dissabte, 14 de novembre del 2009

Un partido, un proyecto, un líder.

Ein Volk, ein Reich, ein Führer. La fibra autoritaria del PP es evidente cada vez que alguno de sus dirigentes abre la boca. El señor Aznar había pedido que hubiera un solo líder, un solo partido y un solo proyecto y no varios de cada cosa y así ha respondido la secretaria general, señora De Cospedal, muy oronda. Sin embargo no solamente es falso que esa unidad sea deseable en sí misma sino que se trate de la condición del PP. Si los partidos han de ser organizaciones democráticas, como requiere la Constitución, deberán poseer el mismo grado de pluralismo en su interior que tiene la sociedad de la que surgen y se nutren. Y normalmente así es de forma que los partidos suelen tener varios líderes (aunque sólo uno sea el máximo en cada momento), diversas corrientes internas y, en consecuencia, opciones también variadas. Y eso es lo que pasa en el PP. Tiene varios líderes, empezando por el propio señor Aznar y siguiendo por los señores y señoras Aguirre, Gallardón, Rato y, claro es, Rajoy. En su interior se dan opciones claramente distintas, apoyadas en corrientes también diferentes: los vascos del PP van a su bola, como lo hacen los aguirristas y los gallardonistas en Madrid, como lo hacen los ultras de Mayor Oreja. Y eso no está mal, es el pluralismo. Lo importante es que el Partido tenga y manifieste una sola voluntad; es decir que, tras el correspondiente debate interno y la necesaria confrontación, al final el partido como un todo, defienda una única opción y un solo lider a la hora de enfrentarse a los competidores.

Pero este procedimiento democrático es lo que la derecha, educada en la mentalidad dictatorial franquista de la unidad sin fisuras, no entiende. Por eso sale la señora De Cospedal, como siempre, a negar la evidencia: no hay diferencias, no hay corrientes internas, no hay opciones distintas, el Curita no existe, la señora Aguirre no aspira a sustituir a Rajoy, el señor Gallardón, tampoco. Aquí no pasa nada. Las diferencias se salvaron hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda. Nadie se pronunciará sobre las palabras del Curita, el enajenado mental que dirige la Comunidad Valenciana. Nadie tampoco directamente sobre las del señor Aznar a quien por primera vez se hace el vacío.

Viven en un territorio exento, imaginario y eso es lo que hace que el señor Rajoy esté siempre tan indignado sin que el verbo exigir se le caiga de la boca: como las cucarachas, procede de otra era geológica.

(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).

La legalidad de De la Vega.

Ya sé que es una de las miembras mejor valoradas del Gobierno; pero no será con mi voto. Puede que esté equivocado y que, en el fondo, la señora De la Vega tenga un talante respetuoso, afable y abierto pero a mí me parece una persona desabrida, engreída, escasamente dialogante y con cierta dosis de arrogancia. Ciertamente es la cara del Gobierno y quizá ello explique en parte la baja valoración que éste está teniendo. Insisto en que es posible que me equivoque porque a veces veo que tiene rasgos de espontaneidad y afabilidad de trato y me entra la duda. En fin, lo más probable es que haya varias Marías Teresas Fernández de la Vega, como, según creía Pirandello, cada uno de nosotros somos siempre varios.

En algo, sin embargo, reproduce la señora De la Vega los viejos tics marrulleros y de maula de la derecha más tradicional. En concreto las interpretaciones oficiales sobre el atunero. Dice la señora De la Vega que el Gobierno actuó aplicando la legislación comunitaria que prevé la detención de los piratas cuando éstos actúan en aguas internacionales en contra de un barco de una nación europea y que como lo hiceron en contra de un barco español, estan detenidos. Pero ¿cómo sabe la señora De la Vega que el barco era español? ¿Qué pabellón enarbolaba cuando fue asaltado? Lo ha preguntado el juez y aún no le han contestado y probablemente no lo hagan porque es muy posible que el Alakrana no llevara la bandera española sino la ikurriña, como suelen hacer los pesqueros que salen de Ondarroa, Bermeo y otros puertos del País Vasco: apenas llegan a alta mar, cambian la bandera española por la que diseñó Sabin Arana para el PNV. Y, si esto fue así, tan pirata era el barco español como el somalí. No tiene mayor importancia pero supongo que será difícil justificar ante la opinión pública que haya que dedicar recursos de todos a sacar del atolladero a estos defensores del terruño que reniegan de lo español excepto cuando les interesa, pero la avinagrada señora De la Vega debiera dar las correspondients explicaciones. Que lo sepa el juez; que lo sepamos todos.

N.B: lo de "miembras" no es un lapsus. Estoy de acuerdo con la señora Aído en que si hay miembros, puede haber miembras y el uso del espíritu de la lengua para defender el patriarcado me parece tan digno como escupir en el suelo.

(La imagen es una foto de Machacón, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 13 de novembre del 2009

Al Curita se le va la olla.

Los focos de la atención pública concentrados en Valencia, en la Generalitat y en su presidente a causa del asunto Gürtel desde hace meses han presentado a un Francisco Camps distinto del que se daba por bueno. El que los medios han revelado es un tipo extraño que no hace ni dice lo que se espera de un presidente de Comunidad Autónoma en cualquier circunstancia imaginable; ni siquiera de un ciudadano ordinario o persona normal. Uno no va por ahí diciendo "te quiero un huevo" a un tipo con bigotes; y tampoco "tenemos que hablar de lo nuestro, que es muy bonito". Son expresiones extrañas, infrecuentes y sólo pueden interpretarse en una clave erótica o, cuando menos, sentimental. Su tendencia a encontrar "bonitas" las cosas más dispares ("en el PP nos apoyamos unos a otros y eso es muy bonito") tiene su telendengue en cuanto semántica de género pues el término "bonito" tiene connotaciones que no escapan a nadie. Contestar a un juez que pregunta sencillamente:"¿Que le debe a Vd. el señor Álvarez (el Bigotes)" con un "Todos los valencianos me deben mucho porque hago mucho por ellos" es una especie de provocación; y reiterarlo ante la reiterada pregunta del juez ("todos los valencianos me deben mucho") equivale a ir pidiendo bronca. Venir a decir que el dirigente de la oposición socialista en las Cortes Valencianas quiere darle el paseo (al presidente Camps) es, manifiestamente, de desequilibrado. Ya en cierta ocasión hizo una intervenció en las Cortes dedicada a llamar totalitario y quizá terrorista al Gobierno de España acumulando para ello noticias y expresiones que forman parte de la tradición de la izquierda como: "Libertad es que llamen a las tres de la madrugada a la puerta y sea el lechero" o la poesía de Martin Niemöller "Primero vinieron por los comunistas, pero yo no hice nada porque no era comunista; luego... etc". No hace falta decir que las citas eran incorrectas. Pero yendo al fondo de la cuestión, son inadmisibles: el Gobierno de España no es un gobierno totalitario ni terrorista y el que diga tal cosa simplemente delira. Delira como supongo lo hacen los que están internados en Ciempozuelos y no se les ha ocurrido presentarse a unas elecciones. Siendo España miembro del Consejo de Europa en donde no se puede estar si no se es un Estado democrático de derecho, está claro que las afirmaciones del Curita no son de recibo y no deben rebatirse por las misma razón por la que no rebatimos a quien dice que la tierra es plana: lo encerramos, lo aparcamos en algún sitio, aunque esto no será fácil con el President valenciá, que está dispuesto a morir matando, como King Kong en lo alto del Empire State, aunque la comparación sea un poco excesiva por mi parte.

(La imagen es una foto de dalequetepego, bajo licencia de Creative Commons).

Crítica y diálogo.

Ya está en la calle el número 212 de Sistema, correspondiente a septiembre de este año (Sistema, número 212, Madrid, septiembre de 2009, 142 págs.) y trae una variedad de trabajos, algunos de gra interés. El que más tiene, a mi entender, el primero, de Antonio Enrique Pérez Luño, titulado El Estado totalitario contra el derecho subjetivo. La teoría jurídica de Karl Larenz es en realidad una reseña bibliográfica sobre un libro de Massimo La Torre, La lucha contra el derecho subjetivo. Karl Larenz y la teoría nacionalsocialista del Derecho pero escrita con tal rigor, conocimiento de causa y profundidad doctrinal que el director de la publicación lo ha colocado el primero con sobrada razón. Pérez Luño explica de forma sintética que sobre Karl Larenz cayó la nada grata tarea de justificar la filosofía jurídica nazi. No en Carl Schmitt, que era un ideólogo, sino en Karl Larenz. El elemento esencial del nazismo jurídico fue la destrucción de concepto de derecho subjetivo, derivado de la filosofía kantiana. No es el individuo abstracto kantiano el titular de derechos sino el individuo considerado como miembro, producto, de un todo orgánico, de una comunidad, de la Volksgemeinschaft. No hace falta decir que toda negación de subjetividad jurídica de este tipo presupone la prevalencia de un ente colectivo superior al individuo, lo que afecta al nazismo y a toda forma de nacionalismo. El resto de los juristas alemanes que aceptaron trabajar profesionalmente en un ordenamiento pervertido, injusto, lo hicieron en virtud del positivismo que se extendió como una mecanismo de justificación del III Reich: Gesetz ist Gesetz: la ley es la ley y hay que cumplirla. Es el momento en que Pérez Luño expone las diferencias entre el positivismo de Larenz que alimenta el nazismo y el de Hans Kelsen, de raíz netamente democrática y fundamentado en la idea moral kantiana de que hay que tratar a los individuos como fines y no como medios que deriva de la idea del filósofo de Konisberg de la dignidad del hombre, un discuso esencial que, antes de Kant se articula en el Renacimiento con Pico della Mirandola entre otros. No es menor el mérito del autor al identificar los vínculos de estos problemas con algunas de las cuestiones candentes dela filosofía política de nuestro tiempo : el comunitarismo, la posmodernidad, el "derecho penal del enemigo", etc.

El trabajo siguiente (Guillermo García, La gobernanza: el "buen gobierno" neoliberal) es un estudio crítico sobre el uso neoliberal del concepto de gobernanza que no es otra cosa que el nombre aparentemente técnico-científico para imposición de los programas neoliberales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional de acuerdo con un modelo económico, político y social basado en el mercado t en el sistema productivo capitalista "que persigue la privatización y la mercantilización de todo lo humano y su entorno medioambiental" (p. 27).

El siguiente trabajo de Teodoro Hernández de Frutos (Crecimiento y crisis del sistema indutsrial español. De los planes de estabilización a los distritos marshalianos) es un repaso sintético al modelo de desarrollo industrial español a partir del fin del empeño autárquico de la dictadura durante los años de 1960 y financiado con los ingresos de las inversiones exteriores, las remesas de los emigrantes y los ingresos del turismo, identificando las principales etapas: la modernización y desarrollo del comienzo con los planes de estabilización, el período de la crisis de las materias primas y la respuesta a través del modelo de reindustrialización de los años de 1980, las privatizaciones de los años de 1990 y las reformas a raíz de la agenda de Lisboa, todas las cuales han acabado situando a la economía española en el mundo globalizado aunque, según vemos hoy por el impacto de la crisis, con unos específicos factores de debilidad.

En Partidos, elecciones, minorías. Finlandia: cien años de elecciones libres, 1907/2007, Alfredo Hidalgo Lavié, un especialista en este país nórdico, autor de un reciente libro sobre él (Finlandia: cien años de libertad) que está pendiente de reseña en Palinuro, analiza con detalle las variaciones en el sistema político y de partidos de Finlandia luego de las últimas elecciones de 2007 y concluye validando las conclusiones a que llegaba en su análisis de 1997 en cuanto a la consolidación y la estabilidad parlamentaria de los años ochenta, los componentes esenciales del sistema de partidos en Finlandia (el socialdemócrata, perdedor en 2007, el conservador, ganador en este año y el partido centrista con una concentración de casi el setenta por ciento del voto. Si se añade el partido de los hablantes en sueco y el comunista, se da un sistema de pentapartido con el ochenta por ciento de concentración del voto.

El trabajo de Enrique Herreras ("Antígona" y la democracia deliberativa) es un estupendo estudio filosófico-literario sobre las distintas interpretaciones del mito de Antígona, un tema que me es especialmente caro, y su influencia sobre la moderna teoría de la democracia deliberativa en las elaboraciones más recientes, de Habermas a Amy Gutman y Denis Thompson que enlazan con la tragedia griega a través de las cuatro fuentes de desacuerdo moral que identifican en las democracias contemporáneas: la escasez, la dificultad de anteponer los intereses públicos a los personales, la incompatibilidad de nuestros valores (un tema caro a Sir Isaiah Berlin) y los límites de nuestro entendimiento. Repasa luego la conocida interpretación del mito en la Fenomenología del espíritu de Hegel y se detiene en la de Marta Nussbaum que acaba admitiendo que en el conflicto moral entre Antígona y Creonte, la de Antígona es la posición de superioridad moral. Se remite luego al análisis de Pedro Talavera en una obra reciente (Derecho y literatura) que señala la virtud de Antígona en cuanto representación del principio de desobediencia civil y concluye que la tragedia contiene un principio dialógico que permite mantener la dualidad moral aunque siempre habrá que elegir la posición de una de las partes en función de las circunstancias. Una afirmación que suena un poco a manual imparcial de uso del conflicto por cuanto el autor acepta la idea de la superioridad moral de Antígona en una tragedia que, dice, "nos ayuda a redescubrir los pormenores de la complejidad de las deliberaciones en una sociedad pluralista". (p. 101).

dijous, 12 de novembre del 2009

Al Gobierno le salen las cuentas.

Dicen en el Gobierno que los presupuestos generales del Estado que se aprobaron ayer en el Congreso son los de la austeridad y los que nos permitirán salir de la crisis. Dice la oposición del PP que los mismos presupuestos son los del despilfarro y los que no solamente no permitirán que salgamos de la crisis sino que nos hundirán más en ella. ¿En dónde se encontrará la verdad? Como suele suceder (aunque no siempre) en algún punto intermedio. En algún punto intermedio pero que, guste o no, estará más cerca de la posición del Gobierno que de la de la oposición por la muy convincente razón de que, no disponiendo de mayoría absoluta que le permitiera hacer mangas capirotes con las cuentas públicas, el Gobierno se ha visto obligado a modular sus propuestas, tratando de conseguir el mayor consenso y apoyo parlamentarios posibles. Que no lo haya conseguido del todo, que no le haya salido con IU o CiU, por ejemplo, al igual que con ECR, no es porque no lo haya intentado sino porque otras consideraciones no lo han hecho posible. Pero, en puridad de los términos, aunque las concesiones gubernativas a estos grupos no hayan sido suficientes para asegurar su voto, se han dado. CiU y ERC, por ejemplo, no pueden ir por ahí diciendo (y, de hecho, no lo hacen) que los presupuestos olviden a Cataluña. Al final el acuerdo ha sido con el PNV y con CC, pero el intento ha sido con todos los grupos de la cámara. Y eso hace que estos presupuestos no sean exactamente los que el PSOE hubiera querido y no son por tanto producto de una imposición.

Aquí es donde se ve con claridad las ventajas que presenta el hecho (que otras veces, se interpreta mal, cuando se piensa erróneamente en términos de estabilidad parlamentaria, confundiéndola con rodillo en las votaciones) de que no haya mayoría absoluta parlamentaria y que el Gobierno esté obligado a negociar y pactar todas sus medidas. Hay mucha gente que dice que esa es una muestra de la debilidad del Gobierno del señor Zapatero y de cómo está vendido a los intereses particulares de estos u otros nacionalistas. Son los mismos que, caso de que el PSOE tuviera mayoría absoluta, dirían que el Gobierno aplasta a las demás opiniones y funciona de modo totalitario. A Zapatero le ocurre como a Felipe González: hay un porcentaje de la población que lo odia visceralmente y para la cual, haga lo que haga, lo hará mal. Claro que no es odio a Zapatero o a Felipe como personas sino, en el fondo, a lo que representan: una izquierda socialdemócrata moderada, posibilista pero (y esto es lo que más duele) que gana elecciones y cambia la realidad social.

Las otras cuentas que han salido al Gobierno y se aprobarán en breve, luego de infinitos sobresaltos, zancadillas, equivocaciones propias, provocaciones ajenas, engaños y demagogias, ha sido el modelo de financiación de las Comunidades Autónomas. Quien repase los momentos anteriores de este trayecto y recuerde el ruido y la furia con que ciertas posiciones se produjeron en el pasado, cuando se acusaba a Zapatero de haberse vendido a los catalanistas y a los catalanistas de querere chulear a España, se admirará del silencio de tranquilo remanso pastoril con que hemos llegado al final de este absurdo drama movido por la más irresponsable de las oposiciones al grito de "¡se rompe España!". Alguien debiera comerse esas repugnantes palabras con hiel y vinagre. Y es, en verdad, lo que está pasando. Especialmente en el PP, en donde comprueban que la unidad de acción frente a las propuestas de reparto financiero autonómico brilla por su ausencia. Es cierto que el plan final es aprobado gracias a los votos de los dos partidos navarros cuyo interés directo en el asunto es nulo. Pero también lo es que la bronca oposición del inicio se ha disuelto como un azucarillo en agua y que tan partidarias del modelo propuesto son algunas CCAA del partido popular como otras del PSOE.

Así que enhorabuena al Gobierno por culminar una ímproba tarea.

Y mañana volveremos a hablar de la corrupción que no cesa :'-(.

(La imagen es una foto de ferran pestaña, bajo licencia de Creative Commons).

El espíritu español.

El Museo del Prado alberga una exposición de Juan Bautista Maíno que tiene mucho interés por varias razones. Es la primera muestra que se ha hecho nunca de este pintor español del Siglo de Oro y, con tal motivo, se han reunido algunas de sus escasas obras (no pasó de pintar arriba de una cuarentena de cuadros, muchos de ellos de pequeño formato) desperdigadas en museos, conventos y colecciones particulares. Además, porque, dado el modo de ser del artista y su biografía, la muestra es muy representativa de las grandezas y miserias españolas de la época.

Efectivamente, Maíno, nacido en Pastrana, Guadalajara, era hijo de un italiano y una noble portuguesa. De joven viajó por Italia, aprendiendo su oficio y se instaló luego en Toledo. Ingresó en la orden de los dominicos y fue profesor de dibujo de Felipe IV, el penúltimo Austria, y bienquisto en la corte de este monarca. Estos breves datos sirven para entender el fondo de la pintura que se expone en el Museo del Prado. En primer lugar el cosmopolitismo de un país que era entonces el centro del mundo y al que acudían gentes de todo el orbe conocido en procura de sustento. De hecho sus padres estuvieron al servicio de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli y duquesa de Pastrana. En segundo lugar, la vida errante y el viaje formativo e iniciático a Italia, como lo harían Velázquez, Ribera y otros, pioneros de lo que después, en el Romanticismo, será un tránsito obligado de toda persona culta, el viaje a Italia. En tercer lugar, un espíritu muy religioso y un acendrado catolicismo con fuertes elementos místicos. Y en cuarto lugar su relación directa con la corte, en la que y de la que vivió al final de su vida.

Todo lo anterior impregna una forma especial de entender el arte que, combinada después, con las aptitudes específicas del artista en cuestión, explican el carácter de una obra que, sin ser de primera línea, tiene mucho interés no sólo en sí misma (Maíno no es un gran creador, pero es un hombre de muy notable buen gusto) sino para entender el movimiento más amplio de una cultura como la española del Siglo de Oro.

En efecto, Maíno conoció y trató en diversas situaciones vitales a algunos de los pintores más grandes de su tiempo: Michelangelo Merisi ("Caravaggio"), Orazio Gentileschi, el padre de Artemisa, y Annibale Carracci en Italia, y el Greco, de quien se dice que fue discipulo y Velázquez, a quien protegió, ya en España.Tanta y tan cruzada influencia exterior, unida a la falta de una personalidad creadora de verdadero peso da al arte de Maíno una factura ecléctica muy agradable porque rompe con la obligada monotonía de los estilos personales muy acusados, sobre todo si, además resalta sobre una innegable competencia en el oficio.

La influencia personal más acusada en Maíno es la de Caravaggio, pero no en su tenebrismo, que es lo fácil, sino en el dibujo, los volúmenes, la composición de las figuras. También son discernibles las influencias de Carracci, Gentileschi y algunos alemanes afincados entonces en Roma. Pero el dato más característico de la pintura de Maíno y el más novedoso en la española de esa y de las demás épocas es el aspecto italianizante general. Así se observa en el tratamiento de los paisajes, prácticamente ausentes en la pintura religiosa española de la época y que alcanzan protagonismo en la obra de Maíno, como puede comprobarse en ese estupendo san Juan Evangelista más arriba, que formaba parte del famoso retablo de las Cuatro Pascuas, presente por separado en esta exposición. Igualmente en esta línea, la sorprendente aparición del desnudo, mejor semidesnudo, insólito en la pintura española de todos los tiempos excepción hecha del siglo XX. La excusa para ello, la representación de María Magdalena, a la que Maíno representó varias veces, como lo hizo con Santa Catalina de Alejandría, aunque esta sí con un estilo acendradamente español.

La influencia del Greco se observa en los retratos de Maíno, algunos prácticamente muy difíciles de distinguir de las obras del pintor cretense, de factura sobria y muy realista y que el pintor trasladó de la esfera civil a la religiosa. Los retratos de frailes son un regalo para la vista porque no tratan de imponer sobre el retratado misión religiosa alguna, como sucede con otros retratistas de clérigos, sino que sólo busca el lado humano del retratado.

Por último, la faceta de pintor de la corte, la menos abundante en la obra del artista pero no por eso la menos significativa. Se expone aquí una tela que normalmente se encuentra en el propio Museo del Prado en lugar prominente a la entrada, llamada La recuperación de Bahía del Salvador y que constituye un ejemplo acabado de programa ideológico iconográfico, una sublime pieza de propaganda de la casa de Austria. que la exhibía junto con otras obras que celebraban sus victorias en todos los frentes del mundo, como La rendición de Breda o La rendición de Juliers. Como puede verse en la reproducción de la derecha, el vencedor en la batalla por la que se recuperó el puerto de Bahía del Salvador, de pertenencia portuguesa, de manos de los holandeses, don Fadrique de Toledo, muestra a los vencidos arrodillados a sus pies una vera efigie del Rey Felipe en toda su gloria, coronado vencedor (él, que no pisaba los campos de batalla y jamás estuvo en América) por el Conde Duque de Olivares y Palas Atenea. Felipe pisotea las cabezas de la ira, la herejía y el engaño, convencionalmente pintado con dos rostros. Los vencidos deberán el perdón a la magnificencia del Rey mientras que en la parte izquierda del cuadro hay una preciosa interpretación de los desastres de la guerra. El mensaje de comunicación es claro: su Católica Majestad vence a los enemigos de España y de la religión, que son los mismos, les perdona la vida con misericordia y se cuida del amparo de los menesterosos y dañados por la guerra. El arte al servicio del poder terrenal que, a su vez, está al servicio del poder espiritual. La jerarquía de valores de la España Imperial, la que fue su timbre de gloria y origen de su destrucción está aquí clara.

dimecres, 11 de novembre del 2009

¿Qué fue de Rodríguez Zapatero?

Los críticos del PP preguntan con sorna cómo sea posible que el partido no tenga una mucho mayor intención de voto ni saque más ventaja al Gobierno en las encuestas a la vista de lo rematadamente mal que éste está haciéndolo. A su vez los críticos del PSOE quieren saber cómo sea posible que, con una oposición tan increíblemente mala, el partido del Gobierno y el propio Gobierno no remonten en las encuestas sino que, muy al contrario, vayan por detrás del partido de la derecha.

Tal es la situación desde hace meses, prácticamente desde las elecciones de marzo del año pasado: empate técnico; el PSOE ligeramente por encima del PP en intención de voto; el PP ligeramente por encima del PSOE en intención de voto; el PP consolidando su ventaja de tres puntos, reduciéndola a dos; el señor Zapatero ligeramente valorado por encima del señor Rajoy desde hace años y ahora, la sorpresa de que el señor Rajoy aparezca por delante. Tanto monta, monta tanto.

En realidad lo verdaderamente nuevo aquí es el desplome del PSOE y, sobre todo, del señor Zapatero de algo más de un año a esta parte. El señorRajoy nunca salió muy bien parado y no hay gran diferencia entre cómo se lo valoraba en 2004, 2008 y hoy. Pero es el señor Zapatero quien da que pensar. Según los datos del barómetro del CIS, la valoración del señor Zapatero que en julio de 2008 era de 4,75 puntos baja en octubre de 2009 a 4,11, mientras que la del señor Rajoy lo hace de 3,99 a 3,55. En cuanto a la gestión del Gobierno del PSOE, los que la veían buena o muy buena eran el 19,9 por ciento en julio de 2008 pero sólo el 13, 6 por ciento en octubre de este año; una pérdida de 6,3 puntos. Mientras que quienes la ven muy mala o mala, que eran el 33,0 por ciento en julio de 2008 pasan a 46,6 por ciento en octubre de 2009, esto es, 13,6 puntos, una barbaridad. La valoración de la oposición es todavía más pobre: quienes la consideran mala o muy mala pasan del 45,7 por ciento en julio de 2008 al 53,4 por ciento en octubre de 2009; o sea, más de la mitad de los ciudadanos censura acremente a la derecha. Y los niveles de confianza cantan la misma canción: en julio de 2008, el 34,0 por ciento de los ciudadanos tenía mucha o bastante confianza en el señor Zapatero (28, 4 por ciento en el caso del señor Rajoy), cifra que baja al 25,9 por ciento, esto es, una merma de 8,1 puntos, un descalabro (25, 9 por ciento para el señor Rajoy, una baja menor de 2,5 puntos). Quienes en julio de 2008 no tenían ninguna confianza en el señor Zapatero representaban el 26,4 por ciento, cifra que se dispara al 36,1 por ciento, casi diez puntos más en octubre pasado. A su vez, el señor Rajoy pasa en este capítulo de un 39,4 por ciento de ciudadanos que no le profesa ninguna confianza en julio de 2008 a un 43,0 en octubre de 2009, esto es, asimismo una pérdida de 4,4 puntos. Por supuesto, los resultados en los barómetros intermedios (octubre de 2008, enero de 2009, abril de 2009, etc), son consistentes: todos a la baja, sin repuntes. La conclusion es que el señor Zapatero se ha hundido estrepitosamente en el aprecio de sus conciudadanos que, sin embargo, no pasan a depositar su confianza en la hipotética alternativa del señor Rajoy ni mucho menos. La situación es, pues, muy movediza y aquí es donde, a mi entender, aparece la creciente valoración de la figura de la señora Díez, que brilla tanto no por méritos propios que encuentro escasísimos por no decir inexistentes, sino por los garrafales deméritos de sus competidores.

Lo que presenta un rostro distinto es la estimación del voto del CIS que en julio de 2008 era del 39,5 por ciento para el PSOE y el 39,3 por ciento para el PP, esto es, un empate que se mantiene tal (más o menos, décima arriba o abajo) en octubre de 2008, enero de 2009, abril de 2009, julio de 2009 y repentinamente se rompe en octubre pasado con un 37,7 por ciento para el PSOE y un 41,0 por ciento para el PP.

Con independencia de estas proyecciones de voto que, dada la situación, son muy arriesgadas, lo que más llama la atención, al menos a mí, es el deterioro de la imagen del señor Zapatero sin que mejore la del señor Rajoy. Y aquí sí creo ver mar de fondo. A mi modesto entender, la segunda legislatura del señor Zapatero ha defraudado las expectativas que generó el comienzo de la primera y que quedaron un poco en suspenso al final de ésta, coincidente con el arranque de la crisis cuya catastrófica gestión desde el Gobierno seguramente pasará a los anales de lo que jamás hay que hacer en situaciones difíciles, redoblada por la serie de pifias del caso Alakrana, que parece administrado por los Hermanos Marx. Desde entonces entiendo que el señor Zapatero ha acabado haciendo aquello contra lo que el clamor popular lo previno en 2004, esto es, ha acabado fallando a la gente. Hay como una sensación de decepción en muy distintos sectores sociales, mezclado en algunos casos con sorda irritación: la crisis económica ha hecho muchas víctimas y la negligencia, abandono, falta de claridad, titubeos e indecisión de un gobierno que habla mucho pero no hace casi nada ha coronado la operación. El señor Zapatero tiene de uñas a los jóvenes, los mayores y las clases medias que son o debieran ser sus baluartes electorales pero ninguno de los cuales ve por ahora que la situación haya hecho otra cosa que agravarse mientras que las medidas de las autoridades, de favorecer a alguien, parecen hacerlo sólo a las clases privilegiadas.

Es cierto que ha habido una actuación espléndida en la lucha contra el terrorismo y que el gobierno de los partidos españolistas en el País Vasco está dando frutos óptimos pero, como suele suceder, las cosas que se hacen bien apenas cuentan o compensan por las que se hacen mal, regular o no se hacen. Al respecto, es llamativa la pérdida de empuje del Gobierno en las reformas de calado moral, su actuación contemporizadora con una Iglesia que no la merece ni corresponde como debe y, sobre todo, la percepción de que, en cuanto a la política económica, el país está abandonado a los vientos de la coyuntura internacional porque el poder político carece de un plan claro de cómo poner coto a una evolución que ya todo el mundo acepta resignadamente que aun irá a peor en el año que entra, en contra de todas las previsiones para los demás países.

Dejo para el final la guinda del pastel: el gobierno del señor Zapatero inició su primera legislatura con mucha fuerza en el terreno teórico. El Secretario General del PSOE, debidamente aleccionado en las ideas del civismo republicano de Pettit, miraba a los ojos (frase preferida por su mentor espiritual y él mismo) a los adversarios políticos y actuaba como el referente de la izquierda ideológica europea. De eso no queda hoy nada. El republicanismo ha desaparecido tragado por un comportamiento contemporizador con la monarquía, timorato con la memoria histórica, cicatero y cutre con los derechos de las mujeres, obediente y servicial ante las exigencias del capital a quien no se toca un pelo por vía fiscal, monetaria o de otro tipo y humillado ante una jerarquía eclesiástica desagradecida y montaraz.Y en cuanto al referente de la izquierda europea no hay ya ni rastro. Tampoco parece que la próxima presidencia de la UE, cargo en el que hay que acentuar los perfiles conservadores ajustados a esta desvencijada maquinaria de la Unión, vaya a dar lustre nuevo a aquella figura de misionero de la nueva izquierda que ya no existe.

En cuanto a sus apoyos, el señor Zapatero parece seguir contando con el del gremio del espectáculo y artistas relacionados pero da la impresión de haber perdido el de un sector importante de los medios y el de los intelectuales, cosa que me parece lamentable.

(La imagen es una foto de ferran pestaña, bajo licencia de Creative Commons).

La política de la difamación.

Lo que más molesta de esta derecha española ultrarreaccionaria, carcunda, meapilas, agresiva, nacionalcatólica, centralista, demagógica, neofranquista y corrupta es su desprecio por las formas civilizadas del debate político y su recurso permanente al insulto, la descalificación, los infundios y las difamaciones. Francamente no es de recibo que la señora Ana Mato, ex-esposa del ex-alcalde de Pozuelo de Alarcón a quien se imputan comportamientos de corrupción y rapiña que harían palidecer a los filibusteros del Caribe tenga el rostro de presentarse en televisión a poner en duda sin prueba alguna, sin nada en concreto, la honradez de un conciudadano y, en definitiva, a hacer realidad el viejo proverbio de que "cree el ladrón...". Porque parece mentira que haya que señalar estos extremos, pero la política, que es como la espuma de los días, no es nada distinto de la vida cotidiana de la gente e igual que no se puede ir a la televisión a decir que el vecino del cuarto atraca a los pasantes y viola a las mujeres en el parque sin prueba alguna, tampoco se puede ir a insinuar suciedades sobre un colega de oficio como el señor Chaves sin tener otro indicio que el hecho de que le extraña que el difamado no haya hecho lo que, según se colige de sus palabras, ella sí hubiera hecho como, al parecer, estaba haciendo su marido: enriquecerse ilícitamente en un cargo público.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 10 de novembre del 2009

El lugar de los crucifijos.

La decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de declarar que los crucifijos están de más en las aulas de las escuelas por cuanto suponen "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" así como un atentado contra "la libertad de religión de los alumnos" está muy puesta en razón y es de puro sentido común. Pero sólo es de la mitad del sentido común. Imaginémosnos que en alguna sociedad de Europa occidental, por ejemplo en España, se hiciera verdad el sueño de la Iglesia católica de que todos los habitantes, grandes y chicos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, gays y heterosexuales, todos sin excepción alguna nos hiciéramos católicos, apostólicos y romanos, ¿quiere eso decir que entonces los crucifijos serían aceptables en las aulas pues ya no violarían derecho alguno? De ningún modo y aquí es donde la decisión del alto Tribunal es sólo la mitad del pescado que había que vender, porque el crucifijo está de más en las aulas por otra razón tan poderosa como la anterior: porque simboliza lo contrario de lo que el aula en la escuela representa, porque ataca su espíritu, hace burla de él y lo niega.

Los centros educativos, los de todos los niveles, son lugares de ejercicio de la razón y de transmisión de conocimientos científicos. El crucifijo, símbolo de una religión que, como todas, está basada en creencias absurdas como la infalibiliddad del Papa y en una ristra de milagros que anulan la posibilidad del conocimiento de la naturaleza representa lo contrario del espíritu escolar. Los crucifijos deben, pues, abandonar las aulas no solamente porque violen la libertad religiosa sino porque son símbolo del oscurantismo y la superstición, que siempre se han opuesto al avance de la humanidad.

Enfrente del Tribunal Europeo, la jerarquía española, por boca del secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el atildado monseñor Martínez Camino, ha hecho saber que está en contra de la decisión porque no es justa sino discriminatoria. Los razonamientos, por llamarlos de algún modo, del clérigo son verdaderamente impúdicos y sólo se entienden si la Iglesia cree que quienes administran el orden político y quienes actúan en él son tontos de baba. Dice Monseñor que el crucifijo es "símbolo de dignidad humana, de libertad". Poco me parece que tenga que ver la dignidad humana con la actualización permanente de la muerte horrorosa de Cristo; más bien estoy de acuerdo con las numerosas voces que avisan de que el cristianismo es la consagración de la indignidad, desde el sermón de la montaña hasta la pasión y muerte del Mesías; pero admito que podría discutirse sobre el asunto. Lo que está fuera de discusión es que el argumento de la libertad es de traca. ¿Podría el señor Martínez Camino ser más especifico y decir en qué momento y lugar de la historia de la especie humana ha aparecido el crucificado como símbolo de libertad? Símbolo de tiranía, de imposición, de fanatismo, todo lo que se quiera, hasta de enriquecimiento ilícito, pero ¿de libertad? ¿En dónde, cuándo, cómo?

Y, no contento con faltar a la verdad de modo tan clamoroso el mismo cura añade una afirmación que no solamente es mentira sino que parece un homenaje especial que Monseñor quiere dedicar al fundador del teatro del absurdo, señor Ionesco. Dice el obispo que la presencia del crucifijo es símbolo "de la distinción entre la Iglesia y el Estado". Siguiendo este "razonamiento" resultaría que el momento en que la Iglesia española estuvo más apartada del Estado fue durante el franquismo, cuando había crucifijos en todas partes, no sólo en las escuelas sino en las comisarías, juzgados, cuarteles, ministerios, universidades, cárceles, embajadas, etc. Dado que el señor Martínez Camino no parece aquejado de ninguna patología mental ni de achaque fisiológico alguno que pudieran mermar su recto razonamiento, habrá que concluir que dice lo dice con conocimiento de causa, sabiendo que es falso y precisamente por ello. Esto ya suena más a hipocresía católica, a Iglesia católica.

(La imagen es un crucifijo de Cimabue del siglo XIII)

La capital de todo lo posible.

Lo extraño de esta peli es que no se haya rodado antes. Responde al modelo suma de historias con un hilo común, de agregado de narraciones de distintos autores, al estilo de Historias de la radio sólo que aquí, el nexo, en lugar de la radio o el amor o la soledad (que de todo se ha visto) es la ciudad de Nueva York. Dado que mi afición a esa ciudad no conoce límites y que me parece la mejor del mundo, no podré ser muy crítico con la película, dedicada a cantar la excelencias de la "gran manzana" salvo en el hecho de que no lo haga suficientemente.

La suma de historias es un poco mareante porque son muy variadas y están contadas a un ritmo endiablado, el de la vida en Manhattan, por lo demás. Añádase a eso que están intercaladas con imágenes de los lugares más conocidos de la ciudad, tanto a título de escenario de las narraciones como en planos de postal, porque sí, para poder sacar panorámicas de los rascacielos, el Empire State Building o el edificio Chrysler, Grand Central, el puente de Brooklyn, Central Park, etc. En suma, una sucesión, un amontonamiento de imágenes, sonidos, relaciones humanas una amalgama de razas, colores, edades, ocupaciones y aficiones. La idea es contar historias pero que la protagonista absoluta sea la ciudad. Y está conseguido. Me apuesto algo a que ningún aficionado a la que fue "puerta de América" se sentirá decepcionado.

La calidad de las historias es otra historia. Hay algunas muy breves, brillantes e ingeniosas (un tipo tratando de ligar en plan romántico-literario con una puta, una pareja de ancianos parlanchines y discutidores en un paseo por Coney Island, la hija de un farmacéutico que simula ser paralítica en una salida por la noche, la muerte de un pintor sin fortuna en Chinatown, etc) y otras son más complejas; alguna difícil de entender. Pero todas tienen ritmo y tratan de captar lo que si no fuera una cursilería podría llamarse su "niuyorquidad", esto es, llaneza de trato, espontaneidad, proximidad, rapidez, flexibilidad, falta de convencionalismos; todos very cool.

Por supuesto, hay diferencias de trato en los episodios; unos directores tienen más personalidad que otros pero todos parecen haberse ajustado a unas normas comunes probablemente con la finalidad de que el producto sea homogéneo. De los muchos intérpretes sólo he reconocido a algunos, como Andy Garcia, James Caan, Julie Christie y Elli Wallach. Por cierto, los dos últimos están muy viejos. Sobre todo Wallach que, además, interpreta al anciano de Coney Island.