dissabte, 23 de juliol del 2011

Habla, Pueblo.

Espero que en un futuro no lejano el Estado conceda una medalla importante a mi amigo Ramón Adell Argilés y, además de otorgarle una distinción, le haga alguna propuesta que él pueda considerar interesante respecto a la ingente colección de propaganda política que ha acumulado desde 1976 hasta la fecha. En una vida prácticamente dedicada a ello, Ramón ha reunido miles de carteles políticos (electorales sobre todo y de otro tipo), pegatinas, pasquines, panfletos, periódicos, hojas volanderas, chapas, insignias, etc todos relacionados con la política española en los últimos treinta y cinco años. Su fondo comprende también muchas otras piezas muy curiosas de distinta naturaleza y procedencia pero la columna vertebral es la cartelería política.

De esta forma de vez en cuando alguna institución pública lo llama para hacer una exposición sobre el tema de su acopìo. En este caso se trata de la que hizo el Museu Valenciá de la Il-lustració i de la Modernitat (MuVIM), dependiente de la Diputación de Valencis en 2010, dedicada a la Publicidad política (1976-2010) y para la que se editó un catálogo, en el que se reproducen las piezas de la exposicion y del que aparece ahora una segunda edición.

El catálogo trae carteles de todos los tipos de elecciones en España, generales, autonómicas, locales, igual que los distintos referéndums que se han celebrado (la Ley para la Reforma Política de 1976, el de la Constitución en 1978, el de la OTAN en 1986 y el de la Constitución europea en 2005). Se configura así un instrumento muy útil para quienes quieran estudiar la evolución de la iconografía de comunicación política, esa disciplina de la que hay en España 45 millones de especialistas. Y realmente es útil: se aprecian los cambios en los grafismos a lo largo de los años, el uso de los colores, la disposición de las figuras. La cosa consiste en conseguir un impacto que atraiga el voto con una imagen, unos colores y algún texto brevísimo, una consigna que la gente pueda recordar con facilidad.

Los textos en general son suculentas piezas de interpretación semiológica. Cito algunas a voleo. Por ejemplo, un cartel con el rostro de Suárez y en donde se lee: "Votar centro es votar Suárez": la personalización de la política estaba tan avanzada que la ideología (centro) se utilizaba como vector hacia la persona y no ésta hacia aquella. No se decía que votar a un hombre llevaba a una política sino que votar una política llevaba a un hombre.

En la misma fecha, un cartel del Partido Comunista de España en estilo Léger afirmaba que "Votar comunista es votar democracia" mientras que en otro cartel del PSUC un obrero dibujado explicaba que "la democracia es el camino hacia el socialismo", el tradicional problema de identidad de la izquierda comunista al desnudo: el comunismo era la democracia pero la democracia era la antesala del socialismo.

Un cartel de Falange Española para las elecciones al Parlamento europeo dejaba contundentemente claro el estilo habitual del falangismo que no sabe lo que quiere ni decirlo sin insultar: "Somos europeos, no gilipollas", pero nadie sabe por qué. Seguramente es esta franca debilidad comunicativa la que explica la tendencia de la extrema derecha a recurrir a la violencia.


Aparte: hay algo tremendo, incomprensible, muy amenazador en esa masacre noruega perpetrada, según parece, por la extrema derecha contra los laboristas. Hay como una luz siniestra de los años treinta en Europa pero con la tecnología del siglo XXI.


Merece la pena echar ona ojeada al catálogo. Permite asomarse a un mundo de imperativos (elige, vota, habla, decide), términos sedantes (orden, estabilidad, progreso, futuro, optimismo, confianza) con una iconografía muy variada que va desde las fotos sobrias hasta las imitaciones de los más fantásticos comics gringos. Por ejemplo en las elecciones al parlamento catalán del año pasado la conocida y enteca imagen de José Montilla se transforma en Clark Kent a punto de transformarse a su vez en Superman por amor a su pueblo. L'increïble home normal. És capaç de doblar la seva força per ajudar els que més ho necessiten! Nous reptes l'esperen! Convertir a Montilla en Superman es sublimar el mensaje político a extremos insólitos. Claro que peor hubiera sido que lo representaran como Hulk.

divendres, 22 de juliol del 2011

Gürtel obnubila.

Todo el mundo sabe que los trajes de Camps no son más que la punta del iceberg de la Gürtel y el más o menos conexo caso Brugal que encierran entre sus legajos una historia siniestra, una presunta trama de corrupción generalizada que implica a empresarios diversos, con il capo Correa en la cúspide, dando las órdenes, y algunas decenas de cargos públicos del PP en todos los niveles de la administración, especialmente en Valencia. La Gürtel no es sólo el cadáver que ocupa todo el escenario sino también un estado de espíritu. La derecha está como gürteleada y ve su futuro procesal y penal muy negro. Son muchos los millones de euros dilapidados, malversados, ilegalmente apropiados, arbitrariamente adjudicados, defraudados y muchas las personas imputadas. Una docena de ellas puede ir a la cárcel.

Esa perspectiva obnubila de tal modo a los dirigentes del PP que les hace perder la cabeza y hablar contra el sentido común y lo que la gente está viviendo en directo. Dicen que la dimisión de Camps es ejemplar. Será así si por ejemplar entendemos la degollación del Bautista, pongamos por caso. ¿Ejemplar? El dimitido presidente lleva dos años presuntamente mintiendo a la ciudadanía, aferrado al sillón, dilatando el proceso, pretendiendo revalidar su cargo al contraponer los votos de los ciudadanos a las decisiones de los jueces. Su dimisión se ha producido a regañadientes pues por la mañana había hecho saber que se declaraba culpable, pagaba la multa, se ahorraba el juicio y seguía de presidente de la Generalitat. Es decir, ha dimitido porque no le quedaba más remedio y en contra de su voluntad.

¿Qué tiene eso de ejemplar?

Por supuesto, nada. De lo que se trata es de valerse de ella para pedir en justa compensación que dimita Rubalcaba por el caso Faisán en el que no está imputado. No se va a reconocer que la dimisión de Camps es ignominiosa porque se pierden puntos dialécticos. Igualmente, pedir la dimisión de Rubalcaba es absurdo pero eso tampoco importa ya que lo que se busca es hacer a un lado el tema Camps (que es tema Gürtel) y poner en su lugar el Faisán. Lo que se busca es condicionar el tema del debate público.

Pero para eso hace falta tener algo más noble, menos infame que ese caso en el que se pretende procesar por colaboración con banda armada a los policías que llevan toda la vida luchando contra ETA y casi han conseguido vencerla. El asunto es tan indignante para todo el mundo que el PP se ve obligado a recurrir a la demagogia para disimularlo y así Sáez de Santamaría pide a Rubalcaba que dimita y no se esconda tras los policías, que el fondo cumplían con su deber. Cuando es el mismo PP el que los ha denunciado.

No, así no se condiciona debate público alguno ni puede ocultarse el caso Gürtel. Además, ni siquiera cabe recurrir a esa inmoralidad tan frecuente de decir que, bueno, la Comunidad valenciana está impregnada de Gürtel pero véase qué prosperidad deja Camps. No es así: la Comunidad valenciana tiene medio millón de parados y la mayor deuda de las Comunidades Autónomas y la prestación de servicios sanitarios y educativos es muy deficiente. ¿Cómo no va a hablarse de la Gürtel? Hay que averiguar quién se lucró con la visita del Papa y en cuánto, quién y en cuánto por las contratas de basuras, la calificaciones, recalificaciones, licitaciones; a cuánto ascendían los porcentajes y corretajes de las múltiples actividades económicas de la Generalitat, las concesiones, las adjudicaciones, las subvenciones; qué parte de esos fondos defraudados al erario público ha ido presuntamente a financiar ilegalmente al PP y qué mordidas ha sufrido por el camino.

La Gürtel ha entrado en la etapa del espectáculo y, frente a éste, lo del Faisán es demasiado ruin.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Un puente de 2.500 años

Pues es una peliculaza esta de Hu Mei sobre Confucio. Magníficamente hecha e interpretada, con una banda sonora estupenda y una fotografía que cautiva el ánimo; unos planos generales de montañas brumosas, primaveras relucientes, colosales fortalezas, murallas interminables, llanuras hormigueantes de guerreros a caballo todo tan bello que no sabe uno a qué atender más si a la historia que se narra o a sus escenarios.

La historia, la trama, es la vida del maestro que éste recuerda en flash back al comienzo de la peli, ya muy viejo en su Lu natal, de regreso de los largos años de peregrinar como exiliado. Es poco lo que se sabe de Confucio y lo poco que se sabe está trufado de leyenda, pero queda estupendamente reflejado en la obra. Arranca el relato con Confucio de ministro de Justicia de Lu, posteriormente ministro del Interior, especie de valido del emperador. Los conflictos y guerras continuas en la época de los Estados combatientes, que se reflejan en Los anales de primavera y otoño y en las que su supuesto autor se involucra con la intención de someter a los nobles rebeldes a la autoridad del emperador, acaban con su posición privilegiada. Cae Confucio en desgracia y ha de exiliarse, peregrino junto con sus discípulos por los Estados y las tierras de la China.

Lo más interesante de esta historia es que casi todas les peripecias que narra son parábolas de las enseñanzas del maestro como las recogieron sus discípulos en Las analectas: el respeto por los rituales y la flexibilidad para renunciar a los injustos o inhumanos aunque sean tradicionales; la regla de oro de toda moral, pasada, presente y futura de que no hagamos a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros; el juego profuso de las tres virtudes, sabiduría, benevolencia y valor; el fin del Gobierno es la felicidad del pueblo; la felicidad del pueblo viene de un gobierno cívico, pacífico y armonioso; la vida no tiene precio y todos los seres humanos tienen derecho a ella; hay que amar al prójimo aunque, lógicamente más a los de la propia familia que a los vecinos, más a los vecinos que a los conciudadanos, más a los conciudadanos que a los connacionales, etc; la base de todo es la familia, cosa que el sabio demuestra abandonando la suya cuando parte al exilio acompañado por sus discípulos. Tengo la impresión de que Confucio es la suma de la sabiduría moral patriarcal. El conflicto de género viene de antiguo. Las dos únicas mujeres que tienen alguna relevancia en la historia son la sumisa esposa y la taimada concubina pero que obliga a decir a Confucio algo que hubiera podido decir San Antonio y se hubiera ahorrado tormentos, de esos que encantan a la Iglesia.

Salvando ese escollo, si no es un prurito de Palinuro, este biopic se diferencia de los gringos y los occidentales en general en que refleja un complejo proceso de aprendizaje moral en todas las circunstancias y momentos de la vida, mientras que aquellos suelen ser gestas cantadas con un único Leit Motiv, normalmente la venganza, aunque también el amor, la ambición o la liberación. Pero todos de uno en uno, con lo que los caracteres suelen ser unidimensionales. En la peli, como en la vida del maestro, los personajes son polifacéticos, cambian, como cambian los sentimientos y los motivos, la ambición, el poder, la envidia, la cobardía, la nobleza, la traición y muchos más, todos mezclados en esa infinita confusión (el caos de los Reinos combatientes) que es la vida humana que el sabio debe vivir en perpetua busca de la verdad. En esa busca necesita un camino, el que se desgrana en Las Analectas que han influido en el resto del mundo, muy especialmente en el cristiano. Cristo puede verse como una especie de Confucio menos letrado (a pesar del episodio de los doctores del Templo) y proveniente del pueblo con lo que sus conflictos con el poder son siempre del lado de los oprimidos mientras que los de Confucio son de los dos lados, muchas veces en lucha interna.

Esa lucha interna puede llegar a ser tan intensa que el sabio crea haber perdido el camino, la verdad. La peli construye el legendario encuentro entre Confucio y Lao-tse que es harto improbable (por eso el director lo pone en las nubes) dado que del fundador del taoísmo se sabe aun menos que de Confucio. El Tao te King puede considerarse el pago que dejó Lao-tse en la aduana entre esta vida y el más allá en el que parece haberse perdido. Pero sea o no cierto el encuentro, sirve para reconciliar el taoísmo con el confucianismo pues comparten el Tao, el camino, la verdad, la vida. Justamente lo que decía después Jesucristo, que él era el camino, la verdad y la vida.

En términos actuales puede verse a Confucio como el intelectual que tiene el oído del Príncipe hasta que deja de tenerlo. En ese momento en que el caído en desgracia piensa en vengarse, relumbra la máxima fundamental del confucianismo: el sabio es un caballero dispuesto siempre a poner los principios por encima de sus intereses. Algo así como lo de Tomás Moro pero en más refinado.

dijous, 21 de juliol del 2011

El final de la escapada.

Con algo de retraso sobre lo que había vaticinado Palinuro, un incorregible optimista, el cadáver ionesquiano de la Gürtel que ocupa todo el escenario, ha devorado ya su primera víctima, Camps, el triunfador de las recientes elecciones autonómicas. Definitivamente demostrado: las mayorías electorales no sirven de nada ante los tribunales de justicia. El intento populista de tapar la boca de los jueces con puñados de votos ha fracasado. Tomen nota quienes estén tentados de seguir tan desatinado ejemplo. El Estado de derecho funciona.

A propósito, enhorabuena a Ángel Luna, portavoz parlamentario del PSOE en la Comunidad valenciana quien, a causa de su rectitud y sentido del deber, fue el primero en comparecer como denunciado ante la justicia. Una situación absurda provocada por las mañas leguleyas de quienes, no pudiendo defender la justicia de su causa, recurren a triquiñuelas para enredar los asuntos y obstaculizar los procedimientos. Luna es un hombre honrado y cabal y Camps, por lo que parece, no. No todos los políticos son iguales, aunque esté de moda decirlo. De moda y en interés de algunos, singularmente de los políticos corruptos.

Pero Camps no sería Camps si, incluso en momentos cruciales para él, no optara por la decisión más delirante. Dimite de la presidencia de la Generalitat y la del PP de la Comunidad Autónoma, dice, como sacrificio que hace para coadyuvar a que Rajoy sea el próximo presidente del gobierno español. Pero no acepta los cargos, como han hecho ya dos de los cuatro imputados en esta escaramuza procesal de la Gürtel, con lo cual tendrá que sentarse en el banquillo de todas formas en el mes de octubre, más o menos, en precampaña, quizá campaña electoral. Él seguirá siendo Camps y la Gürtel volverá a ocupar todo el escenario. Si eso es coadyuvar a que Rajoy gane las elecciones, ¿qué haría este hombre si quisiera que las perdiese?

La decisión de Camps es tan absurda como todo lo que ha hecho en su condición de presidente, pero ahora es más visible porque todas las miradas del país están puestas en él. Ahora empieza a percatarse la opinión de que un individuo que hace cosas absurdas, disparatadas, quizá no esté del todo bien de los nervios, por decirlo con delicadeza. El mero hecho de la dimisión, tan contrario a la acrisolada doctrina numantina del "aquí no dimite nadie", supone un descalabro político de primer orden. Sobre todo porque se produce al cabo de una mañana, probablemente de antología en los órganos superiores del PP, en la que trascendió que Camps pensaba declararse culpable, pagar la multa y seguir como presidente de la Generalitat bajo la advocación de San Vicente Mártir, patrón de Valencia, con quien ha empezado a indentificarse al decir que se ha "sacrificado" como la víctima propiciatoria del temible dios de las elecciones. Pasar luego de querer declararse culpable a sostener a voz en grito su inocencia en tres cuartos de hora indica claramente que hay algo en las constantes psicológicas o caracteriológicas del personaje que no funciona bien y, de paso, que la supuesta astucia procesal de ese pintoresco muñidor que es Federico Trillo recuerda mucho las habilidades del inspector Clouseau.

Si es inocente, ¿por qué dimite? Para un inocente, comparecer ante la justicia cuanto antes es una garantía: prueba su inocencia y vuelve al tajo sin mayor quebranto. Cabría pensar que se ha tratado de un arrebato según el cual ha dimitido porque está harto del acoso a que lo han sometido quienes quieren verlo una madrugada boca abajo en una cuneta, pero la justa indignación lo lleva a proclamarse inocente. El problema es que no es un impromptu sino una situación que dura ya dos años en la que, desde el comienzo, se acusó a Camps de recibir trajes de regalo de una trama corrupta y durante dos años Camps lo ha negado, afirmando que se los paga, afirmando asimismo que arde en deseos de demostrarlo ante los tribunales pero dilatando cuanto ha podido el proceso y negándose a declarar cuando se le invitó a ello ante un juez. Dos años mintiendo es más de lo que una carrera política puede aguantar. Incluso en España, en donde se dan casos pintorescos, como el de un Jesús Gil, alcalde o un Ruiz Mateos, eurodiputado. Claro que en otros lugares tienen a un Berlusconi de presidente del Consejo de ministros; pero ese es otro tema.

Así que Camps dimite para ayudar a Rajoy y lo primero que hace es garantizar que se dé aquello que el mismo Rajoy trataba de evitar a toda costa: que se celebre la vista oral pública por presunto cohecho impropio contra el dimisionario en periodo electoralmente sensible. Porque si Camps cree que hay alguna diferencia entre un juicio a un presidente y un juicio a un expresidente por lo que hizo durante su presidencia es que no se entera. En cuanto comparezca ante el jurado, será primera de todos los periódicos y las televisiones abrirán con él; como sucederá cuando haya sentencia. De forma que con esta decisión de "me voy pero me quedo" Camps ha acabado de liarla y ha conseguido que haya no una sino dos condenas, la de ayer con la dimisión en lo político y la que recaiga con las decisión de la justicia en lo jurídico. No hay duda, un acierto al estilo Camps.

Entre otras cosas conviene no olvidar que este asunto de los trajes es la punta del iceberg, el aperitivo de un supuesto gran baile de los corruptos. Aún queda por salir a la luz el mundo de presunta corrupción que está escondido en la Gürtel y uno de cuyos centros más importantes radicaba en Valencia donde se supone que se han perpetrado delitos hasta con la visita de Su Santidad hace unos años. Quien crea que la devoción religiosa es un antídoto contra la corrupción va listo. ¡Con decir que al presunto mando político de este desaguisado lo llamaban el curita!

Sí será mejor olvidar las declaraciones de sus compañeros de partido que sostenían la inocencia del maltratado presidente quien a las 14:00 horas mandaba decir que reconocería su culpabilidad como habían hecho dos de los cuatro imputados. ¿Puede un inocente ser culpable? Sólo por la misma vía por la que María es madre y virgen al mismo tiempo, esto es, por intercesión divina. De no ser así, la situación resultaba surrealista el modo del célebre esto no es una pipa de Magritte. Y conste que me niego a recurrir a la comparación fácil de Camps con un cadáver exquisito porque cadáver, desde luego, pero exquisito... Si fuera cursi sería otra cosa.

En fin, Rajoy tiene todo el verano para convencer a Camps de que se declare culpable en pro del triunfo electoral. Y lo mismo a Costa, lo cual es aun más difícil porque éste está imputado en el sumario de la Gürtel, cosa que no sucede con Camps, y no es muy recomendable presentarse en una causa viniendo ya condenado de otra. Duro trabajo el de Rajoy. La Gürtel no da tregua. Una supuesta trama de delincuencia organizada para el saqueo de las arcas públicas en beneficio de unos cuantos empresarios y una serie de cargos públicos del PP corruptos que afecta a la estructura misma de ciertas administraciones. Querer gobernar España teniendo en casa ese pandemonium es realmente curioso.

dimecres, 20 de juliol del 2011

La dimisión del corrupto.

Camps no dimite porque sea un sacrificado por el bien del partido, ni porque haya una campaña contra él, ni porque no quiera fastidiar las elecciones a Rajoy, ni porque esté injustamente procesado en un procedimiento en el que no haya pruebas contra él. Nada de eso.

Camps dimite porque es un mentiroso, un presunto corrupto y un supuesto delincuente y porque lo han pillado y no puede evitarlo. Se ha aferrado al cargo como una lapa y se ha ido cuando no le queda más remedio. Lo demás son cuentos chinos de este pájaro.

Un pájaro que ha pasado los últimos dos años negándose a hablar, a contestar a las preguntas de la prensa, criminalizando a la oposición, injuriando al Gobierno del Estado, amenazando y mintiendo. El paradigma de un indeseable en el gobierno de una comunidad en el que, como se verá cuando se substancien los procesos de la Gürtel, parece haber estado al frente de una trama organizada de delincuentes que se enriquecían saqueando las arcas públicas, defraudando a todo el mundo, engañando, malversando e impidiendo que hubiera el mínimo control sobre sus fechorías.

Ahora sólo falta que lo acompañen en el camino de la ignominia todos los corruptos que estaban por debajo de él en Valencia y los que están por encima de él en el Estado, todos los cuales son un buen puñado de cargos del PP.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Estos nunca saben nada

Contritos, cabizbajos, consternados aparecieron ayer los dos magnates de la prensa, padre e hijo, ante la comisión de la Cámara de los Comunes. Rupert Murdoch, uno de los hombres más poderosos del planeta, dueño de cabeceras locales, como el New York Post, influyentes, como el Wall Street Journal, o amarillas, como el News of the World, lanzó varias jeremiadas afirmando que era el día más amargo de su existencia, que estaba avergonzado, etc, etc. En mi opinión todo es falso, una argucia procesal. Trata Murdoch de levantar esa extraña simpatía espontánea que despiertan los triunfadores, los millonarios cuando se ven en apuros, normalmente por comportamientos reprochables o directamente delictivos. Esa simpatía que lleva a la gente aplaudir a Ortega Cano quien conducía borracho, se saltó el límite de velocidad y causó la muerte de un semejante del que nadie se acuerda.

Las actividades a que se dedicó News International en Inglaterra durante años pinchando teléfonos, sobornando policías, espiando informaciones de las fuerzas de seguridad deben de haber sido tan generalizadas y permanentes que los dos millonarios han tenido que cantar la palinodia. Pero no porque estén arrepentidos del tipo de periodismo terrorista que han estado haciendo, sino porque los han pillado.

Porque News Corporation, la rama americana del imperio, hacía lo mismo y hay miles de presuntas víctimas: viudas de militares del Irak, parientes de las víctimas del 11-S. Todo para alimentar un periodismo amarillo, sensacionalista, hecho de infamias, de injerencias criminales en la vida íntima de las personas, creando así un clima de temor y hasta de terror entre las personalidades que podían ser objeto de una escucha ilegal, desde los príncipes hasta una niña asesinada hace años. Esa bestialidad, esa falta de escrúpulos que convierte la vida pública en un lodazal de injurias y hasta calumnias es el caldo de cultivo en que surge el periodismo agresivo de la derecha, materializado, cómo no, en una cadena televisiva, Fox, propiedad del mismo Murdoch, dedicada a dar voz al estremismo derechista del Tea Party, a atizar el odio y la xenofobia.

Pues bien, estos dos magnates depredadores no sabían nada de lo que estaba pasando bajo sus narices; tienen a su responsable en los EEUU detenido y su segunda en Inglaterra, Rebekah Brooks, tras breve detención, ha dimitido de sus cargos; han cerrado de la noche a la mañana el próspero News of the World, pero ellos no sabían lo que estaba pasando. Y eso que en 2007 ya hubo gente, un redactor del periódico, juzgada y condenada por escuchas ilegales. Pero ellos no sabían nada. Las decisiones se tomaban, estallaba un escándalo tras otro, se arruinaba la vida de la gente, se atentaba contra su honor, se difamaba. Pero ellos no sabían nada. Los responsables son sus subordinados. Ya veremos en qué queda el asunto cuando se abra el correspondiente proceso judicial y los Murdoch tengan que explicarse frente a las declaraciones de los demás. En todo caso, ellos no sabían nada.

Como Aznar, miembro del Consejo asesor de News Corporation, que se enfrenta a una querella criminal en los EEUU. Tampoco sabía nada. Seguro que nadie en ese consejo sabía nada. Niguno preguntó alguna vez cómo se conseguían los scoops, las exclusivas que garantizaban altas tiradas del NoW. Claro que en esto de no saber, Aznar es campeón, casi como si fuera el discípulo aventajado del filósofo español del XVI/XVII, Francisco Sánchez, un pirrónico radical que sostenía que nada se sabe. Sánchez lo dice en sentido filosófico; Aznar en uno pragmático, que también es filosófico. Sánchez no sabe porque no llega a conocer las cosas. Aznar porque no quiere conocerlas, que es distinto.

El hoy presidente de honor del PP metió España en una guerra criminal en la que ha habido decenas, quizá centenares de miles de muertos. Y lo hizo pretextando que el país atacado y devastado almacenaba unas misteriosas armas de destrucción masiva que él sabía eran tan existentes como el Santo Grial. Y hasta es posible que por no saber, el hombre ni siquiera supiese qué forma tenían, al igual que pasaba con el Santo Grial; y obviamente nadie se molestó en decírselo.

Luego resultó que, como todo el mundo menos Aznar sabía, las dichosas armas no existían. Pero Aznar no sabía nada. Como los Murdoch. Como él mismo con el atentado de Atocha: no sabía que no había sido ETA. Sin embargo, todos sabían. ¿Cómo no iban a saber si era del dominio público? Murdoch dice que no sabía pero ya tenía un reportero condenado por escuchas ilegales. Aznar no sabía lo de las armas pero pedía a la gente que lo creyera mirándole a los ojos, igual que no sabía lo de ETA pero su gobierno pedía a los embajadores españoles que dijeran que había sido ETA.

¿Que no sabían? Todos estos saben siempre perfectamente lo que hacen: beneficiarse, enriquecerse a costa de lo que sea o de quien sea.

(La primera imagen es una foto de World Economic Forum; la segunda es una foto de Pontifici Universidad Católica de Chile, ambas bajo licencia de Creative Commons).

El corrupto caciquismo valenciano.

José Antonio Piqueras es un académico, un concienzudo historiador, con una apreciable obra, y un intelectual comprometido con el espíritu democrático de una sociedad abierta en un Estado de derecho de orientación progresista. Un género en franco retroceso en nuestras universidades. En esta ocasión presenta un estudio riguroso, plenamente documentado en fuentes incuestionables, del estado de la democracia en la Comunidad Autónoma valenciana (José Antonio Piqueras/Francesc A. Martínez/Antonio Laguna/Antonio Alaminos (2011), El secuestro de la democracia. Corrupción y dominación política en el España actual, Madrid, Akal, 255 págs.). Es una radiografía meridiana de una realidad y un tiempo (los gobiernos de mayoría absoluta del PP en el antiguo Reino de Valencia) apoyada en tal cantidad de pruebas y datos que imagino la obra servirá de referencia en cantidad de trabajos posteriores.

Piqueras forma un equipo con dos profesores de periodismo y un catedrático de Sociología Matemática para dar una imagen completa, compleja, muy bien trabada, de una realidad que pone los pelos de punta. Y el momento de la aparición no puede ser más oportuno: la noticia del procesamiento de Camps por presunto delito de cohecho impropio forma el contexto más adecuado a esta obra. Y, como la realidad siempre supera la ficción, incluso la muy adusta y documentada de la academia, el colofón sería (y puede que sea) una comunidad autónoma presidida por un menda embustero y delincuente.

Piqueras explica que la Comunidad Autónoma valenciana está gobernada sobre dos principios estructurales, la corrupción y el clientelismo que, por supuesto, son complementarios. Quien dice la una, dice lo otro. En cuanto a la corrupción, el autor ha seguido hasta en sus menores detalles las peripecias de colusión entre empresas de la trama Gürtel y la administración autonómica, las maquinaciones, las falsedades, las licitaciones manipuladas. Todo un cuadro de una administración entregada a la tarea de saquear las arcas públicas en provecho de una trama delictiva y beneficio de personas concretas en puestos políticos; una retahíla de enchufados, parientes, recomendados, todos en un baile del do ut des, de favores y contrafavores, una verdadera mafia.

En cuanto al clientelismo, basta mencionar el caso paradigmático, que también recuerdan algunos de los otros autores, del presidente de la diputación de Castellón, Carlos Fabra. Desde la Restauración hasta la democracia actual, pasando por el franquismo, siempre ha habido un Fabra en la Diputación. Una dinastía de este tipo, siendo plebeya, sólo puede perpetuarse a base de contar con suficientes relaciones clientelares. El clientelismo, por lo demás, reproduce incluso el régimen de cesantes de la Restauración, sólo que dentro del PP. Los campsistas han laminado a los zaplanistas, grupos clientelares, perfectamente caracterizados por el término unamuniano de fulanistas. ¿Diferencias entre los seguidores de Zaplana (aupado en uno de sus primeros puestos de mando con la ayuda de una trásfuga del PSOE desde entonces enchufada del PP) y los de Camps? Ninguna salvo las gentes concretas a quienes benefician con su forma corrupta de entender la política.

¿Cómo se ha llegado a esa situación? Porque el PP ha conseguido articular un discurso muy popular en Valencia y ha enganchado con las masas, como demuestra Alaminos en su capítulo. Documenta empíricamente la transferencia del apoyo electoral del PSOE al PP a través de tres etapas (1986-1990, 1991-1995 y 1996-2000), coincidentes con el predominio del PSPV, la intermedia de transición y las mayorías absolutas del PPCV que, según observa, no han hecho sino incrementrarse con la transitoria moderación de 2004. Eso se ha conseguido elaborando un discurso de gran aceptación en dos ejes de fractura, el de la ideología o el pragmatismo y el del nacionalismo o regionalismo. El PP se dibuja así como un partido atrapalotodo, pragmático y regionalista, capaz de exprimir hasta la última gota de jugo de la concepción de lo nuestro frente a lo ajeno, el socialismo o el catalanismo. Hasta la propia corrupción, omnipresente, acaba en cierto modo tolerada. Un discurso tan potente que hace que la gente ignore la manifiesta incompetencia gestora de Camps y su equipo. Aunque el autor no lo dice, cabe recordar que esta identificación del todo (Valencia) con la parte (populares valencianos) es la metonimia fascista típica.

Este discurso con tanta audiencia consigue imponerse merced a una política de medios de comunicación partidista, manipuladora, censora, que es la que analizan Martínez y Laguna en sus dos trabajos. Entendiendo perfectamente la importancia de los medios a la hora de propiciar al electorado, Zaplana en primer lugar y posteriormente Camps, han intentado imponer un verdadero régimen de medios al estricto servicio del partido en el poder. El grado de partidismo pro PP del Canal Nou es conocido. De hecho, este canal no dio la noticia de que Camps tendrá que comparecer como acusado ante un jurado popular. La manipulación, el engaño, la abierta mentira (algo en todo similar a lo que hace Telemadrid), junto a la provocación y la propaganda es el modelo televisivo valenciano. Todo eso con el dinero de los mismos contribuyentes a los que se estafa de forma tan elegante como ruinosa ya que la audiencia de esta televisión está ligeramente por encima del siete por ciento. En realidad se trata de un aparato de agit-prop con unos periodistas pagados espléndidamente por contribuir a este coro que canta las excelencias de un gobierno de corruptos. El control de los demás medios, radio y prensa (a través de subvenciones y publicidad institucional) es igualmente asfixiante.

Ese control, unido a la existencia del discurso propio, permite a los medios recurrir sistemáticamente a la agenda setting e imponer de ordinario sus "marcos" discursivos,(frames) en la visión de Lakoff. Por otro lado, el PSPV, atrapado en sus contradicciones y luchas internas y en una situación discursiva muy incómoda, no es un adversario que deba preocupar a la derecha. Esta tiene todavía bastante cuerda porque siempre puede echar mano de socialistas desafectos o que dependen de ella para su supervivencia económica con los que sembrar la rivalidad y el desconcierto en el otro campo, como se muestra con el lamentable caso de Antonio Asunción quien, al parecer, se ha prestado a una maniobra de provocación y escisión movida desde la derecha.

En Valencia se ha consolidado una cultura política caracterizada por el populismo, la corrupción, la delincuencia organizada, el panem et circenses, el saqueo del erario público, el abuso de poder y la aniquilación del adversario.

Algo que, con el tiempo, puede extrapolarse al conjunto de España.

dimarts, 19 de juliol del 2011

Llamazares y la unión de la izquierda.

Público sacaba ayer un interesante artículo de Gaspar Llamazares, titulado de un modo un tanto críptico Frente a la izquierda. Las manifestaciones públicas de Llamazares suelen tener enjundia, no son puras declamaciones partidistas según la consigna al uso, proponen reflexiones y se alejan algo de los dogmas y los aparentes saberes convencionales. De ahí que merezca responder a la reflexión con la reflexión para mancomunar esfuerzos.

Si he entendido bien el fondo del artículo de Llamazares, éste aboga por una unidad de la izquierda pero lo hace desde unos supuestos y con unos conceptos que no le acercan a su objetivo sino que, al contrario, lo oscurecen hasta para él mismo. Quizá por eso no lo hace del todo explícito o lo hace y se me ha pasado.

A fin de intentar aclarar esta cuestión hay que empezar por reconocer algo que mucha gente no admite, esto es, que la izquierda carece de alternativa global al capitalismo. Hace como que la tiene cuando habla de socialismo, pero no lo propone abiertamente, no pide socializar los medios de producción en general. A estos efectos las reiteradas refundaciones no sirven para nada porque refundar sin querer tocar los fundamentos (los famosos principios que nadie cuestiona porque carecen de eficacia) es inútil. Tómese un ejemplo caro a la izquierda: ¿tiene sentido fiar en el discurso de la lucha de clases en sociedades en las que los obreros industriales son un veinte por ciento, mientras que el sector servicios está en torno al 75 por ciento? Su condición ciertamente es de asalariados pero el proletariado implicaba algo más que la condición de asalariado, que ahora no se da.

El término con el que la izquierda radical, de tradición comunista, pero no sólo de ella, quiere definirse y Llamazares emplea un par de veces es el de izquierda transformadora. Sin embargo, a la vista de los hechos, esa transformación no es un criterio descriptivo sino desiderativo. Es una izquierda que quiere ser transformadora pero de momento no lo ha sido. En el largo plazo porque carece de alternativa global verosímil al capitalismo; en el corto (vías reformistas), porque sus exiguas fortunas electorales no suelen darle acceso al gobierno y/o parlamento que son los únicos lugares desde los que se transforma la sociedad por vía normativa.

Aquí es donde el socialismo, la socialdemocracia, que habría de ser la otra parte de una unidad de la izquierda, lleva terreno ganado: ha renunciado al largo plazo de forma que da por sempiterno el modo de producción capitalista y concentra su acción en las reformas que "humanicen" el capitalismo y garanticen mayores niveles de justicia social. La socialdemocracia muestra el resultado de su enfoque bajo la forma del Estado del bienestar.

Y aquí, a su vez, es donde la izquierda transformadora hace un salto en el vacío: olvidando que el Estado del bienestar fue desde siempre objeto del ataque de la izquierda comunista hasta los años setenta del siglo XX, acusado de ser una traición al proyecto revolucionario, esta izquierda se erige ahora en guardiana del atacado y acusa a la socialdemocracia de traicionarlo. En la medida en que esto no es un puro intento de desplazar al competidor para ocupar su sitio, tendrá que estar basado en alguna prueba.

¿Qué más pruebas se quieren que las políticas neoliberales que viene aplicando la socialdemocracia desde la crisis y cada vez que hay crisis? Pero ¿y si se trata de medidas tácticas obligadas por las circunstancias para mejor salvaguardar ese mismo Estado? Eso es algo fácil de entender y los comunistas debieran ser los primeros. ¿No introdujo Lenin la NEP, que suponía un retorno a relaciones capitalistas, sin que nadie lo acusara de haber dejado de ser comunista? En política a veces hay que hacer cosas que en otras circunstancias no se harían. En Extremadura, por ejemplo, Monago, del PP, tendrá que gobernar mirando a la izquierda y por eso no deja de ser del PP; si no, véase con qué decisión defiende la honradez de Camps. Pretender desautorizar una opción política pretextando una ocasional batería de medidas puede ser cómodo pero no justo ni cierto.

La socialdemocracia no va a cambiar sensiblemente ni va a radicalizarse, ciertamente. Sin ella, la unión de la izquierda es una quimera (favor de ahorrar debates sobre el significado metafísico de la izquierda) y con ella la unión no puede pasar de ser una socialdemocracia al estilo de lo que suele llamarse con loable intención "reformismo radical", que es lo que puede darse en una democracia. Ésta, por lo demás, exige ser considerada como un fin en sí mismo y no como un medio para un hipotético fin más elevado.

Comprendo que algo así es decepcionante para quien viene de una tradición revolucionaria que aspiraba a traer a la tierra nada menos que un hombre nuevo. Hoy corregiríamos por una persona nueva. Pero cuanto antes quede claro, antes se hará la unión de la izquierda. A la transformadora le queda por hacer su Bad Godesberg. Que lo haga o no es otra cuestión. Es posible que la irrupción del movimiento 15-M induzca a abrigar esperanzas respecto a la constitución de una nueva izquierda incorporando el venero que llega espontáneamente de la sociedad. Sería la segunda o tercera nueva izquierda que se creara.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 18 de juliol del 2011

El empleado de Murdoch.

No veo razón para escandalizarse por el hecho de que Aznar cobre 220.000 dólares anuales por asesorar a una empresa que, según parece, lleva años cometiendo todo tipo de delitos contra miles de personas con el fin de prosperar. El hombre está en lo suyo, como puede comprobarse repasando su carrera, que es un ejemplo paradigmático del principio de que todo vale con tal de conseguir lo que se quiere.

Inició su andadura política, abandonada su militancia falangista, triturando a un adversario del PSOE mediante una denuncia judicial que resultó falsa por lo que jamás pidió perdón a su víctima.

Se aupó al gobierno de España gracias a una alianza táctica (llamada “pinza”) con el sedicente izquierdista Anguita, cuya engolada vanidad supo halagar mientras le interesó.

Se estrenó en el gobierno tratando de encarcelar al propietario y consejero delegado del mayor grupo mediático de España con métodos torticeros y la ayuda de un juez prevaricador y de unos comunicadores faltos de todo escrúpulo moral.

Fue el responsable último de la mayor catástrofe ecológica de la historia de España sin que él, ni ninguno de sus subordinados tuvieran un solo gesto no ya de arrepentimiento sino de simpatía hacia las víctimas.

Su ministro de Defensa, Federico Trillo, fue el responsable político de un departamento en el que algunos de sus subordinados, por desidia o incompetencia, ocasionaron de un modo u otro la muerte de sesenta militares españoles sin que el tal ministro y mucho menos él reconocieran responsabilidad alguna en los hechos.

Entabló conversaciones, luego fracasadas, con ETA en cuyo curso satisfizo todas las exigencias de ésta, incluido el llamarla “Movimiento Vasco de Liberación”, con el fin de propiciarla.

Metió al país en una guerra criminal de rapiña a las órdenes del imperio pretextando para ello que el agredido, Irak, poseía armas de destrucción masiva, cosa que era mentira.

Siguió mintiendo a mansalva sobre la autoría del atentado de Atocha el 11-M de 2004, tratando de endosárselo a ETA cuando era evidente que fue obra de terroristas islámicos y con el único fin de ganar las elecciones. Y continúa sosteniendo la mentira aun después de que los jueces la hayan probado como tal.

Desde que dejó el poder no ha hecho otra cosa que alimentar un clima general de odio y confrontación con declaraciones agresivas y tratando de hundir el prestigio de su país en todos los foros internacionales.

¿Cómo va a sorprender que una persona con esta trayectoria figure en la nómina de un magnate cuya empresa, al parecer, es responsable de todo tipo de delitos al objeto de aumentar sus ventas?

Lo extraño hubiera sido que no figurara en ella.

(La imagen es una foto de Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo licencia de Creative Commons).

La inexcusable dimisión de Camps.

Si malo fue aceptar el regalo de unos trajes con el presunto fin de favorecer las maquinaciones de una trama delictiva, peor fue mentir durante dos años negando el hecho. Si peor fue mentir durante dos años, pésimo fue pedir el voto de los conciudadanos alegando ser víctima de una imaginaria conspiración. Si malo es que el comportamiento presuntamente delictivo de los gobernantes debilite la legitimidad de las instituciones democráticas peor es que la contumacia en el delito la destruya.

Francisco Camps no tiene otra salida que la dimisión y, si ésta no se produce de inmediato, Rajoy y la dirección nacional del PP no tienen más remedio que expulsarlo del partido. No es solamente que el que calla otorgue sino que el que otorga está admitiendo que el delito es una forma aceptable de hacer política y eso es más propio de organizaciones como la mafia que de fuerzas políticas legales en democracia.

La lluvia de declaraciones de cargos conservadores encareciendo la honradez de Camps cuestiona la validez de las decisiones judiciales y suena como el clamor hipócrita de una familia de mafiosos. En la democracia la honradez de los gobernantes la deciden los tribunales y no sus amigos, clientes o cómplices.

Camps lleva dos años negándose a contestar las preguntas de los periodistas, socavando el ejercicio profesional de estos y menoscabando el derecho a la información de la ciudadanía. Si no dimite ipso facto el resto de su mandato será ilegítimo pues no estará al servicio de sus representados sino de su supervivencia política.