diumenge, 15 de juny del 2008

La tricolor, fuera del Parlamento.

Un grupo de antiguos presos políticos del franquismo acudió ayer a la capital del Reino a un homenaje que se les ha tributado. Recibidos en el Congreso de los Diputados por su presidente, señor Bono, la visita se hizo agria y acabó prematuramente cuando uno de los asistentes desplegó una bandera republicana. El dicho presidente había preparado una linda y sentida alocución diciendo cuánto deben España y los españoles al sacrificio de los luchadores antifranquistas muchos de los cuales no vivieron para contarlo y los que sí lo hicieron fue después de múltiples persecuciones y años de cárcel. Ante la llamativa provocación iconográfica, sin embargo, el señor Bono despachó a toda prisa y recriminó al abanderado que no permitía manifestaciones "no legales" en el hemiciclo.

¡Qué manera de perder los nervios y, con ellos, la posibilidad de ofrecer una imagen ecuánime, moderada y libre! La zozobra e incomodidad del señor Bono se echa de ver en la expresión "no legales", que revela su trasfondo autoritario, conservador, de derechas de toda la vida, como Dios manda. ¿Cómo que no legales? ¿Qué quiere decir eso? No existe el concepto de "no legal"; es un conjunto vacío. Las cosas son ilegales o legales y no hay más. Todo lo que no está expresamente prohibido (lo que es ilegal) está permitido (es legal) salvo que tenga uno el ánimo tan angosto como el señor Bono.

La bandera republicana es legal en nuestro país. Algunos creemos que no sólo es legal sino legítima y la tenemos como la bandera de la España real; la rojigualda es la de la España oficial y las dos son legales.

El Congreso ha visto otros tipos de banderas, la de la Falange sin ir más lejos. La Falange que con un aditamento tradicionalista, producto del genio sincrético del Caudillo a quien esto de los partidos le mareaba y sólo admitía uno, el verdadero, el suyo. No veo por qué no puede engalanarse de vez en cuando con la bandera tricolor, emblema del único régimen "nacional-popular" (como diría Gramsci) que ha tenido España en toda su historia. Por eso le fastidia al señor Bono que ya empieza a parecerse al Marqués de Bradomín, "feo, católico y sentimental".

Clasicismo y pasión.

Entre los fondos del Instituto de Crédito Oficial (ICO) se encuentra íntegra una serie de la Suite Vollard, de Picasso, que de vez en cuando saca a exposición temporal, como sucede ahora. Son cien grabados realizados entre 1933 y 1937 que habitualmente se clasifican en cuatro grupos : La batalla del Amor, El taller del escultor, Rembrandt y El minotauro, de las que El taller del escultor ocupa casi la mitad del total, completada con tres retratos de Ambroise Vollard, el marchante que adquirió la colección a cambio de una serie de cuadros de otros pintores que Picasso quería tener.

El taller del escultor, que es la parte de la serie que trata de él, sus esculturas y su modelo en aquellos años y también su amante, Marie Thérèse Walter, es una fascinante sucesión de imágenes a buril y punta seca, de variaciones sobre el desnudo masculino, el femenino, la obra escultórica en el orden clásico. Es una obra que constituye un punto medio de ese constante trajinar picassiano entre la pintura y la escultura y allí donde se rompe con el cubismo para volver a unas formas clásicas muy inspiradas en Ingres, en concreto, las mujeres. Hay en los grabados del Taller del escultor una alegre sensualidad, joie de vivre, plenitud del espacio y como congelación del tiempo, todo potencias juveniles postuladas (Picasso estaba entonces en la cincuentena) en intrincada relación con la apabullante capacidad creadora de Pablo Ruiz. Bastantes de los grabados muestran una tensión entre la laxitud y el abandono de los cuerpos y la indagación en la propia creatividad, contenida, reflexiva, a punto de saltar e iniciarse en una nueva obra, quizá la lámina siguiente. Es el latido del triángulo del autor, la obra y el modelo, como la misteriosa relación entre Pigmalión y Galatea/Afrodita, que es el mito con el que habitualmente se relaciona el clasicismo de esta parte de la suite.

El bloque dedicado al Minotauro y la minotauromaquia es menos numeroso que el del taller del escultor, pero tiene momentos muy interesantes. En primer lugar el mero hecho de la elección del ser, el Minotauro, un símbolo muy apreciado en el surrealismo. El Minotauro, producto de los amores culpables de Pasifae, es un ser compuesto de hombre y bestia, un monstruo, de los que abundan en la mitología pero, a diferencia de la mayoría de ellos en la griega, este monstruo la parte que tiene de humano, de racional, es el cuerpo que, a su vez es la parte no racional del hombre, la res extensa, mientras que la parte que tiene de racional, el cógito, es la que está ocupada por el animal. El Minotauro representa la fusión de la razón y la pasión y lo interesante aquí, como se ve en el grabado a buril a la izquierda es que la escena es una variante del taller del escultor en la que el artista ha dejado lugar al Minotauro y todo lo demás, paisaje, modelo, clasicismo es igual. Es legítimo pensar que se trata de un autorretrato: el escultor Picasso se representa a sí mismo como un Minotauro, un ser mítico, puro sentimiento y fuerza. Producto de incontinencia sexual, él mismo tampoco se controla y de ahí la subserie de La batalla del amor, que se llamaba originalmente L'etreinte y también Le viol consistente en reflejar artísticamente ese acto de suprema violencia que es la violación, algo que hoy resulta desagradable prima facie por su falta de corrección política y que apunta a ese oscuro mundo en que la sexualidad, la violencia y la creatividad aparecen misteriosamente entrelazadas. La posterior identificación del Minotauro con el Edipo ya caído en desgracia y peregrino (el grabado de la derecha es el Minotauro ciego conducido por una niña, o sea, Antígona) también implica un cúmulo de suposiciones. Edipo no es enteramente un ser racional ya que, aunque pueda elegir racionalmente, su destino está predeterminado, es decir, se mueve en el ámbito de la necesidad y por lo tanto de las cosas, no de las personas. El mundo clásico está fragmentándose y haciéndose más complejo. El artista es el Minotauro, que busca a ciegas su destino, impulsado por la pasión más extrema. Por último, la conversión del Minotauro-artista en el animal sacrificial de la minotauromaquia encaja como una especie de precedente de la teoría de Agamben.

¿Y qué más? Pues que, como puede verse en este grabado al aguafuerte y buril de 1934, la suite Vollard preanuncia ya el Gernika, tres años más tarde. Lo único que era necesario para que esa obra de arte saliera a la luz sería algún tipo de big bang, cosa que proporcionaron las bombas fascistas sobre la pequeña y pacífica población vasca.

dissabte, 14 de juny del 2008

¡Viva Irlanda!

Que no haya duda: Palinuro es un decidido partidario de la Unión Europea (EU), de la unificación de Europa, incluso de su conversión en un Estado federal. Pero no a cualquier precio. En un post anterior, titulado Europa: así, no decía que si la unificación europea ha de hacerse a costa de desmantelar el Estado del bienestar en los países que la componen, retrotraer los derechos de los trabajadores a los tiempos de jornadas de 16 horas diarias y convertir a Europa en una ignominiosa Festung de pudientes cerrada a cal y canto a la inmigración, él prefería quedarse fuera, opt out, como hacen los británicos cada vez que que se les dice que apliquen una norma que favorece los derechos de los trabajadores. Las dos últimas directivas de la UE, una sobre los inmigrantes "ilegales" y la otra sobre la jornada de sesenta y cinco horas semanales son dos ataques directos al Estado del bienestar europeo con su carácter de justicia social y protección del trabajo.

Por estos motivos hay que felicitarse de que los irlandeses hayan dicho que no al proyecto de Tratado de Lisboa. Ciertamente son los únicos a los que se ha preguntado. Los otros 26 países han ratificado o van a ratificar el documento en sede parlamentaria. Aunque ahora la cosa está chunga porque la oposición, incluso la que tiene dentro de su propio Partido Laborista, está pidiendo al señor Gordon Brown que convoque a los británicos a referéndum, visto lo que ha sucedido en Irlanda. Mr. Brown ha jurado a Frau Merkel y a Mr. Sarkozy que la ratificación seguirá adelante en el Parlamento británico. Indeed, si hay reférendum en Gran Bretaña se sospecha que saldría otro "no" rotundo, lo que ya clavaría una estaca de madera en el imaginario corazón del proyecto de Tratado, heredero del orgulloso proyecto de Constitución Europea que los franceses y los holandeses se cargaron en sendos referéndums en 2005 y que quiso resucitar en forma de vampiro.

Así que nadie del Gobierno en Gran Bretaña quiere que la cuestión se archive porque todos esperan que en el Consejo de la semana que viene se llegue a un acuerdo con el Primer Ministro irlandés (tan desolado y decepcionado como sus colegas de otros países europeos) para hacer algunas reformas al proyecto que permita que los electores irlandeses lo acepten. Ya que, de no ser así, como no hay "plan B" y el Tratado ha de aceptarse por unanimidad, sólo quedaría tirarlo por el sumidero, cosa que pondría a la UE en una situación tan difícil que dudo de que funcionara mi teoría de la Eurochapuza, aplicada al proyecto de Tratado Lisboa que amadrinó muy ufana Frau Merkel en junio de 2007 y que ahora se encuentra aterrorizado ante el crucifijo de la muy católica Irlanda y una cabeza de ajo en los morros; una teoría que formulé en otro post anterior, titulado Europa: elogio de la chapuza.

Aunque los partidarios del "no" en el referéndum irlandés se han hartado a decir que el Tratado de Lisboa merma sensiblemente la soberanía de la isla y supone injerencia en su Gobierno, la verdad es que los "noes" que se producen en seguimiento de esta idea no pasan de ser un tercio del total, el tercio de los euroescépticos. Otro tercio ha votado que "no" porque la campaña del "sí" ha sido un desastre ya que, en su altanería habitual, los eurócratas creen que todo el mundo tiene tan claro como ellos mismos el llamado "proyecto europeo", por lo cual no se molestan en explicar nada, con lo que la gente no está informada y como reza un conocido dicho: "Tú no votas a favor de algo que no comprendes". Por último, permítaseme valorar en otro 30% a los que votaron "no" por los mismos motivos que lo hubiera hecho yo: la directiva de inmigración y la de la jornada de sesenta y cinco horas.

¿Qué digo "altanería"? El rasgo definitorio de los eurócratas es su soberbia. ¿O no es soberbia aprobar la directiva canalla de las sesenta y cinco horas en vísperas de referéndum irlandés? Es una prueba de que les importa un comino la opinión pública europea y que presumen de gobernar sin consultar a las bases. ¿Qué pensaban? Que todo el mundo se resignaría.

Dice el señor Barroso, presidente de la Comisión europea, que el Tratado de Lisboa no está muerto y que debe seguir adelante. No estará muerto como no están muertos los vampiros. Por lo demás, ¿quién es este señor Barroso y por qué preside la Comisión europea? ¿Cuáles son sus méritos? Pues el de ser el anfitrión en las Azores de los tres criminales que asestaron un golpe mortal a la ONU y, por supuesto, a la Unión Europea dando paso a una guerra de piratería y rapiña en el Irak, uno de ellos, el británico Mr. Blair de valet del amo yankie y el otro europeo, el español señor Aznar, correveidile entre ambos. No hace falta decir que esos no son méritos para presidir la Comisión europea sino para rendir cuentas ante un tribunal de justicia por colaboración con el crimen y el pillaje.

Aunque muchos, sobre todo británicos, piensen que los irlandeses etán todos locos, como lo estaban los romanos al decir de Obélix, eso no es así. Cuando Irlanda ingresó en la UE (entonces Comunidad Económica) era el país más pobre de la Unión. Hoy, gracias a esa misma Unión, es el quinto país del mundo en renta por habitante y eso lo saben los irlandeses; saben que no son noruegos, que su repentina riqueza no se la ha traído el fondo del mar sino la UE y, de hecho, Irlanda es un país muy proeuropeo pero si los eurócratas persisten en su despreciar a la gente y en su intentar meter de extranjis legislación que atenta contra los derechos de los ciudadanos seguirán cosechando noes entre la gente. Yo mismo, que voté "sí" a la Constitución europea, votaría ahora "no" en un referéndum sobre el Tratado de Lisboa, a la vista de la legislación reaccionaria que se produce en Europa.

Me dirán que precisamente es el Tratado de Lisboa el que pondrá fin a esta demasía de las autoridades. Aparte de que eso está por ver (aunque en el Tratado haya mucha palabrería sobre aumentar los poderes del Parlamento) ya no anulará por decreto la directiva de este año que eleva la jornada laboral a sesenta y cinco horas. Vuelvan las autoridades comunitarias al concepto originario de la Europa social y dejen de aplicar el programa neoliberal aprovechando la falta de representatividad de los órganos comunitarios (falta de representatividad en el sentido de "rendición de cuentas").

N.B.Que deje al margen la teoría de la eurochapuza no quiere decir que prescinda de ella. Al contrario, es una buena teoría para entender el proceso de constitución de la Unión Europea, a base de parches, sin diseño ni blueprints .

(La primera imagen es una foto de Rooee C., y la segunda de Matt McGee, ambas bajo licencia de Creative Commons).

El error de matar.

Acaba de estrenarse la última de Sydney Lumet, el hoy octogenario director de Doce hombres sin piedad, peli que los cursis llaman "mítica". Desde aquel lejano 1957 al día de hoy Lumet se ha convertido en uno de los directores más prestigiosos de Hollywood: sus pelis se han nominado innumerables veces para diferentes Óscars pero nunca le ha caído ninguno, lo que puede que sea un mérito.

Este film que en español se llama Antes (de) que el diablo sepa que has muerto es una historia obsesiva, un melodrama en el que hay de todo: asesinatos, adulterios, adicción a las drogas, desfalcos, malas relaciones familiares etc y todo ello en una acción trepidante con un ritmo rápido, hecho de alternar flash backs con flash forwards con el fin de narrar lo que sucede en unas vidas el día que un hijo decide dar un golpe en la tienda de su padre para remediar su falta de dinero. Y lo que sucede a continuación.

La película se ambienta en un Nueva York contemporáneo en el que hay lugares muy extraños a los que acuden dos hermanos para satisfacer necesidades muy distintas y son reflejo de dos espíritus también muy distintos. La peli es buena en la medida en que profundiza en el carácter de los dos coprotagonistas y va estudiando sus caracteres, su evolución, su veloz descomposición, obligados a tomar decisiones sin meditarlo mucho, literalmente on the run; unas biografías hechas de fracaso, desesperación, aburrimiento, tensión y falsedad. Los demás personajes son más convencionales y estereotipados.

Es curioso cómo la historia incorpora los medios tecnológicos; en este caso, los contestadores automáticos, que están muy presentes y hasta forman parte de la trama, y los móviles, mucho más recientes. La informática apenas si tiene presencia y, lo que es más llamativo, algunos personajes fuman en escena. Aparentemente no hay un Código Hayes en materia de fumeque. Incluso se ve a alguien metiéndose una raya de coca por la nariz o inyectándosela en vena. Las drogas parecen ser cosa habitual en estos ambientes.

Más que nada es una historia de familias rotas puesto que en los dos casos son los avatares familiares los que determinan las acción de los protagonistas.

divendres, 13 de juny del 2008

Guantánamo: terrorismo y tortura.

En los tiempos de mi ya lejana juventud durante la guerra del Vietnam corría un dicho según el cual "la prueba de que en los Estados Unidos cualquiera puede llegar a Presidente la tenemos en su Presidente". Se quedó corto. Sería más apropiado decir, al menos hoy por hoy: "la prueba de que en los Estados Unidos cualquier imbécil puede llegar a Presidente la tenemos en su Presidente". Un imbécil malintencionado, si es que la expresión no es una redundancia. Porque hace falta ser un rato imbécil y muy malintencionado para obstinarse en ignorar las decisiones del Tribunal Supremo (TS) de los Estados Unidos (que actúa asimismo como Tribunal Constitucional) valiéndose para ello del Congreso y provocando así una confrontación entre el poder legislativo y el judicial, con una irresponsabilidad y un desprecio por la arquitectura democrática del Estado de derecho que sólo puede caracterizar a un neoconservador, la figura humana más próxima a un nazi que yo conozca.

Porque efectivamente, la sentencia del TS del martes en el caso Boumedienne vs. Bush, reconociendo a las personas secuestradas por Bush y sus sicarios en la base de Guantánamo bajo la denominación de "enemigos combatientes" el derecho a las garantías judiciales que la Constitución estadounidense otorga a toda persona bajo la autoridad de los EEUU, empezando por el habeas corpus, es el tercer fallo en este sentido. Los otros dos, de 2004 y 2006, fueron burlados por el Presidente mediante sendas leyes aprobadas en el Congreso (entonces con mayoría republicana) que despojaban de tales derechos a los secuestrados en la base cubana, en donde están sometidos a un régimen de tortura, vigilados por soldados que son verdaderos terroristas. La decisión de 2006 reafirmaba estos derechos frente a la Detainee Treatment Act de 2005, que reconocía a los detenidos sólo el derecho de apelación ante el tribunal del distrito de Columbia en condiciones muy restringidas y esta tercera sentencia anula la Military Commisions Act de 2006 que no solamente legalizaba la tortura sino que despojaba a los "enemigos combatientes" de la garantía de habeas corpus y de todo derecho a proceso judicial legal, asignándolos a unos tribunales militares especiales que se parecían mucho a los consejos de guerra de Franco en los primeros años de la dictadura: los inculpados no tienen derecho a abogado, no reciben información sobre las pruebas contra ellos y se les puede juzgar según sus declaraciones obtenidas bajo tortura.

Esa canallada legal que el señor Bush, el que dice que habla con Dios, firmó muy contento el 16 de octubre de 2006 es la que el TS ha anulado con su veredicto del martes. Un veredicto, por cierto, obtenido por cinco votos contra cuatro, los cuatro conservadores, tres nombrados por Mr. Bush y el cuarto, Scalia, por el señor Reagan, otra lumbrera. Estos disidentes, encabezados por el presidente del TS, John Roberts Jr., aducen que el fallo del alto tribunal debilita la seguridad de los EEUU, pone en peligro la vida de los estadounidenses, va contra una norma "generosa" (la ley que autoriza la tortura) y el TS vivirá lo suficiente para arrepentirse de ella; esto es, ha suscrito la base argumental de la presidencia sin invocar razonamiento jurídico alguno, excepto la muy problemática y manoseada sospecha de que, al anular aquella vergonzosa ley de la tortura y dar un buen bofetón al Presidente, el TS está practicando un peligroso "activismo judicial".

Frente a ellos, la mayoría razona de modo impecable por boca del juez Kennedy al sostener que la Constitución y la ley están en vigor especialmente en tiempos excepcionales, que en dichos tiempos nadie bajo custodia de las autoridades de los EEUU está desprotegido por la ley y nadie está por encima de ella, que los detenidos tienen derecho al habeas corpus ante cualquier tribunal de los Estados Unidos y, por último, que "sostener que los poderes políticos pueden activar o desactivar la Constitución según quieran, lleva a un régimen en el que serán ellos y no este Tribunal quienes decidan qué es legal y qué no"; o sea, a la dictadura. Está claro, ¿verdad?

Sin duda. Excepto para el señor Bush que vuelve a decir que acatará la sentencia pero que no la comparte y que tratará de conseguir legislación (¡por tercera vez!) para burlarla. Otra vez a intentar valerse de la Ley para justificar la arbitrariedad del poder político que, al secuestrar a la gente en limbos jurídicos, sustrayéndola al conocimiento de los tribunales, en circunstancias de secreto, está actuando como un delincuente, como un terrorista y un torturador. Por fortuna, el Congreso es hoy de mayoría del Partido Demócrata y aunque no convenga fiarse de este partido más que del Republicano, el hecho de encontrarnos en año electoral y ser la guerra del Irak impopular en los EEUU permite augurar que el señor Matorral, interlocutor de Dios, no se saldrá con la suya.

Le queda además un telediario y su índice de popularidad, el más bajo en la historia de los presidentes de los EEUU, es del 33% en lo referente a la guerra del Irak. A su vez ese 33% es muy alto. En cuanto a su capacidad de gestionar la economía la puntuación que logra es 22% y la valoración general de su mandato está en 28% a favor.

Sin duda, el peor presidente de la historia de los EEUU, un verdadero terrorista y un torturador; un amigo del señor Aznar y un enemigo del señor Rodríguez Zapatero, cosa que ha dado a éste más de un voto en las últimas elecciones.

(La primera imagen es una foto de Toots Fontaine, y la segunda de Smeerch, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Nacionalismo e izquierdismo.

Consuelo Laiz, buena amiga y competentísima politóloga, preocupada desde hace años por cuestiones relativas a la izquierda y el nacionalismo, ha tenido una idea orientada a una práctica que es más habitual entre psicólogos, sociólogos, historiadores o antropólogos, consistente en tratar de dilucidar un problema poniendo a las posibles partes implicadas a hablar de él. El problema aquí es el del título del libro (¿Se puede ser nacionalista y de izquierda?, Libros de la catarata, Madrid, 2008, 165 págs.) y las partes implicadas o, mejor dicho, los representantes de las partes implicadas, son el señor Patxi Zabaleta, dirigente de Aralar, partido independentista pacífico navarro y el señor Juan José Laborda, histórico militante del PSOE. Una elección acertada porque se trata de dos personas ecuánimes, civilizadas, con larga experiencia, actitud dialogante y que, aun defendiendo posiciones políticas enfrentadas (el uno la independencia de Navarra cuando menos y del conjunto de Euskal Herria cuando más y el otro el statu quo), se conocen entre sí y se respetan y aprecian.

La profesora Laiz escribe una densa introducción situando el tema en debate, tratando de puntualizar por separado qué sea la izquierda, cosa bastante ardua, y qué sea el nacionalismo, cosa punto menos que imposible. Se remite al antecedente del historiador británico Hobsbawn, estudioso del nacionalismo, para señalar que el de hoy parece ser de carácter secesionista, y recuerda el intento de los austromarxistas por cohesionar ambas actitudes, esto es el izquierdismo y el nacionalismo. Si no he entendido mal atribuye el fracaso austromarxista al predominio del leninismo-estalinismo. Algo de eso habrá, pero no es suficiente pues las cuestiones de hecho jamás podrán validar o invalidar las ideas. Más importancia tiene a mi modo ver que el marxismo no pueda explicar el nacionalismo se ponga como se ponga por caer fuera de su armazón conceptual. La prologuista plantea asimismo el espinoso asunto de los derechos colectivos y da luego la palabra a los dos interlocutores a los que apenas acota el terreno, salvo los grandes grupos de temas de los que los dialogantes tienden a salirse una y otra vez.

Aunque se lea el libro con predisposición favorable, cual es mi caso, resulta imposible evitar la impresión de que el diálogo es un ejercicio fútil y de que estamos muy lejos de haber escenificado un ejemplo del ideal habermasiano de la comunicación diálogica. No se trata tan sólo de que ninguno de los interlocutores consiga convencer de nada al otro sino del hecho de que, en realidad, es imposible que se entiendan porque emplean continuamente los mismos términos pero les dan significados distintos y, como no se paran a ponerse de acuerdo, la conversación no puede llevarlos a ninguna parte. Algo muy evidente cuando hablan de la ideología. Cierto que se trata de un concepto en el que tampoco hay acuerdo entre los especialistas pero, cuando menos, éstos pueden ponerse de acuerdo en cuántos desacuerdos hay, cosa que no sucede con los dos interlocutores. El señor Zabaleta afirma en varias ocasiones (pp. 46, 93) que la izquierda tiene ideología y la derecha, no. El señor Laborda, por el contrario, afirma que es la derecha la que tiene ideología y la izquierda, no (p. 95). Que se trata de conceptos distintos de ideología salta a la vista; que debieran indagar sobre las discrepancias, también. Pero no lo hacen.

Eso mismo pasa con el resto de las cuestiones, incluso aunque no se produzcan disfunciones tan llamativas. Por ejemplo, ambos sostienen ser de izquierdas y ninguno cuestiona el izquierdismo del otro abiertamente. Sin embargo, es imposible no percibir en ambos discursos un punto de duda sobre la dimensión de la izquierda del interlocutor. Se echa en falta un intento por tratar de captar el fenómeno de izquierda sobre todo porque lo que verdaderamente se debate es si el nacionalismo es o no compatible con ella y es imposible de averiguar si no se deja en claro qué sea la izquierda, cosa nada evidente a comienzos del siglo XXI.

Entrar finalmente en el jardín del nacionalismo es un verdadero galimatías. El terreno de juego que queda establecido desde el primer momento sin que ninguno lo cuestione es que el señor Zabaleta es nacionalista en tanto que el señor Laborda, no. Por supuesto el primero sostiene que se puede ser de izquierda o de derecha y nacionalista. En el razonamiento del segundo está implícito, aunque él no lo formule nunca porque el diálogo se da en términos muy educados, que eso no es posible. Él, una persona de izquierda, no es nacionalista y el señor Zabaleta no plantea objeción alguna a este pronunciamiento que sin embargo la tiene y muy poderosa: el señor Laborda es un nacionalista español que, como muchos nacionalistas españoles, al ser lo que el señor Anasagasti llama, quizá no con mucha elegancia pero con bastante claridad, "nacionalistas satisfechos" porque tienen un Estado que dan por supuesto, sostiene no ser nacionalista. Sólo son nacionalistas según esto los "insatisfechos", los que reclaman un Estado, la independencia. Pero a fuer de justos hemos de decir que los "nacionalistas satisfechos" también son nacionalistas pero no les hace falta decirlo porque ya tienen un Estado que lo hace por ellos con lo que, en el mejor de los casos, son nacionalistas sin saberlo por la misma razón por la que el único que no sabe que vive en el agua es el pez.

Este es un punto crucial que el diálogo no aclara: que el debate no es entre un nacionalista vasco y un español no nacionalista sino entre dos nacionalistas de izquierda de naciones distintas. Visto esto así el resto de los temas muy ricos y variados que ambos interlocutores tratan con elegancia y brillantez se ve con otros colores. El nacionalista español que dice no ser nacionalista insiste en varias ocasiones en la importancia del individualismo en la época contemporánea, los fenómenos de integración europea y globalización mundial (p. 63), fenómenos todos ellos que quieren mostrar la falta de importancia de los nacionalismos de cuño estatal, cosa poco convincente porque ninguno puede invocarse en menoscabo de la idea de que los nacionalismos no españoles, vasco, catalán o gallego, hagan lo mismo, esto es, abrirse a la importancia de los individuos, integrarse en Europa o sumirse en la globalización pero desde el escabel de su propia personalidad nacional.

A su vez el señor Zabaleta, empeñado en legitimar su nacionalismo y demostrar la necesidad de la nación emergente y su plenitud, en lugar de acudir al único argumento válido que es el de la voluntad política (el mismo sobre el que se basa la nación española pues no hay otro), acaba propugnando un iusnaturalismo de raíz lockeana que nos retrotrae al siglo XVII: "Los derechos naturales no son una falacia. El individuo y la persona están antes que el Estado." (p. 118). Y aquí vuelve a abrirse un jardín borgiano de los senderos que se bifurcan pues el señor Laborda que habla con otro lenguaje incompatible con el anterior postula una idea positivista de los derechos y ambos chocan en lo referente al de autodeterminación que si para el señor Zabaleta (es de suponer) es una de esos derechos naturales (lockeano y bueno, claro es), para el señor Laborda nos hace volver "al Estado de naturaleza hobbesiano" (esto es, malo) (p. 126), tambien en el siglo XVII. No estoy muy seguro de que dos personas que se ponen a hablar en el siglo XXI y llegan al siglo XVII estén haciendo grandes avances.

Y el asunto adquiere caracteres graves cuando se aborda una cuestión crucial en esta polémica que la moderadora plantea varias veces hasta que los interlocutores deciden entrar "al trapo", el de la existencia o no de los derechos colectivos. Para el señor Zabaleta que resulta ser un sólido comunitarista estos derechos son indubitables. La cuestión es: estos derechos colectivos ¿también son anteriores al Estado? ¿Existe una comunidad anterior al Estado o debemos hablar mejor de una horda? Y la aporía no mejora cuando se mira del lado del señor Laborda para quien los tales derechos colectivos son una quimera ya que únicamente el individuo puede ser sujeto de derechos lo que quiere decir que necesariamente tendrán que ser anteriores al Estado puesto que éste sólo puede entenderse como el instrumento del que se dotan los seres humanos para garantizarse unos derechos "preexistentes".

No hay duda de que el diálogo entre estos dos interlocutores es muy enriquecedor pero no alcanza un mayor grado de concreción porque ninguno de los dos está dispuesto a considerar la razón que pueda asistir al otro dado que ambos mantienen actitudes esencialistas que, al relativizarlas, se diluyen como un azucarillo en agua, siendo así que la realidad social, la de aquí y ahora, que es la única existente es una mezcla de ambas, del esencialismo de los principios con la contingencia de la historia. Las naciones surgen en la historia por un acto de voluntad y representación que diría Schopenhauer pero se mantienen por una llamada continua a los principios esenciales cuyo valor instrumental se agota en la función legitimatoria. Invocarlos para romper la contingencia es un buen ardid, pero no es más razonable que invocarlos para mantenerla. Y a quien Dios se la da, San Pedro se la bendiga.

dijous, 12 de juny del 2008

Contra la directiva canalla.

Hay movida en la blogosfera a propósito de la directiva canalla de las sesenta y cinco horas. Espero que el Parlamento Europeo no apruebe tamaño atropello no ya a los derechos laborales, sino a los derechos humanos de los europeos. Y, en el caso de que lo haga, sugiero una campaña de voto en blanco en las próximas elecciones europeas, previstas para 2009. Por otro lado, la campaña en contra de la directiva canalla no debe circunscribirse a la izquierda, sino que debe involucrar a todas las fuerzas políticas. Ya es una vergüenza que los representantes españoles del sedicente gobierno de izquierda se hayan abstenido en la votación del proyecto de directiva en lugar de votar NO a gritos. Ahora es el Gobierno en pleno y el partido que lo sostiene quienes deben encabezar un movimiento por el no a la reaparición de las jornadas laborales inhumanas. Y deben sumarse los demás partidos, incluido el PP. Éste trata de justificar la directiva canalla con la boca chica diciendo que es voluntaria. Los barandas del partido dirán lo que quieran, pero estoy seguro de que más del noventa por ciento de la militancia está compuesta por gente que trabaja. Su derechismo no puede cegarlos tanto que acepten ese abuso y esa nueva esclavitud.

En todo caso, de momento, me sumo a la campaña de la red y copipasteo el post de ayer de Neto Ratón.

La propuesta de la comisión europea de aumentar la jornada semanal a 65 horas representa una lamentable involución y un atentado contra los derechos de los trabajadores.

Han sido muchos años de lucha, muchas generaciones de movilizaciones las que han hecho de Europa un lugar donde el concepto “derechos sociales” significa algo concreto. Si algo debe ser Europa es un espacio social donde los derechos de los ciudadanos deben respetarse y la propuesta de la comisión nos devuelve al siglo XIX, a las jornadas de sol a sol y a los sueldos de miseria.

La infame propuesta de la comisión, para ser efectiva, debe ser ahora aprobada por el parlamento europeo, e Internet debe convertirse en la vanguardia de la oposición a la misma.

Demostremos a nuestros eurodiputados que si aprueban las 65 horas tendrán un problema, que los ciudadanos europeos estamos en contra de esta barbaridad.

¿Como hacerlo?


* 1.- Coloca el banner en tu web o blog
* 2.- Haz un post sobre el tema
* 3.- Envíalo por mail a todos tus amigos
* 4.-Hazle saber a los eurodiputados de tu país que NO LES VOTARÁS si aprueban la medida con su voto. Aquí tienes el listado de mails de los eurodiputados
* 5.- Traduce la campaña a tu idioma y extiéndela en tu país.

Actualización: También puedes participar a través de TUENTI y de FACEBOOK. Unete.

Europa: así, no.

Hoy se celebra en Irlanda el referéndum sobre el tratado de Lisboa. Después del batacazo que se pegó el proyecto de Constitución europea con el "no" de franceses y holandeses, cunde cierto nerviosismo sobre lo que haya de pasar en Irlanda. En principio dieciocho países de la Unión han ratificado ya el documento lisboeta en sus respectivas sedes parlamentarias, como está previsto que lo hagan otros nueve (entre ellos España) en los próximos días. El referéndum irlandés es el único pensado para esta materia y todo el mundo contiene el aliento hasta ver qué resultado dará. Sin embargo, es bastante probable que, en caso de ser negativo el resultado, el Parlamento británico también decida pedir un referéndum en el Reino Unido lo que, seguramente, sería la puntilla para el tratado de Lisboa.

En circunstancias normales, Palinuro hubiera pedido el "sí" en el referéndum irlandés, en aplicación de su teoría de la chapuza europea. Pero no estamos en circunstancias normales. Después de la aprobación de la llamada directiva de la vergüenza sobre la inmigración acerca de la que escribí un post llamado La vergüenza de ser europeo, ahora viene esa otra directiva canalla de las 65 horas sobre la que también subí un comentario titulado Sesenta y cinco horas, (además de sumarme a la campaña en contra en la blogosfera; por cierto que estamos esperando las reacciones de CC.OO. o de la Organización Internacional del Trabajo), dos muestras del rápido avance del fascismo en nuestro continente al amparo de la Unión Europea, que era algo que se inventó precisamente para cerrar el paso a más aventuras fascistas. Un avance del fascismo que viene de la mano de esa recua de ultrarreaccionarios que gobiernan aquí y allá en los antiguos países comunistas y que en muchos casos son los mismos perros con distintos collares.

Y no se me llame exagerado: que se trata de neofascismo se observa hasta en la vieja y noble Gran Bretaña. Ayer, el premier laborista Gordon Brown (en teoría uno de "izquierda") presentaba en el Parlamento británico su legislación terrorista que confina a los sospechosos de terrorismo hasta ¡cuarenta y seis días! sin proceso judicial alguno en "circunstancias graves y excepcionales". Como la gravedad y excepcionalidad de las circunstancias la deciden los mismos que han de tomar las medidas represivas, esa norma significa el fin de las garantías de los ciudadanos británicos y la defunción del derecho de habeas corpus, de venerable tradición. Un sector importante del Partido Laborista se le rebeló, y Mr. Brown consiguió sacar adelante su norma inmoral y represiva con el voto favorable de los nueve diputados del Partido Democrático Unionista, el más derechuzo y reaccionario del Ulster.

En estas circunstancias, lo mejor que puede pasar es que tampoco salga el Tratado de Lisboa y, en definitiva, que la misma idea europea, de Unión Europea, se vaya de una vez al garete y bien es cierto que lo siento por mi teoría de la chapuza democrática. Pero la verdad es que, si pertenecer a la Unión Europea va a significar abolir las garantías del Estado del derecho para todo el mundo, criminalizar a los inmigrantes y explotar a los trabajadores privándolos de sus derechos y sometiéndolos a jornadas laborales de esclavitud, no tengo el menor interés en pertenecer a Europa y mi próximo voto en las elecciones europeas será para el partido que pida la disolución de la Unión. No apoyamos a la Unión Europea para que ésta nos retrotraiga al fascismo y a la explotación de la acumulación primitiva del capital.

(La imagen, que representa el espantoso edificio de la Unión Europea en Bruselas, es una foto de Sailing "Footprints: Real to Reel" (Ronn ashore), bajo licencia de Creative Commons).

Fotoespaña.

Fotoespaña tiene distribuidas bastantes exposiciones fotográficas en diversos centros e instituciones madrileñas y de vez en cuando me dejo caer por alguna, a ver qué se hace ahora en esa rama de las artes. En el museo del Instituto de Crédito Oficial (ICO) han acogido obra de una decena de fotógrafos actuales, de los que mezclan técnicas nuevas con enfoques conceptualistas de contenido y permiten una visión interpretativa de la fotografía, en la linea de los documentales experimentales. Alguno de los cuales son muy interesantes. Por ejemplo, se exhibe una exposición itinerante de Taryn Simon titulada An American Index of the Hidden and Unfamiliar (Índice americano de lo oculto y lo infrecuente) que tiene piezas muy curiosas, como esta foto en color de más arriba que representa todos los objetos, alimentos, frutos, verduras, carnes (incluida una cabeza de cerdo), pescados, etc, los productos de introducción prohibida en los Estados Unidos y requisados por las autoridades aduaneras en cuarenta y ocho horas en el aeropuerto neoyorquino de J.F.K. La foto es bien curiosa y se queda uno pensando en qué tipo de persona pretende entrar en los States con una cabeza de cerdo en la maleta.

Otra interesante foto de Taryn Simon que puede verse a la derecha está tomada en el edificio de arte de la sede central de la CIA en Langley, Virginia y documenta el hecho de que durante la guerra fría, el arte fue también un territorio de confrontación con la Unión Soviética de modo que la Agencia estadounidense trataba de contrarrestar la influencia del comunismo entre otras maneras popularizando lo que se consideraba pensamiento y estética estadounidenses. Estas actividades, afirma la señora Simon, plantean cuestiones históricas acerca de las formas y estilos que pueden haber despertado el interés de la agencia de espionaje, incluido el expresionismo abstracto. Ya tendría gracia que Jackson Pollock resultara haber sido un agente de la CIA.

El museo ICO exhibe también fotografías de otros diez artistas, algunos de cierto interés, por ejemplo las de An-My Lê, una fotógrafa vietnamita residente hoy en los EEUU y que expone una muestra de unas maniobras del ejército de los EEUU en un desierto de Mojave, en California, en un proyecto llamado veintinueve palmeras que reconstruye las condiciones en que las tropas yankies tendrán que combatir en los páramos del Irak o del Afganistán con un estilo de gran panorámica en blanco y negro, muy de fotografía clásica.

Incluyo por último una muestra del trabajo sorprendente del portugués Pedro Barateiro que, con sus "psicografías de ciudades", procede a distorsionar los paisajes urbanos y naturales para darles una dimensión y consistencia distintas en un estilo que recuerda a los experimentos de algunos surrealistas, como Man Ray, por ejemplo, en sus solarizaciones o algún montaje de Lars von Trier.

dimecres, 11 de juny del 2008

Rajoy salvó los muebles.

A pesar de su carácter dubitativo e indeciso, el señor Rajoy ha conseguido imponerse a los vientos de fronda que se desataron en su partido y entre sus seguidores a raíz de la pérdida en las elecciones del nueve de marzo pasado. Y no eran menudos los adversarios que se le alzaron, pensando poder imponer así a su propio candidato: de un lado, los señores Losantos y Ramírez, uno provisto de su emisora y el otro de sus periódico y ninguno acostumbrado a que los políticos tengan autonomía e ignoren su parecer que, aunque dictado poer consideraciones de caja, tiene siempre una definida impronta política. Por detrás de ellos, generalmente a sus órdenes y presto siempre a iniciar algún tipo de campaña que hundiera al presidente del partido y según se le dijera, el señor Alcaraz, que tan útil había sido en la legislatura anterior para movilizar al gentío pancartero. De otro lado, las señoras Aguirre y San Gil y los señores Álvarez Cascos, Mayor Oreja, De Arístegui y Elorriaga, todo ellos coronados en el último momento por el señor Juan Costa que, aunque parecía imposible, consiguió hacer más el ridículo que sus compañeros.

La señora Aguirre amagó, amagó y amagó, pero no dio con lo que, a mi modesto entender, enterró sus precarias posibilidades de ser presidenta del PP y del Gobierno. La señora San Gil, probablemente inducida por el señor Mayor Oreja, escenificó un absurdo plante que, al final, sólo la dejó a ella fuera de juego. El señor Álvarez Cascos tronaba desde Covadonga como un cañón giratorio averiado sin que nadie le hiciera caso. El señor Mayor Oreja urdía las insidias en que pretendía hundir al señor Rajoy, muy en el estilo esquinado y sinuoso de la Democracia Cristiana. El señor De Arístegui dejaba caer comentarios por los pasillos diciendo cada día lo contrario que el anterior. El señor Elorriaga se descolgó con una carta en El Mundo, probablemente dictada por la vanidad que en el caso de estos vacuos tan bien sabe atizar el director del medio, señor Ramírez, dejando en la estacada y apuñalando por la espalda al jefe bienquisto a quien se venera pero se quiere substituir.

Por último, el episodio del señor Cuesta, un lechuguino de la época Aznar de intención y lengua viperinas (basta recordar la acusación falsa al Gobierno socialista de haber perdonado una deuda tributaria multimillonaria a sus amiguetes), que tras la preceptiva traición al líder maximo, pasó a decir luego que el Partido necesitaba recuperar la "ilusión" en el entendimiento de que sería él quien se la aportara. Pero, una vez echadas las cuentas, al decir del señor Fraga, y ver que no ganaba, el atildadito petimetre se retiró con el rabo entre piernas, protestando de su inquebrantable lealtad.

La característica más interesantes de este ataque a la fortaleza desde dentro de la fortaleza misma y la que debieran extraer quienes han intentado echar al señor Rajoy, aparte del hecho de que lo peor que cabe hacer en política es el ridículo, es que nada se consigue sin unidad. La idea de que la radio de los obispos y el panfleto diario del señor Ramírez podían servir para vertebrar un movimiento alternativo en un lugar donde, en cuanto se abre la posibilidad, las gentes van descarnadamente a lo suyo, se reveló ilusa. La polifonía crítica a Rajoy sólo producía desconcierto entre los ciudadanos que, al ser conservadores, preferían cerrar filas con lo conocido, aunque fuera malo, que esperar el santo advenimiento de lo hipotético bueno que nunca acababa de producirse.

El mayor agravio de los críticos de Rajoy ha acabado siendo que éste pretende redefinir al PP en un sentido que sea más grato a los ojos de sus adversarios, traicionar sus principios, romper sus valores. Hace poco el indescriptible señor Pío Moa aseguraba que los señores Rajoy y Rodríguez Zapatero tienen una actitud proetarra. Es obvio que cuando se formula tal tipo de dislates es que las razones que se aducen (principio, valores) son pura filfa. Todos los llamados principios no son más que una lucha por los puestos de mando entre los inevitables cesantes por un lado y quienes están apalancados en algún medio de comunicación desde donde pretenden dictar a la población lo que tiene que pensar con el divertido resultado de que en muchos casos lo consiguen, aunque no lo suficiente para ganar elecciones.

De momento va ganando el señor Rajoy. Veremos qué sucede en el congreso.

(La imagen es una foto de Movimente, bajo licencia de Creative Commons).