dimecres, 1 d’octubre del 2008

Lógica de la catástrofe.

El lunes, cuando todo el mundo daba por aprobado el plan de rescate del señor Bush, las bolsas se despeñaron. El martes, cuando el plan había sido rechazado en votación negativa en el Capitolio, las bolsas subieron. ¿Alguna explicación? A estas horas hay cientos. Cada cual puede escoger la que mejor le parezca. La que más me gusta es la que dice que los tiburones de Wall Street fueron a la baja el lunes para presionar a los representantes y obligarlos a aceptar el plan que venía precedido por la apocalíptica oratoria del presidente: aceptad lo que os proponemos o ateneos a las consecuencias. Como el chantaje no tuvo efecto, el martes era jornada ordinaria con algunas ganancias a la espera de posteriores momentos de tensión.

Mientras tanto la crisis cruzaba el charco y empezaban a caer las primeras torres financieras del viejo continente, con unos gobiernos que no perdieron ni un segundo en correr en auxilio de los que vacilaban y en nacionalizar lo que hiciera falta. Al propio tiempo todos miraban enfurecidos a los EEUU y algunos exigían en tono perentorio a los gringos que aprobaran sin dilaciones el famoso plan de rescate, por ejemplo Frau Merkel muy irritada además por el desastre electoral del partido hermano en Baviera (los alemanes de la CSU llaman "desastre" electoral a perder la mayoría absoluta por primera vez en cuarenta años) y la inestabilidad en su país.

Lo que temen las autoridades europeas, tanto políticas como financieras, es una extensión de la crisis en Europa que pueda tomar la forma de un pánico bancario si la gente empieza a pensar que el dinero no está seguro en los bancos. De ahí que se hayan multiplicado las declaraciones tranquilizadoras aun a riesgo de que produzcan un efecto contradictorio. Algunos han sido más contundentes. Un gobierno tan ultraliberal como el irlandés ha salido a tranquilizar al personal garantizando los depósitos para los dos próximos años.

Nadie parece tener idea clara alguna sobre la naturaleza de esta crisis fuera de las explicaciones sobre las subprime que se repiten de artículo en artículo y que tienen una fuerza aclaratoria bastante limitada. Parece que si las presiones, chantajes y amenazas de los tiburones financieros y la Casa Blanca producen su efecto, el Congreso aprobará finalmente el plan de rescate propuesto por la Administración Bush... si bien ya no es el viejo plan de rescate porque ha sido enmendado para que en lugar de ser una pura estafa, se parezca algo más a un plan con garantías para quienes en último témino van a pechar con su coste que son los contribuyentes estadounidenses y por fatal extensión de las cosas, los del mundo entero.


Digresión.Tiene gracia por arrobas, ¿Se acuerdan del lema con el que empezó la guerra de independencia norteamericana de no taxation without representation? Eso es exactamente lo que está pasando ahora: los congresistas norteamericanos van a votar sí o no a un gigantesco plan de salvamento financiero con dineros públicos que habrán de aprestar los contribuyentes norteamericanos y todos los demás. Con sus escasas luces, Mr. Matorral lo dijo ayer claramente desde la Casa Blanca: I am disappointed by the outcome, but I assure our citizens and citizens around the world that this is not the end of the legislative process ("Me ha decepcionado el resultado" -de la votación en el Capitolio- "pero aseguro a nuestros ciudadanos y a los ciudadanos de todo el mundo que éste no es el final del procedimiento legislativo"). Tal cual.


Para mayor perplejidad, ya hay voces autorizadas que dicen que, aunque el plan se apruebe, no dará resultado. Lean, si no, el artículo de Paul Stiglitz que publica hoy El País, titulado El 'blues' del rescate de Wall Street. Nadie entiende nada allí y nadie entiende nada aquí. Sólo sabemos que estamos al borde de un pánico bancario que puede acabar en un "corralito" global. Y eso que los mercados, según repiten como loros los neoliberales, se autorregulan; si no, íbamos apañados. Así que las continuas intervenciones "tranquilizadoras" de las autoridades sólo consiguen poner más nervioso al personal; por ejemplo, ayer el señor Solbes, diciendo casi para su coleto que "no tenía duda alguna de que los ahorros de los españoles están muy seguros". Porque si esta crisis es de crédito, de confianza, si no hay liquidez porque los bancos no se fían unos de otros ¿cómo quieren que los clientes se fíen de ellos?

(Las imágenes son sendos grabados de George Grosz llamados Die Besitzkröten ("Los sapos poseedores") 1920/21 el primero e Inflation (inflación), 1923, el segundo.)

Hitler era austriaco.

Ya, ya sé que no hay que exagerar ni ponerse nervioso pero es que el resultado de las elecciones legislativas austriacas del domingo es muy desagradable y deja ver que entre estos "alemanes del Este" siguen siendo muy fuertes las tendencias a la extrema derecha. Ya en las elecciones parlamentarias de 1999, el llamado Partido Liberal Austriaco (FPÖ) que de liberal no tenía nada al estar dirigido por el nazi hijo de nazis Jörg Haider, quedó segundo después del Partido Socialdemócrata Austriaco (SPÖ) y por delante del Partido Popular Austriaco (ÖVP), demócrata cristiano muy de derecha. Hubiera correspondido entonces renovar la gran coalición entre socialdemócratas y democristianos para cerrar el paso a los nazis, pero las negociaciones fracasaron boicoteadas por el Partido Popular y, así, el entonces presidente de Austria, Thomas Klestil, como en su día Von Hindenburg en Alemania, tuvo que dar paso a los nazis en el Gobierno. Es cierto que, a diferencia de lo que pasó en 1933, los nazis austriacos llegaban en coalición con los democristianos y, a pesar de tener más votos que estos, hubieron de aceptar la vicecancillería ya que canciller fue nombrado Wolfgang Schüssel, quien conservó el cargo hasta las pasadas elecciones de 2006. De todos modos el FPÖ consiguió lo que se proponía: que habiera nazis en un Gobierno europeo por primera vez desde la IIª Guerra Mundial. Los otros países de la UE protestaron, levantaron un cordón sanitario en torno al gobierno austriaco pero, al final, acabaron por ceder y hacer negocios con él.

En el ínterin, dada la turbulenta personalidad de estos nazis hubo escisión en el FPÖ, del que se separó Herr Haider, por entonces gobernador del Land de Carintia, quien formó un nuevo partido nazi, la Alianza por el Futuro de Austria (BZÖ). De las elecciones de 2006 salió una incómoda renovación de la gran coalición socialdemócratas-democristianos, continuamente boicoteada por el ala conservadora de éstos, dirigida por el inevitable Schüssel, hasta que, tras dieciocho meses de gobierno, hubo que convocar las elecciones anticipadas cuyo resultado vimos el domingo pasado y que es el siguiente:

Socialdemócratas: 29,7% del voto (35,3% en 2006) = 58 escaños (68 en 2006).

Democristianos: 25,6% del voto (34,3% en 2006) = 50 escaños (66 en 2006).

"Liberales" (o sea, nazis 1): 18% (11% en 2006) = 35 escaños (21 en 2006).

Alianza (nazis 2): 11% (4,1% en 2006) = 21 escaños (7 en 2006).

Verdes: 9,8% (11,1% en 2006) = 19 escaños (21 en 2006).

Es decir, derrota sin paliativos para los dos partidos mayoritarios que recogen sus peores resultados en la historia de la República, retroceso para los verdes y desaparición de dos partidos menores (el Foro Liberal y el Partido Tirolés) que no superan el 4% de barrera legal. Triunfo indudable de los dos partidos nazis, esos que quieren limpiar Austria de "basura extranjera" y otras lindezas. Queda para otro post explicar la curiosa mezcla ideológica de estos nuevos nazis que en Austria, como en Alemania, conjugan un discurso ecologista, partidario del viejo Estado del bienestar (ahora que hasta los socialdemócratas parecen abandonarlo) con la habitual diatriba ultranacionalista y xenófoba de Austria para los austriacos, los empleos, la seguridad social y el aire limpio para los austriacos, bla, bla, bla. Algo así como lo que ya estaría diciendo aquí el señor Rajoy si no se le echara encima la prensa masona. Queda para otro post pero no quepa duda de que con la mezcla de ecologismo, Estado del bienestar y ultraderechismo ocurre como con la conjugación hitleriana de nacionalismo y socialismo, esto es, que lo del socialismo era mentira; como aquí el ecologismo y el Estado del bienestar.

Teorías aparte, la cuestión más urgente ahora es quién va a gobernar en Austria. Los socialdemócratas quieren volver a la gran coalición con los demócratacristianos; pero no está claro qué quieran estos pues piensan que tal coalición fue la gran derrotada en las elecciones. Ha habido renovación en ambos partidos. El candidato socialdemócrata a la cancillería, Werner Faymann, sucede al ya excanciller Alfred Gusenbauer y el candidato democristiano, Joseph Pröll, sucede al anterior secretario general, Wilhelm Molterer, quien dimitió de repente el lunes para ver de cortocircuitar al siempre poderoso Wolfgang Schüssel e impedir que consiga imponer una nueva coalición de la derecha con la extrema derecha nazi. La cuestión es si, a la vista de los resultados, eso puede impedirse, ya que, fuera de la gran coalición, la única posibilidad que queda a los socialdemócratas es un gobierno en minoría que seguramente no cumpliría ni los cien días de cortesía.

(La imagen es un cartel alemán de propaganda de 1936).

dimarts, 30 de setembre del 2008

Colapso.

Todo parecía ya arreglado, amañado y apañado para que el Congreso gringo se tragara la operacion de salvamento de bancos y entidades financieras con setecientos mil millones de dólares. Por esa pasta el Estado se comprometía a cargar con toda la inmundicia que los espabilados brokers de Wall Street han estado acumulando todos estos años de alegre turbocapitalismo gracias a la política neocon de no intervenir en los mercados. El presidente Bush y su ministro de Hacienda, Henry Paulson, se emplearon a fondo durante el fin de semana para presionar al Congreso amenazando con la catástrofe financiera si no se aprobaba su plan. En principio estos dos pájaros deben de saber de qué va el asunto, sobre todo el segundo, Paulson, que hasta 2006 fue Director General (CEO - Chief Executive Officer) de Goldman Sachs, el otro banco de inversiones que junto a Morgan Stanley ha recibido el permiso de la Reserva Federal para convertirse en un banco comercial, tras haberse forrado con las especulaciones financieras que ahora estallan. Seguramente eso es lo que les hizo confiar en exceso en sí mismos de forma que el primer plan que presentaron traía una memoria de tres folios y reclamaba plenos poderes para Paulson en la administración de los fondos, sin vigilancia ni control alguno del Congreso. Lo que estaba acostumbrado a hacer en Wall Street. Tampoco su compinche, el señor Bush, se molestó en dar muchas explicaciones. Los dos con la soberbia de los millonarios ladrones estaban seguros de que apabullarían toda resistencia y su plan se aprobaría.

Ya se llevaron una sorpresa cuando los representantes políticos los obligaron a negociar durante el finde para respaldar su insólita petición con garantías que disimularan el robo de las arcas públicas que estaban haciendo y que permitieran que los congresistas votaran a favor sin temer que luego los electores los llamaran a capítulo. Esa sorpresa se convirtió en pasmo absoluto cuando la Cámara de Representantes se sublevó contra el plan y una coalición de republicanos fundamentalistas del mercado y demócratas indignados por el atraco que suponía, lo liquidó votando en contra.

Ante el triunfo de Main Street, Wall Street se hundió estrepitosamente en la mayor caída de su historia. El mensaje del Congreso era claro: si Wall Street quiere salvarse tendrá que hacerlo como el Barón de Munchhausen, sacándose del pantano tirando de sus propios pelos. Estaba claro que la gente reaccionó durante el finde, se organizó, presionó a sus representantes (que se presentan a reelección en Noviembre) y a sus senadores (un tercio de ellos está también pendiente de reelección en noviembre), escribió a los periódicos, inundó la blogosfera con protestas y se manifestó a las puertas del Congreso y de la bolsa de Nueva York con carteles como Bail the people; not the banks! o Bailplan = bulshit ("Rescatad a la gente; no a los bancos" o "el plan de rescate es una plasta de vaca"). Ayer por la mañana Michael Moore escribía una carta (foto al comienzo del post) acusando al Gobierno del señor Bush de llevárselo crudo antes de irse, tras haber robado todo lo que han podido con la guerra del Irak. Moore sostiene que la causa de que haya tantos impagos en las hipotecas, en definitiva la causa de la crisis son las facturas médicas que la gente tiene que pagar. Parece algo traído por los pelos pero sin duda es una de la causas de este desastre de las subprime, quien quiera puede leer la carta completa pinchando en The Rich Are Staging a Coup This Morning. Es muy buena.

Con Wall Street se hundían también todas las bolsas de las satrapías del imperio: Londres, Frankfurt, Milán, París, Madrid y con caídas espectaculares. Los tiburones veían que se les escapaba la presa con lo felices que se las prometían. Porque ya estaban haciendo planes para colocar al Estado no solamente el papel "malo" de las subprimes sino toda su deuda de dudoso cobro, los hedge funds (sobre una estafa, otra) y todo eso prácticamente gratis, como anunciaba Palinuro el veinte de septiembre en un post titulado El bolchevismo liberal de los EEUU.

Y no solamente se hundían los valores bursátiles, sino que los gobiernos tenían que acudir al rescate de bancos hipotecarios abocados a la quiebra: Hypobank en Alemania, Bradford & Bingley en el Reino Unido y Fortis en Bégica/Holanda/Luxemburgo, con otros bancos y entidades financieras haciendo cola para ser intervenidos.

¿Será esto el comienzo del fin del capitalismo? Ciertamente hay gente que lo ve así de apocalíptico. Ayer mismo, Iñaki Gabilondo en Cuatro trazaba un paralelismo con el hundimiento del comunismo, aunque reconocía que, así como los comunistas entonces habían desaparecido del proscenio, los neoliberales hoy siguen dando la doctrina y la vara como si nada hubiera pasado. Nadie puede saber si será el fin del capitalismo. Parece dudoso ya que no hay con qué sustituirlo, dado que el socialismo resultó un fiasco pero sí cabe esperar que sea el fin del turbocapitalismo, del capitalismo especulativo y financiero, un capitalismo opaco y, como diría Bauman, líquido, que convertía en humo todo lo que tocaba. Porque esta crisis llamada "de confianza" no se origina solamente en las subprime. Hasta me atrevería a decir que las subprime son el chocolate del loro. Ha sido el chocolate más vistoso porque es por ellas por donde se descubrió el tinglado, pero son el chocolate del loro. La parte gruesa está en las operaciones de ingeniería financiera cuyo producto más típico son los hedge funds ("fondos de riesgo", en traducción aproximada), que son bastante más que subprimes. Esos "fondos de riesgo" (con su forma de actuación especulativa más típica en las llamadas "ventas a corto", recientemente prohibidas) son la quintaesencia del capitalismo especulativo sin riendas. Añádase a ello el culposo abandono de sus obligaciones por el Estado que, lejos de supervisar y controlar a las entidades de crédito y dichos fondos, permitió que lo hicieran las rating agencies ("agencias calificadoras de riesgo") que, a su vez, estaban tan en la pomada como los listos de las entidades financieras. Todo esto será lo que tenga que cambiar.

Ese capitalismo de manos libres es el que probablemente habrá terminado cuando salgamos de esta crisis, si salimos. Ya pueden los neoliberales y neoconservadores seguir dando la brasa con las excelencias del mercado y la necesidad de atar en corto al Estado: llegan los tiempos en los que volverá el Estado fuerte para poner orden en esta anarquía en la que todavía está por ver (aunque no sea difícil de imaginar) quiénes pagarán por los platos rotos. De todas formas ya hay quienes lo están haciendo: todos los que tienen hipotecas con cuotas cada vez más altas por casas que cada vez valen menos y todos los que metieron sus ahorros en los fondos de pensiones que cotizan en bolsa y que ya han perdido un 25 por ciento de su valor. Suma y sigue.

(La segunda imagen es una foto de (nz)dave, bajo licencia de Creative Commons).

El PSOE baja y el PP sube. ¿Por qué?

El diario Público traía ayer el resultado de su última encuesta del "Publiscopio", según la cual, de celebrarse hoy elecciones las ganaría el PP. Por un margen muy pequeño (0,8 puntos porcentuales) pero las ganaría, cuando el PSOE obtuvo 3,5 puntos más que el PP en las últimas elecciones. El periódico aventura sus explicaciones para esta inversión de la tendencia así como para el hecho de que el presidente Rodríguez Zapatero haya bajado notablemente en popularidad, aunque siga por delante del señor Rajoy, quien le pisa los talones y que el porcentaje de los que confían en aquel haya descendido significativamente mientras que ha aumentado el de quienes no confían. Según el periódico todo ello se debe a la crisis y a la falta de liderazgo del señor Rodríguez Zapatero.

Es la muy respetable opinión del periódico. Yo aventuro la mía: no es la crisis lo que ha castigado las expectativas electorales del PSOE sino el modo de enfrentarse a ella. Alguien ha dicho al Gobierno en general y a su presidente en particular que, poniendo al mal tiempo buena cara, no asustándose ni amilanándose sino gastando chistes y diciendo cosas ingeniosas cabía ir capeando la situación hasta que se saliera de la crisis. Así se pasó el presidente tres meses haciendo equilibrios malabares con las palabras para no pronunciar la de "crisis" y pensando, probablemente, que la gente, que ya la padecía y sigue haciéndolo, es idiota y no se entera de que se le está ocultando algo. Probablemente lo más estúpido que he oído a alguien en los últimos tiempos fue aquel "el pesimismo no crea puestos de trabajo" del Presidente, como si el optimismo sí lo hiciera. No creo que fuera él personalmente el responsable de tal majadería, sino alguno de esos asesores de que anda siempre rodeado, especialistas en conservar sus canonjías a base de decirle al señor Rodríguez Zapatero no lo que tengan que decirle sino lo que imaginan que quiere oír. Sea como sea, lo que refleja el Publiscopio es el hartazgo de la gente con unos gobernantes que más parecían chisgarabises incapaces de tomarse en serio algo que lo era y mucho, que está causando problemas muy graves a mucha gente.

Lo cual nos lleva a la otra parte del análisis, la que el periodista de Público atribuye a la falta de liderazgo del señor Rodríguez Zapatero. No seré yo quien la niegue. Una falta de liderazgo visible y manifiesta. Lo que sucede es que esto no es más que el comienzo de la historia. Porque España no es un país presidencialista sino parlamentario y con un gobierno de partido de forma que la falta de liderazgo afecta al Gobierno y al partido que lo sustenta, lo cual es más grave. Y lo es tanto más cuanto que ya ha sucedido en otras ocasiones. Tanto el partido como el Gobierno funcionan como maquinarias cerradas, organizadas a base del clientelismo, el amiguismo y el enchufismo. En el caso del Gobierno el asunto es patente: el señor presidente favorece a sus amigos sin tener en cuenta la competencia sino la complacencia personal. ¿Cómo va a haber liderazgo si el Gobierno es un reñidero de personalismos con los ministros enzarzados a causa de los favoritismos de su presidente? En el partido en cambio es al contrario: no sólo no hay discrepancias, sino que reina el silencio del camposanto. Sólo se oye la voz del portavoz, señor Blanco, quien siempre dice lo mismo en respuesta a cualquier crítica que se le plantee: que ellos hacen las cosas muy bien y el señor Rajoy no sabe de la misa la media.

Este comportamiento del Gobierno y su partido con esa imagen que dan de petulancia, distanciamiento, improvisación, división e incompetencia es lo que está haciendo más daño a las expectativas electorales del PSOE. Es un estilo de gobernar lo que está pasando factura, el estilo de quienes, habiendo ganado las elecciones por segunda vez y viendo todavía lejano el momento de las próximas no están dispuestos a amargarse la existencia tratando de averiguar cuáles son las políticas de izquierda que favorecen a los ciudadanos. Un estilo de gobierno que arrancaba del famoso "¡no nos falles!" pero lo está haciendo. Cada vez más.

Y una última cuestión que tiene también mucha incidencia en estos datos por cuanto el electorado de izquierda es sumamente quisquilloso: es posible que los presupuestos que el Gobierno ha presentado miren a la izquierda, sean sociales y no hagan pagar el coste de la crisis a los sectores más desfavorecidos. Ojalá sea así porque de lo que llevamos visto hasta la fecha está claro que el Gobierno aborda la crisis escorando su acción del lado de las empresas y el capital. Basta con escuchar a la ministra señora Corredor tratando siempre de beneficiar desde el Gobierno a las empresas del ladrillo en buena medida causantes de la crisis en razón de su codicia sin límites.

(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 29 de setembre del 2008

Ecuador: la victoria de Correa.

El señor don Rafael Correa se ha salido con la suya y el pueblo ecuatoriano ha aprobado por un 67 por ciento más o menos (la cifra procede de sondeos) su proyecto de nueva Constitución, la vigésima desde que el país se independizara a raíz de la ruptura de la Gran Colombia en 1830. El texto fue el aprobado en la Asamblea Constituyente literalmente copada, en un setenta por ciento de escaños, por la gente del señor Correa, del llamado Movimiento PAIS (Patria Altiva y Soberana) y se supone que traduce en términos jurídico-políticos los ideales del Socialismo del siglo XXI, que también campan en estos momentos por Venezuela y Bolivia si bien en estos dos países las constituciones han tenido distinto sino ya que la de Venezuela no prosperó en el último referéndum y la de Bolivia está pendiente de ratificación asimismo en referéndum pospuesto a causa de los conflictos hasta comienzos del año que viene.

La nueva Constitución ecuatoriana es un farragoso texto de 444 artículos divididos en nueve títulos, a lo que se añaden treinta disposiciones transitorias, una derogatoria y un régimen de transición de otros treinta artículos. Toda una lectura. Se ha redactado contra reloj y eso se nota especialmente en que, además de prolija (innecesariamente prolija), no está muy bien ordenada y es reiterativa en varios aspectos.

Desde un punto de vista ideológico general el texto es muy progresista y clásicamente de izquierdas. Tiene una de las más minuciosas declaraciones de derechos que he visto y con bastante originalidad, no solamente porque enuncia prácticamente todos los derechos humanos, civiles, políticos, económicos y sociales que uno pueda imaginar sino porque determina muy diferentes titulares de estos: adultos y adultas mayores, jóvenes, niños, personas discapacitadas y personas privadas de libertad. Se añaden dos sujetos de corte muy innovador y avanzado: las colectividades indígenas (derechos colectivos) y la naturaleza (la Pacha Mama, así llamada en la Constitución) que también aparece como sujeto de derechos. Los derechos son de eficacia inmediata si bien no se ve de dónde sacará el Estado los recursos materiales para hacerlos efectivos.

La experiencia dice que tanto detalle y tanta prolijidad suelen ir de consuno con un carácter puramente alegórico del contenido constitucional. Y la tradición de la mayor parte de las Constituciones de los países latinoamericanos, empezando por el Ecuador, así lo muestra. Para evitar este inconveniente la propia Constitución establece el carácter positivo, directamente alegable ante los tribunales de todos sus preceptos, derechos y enunciados. Lo que sucede es que es difícil imaginar cómo pueda arbitrarse eso con preceptos como el art. 83, sobre los "deberes y responsabilidades de las ecuatorianas y los ecuatorianos" que en su apartado dos dice: ama killa, ama llulla, ama shwa. No ser ocioso, no mentir, no robar. O en su apartado siete: promover el bien común y anteponer el interés general al interés particular, conforme al buen vivir. O el apartado doce, siempre del mismo artículo: ejercer la profesión u oficio con sujeción a la ética. Y de esto hay mucho en el texto hasta resultar premioso.

La minuciosidad en la regulación corre pareja con su carácter posiblemente excesivo. Hay varios artículos dedicados a regular la libertad de expresión que despiden un tufo innegable a censura y, en general, a injerencia permanente del Estado -al que se confía una cantidad gigantesca de quehaceres- en los aspectos más recónditos de la acción humana.

Todo ese progresismo y todo el socialismo del siglo XXI no impiden sin embargo que la Constitución sea de inspiración netamente católica de forma que el art. 67, segundo párrafo, hace lo que los reaccionarios estadounidenses todavía no han conseguido, esto es, meter en la Constitución una definición de matrimonio como la unión entre hombre y mujer lo que obviamente excluye a los matrimonios homosexuales. A estos, a los/las homosexuales tampoco se les permite adoptar niños aunque formen parejas de hecho pues, como dice el art. 68, segundo párrafo: La adopción corresponderá sólo a parejas de distinto sexo (sic). O sea, que tampoco es tan avanzada y eso que ni hablamos del aborto.

La llamada Constitución económica tiene también un tratamiento tan minucioso y reiterativo, como confuso. Su carácter izquierdista se echa de ver en que el art. 408 declara de propiedad inalienable, imprescriptible e inembargable del Estado de los recursos naturales no renovables y, en general, los productos del subsuelo, yacimientos minerales y de hidrocarburos, substancias cuya naturaleza sea distinta de la del suelo incluso las que se encuentren en las áreas cubiertas por las aguas del mar territorial y las zonas marítimas; así como la biodiversidad y su patrimonio genético y el espectro radioeléctrico. La redacción deja bastante que desear pero parece que este artículo, en principio, tendrá prevalencia sobre el otro, el 321, que reza: el Estado reconoce y garantiza el derecho a la propiedad en sus formas pública, privada, comunitaria, estatal, asociativa, cooperativa, mixta y que deberá cumplir su función social y ambiental. De no darse dicha prevalencia lo que hay es dos normas que pueden contradecirse en cualquier momento.

Especial interés tiene la aplicación del Sumak Kawsay, expresamente mencionado en el texto y que significa el buen vivir, un concepto obviamente enraizado en el mundo intelectual indígena y al que se dedica también un buen puñado de artículos, algunos francamente peculiares. En general lo indígena tiene un extenso tratamiento en el texto; no tanto ni tan decisivo como lo previsto en el proyecto de Evo Morales para Bolivia pero sí lo suficiente para pergeñar un régimen de autonomía eficaz para las comunidades indígenas a las que, además de reconocérseles una pila de derechos colectivos e individuales, se permite que se organicen según sus tradiciones e incluso administren su propia justicia.

Por último, desde un punto de vista más pragmático, la Constitución aumenta los poderes de la Presidencia (que puede disolver la Asamblea Nacional, órgano unicameral, previo dictamen de la Corte Constitucional) y fija su mandato en cuatro años, renovables por una vez por otros cuatro, cosa que no estaba prevista en la anterior Constitución de 1998 ahora expresamente derogada por ésta en su cláusula derogatoria. El triunfo de ayer en el referéndum quiere decir que a tenor del art. 1º del "regimen de transición", las autoridades vienen obligadas a convocar elecciones en menos de un mes a todos los órganos unipersonales y pluripersonales de la República, empezando por el la Presidencia, a la que se presentará ex novo el señor Correa que, de salir elegido, gobernará el Ecuador hasta 2017.

No sé si esta Constitución refleja bien el espíritu del "Socialismo del siglo XXI" pero me temo que un texto tan alambicado y mal apañado en cuyo preámbulo aparecen en ecléctica amalgama invocados la Pacha Mama y Dios hará compañía en poco tiempo a los otros diecinueve que lo han precedido.

Puntos de interés.

El último número de la revista Sistema (Madrid, septiembre de 2008, 143 págs) abarca temas muy variados por su naturaleza y el modo de abordarlos de los autores.

Ulrich Beck (Las raíces cosmopolitas de la democracia: el caso de la Unión Europea) sostiene que hoy se dan dos diagnósticos sobre la democracia. Según el primero ésta es un típico concepto zombi. Según el segundo, la democracia sigue siendo categoria existente pero debe formularse a la luz de la globalización como democracia cosmopolita. En otro lugar aclara Beck que los conceptos zombi son aquellos que seguimos empleando pero que ya no significan nada: familia, empresa, capitalismo, clase... Un poco fuerte me parece la pretensión pues estos conceptos siempre han sido polisémicos pero ello no los hacía, ni los hace, inútiles. Tanto más la democracia a la que parece quizá algo apresurado enterrar sin más como intenta hacer Colin Crouch con su concepto de "postdemocracias". En todo caso, lo que interesa a Beck es fundamentar la democracia cosmopolita: "EL cosmopolitismo combina la apreciación de la diferencia y la diversidad con el esfuerzo para concebir nuevas formas democráticas de dirección política más allá el Estado-Nación" (p. 11). No hace falta decir que la manifestación más satisfactoria de esto es la Unión Europea (UE) primera organización política que no se fundamenta en la violencia sino en el acuerdo y mutuo beneficio de las partes. La UE es en realidad el resultado de lo que Beck llama la "segunda etapa de la modernidad". En la primera fue el Estado-Nación el que desarrolló las instituciones de la política y el gobierno. En la segunda "el poder está siendo extrapolado y distribuido en parte al ciberespacio, en el mercado y el capital móvil, y en parte a la vida política de personas individualizadas que ahora tienen que sobrellevar los riesgos que se están produciendo" (p. 16). Sostiene el autor que la UE puede convertirse en una democracia participativa con la que se identifique la población a través de cuatro pasos: 1) crítica del autoengaño neoliberal (esto es, la idea de que basta la integración económica; no la política); 2) la misión y la visión social de la UE; 3) su misión y visión democrática; 4) la misión y visión ecológica.

Fernando Gil Alonso (La complementariedad de la ocupación de españoles y extranjeros: análisis sectorial y diferencias territoriales) publica un interesante trabajo sobre el papel de la inmigración extranjera en la promoción social de la población española que permite clarificar de modo empírico qué hay de realidad en el saber convencional acerca de qué puestos de trabajo ocupan los inmigrantes. Para hacerlo recurre a la Encuesta de Población Activa (EPA) para obtener datos de la fuerza de trabajo y sus componentes (ocupados/parados) y por sectores. A efectos comparativos emplea dos oleadas de la EPA: el segundo trimestre de 2000 y el segundo trimestre de 2007. Según la EPA los 15,5 millones de trabajadores de 2000 pasaron a 20,4 millones en 2007. Un aumento de 4,9 millones que se desglosó en 2,6 millones de españoles y 2,3 millones de extranjeros. El impacto de esta masa de mano de obrera extranjera se hizo además en un periodo caracterizado por tres rasgos: a) envejecimiento relativo de la población española; b) alta feminización del mercado laboral; c) mejores niveles educativos. Para poder comparar los datos de nacionales y extranjeros elabora un Índice de Segregación Sectorial (ISS) consistente en aplicar a los trabajadores españoles y extranjeros en cada sector de actividad en el año 2000 la tasa de empleo total de cada uno de los colectivos entre 2000 y 2007. Los sectores son: 1) Agricultura, silvicultura y pesca; 2) industria y transporte; 3) construcción; 4) comercio y hostelería; 5) intermediación financiera y actividades inmobiliarias; 6) administración pública, educación y salud; 7) otros servicios. El resultado que obtiene se da en tres posibilidades: a) sustitución de trabajadores nacionales por extranjeros; b) concurrencia de unos y otros; c) sectores casi exclusivamente reservados a trabajadores nacionales. Se puede hablar de complementariedad, sin duda, pero, según los datos, el empleo inmigrante se ha concentrado en las categorías más bajas de las ocupaciones. Por sectores: el de la construcción es el único que ha crecido (hasta ahora) con mucha fuerza tanto en trabajadores nacionales como extranjeros; los sectores agrario y el de industria y transporte presentan la mayor sustitución de mano de obra nacional por la inmigrada. El sector financiero inmobiliario y la administración pública tienen la mayor concentración de trabajadores nacionales, son los más impermeables a los extranjeros y constituyen nichos de empleo de mano de obra nacional, sobre todo femenina. Comercio y hosteleria y "otros servicios" tienen un crecimiento más equilibrado, en concurrencia. Estos datos se validan también cuando se cruzan con las Comunidades Autónomas según su desarrollo. En las más desarrolladas, los españoles se concentran en los sectores mejor remunerados (financiero y administración pública) y se dan dinámicas de sustitución en todos los demás, mientras que en las menos desarrolladas sólo se da sustitución en los sectores agrario e industrial que parecen ser los primeros que abandonan los españoles.

M. Cecilia Añaños Meza (El Consejo de Derechos Humanos de la ONU. ¿Un avance en el desarrollo institucional de los derechos humanos?) hace un análisis detallado del nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que por resolución de la Asamblea General (AG) del 15 de marzo de 2006 vino a substituir a la antigua Comisión de Derechos Humanos dependiente del ECOSOC y como parte del proceso general de reforma de la ONU. La autora hace un repaso a la historia de la Comisión, su valor como agencia codificadora su muy elevada politización y su liquidación a raíz de las acerbas críticas vertidas contra ella en el correspondiente informe que por encargo de la AG presentó en su día el Secretario General, señor Kofi Annan. Añaños repasa después el nuevo órgano analizando su fin, sus objetivos (contribuir al desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos, promover el respeto a los derechos humanos, contribuir prevenir sus violaciones, contribuir a reforzar y racionalizar el sistema de derechos humanos de la ONU), sus principios (universalidad, imparcialidad, objetividad, no-selectividad, diálogo internacional constructivo y cooperación internacional) y su estructura (composición, eleccion, reelección, etc) y los mecanismos de apoyo del Consejo, con especial atención a: el examen periódico universal, los procedimientos especiales y el procedimiento de denuncia, sin olvidar el aspecto financiero y el problema -nada baladí- de cómo encajará el Consejo dentro del complicado sistema de derechos humanos de la ONU que cuenta con los órganos subsidiarios de derechos humanos del ECOSOC, la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos y los siete comités creados por los tratados de derechos humanos. Esto es, un panorama para que abunden las duplicaciones y solapamientos. La autora es escéptica respecto a la necesidad de crear el Consejo que no difiere gran cosa de la Comisión y justifica su escepticismo enumerando sus críticas: a) falta de credibilidad; b) politización; c) selectividad al reaccionar a las violaciones de derechos humanos; d) problema de racionalización; e) desproporción entre la función y la institución. Más o menos las que cabía hacer a la Comisión.

Carmen Castilla (Regreso al pasado: el movimiento neocatecumenal como paradigma del catolicismo conservador en la España actual) publica un curioso trabajo de investigación sobre esa secta tan pintoresca de los llamados "kikos", esto es el movimiento neocatecumenal puesto en marcha en 1964 en Palomeras Altas (Madrid) por Kiko Argüello, pintor de profesión. Según Castilla se trata de un buen ejemplo de que, al contrario de lo que pensaban Weber o Durkheim, la religión tiene una presencia social cada día más activa. Estos neocatecúmenos son una secta aprobada por Roma que tiene unas 5.000 comunidades cada una de las cuales con 25 a 30 miembros en más de dos mil parroquias de todos los continentes. El trío directivo son el dicho Kiko Argüello, Carmen Hernández, antigua misionera que pasó un tiempo en Israel y es autora de la liturgia y el presbítero italiano Mario Pezzi. Las actividades esenciales de los neocatecúmenos (así llamados por aferrarse a los modos de los primitivos cristianos) son las prédicas a través de lo que llaman el "trípode de la evangelización": catequistas itinerantes, familias en misión y los presbíteros. El modus operandi viene a ser como sigue: un matrimonio se desplaza a una parroquia nueva, habla con el párraco, pide permiso para predicar, lo obtiene y al cabo de un tiempo constituye una comunidad parroquial que tiene ya su propia dinámica con su presbítero y sus actividades. Los sacerdotes salen de una seminarios de la propia comunidad, los llamados seminarios Redemptoris Mater que tienen una proyección misionera. En las comunidades se realizan ritos iniciáticos y lo que, para mi perplejidad califica la autora como experiencias y conocimientos herméticos, para formar lo que llaman "verdaderos cristianos". Los miembros generalmente rompen con su vida anterior. Hay un antes y un después en el neocatecumenismo. En un principio las relaciones de los neocatecúmenos con el Vaticano no fueron buenas pues la Congregación para la Doctrina de la Fe (presidida por el cardenal Ratzinger) creía que no estaba cumpliendo con la ortodoxia. Por último, en el año 2002 el papa Juan Pablo II aprobó los estatutos del camino neocatecumenal. Sin duda al ver el carácter reaccionario de sus prédicas. Según el camino (o sea, la secta) la sociedad hoy sufre tres grandes crisis: de sentido, de valores y de identidad. Para resolverlas los neocatecúmenos son militantes contra las políticas de laicidad del Estado democrático y sus posiciones son radicales en asuntos como la familia, el matrimonio, la sexualidad o la educación. Son los llamados teocons que tanto animaron las manifestaciones en contra del gobierno del PSOE el año pasado, especialmente la muy sonada del dos de diciembre en la que Kiko Argüello anunció que "Europa necesita que ayudemos a la familia".

Francisco Arenas-Dolz (Retórica aristotélica y democracia deliberativa) parte de dos tesis: 1ª) el modelo actual de democracia deliberativa en sus versiones rawlsiana y habermasiana no es incompatible necesariamente con la teoría aristotélica de la deliberación; y 2ª) el modelo retórico deliberativo aristotélico nos proporciona unas bases más plausibles que otro modelos para establecer un panorama deliberativo de democracia. El trabajo está muy bien y es sistemático y claro. Presenta la teoría de la democracia deliberativa como una alternativa a la teoría liberal y las "exageraciones" comunitaristas (MacIntyre, Sandel, Taylor, Walzer, etc) que arranca de la idea kantiana de ilustración, tanto en Rawls como en Habermas, coincidentes en que el consenso racional alcanzado a través de la discusión debe servir como guía normativa de una democracia deliberativa. Las reglas que rigen aquí son: a) respeto mutuo; b) integridad cívica; c) magnanimidad cívica (pp. 96/97). Se entiende por qué siempre me ha parecido que esta formulación de la democracia deliberativa tiene mucho de quimérico. La última concreción de esta idea es el republicanismo, a su vez empeñado en encontrar una salida entre el liberalismo y el comunitarismo. La deliberación pública es central, esencial en una sociedad democrática, algo en lo que, como señalan muchos autores, insiste Aristóteles como cosa necesaria para el ejercicio de la razón práctica fundamentado en el discurso deliberativo. Según el autor, el modelo retórico deliberativo aristotélico se sustenta en "unos principios críticos, no esencialistas ni normativos, capaces de fomentar el compromiso, la colaboración y el empoderamiento de la ciudadanía, desde donde se articula cualquier deliberación." (p. 101) y demuestra su posición analizando la Retórica, la Política y la Etica nicomáquea principalmente. Especial interés tiene su precisión de que el concepto aristotélico del zoon politikon debe traducirse en el sentido de que el hombre es el más social de los animales, no que sea el único. Este error da origen a otros dos. Uno presenta a Aristóteles como partidario de la idea de la política como un fin en sí mismo, en ignorancia de su predilección por el bíos theoretikós frente al bíos politikós; el otro lo presenta como un determinista biológico (el impulso de vivir juntos está biológicamente heredado) siendo así que el fin de la política no es la vida en común, sino el vivir bien. Enumera luego el autor los objetivos de la buena retórica, la retórica ética que Aristóteles defendió frente a Platón, sin la que no hay educación moral. La retórica deliberativa aristotélica es el discurso sobre lo bueno y lo malo, lo útil y lo inútil, lo justo y lo injusto (p. 108). El hombre bueno y el buen ciudadano caminan juntos y la democracia es comunicación y se funda en la comunicación.

José María Villarías Zugazagoitia (Zugazagoitia: los hombres y sus trabajos) publica un estudio valorando la obra novelesca, biográfica y, sobre todo, de ensayo estético del que juzgo que fuera su pariente, el periodista y escritor socialista Julián Zugazagoitia, refugiado en Francia al término de la guerra civil española, entregado por los alemanes a Franco y fusilado por éste sin mayores contemplaciones en 1940. Zugazagoitia, que escribía sus obras al modo de Baroja en trilogías, había publicado tres biografías de famosos socialistas: Pablo Iglesias (Una vida heroica), Tomás Meabe (Una vida humilde) y Emilio Beni (Un vida anónima), como trilogía fueron sus novelas, El botín, El asalto y Los trabajos clandestinos, literatura en buena parte también biográfica. En medio de las actividades de la República y la guerra, sus trabajos periodísticos, su diario, sus otras tareas literarias, Zuga encontró tiempo para planear otra trilogía sobre tres artistas: Van Gogh, Chopin y Oscar Wilde de la que sólo llegó a acabar la de Van Gogh, llamada Sorrow. El autor sostiene que Zugazagoitia parte de una idea exaltada del arte como actividad independiente y que se concentró en los tres artistas citados (un pintor, un músico y un escritor) porque los tres conocieron el sufrimiento, el manicomio, el exilio, la cárcel, con lo que trataba de hacer una crítica a la sociedad contemporánea. Villarías cree, y parece razonable, que había afinidades electivas personales entre Zugazagoitia y sus biografiados.

diumenge, 28 de setembre del 2008

Claro que ganó Obama.

Anteanoche seguí el debate televisado de los dos candidatos pero terminó muy tarde, estaba muy cansado y, antes de escribir sobre él, preferí esperar a ver qué decían los periódicos. Ahora, con algo más de perspectiva y habiéndomelo pensado un poco, tengo claro que, si de ganador se trata, lo fue Obama. Y no tanto por sus virtudes o aciertos, que no fueron espectaculares puesto que mantuvo un tono moderado muy similar en todo el debate, como por los errores de su adversario que tampoco fueron gruesos o muy notorios ya que no cambió básicamente de actitud en sus intervenciones. Pero es que fue justamente esta actitud la que desentonaba y la que dejó una muy mala impresión: un hombre rígido que no miró ni una vez a la cámara ni tampoco a su adversario sino que se encerró en dos líneas que no cambió se hablara de lo que se hablara: a) señalar su experiencia de decenios y hablar de su curriculum y b) desmerecer cuanto pudo a su interlocutor. Si por la primera estuvo recordando de continuo a la audiencia que es un carcamal (incluso bromeó al comienzo diciendo que había "vivido ya lo suyo"), por la segunda transmitió la imagen de una persona orgullosa, intolerante y despreciativa. Conozco muy bien esa actitud: es la altanería de los representantes más cerriles de la derecha a los que saca tanto de quicio que otros piensen de forma que ellos no aprueban que prefieren no escuchar, no atender a razonamientos, ningunear al adversario. Es la misma actitud de Fraga cuando lo critican, la de Aznar o Rajoy: no han escuchado lo que han escuchado, el que lo ha dicho no lo ha dicho, además no existe, no se le mira, no hay nadie.

Frente a ese lamentable comportamiento en hora y media, el señor Obama mostró mucha flexibilidad y fondo: miraba a la cámara, que es básico a la hora de comunicar y miraba también a su adversario, al que se dirigía por su nombre de pila, mientras que éste se mantuvo en un estirado "senador Obama". Le dio la razón más de diez veces, cosa que se han apresurado a subrayar los republicanos encargados de demostrar por qué había ganado McCain diciendo que ello demuestra la falta de madurez del señor Obama quien, además, miraba al señor McCain como un discípulo a su maestro. En mi opinión, dar la razón al adversario allí donde la tiene y discrepar en aquello en que se difiere es una muestra de dominio de la situación, de elegancia discursiva y algo que todo auditorio entiende perfectamente. En cambio, la actitud de Mr. McCain, sistemáticamente agresiva, despreciativa, sin un solo gesto de coincidencia o acuerdo con la otra parte, resulta rígida y desagradable para los auditorios que son hoy mucho más experimentados que los de hace cuarenta o cincuenta años.

Envidiable fue el conjunto del programa si uno lo compara con los últimos debates que hemos visto en la televisión en España. En éste en Mississippi en el que había muy pocas cosas pactadas se dio mucha más espontaneidad que en los españoles, sometidos a un apabullante marcaje en tiempos. Lo que no consiguió el moderador, Jim Lehrer, a pesar de intentarlo en varios ocasiones, fue que los interlocutores debatieran entre sí directamente. Y no por falta de Mr. Obama, sino por la actitud altanera e imposible del señor McCain que en ningún momento dejó de hablar en tercera persona del señor Obama: "el senador Obama dice, el senador Obama cree...". Repito: esa rigidez, esa altanería y agresividad, ese desprecio, esa falta de consideración hacia el interlocutor que sin embargo era afable y cordial incluso cuando criticaba es lo que ha dado el tono del debate y deja un claro perdedor en Mr. McCain y un vencedor en el señor Obama.

En cuanto a los contenidos, la verdad es que pocas diferencias entre ambos, pero muy significativas: en la crisis económica, el señor McCain no tiene más que una receta: cortar el gasto público excepto en los capítulos de veteranos, defensa y un par de programas "vitales" que no enunció. Conjugando esta medida con el propósito de bajar los impuestos a las empresas (de las que dijo que pagan el impuesto de sociedades más alto del mundo, el 35% siendo así que no pasa del 20%) el resultado no es difícil de imaginar pues lo que se pretende es salir de la crisis a costa de los más pobres y de eliminar todos los programas sociales. Su Leitmotiv fue acusar sistemáticamente al señor Obama de despilfarro. Frente a él, éste mostró mayores y mejores registros: bajar los impuestos (eso es tema obligado en los EEUU) pero al 95% de la población, no a las empresas; preocuparse por las clases medias y aumentar el gasto en sanidad, educación y otros programas sociales.

Sobre la cuestión concreta de cómo veía cada uno de ellos el plan de Mr. Bush de rescate del sector financiero el señor Obama lleva una delantera aplastante al señor McCain ya que, a diferencia de éste, tiene preparadas sus propuestas para aprobar el plan: comisión de supervisión, garantías a los contribuyentes, límites a los dispendiosos sueldos de los ejecutivos y soluciones a quienes incurren en impago de hipotecas, cosas sobre las que Mr. McCain no tiene nada que decir.

En el capítulo de política exterior que era el tema original del debate hubo de todo. El señor McCain, empeñado en demostrar que hace cuarenta años que actúa en este ámbito, que sabe el terreno que pisa, que trata con los líderes mundiales, tiene ideas y es amigo del señor Kissinger, resulta no saber pronunciar el nombre de Ahmadineyad, llama "Kardai" al presidente de Pakistán, Zardari y tuvo que soportar que el señor Obama le dijera que ni siquiera está dispuesto a hablar con los aliados, como el señor Rodríguez Zapatero.

No obstante, así como en cuestiones económicas el señor Obama no se dejó envolver en la retórica de falsa austeridad del neocon, en política exterior no fue tan afortunado dado que los "marcos" (frames) ideológicos que emplea la derecha gringa en estos asuntos son poderosísimos y dejan escaso margen para un discurso alternativo. El señor Obama señaló que él se opuso a la guerra del Irak, pero no pudo desplegar suficiente batería crítica porque es un terreno peligroso, el del patriotismo y cualquier debilidad o ambigüedad las hubiera explotado de inmediato el belicoso Mr. McCain que no duda de la victoria en Irak. Bastante hizo el señor Obama con no dejarse atrapar en el frame jingoísta que el señor McCain desplegaba cada vez que se refería a cómo el surge (esto es, el refuerzo militar en el Irak, después de cuatro años de fracaso) está dando óptimos frutos. Debió subrayar que el surge se dio después de cuatro años de derrota, pero no lo hizo. Claro que tampoco el señor McCain supo sacar provecho del espíritu guerrero patriótico poniendo contra las cuerdas a su interlocutor forzándolo a decir si cree o no en la victoria gringa en el Irak.

El debate dejó muy claro que el señor McCain es el continuismo de Bush y el señor Obama es el cambio. Que era lo que éste quería.

(Las imágenes son sendas fotos de radiospike photography y de
Mat Honan, bajo licencia de Creative Commons).

Hasta las narices de los taxistas.

Leo en 20 Minutos que los taxistas de Barcelona van a pedir al Ayuntamiento que los coches particulares paguen un peaje para acceder al centro de la ciudad. Sí señor, con dos narices. Como si la ciudad fuera suya. Y que el peaje se lo den a ellos, como complemento salarial. Y, si el Ayuntamiento no accede a esta demanda, que lo impongan ellos; nada más fácil: se sitúa a un par de matones en las entradas a la ciudad y se cobran unas bonitas cantidades. El caso es hacer realidad el sueño de siempre de los taxistas de circular ellos solos y que todos los demás estén obligados a utilizar sus "servicios" (por decir algo) y, si no tienen dinero, que cojan el autobús y, si no les da para el autobús, que vayan andando, que es muy sano y pongan cuidado en que no los atropellen los taxis.

No conozco ciudad del mundo en la que los taxis no sean un abuso y una cruz para el resto de los conductores. Tienen todo tipo de privilegios como estacionamientos reservados en infinidad de lugares urbanos, lo cual no quiere decir que no utilicen también los que no tienen reservados cuando les place y tampoco supone que los clientes sólo puedan coger el taxi en tales estacionamientos sino que, al contrario, cargan parados, en marcha, en cualquier parte, obstaculizando el tránsito, sin limitación alguna. Tienen carriles reservados (conjuntamente con los transportes públicos colectivos o por su cuenta) en una cantidad ingente de vías, incluso en aquellas en las que tales reservas dificultan y entorpecen excesivamente la circulación particular. Y tampoco se abstienen de circular por los carriles de los demás. Todo lo contrario: como acostumbran a cargar y descargar en mitad de la vía pública suelen hacerlo en los carriles de todos para no obstaculizar los suyos.

Con las excepciones de rigor, los taxis tienen un comportamiento abusivo con el resto de los conductores y viandantes que está ya pidiendo a gritos que las ciudades se replanteen la organización de este sector en lugar de continuar acumulando privilegios sobre él en perjuicio de los ciudadanos ordinarios que pagan los impuestos de circulación pero se ven diariamente acosados por las autoridades y este poderosísimo grupo de presión que es el taxi.

Esta situación de privilegio viene dada en primer lugar por su condición de monopolio y éste se justifica por la de "servicio público" adjudicada al taxi con la placa "SP". Ahora bien, ¿qué quiere decir "servicio público" cuando se habla del taxi? Obviamente no que sea de uso colectivo como los autobuses porque el taxi es de consumo estrictamente privado: puede cogerlo el que puede pagarlo y no tiene por qué compartirlo con los demás. Se dice que es servicio público porque es de uso privado, sí, pero consecutivo: cuando un cliente se baja, otro puede subirse. Pero eso pasa con los sillones de las peluquerías y las butacas de los cines y los taburetes de los bares y a nadie se le ocurre que peluquerías, cines o bares sean "servicios públicos". ¿Por qué, pues, son los taxis "servicios públicos"? Claramente no por la naturaleza del servicio que prestan, que es como la de todos los demás, como las gasolineras, las tiendas de ultramarinos, los billares, etc, sino por el tipo de regulación a que están sometidos, una regulación por medio de licencia municipal con precios tasados e intervenidos. Es decir, los taxis no son servicios públicos porque presten un servicio público como el de los autobuses y distinto al de una joyería, por ejemplo, sino porque así lo ha decidido la autoridad, creando de paso un monopolio. Monopolio que hace justicia a su condición y abusa todo lo que puede.

En época de privatizaciones, desregulaciones y liberalizaciones, ¿por qué no se puede desregular el servicio del taxi? ¿Por qué no puede cualquiera convertir su auto en un taxi obteniendo únicamente los permisos que la administración exige para la explotación de cualquier otro negocio? ¿Por qué no son de precio libre? ¿Por qué no hay competencia entre los taxis como la hay entre casi todas las demás actividades, incluidas algunas que eran monopolios hasta hace bien poco como la televisión, los servicios postales, las universidades o las compañías de teléfonos? Los taxis llevarían indicativos exteriores claramente visibles por su interés en los que constaran las tarifas que cobran como hacen los restaurantes.

Y, por supuesto, circulando por la ciudad como el resto de los conductores, estacionando donde pueden, como personas en negocios privados que son y sin privilegios de carriles especiales que deben estar reservados al verdadero transporte público, esto es, los autobuses. Así sería menos sangrante el hecho muy frecuente de que los conductores particulares tengan que soportar embotellamientos eternos mientras ven que a su vera están libres y sin utilizar los carriles reservados a los taxis por los que circulan a toda velocidad los ciudadanos también privilegiados que pueden permitirse el lujo de desplazarse en taxi que, en definitiva, es el servicio público de los pudientes a un precio muy asequible para ellos a costa del común de los mortales.

La razón que suelen esgrimir los taxistas para justificar el uso de sus privilegios (y no quiero hablar ya de que los ayuntamientos accedan a ese atraco del peaje de los particulares) es que están trabajando, que para ellos el taxi es un instrumento de trabajo. Ciertamente. Y para el noventa y nueve por ciento de quienes se desplazan a diario en las ciudades en coche, los que los usan para ir al trabajo y venir de él y los que circulan en auto directamente por razones laborales, desde agentes de comercio a trabajadores y autónomos que tienen que ir a hacer reparaciones a domicilio. Tiene bemoles la ideita de que los fontaneros que hacen reparaciones en casa de los taxistas tengan que pagar peaje para entrar en la ciudad para que los taxistas puedan circular a sus anchas.

(Las imágenes son fotos de Rubén Marcos y de Didier Raboud, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Uno de los grandes.

Posiblemente haya hoy media docena de actores tan buenos como Paul Newman, sino mejores. Pero Newman es de los que tiene uno asociados con la adolescencia y son indiscutibles porque forman parte de la propia biografía, están unidos a momentos en que la vida comenzaba a desplegarse y traen recuerdos que encienden de nuevo el ánimo con el fuego del dulce pájaro de la juventud. Qué se le va a hacer. Precisamente no vi mucho cine reciente de Newman porque no me gustaba verlo envejecer. Lo tengo fijado en esa edad de plenitud que va entre El largo y cálido verano (que cuenta una historia fascinante con densidad faulkneriana) y El golpe, que es como se llamó aquí The Sting, la segunda vez que Newman compartía actuación con Robert Redford, después de aquel peliculón que fue Butch Cassidy and the Sundance Kid, también traducida aquí como Dos hombres y un destino, hay que fastidiarse. Entre estas dos creo haber visto todas las demás, lo he visto como Billy el Niño, piloto de carreras, marido con problemas, militar judío, jugador ventajista, etc. Y siempre guardaré el recuerdo de ese tipo frío pero cercano que irradiaba un magnetismo inexplicable que no dejaba indiferente a nadie.

(La imagen es una foto de Mister Scratch, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 27 de setembre del 2008

Nuestro deber: encontrar a las víctimas.

El juez Baltasar Garzón ha dictado nuevas providencias reclamando bien información más precisa a los organismos a los que ya se la había solicitado y le habían contestado, bien recordando el deber de colaborar con la justicia a aquellos otros que, como la Conferencia Episcopal Española, se llamaron andana, lavándose las manos como Pilatos y sosteniendo que el asunto no era de su incumbencia. Es intolerable que los curas que han beatificado a cientos de sus caídos en la contienda se nieguen a colaborar para encontrar a los asesinados por los suyos, enterrados en lugares ignotos. En verdad es gente sin piedad y sin compasión y si por algo deseo que exista ese cielo e infierno en cuyo nombre cometen sus tropelías es por verlos llorando y crujiendo los dientes por toda la eternidad por crueles y desalmados.

Ruego a quien piense que exagero que medite sobre este párrafo extraído de El País de ayer:

"Se solicita también información sobre el fondo documental del Auxilio Social -el patronato encargado de rescatar para la dictadura a miles de hijos de republicanos que fueron dados en adopción a familias adeptas al régimen- para conocer más sobre los progenitores fallecidos o desaparecidos de esos menores.

Se le revuelven a uno las entrañas. Los franquistas cometieron con miles de niños la misma canallada que la dictadura argentina de los Galtieri, Videla y demás basura humana. Los franquistas, el auxilio social, los curas, los católicos, los que se pasan el día hablando de la caridad, el perdón, los valores de la familia, el amor filial, la paternidad. Aquella pandilla de delincuentes condenó a miles de niños a vivir unas existencias falsas con padres que no eran los suyos, a ignorar todo de los verdaderos, empezando por el hecho de que habían sido asesinados. El baldón que cae sobre la Iglesia católica española es inconmensurable y no hay que permitir a sus ladinos monseñores escurrir una vez más el bulto. Tienen que colaborar con la justicia para sacar a la luz los restos de quienes, además de morir asesinados, perdieron la posibilidad de que sus descendientes los buscaran.

No se trata de que aquellos granujas o sus herederos espirituales pidan perdón, cosa en la que son especialistas con la boca chica. Se trata de que cumplan con su deber y presten toda su colaboración a la justicia hoy representada muy dignamente en la persona del juez Garzón.

Porque es claro que no hay artimañas ni argucias que sirvan en esta situación, que no puede haber excusas por razón alguna, sea de tiempo, oportunidad o principio, para atender a la obligación que tenemos como colectividad, como sociedad, de dar halladas a las víctimas de los asesinatos (el señor Garzón insta también el conocimiento de las del lado republicano y hace muy bien) para devolvérselas a sus familiares incluso aunque haya que encontrarlos entre quienes han vivido toda su vida engañados e ignoraban que eran hijos de personas asesinadas.

Por eso mismo es incomprensible que haya quien en la izquierda se oponga al cumplimiento de este elemental deber de humanidad que tenemos los españoles. Al parecer el señor Leguina, a quien tengo en gran estima por otros conceptos, ha publicado un artículo acusando al señor Garzón de ignorar la ley por pretender encontrar a las personas asesinadas por los franquistas y enterradas de cualquier modo en fosas comunes. No me parece que el señor Garzón ignore ley alguna sino que al contrario tiene la valentía de aplicar las que hay como debe hacerlo. Sí me parece en cambio que el señor Leguina ignora un deber de humanidad elemental, cosa que sólo puedo atribuir a un estado de irritación o enajenación pasajeros.

En ese espíritu del deber de encontrar a los represaliados, torturados, asesinados y hechos desaparecer que se está convirtiendo en una exigencia colectiva española imparable se dan momentos bellos, con manifestaciones de gran humanidad y sentimiento con las que todos, si las escuchamos, mejoraremos mucho. La última el conmovedor artículo que publicaba ayer en El País el escritor Julio Llamazares, titulado La perserverancia de los desaparecidos.

Hasta hace un par de años, hasta su fallecimiento, mantuve correspondencia y trato frecuente con una anciana hija de un alcalde socialista de un pueblito de Toledo a quien los fascistas fusilaron un amanecer cuando tomaron el lugar, tras torturarlo durante toda la noche anterior, enterrándolo en algún lugar desconocido. Antes de matarlo le dejaron escribir dos cartas, una a su madre y otra a su esposa. Mi anciana amiga conservaba una de ellas, ya no recuerdo cual, la había enmarcado y la tenía en su casa, bien visible en una pared. Aquella mujer vivió toda su vida con la ilusión de encontrar algún día los restos de su padre cuya carta se sabía de memoria.

¿Cómo es posible invocar "razones" de oportunidad o conveniencia para no cumplir con nuestro deber de encontrar a todos los desaparecidos?¿Cómo es posible no estar dispuesto a remover la tierra de España entera para encontrar los restos del padre de mi anciana amiga para que sus familiares los depositen junto a los suyos?

(La imagen es una foto de Wessex Archeology, bajo licencia de Creative Commons).