dimecres, 2 de novembre del 2011

¡Viva Grecia!

No sé si después de tres años de crisis, recesiones, desempleo, burbujas, caos bursátiles, deudas, diferenciales, etc., queda alguien que entienda qué está pasando, si está pasando algo. Los periódicos se imprimen en tipos de letra crash del 29; los gobiernos hacen planes en los que no creen; los políticos celebran o aplazan cumbres que no sirven para nada y corren alocados haciendo profecías que se revelan falsas en horas; los economistas proponen recetas que los economistas rechazan; la gente lo pasa cada vez peor, atenazada por la inseguridad, el paro, los desahucios; los bancos piden -y obtienen- miles de millones para evitar la quiebra, mientras su directivos se enriquecen como si fueran el rey Midas.

Nadie tiene idea de qué sucede. Se habla de unos mercados, entes míticos e insaciables que arrollan y destruyen lo que encuentran a su paso, como un dios Moloch o un monstruoso Leviatán. Se los presenta como furias que se abaten sobre los infelices que hemos tenido la desfachatez de vivir por encima de nuestras posibilidades sin que nadie explique cuánto por encima y qué posibilidades eran aquellas. Al final, los más avisados susurran llenos de miedo que los mercados mandan sobre la política y eso es una catástrofe.

Sin embargo los mercados no existen; los que existen son los agentes que los mueven, unos puñados de inversores, especuladores, financieros, gentes sin escrúpulos que están haciendo fabulosas fortunas a costa de millones de personas. Algo inhumano, injusto, inmoral y posiblemente delictivo. ¿O no debieran comparecer ante los jueces esos directivos de bancos en quiebra rescatados con dineros públicos que se llevan sueldos y pensiones de millones de euros? Los beneficiarios de la crisis proceden de acuerdo con una antiquísima ley humana de tipo hobbesiano: siempre que amenaces a otro y el otro ceda no sólo ganas sino que estás en posición de fuerza para seguir amenazando y el otro seguirá cediendo hasta su completa aniquilación. Es el proceder del abusón, del matón que cada vez exige más, apremia más, más rápido, sin respirar, sin tiempo para pensar. Es la ley del más fuerte.

Pero ¿son los mercados los más fuertes? ¿Qué sucede si se les hace frente? ¿Si la política recupera su territorio? En la política, como en el arte de Cúchares, hay tres momentos a la hora de enfrentarse a un problema: parar, templar y mandar. Eso es lo que ha hecho Papandreu con su anuncio de referéndum en Grecia: empezar parando en seco la acometida de los mercados, el torbellino, la vorágine destructiva, el griterio, el alboroto, el "rápido", "rápido" dame todo lo que tengas. Pasmo general. Las bolsas, en picado, las primas de riesgo como cohetes hacia arriba, Italia a punto de que la fulmine el rayo y los relámpagos amenizando la noche de los banqueros franceses y alemanes, tan pillados en las turbulencias como los demás.

Los expertos, los responsables, los financieros, los políticos amenazan con lo peor a Grecia: si hay un referéndum las consecuencias pueden ser imprevisibles, como si la realidad impuesta a fuerza de trágalas fuera previsible; si Papandreu se sale con la suya será el caos, como si Atenas no viviera en él hace meses; si en el referéndum triunfa el "no", puede ser la crisis del euro, como si el euro no estuviera en crisis. Hasta uno de esos negocios de listos a las que llaman agencias de rating, Fitch, Fotch o Futch, se permite decir que quizá vaya Grecia a la quiebra cuando son ellos los que la han llevado ahí calificando sus bonos de "bonos basura". Eso sin contar con que una quita del 50 por ciento ya es una quiebra.

O sea, todas la amenazas están vacías porque ya se han cumplido y los matones no tienen nuevas pues no se puede exprimir más a Grecia. Papandreu ha recurrido al pueblo, ultima ratio democrática y legítima y los mercados tendrán que aguantarse y esperar. Es posible que no salga el referéndum porque el viernes el Primer Ministro pierda el voto de confianza en el Parlamento. Habrá mendas podridos de millones que quieran comprar votos de diputados del PASOK, al modo en que Berlusconi gana votaciones. Pero, aunque no le salga, la decisión política está tomada (incluso desactivando un hipotético golpe militar a base de susbtituir a toda la cúpula del ejército), el gobierno caerá y habrá que convocar elecciones anticipadas que, a los efectos, serán como un referéndum y el matonismo de los mercados se habrá detenido.

Los mercados pueden en este caso buscar otras víctimas, Italia y España, y proceder con ellas como han hecho con Grecia, en la esperanza de que los políticos españoles e italianos no tengan los arrestos de Papandreu. La presión sobre éste es ignominiosa. Sarkozy lo ha convocado a que se explique ante el G-20 igual que Carlos V convocó a Lutero ante la dieta de Worms y ojalá que con los mismos resultados. A partir de ahí, ¿cómo se impondrá la ortodoxia financiera a los levantiscos griegos? ¿Mandaremos los tanques? ¿Impondremos un bloqueo como en Cuba? Si Grecia pone en peligro el euro, España e Italia lo entierran. Y entonces nadie sabe qué pasará. Pero ¿lo sabemos ahora?

Tanto decir que la política debe recuperar la hegemonía y, cuando así sucede, cunde el pánico.

(La imagen es un cuadro de Delacroix titulado Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, de 1826).

dimarts, 1 de novembre del 2011

Respuestas sin preguntas.

En rueda de prensa en la que no se admitieron preguntas de los periodistas, Mariano Rajoy enunció algunos puntos de su programa electoral, en espera de que hoy, quizá, se haga público en su integridad.

Esas ruedas de prensa sin preguntas son la negación misma del principio discursivo, dialogante de la democracia, un régimen en el que se supone que los gobernantes explican sus decisiones y responden de ellas en público al electorado, a los medios, al Parlamento, pues todos tienen derecho a informarse yendo a las fuentes. Con más razón han de explicarse quienes aspiran a gobernar.

Una comparecencia sin pregunas es como una sesión de posado fotográfico o un mero trámite que podría resolverse con una videoconferencia; más aun, podría resolverse con una cinta de magnetófono. Es una muestra de mal estilo y denota altanería y cierto desprecio hacia los periodistas y, por encima de estos, a su audiencia, el electorado del que, sin embargo, suele decirse que es sabio. Pues lo será por ciencia infusa o por tomar la palabra del candidato como revelación divina. ¿O es que Moisés admitió preguntas cuando trajo las tablas de la Ley?

No hace falta picar tan alto. En realidad la negativa a las preguntas es una táctica anunciada por el PP y que ya Palinuro trató en un post titulado El silencio de los lobos. Es una táctica de conveniencia a causa de una situación excepcional. De ordinario los candidatos, que no están seguros de ganar, se desviven por aclarar sus puntos de vista y quieren que los pregunten para explicarlos. Cuando se llevan 15 puntos porcentuales de ventaja en intención de voto probablemente haya más que perder contestando preguntas que prohibiéndolas. Meter la gamba en un asunto concreto puede ser peor que ganarse fama de autoritario. Sobre todo porque, en épocas de crisis y turbulencias, mucha gente anhela el autoritarismo.

Al escuchar las propuestas los socialistas preguntan a Rajoy cómo cuadrará las cuentas que, según ellos, no salen. Pero es poco probable que Rajoy conteste, dado que no admite preguntas.

En realidad no hace falta preguntar, pues el propio Rajoy, que no deja de hablar, aclara siempre el significado de sus palabras. Hace un par de días dijo al Washington Post que no le gustaría recortar en sanidad y educación lo que, desde luego, quiere decir que considera la posibilidad de recortar, si bien con disgusto. Esta actitud contradice de plano la afirmación que hizo ayer de que defenderá la sanidad y las educación públicas, salvo que recortar sea defender, que todo es posible.

En fin, probablemente la táctica de no admitir preguntas en las comparecencias públicas sea acertada. Nunca se puede estar seguro de que Rajoy atine con una respuesta conveniente a alguna pregunta malévola. Ni siquiera aquí se le ocurre decir que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas, que es una salida elegante, y que éstas ya están haciendo el trabajo más difícil.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 31 d’octubre del 2011

El programa de los ricos.

Rajoy retrasó cuanto pudo la exposición de su programa electoral pero, al final, no hay modo de mantenerlo oculto, aunque sí sea posible maquillarlo de tal forma que no se sepa lo que dice, o no se entienda o diga lo contrario de lo que en verdad se pretende. Todo lo cual tiene su mérito, como puede verse en el resumen que hoy adelantan los periódicos de lo que aprobará el Comité Ejecutivo Nacional.

El programa electoral de la derecha, según criterio general, es ambiguo, impreciso, como viene siendo Rajoy desde que se ve a tiro de piedra de La Moncloa. Un programa moderado, al igual que el candidato se define a sí mismo: moderado. Pero lo llamativo no es que el programa tenga estas características. Un programa moderado tiene tanto derecho a existir como uno radical. Será el electorado el que decida. Lo llamativo es que ese programa contradice dos datos reales de modo frontal: a) no coincide con el radicalismo de la oposición del PP durante estos tres últimos años, ni con el catastrofismo de sus juicios, ni con su insistencia en que, pues nos encontramos en una situación límite, deben aplicarse reformas "valientes", "profundas"; b) tampoco coincide con lo que la derecha está haciendo allí en donde gobierna, en Madrid, Valencia o Castilla La Mancha, entre otros lugares, esto es, aplicando esas medidas "valientes" y "profundas" que están ausentes en el programa en forma de drásticos recortes en la sanidad y la educación, por ejemplo. Lo llamativo es que alguien diga que no piensa hacer lo que está haciendo.

El programa electoral del PP se alimenta de la vieja ideología neoliberal de reducir el Estado y bajar los impuestos a las rentas más altas con el argumento de que, al disponer éstas de más dinero, invertirán y crearán empleo. Como si no existieran los paraísos fiscales acerca de los cuales, si no me quivoco, nada se dice. Se emplean varios eufemismos, como bajar los impuestos a las Pymes y a los "emprendedores", término con menos connotaciones que "empresarios". También se pretende bajar los impuestos al ahorro a largo plazo; dado que el ahorro no tributa, se refiere al capital y sus beneficios. Se habla de una reforma laboral que permitirá bajar más los salarios y se pretende eliminar los convenios colectivos, sustituidos por los de empresa, lo que deja a los trabajadores literalmente a merced de los empresarios en condiciones que, a no dudarlo, frisarán con la esclavitud. Es decir las líneas de un programa electoral de clase están claras. ¿Cuánto nos apostamos a que lo primero que suprime Rajoy es el derecho de huelga de los funcionarios, que tanto molesta a Esperanza Aguirre?

Hay un silencio revelador acerca de la sanidad y la educación. Sólo se sabe que Rajoy declara que no le "gustaría tener que tocar la sanidad y la educación". ¿Qué va a decir? ¿Que le gustaría? Las recortará pero que quede claro que a disgusto. A la hora de acusar el golpe, es de esperar que el pueblo llano recuerde con cuánto disgusto se toman las medidas que lo acogotan, aunque para entonces ya no habrá remedio. La vía está marcada en las comunidades madrileña y valenciana: sanidad y educación de calidad para los ricos. Los otros, resignación cristiana.

En derechos sociales el panorama es bastante oscuro. Habrá, dice el programa, una reforma de la ley del aborto para proteger el derecho a la vida, es decir, se restringirá el derecho al aborto. En qué medida, dependerá de la mayoría parlamentaria con la que se cuente y del predominio que en ella ejerzan los más integristas. Y, desde luego, los homosexuales pueden despedirse de su derecho a contraer matrimonio; algo tan obvio que ni se menciona.

El programa compromete al gobierno del PP a "no negociar con terroristas", lo que es una afirmación sorprendente por dos razones: primera porque nadie está negociando con terroristas (aunque Mayor Oreja sostenga lo contrario pertinazmente); y segunda porque lo que resta por hacer, después del fin de ETA, no es negociar, sino dialogar para normalizar el País Vasco de una vez. Si por "no negociar" se entiende "no dialogar", la normalización puede truncarse.

Comparando el programa electoral del PP con el del PSOE es incomprensible que alguien pueda sostener que son lo mismo. ¿Cómo va a ser lo mismo bajar los impuestos a las rentas más altas que subírselos; recortar los derechos sociales que mantenerlos y ampliarlos; suprimir la sanidad y la educación públicas que mantenerlas, no dialogar que dialogar, eliminar los derechos laborales que protegerlos? ¿Qué fines reales persiguen quienes sostienen que son lo mismo? ¿No son los del PP?

diumenge, 30 d’octubre del 2011

La banca siempre gana.

No se trata aquí de la banca en el sentido de los bancos, esas empresas dedicadas a comerciar con el dinero y cuyos dirigentes llevan años mostrando que no saben ni sumar excepto para llenarse los bolsillos. Esa banca a veces gana y a veces pierde. O perdía porque, al parecer, se ha abandonado la costumbre de dejar que los bancos quebraran cuando lo hacían mal. Existe la idea de que si los bancos quiebran el conjunto del sistema financiero se viene abajo y la sociedad se colapsa; o algo así. Es una previsión que puede ser cierta o no. Lo cierto es, sin embargo, que el no dejar que los bancos quiebren tampoco resuelve la situación sino que la agrava puesto que absorben ingentes recursos que la economía productiva necesita para funcionar y crear empleo. Los bancos ahora crean paro.

No, la banca que siempre gana es la de los casinos porque, salvo catástrofe, juega siempre contra todas las apuestas, compensa pérdidas y ganancias y, a largo plazo, gana. Es la estrategia de los que apuestan lo interesante porque ha de adoptarse con criterios racionales en un horizonte de incertidumbre. Por eso las apuestas de los principales candidatos en las elecciones del 20-N son distintas, contrarias incluso. Y es lógico porque son los dos extremos de un supuesto de teoría de juegos muy conocido: ¿qué preferimos, una probabilidad de 1/2 de ganar el doble de lo que apostemos u otra de 1/36 de multiplicar nuestra apuesta por 36? La solución, que no es matemática sino aproximativa, es decir que dependerá de lo que tengamos: si tenemos mucho, arriesgamos poco; si tenemos poco, arriesgamos mucho.

Rajoy tiene mucho, 15 puntos porcentuales de ventaja sobre Rubalcaba que le auguran una mayoría absoluta. Lo racional es arriesgar poco, apostar menos. Ausencia de ruedas de prensa y apenas un debate en televisión con el otro candidato del partido mayoritario. A los minoritarios, ignorarlos. El discurso del PP se refiere en exclusiva al PSOE, igual que el del PSOE sólo habla del PP. Los partidos minoritarios suelen en general atacar más al PSOE por aquello de que al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Rajoy está para las grandes cuestiones de principio, España, la crisis, la nación, etc. El cotidiano bregar político se lo deja a sus capitanes que suelen precisar las palabras del jefe en tonos virulentos. Ayer en la manifa de la Asociación Voces contra el Terrorismo, Mayor Oreja, en un alarde de originalidad, reveló que la conferencia de paz de Donostia era resultado de un apaño entre ETA y el gobierno. Sus huestes pedían la cárcel para Rubalcaba, también una sorpresa.

Rubalcaba no tiene casi nada. Va quince puntos por detrás del carro del vencedor y su innegable fuerza de voluntad y don de la ubicuidad, pues está en todas partes, no le han permitido acortar distancias. Es lógico que apueste mucho pues tiene que dar un salto grande. Apostar mucho en política es hablar claramente y comprometerse y, además, llevar el debate al terreno de sus méritos. Tomar la iniciativa del discurso y no amilanarse. Suele decirse que los cinco millones de parados han anulado el efecto del fin de ETA y que, además, ese fin ya lo daba la gente por descontado desde el momento en que la preocupación por el terrorismo había descendido a los últimos lugares de la clasificación del CIS desde hacía meses. El asunto de ETA es agua pasada.

Entonces, ¿por qué convocar la consabida multitudinaria manifa en nombre de las víctimas protestando por lo que se presenta como una rendición del gobierno ante ETA? ¿No será que, efectivamente, el fin de ETA cuenta? ¿Y que se lo apunta el exministro Rubalcaba? En todo caso la presencia de políticos del PP en la manifa de la AVT permite predecir una política de confrontación con los independentistas vascos, a quienes los manifestantes equiparan con ETA sin más circunloquios. El ministro que ha acabado con ETA tiene una apuesta muy alta que hacer, pidiendo el voto para gestionar ese final e integrar a los nacionalistas más radicales en el sistema democrático que es lo que se propone hacer Amaiur.

Es hegemónica la idea de que el electorado se regirá por consideraciones económicas, el paro y la crisis, lo cual también es muy razonable porque ésta es agobiante. Ahí de nuevo las apuestas siguen el mismo patrón: Rajoy no aventura, no arriesga, no dice qué hará, no hace propuestas concretas. A Rubalcaba, en cambio, no le queda más remedio que arriesgar, esto es, hacer propuestas concretas y que se distancien de las medidas de su propio gobierno hasta ahora, que no parecen aportar soluciones. Por eso ha comenzado a entonar un aire keynesiano mezclado con el rigor en las reformas y los recortes. Ha empezado a invocar medidas de estímulo de la demanda. Lo que corresponde ahora es especificarlas, exponerlas con claridad: aumentar las obras públicas (y, por tanto el gasto público) financiando la medida con un impuesto extraordinario sobre las grandes fortunas, la tasa a la banca, etc. Junto a los estímulos, las medidas que den seguridad, como la dación en pago.

Al fin y al cabo, se apliquen unas medidas o se apliquen otras, la banca siempre gana

(La imagen es una foto de Fartese, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 29 d’octubre del 2011

El sentido del humor de los políticos.

Lo que necesitaban los políticos para mejorar su imagen era liarse a bromas de mal gusto y a insultos soeces. Gregorio Peces-Barba y Joan Tardá se han retratado. Como antes lo había hecho Durán i Lleida, el huesped permanente del Palace, que lleva días diciendo disparates sobre los andaluces y los homosexuales. No han llegado a las manos, como recientemente los diputados italianos, otro prodigio de gentes sensatas, dialogantes y bien educadas, probablemente por falta de ocasión.

"Las palabras son pistolas cargadas", decía Sartre en Las palabras y las cosas. En este nuevo rifirrafe no se sabe qué sea más desagradable, si la necedad de Peces-Barba o la grosería de Tardá. En las palabras del primero, una ironía que encierra cierto cinismo y no está mal vista en los ambientes cultos del nacionalismo español, se esconde mucha más carga y más malévola que en el exabrupto tardanesco que es simplemente brutal. Por cierto, no creo que al hablar de los bombardeos de Barcelona, Peces-Barba se refiriera a las bestialidades de los fascistas en 1938; eso sería demasiado. Seguramente se referiría a los que ordenó Espartero en 1842, que fueron dos desde Montjuich. Por supuesto, absolutamente reprobables pero mucho menos mortíferos que los de los franquistas desde el aire casi cien años después.

Pero eso es lo de menos. Lo importante es el espíritu que encierra la observación sobre la guerra de la independencia en Cataluña y en Portugal en 1640. Por otro lado nadie ha reparado en que quienes tendrían que sentirse más insultados serían los portugueses porque la observación de Peces-Barba de que mejor "nos" hubiera ido si hubiésemos vencido a Portugal quiere decir que, en el fondo, los portugueses son más dóciles, menos rebeldes que los Catalanes, menos turbulentos y fieros.

Porque esto es lo más turbio del despropósito, que supone que "nosotros" (un "nosotros" en el que Palinuro no se incluye y del que los catalanes están excluidos por el nacionalista español Peces-Barba) hemos conquistado Cataluña como Trajano conquistó Dacia. Y éste es el que va luego por ahí diciendo que Cataluña es España y que los nacionalistas catalanes no son capaces de comprender su profunda idea de la "nación de naciones" que, visto lo visto, debe responder más o menos a la figura de la gallina y los pollitos.

A su vez Joan Tardá es un impresentable. Porque lo peor no es que insulte groseramente a Peces-Barba sino que crea que "hijo de puta" es un insulto. Hace falta ser reaccionario, señorito, clasista, injusto e ignorante para usar "hijo de puta" como insulto. Y el hombre lo piensa muy convencido y, tratando de arreglarlo, se retrata todavía más cuando dice que "no quería insultar a la madre de Peces-Barba", con lo que insiste en que la condición de puta es materia de insulto, como pueda ser la de violador, ladrón, estafador o corrupto. Y no, no lo es. La condición de puta suele ser bastante desgraciada, objeto de todo tipo de abusos, vilependios, violencia y crímenes; de víctima, en definitiva. Y cuando no es así, sino resultado de una decisión más o menos libremente adoptada, tampoco es materia insultable. O no más que la de diputado nacionalista catalán.

El busilis del asunto está en el nacionalismo. He tratado de escarbar en mi memoria en busca de algún nacionalista que tuviera sentido del humor y no lo he encontrado. Declaman la gloria de su patria o insultan a la ajena. Y resultan tan irrisorios como esos perros de aguas que ladran furiosamente cuanto tienen miedo.

(La primera imagen es una foto de Rastrojo, bajo licencia de GNU Free Documentation. La segunda, una foto de 20 Minutos.es, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 28 d’octubre del 2011

El silencio de los lobos.

Durante su campaña electoral Rajoy no mantendrá encuentros con los medios de comunicación. Nada de ruedas de prensa, conferencias de prensa, canutazos (esto es, breves comparecencias para noticias específicas), nada de nada. Al parecer, su director de comunicación piensa que lo menos comprometido, lo mejor, es el silencio. En boca cerrada no entran moscas ni moscardones y de ella tampoco salen gazapos, inconveniencias, meteduras de pata que puedan poner en peligro el que se ve como seguro triunfo. Es paradójico que los expertos en comunicación piensen que lo más práctico es no comunicar, no decir nada. Más concretamente: no decir nada allí donde lo dicho pueda cuestionarse, pues los periodistas son unos pepitos grillos.

Está previsto, sí, que hable mucho en todo tipo de actos, en mítines, reuniones, congresos, charlas, fiestas, inauguraciones, etc. Pero sin que nadie pueda contestar, ni contrastrar lo que dice, ni rebatirlo. Un discurso monológico que se da de bruces con el nuevo espíritu, el de la política 2.0. Si no hay ruedas de prensa reales, menos las habrá virtuales, en el ciberespacio, en donde todo el mundo puede preguntar lo que quiera. Es decir, se dibuja una campaña que ignora la era digital. También va contra el espíritu clásico, según el cual la democracia es apertura, diálogo, debate y manda explicar las propuestas que se hacen, sobre todo cuando se prevén drásticas y muy duras, como más recortes, privatizaciones, desmantelamiento del Estado del bienestar.

Esta de no permitir preguntas o no contestar cuando se hacen es una actitud que cercena el derecho a la información de los ciudadanos y el de la libertad de expresión de los periodistas. Muestra un desprecio considerable hacia los electores. Pero no es exclusivo de Mariano Rajoy, sino que caracteriza a la derecha. Hace unos años, José María Aznar calló la boca a una periodista de la Cuatro que le hacía una pregunta, metiéndole un bolígrafo por el escote, un gesto que Palinuro no cree sea de caballero. A su vez, el exministro Trillo "respondió" a otra pregunta de otra periodista dándole una moneda de un euro, si bien el supernumerario lo hizo con algo más de elegancia que su antiguo jefe. Aunque el caso más acabado de este enrocamiento en el despreciativo silencio y el que quizá sirva de modelo para el de Rajoy, es el del expresidente Francisco Camps que se pasó dos años sin contestar a las preguntas que lo incomodaban, en concreto, las referidas al caso Gürtel.

Es decir, el silencio de Rajoy es el silencio del grupo; no hablar, no dar explicaciones, no rendir cuentas. Soltar soflamas, ataques virulentos sin posible respuesta, exageraciones, falsedades. Pura propaganda. O sea, tomar al auditorio por una colección de menores de edad a los que no se respeta.

La comunicación de la derecha es unidireccional y, cuando tiene ocasión, muy agresiva. Tómese el caso de la televisión de Castilla La Mancha que María Dolores de Cospedal ha puesto en manos de Nacho Villa, un periodista militante de la derecha cuyo concepto del pluralismo informativo es el de una catequesis. Ni la más mínima sombra de información contrastada, ni la menor aparición de puntos de vista discrepantes con el discurso oficial que Villa traslada a la opinión en su integridad y, claro, ni la más mínima duda de que la audiencia del medio se ha desplomado del 19,7 por ciento en tiempos del anterior director, García Candau, al 15,9 por ciento en los del designado por el PP. Pero esto no preocupa a la derecha pues, al ser la televisión pública, lo mejor es que se hunda para privatizarla luego a algún grupo afin que ya se encargará de subir la audiencia, aunque sea metiendo anuncios de prostíbulos como estaban haciendo los autobuses públicos de Valencia.

Es un silencio entreverado de propaganda que recuerda mucho el franquismo. Quien lo dude, que vea unas "noticias" de Telemadrid, en donde toda la información está editorializada, prácticamente hasta el pronóstico del tiempo. Si le quedan ánimos, que mire alguna tertulia en la que todos los participantes expresan siempre el mismo punto de vista y las diferencias son en los matices del infundio, si Rubalcaba es un frío calculador electoralista o un colaborador con banda armada

Ese turbio silencio y esa atronadora propaganda cuentan con la aprobación de la mayoría de la gente, de una mayoría tan silenciosa como el partido que le pide el voto. Palinuro no encuentra otra explicación que la inveterada sumisión del pueblo español al providencialismo de una oligarquía que lo ha gobernado históricamente y, despreciándolo, se aprovecha de sus debilidades. Frente a ello, la tarea democrática de alentar el espíritu crítico que convierte a una masa amorfa en una ciudadanía crítica, consciente de sus derechos y, por tanto, de su dignidad, recae sobre la izquierda.

Palinuro espera que el candidato socialista multiplique sus ruedas y comparecencias de prensa abiertas, con preguntas y respuestas, que mantenga una página abierta, diseminada en muchos "espejos", en la que conteste diariamente a las preguntas de los internautas, que esté en todas las redes sociales, que sea accesible, que hable con todo el mundo y respete a l@s periodistas, a quienes no se puede despreciar cuando ejercen su profesión porque representan a la ciudadanía con igual dignidad que los diputados.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 27 d’octubre del 2011

El baile de los millones.

Hacia 1975 traduje al español La filosofía del dinero (*), de Georg Simmel, su obra principal, junto a la Sociología. En ella, el ilustre filósofo, a quien la Universidad guillermina negó el acceso a la cátedra hasta poco antes de su muerte por ser judío, estudiaba el dinero desde el punto de vista histórico, filosófico, psicológico y sociológico. Todos menos el económico. Me consideré entonces suficientemente informado para seguir averiguando sobre tan abstruso tema y pronto descubrí que, cuanto más aprendía, menos sabía. El dinero es algo especialmente incomprensible. Por un lado es una realidad, una sustancia, tiene forma. Es más, puede tener todas las formas, desde un puñado de sal hasta un doblón castellano de a ocho, desde una vaca a una letra de cambio o una tarjeta de plástico. El dinero es proteico, tiene todas las formas y, por lo tanto, no tiene ninguna. Algo que resultaba fascinante para Simmel, el maestro del formalismo.

Se da además la circunstancia de que las formas dinerarias, en sí mismas, pueden ser insignificantes. Lo que vale en un billete de quinientos euros no es el papel en que están impresos sino esos quinientos euros que no son otra cosa que un enunciado, un titulo; es decir, el valor nominal que, para más lío, puede no coincidir con el valor real.

La indagación sobre el dinero es también problemática porque, a diferencia de otros objetos de estudio, se pega al estudioso como si fuera su piel y no permite el distanciamiento de otras investigaciones. El botánico sólo entra en contacto con sus plantas cuando va su laboratorio o sus cultivos; el que estudia el dinero lo lleva todo el día en el bolsillo y, mientras calcula millones, paga el colegio de los niños o compra una camisa. Y no solamente es como la piel del investigador; también incide en su mundo interior, levanta pasiones, ciega, impulsa a la locura o al crimen. Su objetividad es nada comparada con su subjetividad y no hablemos de su intersubjetividad.

El dinero no tiene definición porque decir, como hace el DRAE, que es la "moneda corriente" es tocar el agua con la punta del dedo. El dinero es un medio de cambio, el medio de cambio universal, el que permite comparar los valores de las cosas por lo que, en principio, no debiera añadirles ni restarles nada, igual que sucede con el número uno, que es divisor y multiplicador universal y no añade ni resta nada. Cualquier número multiplicado o dividido por uno sigue siendo él mismo. Con el dinero, sin embargo, eso no sucede. Por muchas veces que se multiplique un número por uno sigue siendo ese número, pero, por utilizar un estupendo ejemplo de Simmel, si subo el precio del billete de unos vagones de un ferrocarril sin que haya diferencia alguna con los otros, esos vagones pasan a ser "de primera" y tienen más valor y valor real, por ejemplo, el hecho que señala Simmel de que quien compra ese billete sabe que el vagón no estará abarrotado. ¿Qué ocurre? Que, además de una realidad sin forma, de la moneda corriente y del medio de cambio, el dinero es también una relación social.

El dinero, como la distancia, puede ser infinito y, por lo tanto, incomprensible. Todos vivimos en un mundo de magnitudes inteligibles. Sabemos la distancia de casa al trabajo; de Madrid a Segovia; de Pekín a California. Pero si un astrónomo dice que una estrella está a tres mil millones de años luz, la magnitud deja de tener sentido. Lo mismo que cuando los políticos dicen que el fondo de rescate tendrá un billón de euros, algo tan difícil de entender como las distancias siderales. Pero con una diferencia sustancial: las distancias están ahí; no van ni vienen, pero los billones sí, vienen de algún sitio y van a alguna parte. En ese momento la incapacidad de comprender se convierte en un abuso, un latrocinio, una injusticia.

La inmensa mayoría de la gente calcula el dinero en cientos o miles de euros, ni sueñan con hacerlo en millones y los billones supera lo imaginable. Pero todos barruntan que esos miles de millones, billones, salen de la riqueza de las sociedades, de los sueldos, los ahorros, las pensiones, los seguros de todos y desaparecen en el torbellino de una inacabable crisis bancaria en la que quienes han causado las mayores catástrofes se llevan sueldos y pensiones estratosféricos mientras más y más familias se hunden por debajo de la línea de la pobreza y la gente pierde sus casas a miles. Ese frenesí recapitalizador de la banca muestra la intención de los gobernantes europeos de socializar las pérdidas de Grecia haciendo que la quita de su deuda la financien los impositores de los bancos. La incompetencia y la codicia de estos los ha llevado a convertirse en lo contrario de lo que debieran ser porque los bancos están para financiar y hacer crecer la economía, no para estrangularla.

De ahí ese incomprensible baile de miles de millones que penden sobre los europeos con la amenaza de colapso del euro, ese dinero artificial que quizá tenga tantas posibilidades de consolidarse como el esperanto de ser la lengua universal.



Adjunto un vínculo a un interesante artículo/reportaje sobre esta crisis devastadora y aparentemente incomprensible, aparecido en Periodismo humano, bajo el titulo ¿Quién entiende esta crisis y quién se la explica a Europa?, del que es autora Luna Bolívar. En él Palinuro larga en abundancia en compañía de otros académicos que valen más que él. Lectura provechosa.



(*) George Simmel (1975) Filosofía del dinero, Madrid, Instituto de Estudios Políticos. Hay una reimpresión más reciente, Georg Simmel (2003) Filosofía del dinero, Granada, Comares.



(La imagen es una foto de Howard Lake, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 26 d’octubre del 2011

¿Por qué les irrita el fin de ETA?

La derecha ha encajado muy mal el comunicado de ETA anunciando el cese definitivo de la violencia. Rubalcaba, siempre moderado en el lenguaje, dice que hay sectores del PP que llevan relativamente mal el fin de ETA. Efectivamente, palabras exquisitas, miríficas. ¿Relativamente mal? Están que muerden. Según la plataforma de la UGT Salvemos Telemadrid, ésta transmitió el fin de ETA como si fuera la peor noticia de la historia. Y, en efecto, para la derecha es la peor noticia imaginable.

¿Por qué? ¿Porque es un mérito del gobierno y personal del candidato Rubalcaba que puede beneficiarlo en las elecciones? Eso piensan muchos, pero no me parece cierto ya que la derecha cree, con las encuestas en la mano, que las tiene ganadas en todo caso. ¿Porque se han hecho concesiones políticas en contra del Estado de derecho? Lo dicen, pues algo hay que decir, pero tampoco es verdad, como reconoce el mismo Rajoy. ¿Porque se ha atropellado a las víctimas? Quizá lo crean algunas de éstas, pero tampoco es cierto. Los derechos de las víctimas están y seguirán estando salvaguardados.

¿Por qué entonces? Muy sencillo, porque el fin de ETA es el fin del terrorismo y la violencia, el fin del estado de excepción de hecho en que ha vivido el País Vasco los últimos treinta y tres años, el fin del círculo vicioso de acción-represión-acción. Callan las armas y ahora han de hablar las razones. Hay que dialogar, hay que negociar. Es el momento de la llamada Política-con-mayúscula, como gustan clamar los dirigentes de la derecha sin que nunca esté claro qué quieran decir con ello. Y no lo está porque no tienen nada que aportar a ese diálogo, a ese razonar. El nacionalismo español, que habita en el PP y en parte del PSOE no admite que en el País Vasco (y en Cataluña y Galicia) haya un conflicto nacional, más o menos extendido y agudo que cuestiona la actual organizacion territorial del Estado. Para el nacionalismo español no hay nada que cuestionar pues la Constitución de 1978 deja zanjado el problema por los siglos de los siglos y, si acaso, se plantea dar marcha atrás, recentralizar, como suele apuntar Aznar, que siempre lleva dos cuerpos de ventaja a los suyos.

Para la derecha la nación española en sus actuales términos es indiscutible. Lo dijo Rajoy cuando, al comienzo de su primer mandato, Rodríguez Zapatero hizo una consideración que todo estudioso del fenómeno nacional corroborará a no ser que, a su vez, sea nacionalista, esto es, que el concepto de nación es "discutido y discutible". Seguramente Zapatero se refería sólo al nombre, pero éste va pegado a la cosa como las rayas a la cebra ya que es de sentido común: en esta vida no hay nada indiscutible. Cuando se dice que lo discutible es indiscutible, es que no se quiere discutir, probablemente porque se carece de argumentos. Y ese es el problema y de ahí la irritación por el fin de la ETA.

Casi se diría que es la irritación del que se siente engañado por el compañero o colaborador. En el fondo cabe pensar que ETA fue la mejor aliada objetiva de la derecha nacionalista española porque, con su presencia, imposibilitaba el diálogo, la argumentación, la Política, en definitiva. Ese era el favor que también prestó al franquismo. Al otro extremo, ETA fue el mayor obstáculo al desarrollo del nacionalismo vasco. Conozco gente en la izquierda que, desde la perspectiva del realismo político más descarnado, dice que si ese nacionalismo tiene hoy la pujanza que muestra, fue por la acción de ETA. Pero este argumento se me antoja indigno porque supone que el nacionalismo e independentismo no son sentimientos genuinos de la gente sino confesiones arrancadas por el miedo y la abyección moral que acarrea el terrorismo.

En cualquier caso la realidad tumultuosa está clarificando la situación a toda velocidad. A la multitudinaria manifa de la izquierda abertzale en Donostia, han seguido en cascada las peticiones del nacionalismo vasco, radical y moderado: adelanto electoral, acercamiento de presos, derogación de la Ley de Partidos. Los estallidos de las bombas han sido sustituidos por bombazos dialécticos. El último, ese pedido de Urkullu y el PNV de una relación bilateral entre el País Vasco y España, algo de lo que la derecha no quiere ni oír hablar.

Así que la irritación por el fin del terrorismo revela la indignación que produce verse forzado a discutir lo que se considera indiscutible. Y el fastidio de verse relegado a segundo plano porque ese debate llama directamente a la puerta de la izquierda española que tiene que aclarar cuestiones que, también gracias a la violencia, ha tenido soslayadas. En concreto, hasta dónde llegan los derechos de aquellos pueblos de España que se obstinan en considerarse naciones y reclaman unos derechos nacionales el primero de los cuales es contar con un Estado propio. Corresponde a la izquierda, más sensible a estas cuestiones, la tarea de formular una propuesta de reforma constitucional que cuente con el apoyo de todas las fuerzas nacionalistas llamadas "periféricas". Una tarea histórica porque es dar solución racional y pacífica a un problema que surgió con fuerza hace más de cien años y, desde entonces, no ha hecho sino agravarse. La prueba es que lo sienten como propio porcentajes de las poblaciones que no hubieran sido tan altos hoy si la cuestión se hubiera arreglado con mayor audacia en 1978. Y que pueden ser más altos mañana si no se da una solución aceptable para la mayoría.

Algo sobre lo que tendremos que discutir a corto y medio plazo.

(La imagen es una foto de FDV, bajo licencia de GNU Free Documentation).

dimarts, 25 d’octubre del 2011

De la nada a la extrema derecha.

Rajoy, que ha pasado los tres últimos años asegurando que España estaba como Grecia, que su deuda no era de fiar, que el gobierno tampoco inspiraba confianza y que el país se encontraba al borde del abismo, dice ahora que la deuda española es sana y que España no tiene nada que ver con Grecia. Se hace eco el experto en economía del PP, Cristóbal Montoro, para quien tampoco ahora estamos "al borde del abismo" y nuestra posición no es extremadamente grave ni para el 2011, que ya está muy avanzado, ni para 2012 ni para 2013.

Según parece, este giro copernicano se debe a que la derecha se siente ya ganadora en las elecciones de 20-N y "modula su discurso" en consecuencia. El Rajoy político de partido, temible y agresivo opositor, se convierte en estadista y hombre de altura de miras. Será cierto si lo dicen los expertos analistas, pero ¿en qué pruebas se basa Rajoy para decir hoy lo que negaba vehementemente ayer? En ninguna, ni falta que le hace, ya que la derecha no articula un discurso económico sobre datos, magnitudes, estadísticas, sino sobre el más puro oportunismo político. Si está en la oposición todo es un desastre y el gobierno más desastre aun; si ve que gana las elecciones y gobierna, las cosas no están tan mal y, en llegando el al gobierno, empezarán a ir de cine, aunque con algunos sacrificios.

Pero ¿y los datos, las pruebas? Nada de nada. No hay nada. Únicamente el fabuloso sueño de verse en La Moncloa. El PP no sólo no tiene programa electoral sino que admite que no lo tiene y el propio Rajoy dice que no dirá nada hasta conocer las cuentas. O sea, que no las conocía. En ese glorioso desconocimiento se basan los dos enunciados de que España está como Grecia y de que España no está como Grecia. En la nada.

En el PP afirman que el programa que no salió de la convención de Málaga saldrá el próximo fin de semana de un Comité Ejecutivo Nacional que se reunirá en Galicia. A lo mejor sale algo a lo que hincar el diente pero, de momento, es la nada; una nada para la que Rajoy pide el voto.

La nada, sin embargo, se convierte en una cruda realidad apenas se abandona el terreno de la crisis y las medidas económicas para pisar el otro que más importante ha sido en esta legislatura, el del fin de ETA, el fin del terrorismo en España. Ahí la nada se convierte en extrema derecha de la mano de ese político ultramontano, Mayor Oreja, para quien el franquismo fue una una situación de extraordinaria placidez y eso que, según Aguirre, Franco era socialista.

La declaración de ETA de cese definitivo del terrorismo fue recibida con disgusto y hostilidad por la derecha. Es cierto que Rajoy estuvo comedido y hasta reconoció que no ha habido concesiones políticas a los pistoleros, aunque minimizó la importancia del comunicado al decir que la situación sólo se resolvería con la disolución y la entrega de las armas, cosas ambas que él ambiciona gestionar, como un Hércules vencedor de la Hidra de Lerna. Pero ese es Rajoy. Sus partidarios mediáticos han vociferado a los cuatro vientos que se trata de la última traición de Zapatero a la Patria. Es el signo indiscutible de la extrema derecha: la Patria es suya y todos los demás, traidores a su esencia, a los muertos y a las víctimas. ETA ha logrado la victoria por el miserable interés electoralista del PSOE.

Tal es asimismo la interpretación Mayor Oreja quien el próximo 29 de octubre acudirá a la manifa de las víctimas del terrorismo convocada contra la Conferencia de Paz de Donostia y, por ende, contra el fin de ETA. Definitivamente, el ala dura del PP, que es el nombre que se da ahora a la extrema derecha, quiere el fin de ETA en las condiciones que ella dicte, razón por la cual rechaza este otro fin concreto, real, tangible que, considera, al decir de Mayor Oreja, la culminación de un proyecto negociado entre ETA y el Gobierno. Por "negociación" no puede entenderse "negociación" sin más porque a cualquiera, incluido Mayor Oreja, se alcanza que las cosas no se consiguen sin hablar y sin acordarlas. Por "negociación" hay que entender aquí concesión, rendición, entrega del gobierno; derrota de España. Ese es el lenguaje de la extrema derecha.

O sea que la oferta del PP es amplia, va de la nada a la extrema derecha, pasando posiblemente por la "revisión" del seguro de desempleo que es de lo que se trata y de lo que no conviene que se hable. Es mejor hacerlo de la nada o de la victoria de ETA.

(La primera imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons; la segunda es una foto de FDV, bajo licencia de GNU Free Documentation).

dilluns, 24 d’octubre del 2011

Idiotas.

Faltó tiempo a González Pons para twittear sus diculpas por haber insultado a los votantes socialistas llamándolos "idiotas". Dice que no es verdad que insultara al PSOE pero que, de todas formas, retira lo dicho. Encomiable actitud, aunque mejor hubiera sido no irse a la gruesa. Palinuro también cree que no quería insultar a los socialistas. Su formulación exacta fue: no hay ningún español tan idiota que quiera la continuidad de lo que nos ha dado el PSOE durante este tiempo. No es un insulto actual sino diferido; esto es los socialistas, los españoles en general, no son muy idiotas... salvo que voten al PSOE. A partir del 20-N la nación tendrá el elenco de idiotas del reino: todos los votantes del PSOE. Los demás no serán tan idiotas como los socialistas pero, obviamente, a tenor de lo dicho, también serán idiotas; no tanto como los sociatas, pero idiotas al fin y al cabo. Claro que no quería insultar. Es su forma natural de expresarse y bien claro deja en qué concepto tiene a los españoles.

De lo anterior se sigue que lo menos idiota que pueden hacer los restantes idiotas es votar al PP. ¿Por qué? Porque lo dice él, González Pons. Si fuera del PSOE, cosa difícil de imaginar, la gradación de idiotez se invertiría pero seguiría manifestándose. Porque González Pons tiene razones profundas y muy convincentes para justificarse. Resulta imposible que la gente no entienda la sucesión de los hechos que tan galanamente expone: Felipe González, deuda y cinco millones de parados; Aznar, superávit y prosperidad; Rodríguez Zapatero, deuda y cinco millones de parados. Lo que viene ahora, créannos bajo palabra ya que el programa no parece por parte alguna, es superávit y prosperidad de nuevo.

Es irritante que la gente no vea por los ojos de González Pons y no entienda la verdad de su mensaje, tan claro y sencillo como una viñeta de Roberto Alcázar y Pedrín. Que se empeñe en juzgar de forma distinta el legado de González y de Aznar y que, en cuanto a Zapatero, se obstine en reconocer que la crisis que su gobierno ha tenido que gestionar era exterior (crisis financiera) y heredada (burbuja inmobiliaria) y, no obstante, hasta la fecha, hemos salido bastante bien parados, dentro del desastre general que a la vista está en Grecia, Irlanda, Portugal e Italia.

Más irritante aun es que la misma gente se empeñe en atribuir el fin de ETA a la gestión del gobierno de Zapatero y especialmente a Rubalcaba, en lugar de pedir el procesamiento de éste por colaboración con banda armada y de ver que la derrota de ETA es una trampa pactada con el gobierno, según ilustra todos los días del año Mayor Oreja que de idiota no tiene nada.

Y es que a la traída y llevada gente (a los españoles en general) le ha dado por informarse en todas partes, a tontas y a locas, sin la correspondiente guía espiritual ahora que la información está al alcance de todos, en lugar de consultar un medio serio y de referencia, como La Gaceta de los negocios animada, como está, por el compromiso de la veracidad según Mariano Rajoy quien tampoco es idiota.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).