dimarts, 14 d’abril del 2009

Se ha hecho justicia.

¿Recuerdan que este señor Fujimori fue presidente democráticamente electo del Perú? ¿Se acuerdan de que gobernó de 1990 a 2000 como presidente legal? ¿Se acuerdan de que reformó la Constitución para eliminar la prohibición de un tercer mandato y se salió con la suya, ganando una tercera elección? ¿Se acuerdan de con qué discurso ganó las elecciones? ¿Se acuerdan de lo que decían entonces los medios? Fujimori era el "técnico apolítico", el ciudadano de la calle, el hombre del pueblo, sin partido; Fujimori iba a sacar al Perú de la corrupción de la clase política, iba a regenerar la vida pública, eliminando a los políticos (todos iguales, todos ladrones, etc) y acabando con el clientelismo, el caciquismo y, por supuesto, las amenazas terroristas. En su primera elección ganó de calle a un hombre honrado, aunque quizá no muy experimentado, como el señor Vargas Llosa.

En resumen, Fujimori era el político "antipolítico". Un corrupto, ladrón, asesino, torturador, criminal, condenado como tal en un tribunal de justicia de su país.

Los políticos profesionales son muchas cosas, desde luego, y hay que vigilarlos. Pero son una garantía frente a estos canallas que embaucan a la gente con la demagogia antipolítica.

La izquierda atribulada.

Este libro (Almudena Grandes y Gaspar Llamazares, Al rojo vivo. Un diálogo sobre la izquierda de hoy., Madrid, Antonio Machado, 2008, 210 págs) es, cosa rara, lo que su subtítulo indica, un diálogo sobre (parte de) la izquierda de hoy y pongo el paréntesis porque, aunque los autores sean personas razonables, abiertas y tolerantes, también son de los que creen que no hay más izquierda que la que ellos representen; los demás, aunque digan ser de izquierda, no lo son. El diálogo, por otro lado, según propia confesión de los autores, no se reproduce diacrónicamente sino que se ha troceado y reagrupado por temas probablemente para hacer más legible el texto y porque, siendo un intercambio muy vivo y espontáneo, hubo saltos, reiteraciones, etc, que aconsejaron proceder editorialmente como lo han hecho. Y por la misma razón, esta reseña reagrupará los temas para reflejar el interesante contenido del libro según un relato que me propongo trazar aquí.

Vaya por delante que la obra me parece nuy oportuna y útil, llena de enseñanzas y que tengo el máximo aprecio por los dos dialogantes. Ella me parece una gran novelista y él un gran político. Y lo que dicen suscita abundante reflexión. Creo, además, que ambos son de izquierda -como se encargan los dos de recordar al comenzar su encuentro- y precisamente por eso espero entiendan que esta crítica está hecha con el mismo espíritu constructivo con el que ellos dialogan, como aportación modesta a ese torrente de perpetua indagación insatisfecha, ese permanente interrogarse sobre sí misma que es y será siempre la izquierda.

La primera pregunta a la que, de modo implícito, parecen querer responder los dos autores cada uno por su cuenta es a la de qué sea la izquierda hoy y, si repasan sus respuestas, estarán de acuerdo en que bien poca cosa. Para Gaspar LLamazares parece consistir en "recuperar el ideario básico republicano y de izquierdas" (p. 29) y la defensa del Estado del bienestar y los servicios públicos (p. 36). En esto coincide con Almudena Grandes para quien, como ya no puede hacerse ninguna revolución, "la defensa de los espacios públicos debiera ser el espacio natural de la izquierda" (p. 37). Se añade alguna diatriba acerca de que la izquierda no tiene medios de comunicación (pp. 53, 57) y a que hoy día, los ciudadanos, según dice Llamazares, son tratados más como clientes que como ciudadanos (p. 61) y poco más en el terreno teórico. En el terreno práctico, Llamazares insiste bastante en la necesidad de reformar la muy injusta ley electoral (pp. 105 y ss.) que él y su formación han tenido que sufrir en las pasadas elecciones generales del 1º de marzo. Puedo estar de acuerdo con Grandes cuando señala que "en este país habría futuro para un partido como Izquierda Unida, un partido que se cuestionara sensatamente lo que decíamos al principio, o sea, en qué sociedad vivimos, cuál es la sociedad en que queremos vivir, qué significa la izquierda en una sociedad como ésta..., etc" (p. 95); puedo estar de acuerdo, digo, en abstracto porque en concreto y a la vista de lo que ella misma aporta en esa "primera parte", verá que no es tan fácil eso de "cuál es la sociedad en que queremos vivir", que un programa no se improvisa y que la carencia -rayana en el secarral propositivo- de la izquierda es precisamente ese de las propuestas programáticas. Porque ambos, espero, coincidirán en que la respuesta no puede ser el sorprendente oxímoron con que Llamazares despacha la cuestión, diciendo que reivindica una "IU utópica pero con los pies en el suelo, una utopía constructiva" (p. 143) pues, en la medida en que esto quiera decir algo, chocará de frente con uno de los postulados esenciales de la tradición teórica de la que dice proceder: la sustitución del socialismo utópico por el socialismo científico. A más interés, vista esta curiosa reivindicación de la utopía, el típico dictamen comunista con el que el mismo Llamazares descalifica al PSOE y los demás partidos socialistas porque, dice: "ha renunciado a transformar el capitalismo en socialismo e incluso rechaza cualquier intervención en el libre mercado de las empresas y las finanzas" (p. 131) no es de fácil intelección. Lo segundo, lo de la intervención, no es cierto y a la vista está hoy mismo; en cuanto a lo primero, ¿puede extrañar que alguien se resista a transformar el capitalismo en una utopía?

Permítaseme una breve reflexión sobre las propuestas del párrafo anterior. Que el representante de la izquierda comunista (y postcomunista) prácticamente agote su pretensión en el horizonte republicano casa mal con la tradición de la izquierda en nombre de la que habla. Palinuro es conocida y rabiosamente republicano y agradece toda ayuda en pro de nuestra preterida República, el único momento de libertad y dignidad que ha conocido nuestro país en toda su historia, incluidos los que vivimos que no son del todo malos (peor hemos estado) pero no son de plena libertad democrática. Ya sé -y en el libro se recuerda varias veces y sobre ello se hablará de nuevo en esta reseña- que el PCE ha blasonado siempre de su defensa de la IIª República y hasta cierto punto es verdad. Pero sólo hasta cierto punto. La República se proclamó un 14 de abril de 1931 con un minúsculo PCE sosteniendo entonces que había que luchar contra ella en pro de la revolución bolchevique etc, etc. Sólo después, con motivo del giro de la IIIª Internacional y la política de los Frentes Populares, el PCE admitió alianzas tácticas con otras fuerzas hasta entonces "socialfascistas", "burguesas", etc. Y, luego, con la guerra, Stalin el primero y los comunistas españoles detrás, creyeron que había que defender la República y ganar la guerra al fascismo (frente a los delirios revolucionarios de anarquistas, socialistas de izquierda y trostkistas) pero sólo como una etapa en el camino. El PCE jamás fue republicano, sino que siempre ha querido instrumentalizar la República para una finalidad "más alta", "socialista". Y éste ha sido uno de sus vicios fundamentales (si no el fundamental) que explica su decadencia y práctica desaparición tanto en España como en los demás países europeos. Lo mismo sucede con la defensa del Estado del bienestar. Palinuro es uno de sus más aguerridos defensores. Por eso no puede olvidar cómo en los años sesenta y setenta, los comunistas se contaban entre los principales enemigos del Estado del bienestar (junto a los neoliberales, aunque con argumentos distintos) por cuanto sostenían que era una argucia de la burguesía y sus criados socialdemócratas para comprar a la clase obrera con unas migajas y limarle las uñas revolucionarias, aguzadas, en cambio con el inmarcesible ejemplo de los países del "socialismo real", benditos sean los dioses. Muy celebradas eran entonces las gracias de los más conocidos economistas marxistas, como Paul Sweezy que sostenían que el Welfare State (Estado del bienestar) era en realidad un Warfare State (Estado bélico). Así que es bueno dar la bienvenida a la izquierda comunista y postcomunista en la defensa del bienestar pero no estará mal que afine sus juicios sobre quién defiende qué y cómo. Es cierto que, en los últimos tiempos, los partidos socialistas, contagiados del discurso neoliberal y necesitados de ganar elecciones (ahora hablaremos de eso) han aplicado políticas económicas contrarias a la tradición del Estado del bienestar y que eso debe criticarse y corregirse, pero quede claro que, si no hubiera sido por los partidos socialdemócratas, el señor Llamazares no tendría Estado del bienestar que defender frente a los socialdemócratas.

En el terreno práctico de la ley electoral, Llamazares tiene toda la razón a mi juicio. Esa ley es un golazo que las derechas metieron a las izquierdas en los enguajes de la elaboración de la Constitución. Está pensada para yugular la representación de izquierda de ámbito estatal y beneficiar a la derecha. Lo que sucede es que como el PSOE también se beneficia (aunque mucho menos que el PP) no se le ve muy dispuesto a hacer lo único que una actitud de izquierda puede pedir: la reforma de la ley electoral y la substitución por otro sistema electoral realmente proporcional.

Me temo, sin embargo, que el problema de la escasa relevancia parlamentaria de los comunistas y postcomunistas no radique sólo en la mecánica electoral. Una ojeada a otros países occidentales con muy distintos sistemas electorales pone de relieve que los comunistas son una fuerza menguante, cuando no extinguida. Insisto, el problema es otro: es el de la necesidad de articular propuestas que ganen mayorías en elecciones democráticas libres. Si han de ganar mayorías, esas propuestas rara vez podrán ser radicales porque las mayorías son, por lo general, centristas y centristas en proporción de cuatro a uno. Ocurre como con lo que decía arriba de la República. La historia del comunismo y la democracia es bien conocida. Marx los identificaba y creía que el proletariado podría llegar al poder con un programa revolucionario en aplicación del sufragio universal. Marx era un demócrata, aunque a veces tuviera tentaciones antidemocráticas. Pero su seguidor Lenin, padre indiscutible de los comunistas (muchos de los cuales siguen teniéndolo como ejemplo), no lo era en absoluto. Tras el golpe de mano de octubre de 1917, Lenin permitió que siguieran adelante las elecciones legislativas a la Duma que ya estaban convocadas y como los bolcheviques no las ganaron (obtuvieron el veinticinco por ciento de los votos) cerró la Duma y nunca más volvió a haber elecciones libres en Rusia hasta la caída del comunismo. Al contrario, elaboró una teoría antidemocrática que compraron y todavía hoy repiten muchos comunistas en el mundo entero, incluida España, según la cual la democracia "burguesa" no es una "verdadera" democracia, sino una dictadura, mientras que la dictadura del proletariado era la "verdadera" democracia. Esto suena a doblehabla orwelliana pero ha sido consumo teórico comunista hasta hoy. Esta actitud acerca de la democracia, que ya enfrentó a Lenin con Rosa Luxemburg para quien el socialismo sin democracia no era socialismo, es lo que también enfrentó a la socialdemocracia con los seguidores de Lenin en el mundo entero en los años veinte del siglo pasado y de esa polémica nacieron los partidos comunistas. Y qué le vamos a hacer pero algo de eso sigue sonando en la idea de Almudena Grandes cuando propone que distingamos entre "democracia numérica y republicana" (p. 45). La democracia es la democracia a secas y se mide en cantidad de votos y todo lo demás (que si democracia orgánica, popular, bolivariana, numérica, republicana) huele a chamusquina a una legua. Esto de hablar de democracia burguesa o formal y negarle el marchamo de "verdadera" democracia funcionó durante el estalinismo en que los partidos comunistas prosperaron, pero ya después de la segunda guerra mundial empezó a verse que, con ese discurso, los partidos comunistas no ganaban ni ganarían elecciones. Es díficil que un partido cuyo fin es abolir la democracia formal gane unas elecciones en esa democracia formal (de hecho, sólo conozco dos casos en el siglo pasado: los nazis alemanes en 1933 y los comunistas checos en 1948; lo de Allende fue distinto porque no era un partido, sino un movimiento y no pretendía abolir la democracia formal) porque la gente no es tonta. Los comunistas acabaron dándose cuenta de ello y pasaron a formular una creencia en la democracia no como un medio o instrumento sino como un fin en sí mismo y a eso lo llamaron Eurocomunismo. Con el Eurocomunismo, entiendo, los comunistas venían a dar la razón a Rosa Luxemburg frente a Lenin cincuenta años después pero sin reconocerlo y sin separarse de Lenin, lo que hacía su movimiento sospechoso. Y, por si fuera poco, la propuesta tampoco saldría porque ese territorio de "socialismo más democracia" ya estaba ocupado por los odiados socialdemócratas que se obstinaban en no desaparecer. Con el hundimiento de la URSS (del que los comunistas todavía no han dado explicación convincente alguna) también se hundió ese bienintencionado giro eurocomunista de Carrillo, Berlinguer y Marchais.

Actualmente no hay duda de que los comunistas y postcomunistas, habiendo aprendido la dura lección de la historia, son genuinos demócratas "burgueses", dispuestos a jugar limpio el juego electoral y parlamentario. Pero se encuentran con esa maldición, señalada más arriba: los programas radicales no suelen tener apoyo mayoritario y generalmente sólo lo tienen testimonial. Pero con un apoyo testimonial, sin poder formar gobierno ni tener representación parlamentaria tangible es ridículo llamarse "izquierda transformadora". Nuestras sociedades sólo se transforman por la acción del Gobierno basada en la ley y si no formas parte del Gobierno ni eres relevante en el proceso legislativo, ¿de qué hablas cuando hablas de transformar? Por esa amarga experiencia han pasado todos los partidos socialdemócratas, que han tenido que moderar y edulcorar sus programas para ganar elecciones y poder gobernar. Porque, si no lo hacen, gobierna la derecha y, aunque la izquierda comunista, reducida a rezongar por los rincones, diga lo contrario, hay diferencia -y mucha- entre los gobiernos socialdemócratas y los de derechas. Como hay diferencia -y mucha, muchísima- entre el señor Obama y el señor Bush y sería ya hora de que los que han estado diciendo que son lo mismo lo repitieran en público.

En democracia sólo se gobierna ganando elecciones y, para ganar elecciones, además de una ley electoral aceptable, hay que tener un programa que la mayoría vote. Lo que no sea eso será muy parecido a mirarse el ombligo, actividad en la que me da la impresión de que IU carece de competidores.

Debo repetir aquí que los dos autores de este libro me parecen personas honradas e inteligentes y que he leído la obra con verdadero interés, pues si no lo tuviera, no me molestaría en hacer una reseña tan pormenorizada. Creo que los dos son sinceros y están genuinamente preocupados por la suerte de la (parte de la) izquierda que representan y creo asimismo que esa actitud es muy respetable y la mejor forma de manifestar ese respeto es discutir con ellos con su mismo espíritu abierto y sin dogmas. Porque, con todo, los dos me parecen también presos de sus arquetipos. Creen ser críticos y libres pero viven dentro de un mundo cerrado, sin tomar distancias, autorreferencial, contradictorio y repleto de disonancias cognitivas. Su diálogo me recuerda el de Vladimir y Estragón, pero Godot sigue sin aparecer. Almudena Grandes dice en un par de ocasiones que sólo habla en nombre propio, que no representa a nadie, pero tiene un punto de vista ortodoxo y vive en un mundo de socialización comunista acrítica que asoma la oreja casi de modo continuo. Los dos parten de una visión del pasado del PCE idealizada que no se compadece del todo con la realidad (pp. 67-77). Grandes confiesa una afinidad sentimental poderosa con el PCE al que dice haber estudiado mucho y al que está muy "vinculada emocional, afectiva, política y todos los mentes que quieras" (p. 93). Tiene una visión idealizada, ditirámbica, absolutamente irreal del PCE que parece nacida de aquella Breve historia del PCE, bochornoso manualito ensalzando desvergonzadamente un PCE ficticio, al estilo de las correspondientes historias de los PCs del mundo, copiadas servilmente de la Historia del PCUS(b) de los tiempos de Stalin, un conjunto de mentiras. En el extremo de su pasión por ese PCE (que no dudo sea sincera y muy digna de encomio) Grandes asegura que el PCE "no fue un partido que tuviera nada que ver con las purgas de Stalin ni con el socialismo real" (p. 143). La evidente falta de conexión entre esta peregrina afirmación y la historial real más patente demuestra a contrario que la señora Grandes habla en serio. Muy en serio. Habrá estudiado mucho, pero no sabe lo que dice. EL PCE estuvo siempre absoluta, completa, total y todos los mentes que se quiera sometido a la voluntad omnímoda de Stalin desde los primeros años treinta hasta la muerte del Mariscal en 1953. Sólo un par de datos con nombres propios: ¿sabe Almudena Grandes quién mató a Andreu Nin tras torturarlo salvajemente, dicen que despellejándolo; por orden de quién, en casa de quién y con la colaboración de quién? ¿Sabe Almudena Grandes qué función cumplía en el Buró Político del PCE Francisco Antón, el amante de Dolores Ibarruri y qué pasó con él cuando ella decidió vengarse de él? ¿Sabe Grandes cómo y por qué y a mano de quién murió Gabriel León Trilla, uno de los fundadores de ese PCE legendario que ella idolatra? ¿Cree en serio Grandes que un partido cuya Secretaria General, Pasionaria, residía en Moscú en los años cuarenta no tuvo nada que ver con las purgas de Stalin? No creo exagerar si digo que entre 1939 y 1964 (sí, sí, 1964, fecha de la expulsión de Semprún y Claudín) el PCE fue, entre otras cosas, una máquina de depuraciones. y, hasta 1953 siguiendo consignas estalinistas. Esto es algo así como cuando Llamazares habla de la "tradición unitaria de los momentos más luminosos del PCE" (p. 71) que no sé de dónde se lo ha sacado: el PCE, como casi todos los partidos comunistas del mundo, surgió de una escisión y su historia no ha sido otra cosa que una sucesión ininterrumpida de escisiones, exclusiones, purgas, separaciones y expulsiones hasta el día de hoy mismo y, si no, que se los digan al propio señor Llamazares.

Con lo anterior no pretendo demonizar en absoluto al PCE ni a ningún otro partido comunista sino invitar a los autores del libro a que maticen sus juicios y muestren menos credulidad. La historia del PCE y de todos los PCs es, como todas las historias, un relato con luces y sombras. En los partidos comunistas ha habido héroes y canallas, grandes heroicidades y tremendas traiciones. El Partido Comunista Francés, por ejemplo, al amparo del Pacto Germano-Soviético (cuyo enjuiciamiento moral es muy contradictorio) llegó a pedir su legalización a las autoridades títeres de Vichy en el colmo del colaboracionismo y la estupidez más pronunciados. Cuando Alemania rompió el pacto e invadió la URSS, ese mismo partido pasó a la resistencia del maquis y su sacrificio fue tal que al final de la guerra se había ganado el sobrenombre de parti des fusillés. Y de estos casos de blanco y negro se pueden poner muchos y me extraña que no lo tenga en cuenta la señora Grandes, capaz de escribir algo tan inteligente como: "no hay nada que me dé más miedo en este mundo que la palabra pureza, ¡porque es tan inhumana!" (p. 143). Pues eso.

Los dos autores están descontentos con la situación actual de la izquierda en cuyo nombre hablan, pero no estoy muy seguro de que acierten al diagnosticar los males de que se quejan. Sostiene Almudena Grandes en sentido admirativo que IU es una rareza "una perla negra en el mundo de la politología mundial" (sic., p. 88). No tanto. Parece una típica "organización de masas" de acuerdo con el más estricto criterio leninista que ahora, además de pretender los objetivos de penetración comunista en ámbitos sociales con menor conciencia de clase, tiene la funcionalidad de servir como camouflage para unas siglas, PCE, y un símbolo, la hoz y el martillo, que no pasan por sus momentos más brillantes. Al final del diálogo y en un apartado con el título de Con voz propia, que trae unos interesantes artículos de ambos, Grandes afirma que el proyecto de IU está acabado, que "ha dejado de tener sentido" (p. 155) y que ahora necesitamos un "partido nuevo". No sé qué pueda entender la autora por esto, cuenta habida que tiene a IU por un partido pero, sea lo que sea, deberá reconocer que, siempre en la estela del hombre que más ha sabido nunca de partidos, Lenin, un partido es un instrumento para llevar adelante un programa y un programa es un discurso, un relato y ¿en dónde está el relato que ponga en pie un nuevo partido en lugar del PCE y/o IU? Dice la señora Grandes que "fundar un partido nuevo da vértigo, lo sé" (p. 159). Es posible, pero ahí tiene a la señora Rosa Díez con un nuevo partido flamante y no parece que le haya afectado gran cosa. Ya sé que es un partido con el que la señora Grandes, supongo, no coincidirá y yo tampoco; pero el hecho es que ahí está porque tiene un discurso detrás.

Parecidas contradicciones muestra el señor Llamazares que, en un alarde de sincretismo imposible aspira a una IU que sea plural y unitaria porque si por un lado aplaude el pluralismo de IU y se queja de que hoy se ha perdido pluralismo (p. 89), por otro se lamenta de que la coalición proyecta una imagen de cacofonía, de peleas internas, de Babel (p. 91) que es justo lo que trae el pluralismo. Imagino que el señor Llamazares dirá que él propugna un pluralismo ordenado, sosegado, dialogante pero me temo que eso solo sucede en los partidos cuando ganan las elecciones y tienen de dónde tirar y qué repartir, mientras que al perro flaco todo se le vuelven pulgas.

Y si, encima, su amo no lo saca de paseo porque está muy ocupado discutiendo con los camaradas, la cosa se pone brava.

dilluns, 13 d’abril del 2009

Las europarlamentarias.

Ya están aquí las elecciones al Parlamento europeo y, según vaticina el Publiscopio de Público El PP parte con ventaja y el PSOE va por detrás, echando el bofe, a más de 4,5 puntos de distancia y al candidato socialista, Juan Fernando López Aguilar, no lo conoce ni dios. Con decir que la gente recuerda más al señor Mayor Oreja, que es el candidato de la contraparte, está todo dicho.

Los especialistas clasifican las elecciones europeas como "de segundo orden" porque en ellas no se debaten asuntos verdaderamente europeos sino cuestiones domésticas de cada país , la participación es muy baja y la gente se las toma como un voto de castigo al Gobierno. Pero precisamente por ello, fungen como un anticipo de las generales subsiguientes. Aquí quedan tres años hasta las próximas legislativas pero en el PP ya andan diciendo que, si el PSOE pierde por mucho en las europeas, habría que disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas. Siempre que el PP pierde unas elecciones, al día siguiente está pidiendo que las haya anticipadas. Ahora también, pues no soportan estar en la oposición.

Ambos grupos pierden diputados porque la cantidad adjudicada a España pasa de cincuenta y cuatro a cincuenta y la encuesta citada atribuye tres pérdidas al PSOE y una al PP. Es opinión general que esos 4,5 puntos que lleva de desventaja el PSOE miden el voto del castigo al Gobierno por la crisis. El señor López Aguilar tiene unos dos meses para hacerse más conocido que el señor Mayor Oreja, cosa que no parece difícil, y dar la vuelta a los sondeos. Facha, tiene; telegénico es un montón y encima cultiva el estilo Obama, en mangas de camisa, sin corbata. En cambio, su adversario va vestido de señor mayor. En imagen, la campaña está ganada. Incluso aunque el señor Mayor se haga acompañar por el señor Rajoy, no dejaran de ser un par de señores mayores con barba gris, uno de ellos franquista, para más señas, mientras que si a López Aguilar lo apoya Rodríguez Zapatero, será una pareja más joven, algo más de este tiempo.

En efecto, la campaña está ganada para el PSOE en imagen que ya se sabe que vale por mil palabras. Ahora se trata precisamente de eso, de palabras., cosa nada fácil, vive el cielo, porque no basta con el careto: hace falta tener ingenio. Es preciso que López Aguilar o quienes le asesoren en la campaña, encuentren una o dos, no más, una consigna, algo que se identifique con su rostro y con el programa electoral del PSOE para el Parlamento europeo. Porque ahí es donde se la juega el candidato: en lo que diga. Y dado que, según convicción general, es la crisis la que tiene en horas bajas la fortuna electoral del PSOE, que éste la mencione relacionándola con Europa, algo así como: en Europa para salir de la crisis o a más Europa, menos crisis.

(La imagen es una foto de Pablo G. Pando, bajo licencia de Creative Commons).

El líder natural.

Si alguien es aclamado como "líder natural" de un pueblo es porque cualquier otro líder ha de considerarse "artificial", supongo. Es uno de los sentidos de "natural". Hay otro que no es tan favorable, cuando se establece por similitud con los hijos. Si uno es líder "natural" es porque el otro es "legítimo", igual que el hijo "natural" se contrapone al "legítimo", símil que aquí no es pertinente porque lo que el PNV intenta ante todo es deslegitimar al gobierno de Euskadi.

El problema está en el empleo de ese término "natural", sea cual sea su significado que presupone, en definitiva, la no aceptación de los resultados electorales del 1º de marzo pasado. Eso es lo que permite decir a los jeltzales que el PSOE se dispone a gobernar contra la mayoría social y política del País Vasco. Pero lo único aquí cierto es que la mayoría política es la que apoya al Gobierno del PSE. La mayoría social, como cualquiera otra que no se cuantifique en votos, pertenece al brumoso mundo del organicismo nacionalista, el de los "verdaderos" hijos de la madre tierra y semejantes fábulas contadas por amama al amor de la lumbre.

Sostiene el PNV que es el mismo parlamento de Vitoria el que no es representativo porque las elecciones se hicieron con una ley de partidos que considera injusta y si esa ley injusta no existiera, ellos, el PNV, podrían contar con los votos de la izquierda abertzale impedida de presentarse. Está bien esta afirmación porque confirma lo que todos sabemos pero el PNV juega a ocultar: que el PNV cuenta siempre con los votos de la izquierda abertzale que no hace ascos a la violencia para conseguir sus objetivos, o sea, los subalternos de ETA. ¿No dijo el señor Ibarretxe que para sacar adelante su plan no iba a aceptar votos de la violencia pero el plan del señor Ibarretxe pasó el trámite parlamentario de Vitoria con los votos que no iba a aceptar?

Finalmente las jeremiadas del señor Urkullu por la pérdida de Sión se resuelven en dos patadas. Quien no quiera verse perjudicado por la ley de partidos, quien quiera verla suprimida sólo tiene que hacer una cosa: acatarla y obedecerla, que no es tan difícil.


(La imagen es una foto de kontrainformatu, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 12 d’abril del 2009

Una forma de razonar.

Hay muy pocas imágenes de María Dolores de Cospedal en la red en creative commons. Es una pena. El PP le interesaría dejar reproducción libre de imágenes de una persona tan fotogénica, tan guapa y tan seductora. Al fin y al cabo, lo que el partido quiere es que se vean los rostros de sus líderes, que el nombre y logo del partido vayan asociados a imágenes gratas y es el caso de esta señora, a quien da gusto ver. Y esto, por cierto, no tiene nada de machista. También se dice de los hombres. Todo el mundo sabe que en España hemos tenido dos presidentes del Gobierno guapos, Adolfo Suárez y Felipe y dos feos, Leopoldo Calvo-Sotelo, que más que feo era "saborío", y Aznar López, feo sin paliativos. Rodríguez Zapatero ocupa un tertium locum, el de los "guafeos" o "feoguas"; a algunos les parece guapo, a mí como el culo de una mona.

Pero lo que me interesa de la señora De Cospedal es lo que ha dicho en una entrevista en la COPE, ayer sábado de Gloria.

Escuché la entrevista íntegra y aún no salgo de mi asombro. El razonamiento de la señora De Cospedal parece no tener nada que ver con la lógica ordinaria de las cosas, es un conjunto de enunciados surrealistas que dejan pasmada a la gente pero por lo absurdo y sin sentido. Veamos: insistió varias veces, hasta el aburrimiento en que los nombramientos de nuevos ministras eran un fracaso del señor Rodríguez Zapatero, sobre todo en el caso de los dos nuevos vicepresidentes porque, en lugar de nombrar gentes capaces de hacer políticas contrarias a las que se estaban haciendo y tenérselas tiesas al presidente, ha venido a nombrar dos "Ángel Síseñor". Se queda uno un poco perplejo, ¿verdad? Esta señora piensa en serio que el deber de un presidente del Gobierno es nombrar ministro de Hacienda a alguien que vaya a hacer lo contrario de lo que él opina. Y, si no lo piensa, ¿por qué lo dice? ¿Porque sí piensa que el señor Rodríguez Zapatero es tonto y va a hacer lo que ella le diga? ¿Más tonto que ella?

Sostiene asimismo la señora De Cospedal que los andaluces quieren elegir a su presidente, vamos que es un clamor abrumador en Andalucía porque los andaluces, dice, "están desconcertados" pues a menos de un año su presidente los deja para más altos vuelos. Pero no sé si estarán más desconcertados que ella. No parece entender que los andaluces no eligen presidente. Los andaluces ni nadie en España. Aquí se eligen diputados de partido que es (el partido) el que decide quién será presidente. Y eso de que los andaluces quieran elegir otro presidente (o lo que sea) debe de habérselo soplado el Espíritu Santo, dado que nos acercamos a Pentecostés. Otra cosa es que hable en nombre del señor Javier Arenas que se ve abocado a perder las próximas autonómicas en 2012 frente a "un tal Griñán" y quiere ver si puede batirlo ahora mientras todavía se oye responder: "un tal ¿qué?".

La guinda vino al final. Había la señora criticado que el señor Chaves estuviera de vacaciones en Huelva después de que el presidente hubiera dicho que los ministros iban a trabajar en fiestas. Cuando criticaba ya todo el mundo sabía (al parecer menos ella) que el señor Chaves había pasado el día anterior con el señor Blanco y el siguiente seguía con el via crucis laboral con que los castigó el señor Rodríguez Zapatero. Faltó a la verdad la señora de Cospedal, ella dirá si voluntaria o involuntariamente. De lo que no hay duda es de que, preguntada al respecto, dijo que ella estaba de vacaciones en Málaga. La mentira suele ir coronada con la hipocresía.

(La imagen es una foto de dalequetepego, bajo licencia de Creative Commons).

Caudillo López

La definición es de ETA que así pone de relieve el carácter siniestramente españolista del señor López. Usan el término con el que se designaba al dictador, el gallego Francisco Franco. Franco era caudillo por la gracia de Dios; López por la de ETA. Caudillo era también el Cid Campeador, cabdiello que venia a decirse en la época, es decir, el que va en cabeza y por lo tanto dirige, el dirigente, leader, lehendakari. Lehendakari es caudillo en vascuence que siempre gratifica los oídos de la gente de estos valles rumorosos.

En realidad las declaraciones de ETA vienen a ser el contrapunto de las del PNV en este tristísimo Aberri Eguna, Otumba de las huestes nacionalistas. Un contrapunto como los dos bocinazos que da Harpo Marx en Un día en la Ópera por cada orden de Groucho que luego los traduce como: "¡y dos huevos duros!". El contrapunto ya no es de huevos duros sino dos tiros, que los tiempos y costumbres han cambiado algo.

Lo gracioso es que estos bocazas podían empezar por aplicarse sus propias reglas: esa de que "no renunciará a la lucha con las armas mientras no se pase de los discursos a los hechos". Que lo mismo se puede decir de ellos: menos palabras y más hechos. Mientras ladran no muerden.

(La imagen es una foto de kontrainformatu, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 11 d’abril del 2009

La estafa de la enseñanza concertada.

A la hora de decidir qué educación recibirán sus hijos, Vd. puede enviarlos a una escuela pública, (enseñanza gratuita y nivel variable, generalmente satisfactorio excepto en las Comunidades gobernadas por PP, empeñado en desamparar la educación pública y privilegiar la privada concertada). También puede enviarlos a una escuela privada no concertada, (la enseñanza le costará un pico, pero podrá Vd. elegir la que prefiera en concreto y tendrá una calidad satisfactoria). Por último, cabe optar por la enseñanza privada concertada, mayoritariamente religiosa y subvencionada con dinero público (la enseñanza también le saldrá gratis y podrá Vd. elegir el tipo de educación que quiera). Pero es muy frecuente que esa enseñanza no sea gratuita sino que tenga un coste. Véase este vídeo para hacerse una idea.

Está claro ¿no? La ley dice que no se paga, pero muchos centros se las ingenian para cobrar por unos u otros conceptos, con unos u otros pretextos y con más o menos morro. En teoría esto es una estafa y parece que la presentadora del programa, señora García Campoy así lo piensa y así lo denuncia.

Según las estadísticas del Ministerio de Educación, el año pasado el 67,4 por ciento de los alumnos de enseñanzas no universitarias las cursaron en centros públicos, el 26,0 en centros privados no concertados y sólo el 6,6 por ciento en centros privados no concertados. Es de suponer que no todos los centros concertados recurran a estas prácticas fraudulentas pero está claro que éstas están muy extendidas sin que, sin embargo, la denuncia que hace la presentadora se haya trasladado a la calle. ¿Por qué?

Muy probablemente porque, aun pagando, las familias piensan que obtienen un beneficio: no pagan tanto como en la enseñanza privada no concertada, sino mucho menos, entre una tercera y una cuarta parte y, a cambio, se garantizan una educación para sus hijos más acorde con sus convicciones y, lo que no es asunto baladí, evitan la concentración de hijos de inmigrantes en las aulas. Según datos del mismo Ministerio el porcentaje de hijos de inmigrantes en la enseñanza no universitaria española es del 9,4 por ciento pero ese porcentaje está muy desigualmente repartido. La gran mayoría de esos casi 700.000 alumnos extranjeros se concentra en los centros públicos. De hecho hay zonas del país en las que los extranjeros son más que los autóctonos, con las consecuencias que son fáciles de imaginar. Mientras que ese porcentaje desciende drásticamente en los colegios privados concertados, entre otras cosas porque ese sobreprecio que estos cobran ya disuade a las familias inmnigrantes de enviar a ellos a sus hijos.

En consecuencia, el sobreprecio que cobran los colegios privados concertados que lo hacen es una estafa con la que los estafados parecen estar muy de acuerdo pues no se denuncia. Y no se denuncia porque es una garantía de que sus centros educativos, sostenidos con los dineros de todos, no entrarán los hijos de los inmigrantes o lo harán en una proporción irrisoria en comparación con los centros públicos. ¿Queda claro?

Siempre a tu lado.

Ha fallecido Corín Tellado, una escritora prolífica, al parecer la más leída en español después de Cervantes. Reconozco que sólo leí seis novelas de su ingente producción y eso por casualidad. Veraneábamos hace ya mucho años en Santoña porque nos pillaba cerca del penal de El Dueso a donde mi madre iba a cumplir tareas de socorro a los presos políticos y nos alojábamos en una casa de huéspedes. Un verano de los dos o tres que pasamos allí, se encadenaron varios días de mal tiempo con lluvias tan intensas y persistentes que no se podía salir de casa. Descubrí entonces un lote de novelas de la autora que alguien había dejado en la mesilla y las devoré. No recuerdo nada de las respectivas tramas que tenían notables similitudes y, por supuesto, menos los títulos, pero sí me hice una idea del estilo, la narrativa, el ambiente en que bañaba sus relatos, todos con conflictos amorosos en tercera persona en los que solía triunfar el amor, la belleza y el deseo por encima de las acechanzas no sólo de adversarios exteriores sino, lo que era más frecuente, de las incomprensiones, los equívocos producidos muchas veces por presunciones y prejuicios. Siendo novelas absolutamente especializadas y unidimensionales resultaban realistas porque se ambientaban en lo cotidiano de aquella España de los años cincuenta. Las profesiones de los chicos, las ambiciones de las chicas, las relaciones familiares, el mundo inmediato, todo era perfectamente reconocible, natural, ordinario.

Leo en la prensa que los grandes monstruos de la literatura contemporánea, García Márquez, Vargas Llosa, Cabrera Infante tienen en alta estima a Corín Tellado porque dicen que acercó la literatura a la masa de la población. Seguramente. A la femenina. Estoy convencido de que su público era casi exclusivamente de lectoras. Dudo de que hasta quienes, como los citados, la valoran, siendo hombres, la hayan leído. Los chicos, simplemente, no leían a Corín Tellado, ni los jóvenes, ni los mayores. Era una autora de mujeres; pero de esas, la leían todas, las chicas y las mayores. Y sería interesante averiguar algo de su impacto por clases sociales. Supongo que la autora era bastante transversal. Confieso que yo no la hubiera leído de no haberme encontrado atrapado por el mal tiempo en un pensión de Santoña.

Buscando imágenes de la novelista he encontrado en Flickr ésta tan curiosa que demuestra que Corín Tellado también se implicaba en cuestiones colectivas, aunque fueran tan problemáticas como la de la cooficialidad del bable.


(La imagen es una foto de doilacara, bajo licencia de Creative Commons).

Peregrino de la memoria (LVI).

Me sumerjo.


Como este relato se ha hecho ya muy complicado y me obliga a continuas revisiones que fuerzan a cambiar los textos anteriores, lo que me da excesivo trabajo, he decidido suspender su publicación. Es decir, sigo escribiéndolo y colgándolo en el blog porque he descubierto que es una buena disciplina para estructurar la narración, pero no de forma visible, sino como borrador que sólo puedo ver yo. Y paso a bortador también todos los anteriores. Continúo, pues, trabajando en él, sobre todo ahora que, habiendo alcanzado un volumen respetable, requiere mucha atención. Cuando lo tenga terminado daré aviso. Para entonces ya no tendrá sentido subirlo al blog sino que lo publicaré en papel.

divendres, 10 d’abril del 2009

Vuelven los curas pederastas.

En realidad nunca se han ido. Están siempre por aquí, tratando de aprovecharse de los chavales a los que los incautos padres católicos ponen entre sus perversas manos. Por eso no extraña nada leer en Público que Miles de menores sufrieron abusos de sacerdotes, según el arzobispo de Dublín. Esos miles se suman a los cientos y miles de los Estados Unidos, España, Italia y otras partes. A saber qué habrán hecho en América Latina y el África. La pederastia no es el comportamiento excepcional de un desequilibrado sino la regla de la congregación en cuanto entra en contacto con los niños.

Hacen voto de castidad pero son sacos de inmundicia.

La pederastia es el aliviadero de ese disparate del celibato del clero. Y además...

Estos pedófilos impenitentes que no pueden contenerse cuando tienen un niño cerca, a pesar de la maldición que cae sobre ellos en el Evangelio, son los que se permiten después escuchar en confesión los pecados ajenos.

Esta congregación de pederastas que abusa de la inocencia de los críos es la que después va por ahí oponiéndose el aborto en nombre del derecho a la vida. Quieren que nazcan más y más niños para abusar de ellos.

¿Cómo puede esta asociación de pervertidos arrogarse autoridad moral alguna para decir a la gente lo que tiene que hacer en ningún aspecto de la vida?

(La imagen es una foto de juglar del zipa, bajo licencia de Creative Commons).