Un grupo de antiguos presos políticos del franquismo acudió ayer a la capital del Reino a un homenaje que se les ha tributado. Recibidos en el Congreso de los Diputados por su presidente, señor Bono, la visita se hizo agria y acabó prematuramente cuando uno de los asistentes desplegó una bandera republicana. El dicho presidente había preparado una linda y sentida alocución diciendo cuánto deben España y los españoles al sacrificio de los luchadores antifranquistas muchos de los cuales no vivieron para contarlo y los que sí lo hicieron fue después de múltiples persecuciones y años de cárcel. Ante la llamativa provocación iconográfica, sin embargo, el señor Bono despachó a toda prisa y recriminó al abanderado que no permitía manifestaciones "no legales" en el hemiciclo.
¡Qué manera de perder los nervios y, con ellos, la posibilidad de ofrecer una imagen ecuánime, moderada y libre! La zozobra e incomodidad del señor Bono se echa de ver en la expresión "no legales", que revela su trasfondo autoritario, conservador, de derechas de toda la vida, como Dios manda. ¿Cómo que no legales? ¿Qué quiere decir eso? No existe el concepto de "no legal"; es un conjunto vacío. Las cosas son ilegales o legales y no hay más. Todo lo que no está expresamente prohibido (lo que es ilegal) está permitido (es legal) salvo que tenga uno el ánimo tan angosto como el señor Bono.
La bandera republicana es legal en nuestro país. Algunos creemos que no sólo es legal sino legítima y la tenemos como la bandera de la España real; la rojigualda es la de la España oficial y las dos son legales.
El Congreso ha visto otros tipos de banderas, la de la Falange sin ir más lejos. La Falange que con un aditamento tradicionalista, producto del genio sincrético del Caudillo a quien esto de los partidos le mareaba y sólo admitía uno, el verdadero, el suyo. No veo por qué no puede engalanarse de vez en cuando con la bandera tricolor, emblema del único régimen "nacional-popular" (como diría Gramsci) que ha tenido España en toda su historia. Por eso le fastidia al señor Bono que ya empieza a parecerse al Marqués de Bradomín, "feo, católico y sentimental".