dilluns, 3 d’octubre del 2011

Crecidos en la adversidad.

La Conferencia Política del PSOE concluyó como estaba previsto, con la aprobación por asentimiento del nuevo programa electoral y la apoteosis del candidato Rubalcaba. Una buena escenificación que he tenido gran efecto mediático porque, en contra de lo que la prudencia y la astucia ordenaban, el PP no había contraprogramado nada, ignoro si por desidia o por un exceso de confianza en sus sonrosadas expectativas. El PSOE monopolizó el espacio público proyectando una imagen de unidad partidista y voluntad de triunfo.

El programa recoge en términos claros el propósito de giro a la izquierda socialdemócrata que es el personal empeño de Rubalcaba para subrayar su autonomía de criterio frente a sus dos antecesores, Felipe y Zapatero, que estuvieron allí para apoyarlo pero no para ensombrecerlo. En un valoración de conjunto enraiza en la tradición reformista, implica sin embargo cierta ruptura con las políticas de la última legislatura, recoge reivindicaciones de la calle, pero mantiene un tono de prudencia reformista. La idea es remediar lo que no se haya hecho bien, avanzar sobre lo conseguido, pero no dar saltos en el vacío. Es un programa pensado para atraer el voto desanimado de la izquierda y no asustar al centro, la única fórmula para conseguir un apoyo electoral que haga frente al previsto alud de la derecha.

La Conferencia ha lanzado varios proyectos claros que serán los que articulen la confrontación de ideas que Rubalcaba pretende conseguir con el adversario: prioridad absoluta al combate contra el desempleo, revisión de las políticas económicas para conseguir una mezcla de estabilización y keynesianismo, lucha contra el fraude fiscal, defensa del Estado del bienestar, solemne declaración de intangibilidad de la sanidad y la educación públicas (¿para qué andarse con medias tintas?), afirmación rotunda del feminismo como esencial al socialismo y cauta apertura del sistema electoral mediante las listas cerradas y no bloqueadas. Se puede y se debe discutir sobre el mayor o menor alcance de estas propuestas y sobre la presencia de unas y la ausencia de otras y así se hará en los próximos días; pero no hay duda de que se trata de una plataforma de izquierda reformista socialdemócrata en línea con la que viene resurgiendo en Europa.

La otra izquierda ha respondido ya que el giro a la izquierda del PSOE carece de credibilidad. No es una reacción muy inteligente porque reconoce que hay un giro y sólo discute el aspecto adjetivo de si es creíble o no. Y aquí su posición no es muy fuerte. A la hora de medir el crédito de alguien hay que considerar su pasado y, aunque el más reciente parece desmentir los propósitos anunciados, si se considera el conjunto de la labor de gobierno del PSOE en casi veintidós años de la nueva etapa democrática, es difícil no concedérselo para las medidas anunciadas. Otra cosa sería que se propusiera el asalto al Palacio de Invierno. La consolidación del Estado del bienestar en España, incluida una batería de políticas sociales avanzadas, es obra de los gobiernos del PSOE. Y en casi todos ellos ha estado Rubalcaba, de forma que experiencia no le falta. Él mismo lo dejó claro al decir que, cuando el PSOE llega al gobierno, llega la izquierda y, cuando se aleja, ésta se aleja. La otra izquierda se llama transformadora pero el que ha transformado en realidad el país ha sido el PSOE. Si de crédito se trata, la opción es clara.

Y junto al programa, el candidato. Este hombre menudo, algo enteco, con sus cuatro pelos y su breve barba entrecana tiene fuerza mediática precisamente porque no es común, no es vulgar, no está cortado por el canon telegénico. Da juego en los planos generales en el escenario en el que se mueve con seguridad desgarbada mientras que en los cortos muestra una mirada viva, con brillo de inteligencia y rapidez que hacen pensar en un adversario dialécticamente temible. Además domina la oratoria y comunica, tiene muchos registros y controla su discurso. Es decir, es convincente, no sólo por el recurso a la razón sino porque tiene aptitudes pedagógicas. Maneja bien los ejemplos que ilustran su mensaje. Quizá debiera recurrir menos a la repetición, que, a causa de su efecto enfático, puede cansar. Pero es una cuestión menor cuando, como se vio, puso en pie y a vibrar al auditorio de mil personas casi sin levantar la voz.

La Conferencia ha sido un éxito. El PSOE tiene un programa y un líder. Le faltan los votos. Ha de reñírselos a un PP que los tiene en abundancia, pero carece de programa y su lider está demediado.

diumenge, 2 d’octubre del 2011

Fuga de ETA.

La Conferencia Política del PSOE siguió ayer su curso con los trabajos de las comisiones. Trataban éstas de los puntos del programa: igualdad, democracia, economía, etc. Debates sobre textos y enmiendas que podían ser asumidas, transaccionadas, subsumidas y, obviamente, rechazadas. Eso de subsumir enmiendas tiene gracia. El interés estaba también en los pasillos por los que pululaban los barones, un par de ellos con imperio y todos los demás, almas en pena, sine imperio. En fin, mañana recuperará Palinuro las impresiones de la Conferencia cuando se sepan las conclusiones y haya hablado Rubalcaba como Moisés descendiendo del Sinaí con las tablas del programa electoral.


Fuga de ETA.

La obra está acabando. Se oye ya el tema final, ¡Oh, Señor, líbrame del Mal!. Es una polifonía abigarrada: de un lado se escuchan las voces de ETA (que se apaga), Bildu (que va in crescendo), EKIN (que se calla), Aralar (que apoya), la "izquierda abertzale" (primer coro) y los presos (segundo coro); de otro las de las Asociaciones de Víctimas, el gobierno central, el autonómico y (con matices) el PNV y, como tercera variante, la recientemente constituida Comisión Internacional de Verificación (CIV).

El problema es que el contrapunto no funciona. La parte independentista es un vivo batiburrillo en todas las tonalidades. La otra parte, que llamaremos "no independentista" (sin querer herir la sensibilidad del PNV), mantiene una sola tonalidad. La Comisión, por último, aún no ha sonado, aunque probablemente lo hará en armonía con la parte no independentista.

La polifonía independentista es sumamente variada: ETA está en tregua, dedicada al género espistolar, y se ha comprometido a colaborar con la CIV. Bildu construye patria y exige del gobierno español que "dé pasos" en respuesta a los pasos que dan los suyos. EKIN ha dado el último paso, tirándose por el abismo. Aralar anima a que se "avance" en el proceso, lo que es una variante de los "pasos". La izquierda abertzale formula la respuesta colectiva en forma de manifestación frente a cada alevosa medida del Estado español en contra de la gran patria vasca. Los presos, por último, son como las plañideras, como el amargo lamento de los que penan dentro cuando los de fuera ya ni pegan tiros.

El contrapunto a esta melopea es el empecinamiento de la parte no independentista en exigir como paso previo, antes de nada, antes de mover un dedo, la disolución explícita, real y verificable de la banda. Hasta la aparente variación de los diez puntos del Lehendakari López implica que el acercamiento de los presos etarras (que el otro bloque llama políticos) depende de que se dé el requisito de la disolución de ETA. El contrapunto no funciona. No hay melodía.

Y la cosa puede complicarse cuando hable la Comisión, con la que ETA dice que colaborará. Porque lo más probable es que la Comisión diga que el primer paso (a estas alturas el enésimo pero, en todo caso, imprescindible) es que ETA deponga las armas. A continuación se planteará el problema de si el Estado puede aceptar la interlocución con ETA y en calidad de qué. Pero ETA tiene un problema previo mucho más grave: ¿puede no deponer las armas si la CIV se lo exige? Poder, puede; pero, si lo hace, se pondrá ya decididamente enfrente de la izquierda abertzale, lo que sería su final. Así que lo más probable es que sea ella misma la que, como un gesto de buena voluntad para facilitar el proceso, se disuelva.

A lo mejor estaba pensado así desde el principio, como una salida honrosa para una voz que ya no armonizaba con nada, que se salía de la escala, que era un eco monstruoso de un acorde del pasado. Y ojalá así los demás en España podamos dedicarnos a pensar en otras cosas que no sean la unamuniana agonía de los vascos consigo mismos.

dissabte, 1 d’octubre del 2011

Impresiones de la Conferencia Política del PSOE.

Palinuro participa en la Conferencia Política del PSOE que se inauguró ayer con sendos alegatos de Martin Schultz, presidente del Partido Socialista Europeo, Felipe González y Rodríguez Zapatero. Schultz pareció marcar cierta pauta porque de lo que más se habló allí fue de Europa, si bien el acto fue muy español y la prueba es que comenzó con media hora de retraso.

Diz que la intervención de Felipe fue improvisada y por sorpresa. Lo sorprendente hubiera sido que no participara. Estuvo muy bien, salió combativo y no defraudó. Hizo un barrido por la situación de Europa, la crisis actual e insistió en que, igual que la Unión es en gran parte obra de la socialdemocracia, ésta es la que tiene la llave de salida de la crisis, consistente en garantizar las políticas de cohesión social asegurando el restablecimiento de la competitividad de la economía. Alabó y criticó a Alemania y luego se puso incondicionalmente a disposición de Rubalcaba. Aparte de un chiste de fumadores más viejo que Matusalén que podía haberse ahorrado, estuvo brillante, cercano y, como siempre, carismático. Es comprensible que los antifelipistas, que llevan casi treinta años tratando de enterrarlo en el descrédito, estén desesperados.

Zapatero lo tenía más difícil porque sigue siendo el presidente de un gobierno que ha llevado al PSOE a estar catorce puntos por detrás del PP en intención de voto. Sin embargo, defendió su gestión con vehemencia e hizo ver que las medidas que se tomaron desde el famoso nueve de mayo de 2010 lo fueron in articulo mortis para España, que es lo que Palinuro viene sosteniendo desde entonces como criterio para no tomarlas como un giro permanente del PSOE o una traición a los principios socialdemócratas. Cuando luego pidió solidaridad con Grecia, Irlanda y Portugal para no dejarlos caer le faltó decir que esa no es la situación de España precisamente gracias a aquellas medidas. Pero quizá no sea necesario pues se entiende bastante bien... salvo que no quiera entenderse. Después, igual que Felipe, Zapatero se volcó con Rubalcaba. Los dos lo han tenido de ministro y es de suponer que saben lo que dicen. La cancha es ahora toda del candidato que cuenta con el apoyo cerrado de su partido, una alta valoración personal en la sociedad y muy baja expectativa de voto. Que dé la vuelta a la última dependerá del programa que salga de esta conferencia y de cómo haga la campaña electoral.

Precisamente hubo dos aspectos en las intervenciones de ayer con segura incidencia en la voluntad del electorado que merecen consideración. La primera fue la explicación que dio Felipe de la derrota electoral de 1996, aprovechando que también entonces había catorce puntos de diferencia a favor del PP. Afirmó el expresidente que le faltó una semana más de campaña o un debate de TV. Lo mismo que dijo la noche en que perdió aquellas elecciones por unos 300.000 votos. Pero no es más cierto ahora que entonces. La causa de la derrota de 1996, a juicio de Palinuro, fue que el PSOE encaró las elecciones apocado, achicado, acomplejado, con moral de derrota. Eso es lo que el propio Felipe reconoció ayer implícitamente al pedir a su partido que no haga campaña a la defensiva, sino a la ofensiva, que encare el proceso con voluntad de ganar. Es el abc de toda estrategia en el terreno que sea. La moral es un aspecto esencial. Para ganar hay que querer ganar. Así quizá se gane o no, pero como se pierde casi seguro es si ya se ha interiorizado la derrota y, en el mejor de los casos, se trata de minimizar su impacto.

El segundo aspecto digno de consideración apenas se percibió -de hecho, no se ve rastro en los análisis que se han hecho hasta ahora- porque no estaba en lo que se dijo sino en lo que no se dijo. Ninguno de los dos principales oradores mencionó una sola vez a Rajoy o el PP. No hubo insultos, ni descalificaciones, ni siquiera críticas al adversario. Zapatero asumió plena responsabilidad por las medidas de ajuste y los recortes y recalcó los dos méritos principales de Rubalcaba en su gobierno, esto es, la reducción de la siniestralidad vial y el acogotamiento de ETA hasta ponerla contra las cuerdas. Fue, pues, un discurso positivo.

Las campañas electorales pueden orientarse positiva o negativamente. El negativo no es el estilo de Zapatero; habrá que ver si tampoco de Rubalcaba. La negatividad produce mal efecto, crispa los ánimos y alimenta políticas de confrontación pero tiene sus ventajas. Cuando se ataca al adversario -y el PP tiene muchos flancos que invitan a ello- se le marca el terreno de juego, se le obliga a justificarse, a contraatacar, en resumen, a discutir de lo que al atacante le interesa.

A su vez, las campañas en positivo dan buena impresión, sirven para la convivencia democrática, pero no suelen tener el mismo impacto que las negativas ya que, para bien o para mal, responden menos a las expectivas de la gente y presentan el riesgo de tener que responder a los ataques del adversario, jugando inevitablemente en su terreno.

No es fácil pronunciarse por una orientación positiva o negativa dado que no es posible prever los resultados. Así que quizá lo más inteligente que pueda hacer el PSOE sea combinar ambas, alternarlas. Tiene que explicar en positivo y defender sus medidas de gobierno, sobre todo para evitar que las referencias a la omnipresente crisis las ahoguen: la igualdad de género, la ley de la dependencia, la del aborto, la de matrimonios homosexuales, la demediadad ley de la Memoria Histórica, la reforma de RTVE y el mantenimiento de las políticas de cohesión social en lo más virulento de la crisis son logros de que debe presumir. Por otro lado tendrá que insistir en cómo la política de la oposición fue de tierra quemada desde el primer momento, basada en las delirantes fábulas sobre la autoría de los atentados del 11-M, en el desprecio e insulto permanente al presidente del Gobierno, en el boicoteo al funcionamiento de las instituciones, el ataque a las políticas económicas contra la crisis, con el consiguiente descrédito de España y el uso de la lucha antiterrorista con fines partidistas que culmina en ese intento ruin de acusar al ministro que prácticamente ha derrotado a ETA de colaborar con ella. Nada de eso puede ni debe olvidarse en la campaña electoral.

divendres, 30 de setembre del 2011

La doctrina del tiburón.

Hace un par de días Palinuro señalaba que el programa del PP para las próximas elecciones ya no está oculto pues distintos altos dirigentes, empezando por Rajoy, así como presidentes de Comunidades Autónomas lo han ido desgranando poco a poco en dichos y hechos. Por si eso no fuera suficiente, ayer en los desayunos de TVE Cristóbal Montoro formuló la teoría que justifica ese programa. Es una teoría clásica pero, al tiempo, contradictoria, confusa, porque en realidad no es una teoría, sino una fórmula depredadora de carácter ideológico que pretende acabar con el Estado del bienestar en beneficio del capital. Su núcleo es la afirmación de que no es el Estado el que garantiza el bienestar.

El Estado del bienestar se llama así porque se basa en la convicción de que la educación, la salud, la vivienda y las pensiones son derechos de los ciudadanos. Derechos, no mercedes. Como Montoro no puede ignorar que sólo el Estado garantiza derechos en nuestra sociedad, pues es su función, la única forma de entender su afirmación es que no considere que la educación, la sanidad, la vivienda y las pensiones sean derechos. En el fondo, en efecto, tal cosa es lo que los conservadores creen, que no son derechos, sino que dependen de la buena voluntad de los acaudalados, de su caridad, de lo que la portavoz socialista Elena Valenciano llama la beneficencia.

El ataque al Estado del bienestar es, en el fondo, el ataque a la misma condición de ciudadanía en cuanto titularidad de derechos, de acuerdo con la celebrada teoría de T. H. Marshall que consideraba alcanzada la ciudadanía plena cuando estuvieran garantizados los derechos civiles, políticos y sociales, siendo los últimos, por supuesto, los mencionados más arriba. Despojar a los ciudadanos de los derechos sociales equivale a despojarlos de su condición ciudadana, reconvertirlos en súbditos, incluso siervos, sin derechos, a merced de la la ley del más fuerte.

Dada la conciencia moral de la época, esto no se puede decir, por lo que Montoro se enreda en una explicación confusa, embrollada, que deja aun más patente que su doctrina es la del tiburón. Su visión del bienestar no se formula en términos de derechos (que son quiméricos) sino de rentabilidad y eficiencia económica, que quiere ser una mentalidad práctica, la tecnocrática de toda la vida: habrá bienestar si hay con qué pagarlo, esto es, el bienestar dependerá del empleo y de la renta. A primera vista, nada que objetar. Si no hay dinero, no habrá con qué atender a los gastos de los derechos sociales. Y ¿quién garantiza que haya empleo y renta? De eso es de lo que tiene que ocuparse el gobierno, dice Montoro; es decir, el Estado. Pero tal cosa es contradictoria con el pensamiento liberal que anima a Montoro y el conjunto del PP, según el cual, el empleo y la renta son cosas del mercado. Era Keynes quien decía que dependen de la acción del Estado y por eso tituló su obra fundamental Teoría general del empleo, el interés y el dinero. Punto básico de la doctrina del Estado del bienestar: es la intervención del Estado la que debe garantizar el pleno empleo.

¡Ah, pero el Estado del bienestar, en crisis desde 1981, dice Montoro, es una pesada maquinaria de despilfarro y mala gestión! El Estado del bienestar según la doctrina liberal es el principal responsable de su propia crisis. Para resolverla hay que conseguir que los servicios públicos se gestionen con eficiencia de empresa privada y, como esto es algo que el Estado no puede hacer (ya que no es una entidad con ánimo de lucro), lo mejor es privatizarlos y que el Estado se encargue de poner las condiciones para que, mediando el empleo y las rentas, las gentes tengan después con qué pagarse esos servicios. Dado que Montoro debe de ser buen cristiano, está dispuesto a hacer excepciones con algunos sectores especialmente vulnerables, como los ancianos o los jóvenes sin recursos. Los demás, a los tiburones del mercado.

En su contradicción, la teoría es depredadora: se despoja a los ciudadanos de los derechos sociales y, por lo tanto, se exime al Estado del deber de garantizarlos. El Estado se concentrará en asegurar el pleno empleo y la renta y de lo demás se encargará el mercado, en donde las necesidades educativas, sanitarias, de vivienda y pensiones de la población serán la base de pingües negocios de las empresas privadas que así garantizarán la vuelta a la sociedad de la abundancia. Si acaso el Estado habrá de subvencionar a esas empresas para que puedan atender con eficiencia privada aquellas necesidades. Es una especie de crudo neokeynesianismo que consiste en poner el Estado no al servicio de los ciudadanos sino de la valorización del capital. Y eso, obviamente, no será despilfarro.

El mucho sufrimiento que la doctrina del tiburón provoca no hace ésta menos inepta. Lo que está en crisis desde los años ochenta no es el Estado del bienestar sino las fórmulas neoliberales que vienen aplicándose desde entonces para desmantelarlo, y que han conducido a este desastre en el que nos encontramos.

(La imagen es una foto de hermanusbackpackers, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 29 de setembre del 2011

Radicalismo.

En una entrevista en Le Figaro Aznar ha dicho que el movimiento 15-M es "un movimiento radical, antisistema y muy ligado a la extrema izquierda". "Radical" es un término inocente que denota fuerte carga negativa en cierto contexto ideológico autoritario. Es un término que utilizan mucho ciertos radicales con un sobrentendido.

Ese radicalismo que ve Aznar no es el de los partidos radicales de fines del XIX y primeros del XX, cuyo objetivo era la separación de la Iglesia y el Estado y tampoco se referirá al radicalismo argentino que es un liberalismo con tintes socialdemócratas. Si las referencias históricas no son adecuadas, menos lo son las filosóficas. El utilitarismo británico se veía a sí mismo como radical y Marx, según es sabido, adjudicaba esta condición a la filosofía como tal diciendo aquello de que ser radical es "ir a la raíz de las cosas" que, al fin y al cabo, es lo que hace la filosofía. Aznar no se refiere a nada de esto.

Sin duda utiliza el término en el segundo sentido que le da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, esto es, aquel que tiene un modo extremado de tratar los asuntos que, la verdad, es una definición bastante incomprensible. Aclara mucho más la primera acepción del término, según la cual el radicalismo es el conjunto de ideas y doctrinas de quienes, en ciertos momentos de la vida social, pretenden reformar total o parcialmente el orden político, científico, moral y aun religioso. Tampoco es muy feliz porque llama radicales a quienes quieren reformar parcialmente el orden, etc, lo que es una exageración porque en tal caso todo el mundo sería radical y cuando todo el mundo es algo, ese algo es nada. Y eso sin ponerse quisquilloso y preguntar qué querrá decir orden científico.

Esa definición del DRAE parecería, en principio, adecuada para el 15-M siempre que se complemente sosteniendo que, dentro del orden político, habrá de comprenderse el social y el económico. Si es así, la definición se ajusta mejor al propio Aznar, que se pasa la vida (en la entrevista citada también) recomendando reformas "estructurales", "en profundidad", "valientes", etc., propugnando cambios de calado en la fiscalidad, las relaciones laborales, los servicios públicos, la estructura territorial del Estado. Esa expresión de los 17 miniestados lo retrata. El radical Aznar, que suele ser agresivo, intransigente, hosco y pendenciero en sus juicios, previene contra el supuesto radicalismo del 15-M. En cuanto a ver este movimiento ligado a la extrema izquierda sólo queda recomendarle un buen oftalmólogo porque buena parte de la extrema izquierda es hostil a los indignados. Eso sin contar con que, de ser verdad, ¿por qué es más aceptable la extrema derecha en el PP que la extrema izquierda en el 15-M?

El radicalismo del 15-M es reflejo. Es decir, el movimiento no es radical, pero provoca radicalismo en los que hablan de él. En una presentación de un libro de Pedro J. Ramírez sobre la Revolución francesa, al que acudieron políticos del máximo rango, Esperanza Aguirre se despachó con su habitual radicalismo lingüístico, sosteniendo que los indignados vienen a ser movimientos callejeros" que han impulsado los "golpes de Estado populistas" y José Bono, ese político marrullero, santurrón, dado a la declamación algo cursi y siempre conservadora, informa a la concurrencia, hablando del 15-M, de que él siempre preferirá unas elecciones que las turbas parisinas siendo así que, en buena medida, las elecciones las trajeron las turbas parisinas. Igual que el 15-M quiere reformar un sistema electoral injusto que Bono sostiene aun sabiendo que es injusto. Que esto lo diga para festejar a su amigo, el capo del periodismo amarillo del país, lo retrata como otro radical... prosistema.

(La imagen es una foto de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 28 de setembre del 2011

El programa oculto ya no está oculto.

A tenor de las últimas declaraciones de los dirigentes políticos populares y de las medidas adoptadas por los gobiernos autonómicos de la derecha en los cien primeros días de sus mandatos, algo más en el caso de CiU, ya va quedando claro el contenido del programa que tan celosamente guardaba Mariano Rajoy y por lo tanto lo que espera a los españoles si éste gana las elecciones, especialmente si lo hace por mayoría absoluta. A la vista de lo visto, escuchado y leído cabe suponer que el PP congelará o bajará las pensiones y congelará o bajará el sueldo de los funcionarios. Eso es lo que significa condicionar la medida a cómo sea la coyuntura económica cuenta habida de que el ser de la coyuntura económica es una materia altamente subjetiva y opinable.

Igualmente va a retirar el impuesto sobre el patrimonio, dejar intacta la progresividad del impuesto sobre la renta, reducir el de sociedades, dejar como están el fraude fiscal y la economía sumergida, y aumentar los demás impuestos, empezando por el IVA. Todo ello según la absurda e ilógica teoría de que cuanto más ricos sean los ricos, más ricos serán los pobres, cosa que ha resultado siempre falsa.

Insistirá en la liberalización del suelo para reproducir la burbuja inmobiliaria y así enriquecer más a los ricos a riesgo de otra crisis. No tiene la menor intención de erradicar la corrupción y los códigos éticos son papel mojado antes de ver la luz.

Va a acometer una reforma laboral más dura, empeorar las condiciones de jubilación y arremeter contra los sindicatos bajo la excusa de que estos ejercen un poder desorbitado y son nidos de corrupción a cuenta de los caudales públicos. Porque quiere introducir prácticas autoritarias en los centros de trabajo, en los educativos, en la administración en general contando con que la inseguridad de la población la amansará. El restablecimiento de la autoridad y el orden será un hecho y los indignados pueden ir preparándose, pues no podrán dar el golpe de Estado contra el que previene Aguirre.

Va a recortar y reducir la educación y la sanidad, como ya ha sucedido en Cataluña, Madrid, Castilla La Mancha y lleva años sucediendo en Valencia. Pretende introducir lo que llama el copago que no es otra cosa que obligar a los usuarios de los servicios públicos a pagar dos veces por ellos. Quizá así, piensa la derecha, se acostumbre la gente a ver que la privatización de esos servicios públicos, que también está en el retortero, es una ventaja y un ahorro.

Pretende derogar la ley de matrimonios homosexuales, la del aborto y dejar en nada (que tampoco es que ahora sea mucho) la Ley de la Memoria Histórica. Por supuesto, no se tocarán las trasferencias de recursos públicos a la iglesia católica ni se reformará la ley electoral. Se acabará la independencia de la Radio Televisión Española, que pasará a estar dirigida y colonizada por ideólogos y comunicadores del partido en el poder como ya lo están en Madrid o Valencia. Un régimen informativo sacado de la experiencia histórica de su inefable presidente de honor, don Manuel Fraga, exministro de Información y Turismo de Franco.

Lo interesante, lo digno de reseña, es cómo un partido que propone esta auténtica involución cuenta con una intención de voto tan abrumadora que le permite avistar la mayoría absoluta. En alguna parte dice Sófocles que hay muchas maravillas en el mundo pero de todas ellas la más portentosa es el hombre. Y eso que no pensaba en el votante.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 27 de setembre del 2011

Hipócritas y demagogos.

La hipocresía y la demagogia son primas hermanas. La primera consiste en decir que se hace lo contrario de lo que de verdad se hace y se piensa. La segunda en lo mismo pero con el fin de incitar a los demás a la acción en defensa de aquello que se dice pero no se piensa ni se hace. La hipocresía es a la demagogia lo que la vida contemplativa a la vida activa. El hipócrita es contemplativo, trata de justificarse ante los demás; el demagogo es activo, los llama a la lucha en defensa de lo que él mismo no hace ni piensa.

Esperanza Aguirre es un ejemplo claro de hipocresía; Mariano Rajoy de demagogia; María Dolores de Cospedal, alumna aventajada de ambos, de las dos. La presidenta de la Comunidad de Madrid dice predicar con el ejemplo a la hora de pedir al personal bajo su responsabilidad que acepte mermas en sus ingresos, condiciones más duras de trabajo, sacrificios y asegura que ella se ha bajado el sueldo un 15 por ciento, pero no dice que, además de su rebajado sueldo, percibe -al igual que los demás gobernantes de la Comunidad- un complemento que, sí, figura en los presupuestos, pero en otro lugar, sin que se especifique qué cantidad corresponde a qué cargo, aunque no debe de ser parva ya que el total anual asciende a casi 600.000 euros. En definitiva, El País acusa a Aguirre de "ocultar" parte de sus ingresos. La presidenta dice que no se oculta nada puesto que la partida figura en los Presupuestos y la Comunidad añade que se trata de una percepción legal. Estaría bueno que, además de añadir una cantidad apreciable al salario de la Presidenta, con lo que éste es mayor que el que figuraba como tal antes de la rebaja, fuera ilegal. El hecho crudo es que Aguirre percibe un salario superior al del presidente del Gobierno procedente de dos conceptos presupuestarios distintos el segundo de los cuales nunca aparece cuando su consejería de Hacienda da cuenta del salario de su jefa, lo que equivale a ocultarlo. Pedir a los demás que acepten mermas salariales cuando una misma está cobrando un sustancioso incremento desde 2008, ya en plena crisis y a la chita callando, como diría ella misma, es pura hipocresía. Es peor, entra en un terreno de abuso de la buena fe de la gente. Si se recuerda que es el mismo personaje que sostiene en una biografía suya que no llega a fin de mesa, el abuso se torna befa.

En el caso de Rajoy la hipocresía desemboca en una demagogia desenfrenada. Pide el voto de los ciudadanos y, entre otras cosas, anuncia una ley de transparencia que él mismo no cumple porque si la cumpliera, los ciudadanos sabríamos a cuánto en concreto ascienden sus ingresos, dado que los pagamos con nuestros impuestos. Pero eso no sucede. Sabemos lo que gana por parlamentario, pero no el sueldo que le paga su partido y que puede ser el doble o el triple de lo que le paga el parlamento. Y tampoco sabemos de cierto si son sus únicos ingresos. Pedir el voto porque uno va a promulgar una ley que no cumple ¿es otra cosa que demagogia? Y demagogia , en efecto, desenfrenada.

Lo mismo, pero al cuadrado, sucede con Cospedal. No paga a nadie, recorta sueldos y subvenciones a ancianos pero sube en un pico el salario de sus altos cargos y tampoco está claro, de momento, cuáles son sus ingresos personales, si son tres sueldos (senadora, secretaria general del PP y presidenta de la Comunidad Autónoma) o dos o uno. Sin contar con que sólo con uno vivirían cinco familias tan ricamente. En realidad, por todo lo que sabemos y mientras no esté clara la cantidad exacta que cada uno cobra, tenemos derecho a pensar que los tres sonrientes de la foto están costando al erario público un millón de euros al mes. ¿Por qué no van a sonreír si la vida les sonríe en forma de opíparos y opacos ingresos?

Llaman a esto transparencia. Forma parte del ritual demagógico de los códigos éticos en cuya redacción e inaplicación inmediata es especialista la derecha. El primero fue el de Aznar en 1993 que jamás se aplicó; el segundo y más reciente, el de Rajoy en 2009 que tampoco se ha aplicado ni se aplicará. Porque si se aplicara, Camps, quien no tiene nada que envidiar a Cospedal en hipocresía y demagogia, no hubiera podido ocultar a las Corts valencianas información sobre las contratas de su administración incluso en contravención de las órdenes de los tribunales y él mismo no hubiera aguantado en el cargo hasta que los jueces lo arrastraron literalmente al banquillo de los acusados. Y mucho menos podría decir ahora que el asunto de los trajes no puede ser delito porque se trata de fruslerías y bagatelas, muy por debajo de su habitual tren de vida . Además de hipócritas y demagogos, van de sobrados por la vida.

Porque esto es lo más asombroso de la historia: que a pesar de su hipocresía, de su opacidad, su negativa a informar y aclarar asuntos que son públicos por naturaleza, sus privilegios, sus episodios de corrupción, sus sermones de prensa sin aceptar preguntas y su desprecio por la opinión pública, la intención expresa de voto de los ciudadanos los lleva a esperar una mayoría absoluta.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 26 de setembre del 2011

Por qué Palinuro votará PSOE.

Corren malos tiempos para el PSOE. Conozco a más de un socialista de toda la vida que no se atreve a decir a los encuestadores que votará a su partido por si alguien lo oye y le da en la cabeza con algún argumento de Intereconomía. Puede estar operando la ley de la espiral del silencio. Hay tal desánimo entre los votantes socialistas que muchos no declaran su intención. Y, sin embargo, el voto al PSOE es tan legítimo (por supuesto) y tan racional como cualquier otro.

En primer lugar es el único partido que puede impedir un triunfo de la derecha o, por lo menos, uno por mayoría absoluta. En sí mismo este es un argumento negativo, aunque nada desdeñable. No porque no asista al PP un derecho a ganar y por mayoría absoluta sino porque no ha hecho nada por merecerlo. En esta legislatura el partido de la derecha no ha contribuido a la recta gobernación del Estado o a sacarlo de la crisis. Al contrario, se ha opuesto a todo y ha dificultado la solución de ésta cuanto ha podido. Es verdad que eso es lo que ha de hacer la oposición. Pero hasta un límite, el del funcionamiento de las instituciones y el interés colectivo. Límites que el PP ha roto en numerosas ocasiones, bloqueando aquel o utilizando la lucha antiterrorista con fines partidistas.

Al PSOE se le reprocha que en su segunda legislatura se haya plegado a los dictados neoliberales europeos y haya abandonado su programa socialdemócrata. No es fácil saber si cabía hacer otra cosa, pero sí es cierto que el desarbolado socialista de la segunda legislatura ha incluido el resto de sus políticas en los ámbitos asistenciales, de igualdad, religioso o de lucha contra la corrupción. Para algunos sectores el PSOE en realidad carece de política y se limita a sobrevivir. Eso probaría que es racional votar al PP sólo para impedir que continúe este desaguisado. Lo que sucede es que, presentándose el PP como se presenta, también es racional votar al PSOE para impedir su triunfo.

Aparte de esa racionalidad, el PSOE viene avalado por una tradición de izquierda democrática con experiencia de gobierno y experiencia que, salvas las excepcionales circunstancias del momento, es positiva. Entre la izquierda que no es el PSOE hay una verdadera competición por ver quién lo identifica más con el PP al grito de ¡PSOE y PP la misma mierda es! y le niega la condición de izquierda. Es una afirmación muy típica de estos grupos que suspiran por la unidad y son una exhibición de autoridades mayores y menores dedicadas a dogmatizar sobre qué es y qué no es de izquierda, careciendo por lo demás prácticamente de toda experiencia de gobierno. Y este es un asunto de importancia porque del PSOE pueden decirse muchas cosas, pero su ejecutoria de gobierno en las legislaturas de González y la primera de Zapatero es un buen aval de izquierda reformista, democrática, socialdemócrata.

La polémica es también un lamentable error, a juicio de Palinuro, quien sostiene que el concepto de izquierda es muy elástico y no corresponde a una fórmula única. La verdadera izquierda, en sus múltiples manifestaciones, está en su derecho de reprochar al PSOE haber dejado de ser de la familia, socialista y obrero. Lo que Palinuro se pregunta con cierta perplejidad es por qué las baterías dialécticas de esa izquierda parecen dirigidas únicamente contra el PSOE y no contra la derecha. Hay publicaciones y grupos cuyos ataques a aquel son tan constantes y exclusivos que parecen del PP. Consideran que el enemigo principal no es el más distante sino el más próximo porque es el que hay que eliminar para ponerse en su lugar y quedarse con sus votos. Una pretensión inútil porque los votos no se trasvasan como el vino y la experiencia demuestra que la base social de la izquierda democrática es muchísimo mayor que la de la izquierda autodesignada trasformadora.

Claro está que la baja intención de voto al PSOE en comparación con el PP indica una desafección mayoritaria de la ciudadanía hacia los socialistas. Dado que la desafección se ha producido en esta última legislatura parece lógico concluir que la responsable es la derechización del Gobierno con independencia, insisto, de que fuera o no inevitable. Así es de entender que la única posibilidad de recuperar el electorado desafecto es presentarse a las elecciones con un programa regeneracionista de izquierda: el PSOE debe salir garante del Estado del bienestar, postular políticas económicas socialdemócratas, democratizar el sistema político (desde la forma del Estado hasta el sistema electoral), imponer la aconfesionalidad del Estado y organizar la lucha contra la corrupción que abarca múltiples aspectos, desde evitar el fraude fiscal hasta terminar con los privilegios de la clase política de la que forma parte.

Es racional pensar que, dado su pasado y su propia conciencia como partido, el PSOE debe estar en situación de elaborar un programa electoral que contenga estas y otras medidas de similar jaez. Un programa reformista, social y democrático a tono con el giro que está ya produciéndose en Europa hacia la izquierda. El mayor inconveniente es el crédito de que goza el PSOE puesto que el voto es siempre una delegación de confianza. Y a estas alturas es bajísimo. Palinuro cree que sigue teniéndolo y por eso votará al PSOE, igual que los demás votarán a quien estimen conveniente o no votarán. El voto es libre.

La ilustración es un grabado de Georg Grosz de 1919 que se titula Dependencia de las clases dominantes.

diumenge, 25 de setembre del 2011

¿Qué les han hecho los homosexuales?

Otra vez machacando el hierro en frío. La derecha vuelve al ataque contra los matrimonios homosexuales. En los últimos días Rajoy por un lado y el Papa Benedicto XVI por otro han negado el derecho de los homosexuales masculinos o femeninos a formar familias mediante el matrimonio.

En el caso de Rajoy, como era de esperar, no se aducen cuestiones de fondo o doctrinales. Siendo la igualdad ante la ley un derecho que no admite excepciones negativas (excluyentes) aunque las tenga positivas (incluyentes) y que es reconocido, al menos formalmente, por la derecha, no cabe no respetarlo. La negativa de Rajoy se alimenta sólo de consideraciones electorales. El candidato cree que la mayoría de sus votantes se opone a los matrimonios homo y por eso se opone él. Pero, al no poder invocar razones de fondo, su oposición es confusa, incomprensible y cree rebajarla asegurando que es solo una cuestión de nombre. Es como si Rajoy fuera nominalista en la polémica de los universales: que los homosexuales no se asusten pues el nombre no tiene importancia. Sin embargo sí la tiene y es decisiva, como explica muy bien Beatriz Gimeno en un artículo en El Plural, titulado Rajoy es un antiguo. Y eso lo sabe Rajoy, como sabe que cambiar la ley de matrimonios homosexuales es actuar injustamente con un sector de la sociedad, privarle de un derecho, excluirlo por ley. En el fondo se trata del prejuicio de la derecha contra la homosexualidad que no se mueve en el terreno racional sino en otro pasional, sentimental, arbitrario. La homosexualidad cuestiona el fundamento de una cultura patriarcal y machista y eso no puede consentirse.

La cosa está más clara con el Papa que, como no tiene que ganar más elección que la del colegio cardenalicio y sólo una vez, se pronuncia con contundencia no contra el nombre sino contra la cosa en sí. Por eso, en su visita a Alemania ha recordado lo que sostiene es doctrina divina, esto es que la familia es la unión del hombre y la mujer. Nada de fórmulas híbridas o de terceros géneros. Hombre y mujer y sanseacabó. Es la homofobia cristiana en estado puro.

Esa homofobia viene de lejos, está en el Antiguo Testamento, en el Pentateuco, en la historia de Abraham, como testifican bien las cenizas de Sodoma y Gomorra. Eso explica la dureza con que los pueblos del Libro procedían y proceden contra los homosexuales. El más salvaje en la actualidad el de los islamistas en algunos de cuyos países se los ejecuta en público. En algunos cristianos hasta hace poco se los encarcelaba y, en general, en todos los pueblos de tradición judeo-cristiana la condición de homosexual está socialmente estigmatizada.

La cuestión fundamental es cómo se justifica tanta animadversión, tanta hostilidad y tan nulo espíritu de justicia e igualdad. No cabe aducir la universalidad de la prohibición (al margen de que aunque fuera universal no por ello sería justa) ya que hay culturas en las que la homosexualidad no está mal vista. Sin ir más lejos, la griega clásica, cuya valoración del amor incluía el homosexual aunque, por ser patriarcal, era mayoritariamente (pero no únicamente) masculino. Tampoco el supuesto carácter antinatural de la práctica pues la naturaleza da ejemplos para todo, incluido el hermafroditismo.

Así que la pregunta se mantiene: ¿qué razón hay para la homofobia? Ninguna. Son puros prejuicios, convenciones, topicazos, alimentados desde luego por una tupida red de referencias literarias, artísticas, filosóficas que han acuñado una mentalidad homófoba muy arraigada, como se hace patente en el uso cotidiano de la lengua.

No puede haber argumentos racionales en contra de la homosexualidad, como no puede haberlos en contra de una raza o de un sexo. Pero igual que, a pesar de todo, hay racistas y sexistas, hay homófobos, como Rajoy y el Papa. La mejor prueba de esta imposibilidad es que los homófobos más inteligentes aducen que su oposición a la homosexualidad no se fundamenta en consideraciones racionales sino médicas desde el momento en que la homosexualidad es una enfermedad. Es un caso de manual de la biopolítica de Foucault por cuanto muestra cómo el poder se vale de todo para reprimir y castigar, incluida la Medicina.

Lo malo de esta homofobia es que pretende convertir en ley, esto es, en norma racional y universal (entre otras cosas) un prejuicio que va contra los derechos y la dignidad de un elevado porcentaje de la sociedad y digo elevado porque, aparte de los homosexuales, muchos otros también nos sentimos injustamente tratados por tener que vivir en una sociedad en la que se niegan sus derechos a unos grupos de ciudadanos por razón de su orientación sexual.

(La imagen es una foto de Guillaume Paumier, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 24 de setembre del 2011

Vivir en otros tiempos.

La prensa viene exultante. Los presos etarras renuncian a la violencia y suscriben por abrumadora mayoría el Acuerdo de Gernika, de 25 de septiembre de 2010, que supone pronunciarse por el uso exclusivo de métodos pacíficos para alcanzar objetivos políticos. El tal acuerdo trata de conseguir un escenario democrático y pacífico, que permita resolver el llamado conflicto político.

Excepto los del PP, casi todos los políticos han celebrado el documento del colectivo de presos y presas de ETA como un gran paso, una buena medida, la dirección correcta, etc. Los del PP creen que el comunicado no significa nada y que ETA no se ha movido ni piensa moverse. Sin que sirva de precedente, Palinuro cree que ambas interpretaciones son correctas, que no se contradicen. Porque la declaración es un buen paso, desde luego, pero ETA no se ha movido. Es un buen paso porque los presos vivían en otro tiempo, en la creencia de que quedaban esperanzas para la lucha armada (vulgo terrorismo). Es un buen paso para los presos porque empiezan a ver la realidad como es y no como quisieran que fuera. Los demás ya estábamos en ello.

Pero ETA no se ha movido y aquí lo que importa para el resultado final no es lo que digan los presos sino lo que haga ETA. Aparte de que los presos no dicen nada que no diga la propia ETA. Para comprobarlo, léase atentamente el acuerdo de Gernika. En él no se pide a ETA que se disuelva o que deponga las armas. Se parte del supuesto de que el alto el fuego unilateral y permanente de ETA es todo lo que ésta tiene que hacer y, a continuación los gobiernos español y francés, sobre todo el primero, tienen que tomar una serie de medidas penitenciarias y políticas abriendo poco menos que un proceso constituyente en Euskadi sobre el "derecho a decidir".

Firmar esto no es firmar mucho. Después del atentado de la T4, probablemente ningún Gobierno español aceptará negociar nada que no implique como condición previa indispensable la disolución de ETA. No hay capitulaciones. Las posiciones son antagónicas porque ETA no solamente insiste en que ha de haber negociaciones sino que cree que puede dictar el protocolo. Ese es el sentido de la tregua permanente y unilateral.

La firma de los/as presos/as es un paso en la buena dirección en la medida en que aumenta la presión sobre ETA para que ésta deje las armas de una vez. Pero si ETA no deja las armas, si no se disuelve, aquí no hay nada que hacer. Los presos seguirán presos y la izquierda abertzale se mantendrá en esa situación de precariedad jurídico-política, ilegalizada en cuanto dé un paso en falso, y vuelta a empezar.

(La imagen es una foto de Libertinus, bajo licencia de Creative Commons).