondo en la que se clasifican con bastante gracia los distintos tipos de trolls. Pérez Oliva lamenta que, a través de estas prácticas, padezca la calidad de los diarios. Se trata de una verdad a medias porque olvida que gran parte de la prensa se dedica precisamente a insultar, que hay columnistas en los medios escritos que no hacen sino insultar. Y mientras los periodistas sigan considerando que los medios que insultan y los que no insultan son iguales, no habrá nada que hacer y los trolls digitales seguirán alimentándose de la bazofia que leen en ciertos medios, oyen en ciertas radios y ven en ciertas televisiones. Los nombres los conoce todo el mundo.
Los remedios de Campbell no son tales. En primer lugar, ¿por qué hemos de perder el tiempo neutralizando psicópatas, envidiosos y sicarios? En segundo, no todo el mundo puede pagarse un administrador de la página.
No, frente a los insultos y los trolls sólo hay una solución y media. La media consiste en establecer un sistema de registro para evitar el anonimato y, además, contar con un administrador que filtre. Sólo es media solución porque los registros no son enteramente seguros, dado que suele ser posible identificarse en falso o, lo que es peor, suplantando a otra persona. Y los administradores tienen límites. Eliminar un troll que insulta y/o amenaza e relativamente fácil. Otros no lo son tanto. No es fácil expulsar al troll que Redondo llama tiquismiquis y tampoco a otro, más peligroso aun, que es el prolijo argumentador: sin insultar, sin vociferar, pretende enredar al autor de la página (y otros comentaristas) en discusiones sin fin, irrelevantes, cansinas. Si se los bloquea, se quejan de que se coarta su libertad de expresión. Y las buenas gentes que han padecido años de dictadura silenciosa se allanan a que los descendientes de quienes la ejercieron (o ellos mismos), vuelvan a monopolizar el debate público.
Hay que reconocerlo: el único remedio es cerrar las páginas a los comentarios. Es triste, cierto, pero tampoco tanto, no hay que exagerar; quien tiene algo que decir encuentra siempre en donde hacerlo en la red. Y es lo más eficaz. Palinuro aprovecha para recordar que tiene los suyos cerrados y así lo explica en su apartado correspondiente. Estaba harto de aguantar insultos, amenazas e impertinencias. El blog ha ganado y ha crecido en audiencia.
Palinuro (este Palinuro) nació en un país en el que los espacios públicos cerrados advertían que estaba "prohibido escupir en el suelo" o, si el espacio era abierto, que estaba "prohibido hacer aguas menores y mayores". Un país que se ha civilizado mucho, pero que parece haber retrocedido, al menos en lo que hace a los escupitajos y las aguas "menores". Basta con pasear por el centro de nuestras ciudades. Palinuro no puede evitar que nuestras calles parezcan escupideras pero sí que escupan en su blog.
(La imagen es una foto de jaywood_uk, bajo licencia de Creative Commons).