dissabte, 23 de febrer del 2013

El gran murciano.

Pues sí, di mi conferencia en un master en comunicación en la Universidad de Murcia en un clima muy agradable, con gente francamente interesada y, a lo que se ve, muy trabajadora. No están perdiendo el tiempo. Los colegas, un grupo juvenil, dirigido con experta mano en su investigaciones por Ismael Crespo, me hicieron el honor de acompañarme y finalmente compartimos todos la presentación del libro sobre Comunicación política y nuevas tecnologías. En la mesa se nos unieron dos dirigentes políticos, una del PSOE y otro del PP, por aquello de la neutralidad académica. Estuvieron ambos muy atinados. Es claro que la mejora de la comunicación entre el PP y el PSOE es un objetivo deseable. En general la comunicación entre todos los partidos. Y me atrevería a decir, entre distintas zonas, regiones, reinos y/o naciones de las Españas. Pero eso ya nos llevaría muy lejos y habíamos decidido quedarnos en Murcia.

Más que nada para visitar los museos de Salzillo y de Ramón Gaya, a los que tenía ganas hacía mucho tiempo. El de Salzillo está adosado a la iglesia de Jesús Nazareno, sede de la cofradía que en el siglo XVIII encargó los famosos pasos al escultor imaginero. Entre los numerosos hijos ilustres de este reino, a mi parecer, el más grande de todos. Y eso porque su "murcianismo" fue una libre elección. Nació y murió en la capital de la Huerta y jamás salió de ella. Otros murcianos célebres, Floridablanca, Paco Rabal, fueron viajados, cosmopolitas. Salzillo, no. La influencia exterior, básicamente italiana, le vino de su padre, napolitano. Eso se ve muy bien en el museo, cuya pieza fundamental es el famoso nacimiento, en la tradición del pesepre de la tierra paterna (aunque ya la había propia en el siglo anterior en algunos conventos de monjas), con más de quinientas figuras de barro, madera y estofa de unos treinta centímetros. Es un ejemplo acabado de preciosismo, barroco derivando hacia el rococó, en el que se mezclan influencias francesas, de la Commedia dell'arte y una auténtica delicia. La obra, de encargo de noble, es en realidad del taller y la terminaron los discípulos, pues él murió antes. Pero refleja por entero su espíritu. El relato del nacimiento sigue minuciosamente los evangelios de Mateo y Lucas, con algún curioso anacronismo, como la escena de caza con armas de fuego que se exhibe antes del nacimiento propiamente dicho. Todas reflejan tipos del lugar que dan a la leyenda un curioso aire de realismo: hasta la anunciación y, desde luego, los episodios posteriores, la búsqueda de un lugar para dar a luz, las pensiones llenas, el pesebre (en realidad, un pórtico), los pastores, los magos de Oriente (con unos pajes que parecen arlequines sacados de los cuadros de Watteau), el castillo de Herodes, la guardia herodiana, la matanza de los inocentes y la huida a Egipto.

El museo, muy agradable, contiene mucha información sobre Salzillo y es mucha porque es alguna, pues el hombre no dejó tras de sí casi nada excepto sus obras, por cierto abundantes, como un millar,  pero muy desperdigadas por las iglesias de los pueblos de la provincia. Salzillo era en realidad un cura secularizado por los afanes del mundo. Comenzó el noviciado en los dominicos y hubiera profesado de no ser porque, al morir su padre, le fue forzoso abandonar el cenobio para hacerse cargo de la familia. Ni siquiera sabemos cómo era físicamente porque no hay una efigie suya cierta. Los retratos existentes son idealizados. El más famoso se pintó en el siglo XIX, muchos después de su muerte. Él vivió oscuramente (aunque llegó a tener reconocimiento oficial) de 1707 a 1783, practicamente coetáneo con el siglo de las luces que para él fueron toda su vida místicas. Tenía que ser tratándose de España, hija tridentina de Roma.

El otro punto de Salzillo son los pasos procesionales. Los más famosos de ellos, los que salen en andas todos los viernes santos por las calles, se encuentran en la iglesia de Jesus Nazareno, a la que se accede por un pasillo discreto desde el museo. Al respecto, el gran murciano es el último representante de la tradición de la imaginería española, de Gregorio Hernández o Juan Martínez Montañés. Los motivos son análogos: crucifixiones, pasiones, calvarios, flagelaciones. Pero en el murciano, ya libre del manierismo, se desliza una influencia clasicista, con ecos de Bernini que llama la atención poderosamente en sus dos figuras más características, el San Juan que precede el paso de la Dolorosa y el ángel del huerto de los olivos.

Hay otros rasgos de las tallas procesionales muy dignos de consideración. Entre ellos, el fuerte elemento narrativo. El grupo de la última cena reúne las trece figuras en torno a una mesa y cada figura está cargada de expresión y significado. ¡Qué idea representar a Judas rubio con una túnica amarilla! El amarillo era ya entonces el color de la traición y el escándalo. Pregunté por el peso del paso: 1.200 kilos. Tiene su mérito sacar en andas el Viernes Santo 1.200 kilos por las calles durante tres horas. Veinte costaleros tocan a sesenta kilos por hombro. Ciertamente, si la fe mueve montañas, también mueve 1.200 kilos. Pero hay que verlos. En un vídeo en una sala del museo puede obervarse cómo los costaleros derrapan en las curvas como las yuntas de bueyes con carros muy cargados. Por eso, supongo, las cofradías estaban asociadas a los gremios que patrocinaban los distintos pasos y tenían interés en sacarlos aunque fuera en andas: los tejedores, el paso de la Verónica. Imagino que los hosteleros y venteros la última cena. Suele suceder: en casi todas las ceremonias cívico-religiosas de nuestras ciudades, los más interesados son los comerciantes.

Unas más otras menos, las figuras son todas expresivas, pero de una emotividad contenida a pesar de su intensa policromía, lo que es de agradecer porque es tenue el límite de lo grotesco. Con todo, las dos tallas mencionadas, el San Juan y el ángel son las que más sobresalen. En eso coincide casi todo el mundo. Son dos figuras muy bellas. Pero hay muchas alabanzas mezcladas de cierta reticencia generalmente no confesa. Como si se reprochara al artista el haberse dejado llevar a un misticismo, por así decirlo, pagano, algo que desentonara con la recia, austera, amargada tradición católica. Algunos, incluso trasmiten, con cierto escándalo íntimo, la vieja comparación del San Juan con el Apolo de Belvedere. Ahí está el asunto. Las dos figuras son bellas porque son andróginas. El porte de San Juan es femenino y solo el pie que asoma por debajo de la lujosa vestimenta de seda delata lo masculino. Lo cual tampoco es mucho.

En cuanto al ángel, no hay más que verlo. Jesucristo, que se ha llevado al huerto a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo, se aparta de ellos como tiro de piedra y empieza sufrir agonías. Su Padre le envía entonces un ángel que lo consuele. Y ahí está, delante de un frondoso olivo, un semidesnudo casi femenino de un joven barbilampiño en contraste con el barbado rostro del Salvador. Él acababa de pedir que le apartara el amargo cáliz. En fin, la belleza tiene siempre algo de transgresión, si bien en este caso admitida por el dogma, pues el sexo de los ángeles es considerada cuestión bizantina.

Después de ese baño de misticismo de vía crucis salimos a toda pastilla a visitar el museo de Ramón Gaya. Inútil. La autoridad (in)competente (al parecer el Ayuntamiento) ha decidido cerrar el museo  de 14:30 a 17:00, seguramente por el yantar de los encargados. Costumbre muy española y muy estúpida. Hay gente que en vez de comer al toque de fagina prefiere ver la obra del pintor de la generación del 27, otro gran murciano, Ramón Gaya. Este, al contrario de Salzillo, muy viajado por peripecias de la raza, también fue casi coetáneo del siglo XX (1910-2005). Pero es cosa de ir en horas de oficina.

(La primera imagen es una reproducción de la página de ArteHistoria de la Junta de Castilla y León. La segunda, una foto de Sebasbag, bajo licencia Creative Commons).

divendres, 22 de febrer del 2013

La necesaria moción de censura y la retirada al Aventino.

Visto que el presidente Rajoy gobierna por decreto ley;

visto que desprecia al Parlamento, en el que solo comparece cuando literalmente no le queda otro remedio y en donde se aplica implacable el rodillo de la mayoría absoluta de sus diputados. ocasionalmente convertidos en energúmenos y genízaros cuando alguna intervención les disgusta;

visto que el andoba engaña y miente descaradamente cada vez que habla, que en su última comparecencia mintió en los datos sobre el déficit, que no será del 7% sino de más del 10%, según la Comisión europea, que es la que manda aquí;

visto que siguió mintiendo sobre los datos de crecimiento y paro, siempre según la Comisión, y que no dijo una sola verdad en su comparecencia;

visto que se niega a aclarar fehacientemente qué relación tuvo y tiene con el presunto chorizo Bárcenas y que se niega a explicitar cuánto cobra y ha cobrado en el pasado, de qué procedencias y con qué finalidades;

visto que también se niega a explicar qué grado de responsabilidad personal tiene en la trama Gürtel;

visto todo lo anterior es obvio que la oposición está políticamente obligada a presentar una moción de censura y obligar al menda a responder a las preguntas que se le hagan en su curso y que debieran ser menos ambiguas y escurridizas que las del debate sobre el estado de la nación. Se trata de aclarar de una vez por todas si el presidente del gobierno es una persona honrada, como él afirma, o un sinvergüenza que ha estado cobrando dineros ilegales, como sospecha mucha gente.

Es verdad que esa moción de censura se perderá. Pero traerá una victoria política al evidenciar ante la opinión pública qué puede esperar de un gobierno carcomido por la corrupción. A la vista de este inevitible resultado, si al gobierno y a su presidente les quedara un ápice de dignidad, dimitirían de inmediato. Pero eso es mucho esperar. Rajoy ya ha dejado claro de palabra y obra que no sabe qué sea la dignidad, como no sabe qué sea el honor o la fidelidad a la palabra dada. Ha dejado claro que su misión es quedarse los cuatro años gobernando a favor de los bancos y en contra de la gente pase lo que pase y sin aceptar responsabilidad ninguna por sus continuos fracaso, sus mentiras y sus presuntas corrupciones. Es decir, no dimitirá jamás. Hay que echarlo.

La impotencia de la oposición para restablecer la democracia en España es evidente. Y, sin embargo, tiene en su cajón un arma potentísima, un arma de último recurso que obligue a este sujeto a dimitir. No hace falta que pida perdón por los desastres ocasionados, la misería, los suicidios; basta con que se vaya de una vez y deje que el país lo gobierne alguien más competente y menos corrupto. Ese arma es una repetición de la famosa retirada al Aventino, de los plebeyos durante la República romana, repetida veinte siglos después por la oposición democrática frente al fascismo de Mussolini en Italia. Desde luego, si ir al Congreso de los Diputados solo significa asistir a la mentira, el engaño, el atropello de la democracia y el reinado de la sinvergonzonería y la corrupción sin poder hacer nada, quiere decir que, les guste o no, los diputados de la oposición serán cómplices de esta situación y estarán legitimándola. Por ello, de seguir las cosas así, estos representantes del pueblo deberían dejar de asistir a las sesiones parlamentarias. Reunirse, sí, en otro lugar y negarse a participar en la farsa montada por el PP y el gobierno y cuya manifestación más evidente a la par que ridícula son esos aplausos unánimes, franquistas, que los diputados de la derecha tributan en pie a su lider como si, en lugar de balbucear un discurso literalmente trufado de mentiras, insultos y necedades, fuera la exposición de un futuro preclaro.

Idos al Aventino y dejad el Parlamento en manos del fiel rebaño de beneficiarios directos e indirectos de esta política de embustes y expolio del neofranquismo. Si el gobierno no tiene la dignidad de irse, la oposición debe tener la de no quedarse.

¿Hubo alguna vez un debate sobre el estado de la nación?

Tenía un título un poco truculento y un tantico soez, pero la entrada de Palinuro del pasado 18 de enero, hace un mes, llamada Los tiene agarrados por los huevos daba en el blanco o, mejor dicho, en el negro. La verdad es que en el juego barcénigo, este depósito notarial suena a farol. Además, no va muy lejos por dos razones: 1ª) depositar unas pruebas en el notario no da fe de la veracidad de las pruebas sino solo de que han sido depositadas; 2ª) supongo que está al alcance del juez acceder a esas listas pues un notario no puede ser la versión contemporánea de la institución medieval del santuario.

Sea o no farol, Bárcenas cada vez semeja más a un ciudadano que se siente perseguido, quizá acosado, y lleva un maletín lleno de dinamita. La suficiente para volar el gobierno. Es posible que los papeles de Bárcenas sean falsos, como asegura Rajoy; posible también que sus amenazas carezcan de fuerza. Pero algo tiene que tener pues, de otro modo, el partido no le hubiera mantenido todas las prebendas del cargo habiendo causado baja; ni Cospedal hubiera patinado al afirmar que Bárcenas no tenía nada que ver con el partido; ni este se hubiera mostrado incapaz de aclarar qué situación contractual era la de Bárcenas que le permitía seguir cobrando una pastuqui casi hasta ayer. Recuérdense las palabras de Rajoy: todo falso salvo alguna cosa. Obvio, el problema es el tamaño de esa cosa. Grande parece ser al extremo de que las gentes del PP corren el riesgo de convivir con un dinamitero. En sentido figurado, claro es.

Bárcenas, Bárcenas por todas partes. Rajoy continúa en su actitud neurótica de represión, negándose a pronunciar el nombre maldito. Debe de ser una compulsión atávica, nacida en las umbrías selvas celtas en las que se originó el clan de sus antepasados. Rajoy vive en una perpetua alucinación. Por todas partes se le aparece la figura de ese Bárcenas, antiguo amigo suyo cuya existencia se niega a aceptar; igual que a Macbeth se le aparecía el fantasma de Banquo, también su otrora aliado. Esto lo trastorna sobremanera y, cada vez que habla, empeora la situación. Afirmó ante el Parlamento que los corruptos hacía años que no tenían responsabilidades en el PP. Por supuesto, entre los corruptos estaría comprendido Bárcenas. Ahora el problema es explicar por qué el PP astillaba 400.000 euros a una persona que no tenía responsabilidad alguna en el partido, ni la de ordenanza. Cobraba una pastuqui y tenía tienda abirta en Génova. En calidad ¿de qué?, por favor; exactamente ¿de qué?

Los diputados populares aplaudiendo con arrebato a su líder después del conjunto de dislates que soltó en su primera intervención, la verdad y con todos los respetos, parecían ganado lanar. Pero da igual. Se ponga el rebaño como se ponga, el debate sobre el estado de la nación ha caído como una castillo de naipes antes incluso de haber terminado. Ese fantasma pertinaz, ese no ente, ese no ser innombrable, ese espíritu de las tinieblas ha vuelto a poner a Rajoy en una situación imposible. Imposible para cualquier bípedo implume excepto, según parece, para Rajoy quien ya no sabe ni o que dice. Escúchenlo aquí en el debate, diciendo "inversobres" en lugar de inversores en un curioso y muy revelador caso de lapsus linguae.


Pero el debate fue mucho más. La parte esencial estaba montada sobre un poderoso eje central técnico con dos columnas: a) el desastre técnico de la herencia recibida de los incompetentes socialistas; b) el rebote pegado gracias a él en importantes magnitudes también técnicas que auguran una recuperación, pues la fe no nos engaña cuando nos dice que vamos por el buen camino. Todo ténica, amigos, nada de ideología ni de propaganda, hard facts. Bueno, pues llega Bruselas y cuestiona los datos, todos, los de crecimiento, déficit y paro.

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Lo fastidioso no es la discoincidencía en los datos. Eso es frecuente. Lo fastidioso es que el criterio por el cual se regirán las medidas económicas que nos afecten será el de Bruselas, no el del gobierno. Es decir, es Bruselas quien gobierna en España; no el gobierno de Rajoy.  Si eso no es estar intervenidos las ranas pueden ser Papas. 

En todo caso, diga el amable lector: ¿queda algo del debate sobre el sobre de la nación fuera de la extraordinaria intervención del diputado Baldoví, de Compromís/Equo sobre los sobres?

dijous, 21 de febrer del 2013

El único que se ha ganado el sueldo: Baldoví.


Estpupenda intervención de Joan Baldoví, de Compromis-Equo en el segundo día del debate. El único que se ha atrevido a plantear los asuntos en donde corresponde, en el rostro de piedra de Mariano Rajoy. El único que le ha hablado de los sobres con toda claridad, el que le ha sacado a Bárcenas. Se le acerca también Uxue Barcos. Pero Baldoví es definitivo. Le ha hecho la pregunta concreta: "¿Por dónde le tiene cogido Bárcenas, señor Rajoy? ¿Por los sobres?" Es equivalente a la que Palinuro considera que debían haberle planteado Rubalcaba y Lara si fueran menos timoratos, por decirlo suavemente: ¿Quiere usted decir a la opinión de una vez cuánto cobra al mes, cuánto ha cobrado, de qué procedencia y a qué fines? Esto no es una exageración (como el mendaz Rajoy achacó a Baldoví) sino una conclusión lógica del hecho de que su nombre aparece en los papeles de Bárcenas como receptor de dineros ilegales sin que él lo haya desmentido hasta la fecha de forma convincente.

Por supuesto, Rajoy no respondió a Baldoví. Se limitó a despreciarlo con ese estilo chulesco que le caracteriza. Pero eso no es óbice para que se siga acumulando la porquería de la sospecha sobre su nombre. El dice que "los corruptos hace tiempo que no tienen responsabilidades en el partido". ¿Y él? ¿No tiene la máxima responsabilidad como presidente? Claro, al decirlo, pretende excluirse del grupo de "los corruptos". Pero, para hacerlo tiene que probar que está libre de sospecha, limpio como el sol. Y no lo ha hecho. Sigue sin responder a la pregunta de cuánto cobra y de si lo ha hecho en negro.

Sigue bajo sospecha no solo de ser un corrupto sino de ser el segundo de los corruptos. El primero y del que él recibe órdenes, parece ser el tal Bárcenas, cuyo nombre, lleno de miedo, Rajoy no se atreve a pronunciar.

Baldoví sí me representa.

Lo han dejado escapar.

Al día siguiente de los debates, encuestas: ¿quién ganó? Los medios de la derecha darán ganador por aplastamiento a Rajoy. Al fin y al cabo su misión no es reflejar la realidad sino crearla. Por eso, a veces, dan cuenta de lo sucedido antes del suceso. Los otros harán triunfador a Rubalcaba, a Lara o a una mezcla de ambos, aunque no en tonos tan ditirámbicos. Lo malo de estas encuestas es que no hay modo de medir objetivamente lo que se adjudica. Basta ver con qué fervor de doctrinos aplaudían los diputados del PP, todos en pie, a su líder, de regreso de su confuso discurso, como probablemente hacía el pueblo elegido cuando Moisés bajaba del Sinaí con las tablas de la ley.

Para Palinuro, de haber un ganador sería bifronte: Rubalcaba-Lara. Si este último se quitara esa fastidiosa manía de frotar por las narices a los socialistas sus meteduras de pata del pasado sin reconocerles jamás un solo mérito o, por lo menos mezclara crítica y reconocimiento, aparte de ser más justo, haría más visible la posibilidad de una unidad de la izquierda. Pero eso ya queda para el intradebate de esta.

Lo más llamativo desde el punto de vista de Palinuro es que los dos principales dirigentes de la oposición no estuvieron a la altura de las circunstancias. Abordaron, sí, la cuestión de la corrupción y pidieron la dimisión de Rajoy, pero no vincularon directamente aquella a la persona del presidente del gobierno, al menos de modo claro y explícito. Tenían que haberle dicho que respondiera de una vez a la pregunta sobre la cuantía real de sus ingresos y su procedencia. Su nombre aparece en los papeles de Bárcenas. Él dice que todo es falso, pero no se defiende judicialmente como otros de su partido. Mientras esto no se aclare será un presidente bajo sospecha. Y un país no puede estar dirigido por un presidente bajo sospecha.

Desde luego, Rajoy armó toda su intervención en torno a la crisis con dos vertientes muy claras: a) el desastre de la herencia recibida, culpable de las medidas que se han tomado, y b) el buen resultado de estas, gracias a las cuales se ha evitado el rescate y se avizora una recuperación, aunque no se le dé forma. La veracidad de este aserto es tan inexistente como su lógica. Ya hubo un primer rescate y, actualmente, estamos intervenidos por unos forasteros bruselenses que vienen a inspeccionar de vez en cuando. El resto de su discurso en materia económica fue confuso, ambiguo, manifiestamente improvisado, los datos estaban sesgadamente interpretados. Obviamente, un discurso confeccionado para consumir tiempo sin decir nada, en especial de la corrupción y de su situación personal que es lo que verdaderamente tiene ocupado a Rajoy.

Tómese ese extraño dato, abundantemente señalado por los medios de que el presidente jamás pronuncie en público el nombre de Bárcenas. Es muy curioso. No es un recurso a la epojé fenomenológica. Va más allá, entra en lo neurótico,  se trata de una verdadera represión psicoanalítica y más, de una forclusión lacaniana. El significante "Bárcenas" no solamente no está en el consciente de Rajoy sino que tampoco está en su inconsciente. ¿Cómo va a nombrarlo? Lo malo es que nosotros sabemos que Bárcenas, el innombrable, Luis el cabrón es bien real.

Así pertrechado y sin dejar de atacar a los socialistas, Rajoy justifica su comportamiento tan contrario a los usos de las naciones civilizadas con la excusa, un hallazgo a su parecer, de que no cumplió su palabra, pero sí su deber. El primer deber de un hombre es cumplir su palabra. Y, si no puede, abandonar (no necesariamente suicidándose), pero no hacer lo contrario de lo que dijo. Porque en este caso, se trata de un fraude. La palabra incumplida era falsa.

¿Qué valor tiene la de Rajoy cuando anuncia una batería de normas para luchar de ahora en adelante eficazmente contra la corrupción? Ninguno. Basta con recordar su condición de presidente de un partido que no ha aclarado si tiene o no empleado a Bárcenas. Comprometerse a castigar las corrupciones venideras pero no a aclarar las presentes es un intento de birlibirloque impropio hasta de la política española.

En estas condiciones ha sido muy de lamentar que los dos dirigentes de la oposición no plantearan directamente la corrupción como un problema personal de Rajoy. Se entiende esa abstención. Ambos son personas educadas y no quieren llevar los asuntos a un terreno de honor personal por prudencia. Pero es inexcusable que lo hagan. No solo porque Rajoy no se hubiera abstenido. Hizo cosas peores, como cuando acusó a Zapatero de traicionar a las víctimas de ETA y poco menos que de ser el instigador de los atentados. Pero ahora el asunto debe plantearse como una señal de depuración de responsabilidades políticas en serio. Un gobierno con un par de ministros o más francamente destituibles, no puede estar dirigido por un presidente que se niega a disipar convincentemente las sospechas que pesan sobre él.

Sin embargo, la oposición lo ha dejado escapar.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimecres, 20 de febrer del 2013

Debate sobre el estado de la corrupción.

Se hacen cábalas sobre el debate del estado de la Nación de hoy. Según parece, la táctica de Rajoy será marcharse de paseo por Europa y hablar bruselense con el añadido, ya preanunciado en los medios, de una medida-bomba de carácter económico. El déficit, los logros del gobierno, la economía, mucha economía y confianza en un futuro de gloria al que nos conducirá con mano firme quien no ha dicho una sola verdad desde que tomó posesión jurando acatar la Constitución con un crucifijo delante.

No quiere ni oír hablar de la corrupción. Justo uno de los temas que más preocupan a los españoles. Y no solo preocupan. También indignan. Se entiende: la coincidencia de dos fenómenos tremendamente negativos tiene un efecto explosivo. Uno de ellos es la profunda y pertinaz crisis económica; el otro, el comportamiento escandaloso, presuntamente delictivo, de una gran cantidad de dirigentes del PP, con o sin cargo público. Las comparaciones encienden los ánimos. Quieren desahuciar a una anciana por una deuda de 300 euros y el amigo Bárcenas tenía veintidós millones agachados en Suiza. Ponen a la gente en la calle a cientos con la indemnización mínima, casi ridícula y al compañero Sepúlveda le regalaron, según el juez, 500.000 euros con la condición, entiendo, de que su mujer o exmujer nos los viera. Escatiman el salario mínimo a la gente y regalan 60.000 euros al año a un mozalbete sin cualificación alguna, para que interprete el papel de nuestro hombre en la Habana. Hay casi seis millones en el paro pero todos los familiares, amig@s y client@s y allegad@s del PP están enchufad@s con sueldos de cine.

La oposición tiene que hablar de la corrupción, que debe ser el eje de su discurso. Lo de Europa está muy bien pero si el país no sale adelante es porque tiene un gobierno desacreditado y sin legitimidad, acosado por la corrupción en su partido. Y él mismo bajo sospecha en la persona de su presidente, acusado de recibir dineros irregulares mediante sobres y sin que hasta la fecha lo haya desmentido de modo tajante, claro y firme. Y tampoco ha emprendido acciones judiciales en defensa de su honor, como han hecho algun@s de sus subordinad@s, por ejemplo, Cospedal. No es viable un gobierno con un presidente bajo sospecha. Incluso aunque Javier Arenas resucite la teoría de la conspiración del 11-M que, como los vampiros, nunca muere del todo.

Es de la corrupción de lo que la oposición tiene que hablar. Y debe hacerlo en su lenguaje, no en la neolengua del gobierno, con términos inteligibles para todos y dando a los hechos la interpretación que merecen, no la embellecida del poder. Así, allí donde el gobierno habla de privatizar, la izquierda lo hará de expoliar; donde el gobierno dice venta de bienes públicos, la oposición traducirá almoneda al mejor postor; donde reformas, recortes; donde racionalización, encarecimiento; copago, repago; modulación, prohibición; crisis económica, estafa; crisis de la banca, más estafa; auditoría interna, enjuague; auditoría externa, encubrimiento; transparencia, ocultación; todo el peso de la ley, todo el peso del indulto.

Pero, lo fundamental, la oposición debe retar al presidente del gobierno a zanjar de una vez por todas las sospechas de comportamientos ilegales. Es lamentable llegar a esta situación y hasta se hace un poco violento por vergüenza ajena pero es que el presidente del gobierno parece carecer no ya de pundonor sino de un sentido mínimo de la dignidad. De esta forma, la pregunta debe ser clara e inequívoca: ¿quiere el presidente del gobierno decir al parlamento ya que hasta ahora no lo ha hecho, cuánto cobra y ha cobrado en los últimos cuatro años, de qué procedencia y bajo que concepto?
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 19 de febrer del 2013

La marca España.

No es mala idea. En loor de la marca España, unas buenas olimpiadas de la corrupción. Habría competiciones de trinque, afane, cobro en B, C y hasta Z, malversación, cohecho, extorsión, plurisueldos, sobres voladores, navegación a vela, recalificación de terrenos, comisiones, estafa al anciano, triple salto hipotecario, lanzamiento de trabajadores, tiro al desempleado, reducción de becas y sisa de pensionistas. Materia hay. Quizá no voluntad política aunque, si se contacta con una organización benéfica, sin ánimo de lucro, dedicada a promover el deporte, y mediando unos míseros cientos de miles de euros, podrían inaugurarse con pompa y circunstancia los Primeros JJ.OO. CC. o Juegos Olímpicos Corruptos de la historia.

Desde luego, la prueba estelar debiera ser la peineta. Es un gesto natural, desenfadado, eso que llaman comunicación no verbal, de lo más contundente. Es, además, grosero, zafio, suele acompañar a un rostro airado, iracundo, desencajado y habla más sobre la educación y el espíritu de quien lo hace que siete confesiones al psicoanalista. Un jurado benévolo probablemente daría la medalla de oro en peineta a Bárcenas. Oro. Oro puro. Oro del bueno. Dinero llama dinero. Pero hay un problema. Antes de Bárcenas entró en la competición el el expresidente Aznar con una peineta tan lograda que, en justicia le corresponde el oro barcénigo. Merece la pena echar una ojeada a la peineta y sus variantes, todas ellas magníficas. Bárcenas habrá de conformarse con la plata.

Ese gatuperio organizado en el PP por los papeles de Bárcenas es también olímpico. Pero no de los juegos, sino de las trastadas y faenas que se hacían los dioses unos a otros, los chivatazos, las zancadillas, las mentiras, los robos de Mercurio, las borracheras de Baco, las cornamentas generalizadas. Cospedal ha presentado sendas demandas civiles en defensa de su honor contra Bárcenas y El País y otros dirigentes del PP cavilan si hacer lo mismo. Si entre ellos no se encuentra Mariano Rajoy, aquel cuyo honor aparece más claramente comprometido, su posición se hará insostenible y eso por culpa de sus compañeros, que no saben quedarse quietos, como él. Insostenible en un terreno de dignidad, decoro y elegancia. Términos, me temo, incomprensibles para el presidente del gobierno. Pero es un hecho: Rajoy aclara de una vez por todas la cuestión de su presunto cobro en sobres irregulares (para lo cual no basta con repetir que es falso) o se verá sometido al ludibrio público, será escarnio y mofa nacional e internacional. Porque eso es exactamente lo debe preguntarle la oposición en el debate sobre el estado de la Nación: cuánto cobra, cuánto ha venido cobrando en los últimos años, de qué procedencia y bajo qué concepto.

Un gobierno desacreditado hace pareja perfecta con una Monarquía desprestigiada. Al margen de lo que se sustancie en el proceso de Urdangarin y su socio, la Corona aparece bajo una luz grotesca. El Rey, la hija, el yerno, la amiga, el secretario semejan los personajes de una sátira de la Ilustración, al estilo de Beaumarchais. El Rey, como se ve, está obligado a desmentir noticias cada vez más alarmantes y escabrosas. Con la clara conciencia, compartida por todos los españoles, de que en política, los desmentidos confirman. La hija se ha refugiado en el papel "Ana Mato", un papel perfectamente analizado por Lucía Etxebarría en un artículo censurado de título La Infanta es tonta y analfabeta.

El yerno, ¡ay el yerno! El yerno solito va a cargarse la monarquía y algo más. Según pasan los días se amplía el círculo de políticos a los que Urdangarin, al parecer, se trabajaba con gran éxito. Ya no son solo los de las Comunidades Autónomas que, con todos los respetos a estas imprescindibles instituciones, están gobernadas por gentes de horizontes limitados y vuelo bajo. El tipo de clientes para el hipotético estafador mundano de guante blanco, que deja caer al desgaire el nombre de Su Majestad en el momento de pillar la pastuqui a título de subvenciones, donativos, subsidios, corretajes, comisiones o simples mordidas. También anduvo, según parece, en tratos con encumbradas autoridades de la Corte, gentes más viajadas y cosmopolitas. Así vendió supuestamente unos servicios de lobby a favor de la niña de los ojos de Ruiz Gallardón, por entonces alcalde de Madrid, empeñado en traer a la capital los juegos olímpicos, los de verdad, y dispuesto tocar todas las teclas. Esta de Urdangarin costó al erario público 120.000 euros, librados por el Ayuntamiento gallardonesco a título de donativo. Al fin y al cabo, era una organización sin ánimo de lucro, como las hermanitas de los pobres.

A Ortega deben zumbarle los oídos de lo mucho que se cita su famoso Delenda est Monarchia. Pero no se haga el personal ilusiones armado con la autoridad del filósofo. Esta Monarquía es más difícil de destruir porque ya nació muerta; es, en realidad, una Monarquía zombie. Basta con ver al Rey, sombra de lo que fue, pero aferrado a su trono con más fuerza que a sus muletas.

dilluns, 18 de febrer del 2013

El espectáculo y la política.

La noche de los Goyas fue la apoteosis de la conciencia crítica. Primero Eva Hache no dejó títere con cabeza en fuego graneado y rápido de ingenio, sarcasmo y burla, en la mejor tradición juglaresca. Después, Candela Peña atacó los recortes de los servicios públicos invocando la experiencia directa. Por último, Maribel Verdú se elevó a consideración teórica para criticar a fondo un sistema obsoleto e injusto que permite robar a los pobres para dar a los ricos. Entre tanto, el ministro del gremio aguantando el chaparrón con gesto de circunstancias. Tres bravas mujeres que prestan voz a la opinión pública al denunciar una situación insostenible en el país. En definitiva, que hacen política. Y muy bien hecha, por cierto. Frente a la agobiante mentira del gobierno y su aparato mediático es bueno, es imprescindible, que se oigan las verdades. La aclamación en las redes ha sido casi unánime. La gente del cine es el frente cultural de la insurrección cívica en marcha.

La gente del cine. También conocida como los titiriteros por la derecha gubernativa, incluso los Bardem por su parte más feroz. El discurso político se ha dado como espectáculo, con el brillo y el boato (eso que llaman glamour) propios de los festivales. Y a nadie le ha parecido mal. Todos hemos aplaudido mucho. Actores y actrices metidas a políticas. Es el signo del tiempo, la política y el espectáculo.

Justo un par de días antes, Beatriz Talegón había protagonizado una relación inversa: una política que hace espectáculo. En una convención socialista en un hotel de cinco estrellas en Cascaes, Portugal, largó un discurso crítico con el aburguesamiento del socialismo que saltó de inmediato a los medios y las redes y se difundió como la pólvora. Pero la reacción fue diametralmente opuesta. En lugar de aplausos, Talegón ha cosechado críticas, burlas, vituperios y bastantes insultos. En especial de parte de aquellos que coinciden con el contenido del discurso pero se quejan de que es falso por ser un espectáculo. Claro. Evidentemente es un espectáculo. Pero ¿por qué aquí el espectáculo condena el mensaje político y en los goyas, al contrario, lo ensalza?

Me temo que no haya una respuesta fácil. Poco después Talegón, junto con un exministro socialista, fue objeto de animadversión pública, al extremo de expulsarla de una manifa en contra de los desahucios. Un episodio vergonzoso del que mejor sería no hablar de no ser porque los energúmenos que la agredieron cuando menos de palabra encuentran justificación en gente que no tiene inconveniente en culpar a la víctima. Se lo tenía merecido. Se lo había buscado. Suena ¿verdad? Algo muy viejo. Y muy siniestro.

Por lo demás, el espectáculo y la política están mezclados por todas partes. De modo directo o indirecto. La concejala de Los Yébenes, Olvido Hormigos, convertida en espectáculo, al parecer involuntario, ha decidido pasarse a él voluntariamente, fichando por Tele 5 para uno de esos programas de los que todo el mundo echa pestes. La comparecencia, por llamarla de algún modo, de Rajoy hace unos días ante los periodistas a través de una pantalla de plasma ¿qué es sino puro espectáculo? Rajoy político convertido en actor interpreta su propio papel ante una cámara de circuito interno. Podía haber sido su doble. Estamos seguros de que no fue así porque llevaba su alocución escrita en las consabidas cuartillas y, aunque con trabajo, consiguió leer su letra. Espectáculo también, pero con otra categoría, fue la intervención de Ada Colau en la comisión parlamentaria sobre los desahucios.

¿Qué hay contra los espectáculos? Nada de nada. Solo interesa saber si son convincentes o no, sinceros o no, honrados o no.

Espectáculo y muy noble es el de la ciudadanía en las mareas que inundan las calles de las ciudades españolas. Y espectáculo grandioso será el de la confluencia de todas ellas el 23 de febrero. De todas las mareas, la gran marea. La que dejará en claro que la legitimidad de este gobierno para seguir desmantelando la Constitución material del país es cero. No existe. Para el día siguiente debe estar preparada la moción de censura.

(La primera imagen es una captura del vídeo de Huffington Post. La segunda, una captura del vídeo de bajo licencia Vital Aza en You Tube).

diumenge, 17 de febrer del 2013

El jefe es el Rey.

Diego Torres, exsocio de Iñaki Urdangarin, ha afirmado, al parecer, ante el juez que el jefe es el Rey. Digo "al parecer" porque, según veo, este Torres tiende a decir y a desdecirse. La afirmación puede obedecer también a una estrategia de defensa procesal. Si cobija sus presuntas fechorías a la sombra del monarca, que no es penalmente responsable, algo sacará en limpio. Por lo demás, no se trata de un hecho, sino de una deducción. De un correo de Urdangarin en que este le pide tiempo para "consultarlo con el jefe", infiere que el jefe solo puede ser Juan Carlos I. Algunos han empezado ya, incluso, a especular que el Duque (o ex-Duque, pues no lo tengo claro) quizá solo sea un testaferro. Se supone que de su suegro.

La Monarquía española está en horas bajas. Es obvio el acuerdo general de los medios para informar con sordina de las peripecias de la Corona, no comentarlas y restarles importancia. Nada complace más a los serviles que ser útiles a su señor. Pese a todo, los continuos escándalos y broncas en que se ve mezclado el Rey plantean la cuestión de la viabilidad de la institución. Se quiera o no. Las cacerías de elefantes, los supuestos devaneos amorosos del soberano convertidos en asuntos de Estado, la naturaleza de sus verdaderas relaciones con Urdangarin, su deteriorada condición física, el hecho de lo abucheen de vez en cuando son datos apuntando en la misma dirección: puede ser un buen momento para preguntar a los españoles por el mantenimiento de esta institución.

Como siempre, la solicitud de celebración de un referéndum que debió convocarse treinta y cinco años atrás, tropezará con la negativa cerrada de los dos partidos dinásticos. En el caso del PP es comprensible, pues se trata de mantener una institución cuya instauración se debe al franquismo. En el caso del PSOE, en cambio, lo encuentro incomprensible y tiendo a verlo más como una imposición de las convicciones personales del secretario general que como el espíritu del partido. No sé si el monarquismo se ha aprobado en algún congreso del PSOE. Sospecho que no. A lo mejor es cosa de hablarlo a las claras en el siguiente en lugar de jugar a la ambigüedad. ¿Es el PSOE un partido republicano o monárquico?

El descrédito de la monarquía es galopante. Los sondeos le son negativos. Por eso no se hacen. Por lo demás ese descrédito lo comparte la corona con el del resto de las instituciones del Estado. El gobierno carece de autoridad, enfangado como está en un asunto de corrupción que afecta a la honradez de su mismo presidente. El Parlamento es irrelevante por sometido al gobierno. Los medios son mayoritariamente progubernamentales. Solo resisten como fortalezas sitiadas el poder judicial y la web.

España se ha dividido en dos, como siempre: la España oficial y la España real. La oficial, ya se ha visto, está invadida por la corrupción, por el enchufismo y el caiciquismo y por las prácticas de un gobierno autoritario. Es la España oficial de toda la vida, el objeto de la crítica regeneracionista primero y de la izquierda después.

La España real, en cambio, está en la calle. Ayer se manifestó el país entero por el derecho a la vivienda, por la dación en pago, movido por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). Hoy habrá más manifas. Vuelve la Marea blanca. Frente a este estado de insurrección social permanente, la España oficial solo puede oponer una autoridades deslegitimadas por esta bajo fuerte sospecha de corrupción. De ahí que los dos partidos mayoritarios hayan dado marcha atrás en sus intenciones, contradicho sus medidas anteriores y se apresten a legislar sumisamente y por vía de urgencia las reivindicaciones de la PAH.

Los movimientos sociales están cumpliendo las funciones que debiera cumplir la oposición parlamentaria. Es obligado que esta establezca cauces de comunicación e intercambio con aquellos. La sociedad cambia a ojos vistas. Los ciudadanos tienen una capacidad de autoorganización y alcanzan una eficacia de acción que amenaza con hacer obsoletos los partidos políticos tradicionales. Ocurre con ellos lo que con los medios en relación a internet. Esta no pone en peligro los medios sino los medios de papel. Internet tampoco pone en peligro la acción política sino solo la de papel, es decir, la de los partidos.

(La imagen es una foto de א (Aleph), bajo licencia Wikimedia Commons).

dissabte, 16 de febrer del 2013

La política y la corrupción.

Incluyo aquí un artículo que publico hoy en el magnífico blog Publicoscopia, cuya lectura recomiendo. Del blog, claro es, no necesariamente de mi artículo.



En su sátira contra Cleón, Los caballeros, de Aristófanes, unos criados tratan de convencer a un choricero que pasa por allí de que llegará a ser el gobernante del Estado. Este es el diálogo: 

Primer servidor.- ¿Cómo es eso? ¿De qué te crees indigno? Albergarás todavía algún buen sentimiento. ¿Pertenecerás acaso a una clase honrada?
El choricero.- No, por los dioses; pertenezco a la canalla.
Primer servidor.- Entonces, oh mortal afortunado, estás ricamente dotado para la política.
Choricero.- Pero, buen amigo, yo no he recibido la menor instrucción; sólo sé leer, y eso mal.
Primer Servidor- Precisamente lo único que te perjudica es saber leer, aunque sea mal. Para gobernar al pueblo no hacen falta hombres provistos de buena cultura y de buena educación. Se necesitan ignorantes que, además, sean unos granujas. No desprecies lo que los dioses te prometen en sus predicciones."

Este desprestigio de la política y los políticos en Atenas, venía ya de antiguo. S. N. Kramer comenta que el primer caso de soborno se registra en Sumer, unos 3.000 años antes de Cristo. De forma que, al abordar el problema conviene no olvidarse de que no es novedad ni algo privativo de nuestro tiempo. Pero este hecho tampoco debe inducirnos al fatalismo, al relativismo y a la resignación. Que haya políticos corruptos; que los haya habido siempre; que incluso impongan el tono de la gobernación en todos los tiempos, no dice nada sobre la política en sí misma, sino sobre los políticos que se corrompen.

Al contrario, cuanto más lejos nos encontremos de aquella política que Francis Bacon llamaba alta, más ejemplos se darán de la perversión de esta noble arte y más se extenderá la desafección entre la ciudadanía sobre la verdadera naturaleza de esa vocación. Ello es especialmente llamativo en el caso de la democracia que, por definición, consiste en la identidad entre gobernantes y gobernados.
Los enemigos de la democracia suelen argumentar que esta forma de gobierno es especialmente proclive a la corrupción y señalan en su apoyo la proliferación de casos que en ella se dan de prácticas ilegales y criminales. De este modo no solo justifican sino que incluso fomentan el despego de la gente hacia el sistema democrático en la esperanza de sustituirlo por alguna forma de tiranía, más acorde con sus intereses.
Sin embargo, la democracia no solamente no es la forma de gobierno más corrupta sino, al contrario, quizá sea la menos corrupta. Los escándalos, cierto, sacuden la vida cotidiana pero, en buena medida, porque nuestra sociedad es mediática y, aunque no lo parezca, mucho más transparente que todas las anteriores. De haber libertad de información y expresión en las dictaduras, en las monarquías absolutas, podría verse que la corrupción es en ellas mucho más grave que entre nosotros.

La garantía de la democracia frente a la corrupción no está en el intento de erradicarla (aunque no esté nunca de más intentarlo) sino en el hecho de la publicidad. Es imprescindible que todos los actos de la esfera política reduzcan o eliminen el silencio, el secreto, las zonas de penumbra –en donde el poder hace sus chanchullos- o de opacidad. La corrupción, la venalidad, la falta de lealtad, de honradez no se eliminarán nunca porque son tan inherentes a la naturaleza humana como sus contrarios. Lo que sucede es que, por una especie de actuación de una ley de Gresham moral, son más visibles que estos. 

Lo que la democracia precisa no es amontonar códigos éticos que nadie cumple y solo sirven para hacer demagogia, sino disponer de medios prácticos y eficaces para prevenir la corrupción y, desde luego, obligar a los gobernantes a atenerse a ellos, a dar explicaciones de sus actos y a sufrir las penas correspondientes. Esa es precisamente la razón del agudo deterioro actual de la democracia española. No es solamente la sospecha de que los gobernantes actuales, desde Rajoy hasta los cargos de las Comunidades autónomas, sean unos corruptos y un puñado de granujas dedicado al saqueo de las arcas públicas. Antes bien, es la comprobación de que, dado el funcionamiento constitucional del sistema, la ciudadanía carece de medios para obligar a estos gobernantes indignos, presuntos prevaricadores y ladrones, a dar cuenta de sus actos, dimitir y sufrir los castigos pertinentes.
En nuestro tiempo, la expansión de internet, la política 2.0 y el “periodismo ciudadano”, han facilitado el acceso de las multitudes al control crítico del gobierno. Sin embargo, el bloqueo institucional de este mediante medidas autoritarias y reformas reaccionarias de la legislación represiva, producen el efecto de que, de todas las democracias del mundo, la única que está dirigida por un partido que más parece una asociación de delincuentes, con un presidente presuntamente dedicado al enriquecimiento personal ilícito sea la española. 

Justamente una razón más para que la ciudadanía mantenga e incremente la presión extraparlamentaria, en la calle, a los efectos de que los gobernantes corruptos, empezando por el presidente del gobierno, dimitan y se pongan a disposición de los tribunales de justicia. 

La política, sobre todo la política democrática es corrupta o no; los ciudadanos pueden profesar desafección hacia la política o no, dependiendo de lo que ellos mismos hagan. La política la hacemos los ciudadanos; no los gobernantes. La corrupción de estos se aprovecha de nuestro desinterés. En gran medida cabe decir que la corrupción se da porque los ciudadanos la toleran.