El diario Público traía ayer el resultado de su última encuesta del "Publiscopio", según la cual, de celebrarse hoy elecciones las ganaría el PP. Por un margen muy pequeño (0,8 puntos porcentuales) pero las ganaría, cuando el PSOE obtuvo 3,5 puntos más que el PP en las últimas elecciones. El periódico aventura sus explicaciones para esta inversión de la tendencia así como para el hecho de que el presidente Rodríguez Zapatero haya bajado notablemente en popularidad, aunque siga por delante del señor Rajoy, quien le pisa los talones y que el porcentaje de los que confían en aquel haya descendido significativamente mientras que ha aumentado el de quienes no confían. Según el periódico todo ello se debe a la crisis y a la falta de liderazgo del señor Rodríguez Zapatero.
Es la muy respetable opinión del periódico. Yo aventuro la mía: no es la crisis lo que ha castigado las expectativas electorales del PSOE sino el modo de enfrentarse a ella. Alguien ha dicho al Gobierno en general y a su presidente en particular que, poniendo al mal tiempo buena cara, no asustándose ni amilanándose sino gastando chistes y diciendo cosas ingeniosas cabía ir capeando la situación hasta que se saliera de la crisis. Así se pasó el presidente tres meses haciendo equilibrios malabares con las palabras para no pronunciar la de "crisis" y pensando, probablemente, que la gente, que ya la padecía y sigue haciéndolo, es idiota y no se entera de que se le está ocultando algo. Probablemente lo más estúpido que he oído a alguien en los últimos tiempos fue aquel "el pesimismo no crea puestos de trabajo" del Presidente, como si el optimismo sí lo hiciera. No creo que fuera él personalmente el responsable de tal majadería, sino alguno de esos asesores de que anda siempre rodeado, especialistas en conservar sus canonjías a base de decirle al señor Rodríguez Zapatero no lo que tengan que decirle sino lo que imaginan que quiere oír. Sea como sea, lo que refleja el Publiscopio es el hartazgo de la gente con unos gobernantes que más parecían chisgarabises incapaces de tomarse en serio algo que lo era y mucho, que está causando problemas muy graves a mucha gente.
Lo cual nos lleva a la otra parte del análisis, la que el periodista de Público atribuye a la falta de liderazgo del señor Rodríguez Zapatero. No seré yo quien la niegue. Una falta de liderazgo visible y manifiesta. Lo que sucede es que esto no es más que el comienzo de la historia. Porque España no es un país presidencialista sino parlamentario y con un gobierno de partido de forma que la falta de liderazgo afecta al Gobierno y al partido que lo sustenta, lo cual es más grave. Y lo es tanto más cuanto que ya ha sucedido en otras ocasiones. Tanto el partido como el Gobierno funcionan como maquinarias cerradas, organizadas a base del clientelismo, el amiguismo y el enchufismo. En el caso del Gobierno el asunto es patente: el señor presidente favorece a sus amigos sin tener en cuenta la competencia sino la complacencia personal. ¿Cómo va a haber liderazgo si el Gobierno es un reñidero de personalismos con los ministros enzarzados a causa de los favoritismos de su presidente? En el partido en cambio es al contrario: no sólo no hay discrepancias, sino que reina el silencio del camposanto. Sólo se oye la voz del portavoz, señor Blanco, quien siempre dice lo mismo en respuesta a cualquier crítica que se le plantee: que ellos hacen las cosas muy bien y el señor Rajoy no sabe de la misa la media.
Este comportamiento del Gobierno y su partido con esa imagen que dan de petulancia, distanciamiento, improvisación, división e incompetencia es lo que está haciendo más daño a las expectativas electorales del PSOE. Es un estilo de gobernar lo que está pasando factura, el estilo de quienes, habiendo ganado las elecciones por segunda vez y viendo todavía lejano el momento de las próximas no están dispuestos a amargarse la existencia tratando de averiguar cuáles son las políticas de izquierda que favorecen a los ciudadanos. Un estilo de gobierno que arrancaba del famoso "¡no nos falles!" pero lo está haciendo. Cada vez más.
Y una última cuestión que tiene también mucha incidencia en estos datos por cuanto el electorado de izquierda es sumamente quisquilloso: es posible que los presupuestos que el Gobierno ha presentado miren a la izquierda, sean sociales y no hagan pagar el coste de la crisis a los sectores más desfavorecidos. Ojalá sea así porque de lo que llevamos visto hasta la fecha está claro que el Gobierno aborda la crisis escorando su acción del lado de las empresas y el capital. Basta con escuchar a la ministra señora Corredor tratando siempre de beneficiar desde el Gobierno a las empresas del ladrillo en buena medida causantes de la crisis en razón de su codicia sin límites.
(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).