Rajoy no está para las menudencias, como la cada vez más obvia intervención de España o el fuego de Girona en el que han muerto cuatro personas. Que no le molesten con futesas en su escondite de finde, en el que se ha ocultado, como su valentía le dicta siempre, mientras caían chuzos de punta sobre el país que tiene que soportar su desgobierno. Él está para los grandes momentos y el relumbrón. En su evidente pobreza de espíritu piensa que es el Rey y por eso reaparece en las inauguraciones, las clausuras, las medallas, los actos simbólicos. Ahí lo tienen ustedes en la jura de los nuevos presidentes del Supremo y del Constitucional, chupando rueda. De los cinco hombres, es el único que ríe, lo que demuestra tanto su conciencia de la situación como su capacidad mental. Para bregar con la política, las desgracias, las malas noticias, los problemas, ya están sus ministros que, por lo demás, no son más competentes que él. Basta con ver a De Guindos esta mañana afirmando rotundamente con esa cara de chiste que tiene que España no necesita un rescate en el momento en que la prima de riesgo llegaba a los 640 puntos básicos y el gobierno prohibía las operaciones a corto en la bolsa por tres meses. Si yo fuera votante del PP estaría ahora avergonzado ante muestras tan acabadas de presunción, cobardía e incompetencia como las que prodiga este registrador de la propiedad que, literalmente, no sirve para nada, que no entiende su letra al leer, al que no se entiende nada en su ocasional farfulleo y que miente cada vez que abre la boca.
Almunia dice que las primeras dos horas diarias de la bolsa y los mercados no se pueden entender racionalmente. ¿Y las otras sí? Basta con escuchar a más de dos "expertos" en transacciones bursátiles que normalmente no coinciden en lo que dicen ni por el forro para darse cuenta de que la bolsa es lo que es precisamente porque no se ajusta a cálculo racional alguno más allá de la teoría de probabilidades aplicada a la ruleta.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el public domain).