Hoy se celebra en Irlanda el referéndum sobre el tratado de Lisboa. Después del batacazo que se pegó el proyecto de Constitución europea con el "no" de franceses y holandeses, cunde cierto nerviosismo sobre lo que haya de pasar en Irlanda. En principio dieciocho países de la Unión han ratificado ya el documento lisboeta en sus respectivas sedes parlamentarias, como está previsto que lo hagan otros nueve (entre ellos España) en los próximos días. El referéndum irlandés es el único pensado para esta materia y todo el mundo contiene el aliento hasta ver qué resultado dará. Sin embargo, es bastante probable que, en caso de ser negativo el resultado, el Parlamento británico también decida pedir un referéndum en el Reino Unido lo que, seguramente, sería la puntilla para el tratado de Lisboa.
En circunstancias normales, Palinuro hubiera pedido el "sí" en el referéndum irlandés, en aplicación de su teoría de la chapuza europea. Pero no estamos en circunstancias normales. Después de la aprobación de la llamada directiva de la vergüenza sobre la inmigración acerca de la que escribí un post llamado La vergüenza de ser europeo, ahora viene esa otra directiva canalla de las 65 horas sobre la que también subí un comentario titulado Sesenta y cinco horas, (además de sumarme a la campaña en contra en la blogosfera; por cierto que estamos esperando las reacciones de CC.OO. o de la Organización Internacional del Trabajo), dos muestras del rápido avance del fascismo en nuestro continente al amparo de la Unión Europea, que era algo que se inventó precisamente para cerrar el paso a más aventuras fascistas. Un avance del fascismo que viene de la mano de esa recua de ultrarreaccionarios que gobiernan aquí y allá en los antiguos países comunistas y que en muchos casos son los mismos perros con distintos collares.
Y no se me llame exagerado: que se trata de neofascismo se observa hasta en la vieja y noble Gran Bretaña. Ayer, el premier laborista Gordon Brown (en teoría uno de "izquierda") presentaba en el Parlamento británico su legislación terrorista que confina a los sospechosos de terrorismo hasta ¡cuarenta y seis días! sin proceso judicial alguno en "circunstancias graves y excepcionales". Como la gravedad y excepcionalidad de las circunstancias la deciden los mismos que han de tomar las medidas represivas, esa norma significa el fin de las garantías de los ciudadanos británicos y la defunción del derecho de habeas corpus, de venerable tradición. Un sector importante del Partido Laborista se le rebeló, y Mr. Brown consiguió sacar adelante su norma inmoral y represiva con el voto favorable de los nueve diputados del Partido Democrático Unionista, el más derechuzo y reaccionario del Ulster.
En estas circunstancias, lo mejor que puede pasar es que tampoco salga el Tratado de Lisboa y, en definitiva, que la misma idea europea, de Unión Europea, se vaya de una vez al garete y bien es cierto que lo siento por mi teoría de la chapuza democrática. Pero la verdad es que, si pertenecer a la Unión Europea va a significar abolir las garantías del Estado del derecho para todo el mundo, criminalizar a los inmigrantes y explotar a los trabajadores privándolos de sus derechos y sometiéndolos a jornadas laborales de esclavitud, no tengo el menor interés en pertenecer a Europa y mi próximo voto en las elecciones europeas será para el partido que pida la disolución de la Unión. No apoyamos a la Unión Europea para que ésta nos retrotraiga al fascismo y a la explotación de la acumulación primitiva del capital.
(La imagen, que representa el espantoso edificio de la Unión Europea en Bruselas, es una foto de Sailing "Footprints: Real to Reel" (Ronn ashore), bajo licencia de Creative Commons).