dimecres, 12 de novembre del 2008

Palinuro en Público.

Los del diario Público han decidido incluirme en un Consejo Editorial que acaban de constituir y está compuesto por dieciséis o diecisiete personas, todas ellas de mucho renombre y peso, excepto un servidor, claro es. De momento iremos publicando nuestras cogitaciones con la periodicidad que el número de miembros (cada 16 o 17 días, depende) determine y se supone que también ejerceremos como consejeros en las materias de nuestras competencias. Siempre que oigo eso de un consejo y unos consejeros me acuerdo de la anécdota que contaba don José María Pemán cuando Franco lo destituyó del Consejo Nacional del Movimiento por sus escarceos monárquicos. Como quería vengarse del Dctador, el poeta hizo que lo entrevistaran en ABC y que un periodista le preguntara que qué era el tal Consejo Nacional a lo que contestó Pemán: "un lugar en el que los consejeros nos reunimos a escuchar al aconsejado". Supongo que aquí las cosas serán distintas porque además Público es un periódico de izquierda, el más de izquierda creo de la prensa de papel, un producto tanto más necesario cuanto que esta prensa en España es abrumadoramente de derecha, desde el liberalismo de El País hasta la derecha más cerril de El Mundo. Seguiré informando.

El arte feo y la poesía.

La sala Minerva del Círculo de Bellas Artes exhibe las quince litografías con que Jean Dubuffet ilustró el poemario de Guillevic, Les murs y algo más de obra litográfica del inventor del art brut. Dubuffet es uno de los principales artistas franceses contemporáneos aunque, por el carácter extremo y provocativo de su producción, no tenga universal aclamación. Ni él mismo vio claro hasta muy avanzada su vida si quería ser pintor o comerciante de vinos, como su padre. Se decidió finalmente por la pintura en la que obtuvo grandes éxitos. Criado, que no educado, pues en pintura fue sobre todo autodidacta, en el clima del surrealismo, muchos dicen que lo abandona para desarrollar su estilo personal y otros, entre quienes me cuento, que lo lleva a sus últimas consecuencias creando una manifestación artística allende el campo racional y coleccionando obras de pacientes de psiquiátricos y de niños con las que luego fundó el Museo de l'art brut que se encuentra en Lausanne. Su propia obra en su conjunto es una especie de canto a lo irracional con elementos estéticos típicamente infantiles.

En esta exposición llaman mucho la atención algunas litografías que reproducen un tema caro al artista, el del pisseur, esto es, el hombre orinando, como los de la derecha. Orinar es una de las numerosas cosas que pueden hacerse con las paredes (les murs) y más características de las actividades masculinas desde el comienzo de los tiempos. La insistencia en el tema pone a Dubuffet en una línea de creatividad que tiene antecedentes muy ilustres. Se recordará que las figuras de hombrecillos meando contra paredes de establos o casas son un signo distintivo de la pintura de Tenniers, casi una firma suya y que la Biblia Vulgata define a los hombres en repetidas ocasiones como mingentes ad parietem, los que mean contra la pared.

En cuanto al poeta bretón Guillevic (no le gustaba que se lo llamara por su nombre de pila) es hombre también tan peculiar y extraño como Dubuffet, así que en el poemario de Les murs se juntan tal para cual. Lo que sucede es que los poemas no son muy allá y no hacen justicia al tortuoso y fascinante espíritu de Guillevic. Es mucho mejor este poema de 1985, procedente del Arte poética, de 1985:

Si je fais couler du sable/De ma main gauche à ma paume droite,

C’est bien sûr pour le plaisir/De toucher la pierre devenue poudre,

Mais c’est aussi et davantage/Pour donner du corps au temps,

Pour ainsi sentir le temps/Couler, s’écouler

Et aussi le faire/Revenir en arrière, se renier.

En faisant glisser du sable,/J’écris un poème contre le temps.



Si hago que la arena se deslice/de la mano izquierda a la palma derecha.

Es por darme el placer/de tocar la piedra hecha polvo.

Pero sobre todo también es/Para dar cuerpo al tiempo

Para sentir así que el tiempo/corre, se desliza.

Y también para hacerlo/Retornar, renegar de sí mismo

Al hacer que se deslice la arena/Escribo un poema contra el tiempo

dimarts, 11 de novembre del 2008

La insoportable ministra de la Vivienda.

La señora Beatriz Corredor, ministra de la Vivienda, sigue haciendo el trabajo sucio a la mafia del ladrillo, a cuyo obvio servicio está y en contra de los intereses de los ciudadanos a los que pretende confundir de modo sistemático. Ya desde que tomó posesión viene haciendo activa propaganda, animando a la gente a comprar vivienda aun sabiendo que los precios están inflados en torno a un cuarenta por ciento y que la gente se entrampa en condiciones muy difíciles. Ayer volvió a hacerlo y sirviéndose también de una invención, una fábula: asegura que los precios han bajado un quince por ciento y que, por tanto es un buen momento para comprar cuando su propio Ministerio sostiene que los precios han subido un 3,6 por ciento. ¿No es esto suficiente para pedir la comparecencia parlamentaria de esta señora para que explique qué intereses está defendiendo en su labor como ministra? No se le pide a la ministra ya que diga la verdad; pero, por lo menos, que no trate de confundir a los ciudadanos en beneficio de las inmobiliarias.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Un gran momento.

Esta imagen que saco de Público es emocionante. El tatarabuelo de la señora de rojo fue esclavo, propiedad de algún blanco que también pudo ser un antepasado de sus anfitriones hoy. El padre del señor a nuestra derecha fue un oriundo de Kenya que llegó a los Estados Unidos en busca de una vida mejor, como suelen hacer los emigrantes. Sí, ver a un negro a las puertas de la Casa Blanca es algo emocionante prueba de la capacidad de la especie humana para progresar moralmente. Desde luego que la situación puede analizarse desde puntos de vista políticos y económicos que la matizarán y a no dudarlo así sucederá no dentro de mucho. Pero de momento véamosla con los ojos de la comunidad negra de los Estados Unidos, con los ojos de los niños negros que ahora saben en las escuelas que ellos también pueden llegar a presidentes de su país. Veámosla con nuestros ojos de izquierdistas, de "progres" que siempre hemos luchado contra el racismo, contra toda discriminación por la razón que sea y felicitémosnos de que nuestras ideas se abran camino, se impongan (como acabarán imponiéndose las que tenemos sobre las mujeres, los homosexuales o las víctimas de genocidios) y hagan del mundo un lugar más grato y más moral.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XI).

Volver. Una diatriba al estilo unamuniano.

- Pero, ¿cómo?, ¿apenas ha comenzado Vd. su viaje y ya está pensando en volver?

- Bueno..., sí. Pensando solo, ¿eh? No haciéndolo. Además, casi todos los que emprenden un viaje tienen en la cabeza cómo y cuándo volverán.

- Vd. lo ha dicho, joven: "casi todos". Pero Vd. no quiere ser "casi todos", si no me engaño. Tiene Vd. un concepto muy alto de sí mismo; quiere ser único. Y por eso emprende un viaje a ninguna parte. Y si es a ninguna parte, no tiene vuelta.

- No veo por qué no. Precisamente porque es a ninguna parte y está claro que "ninguna parte" no se halla en lugar alguno, en el momento menos pensado, uno decide volver, volver a donde inició el viaje.

- ¿Y quien le dice a Vd. que el lugar donde inició el viaje existe o que lo vaya a encontrar? A lo mejor resulta que Vd. partió de ninguna parte y, claro, ahora no la va a encontrar, con lo cual...

- Con lo cual está claro que no puede hablarse de "volver" en sentido estricto.

- Exacto.

- Bueno, o sí. Digamos que hay voluntad de volver. Luego se vuelve o no, eso ya depende de otros factores. Fíjese maestro en las leyendas del retorno de Agamemnon por un lado y Ulises u Odiseo por el otro. El primero no tardó nada en regresar a casa y a aciago destino; el segundo tarda diez años, aunque a un final feliz. Y, en cierto modo, todavía puede estar de camino. Todavía veinte siglos más tarde alguien actualiza su viaje en el Dublín del siglo XX.

-Un Homero contemporáneo, sin duda. Pero vayamos a lo nuestro: de un viaje a ninguna parte no se puede volver.

- No, en sentido estricto, no.

- Es que hace falta no estar en los cabales de uno para emprender un viaje a ninguna parte, perdóneme que le diga, joven.

- Perdonado, maestro. Por eso estaba Vd. como una regadera.

- ¿Qué dice Vd., botarate?

- Como una regadera, maestro, perdóneme Vd. a mí. Esa búsqueda insaciable de Dios no le admite ni la sombra de una sospecha y sospechas tenía Vd. muchas, que corroían su fe. Así que Vd. sabía muy bien que estaba en un viaje y en un viaje, sospechaba Vd., a ninguna parte.

- Sabe Vd. mejor que yo la procesión que iba por dentro.

- Ni mejor ni peor: lo sé igual que Vd.

- Lo que Vd. quiera, joven, pero no hay vuelta.

- Bueno, maestro, tampoco vamos a pegarnos por eso.

- Naturalmente que no, joven. Aviados estaríamos si empleáramos el trecho del camino que hagamos juntos en pelearnos por contar los pelos del rabo de esfinge, expresión que me salió redonda, estará Vd. de acuerdo.

- Claro que sí, maestro, son nimiedades. Cuando uno contempla la vastedad del horizonte que tiene en torno suyo y comprende que jamás podrá abarcarlo todo, verlo todo, conocerlo todo viene uno y se concentra en lo más inmediato, encuentra uno la belleza y la fascinación de lo que puede ver en cada momento.

- Con lo cual empezamos a hablar de las cosas sencillas, a lo mejor, de las flores...

- Que, por cierto, no son nada sencillas. También podemos hablar de las ciudades, según nos acerquemos a ellas.-

- Ya lo creo. Ahora son muy distintas a las que yo conocí.

- Ciertamente. Ahora todas se parecen mucho; son estilo estadounidense: anchas autopistas y verdaderas ciudades comerciales, donde para ir de un comercio a otro hay que hacerlo en coche y los anuncios en caracteres enormes, a ser posibles luminosos y en postes muy elevados para que puedan verse en muchos kilómetros en ambas direcciones.

- Sí. No hace falta que diga que este culto estadounidense al dinero y a lo material no es nada atractivo. Se ha perdido el sentido quijotesco de la existencia, el vivir por ideales. Ahora sólo se vive por el confort, por las facilidades y comodidades materiales. Ya no hay vida del espíritu.

- ¡Ay maestro! Que está Vd. anticuado. Claro que hay vida del espíritu, más que nunca antes y expandida por todo el planeta

Aquí se me planteó cómo podríamos explicarle internet a don Miguel de Unamuno, que no vio la televisión. Tampoco me pareció tan difícil. Seguro que entendía el funcionamiento de la red y se adaptaba a él de inmediato. Había sido agradable aquel trecho con don Miguel. Su conversación fue estimulante y el diálogo muy feliz. Hasta se me había olvidado cómo se originó.

Se había originado en respuesta a la repentina idea que tuve de poner fin al viaje, de retornar, de volver al punto de partida. Pero ya está claro que no hay vuelta. ¿Pues no se dice que no hay "vuelta de hoja"? Por cierto no sé de dónde viene; tengo que mirar en el Iribarren. Así en lo que hay en la vida es algo que se hace en ciertas etapas, cuando se está comenzando la andadura es cómodo disponer de la casa de los padres, del hogar familiar a los que poder volver si las cosas se ponen feas. Eso es muy importante. Hay siempre un volver: al refugio. El retorno al domicilio familiar es lo que tienen planeado simpre casi todos los millones de personas que en el verano se ponen en marcha de un país a otro, incluso de un continente a otro. Ida cuanto más lejos mejor y vuelta segurita. Siendo niño las vueltas de las vacaciones se me hacían muy patentes. Cuando regresaba del pueblo de mis abuelos, de haber estado en la era, recogiendo fresas, yendo a bañarnos al río o ya en septiembre cogiendo moras pero siempre al aire libre me parecía inmensa y apabullante la puerta de mi casa que tenía una mirilla de hierro forjado y dorado del tamaño de un plato, que se corría y descorría con unas como palas de hélice.

Pero esa vuelta se queda muy atrás en la vida a partir de cierto momento, los padres fallecen y ya sí que no hay vuelta posible a hogar alguno.

No hay vuelta posible entre otras cosas porque todo lo que hubiéramos procurado con ella lo tendremos por igual siguiendo adelante en nuestro camino. Al fin y al cabo todo es un ir y venir nuestro, en nuestro tiempo, que es nuestro espacio vital; por eso dice Heidegger que el hombre es un ser en el tiempo. Y por tal no hay que entender a un ser en el tiempo al modo en que una galleta se baña en chocolate, sino en un ser que se está haciendo en este momento, que está siendo, que es la forma que toma el tiempo al ir cambiando. Y el viaje a ninguna parte por eso mismo no puede ser de ida ni de vuelta.

Salvo que esa vuelta sea algo menos trascendental y se refiera al hecho de "estar de vuelta". Hay gente que está "de vuelta" de muchas cosas, ideales que ha abrazado, causas por las que ha luchado y que lo han ido decepcionando. Da la impresión de que se trata de una circunstancia muy generalizada. Aunque siempre habrá quien continúe estando de ida sin parar y absorbido ¿quién sabe? por una fe ciega o cualquier cosa así y no esté de vuelta nunca. La mayoría de la gente, a pocos años que tengamos, estamos de vuelta de tantas cosas que parecemos los restos de un ejército en derrota, como el VI alemán en Estalingrado. Pero las muchas vueltas de que estemos en la vida como las muchas vueltas que la vida dé no son suficientes para forzar una vuelta en esa misma vida.

Por supuesto, el único que da la vuelta de verdad y retorna allí de dónde vino de modo radical y absoluto es el suicida. Esa es la única vuelta que no admite vuelta, no tiene vuelta de hoja, no da más vueltas ni nos permite siquiera estar de vuelta. Es la volteidad misma. Pero tiene un inconveniente aparte, naturalmente, del valor que hay que tener para ello, que es el de que luego no se puede contar. Los suicidios siempre los cuentan otros. Lo suficientemente disuasorio para que uno se pronuncie por decisiones más livianas del volver.

Que, claro, resulta que no existen porque si todo lo sólido se desvanece en el aire, excusado decir lo que no es sólido.

(La imagen es un óleo de Monet, Llegada de un tren (1877), Fogg Art Museum, Harvard University Art Museums. Cambridge. Massachusetts).

dilluns, 10 de novembre del 2008

Literatura y canibalismo.

Ya está en la calle el número cuatro de Vacaciones en Polonia (una publicación en cuarto mayor de 167 páginas) dedicada más que a lo que reza su título, a la cuestión del canibalismo antropófago en términos fundamentalmente (pero no sólo) literarios. Como siempre trae un diseño, impresión, maquetado, montaje, ilustración muy cuidados y provocativos y obliga a una lectura cuidadosa para no perderse en una ordenación de los textos más dictada por razones estéticas que de comodidad del lector.

El tema escogido es tan provocativo como el formato de la publicación y está tratado normalmente sin convencionalismo alguno, con tal acumulación de material, riqueza gráfica, multiplicidad de planos, noticias de todo tipo que resulta apabullante y uno sale de la lectura como si estuviera uno digiriendo al vecino o planeando comerse al cobrador del gas. En lo esencial, el número tiene tres tipos de trabajos (tiene más y, en el fondo, es inclasificable, pero si no se hace así, no hay modo de hablar de él): unos en forma de ensayos o dossieres monográficos (como la cuestión del canibalismo en la conquista de América, el movimiento antropófago en el modernismo en Brasil y la primera parte de un interesante trabajo sobre el misterioso escritor B. Traven), otros trabajos literarios originales de diversos autores actuales con el canibalismo como tema central y otros por fin textos clásicos, selecciones y/o antologías de autores célebres.

De los dossieres, el del canibalismo en la conquista de América, de Davamesk de Zakopane, es una investigación apoyada básicamente en textos muy críticos del comportamiento de los españoles en las Indias de Rafael Sánchez Ferlosio, Alberto Cardín, Roger Bartra, etc que sostienen que la acusación de canibalismo hecha por los españoles, Colón, Cortés, Díaz del Castillo, Pizarro, era una forma de legitimar sus actos de depredación, saqueo y crimen. Creo haber entendido que no se niega que los aztecas hicieran sacrificios humanos pero sí que fueran caníbales en tanto que hay testimonios suficientes de los propios conquistadores (Alvar Núñez Cabeza de Vaca, por ejemplo) acerca de cómo los españoles sí practicaban el canibalismo en condiciones de necesidad. Paralelamente a este trabajo hay otro también sobre América aunque con relatos posteriores que da la impresión de ser del mismo autor (a veces es difícil identificar la autoría de los trabajos), dando cuenta de dos relatos de viajes al Brasil, en las tierras de los indios Tupinambá, en concreto los de los viajes del alemán Hans Staden y del francés Jean de Léry en el sglo XVI en los que ambos autores testifican de la existencia del canibalismo entre los citados indios, si bien en el caso del alemán éste salva el pellejo porque, a diferencia de un valeroso prelado portugués que vio devorar él muestra tales signos de miedo que los indios deciden no comérselo para no acobardarse a su vez. El autor enlaza estos relatos con el testimonio de Léry sobre la noche de San Bartolomé, que le permite dar a entender que esas prácticas caníbales también se dieron en las guerras de religión en Francia y con la reflexión de Montaigne en su ensayo De los caníbales en el que muestra un relativismo similar. Inserto en este trabajo general se encuentra también una interesante reseña bibliográfica de la obra de Roberto Fernández Retamar que recoge la tradición de la etimología de caníbal, derivado del nombre "caribe" que los indios se daban a sí mismos al llegar allí Colón y su interesante derivación en el Caliban de la Tempestad de Shakespeare.

El dossier sobre el movimiento antropófago en el modernismo brasileño es obra de Juan María Sánchez Arteaga y se organiza fundamentalmente en torno a una noticia biográfica del soprendente escritor, hacendado, aristócrata y agitador político Oswald de Andrade que, inspirado en un cuadro (célebre por lo demás si no por su calidad estética sí por su simbología) de una de sus mujeres Tarsila do Amaral, lanza una Revista de Antropofagia a seguidas de un Manifiesto antropófago (hacia 1928) en el que se conjugan varias influencias, el psicoanálisis, el marxismo, el Manifeste Canibale de Francis Picabia en 1920 y el conjunto del surrealismo. La antropofagia sería el descubrimiento del alma filosófica del Brasil que atiende a las raíces aborígenes al tiempo que devora todas las influencias venidas de Europa, del exterior en general. Es interesante que este modernista antropófago de Andrade siguiera luego los pasos de muchos otros surrealistas europeos, se integrara en el Partido Comunista y pusiera su talento al servicio de la agitación revolucionaria. Acompañan al estudio una serie de textos de gran interés, como la declaración Tupí or not Tupí o la explicitación que del llamado "relatorio de Juliano Paixaroli" hicieron Tarsila do Amaral y Oswald de Andrade. Este Paixaroli era un camarero negro que en 1919 asesinó y en parte devoró a la bailariana rusa Kristina Seligman-Vogdanovskaia suicidándose después de un disparo en la cabeza en la misma habitación donde estaba el cadáver semidevorado y en la que la policía encontró los dos cuerpos entre excrementos y vómitos, así como una especie de confesión en diez sucintos puntos que luego ampliaron y explicitaron nuestros revolucionarios modernistas Tarsila y Oswald. También se reproduce el muy original Manifiesto antropófago de De Andrade (pp. 92/93).

El tercer ensayo monográfico es una minuciosa y documentada investigación sobre el escritor B. Traven que me ha interesado especialmente dado que siempre he sido lector de su obra, El tesoro de Sierra Madre, El barco de la muerte, Gobierno, etc y, como a todo el mundo, siempre también me ha intrigado que se tratara de un hombre tan misterioso, al extremo de que seguimos sin saber prácticamente nada sobre él, ni siquiera en qué idioma escribía, si en inglés o en alemán, aunque es casi seguro que era en alemán. Sabemos que se refugió en México probablemente a comienzos los años veinte y tengo idea de que gozaba de protección oficial porque, si no recuerdo mal, su primera traductora al español fue Esperanza López Mateos, la esposa del que fue presidente de la República. Había llegado allí tras vagar por diferentes latitudes y tener numerosas aventuras escapando de la represión después del fin de la República consejista bávara en 1919, en la que tuvo un participación destacada como Ret Marut que parece ser uno de sus numerosos seudónimos. El autor del trabajo, Raj Kuter, da por buena la identidad de Marut, siguiendo un criterio que tiende a extenderse, y relata sus andanzas en un verdadero "barco de la muerte", al tiempo que expone las convicciones anarquistas del autor y en otros trabajos complementarios, como añadidos al principal, traza un cuadro de los principales personajes y hechos de la revolución alemana de 1918/1919, Georg Grosz, Otto Gross, Franz Jung, el dadaísmo, etc que permiten hacerse una idea del contexto histórico y literario en que se gestaron las primeras obras de ¿Bruno? ¿Bernhard? Traven.

Entre los trabajos más livianos y de creación directa destaco El día que Robinson se comió a Viernes, de Guillermo el Viejo, una ingeniosa idea bien escrita que no requiere comentario. Caca y metamorfosis, de Jan Zapiekanka es una especie de agria crítica de la contemporaneidad con toques apocalípticos que arranca del hundimiento del comunismo y el triunfo del "capitalismo caníbal" (caca), con el domino del Fondo Mafioso Internacional (FMI), los abusos de las ONGs, las privatización de todo, incluida la tortura y, en definitiva, la generalización de la ubuesca mierdra: "El mundo entero tiene ahora sabor y olor a mierdra" (p. 30), a lo que se añadirá la prevalencia del sida, las fechorías del lobby nuclear, los treinta millones de estadounidenses que, víctimas de la neurosis de la seguridad, viven en ciudades privadas. Termina con una especie de metáfora parabólica: Gregorio Samsa trasmutado en Gregario Samsa, un "borrego que se cree lobo" (p. 34), que vive descerebrado y manipulado entre Google y Yahoo, cuyo epítome artístico es la negación del arte por su infame mercadeo en la obra de Andy Warhol y que se constituye en una especie de lamentable individualismo gregario. Uuuuufff. Siempre que leo estas cosas tan extremas me pregunto qué piensan de sí mismos sus autores. Francisco Socas escribe una noticia condensada sobre canibalismo en la mitología griega y la tradición clásica que titula con una expresión de Agamemnon del Tiestes de Séneca y arranca de la misma Teogonía, cuando Cronos devoraba a sus hijos, pasando por la leyenda de Procne y Filomela hasta la maldición de los tantálidas y en especial de las relaciones entre Tiestes y Atreo, que tendrán su repercusión, andando el tiempo en el nostoi de la guerra de Troya.

Por último, el número cuatro de VP trae una gran cantidad de referencias textuales, citas, noticias concretas, antologías y textos de numerosos autores, desde la famosísima y macabra recomendación del clérigo Jonathan Swift de comerse a los niños pobres de Irlanda para aliviar el problema de la miseria y reducir la cantidad de papistas en el país hasta la obra de Jardiel Poncela en 1947 Como mejor están las rubias es con patatas, pasando por el Marqués de Sade, Herman Melville, H. P. Lovecraft, Alfred Jarry (dios lar de la revista), Giovanni Papini y Witold Gombrowicz sin olvidar un interesante e incisivo trabajo sobre Georges Perec de R. Vetusto titulado Crêpe de Perec que es en realidad una especie de minucioso análisis, casi una autopsia de la obra completa del autor de La vida instrucciones de uso con referencia a la larga lista de autores por él canibalizados y a la escuela del Oulipo (el Taller de Literatura Potencial) en cuyo espíritu Perec llenó el panorama de pangramas, heterogramas, crucigramas, palíndromos y lipogramas.

Por supuesto, el número tiene más aportaciones puesto que debe de ser el ensayo más completo de que se disponga por ahora de las relaciones entre la literatura y la antropofagia, pero no puedo reseñarlas todas no porque sean de menor valor sino por no prolongar demasiado la entrada. Quien quiera completarla hará bien en procurarse la revista. Haciendo honor a su espíritu no integrado en los circuitos mercantiles, ésta es difícil de encontrar. Me consta no obstante (porque me lo dijeron los autores) que está en la librería El bandido doblemente armado que regenta mi amigo Diego Pita en la madrileña calle de Apodaca, 3 que, además, tiene güebpeich: El bandido doblemente armado. Por quince urillos merece la pena. De nada.

diumenge, 9 de novembre del 2008

Obapatero y Zapabama.

Vale, Presidente, un tantazo se mire como se mire. Está el personal que echa las muelas. La derecha hubiera preferido que te dieras una castaña. ¿Cómo preferido? Hubiera dado dos dientes (no los colmillos, claro) a cambio de que fracasaras para poder largar sus discursitos. Explicaría que la España de Bambi (¿a que ya nadie se acuerda de este calificativo que te dedicaron al principio los genios y estrategas de la oposición y del que no queda ni rastro?) ya no pinta nada en el concierto internacional desde que los tres piratas pusieron sus pezuñas sobre la mesa de las Azores mientras el señor Durao Barroso les hacia la foto.

Ha sido un triunfo diplomático español que refleja lo mucho que nuestro país cuenta en el escenario internacional y que ninguno de tus detractores te agradecerá porque prefieren que España se hunda a que tu Gobierno pueda apuntarse una victoria. La jodida envidia que mira que es mala. Habría que haberlos oído, en cambio, en el caso de que la iniciativa española hubiera fracasado. Y habrá que oírlos en todo caso si Mr. Matorral-pato-cojo se atreve a hacer alguno de sus desaires porque para los tiralevitas es más importante lo que haga Bush que lo que haga nuestro presidente. Como Palinuro no tiene deuda con nadie, con la oposición ni con el Gobierno, se felicita por el éxito de España, conseguido sin un tantico así de ayuda del señor Aznar, incapaz de mover el meñique con su íntimo de las Azores. Qué cosas, ¿verdad?

Ahora a lo tuyo, a llevar a Washington propuestas razonables para salir de esta crisis en buena parte provocada por la ineptitud del anfitrión de la cumbre. Y a ver si coronas este partido con una entrevista con Obama. Sería para flipar en colores. ¡Aúpa Obapatero y Zapabama!

(Las imágenes son sendas fotos de radiospike photography y guillaumepaumier, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Abajo la felicidad, viva el sufrimiento.

Hace unos días un amable lector me recomendaba ir a ver la peli de Javier Fesser, Camino. Decía que era tremenda. Tenía razón: es tremenda. Vaya por delante que está muy bien hecha, con una dirección enérgica quizá a veces demasiado y con algunas secuencias exageradas; por ejemplo, las dos apariciones del ángel de la guarda no me resultaron convincentes y hay un excesivo regodeo en la casquería quirúrgica. Pero son cuestiones menores. Reitero que la dirección es enérgica, con brío y mucho ritmo que no decae a pesar de que la historia, al basarse en un hecho real y haberse comentado tanto en la prensa, es conocida y su final no puede deparar sorpresa alguna.

Las interpretaciones también son de altura y en gran medida han de atribuirse asimismo al director ya que la protagonista y otros actores y actrices son niños, siempre tan difíciles de dirigir. La de los adultos, especialmente la de la madre, un papel francamnte desagradable, es de muchísima altura. Y la ambientación, logradísima: magnífico el colegio de monjas, el piso de la familia devota, el clima de la clínica del Opus en Pamplona.

Pero lo esencial es el cacho historia que aquí se cuenta, una historia que retrata el aspecto más sórdido, cruel, inhumano del catolicismo en general y de la secta del Opus Dei en particular. No me extraña que la dicha secta haya protestado de la peli: la retrata sin sombra de duda. Esa familia de fanáticos del Opus, esos dos curas también del Opus, auténticos asesinos, canallas inmisericordes, duros, fríos, insensibles; esa madre monstruosa que destroza la vida de todos y cada uno de los miembros de su familia incluida por supuesto la suya; ese padre inútil, cero a la izquierda, que hace dejación de su obligación de proteger a sus hijos frente al evidente desvarío de su esposa, manipulada por los curas; todo ello es una crítica y, al tiempo, un reportaje justísimo de a dónde lleva ordinariamente el fanatismo religioso de estos enemigos de la humanidad que son los curas católicos, especialmente los del Opus.

La acertadísima contraposición que hace el director entre el mundo ingenuo, alegre, hermoso de la infancia y la adolescencia y la estúpida e inútil crueldad de los fanáticos devotos que todo lo sacrifican (especialmente la dicha ajena) a sus estúpidas supersticiones es demoledora. Todas las pautas de comportamiento de la secta y de su alma mater, la iglesia católica, quedan retratadas: la persecución de la espontaneidad, la alegría, el amor, la ilusión; la preferencia por el sufrimiento, la renuncia, lo forzado y falso; el espionaje, la censura, la represión permanente, la mentira, el martirio bajo el cuento de la vida en el más allá, todo el conjunto de embustes e imposiciones que convierten a las personas en seres lo suficientemente monstruosos para proclamarlos "santos". Por cierto el equívoco que anida en el nudo de la trama (por ejemplo, el significado del término "obra") está muy logrado e introduce algo de humor en mitad de tan grande espanto.

Espero que con esta peli hayamos adelantado algo en la tarea que considero imprescindible de incluir al Opus Dei entre las sectas más dañinas de nuestra sociedad. En todo caso Camino merece amplísima difusión. Que se sepa de qué son capaces estos sectarios sin entrañas.

Caminar sin rumbo (X).

Compañeros de viaje

A veces es grato encontrar alguien con quien hacer parte del camino. A veces. Otras maldita la gracia que tiene. Cuando un pelma a quien uno no conoce de nada se empeña en dar conversación; en un ascensor, por ejemplo. ¿De qué diablos puede hablarse en el trayecto de un ascensor, por largo que sea? Del tiempo, desde luego; del tiempo. ¿Y en un taxi? ¡Las conversaciones de los taxistas! De ahí han salido novelas y de todo, probablemente hasta asesinatos. Porque ya es insoportable la conversación de alguien que, además de imponértela, te mira a través del retrovisor a ver qué efecto causan en ti sus palabras con lo que no te queda más remedio que simular (cuando menos) que estás escuchándolas. O bien en la sala de espera de algún medio de transporte o de alguna profesión liberal (notario, dentista, etc). ¿De qué se habla en la antesala del sacamuelas? Son también conversaciones de camino porque son los momentos preparatorios para algún viaje, algún cambio en la vida. Siempre he pensado, aunque he de confesar que nunca he osado poner en práctica el pensamiento, que lo oportuno para las conversaciones impuestas por los pelmas no es enfurruñarse, meter las narices en el periódico, contestar con monosílabos como ladridos o silvar Coronel Bogley, del Puente sobre el río Kwai, sino pasar al contraataque, llevar la iniciativa y, así, ignorando cuál haya sido el enunciado del desconocido, decirle a bocajarro:

- Yo a Vd. lo conozco.

A lo que el otro, probablemente, responderá que a él no le parece que...

- Sí, sí, claro que lo conozco. ¿No ha salido Vd. por la televisión?

A estas alturas del siglo, quien no haya salido por la televisión se avergonzará de reconocerlo en público por lo que es de esperar un gesto como de satisfacción y alguna balbuceante respuesta del tipo de:

- Bueno, sí, pero...

El pero se refiere a que salió una vez en un noticiario hace diez años porque que el azar lo pilló cerca de un choque de coches y los de la tele pasaron por allí pidiendo testimonio; pero eso bastará.

- Si ya lo decía yo: Vd. es (pongamos por caso) Marifé de Triana.

Pero también vendría al pelo García Márquez o Monseñor García Gasco. Es casi seguro que el pelma se habrá percatado ya de que no hay manera de pegar hebra con el viajero y lo dejará en paz. Si se malicia uno que no ha de ser así, sin dejarlo respirar se le añade:

- Precisamente quería hablar con Vd. a propósito de un asunto delicado. Como sabe, yo soy (pongamos de nuevo por caso) el hombre del tiempo y quiero saber en dónde me van a poner en la parrilla.

Bueno, son imaginaciones. También a veces encuentra el viajero compañía grata, alguien con quien compartir un trozo de camino. No todo, por favor, que eso es muy duro. La fórmula del matrimonio, por ejemplo, al menos la que recuerda uno de las pelis: "hasta que la muerte os separe" es espantosa. Pensar que sólo la muerte pueda separarte de alguien a quien a lo mejor acabas detestando es el mejor argumento a favor del divorcio. Porque ya se sabe que el camino y la vida etc, etc. Así que alguien que viene de no se sabe dónde y se encamina a vaya Vd. a saber qué parte; alguien que camina junto a uno, a veces incluso sin hablar palabra. ¿No es grato muchas veces ir junto a alguien sin necesidad de hablar? Cada uno va a su bola y quién sabe si no es la misma bola en los dos. En todo caso lo peor para averiguarlo es eso de preguntar: "¿En qué piensas?" que es muy frecuente y para mí equivale a un casus belli porque no se me ocurre intromisión más intolerable en el libre predio de la intimidad que pretender saber qué se piensa. Es más, creo que siempre que me lo han preguntado he mentido; unas veces para agradar, otras para desagradar. Sí, ya sé que no se debe mentir; pero es claro que ese mandato no opera en situación de violencia y la preguntita de ¿en qué piensas? es violencia muy violenta. Tiendo a pensar también que eso le pasará a mucha más gente. Quizá a todo el mundo. Pero no lo sé porque no soy todo el mundo ni conozco medio alguno para saber lo que todo el mundo piensa sobre nada.

Caminar junto a otro en silencio es muy grato. Y también puede serlo hablando. Hablar con otro es entrar en un ámbito mágico en el que todo se mezcla porque todo es posible al mismo tiempo, la tierra se agiganta y las hormigas tienen el volumen de caballos, los colores se rompen en fragmentos, el cristal está lleno de voces, en un recodo del camino surge entera y verdadera la Edad Media con sus siervos, sus feudos y las Siete partidas in extenso, las palabras se subliman, se convierten en lenguas de fuego, dunas itinerantes o el galopar de la brigada ligera. Porque no es una sola palabra sino dos que surgen, se entrelazan, se encuentran y desencuentran, se aproximan, se distancian, se acarician, pelean, hacen las paces, se buscan, se pierden, se aguardan, se acoplan, juegan a desconocerse, entrechocan, se dispersan, construyen juntas y, de un tiempo a esta parte, deconstruyen juntas o por separado y se desparraman a veces en una cascada de sonidos alegres.

El juego de las palabras habladas en el diálogo es otra de las manifestaciones de la esencial condición dual del ser humano: uno mismo y el otro, con el cual el uno interactúa en una interacción que no sólo es evidencia empírica del intercambio sino elemento constitutivo del ser mismo del hombre, de la idea del yo que sólo es posible porque hay un otro del que he de suponer que también dice "yo" pero no se refiere al mismo yo que yo. La palabra es eco y únicamente como eco hace posible al hombre. Sólo porque hay otro existo a mis ojos. La idea del ser humano aislado es absurda; el hombre es un ser social y Robinson sólo puede existir primero porque empezó no siéndolo y segundo porque deja de serlo así que encuentra a Viernes. Robinson y Viernes. Tendemos a pensar en cómo cambia la vida de Robinson la aparición de Viernes y, en una prueba de eurocentrismo atroz, no nos hemos preocupado por averiguar cómo cambia la de Viernes la aparición de Robinson. Esto daría motivo para un tema literario, algo en la línea de (pero distinto) Man Friday, de Jack Gold. En todo caso esos intercambios son conflictos según como se mire porque hasta el amor es conflicto. Un conflicto incruento o no antagónico, una mutua emulación y algo que transita de la palabra a la mirada y de la mirada a la palabra.

Dialogar es una de las más maravillosas experiencias porque al hacer eso que llamamos "entendernos con otro", nos expande, nos multiplica por dos, nos deja asomarnos a otro yo que se nos ofrece con la misma curiosidad y afable entrega con que lo hacemos nosotros mismos. ¡Hablar con un semejante! ¡Y entenderse con él! Maravilloso, desde luego y dificilísimo, momento único y reñampagueante en el viajar por la vida que dura un tiempo y se destruye luego casi sin sentirlo. Y ello porque no es difícil que el otro pretenda algo que no queremos darle o nos niegue algo que nosotros deseamos. Con lo que ya está armada. Las palabras se hacen espinos y el diálogo se agría, previo a la ruptura. Por eso muchos viajeros, desconfiando de la posibilidad de encontrar alguien con quien hablar y no sintiendo especial afición, al menos de momento, por el soliloquio, se llevan algún libro. Los libros son compañeros de viaje muy cómodos porque son escogidos, no como los que nos depara el destino, no se imponen en momento alguno y están siempre dispuestos a contarnos su historia. Pero no responden salvo que el que los escribió hubiera previsto la pregunta, que hay mucho casos. El sistema FAQ no es un invento de la informática aunque ésta lo haya convertido en signo ubicuo del entendimiento universal.

¡Qué grato puede ser caminar y discurrir al tiempo! Hay cadencia entre el paso y el pensamiento. Y los objetos que nos salen al camino van también marcando el discurrir. Si uno transita por una pista forestal que atraviesa un bosque cerrado de robles no es lo mismo que cuando se cruza otro de encinas que, por sus copas, no pueden estar tan prietas como aquellos. Y en modo alguno suscitan las mismas ideas. Las encinas son árboles sagrados en muchas mitologías, simbolizan la fuerza y la justicia y eran uno de los árboles sagrados de los druidas; se siente uno protegido, espacioso, tranquilo. Los robles, en cambio, no menos sagrados, simbolizan el valor, asocia uno sus hojas lobuladas al coraje en la batalla, según la tradición germánica y se arma uno de ánimos. Y no, no es lo mismo.

Por eso, cuando se vuelve a despedir al compañero circunstancial, se hace con ánimos muy distintos. Hay gentes a las que uno pierde de vista con agrado y otras de las que es doloroso y amargo despedirse. Y eso que siendo un viaje a ninguna parte, ni siquiera está claro por qué haya que despedirse de nadie.

(La imagen es un cuadro de Giovanni Boldini, un retrato de Mrs. Colin Campbel (1894). El retrato le costó al pintor un disgusto con Mr. Colin Campbell, cosa nada difícil de imaginar pensando en el posible diálogo que pudiera haberse entablado entre el artista y la modelo).

dissabte, 8 de novembre del 2008

Esas fosas que vuelven a cerrarse.

La sala de lo penal de la Audiencia Nacional ha paralizado la exhumación de las fosas donde yacen los asesinados por los franquistas en tanto dilucida si el juez Baltasar Garzón es o no competente para seguir con la instrucción del caso. Corresponde, pues, aguardar hasta que recaiga decisión que Palinuro espera sea favorable al reconocimiento de competencia.

Entre tanto no puedo menos de asombrarme de la inquina que numerosos sectores de nuestra sociedad están mostrando a la iniciativa del juez Garzón. Y no son los descendientes, allegados, cómplices, familiares o simpatizantes de los criminales que cometieron aquellas canalladas. Son, en muchos casos, gente que por razones ideológicas y/o vitales me consta que reprueban y condenan tales actos. ¿Qué puede estar pasando? Imagino que no habrá una única explicación sino que, en cada caso, se esgrimirá un motivo específico. Ayer hablábamos de un artículo del señor Savater. Hoy de unas declaraciones del señor Alfonso Guerra según el cual la iniciativa del juez "se sabe fallida" y sólo servirá para satisfacer el ego de algunas personas. Es un pensamiento indecente, propio de quien lo expone y lo expone mirándose en el espejo; porque para ego desmesurado ya está el suyo. Una opinión tan falta de nobleza y generosidad sólo podía provenir de quien sabe que habiendo tenido nueve años para realizar una tarea necesaria de restitución y justicia no hizo nada, dejando que los asesinados del franquismo siguieran padeciendo el oprobio de las fosas comunes y sus familiares el dolor de una injusticia permanente.

(La imagen es una foto mía de un paraje de un monte en cualquier parte en cualquier país).