dimecres, 25 de juliol del 2012

Está todo calculado.

El país vive en un estado de shock permanente, del de la acreditada teoría de Naomi Klein. A la angustia de la situación de estar a la espera de un duro castigo, se añade la complementaria de haber sido testigos de lo que sucedió con el vecino griego. La virtual certidumbre de que aquí pasará algo parecido en este mes de agosto. Es cruel tener un pueblo entero viviendo en zozobra, sin saber si el mes próximo dispondrá de sus previstos ingresos o sufrirá una nueva merma de cuantía imprevisible. Y no parece que el gobierno esté haciendo nada por evitarlo, supuesto que quiera. Al contrario, sigue empeñado en un discurso negacionista -no hay rescate, no hay riesgo, no hay condiciones, no hay intervención- parecido al negacionismo de Zapatero al comienzo: no hay crisis. Un discurso absurdo que choca con la convicción generalizada en Europa de que la cuestión no es si habrá rescate o no sino cuándo se hará oficial pues ya es un hecho. En consecuencia, el prestigio del gobierno español en Europa está bajo mínimos.
Lo fácil es culpar de la situación a la fabulosa incompetencia de los gobernantes y es lo que hacen muchos analistas, comentaristas y asombrados actores políticos europeos. Efectivamente, el gobierno derrocha incompetencia en medida insólita. Ofrece la imagen de un grupo de gentes que no saben lo que quieren y son incapaces de comunicárselo unos a otros, mucho más a la opinión pública.
Pero eso es demasiado fácil. Dando la impresión de no saber lo que dicen ni hacen la acción de los gobernantes del PP en el fondo está muy pensada, pero pensada para el coleto y los intereses de cada uno de ellos, no los del país ni los del mismo gobierno.
Rajoy, en su obsesión por sustituir al Rey y ponerse así galanamente au-dessus de la mêlée, ha creado un gabinete de seguridad nacional en La Moncloa para ayudarlo en las situaciones de emergencia internacionales y nacionales en las que suele desaparecer. La idea puede antojarse absurda pero no lo es. Con un gabinete así podrá mandar a alguien en su nombre a visitar las zonas de catástrofe (por ejemplo, Girona, en donde no ha puesto el pie, como tampoco lo hizo en Valencia) sin que le acusen de inhibirse y de insensibilidad. De esta forma el gran hombre se identifica con el monarca al que, si se mira bien la foto, ya está desplazando del centro de la imagen.
Con sus sofismas sobre los derechos de los discapacitados en proceso de nacer y su ataque a la ley del aborto que hace cinco meses le parecía bien, Gallardón parece irse por los cerros de Úbeda del renacimiento del nacionalcatolicismo y perder el mundo de vista. Es posible, pero lo que el exalcalde no pierde de vista es su propia carrera política y esta causa tan malvada como reaccionaria trata de ganarse a los sectores más ultras del partido para su posible candidatura a la presidencioa del gobierno cuando Rajoy termine de dársela.
El ministro de Hacienda, De Guindos, enlaza un vuelo con otro, peregrino de las haciendas y cancillerías europeas, en procura de alguna declaración que fuerce su relato de los hechos y augure una pronta aplicación de los famosos -y etéreos- compromisos de Bruselas. Ayer estuvo importunando a Schäuble en Alemania, pero solo consiguió una repetición de las ambigüedades de rigor acerca de cada cosa a su tiempo.  Y del Banco Central Auropeo, que es de lo que se trata, al parecer, ni se habló. No importa; lo que quiere De Guindos es escenificar su incansable actividad para salvar a España mientras el presidente del gobierno inaugura pantanos.
Lo mismo pretende hacer el ministro de Exteriores, García Margallo, cuyo activismo lo lleva a inventarse comunicados conjuntos con importantes socios europeos.
Desde fuera del gobierno, pero cerniéndose siempre sobre él, como gobierno en la sombra del propio partido, reaparece Esperanza Aguirre con  ese tono zarzuelero y muy de corrala madrileña que los analistas llaman "populismo". Carga ahora contra las mamandurrias con lo cual se postula como la alternativa a Rajoy en la dirección del partido, como aquella a quien no temblará el pulso para hacer los recortes a los que Rajoy no se atreve. Al propio tiempo, hablar de mamandurrias ajenas hace olvidar las propias, o eso piensa Aguirre cuya concepción patrimonial del poder político es evidente. No está claro, sin embargo, que vaya a salir limpia del proceloso asunto de Bankia.
Lo tienen todo calculado para sus intereses personales pero no saben nada de cuanto sucede fuera. Y de fuera vendrá quien pobre te hará.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 24 de juliol del 2012

La voluntad de entendimiento

Peces-Barba era un hombre tranquilo, un estudioso apasionado de su profesión de jurista a quien las circunstancias de la vida obligaron a entrar en el tumulto de la vida política para la que él mismo reconocía tener escasas cualidades y que le hizo encajar amargas lecciones y serios reveses. Como hombre de derecho, otorgaba gran importancia a las formas y procedimientos y de ahí que, cuando le dieron a elegir (pues, tras el triunfo socialista de 1982, hubiera podido ser lo que quisiera, ministro, embajador, etc) se decidiera por la presidencia del Congreso. De acuerdo con la acrisolada tradición parlamentaria británica -que Peces-Barba conocía muy bien- el presidente de los Comunes, el Speaker, es una persona tan por encima de los partidos que ni siquiera cuenta como un diputado más de aquel al que pertenece, razón por la cual el otro partido también renuncia voluntariamente al voto de uno de sus diputados. Así se veía él, como alguien capaz de sobreponerse a los inevitables partidismos y de construir en beneficio de todos. La práctica cotidiana celtibérica, que nunca le dejó mucho margen, lo impulsó a abandonar el cargo tras una legislatura y retornar a la siempre sosegada academia en la que hizo una gran labor como Rector de la Universidad Carlos III, una creación del gobierno socialista que él se empeñó en regir de acuerdo con las ideas krausistas de la Institución Libre de Enseñanza.
Las necrológicas que se publiquen estos días sobre Peces-Barba insistirán en su condición de Pater patriae, en su actividad antifranquista y en Cuadernos para el Diálogo. Palinuro se limitará a señalar dos aspectos que recibirán menor tratamiento pero son muy significativos: la teoría de los tres Franciscos y el personalismo de Emmanuel Mounier así como el humanismo integral de Jacques Maritain, a quien dedicó su tesis doctoral. La primera es una elaboración metafórica de Salvador de Madariaga que interpretaba España como víctima del encarnizado enfrentamiento entre los "tres Franciscos", esto es, Francisco Franco (la reacción militar-clerical), Francisco Largo Caballero (la revolución proletaria) y Francisco Giner de los Ríos (la imposible revolución burguesa). En realidad, una forma más de articular la vieja tesis de los historiadores marxistas de que la desgracia de España es no haber tenido revolución burguesa ni ilustración. Peces-Barba era un fiel seguidor de esa doctrina que nunca fue, un defensor de una causa perdida de antemano, un discípulo sin maestro.
De hecho, hubo de ir a buscarlo en el extranjero y en sus años de inquietudes juveniles, muy teñidas de catolicismo, leyó a Mounier y Maritain y se hizo adepto de sus doctrinas, en concreto la idea del socialismo de la persona, de Mounier en cuanto al contenido de sus ideas y la del humanismo integral de Maritain, en cuanto a la forma según la cual el hombre debe intentar entender siempre todas las posiciones y las actitudes de los demás, antes de formular la propia. Fue este el espíritu que incorporó a la Constitución de 1978 y no estoy seguro de que con entera fortuna porque, para que tenga éxito, todas las partes han de actuar de igual modo y lo cierto es que si el texto de 1978 contiene numerosas concesiones del pensamiento abierto y democrático al primer Francisco, no contiene prácticamente ninguna de aquel a los otros dos. No obstante, el texto final quedó consagrado como un monumento a la victoriosa concordia de los españoles y clave de arco de su celebrada transición.
Esta matizada y pundonorosa actitud llevó a Peces-Barba a aceptar el puesto de Alto Comisionado para la Atención de las Víctimas del Terrorismo al que se incorporó con la renovada ilusión que lo llevó a cofundar 40 años Cuadernos para el diálogo. Diálogo, siempre diálogo, era su actitud. En aquel puesto aprendió en propia carne la dureza de un realidad fanática, intransigente, que desprecia el diálogo y solo admite la sumisión o la aniquilación del adversario. Chocó de frente con el mandamás de la mayoritaria, muy reaccionaria, Asociación de Víctimas del Terrorismo que le echó encima a toda la derecha, dispuesta a no dejarle un heso sano. Víctima él mismo de sus ilusiones humanistas integrales y personalistas Peces-Barba sufrió al final de su vida pública el último e inmerecido ataque de la intolerancia, el odio y la vesania que se había negado a reconocer a lo largo de la existencia y que, en cierto modo y con la mejor voluntad del mundo, intentó conciliar en un empeño común al que se llamó Constitución y que, de hecho, saltó por los aires en el verano de 2011 con una reforma apalabrada in camera, al margen de la sedicente soberanía popular.
Que la tierra le sea leve.

Sentido del ridículo.

Después de un fin de semana trepidante de conjeturas, con la prima de riesgo en 612, cosa que se apreciaba en el rostro desencajado de los tres ministros a quienes tocó el viernes dar el parte de la derrota para desaparecer como almas en pena acto seguido, amanecía un lunes tormentoso que discurrió luego por la vía de la farsa y terminó en tragedia.
La tormenta arreció cuando la prima llegó a los 630, niveles de rescate. Con todos los actores políticos pidiendo al gobierno que, por el amor de Dios, hable con el Banco Central Europeo para que se frene la sangría. Y todos los medios -excepto La Razón, imagino- hablando de abismo, precipicio, etc.
De la farsa se encargó el presidente del gobierno, que la borda. Hizo caso omiso de los dos incendios que azotan España, el de la prima de riesgo y el de Girona (junto con algunos otros), en el que han fallecido cuatro personas, cientos de animales y se ha destruido cuantioso patrimonio. Igualmente pareció ignorar que tiene un casus belli entre manos a causa de Gibraltar. En lugar de hacer siquiera una mínima declaración sobre estos asuntos, Rajoy se fue a la toma de posesión de los presidentes del Tribunal Supremo y el Constitucional, la de los vocales del Constitucional, en ambos casos junto al Rey. Y terminó el día despidiendo a la selección olímpica española, momento inolvidable que recoge la instantánea, en lugar del Rey. Palinuro sostiene que uno de los motivos del absurdo comportamiento de Rajoy es que el hombre cree que es el Rey, que no le corresponde meterse en los asuntos cotidianos que preocupan a la ciudadanía. Lo suyo son los grandes acontecimientos, las finales de futbol, las tomas solemnes de posesión, la devolución del códice calixtino, las olimpiadas. Imita en esto al maestro de su maestro, Fraga, el que aconsejaba a la gente que no se metiera en política. Rajoy no se mete en política. Él, a inaugurar y a fotografiarse de aquesta guisa.
La tragedia llegó a última hora, cuando el gobierno decidió prohibir las operaciones en corto durante tres meses para frenar la caída de la bolsa. Una medida muy peligrosa porque aumenta la desconfianza ya que es una terrorífica intervención política del mercado de valores. Al mismo tiempo De Guindos sostenía rotundamente que España no necesita rescate alguno, cosa que este antiguo directivo de Lehman Brothers afianzaba al pedir una entrevista de tú a tú con el ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble con la finalidad de arrancarle 300.000 millones de nada. Un rescate en toda regla preparado por quien con mayor porfía lo niega.
En estas condiciones el país, esa foto ¿no resulta ridícula? Por si no lo fuera, Rajoy hizo suyo el capítulo de ridículos refiriéndose a la crisis en tono festivo, asegurando que se vencen como hacen los deportistas, con trabajo y esfuerzo. 
Olvidó decir: y mintiendo.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el public domain).

dilluns, 23 de juliol del 2012

Reaparece el ausente.

Rajoy no está para las menudencias, como la cada vez más obvia intervención de España o el fuego de Girona en el que han muerto cuatro personas. Que no le molesten con futesas en su escondite de finde, en el que se ha ocultado, como su valentía le dicta siempre, mientras caían chuzos de punta sobre el país que tiene que soportar su desgobierno. Él está para los grandes momentos y el relumbrón. En su evidente pobreza de espíritu piensa que es el Rey y por eso reaparece en las inauguraciones, las clausuras, las medallas, los actos simbólicos. Ahí lo tienen ustedes en la jura de los nuevos presidentes del Supremo y del Constitucional, chupando rueda. De los cinco hombres, es el único que ríe, lo que demuestra tanto su conciencia de la situación como su capacidad mental. Para bregar con la política, las desgracias, las malas noticias, los problemas, ya están sus ministros que, por lo demás, no son más competentes que él. Basta con ver a De Guindos esta mañana afirmando rotundamente con esa cara de chiste que tiene que España no necesita un rescate en el momento en que la prima de riesgo llegaba a los 640 puntos básicos y el gobierno prohibía las operaciones a corto en la bolsa por tres meses. Si yo fuera votante del PP estaría ahora avergonzado ante muestras tan acabadas de presunción, cobardía e incompetencia como las que prodiga este registrador de la propiedad que, literalmente, no sirve para nada, que no entiende su letra al leer, al que no se entiende nada en su ocasional farfulleo y que miente cada vez que abre la boca.
Almunia dice que las primeras dos horas diarias de la bolsa y los mercados no se pueden entender racionalmente. ¿Y las otras sí? Basta con escuchar a más de dos "expertos" en transacciones bursátiles que normalmente no coinciden en lo que dicen ni por el forro para darse cuenta de que la bolsa es lo que es precisamente porque no se ajusta a cálculo racional alguno más allá de la teoría de probabilidades aplicada a la ruleta.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el public domain).

En capilla.

De cómo despierte hoy la prima de riesgo dependerá que el Reino de España, la Gran Nación, sea intervenida o no. En realidad, esta alternativa es absurda porque, como sostiene Felipe González en una magnífica entrevista que le hace en El país Soledad Gallego-Díaz, el país ya está de hecho intervenido y por la muy módica cantidad de 30.000 millones de euros. En efecto, parece como si no hubiera alternativa. Es intervención sí o sí. There Is No Alternative o principio TINA. ¿Les suena? No se le caía de la boca a Margaret Thatcher. Lo invocan siempre los conservadores. En él se refugió Mariano Rajoy al presentar la batería de medidas de expolio de las clases medias y las más necesitadas; que no podía elegir sino entre lo malo y lo peor; que no había alternativa. Es un principio consolador al que se acogen otros politicos, aunque no sean conservadores. El mismo Felipe González, siendo presidente del gobierno, sostenía que su política económica (la de la reconversión industrial) era la única posible.
No veo cómo el principio TINA va a evitar que, si España queda en una situación imposible, Rajoy presente su dimisión. Llegó con la promesa de salvar a España del desastre (incluida alguna baladronada acerca de su capacidad para suscitar la confianza en torno suyo, con su mera prestancia) y la ha conducido a él. Solo le queda la dimisión. Esta salida presenta la ventaja añadida de acarrear la de los ministros, con lo que no podrán hacer más daño, especialmente los dos monaguillos de la iglesia en el gobierno, Wert y Gallardón. Los mentideros de la Villa y los que se dan en la redes, hierven de cábalas sobre cómo va el PP a librarse de la carga de una presidencia literalmente noqueada, si se optará por un gobierno de tecnócratas o si por uno de coalición nacional.
Así, claro, no vamos muy lejos. Pero es cuestión de preguntarse si se puede ir. La citada entrevista de González quiere ahondar en la comprensión de la situación actual. Gallego-Díaz es una periodista de fuste y categoría, plantea las cuestiones de forma directa y empuja a González a explicarse sobre las causas de la crisis, la forma de encararla y gestionarla y el juicio que le merece lo que se está haciendo. El expresidente se explica ampliamente pero no estoy seguro de que todo lo que dice sea inteligible. Uno tiene la sensación de que en su discurso a veces se pierden los términos de referencia.
No tiene mayor importancia. El momento de Europa y España es insólito, nuevo y, en algunos aspectos, inexplicable. Cuando la vicepresidenta del gobierno decía el viernes en rueda de prensa que no se explicaba por qué no había otro tipo de reacción en Europa era así, no lo entendía, al menos desde su perspectiva. Hay muchas cosas que no se entienden en la crisis. Y antes de ella. Abundan las cábalas sobre el destino del euro. Y por primera vez se repara en que quizá su precipitada puesta en marcha fue el primer patinazo de una historia imposible. Porque la pregunta debía de haber sido: ¿Pueden Estados independientes dotarse de una moneda común que no sea la del más poderoso entre ellos? La respuesta solo podía ser "no". Pero como los Estados decían no ser ya completamente independientes, dieron ese paso (bien es cierto que no todos) y entraron en un terreno que no controlan, que nadie controla y que muchas veces no se entiende. Una situación en la que un euro en Berlín vale y no vale lo mismo que en Madrid. Así lo señala también González.
Los mercados son entes que reaccionan en función de datos no solamente (muchas veces ni siquiera principalmente) económicos sino de todos, los políticos, los sociales y hasta los psicológicos. Los mercados no reaccionan igual ante Zapatero que ante Rajoy.
Rajoy es un presidente achicharrado por la hoguera de la deuda y la de los incendios forestales, los dos términos que encierran la clave de un fracaso monumental. Por atender a las urgencias exteriores descuidó las interiores. Perdió fuera y perdió dentro. Y lo hizo, además, con una irritante falta de estilo: cuando el incendio de Valencia, estaba en Ucrania viendo el fútbol; cuando el no menos terrorífico de Girona, ya nadie sabe en dónde está. Pero no está.
Lo mejor es que deje de estar del todo.
La oposición mayoritaria apenas levanta cabeza. Su permanente oferta al gobierno es permanentemente ignorada por una mayoría soberbia que se permite el lujo de desear que los ciudadanos en paro se jodan con las medidas que se están tomando. Y la está dejando en mal lugar frente a una opinión pública que vira sensiblemente hacia la izquierda según se van haciendo sentir las mordeduras de la crisis. En una situación de creciente polarización, las posiciones intermedias, aunque sigan siendo probablemente las más ricas y matizadas, no concitan el apoyo de las mayorías. Son las opciones nacionales minoritarias, IU y UPyD, las que parecen recoger la lealtad de esos sectores sociales que el PSOE está perdiendo. No creo que la evolución lleve a materializar el famoso sorpasso anguitiano, esto es, IU por delante del PSOE en votos, ni siquiera con el antecedente de Syriza y el PASOK. Pero sí es muy posible que haya un fraccionamiento del voto de la izquierda. Lo cual no estaría mal si pudiera formarse un gobierno de unidad al estilo andaluz. Pero lo más probable es que el fraccionamiento posibilite el gobierno de la derecha.
En todo caso, tiempo habrá de dilucidar estas cuestiones. Lo urgente ahora es saber cómo nos deshacemos de un gobierno fracasado y lo sustituimos por otro más eficaz.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

diumenge, 22 de juliol del 2012

Esperando el telegrama.

El presidente del gobierno está, como acostumbra, escondido. El gobierno, siguiendo su valeroso ejemplo, también. Hasta la legión de fascistas que tienen contratada de trolls para aburrir a las ovejas en las redes está callada. La comunidad de Valencia, esquilmada, expoliada, arruinada merced al ejemplar gobierno de Camps, (que Rajoy quería aplicar en el resto de España con esa inteligencia que lo caracteriza) pide rescate al gobierno de España que, a su vez, está pendiente de que lo embarguen y desahucien por incompetente, bravucón y manirroto. Detrás de Valencia, Murcia, otro ejemplo de robo y latrocinio institucionalizado como impronta de la sabiduría de la derecha. Y cuando la realidad no deje otro remedio a Aguirre que decir la verdad del desastre que ha organizado en Madrid a base de despilfarros propagandísticos, dádivas, corrupciones, el panorama será ya desolador.
Mientras estuvieron en la oposición se ensañaron con el gobierno; no le prestaron ayuda alguna sino, al contrario, lo torpedearon cuanto pudieron. Una vez que son ellos quienes gobiernan se ha comprobado no ya que son una pandilla de incompetentes y reaccionarios que solo sirven para suprimir derechos de las gentes, sino un puñado de desalmados sin escrúpulos que, como los especuladores de los mercados, habían apostado porque España cayese (dicho por ese Montoro, cuya infamia, al parecer, no lo obliga a dimitir) para así hacerse con el poder. Y como gobierno, probablemente el peor que haya tenido este país jamás, incluidos los de Aznar, que ya es decir.
Dado su férreo control sobre unos medios de comunicación (incluidos los públicos a los que manipulan hasta arruinarlos) sin la menor decencia, el PP todavía tiene engañada a una parte de la población en España. Pero en Europa, al no funcionar la censura pepera, ya los tienen calados.
Mañana la prima de riesgo decidirá la fecha exacta del rescate.
Rajoy debiera presentar su dimisión acto seguido.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

Ese maldito Estado.

Corren hoy los neoliberales desesperadamente de un lugar a otro suplicando la intervención económica de estas o aquellas entidades internacionales. Han protagonizado todas las intervenciones económicas del Estado que gobiernan en todos los mercados del país; han intervenido en los salarios, los beneficios, los impuestos, las subvenciones, los precios, en todo, absolutamente todo. Han intervenido impidiendo que cayeran unas empresas privadas, los bancos, y bloqueando por tanto la acción de la ley de la oferta y la demanda.
¡Cualquiera diría que no hace mucho estos mismos neoliberales despotricaban contra el Estado, su intervencionismo asfixiante, su hipertrofia, parasitismo, anquilosamiento, corrupción, etc., etc.! Sus ideólogos siguen empleando el mismo tono. Los más recalcitrantes no solo exoneran a su doctrina de responsabilidad en la crisis sino que achacan esta a la contraria. O sea, la culpa de la crisis recae sobre el desaforado intervencionismo del Estado, ese Estado del que los políticos neoliberales echan mano de continuo para intervenir en el libre mercado en beneficio de las empresas, especialmente de la banca, que son quienes financian la doctrina. Es patente el carácter ideológico de la teoría, su función puramente instrumental; sirve para decir una cosa y hacer otra. No merece la pena tomar en serio doctrinas que son falsas y justificatorias. No obstante cabe hacer una breve referencia a esa extraña obsesión de los neoliberales con el Estado.
Uno empieza a sospechar cuando cae en la cuenta de que, curiosamente, una gran parte de estos neoliberales, baluartes contra el intervencionismo estatal, adalides de la libertad de los mercados, debeladores de los sempiternos funcionarios, son, a su vez, funcionarios: abogados del Estado, inspectores de Hacienda,  catedráticos de Universidad, fiscales (Gallardón es fiscal), técnicos de la Administración del Estado, etc. La guerra contra los funcionarios es la guerra contra el Estado en general, incluido el estado del bienestar y el de derecho.  Emprendida por unos funcionarios que no tienen inconveniente en atacar la función pública pues saben que no volverán a ella ya que una vez cumplido su mandato, los nombran asesores o consejeros de las grandes empresas que se han beneficiado de sus políticas de desregulación, privatización, etc.
El discurso es: hay que conseguir que el Estado se repliegue sobre sí mismo y el mercado se expanda porque es el ámbito de la libertad. Esa mayor libertad se paga al precio de menos igualdad. No es tarea, dicen, del Estado fomentar la igualdad entre la gente. El Estado no debe tener fines morales sino jurídicos. Para igualdad, basta con la igualdad ante la ley. Luego resulta que esto tampoco es cierto y que ante la ley, como en la obra de Orwell, unos son más iguales que otros. Los escrúpulos que algunos puedan sentir se acallan recurriendo al conservadurismo, que es el hermano gemelo del neoliberalismo, un conservadurismo casi victoriano según el cual la holgazanería engendra la pobreza y esta el vicio y el crimen, mientras que la laboriosidad engendra la riqueza y esta la virtud. En resumen, el pobre lo es por inmoral.
Para la masa, la igualdad ante la ley es suficiente. Esto puede aumentar la necesidad y hacer que se planteen problemas de orden público. Nada que el Estado no pueda resolver con la violencia a su disposición. La ley está para garantizar el orden público y la más absoluta libertad en las transacciones mercantiles. Todo debe depender del mercado que tiene sus mecanismos regulatorios. Pero además de la ley que protege la seguridad del mercado en general, el interior de este la única ley que tolera es la del más fuerte. Hasta ahora los neoliberales han admitido a regañadientes que el Estado interviniera cuando la ley del más fuerte, esto es, la de la oferta y la demanda producía disfunciones graves, cosa que este hacía porque, como reza la leyenda en la cubierta de la famosa edición príncipe del Leviathan de Hobbes, que reproduce las palabras de Jehová al describir a Leviathan: "No hay en la tierra poder que pueda comparársele". (Job, 41, 24).
Pero eso era antes; ahora sí lo hay. Sí hay un poder europeo, un superleviathan, capaz de doblegar el Leviathan español que los neoliberales están encantados de destruir pues es lo que siempre habían predicado. El error consiste en poner a cuidar del Estado a sus enemigos.

dissabte, 21 de juliol del 2012

¿Esto es un gobierno?

Al consejo de ministros de ayer ya dieron respuesta condigna los mercados poniendo la prima de riesgo en 612 puntos, igual que la habían dado los ciudadanos un día antes echándose a las calles a cientos de miles  en contra del expolio de un país por sus gobernantess, del atraco de estos a la ciudadanía, de la rendición al Diktat alemán, de la resignación a dejarse robar con tanto descaro. Frente a todo ello, el gobierno no ha hecho otra cosa que mostrar su incompetencia, su nerviosismo, su falta absoluta de información y sentido común; en definitiva su carencia de cualquier dote intelectual. Durante las elecciones presumieron día y noche de competencia técnica, de tener los datos, de saber qué hacía falta, de sentido común y experiencia. Nunca estuvo tan claro lo de "dime de qué presumes..." No tenían nada de lo que presumían. Eran y son un atajo de inútiles, desbordados por los hechos, un puñado de auténticos irresponsables tan carentes de escrúpulos morales como de facultades intelectuales. Y los votaron por mayoría absoluta, quizá por eso. En todo caso, ahí quedan unas preguntas que este gobierno de incompetentes no sabe responder:
  • ¿En qué momento será intervenida España?
  • ¿Quién tomará la decisión y cómo?
  • ¿Se molestará en comunicárselo previamente al gobierno?
  • ¿Sabe el gobierno de lo que habla?
  • El gobierno no contempla la intervención. Pero, si se produce, ¿tiene algún plan B preparado?
  • ¿No va a dimitir Báñez por el juego sucio del ERE del PSOE y a pesar de la denuncia?
  •  Báñez, Santamaría, Montoro seguirán cobrando los 20.000 euros anuales de dietas falsas?
  • ¿No les da vergüenza estafar de este modo a los contribuyentes?
  • Montoro ¿dejará de amenazar a la gente?
  • ¿Alguna vez coincidirán los números que esgrimen los gobernantes?
  • ¿En dónde está el presidente Rajoy?
  • ¿Ha aclarado ya cuánto cobra entre la presidencia del gobierno, la del partido y el registro? 
  • ¿Sigue cobrando fraudulentamente las dietas de desplazamiento viviendo en Madrid?
  • ¿Ha conseguido entender de qué va esta crisis?
  • ¿Ha superado la vergüenza de estar haciendo lo contrario de lo que predicaba a gritos?
  • ¿Seguirá su gobierno tomando a los españoles por imbéciles?
  • ¿Continuará negando derechos y libertades con el cuento de la crisis?
  • ¿Seguirá tratando de aterrorizar a lo población con tácticas represivas ilegales y semifascistas?
  • ¿Destituirá a la delegada del gobierno en Madrid por evidente incompetencia?
  • (La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

El drama de la realidad

La política, esa tan denostada actividad, tiene a veces momentos dramáticos, que suspenden el ánimo y hasta acongojan. Hay algo tremendo, casi shakesperiano en el destino de este gobierno. Todavía tenemos en la memoria visual (y, si no lo tuviéramos, ahí está Youtube para ayudarnos) la seguridad, el aplomo, incluso la alegre ferocidad con que los más conocidos antihéroes del PP, Sáez de Santamaría, Cospedal, Montoro, González Pons, el propio Rajoy, ponían en ridículo los afanes de Zapatero por mantener el país a flote con la prima de riesgo en torno a los 160 puntos básicos. ¡Cómo se indignaban por el empeño de aquel de mantenerse en el gobierno, arrebatándoles el lugar que les correspondía por derecho propio y porque traían las fórmulas infalibles para reconstruir la situación! ¡Qué impaciencia sentían por la morosidad del sociata al que ya nadie en Europa escuchaba! ¡Qué de chanzas y chirigotas sobre la incompetencia zapateril!
Es impresionante verlos ahora, siete meses después, en los que los acontecimientos vertiginosos los han vapuleado sin piedad, que no son sombra de lo que fueron. Semejan zombies, zombies asustados. Cariacontecidos, cabizbajos, sin reflejos, muchas veces sin poder contenerse, comparecen porque no tienen más remedio a mostrar que no saben por dónde andan, a quejarse, a preguntar al aire porqué las cosas no son como ellos creen que debieran ser, a echar las culpas al maestro armero, desde luego Zapatero, después las Comunidades Autónomas, luego el Banco Central Europeo y mañana, quizá los Sabios de Sión. Cualquiera menos ellos que lo hacen todo de cine. De cine de enredo, de equívoco, cómico. Como cuando es imposible averiguar la cuantía exacta de las necesidades españolas porque un ministro contradice a otro y los dos, a su vez, al presidente del gobierno que aprovecha la ocasión para mostrar que tampoco sabe de lo que habla.
Y este está resultando uno de los aspectos más insólitos de esta crisis, el del comportamiento imprevisto de Rajoy. Se trata de un presidente que vive oculto. Comparece en el parlamento lo mínimo imprescindible, suprime el debate sobre el estado de la Nación y no somete sus medidas a deliberación en sede parlamentaria porque gobierna por decreto, fiado en su mayoría absoluta. Fuera del Parlamento la situación es peor: no concede ruedas de prensa y, si alguna concede es sin preguntas y no hace declaraciones salvo sobre asuntos colaterales, como los partidos de fútbol. Creo recordar que, mientras Valencia ardía, Rajoy estaba en el extranjero contemplando algo de eso. Es un presidente furtivo del que jamás es posible obtener una idea clara, un propósito específico. Todo es ambiguo e inseguro y hay serias dudas sobre su capacidad de raciocinio.
Asegura con frecuencia que sabe lo que tiene que hacer (estos de Público son unos mal pensados) pero es un saber extraño ya que, por otro lado, el mismo personaje afirma que hace lo que tiene que hacer pues no hay opción ni alternativa. Al final, cuando la cosa se ha complicado mucho la simplifica pidiendo un acto de fe. Los frutos de las medidas de hoy se verán en el futuro. Sin duda. Y a partir de ahora, si son amargos, pueden perseguirnos como el fantasma de Banquo a Macbeth.
Al estar las cosas como están uno pensaría que el presidente del gobierno podría romper su acendrada afición al ocultamiento, hacerse presente en el puente de mando, ahora que la mar de la deuda se pone brava y dar seguridad y vigor a la tripulación mostrando su pulso firme y certero juicio. Pero ni lo uno ni lo otro. Rajoy ha vuelto a desaparecer, como tiene por costumbre en los momentos más críticos, aunque supongo que habrá dejado su número de móvil a alguien. Desde luego ha de ser muy duro comparecer en público y que alguien te pregunte qué datos tenías en 2008 para decir que Valencia era el ejemplo de lo que tú querías hacer en España y si esos datos son los mismos con los que operas ahora cuando ese milagro valenciano ha resultado ser un monumento al dispendio, la corrupción y el caquismo, obra de un conjunto de farsantes, logreros y ladrones a los que tú ponías como ejemplo de buena gestión económica.
(La imagen del centro de la portada de El País es una foto de La Moncloa en el dominio público). Por cierto, recuerda lejanamente las comparecencias de ETA para sus truculentos comunicados. Si se les ponen sendas capuchas con photoshop por ejemplo, pueden quedar muy propios.

divendres, 20 de juliol del 2012

La insurrección de la calle.

Manifestaciones en más de ochenta ciudades en España ayer en contra de los recortes. El pueblo frente al gobierno. Una especie de moción de censura callejera clamorosa que es imposible minimizar ni ocultar, aunque lo intenten en sus medios, sobre todo en sus televisiones Telemadrid y ahora RTVE. Y manifestaciones muy concurridas, como muy pocas veces, si acaso alguna, lo han estado antes.
Me refiero a la de Madrid. Nunca he visto tanta gente junta. Quizá en la posterior al 23-F o en la de Miguel Ángel Blanco. Pero contra un gobierno, nunca. Estaban además todas las organizaciones, excepto el PP y UPyD así como diversos cuerpos, como el de bomberos de Madrid o policías locales o nacionales de paisano, pero con sus camisetas de faena. Eso no lo he vista antes jamás. Los sindicatos hablan de 800.000 asistentes; El País los cifra en 100.000 y la policía en 25.000; Aguirre, supongo, en 32. Yo pondría 300.000, pero admito tener el mismo fundamento que las cantidades arriba citadas. No más ni menos. Las redes rebosan de fotos que muestran un gentío inmenso. Como también de otras con las cargas de los antidisturbios al filo de la medianoche en Sol, Carrera de San Jerónimo, Antón Martín, Carretas, etc. El centro. Diversas escenas de brutalidad policial desproporcionada. Los policías toman al asalto las calles y aporrean indiscriminadamente a mansalva, hasta en las terrazas de los bares. El caso es sembrar el terror entre la población. Disuadir de que haya posteriores manifestaciones.
Pero las hay y las habrá. Hoy convoca IU a una concentración ante el palacio de La Moncloa a las 12 para protestar ante el consejo de ministros. Y seguro que hay otras concentraciones y manifestaciones con interrupción del tráfico en más puntos de la capital. Y mañana, 21, llegan a Madrid las columnas de parados que vienen desde diversos puntos de España. No sé si tendrán una recepción tan multitudinaria como la que tuvieron los mineros pero seguramente irá mucha gente. Y vuelta a empezar con las manifestaciones. Los sindicatos ya han anunciado que no se detendrán en agosto y que continuarán con las movilizaciones para ir preparando la huelga general de septiembre. Que debería ser indefinida. Que nadie vaya a trabajar a ningún sitio hasta que el gobierno se avenga a razones y convoque elecciones o un referéndum sobre el rescate, aunque no quiera llamarlo rescate sino pilicortuá. Elecciones para un nuevo gobierno, claro está y referéndum para decidir si nos quedamos con el rescate o pilicortuá o prescindimos de él. En el segundo caso, de nuevo elecciones generales.
Una última cuestión sobre el comportamiento del PSOE. Sigue este empeñado en no hacer causa común con la movilización social permanente. Está invisible, ausente. Se entiende el temor de que mañana la derecha lo acuse en sede parlamentaria de andar tras la pancarta, pero es absurdo porque si no lo acusa de todas formas (cosa muy probable, dado que no es gente sutil) lo puede poner más en evidencia agradeciéndole el gesto de no sumarse a la algarada callejera de la chusma. Son malos tiempos para la política de gabinete y guante blanco que quiere hacer el PSOE. El gobierno ha encendido el conflicto social en tales términos de enfrentamiento que puede llegar un momento en que no cuente con la lealtad de la policía, harta de apalear ciudadanos en unas protestas claramente justas.