dissabte, 12 de novembre del 2011

Urdangarín no es el problema. Es el síntoma.

Las incidencias procesales de Iñaki Urdangarín han despertado un enorme interés colectivo morboso. Primeras en los periódicos, noticias por doquier, comentarios en la red, avisos de todo tipo, especulaciones sobre si será juzgado, si "se irá de rositas" o si se le tratará como a un ciudadano más. Esa avalancha demuestra que, en efecto, no se le trata como a un ciudadano más; pero no por culpa de los jueces sino de los medios de comunicación y la opinión. Al contrario, los jueces están tratándolo como a un ciudadano más. Y nadie gana nada poniéndolo en duda. Iñaki Urdangarín no es un ciudadano más, pero se lo tratará como a un ciudadano más. Si ha de llegar a juicio, tendrá un juicio justo. Contará con buenos abogados porque puede pagarlos, pero no con jueces más favorables. Ese no es el problema.

En otros predios se ha ido a buscar el problema a la casa real y hay ya quien toca a difunto por la monarquía. En estos tiempos de crisis con la institución en no buena opinión ciudadana, según el CIS, la corona no aguantará un deslustre de este calibre. Me parece una opinón propia de programas del corazón y no me extrañaría nada que esto acabara siendo desmenuzado en uno de esos espacios de corrala de postín mediático. Pero si todos los argumentos que tenemos contra la monarquía se reducen a lo que haga el yerno del rey, o su hija en sus actividades "profesionales", por llamarlas de algún modo, en realidad no tenemos argumentos. En toda familia hay algún garbanzo negro y en todo aprisco una oveja descarriada. Los argumentos contra la monarquía son de orden ético y político. Una institución que descansa sobre la idea de que se tiene un derecho al poder (sea o no simbólico pues lo simbólico es muy importante) por herencia familiar no es compatible con el principio de la igualdad de derechos. Cuando el rey, en un esfuerzo meritorio por justificar lo injustificable, habla de la "monarquía democrática" está enunciando un absurdo del género Ubu doble porque para que la monarquía fuera democrática, todos los ciudadanos deberían tener igual derecho a ser reyes. O sea, éste tampoco es el problema.

Centrar exclusivamente la atención en el lado personal de Urdangarín y la infanta y otros aspectos suculentos como su expatriación de hecho a Washington cuando empezó a agitarse el gallinero tiene otra consecuencia. Como también la tiene aprovechar la presunta trapisonda para cargar contra la monarquía y salir dando vivas a la IIIª. ¿Qué consecuencia? Distraer la atención del verdadero problema.

Urdangarín y la monarquía son síntomas. El verdadero problema es el PP, el que se encuentra al otro lado de este nuevo presunto desfalco de las arcas públicas por millones de euros. El problema es que el llamado caso Babel (o sea, Urdangarín) es pieza separada del caso Palma Arena y que en los dos aparece Jaume Matas, presidente del PP de Baleares cuando los hechos, responsable último de ellos y quien también puso pies en polvorosa haciendo las Indias, con escaso resultado. El problema es que en Valencia, al otro lado aparece Francisco Camps, expresidente del PP de de la comunidad, que lleva dos años enredado en los tribunales, dando espectáculo tras espectáculo y con los negros nubarrones de la Gürtel ciñéndole las sienes como la corona del martirio, pues ya le llamaban el curita. Ni que decir tiene que el caso Urdangarín, si hay caso, también gira en la órbita de la Gürtel.

El problema está en esas administraciones del PP gobernadas como cortijos. Que el aeropuerto de Castellón vaya a contar con un grupo escultórico de Carlos Fabra colosal, ciclópeo, de 24 metros de altura, 18 de ancho y 300.000 euros de precio a la entrada es algo que deja chico el Ubu borbónico. Y más cuando se recuerda que en ese aeropuerto, que nos ha costado una millonada, no hay tráfico aéreo, que está abierto para que la gente vaya a pasear, pero tiene un director que cobra una pastuqui por mantener en forma una partida de halcones previstos para cuando unos pájaros inexistentes entorpezcan unos vuelos tan existentes como los pájaros. Y los halcones también nos cuestan un riñón, como si la patria fuera un Prometeo, atado a una roca mientras un buitre le comía los hígados. O más que un buitre, los pájaros de Hitchckok. Esto pasa ya Ubu, es puro El perro andaluz. O, para seguir con el cine y venirnos de hoy, merito tema para Alex de la Iglesia.

El problema es que el PP no solamente no se distancia de estos comportamientos ni los condena sino que se constituye en parte en los procesos con la intención de dificultarlos. Cuando su comportamiento debiera ser el contrario: hacer expedita la acción de la justicia y corruptos fuera. Pero es el contrario del contrario: en repetidas ocasiones Rajoy ha puesto a Matas, Camps y Fabra como modelos de comportamiento, como políticos modelos. El problema es que la corrupción no tiene respuesta política y, lo que es más grave, tampoco parece tener sanción electoral. Y efectivamente, eso es muy grave. En monarquía, república, oligarquía o imperio.

(La imagen es una foto de ÁNGEL RUIZ ALMANSA, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 11 de novembre del 2011

La dictadura del capital.

Se ha dicho ya tantas veces que los mercados dominan la política que, cuando dan una vuelta de tuerca más, hasta parece lógica. Se hace realidad la célebre exclamación de Maura de ¡Que gobiernen los que no dejan gobernar!. Se llega así a la alucinante situación de que los banqueros, que forman parte del conglomerado financiero que ha provocado el mayor desastre del capitalismo, ya no sólo dan las órdenes desde sus lujosos despachos, sino que descienden a la arena política y se hacen cargo de los gobiernos. No los banqueros propiamente dichos, que no se manchan en estos menesteres, sino los bancarios, sus empleados, sus peones de brega, tanto más peligrosos cuanto que han de mostrar resultados para justificar sus astronómicos salarios. Y es lógico: si los países están en quiebra, hipotecados, los bancos se quedan con ellos con la intención de ponerlos en subasta, a trozos o enteros.

Esta situación es el resultado esperable de las políticas neoliberales de la derecha en todo el mundo en estos últimos treinta años. La dictadura del capital que ahora se impone (como se ha impuesto en Grecia, en donde el Gobierno no puede ni convocar un referéndum) se alza sobre un terreno concienzudamente preparado por la derecha con sus políticas económicas de desmantelamiento del Estado del bienestar y hegemonía del mercado irrestricto. Se trata de una especie de golpe de Estado financiero planeado con mucha antelación.

La derecha se propuso destruir el Estado del bienestar a base de asfixiarlo económicamente y hacerlo inviable. Lo anunció en los años setenta del siglo XX con la "Crisis y hundimiento de las democracias", que vaticinaba por entonces la Trilateral. El Estado del bienestar era inviable a largo plazo por un crecimiento exponencial del gasto público que llevaría a una crisis fiscal pues no podría hacer frente a las demandas crecientes; esto es, lo que se llamaba la "revolución de las expectativas crecientes" y la correspondiente quiebra. En esto coincidía la derecha con algún economista marxista. Pero había una diferencia esencial: el economista hablaba de lo que preveía; la derecha lo tenía como un programa de acción. Es decir, el Estado iría a la quiebra porque ella lo llevaría a la quiebra. Una "profecía que se autocumple" como mejor manera de destruir el Estado del bienestar.

El procedimiento es sencillo: allí en donde gobierna la derecha, descapitaliza el Estado (baja impuestos, desregula, liberaliza, malvende, privatiza) y lo endeuda durante años en obras faraónicas o militares pero no sociales. No es causal que Ronald Reagan dejara los Estados Unidos endaudados con el mayor gasto público de la historia, que Clinton los volviera al superavit y que el segundo Bush retornara a la deuda incrementando el gasto militar.

Es la fórmula conservadora: se reducen ingresos, se gasta sin tino, se endeuda al país, se le arruina y, cuando está en la ruina, se dice que hay que rescatarlo haciendo pagar a los más desfavorecidos. Eso es también lo que ha hecho la derecha en España. El gobierno de Aznar al crear la burbuja inmobiliaria, endeudó España para los años venideros (que son estos de ahora), cuando él ya no estuviera en el gobierno y otros tuvieran que cargar con las consecuencias de su despilfarro. Lo mismo ha hecho Camps en la Comunidad valenciana, dilapidando los recursos en proyectos faraónicos y dejando una comunidad tan endeudada que no puede pagar la enseñanza. Lo mismo también Ruiz Gallardón en el ayuntamiento de Madrid, que carga con la mayor deuda de todos los de España o Esperanza Aguirre en la Comunidad que estará (estaremos) pagando sumas ingentes durante los próximos treinta años por media docena de hospitales nuevos de gestión privada y que, cuando retornen al pleno dominio público, estarán anticuados.

Así que la dictadura del capital obedece a un plan bien diseñado y premeditado en el que ya no solamente está en juego el Estado del bienestar sino las propias instituciones democráticas que cada vez se configuran más como meros escenarios inútiles porque las decisiones se toman en otras partes y porque el gobierno real de las democracias, el gobernalle, el timón, el que dirige la nave, está en otras manos, manos que no ha elegido nadie, que no responden ante nadie y que ni siquiera explican lo que pretenden, como estaban obligados a hacer los pretores al comienzo de su mandato anual en la República de Roma.

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Por el triunfo incontestable del capitalismo a escala mundial, que no solamente se ha deshecho de su viejo rival, el comunismo (hundido irremisiblemente hace ahora veinte años) sino que no se enfrenta en casa a ninguna alternativa viable. La izquierda está desorientada y sin capacidad de respuesta. La socialdemocracia, la única opción verosímil, lucha contra una derecha avasalladora que se impone por el poder del capital y el monopolio de los medios de comunicación y una izquierda en la órbita comunista que sigue operando con los conceptos zombies (Beck) procedentes de un mundo en el que había una Unión Soviética, de cuya desaparición ha sido incapaz de dar cuenta.

Y sin embargo es imprescindible que la socialdemocracia se imponga a la dictadura del capital porque ésta no sólo vacía de contenido la democracia sino que, a la larga, nos llevará a la guerra pues para esa siempre hay dinero. Ya lo está haciendo, aunque no lo parezca, porque las guerras quedan lejos. Pero eso es de momento.

La belleza de la violencia.

Espléndida exposición de Caixaforum en Madrid sobre Delacroix. Trae piezas del Louvre y de colecciones privadas. Están algunas de sus obras cumbre, como su Medea, el autorretrato con el chaleco verde, el secuestro de Rebeca, la novia de Abydos, Hamlet y Horacio, Grecia en Missolonghi y otras menos conocidas, así como bocetos, la colección de grabados del Fausto, muchos paisajes (entre ellos, alguna marina y, entre las marinas, el inevitable acantilado de Etretat), obra de su época marroquí, pintura religiosa, retratos, etc. Lo más completo que haya visto nunca del genio del romanticismo.

Porque de romanticismo, de exaltado romanticismo, va la obra de Delacroix que debía de verse a sí mismo como una encarnación de Lord Byron, aunque mucho mejor parecido, desde luego. Y, si no el propio Byron, un típico héroe byroniano. Toda la pintura de Delacroix está cargada de literatura, es narrativa, tiene argumento, pero los temas byronianos son decisivos. Además de la masacre de Quíos y Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, muestras de su simpatía por la independencia de Grecia, en la estela del autor de Lara, el naufragio de Don Juan, la muerte de Lara y, sobre todo, ese tumultuoso prodigio de composición que es la muerte de Sardanápalo, lo atestiguan.

Y no sólo Byron. Muchas de las grandes obras de la literatura están presentes en la pintura de Delacroix, sobre todo las que tienen personajes con destinos trágicos. Pero lo están no como mera ilustración o referencia, sino de forma creativa, en los momentos que el pintor elige y que proporcionan una visión nueva, muy personal, de los temas: de Ivanhoe (Scott), representa el secuestro de Rebeca, de Hamlet, ese impresionante óleo (varias versiones) del príncipe con Horacio ante la calavera de Yorick; de Otelo, Desdémona, de Fausto (Goethe) los grabados de Margarita (entre otros), de Tasso, Angelica y Roger, lo que le da pie para un San Jorge y Andrómeda.

Si se repasan los temas y se añaden Sardanápalo, Baco y Ariadna o, desde luego, la célebre la libertad guiando al pueblo, que no está en la exposición, se detecta enseguida el hilo conductor: la violencia. Nada nuevo, en el fondo. Es patente en la pintura de Delacroix que rebosa fuerza, vitalidad, ataque, defensa, lucha por la existencia. Son bellísimos sus cuadros sobre la caza de los leones, del tigre, las algaradas morunas, las batallas, las luchas de caballos, los cuerpos de los animales retorcidos, tensos, estallando en violencia. Nada nuevo, en efecto. Pero la violencia imprega no solamente las escenas de guerra o caza sino también las literarias; todas ellas. Y en casi todas gira en torno a las mujeres. Violencia contra las mujeres (secuestros, abandonos, engaños, humillaciones, crímenes) que alcanza su paroxismo en La muerte de Sardanápalo, una orgía de muerte y crimen contemplada por un déspota impasible, sin olvidar el de la humillación en ese increible cuadro en que el duque de Orléans muestra los encantos de su amante a un amigo suyo que es el esposo de ésta. El arte de Delacroix toca fibras morales muy sensibles, difíciles de encajar en la pura consideración estética. Una sola excepción es la violencia que ejercen las mujeres en su Medea asesinando a sus hijos en donde la princesa de la Cólquide, una figura que recuerda las de Miguel Ángel, está a punto de cometer su crimen, fuera de sí. No cuenta en cambio la libertad guiando al pueblo porque no es una mujer, sino una alegoría.

Delacroix viajó mucho y estuvo en lugares muy diversos; anduvo por Inglaterra y tomó como modelos a los mejores retratistas, Reynolds y Gainsborough, cuyas elegantes filigranas supo imitar, si bien no era su estilo. Estuvo varias veces en Flandes para sumergirse en Rubens, su gran influencia que es patente en muchas de sus obras, así como lo es el referido Miguel Ángel y, desde luego, Goya. Su estancia en Marruecos lo convierte en uno de los primeros "orientalistas", fascinado con el encanto del exotismo. Su muy hermosa novia judía no tiene nada que envidiar a la de Rembrandt a la que desde luego remite, igual que sus odaliscas vienen de Ingres. Pero de nuevo es el tumulto de los árabes en sus caballos, las correrías por los campos, las procesiones de los derviches lo que le interesa. Y todo ello lo lleva a experimentar con la luz y el color y a presagiar el impresionismo.

El último cuadro de la exposición y, al parecer, el último que pintó Delacroix, representa a Ovidio lamentando su triste suerte en el exilio al borde del Ponto Euxino mientras los pastores escitas le traen leche de burra. Una meditación sobre el destino del genio, algo que no le pasó a él quien, a pesar de su violencia y hasta su ferocidad, siempre fue bienquisto de los salones y los poderes del siglo.

dijous, 10 de novembre del 2011

Un debate muy clarificador.

El segundo y último debate electoral tuvo mucho interés. No comparable con el primero porque fueron formas y fondo muy distintos pues, aunque se trató de encorsetarlo en el esquema de aquel, gracias a Jáuregui y, sobre todo Llamazares, se abrió a los temás tabú del fin de ETA y la corrupción. No fueron lo mismo porque si en el primero se trataba de medir el liderazgo de los dos candidatos (su conocimiento de los problemas, su temple, sus ideas, su coherencia, su fuerza de convicción) en el segundo había que hablar de las cuestiones reales en términos prácticos y por eso hubiera sido inadmisible que no se tocaran todas, incluidas el fin de ETA y la corrupción.

Si bien se trataba de un intercambio de cinco, en realidad lo fue de tres (PSOE, PP e IU) con dos solistas alternos, CiU y el PNV, que iban a hablar exclusivamente de lo suyo y cuyo discurso desentonaba del de los otros que enfocaban los problemas con perspectiva nacional (o estatal). Además de los solistas, TVE amenizó los intermedios dando la palabra brevemente y como por vídeoconferencia a los galleguistas, los nacionalistas canarios y UPyD. Aunque hubieran dicho genialidades, la actitud de agrio y altanero desprecio de Rosa Díez hacia los intervinientes en la mesa fue tan irritante que no ha lugar a comentario.

Jáuregui es tan bueno como Rubalcaba. Es más reposado, más contundente aunque quizá no tan rápido; en definitiva, equiparables y ambos sólidos políticos de nivel europeo. En cambio Gallardón es mil veces mejor que Rajoy: no gesticula compulsivamente, no farfulla, tiene buena dicción, su tono es firme, no repite topicazos ni dice perogrulladas, se hace entender y es convincente. También es mucho más peligroso; es friamente demagógico y falta a la verdad con un desparpajo apoteósico, cosa que se echa de ver por cuanto, cultivando una imagen de moderación, no reconoce las demasías, la agresividad y el duro neoliberalismo de su partido sino que los niega.

Llamazares tiene fuerza moral, es cercano, nada engolado, razonable y radical, pero le falta base, datos de experiencia, en definitiva, verosimilitud. No ha gobernado nunca y no es probable que vaya a hacerlo ahora con lo que la ética de la convicción campa por sus respetos porque es a beneficio de inventario. Pero estuvo muy bien y fue el único que se atrevió a sacar el tema tabú de la corrupción igual que Jáuregui lo hizo con ETA (aunque Rubalcaba sí lo mencionó en el primer debate); es decir, los dos temas de los que el PP no quiere hablar. Es una pena que el discurso de Llamazares y el de Jáuregui no sean uno solo pues son complementarios. Y no lo serán mientras Llamazares e IU en general se obstinen en tratar por igual al PSOE y al PP como si fueran lo mismo, sin darse cuenta, lo que es asombroso, de que eso los deja sin margen de maniobra, triturados entre los dos grandes.

Gallardón estuvo muy bien e hizo lo que pudo. El problema es que el PP no tiene discurso práctico, no tiene más programa que hablar mal del PSOE y, de paso, practicar lo que los psicólogos llaman "proyección", o sea, acusar al PSOE de limitarse a eso mismo, a hablar mal del PP siendo así que aquel tiene un claro programa electoral en positivo y lo exhibe a diario. Me quedo con la última intervención de ambos, Jáuregui y Gallardón, porque fueron significativas. Gallardón concluyó adjudicando su confuso proyecto como si fuera la regeneración nacional expresamente a Mariano Rajoy. Jáuregui atribuyó todos los avances que ha habido en España desde comienzos de los ochenta y lo que se propone para el futuro al partido socialista. Son dos experiencias y dos enfoques. Caudillismo frente a proyecto colectivo.

Un minuto más sobre la corrupción. Desde luego que el caso Urdangarín, si hay caso, podría llevarse por delante la monarquía. Todo dependerá de cómo reaccione la casa real y el rey, que no está en su mejor momento. Pero eso son fuegos de artificio o cortinas de humo, como diría González Pons, para distraer de lo realmente importante, que es el el nuevo supuesto caso de corrupción del PP. Si ha de ser, Urdangarín comparecerá ante los tribunales y tendrá un juicio justo. Pero lo importante aquí son esos millones de euros cobrados de modo presuntamente ilegal por el duque de Palma pero pagados por las administraciones del PP, Camps en Valencia y Matas en Baleares. Porque esto ya no es que una corrupción "externa" (la Gürtel) haya inficcionado al PP, sino que, de ser cierto, es una corrupción propia, interna, del PP. Y es este partido el que debe explicar qué va a hacer; sin tardanza y de modo claro..

(La imagen es una captura del vídeo de TVE reproducido por e El País).

dimecres, 9 de novembre del 2011

De la corrupción hay que hablar.

Según parece, entre los diversos asuntos que los dos debatientes del lunes pactaron a espaldas del auditorio estaba que no se hablaría de la corrupción. Eso es como si dos caballeros se citan en duelo pero antes acuerdan que las balas sean de algodón. Algo más de villanos. Es muy probable que el PP, el afectado por la corrupción, impusiera su exclusión como requisito para el debate y también lo es que el PSOE no tuviera otro remedio que aceptarlo so pena de quedarse sin debate. Bastante probable, sí.

Pero ese acuerdo no vincula a la opinión pública. La corrupción es un cáncer de la democracia y puede ser su destrucción de hecho si no se denuncia y se persigue en los tribunales con toda claridad y diligencia. Aunque la corrupción lo afecte más a él que, de hecho, concentra casi el cien por cien de ese asombrosa red delictiva de expolio sistemático de las administraciones públicas, el PP no puede afrontar el problema negándolo u ocultándolo. A estas alturas, la Agencia Tributaria ya ha destapado la fabulosa trama de financiación de la Gürtel. Ahora se sabe que la Gürtel también está metida hasta las cachas en AENA en tiempos de Álvarez Cascos. Y que el extesorero del PP, Bárcenas, sí está imputado por un tribunal de justicia en el caso Gürtel. Al final, las cosas son como son.

Pero no no tienen que ser peores. En estas circunstancias, el asunto de Iñaki Urdangarín tiene una pinta fatal. Es evidente que de un miembro de la casa real sólo cabe esperar un comportamiento: plena, leal y rápida colaboración con la justicia para el esclarecimiento de los hechos. Ni una sola táctica procesal dilatoria debe intentarse por más que el duque de Palma, como ciudadano, tenga derecho a ella. Pero moralmente sería inasumible.

Como es inasumible que en España no haya una contundente reacción política y judicial del PP en relación con el caso Gürtel que lo haga ponerse por entero y sin reserva al servicio de la justicia y no constituirse en parte en los procesos para retrasarlos o dificultarlos, aunque ese sea un derecho de todo acusado. Como el de mentir. Pero un partido político no puede mentir. Hay que hablar de la corrupción para acabar con ella de raíz. La corrupción y todo cuanto se le parezca. No sé cuántos sueldos cobra María Dolores de Cospedal y es preciso que quede claro que sólo es uno.

De la corrupción en España hay que hablar porque es una de las principàles causas de nuestro desprestigio en el exterior. Como lo es que a los electores no parezca importarles. Y como lo es y mucho, mucho más, que la primera persona que vaya a sentarse en el banquillo por el caso Gürtel sea el juez que lo destapó y lo persiguió. Aunque ese proceso fuera el summum ius, el resultado será la summa iniuria.

Las categorías de la locura y la locura de las categorías.

José Luis Moreno Pestaña ha escrito un magnífico libro sobre Foucault (Foucault y la política, Tierra de nadie ediciones, Madrid, 2011). Ya le viene de antiguo su conocimiento del pensador al que ha dedicado otros trabajos. Eso no quita para que éste sea no sólo muy bueno y muy claro sino también valiente. Moreno se atreve con el mito, con el mito del laberíntico y contradictorio Foucault y lo hace inteligible, le da un sentido. Me parece que no coincido del todo con el sentido que le da pero eso será por mi peor conocimiento de su obra, si bien creo haberla leído casi toda, incluidos esos extraños escritos póstumos del Colegio de Francia.

En fin, quiero decir que Moreno expone clara y brillantemente su interpretación de Foucault y estoy seguro de que admitirá que no es necesario proponer una alternativa para poder coincidir o discrepar sobre las bases de la suya; incluso para proponer variantes colaterales que puedan ser esclarecedoras. Máxime cuando el propio autor ha limitado su indagación a los aspectos políticos del pensamiento de F.

Moreno insiste de comienzo en que precisamente la política de F. es difícil de entender (por ejemplo, el significado político de la Historia de la locura (p. 29) y en que en toda su obra hay un ataque a la dialéctica (p. 30) para afirmar acto seguido como de pasada que su homosexualidad le causaba sufrimiento (p. 31).

Bien, si nos detenemos en la importancia de la actitud de F. ante sí mismo como homosexual podemos abrir otro blog. Me limito a señalar un campo inmenso de enorme fuerza explicativa no solo del pensamiento de F. sino del pensamiento a secas: el de su contingencia. Antes de Foucault hubo casos como el de Oscar Wilde y, después de él, las manifas del orgullo gay. ¿En que momento se sitía F.? En ninguno. Se instala en su propio sufrimiento, por necesidad inefable e intransferible. ¿Cómo formular eso? No se puede, pero condiciona todo lo que se dice. Su experiencia básica, repite Moreno, "fue su sexualidad" (p. 37). ¿No parece lógico vincular esto a su abrupta ruptura con la tradición freudomarxista (p. 61)? Sobre todo si le añadimos, sin ánimo de enredar, su edípica relación con su padre (39). Y conste que no creo que Moreno mencione a Edipo; es de mi cosecha pero es también evidente a lo largo de la obra de F.

En verdad tomarnos como centro e imagen del mundo y buscarnos y explicarnos en él, es decir, hablar de nosotros cuando decimos hablar del otro es lo que hacemos todos. Hay muchísima gente que arrastra un estigma y/o una desgracia. Milton era ciego, Quevedo patizambo, Leopardi y Ruiz de Alarcón jorobados, Dostoievsky epiléptico, etc, etc. ¡Ah, pero esas son desgracias que no están moralmente condenadas por la sociedad! Y aquí viene el ataque foucaltiano a la represión social mediante la locura, la utilización de la psiquiatría, el biopoder y su despotismo sobre los cuerpos. Thomas de Quincey era opiómano, Baudelaire y Cocteau asiduos, sino adictos. ¡Ah, pero el consumo de drogas no era entonces un crimen! Bueno, Byron parece haber tenido relaciones incestuosas con su hermana y a Trakl eso mismo probablemente le costó la vida. Y aquí sí que la condena social es absoluta, total, sin paliativos. La homosexualidad está o estará admitida; el incesto, según parece, no, nunca. ¿Qué poder sanciona el incesto que, para Lévi-Strauss es la única prohibición universal porque es natural a la par que cultural? ¿No es biopoder en estado puro?

La crítica de F. a las ciencias humanas (producida en la entrevista con Aron) es, con todos mis respetos, convencionalmente positivista. Y no arregla nada la generosa mano que le echa Moreno al decir que lo que el autor de la Arqueología del saber tenía en la mira era el uso instrumental, tecnocrático, de esos saberes (p.49). Pues claro; de esos y de todos, incluidas las ciencias verdaderas, incluida la filosofía si no quiere quedarse en la tertulia ilustrada de Rorty. Por cierto, está bien sacar a Aron, y más sacar Merleau-Ponty (aunque a veces éste diga verdaderas obviedades), pero hay que animarse a meter la otra pata de este terceto de antiguos amigos y luego rivales, Sartre. Y ya, de paso, incluir en el cuadro algo del clima intelectual de Francia en los años sesenta por razones obvias. El trabajo de Verstehen que hace Moreno es fabuloso y uno lee su narrativa cronológica de F. con pasión; pero le falta contexto, perspectiva. Decir en aquellos años que el GOULAG era un pretexto lo hacían muchos otros, como Garaudy o Aragon. El mismo Sartre, a pesar de El fantasma de Stalin, era ambiguo. Claro que lo que se pretendía tapar era de naturaleza distinta, en un caso la tiranía comunista y en el otro el Programa Común de la izquierda. Pero el reproche no se dirige al fin sino al medio, a la idea de que el GOULAG fuera un pretexto. Era y es y será siempre un fin en sí mismo.

El estudio de Moreno sobre las tres dimensiones del análisis foucaultiano del poder (filosófica, política y existencial) es espléndido. Y de nuevo hay algo que chirría. Dice Moreno que la idea de F. de la relación entre la verdad y el poder fluctuó (p. 59). Por supuesto, la verdad es un juicio (de qué naturaleza está por ver) y el poder, una relación, y su conjunción apunta al abismo insondable de la condición humana. Si la afirmación se queda en eso, en que la opinión sobre una endemoniada relación fluctúa, no tengo nada que decir; si es una crítica, no me parece acertada. Ya sé que seguir a F. en todas sus especulaciones sobre la verdad y el poder nos lleva a un jardín borgiano de los senderos que se bifurcan, aunque a veces no queda más remedio. Al fin y al cabo, puede ser un jardín epicúreo.

El fenómeno del siglo XX es el sobrepoder. ¿Por qué no? También es otras cosas. Por ejemplo y siempre sin ánimo de buscarme líos, la libertad. Cierto que la sociedad hoy está supervigilada. Excuso decir la feudal o la victoriana. Hasta el término escogido (poder pastoral) (p. 97) traiciona su carácter de préstamo de épocas pasadas. Recuérdese La letra escarlata y, en otro nivel, La cabaña del Tío Tom, el libro más vendido en los Estados Unidos, antes o después de la Biblia. Sí, en efecto, sobrepoder. Muy foucaultiano y muy francés pues el prefijo "sur" es tan frecuente que a veces no se traduce, como en surrealisme. Lo curioso es que los dos sobrepoderes citados sean el fascismo y el estalinismo. ¿Qué tal si decimos fascismo y comunismo? Pues que la armamos, porque F. militó en el Partido Comunista y eso deja huella hasta en un filósofo.

Moreno señala que F. se enfrenta al marxismo y al psiconálisis (p. 85) y, ya refiriéndose al F. del Colegio de Francia, que nos habla desde ultratumba, como Chateaubriand, dice que oscilaba entre el socialismo y el liberalismo (p. 105). No veo qué haya de malo en ello. Son dos ideas muy plausibles y complementarias. El socialismo tiene una vertiente económica y el liberalismo política y juntas han dado mucho juego; el máximo hasta la fecha. Pero Moreno se felicita de que ésta no fuera la última palabra de Foucault porque todavía lo sigue en su acercamiento a las teorías comunicativas habermasianas. Subraya ls importancia de la parresía democrática (la libertad de palabra) (p. 111), como aportación a la vía de la emancipación dialógica. Sí, y se le añade la isegoría con hincapié en la igualdad a la hora de hablar. Y está muy bien que Moreno recuerde que los requisitos foucaultianos de la libre expresión democrática arrancan de tres discursos de Pericles como nos los trasmite (y seguramente fabrica) Tucídides. No hay duda. Lo que no se ve es en qué sea esto superior o más avanzado o más profundo o verdadero que andar por la vida diciendo que uno es socialista y liberal que, por lo demás, era lo que decía Prieto.

En cuanto a la última palabra de F., ¿quién la sabrá? Creo recordar que F. murió cuando tenía apalabrado un encuentro con Habermas para dilucidar la respuesta kantiana a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? Ahí podría haber dicho algo nuevo... o no. En todo caso, gran obra la de Moreno, notable cartografía del tortuoso itinerario de un hombre que siempre tuvo problemas consigo mismo y filosofó para ir a buscar las causas fuera de él, lo cual estaba muy bien pero no llevaba lejos si al tiempo no veía las que estaban en él.

dimarts, 8 de novembre del 2011

Contra la corriente.

Con razón no quiere la derecha que haya debates televisados entre los dos dirigentes de los partidos mayoritarios. Los cinco que ha habido en España lo han sido con gobiernos del PSOE. Cuando manda el PP no hay debates y cuando cree que puede mandar, tampoco. A punto hemos estado esta vez de quedarnos también sin él. No gusta a la derecha el diálogo. Prefiere el monólogo y, a ser posible, sin preguntas, que es como Rajoy entiende las ruedas de prensa en la era de la política 2.0.

Pero ha habido debate y ha quedado claro que, por más trabas que se pongan, por mucho que se edulcore la imagen, se oculten las intenciones y se quiera sacar algo de donde no hay nada, al final se ve quién tiene algo que decir y quién no quiere (o puede) decir nada. Según algunos Rubalcaba cometió un error estratégico en los primeros veinte minutos por hablar como si diera a Rajoy por ganador. Eso sólo pueden decirlo los que creen que a los debates no se va a debatir sino a soltar soflamas como una carraca. Sería estúpido que Rubalcaba ignorara que entraba en la arena con una desventaja de 15 puntos porcentuales en intención de voto, es decir, que nadaba contra la corriente de opinión.

Pero vamos a lo que importa, a los asuntos de contenido. Rubalcaba probó ser un dirigente moderno, con experiencia, impuesto en los temas de que habla y capaz de exponerlos sin chuletas a la vista. Es decir, llevaba el debate bien preparado a pesar de que el día anterior anduvo de mítines y sin encerrarse a ensayar nada. Es espontáneo, directo, tiene las cosas muy rumiadas, huye de la retórica y aporta ideas.

Enfrente tuvo a un buen hombre al que el destino ha puesto en un lugar que le viene grande, que carece de recursos, que no sabe los temas ni tiene respuestas claras para los problemas y cuyo refugio es una retórica huera. Todo lo llevaba en los papeles, que leía como un doctrino y eso que se pasó el domingo preparando el debate. Se entiende muy bien porqué los responsables de comunicación de su campaña no quieren que responda preguntas de los periodistas. Simplemente, no sabe qué decir. Salvo lo que lleva cuatro años repitiendo, una especie de jaculatoria que parece un monólogo para besugos: el mayor problema es el paro; para acometerlo, hay que crear empleo; para crear empleo hay que cambiar el gobierno y ponerlo a él, que se compromete a crear empleo para así acabar con el paro. Profundo, ¿eh? Pues esa es la receta que aplica a todo, a la sanidad, la educación, las pensiones y ¡hasta el paro! Reténgase bien: para acabar con el paro hay que crear empleo.

Rubalcaba hizo propuesta sobre propuesta y, de paso, pero con insistencia, reveló la doble cara de las de Rajoy, haciendo hincapié en la contradicción entre lo que dice éste y lo que dice su programa. Una contradicción tan flagrante que hasta el previsible y reiterado bombardeo con las cifras del paro quedó en nada.

Pero el momento decisivo de la noche fue el de las políticas sociales. El candidato socialista enumeró la larga lista de las del PSOE (igualdad de género, matrimonios homosexuales, dependencia, etc), señalando que todas habían contado con la oposición del PP. La respuesta de Rajoy fue no tratar ninguna de ellas (excepción hecha de los dichos matrimonios y para justificar su oposición) y, como no podía quedarse callado, optó por leer unos folios que correspondían al primer momento, el de economía y trabajo. Ya solamente esta huida por la tangente le hizo perder el crédito que le quedaba tras haber estado esquivando cuerpo en los comprometidos asuntos de la sanidad y la educación, en donde su partido lleva años haciendo lo que él niega que vaya a hacer con tanta sinceridad como conocimiento de causa.

Una cosa son los debates y otra el juicio que merecen y que suele emplearse luego en pro de la causa que se esgrime. Todos esos sondeos que dan ganador a Rajoy por una horquilla entre cinco y siete puntos porcentuales probablemente reflejan el espíritu que subyace a los famosos quince puntos de diferencia en las encuestas y están lastrados por la fuerza de la inercia. ¿Que quién ha ganado el debate? Obvio: el que va ganando en intención de voto. Bien, Palinuro cree que el debate lo ganó Rubalcaba sin sombra de duda y contra la corriente, y cree también que hasta los sondeos que lo dan por perdedor, al hacerlo por menos de la mitad de los puntos de diferencia en intención de voto, significan que lo ha ganado. Y me apuesto algo fuerte a que se ha reducido mucho la cantidad de indecisos. En su partido deben de estar orgullosos de él, que se lo ha ganado a pulso. A ver si ahora él puede estar orgulloso de su partido.

Supongo que hoy se conocerán los índices de audiencia del programa que, como dijo Campo Vidal, fue planetario. Será interesante conocerlos para aquilatar la propuesta de Cayo Lara horas antes del debate de que lo mejor que podía hacer la gente era apagar el televisor e irse de copas. No sé si él habrá hecho lo que aconseja a los demás pero, si ha sido así, se ha perdido un muy enjundioso intercambio de pareceres sobre la cosa pública, acerca de la que también él opina. Hubiera podido comprobar cómo, en contra de lo que dice, Rubalcaba y Rajoy no son lo mismo ni dicen lo mismo ni mucho menos. Claro que a lo mejor por esto aconsejó no encender el televisor.

(La imagen es una captura del vídeo que trae Público.)

dilluns, 7 de novembre del 2011

No hay color.

Valoración de urgencia del debate de hoy

Opinión a bote pronto: Rubalcaba ha dado un repaso a Rajoy. Cinco puntos en los que se aprecia una diferencia llamativa. No sé lo que dirán las encuestas mañana y cuál será la percepción de la gente. Habrá opiniones para todos los gustos, según el tinte de quien opine. Palinuro, que trata de ser objetivo, habla de lo que él ha visto y lo que él sabe de ambos candidatos. Los cinco puntos:

  • Rajoy lo ha leído todo y lo ha leído mal. Rubalcaba no ha leído nada. Hay una diferencia esencial entre quien sabe de qué habla y quien habla de lo que le dicen.

  • Rajoy tenía un guión: paro, paro, paro y hacer las cosas como dios manda. Rubalcaba tenía muchos, fue flexible, completo y concreto.

  • Rajoy carece de propuestas concretas o las oculta y, o no conoce su programa o no lo ha leído o no entiende su letra, pero va de triunfal. Rubalcaba tiene una batería de propuestas específicas y, además, reconoce errores.

  • Rajoy soslaya las preguntas y no las responde muy en su línea de no aceptar preguntas. Rubalcaba, sin embargo, las plantea y, como el otro no contesta, las contesta él, entrando en el terreno del adversario y dejándolo al descubierto.

  • Rajoy no quiso hablar de ninguna política social y de ampliación de derechos. Silencio absoluto sustituido por una "clase de primero de economía". Rubalcaba dejó claro que todos los avances de políticas sociales, igualdad y ampliación de derechos en España han sido obra del PSOE con la oposición del PP.

Mañana, Palinuro contará sus impresiones con más detalle.

(La imagen es una captura del vídeo de La Sexta que traía Público.

La izquierda y las elecciones.

La derecha se presenta a las elecciones del 20-N unida como una piña. Sabe, y tiene razón, que la base del triunfo es la unidad, concentrar el voto en una sola opción, no fraccionarlo. ¿Quiere esto decir que toda ella comparte un único punto de vista, una misma ideología? En absoluto. En el interior del PP hay muchas discrepancias teóricas, hay conservadores, liberales, liberales al estilo de Esperanza Aguirre, demócratas-cristianos, ultranacionalistas, neoconservadores, neofranquistas y gentes de extrema derecha. Una gran variedad de criterios. Pero coinciden en algo, en la necesidad de supeditar sus diferencias al único objetivo que importa, conseguir el poder. A él lo sacrifican todo. Incluso su acendrado amor a la patria pues, llegado el caso, no tienen inconveniente en aliarse con los nacionalistas periféricos como estos tampoco lo tienen en aliarse con los españoles jacobinos y ultracentralistas. El poder es lo que importa, ganar las elecciones. Luego, ya se verá cómo se gobierna. Si es necesario llamar a la banda ETA Movimiento Vasco de Liberación Nacional se hace. La derecha no pierde el tiempo en debates por cuestiones de principios. Tiene, además, pocos de estos. Apenas el de conseguir el poder pra preservar el orden constituido, desmantelar el Estado del bienestar, consolidar el capitalismo de libre mercado, favorecer a los empresarios, debilitar los sindicatos, deshacer los avances en materia de igualdad y derechos de las minorías, facilitar la vuelta del nacionalcatolicismo.

Por el contrario, la izquierda se presenta fragmentada. A la izquierda del PSOE aparece una multitud de formaciones de las que sólo dos o tres tienen esperanza de conseguir representación parlamentaria, por lo demás ínfima. Las otros no es que no lleguen al 3 por ciento; es que no suelen llegar al uno por ciento, pero restan votos a las otras formaciones más viables, especialmente al PSOE. Al no concentrar las opciones y desperdigarlas, los votos se pierden. Como tiene aguda conciencia de este inconveniente, la izquierda habla continuamente de unidad. Prácticamente todos los partidos ha hecho ofertas de unificación de forma que es posible que haya tantas plataformas unitarias como candidaturas. Sobre la validez y viabilidad de estas pretensiones de unidad da idea una de las primeras ofertas que se hizo que pretendía forjar la unidad de la izquierda excluyendo expresamente al PSOE al que los habituales guardianes de la fe que, al parecer, tienen derechos de autor sobre los conceptos, niegan la condición de partido de izquierda.


Breve digresión sobre el Programa Común de la Izquierda. En los años setenta del siglo pasado, luego de muchos otros de enfrentamientos estériles, el Partido Comunista y el Partido Socialista franceses firmaron un Programa Común de la Izquierda con el que ganaron las elecciones presidenciales de 1981 (François Mitterrand) y las legislativas de ese año. Por primera vez desde 1947 volvió a haber ministros comunistas. Muchas de las reformas del gobierno de la izquierda fueron canceladas por los posteriores, pero otras, sobre todo de carácter laboral y social, se mantuvieron. Ese gobierno no habría sido posible si los comunistas se hubieran negado a la unidad por sostener que el Partido Socialista "no era de izquierda".


En España el fraccionamiento más dañino para la izquierda se da entre IU y el PSOE. No es exagerado decir que, de cada diez intervenciones de Cayo Lara, nueve van en contra del PSOE, al que Izquierda Unida considera el verdadero adversario porque es entre sus votantes entre quienes busca los suyos. Si, como dicen en la coalición de izquierda, el PP y el PSOE fueran lo mismo, uno esperaría una distribución más equilibrada de las críticas. Pero no es así, obviamente, porque tampoco es cierto que el PP y el PSOE sean lo mismo. Por eso, los ataques van al PSOE.

Podría pensarse que se trata de una hostilidad por asuntos de calado teórico, de los consabidos principios. Pero no hay tal. Los principios se han esfumado. Alguien en IU podría decir que el PSOE abjuró del marxismo hace más de treinta años, pero la coalición tampoco lo invoca hace otros tantos. Puede que Marx siga en su corazón, pero no en su discurso. Tampoco cabe decir que la izquierda radical abomina (como acostumbraba) de la socialdemocracia porque, precisamente, de lo que acusa ahora al PSOE es de haberla abandonado, de haberla traicionado. Ahora la socialdemocracia pareciera ser patrimonio de sus antiguos críticos.

No, no es discrepancia de principios o asuntos teóricos, sino oportunismo. En IU (y en su núcleo esencial, el Partido Comunista) late la vieja ilusión del sorpasso anguitiano: la verdadera izquierda sustituiría a la falsa ganando las elecciones y rectificando sus falacias. Es más, en estas horas bajas del PSOE, que tiene todos los elementos en contra, aquel latir se convierte en una consigna. Ahora o nunca. Los dirigentes de IU piden el voto de los socialistas "desencantados". Por cierto, eso mismo hace Rajoy. Se ve que tienen al PSOE como un cuerpo exangüe al que hay que arrebatar sus vestimentas. Es una actitud poco gallarda que, en el caso de IU puede estar abocada al ridículo si, pasadas las elecciones, se comprueba que apenas ha recogido votos socialistas.

Entre los votos de IU y el PSOE hay cierta movilidad, mucha gente vota a la una o al otro según diversas consideraciones del momento. Es posible que IU alcance mayor porcentaje (y algunos diputados más) que en las elecciones de 2008 pero lo cierto es que su relevancia seguirá siendo inexistente y, por tanto, ese incremento de votos no servirá para nada. Enfrente habrá un gobierno de la derecha con una sólida mayoría parlamentaria que aplicará su programa máximo, ahora oculto, sin ningún miramiento. Para entonces es de esperar que en IU entiendan que el PP y el PSOE no son lo mismo. Claro que esto ya lo sabe la coalición desde el momento en que posibilitó el gobierno del PP en Extremadura.

El PSOE es el único partido que puede impedir o contrarrestar un gobierno de mayoría absoluta de la derecha. ¿Que su política, la pasada y la futura, no se ajusta a los cánones de una izquierda que sienta plaza de doctrinaria y no pasa de posibilista? Por supuesto. Si el PSOE hiciera suyo el programa de una opción que se sitúa en torno al tres por ciento del voto es patente que no conseguiría el 43 por ciento y no podría gobernar. La izquierda no parece entender lo que la derecha comprende a la primera, esto es, que primero hay que concentrar el voto y luego ya se discutirá. Es incluso peor pues da la impresión de que lo que la mueve no es la posibilidad (harto improbable) de ganar las elecciones sino de que las pierda el PSOE. Fraccionar el voto es un disparate que la izquierda pagará carísimo.

(La imagen es un cartel de Dmitri Moor de 1920 titulado: ¿Te has presentado voluntario?)

diumenge, 6 de novembre del 2011

Pasado presente.

En el velódromo de Dos Hermanas un mitin de la memoria para animar a los suyos. La presencia de Felipe y Guerra tiene siempre un efecto estimulante de consumo interno en el PSOE y por ello es acertado comenzar así la campaña, porque es a su propio partido al que Rubalcaba tiene que movilizar en estas horas adversas. Si el partido se pone en marcha hay una posibilidad de atraer voto y a esa se aferra el candidato que tiene que bregar con unos pronósticos sombríos y su escaso carisma.

Casi treinta años después de su histórica victoria Felipe sigue provocando entusiasmos y Guerra regocijo merced a su capacidad para el sarcasmo. Parte importante de la política en lo que tiene de espectáculo. Pero ambos aportaron algo más, producto de su experiencia en las lides electorales: el enunciado claro y escueto de los temas en los que el PSOE tendrá que centrar su campaña si quiere remontar. El fin de ETA y la defensa del Estado del bienestar. Y no solo por experiencia sino también por instinto, dado que son los dos puntos débiles del PP. En el fin de ETA la derecha no ha tenido arte ni parte ya que ni siquiera se dignó estar en la Conferencia de paz de Donostia en que se selló aquel. Al contrario, ha intentado boicotearlo y, al no ser ello posible, relativizarlo y negarlo. Ahora no puede evitar que el PSOE lo saque a relucir como mérito propio.

El otro punto débil es la defensa del Estado del bienestar. El PP tiene una imagen claramente contraria al mantenimiento del Estado del bienestar, lo cual es un error. Rajoy aclara que meterá la tijera en todo excepto en sanidad, educación y pensiones. Es un intento de escamotear la realidad porque nadie ignora que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas y ya están sometidas a ataques a aquellas en las que gobierna el PP. A su vez la desafortunada imagen de la tijera para todo lo demás hace temer que no quedará títere con cabeza. Es muy prudente que el candidato del PP no se someta a las preguntas de los periodistas dado que hasta cuando habla de su Minerva, sin ser preguntado, deja mucho que desear.

Para Rubalcaba quedaron las propuestas concretas. Insistió en las políticas de estímulo de la contratación y el consumo comprometiéndose a financiarlas con mayores impuestos a los que más tienen y una especie de tasa a la banca. Eso es esencial y hará bien en reiterarlo permanentemente, machacarlo, siendo también más específico respecto a qué impuestos, por cuánto y quiénes los pagarán. En un país en que es del dominio público que los capitalistas no cumplen con la Hacienda pública, en el que hay una bolsa enorme de fraude fiscal y otra también enorme de economía sumergida, la gente quiere oír planes concretos acerca de cómo se restablecerá la justicia social y cómo se financiarán las medidas de recuperación. Todo ello tiene un nombre en la tradición socialdemócrata que debiera estar más presente en la campaña: redistribución, asunto nada menor si se tiene en cuenta que, con la crisis, España ha resultado ser el cuarto país Europeo en punto a desigualdad de ingresos tan sólo por detrás de Letonia, Rumania y Letonia y a la par con Portugal.

También es de justicia recordar que si hoy pueden plantearse de nuevo medidas redistributivas creíbles es gracias a que, como señala Zapatero, España es el único país periférico en el que no ha habido intervención ni rescate, en cuyo éxito ha tenido su parte el candidato.

Así que, en resumen, el mitín de Dos Hermanas estuvo bien, pero no cabe ignorar que exhalaba cierto aroma retro, como del PSOE de antaño. Rubalcaba, que no se encuentra ya in the prime of life, debe sin embargo aparecer tambien rodeado de juventud y sentar plaza de candidato intergeneracional. La madurez da seguridad pero no apunta precisamente a la renovación. Ésta se asocia siempre con los rostros nuevos y frescos, las ideas originales y el ímpetu de compromisos claros. Hay que dar más voz a los jóvenes porque del futuro deben hablar sobre todo los que van a hacerlo y deben hablar a los que van a vivirlo, un porcentaje elevado de votantes para quienes González y Guerra son tan lejanos como Daoíz y Velarde.