dimecres, 20 de maig del 2009

El héroe de Perejil.

Aferrado a su escaño, este pavo matasiete que reconquistó el peñón de Perejil para la soberanía española igual que los ingleses recuperaron las Malvinas para la Corona británica, protagonizó ayer una rueda de prensa en la que la única rueda que había era la de molino con la que pretendió que el mundo creyera que los militares condenados por la Audiencia Nacional actuaron por su cuenta, como si fueran piratas aunque, eso sí, procurando siempre no atropellar a mujeres y niños y de buena fe, faltaría más. En la rueda de prensa no se aceptaron preguntas, una práctica que está extendiéndose mucho aunque es inmoral porque equivale a un tendencia al monólogo, un intento de orientar la información y una pretensión de infalibilidad. Trillo el matachín se limitó a leer unos folios en tono desabrido que, al tiempo que encomiaban las figuras de los militares ahora condenados, lo exoneraban a él ladinamente. Que es de lo que se trata. De salvar el gaznate.

Y de responsabilidades políticas, por supuesto, ni media palabra. En otras ocasiones, al tratarse este asunto el señor Trillo se ha manifestado respecto a esta cuestión, sosteniendo que su partido ya asumió su responsabilidad perdiendo las elecciones y si, alguna individual quedaba, había sido eliminada al ganar el señor Trillo las elecciones a diputados de Cortes. Ambas cosas son falsas y, en todo caso, queda claro que no piensa ni de lejos en la dimisión del escaño del Congreso de los Diputados por razones claras: la atención a las víctimas del Yak 42 es un hecho único e irrepetible; el cargo es una nómina al mes doce o catorce veces al año.

Dado que las personas condenadas estaban a sus órdenes es obvio que, si el señor Trillo tuviera lo que hay que tener como hombre y como soldado, ya habría dimitido de su condición de diputado y dejado a otro su lugar en la política.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Terror de cultivo.

Desde Otra vuelta de tuerca, está prácticamente dicho todo en el terreno del terror en relación con la infancia, situación que afectaba a la plaza en la que estemos o a cualquiera otra. Y esta película no es excepción a la historia. En realidad es un misterio por qué se ha rodado, dado que que no hay historia que contar. Una madre muere en accidente de coche cuando va con sus dos hijas. La pequeña, que fue la responsable del accidente, desarrolla un complejo de culpa que la lleva a dar rienda suelta a sus tendencias suicidas. El padre decide que los tres merecen un viaje y se trasladan a vivir de Chicago a Génova en donde el padre da clases de inglés en la universidad. Luego el relato se bifurca en tres o cuatro pero todos muy vistos: a) las peculiaridades culturales italianas vistas por un anglosajón; b) los anglosajones expatriados; c) los problemas de la adolescencia, ya que la hija mayor está en la edad del pavo; d) las alucinaciones de la pequeña, elemento central para convertir la peli en una historia de miedo. Pero esto es imposible porque es imposible convertir una populosa y luminosa ciudad italiana en un lugar gótico, oscuro y tenebroso. El intento del director de contrapuntear las escenas de playa con las caminatas de las crías por los oscuros callejones de la ciudad medieval, poblados de amenazadoras figuras entrevistas, tratando de inspirar prevención y miedo, solo consigue aburrir más y hasta irritar a fuerza de repetitivo. Y no hablemos ya de la permanente tensión a que un director abusón somete a los espectadores con tomas y toma y toma de circulación rodada en todo tipo de vehículos para que nos temamos otro cacharrazo como el del principio.

Normalmente, hasta la peor película tiene algo que la redime; en esta no encuentro nada.

dimarts, 19 de maig del 2009

La ilegalización.

Hoy trato el asunto de la ilegalización de la candidatura Iniciativa Internacionalista en un artículo en Público, titulado Una ilegalización compleja en el que defiendo que dicha ilegalización es lógica en tanto los componentes de la candidatura se obstinen en no cumplir la Ley de Partidos, y que en España no se ilegalizan ideas (como sostienen falsamente quienes critican la ilegalización) sino comportamientos y hechos delictivos.

Ayer fue un día frenético en las redacciones de los diarios. Después de la ilegalización hubo la acostumbrada oleada de reacciones en pro y en contra. Ambas destilaban pasión; las primeras de alegría y las segundas, de ira. Pero la coalición estaba ilegalizada por decisión del Tribunal Supremo e ilegalizada iba a quedarse. Entonces, al final de la jornada, empezó a rumorearse que la coalición iba a condenar el uso de la violencia para conseguir fines políticos, iba a condenar a ETA; en definitiva, iba a cumplir la Ley de Partidos que es la condición que los independentistas se han negado a aceptar en diez ocasiones. Los alientos se contuvieron y, en efecto, por la noche llegó el comunicado de Iniciativa Internacionalista condenando taxativamente la violencia. Algo muy de felicitarse. El articulo mencionado más arriba ya recoge este giro de los independentistas y se felicita por él, formulando el deseo de que ojalá surta efectos políticos y jurídicos.

Porque ese es el problema ahora. Obviamente, los estrategas de Iniciativa podían haberlo pensado antes y no dejar que las cosas se pudrieran hasta la ilegalización del Tribunal Supremo. La explicación probablemente es que, en el fondo, no creyeron que el alto tribunal fuera a excluirlos y, al encontrarse con que sí lo hacía, tuvieron que improvisar un plan B a fin de no quedarse fuera de las instituciones, y que incluía los términos que hemos citado. Pero el hecho es que el fallo del Tribunal Supremo ilegalizando la formación es ya firme y el Tribunal Constitucional no puede hacer nada contra eso dado que las decisiones firmes del Supremo son para él "cosa juzgada", intangible. Algo distinto es que quepa el recurso de amparo por vulneración de derechos fundamentales que la candidatura ha interpuesto. En apoyo de esta queja viene la feliz decisión de condenar la violencia, que supone un giro de 180 grados en la actitud de Batasuna y los suyos. Pero la cuestión es si el Tribunal Constitucional puede otorgar el amparo cuando la supuesta vulneración que se aduce tendría que haberse producido no para llegar al fallo del Supremo sino después de dicho fallo, lo que se entendería, porque así sería, como un fraude de ley.

Ahora bien, la importancia de que los independentistas radicales hayan renunciado a la violencia abre tal cantidad de perspectivas que sería muy importante que se encontrara una fórmula política para conseguir que su candidatura estuviera presente en las elecciones del siete de junio. Sería la prueba de que en España no se ilegalizan ideas sino conductas, daría una imagen de normalidad a la vida política, demostraría que los demócratas somos magnánimos y si a la condena de la violencia siguiera la desaparición de ETA, quienes defendemos el derecho de autodeterminación de los pueblos en España podríamos volver a argumentar nuestra posición sin riesgo de que se nos confundiera con asesinos. Pero todo ello depende de que el Tribunal Constitucional decida otorgar el amparo. Y eso no puede prejuzgarse.

Como una mancha de grasa.

Como una mancha de grasa van extendiéndose las prácticas presuntamente corruptas de los miembros del PP; como una mancha grasa que fuera inficionando todas las articulaciones del partido, todos sus entresijos. A estas alturas no debe de quedar nivel alguno de la administración del Estado en el que no hayan anidado estos mangantes (siempre presuntos, faltaría más) haciendo negocios fabulosos a costa de los contribuyentes, despojando a estos en un toma y daca de cohechos y adjudicaciones fraudulentas. Si ayer aparecían implicados en la trama corrupta alcaldes, concejales, diputados autonómicos, el presidente de la Diputación de Castellón, el de la Generalitat valenciana, Francisco Camps y, por último, el senador y tesorero del PP, Luis Bárcenas de quien Libertad digital informa que quizá haya recibido un millón seiscientos mil euros de fondos de Correa, hoy son un diputado del Congreso y un íntimo colaborador del señor Álvarez Cascos cuando era ministro, según afirma El País, que trae, además, las cantidades en ambos casos a cambio de favores a la trama de Correa: 220.000 y 50.000 € respectivamente.

Y es Correa quien empieza a ser aquí interesante. ¡Qué capacidad para comprar voluntades en todos los niveles de la Administración y de corromperlo todo a estilo de la camorra italiana! Con ese aspecto de galán de Ruritania, este cerebro del chanchullo y el trinque parece haber conquistado al escalafón íntegro del PP a través del bolsillo con dádivas de miles, decenas de miles, centenas de miles, millones de euros, viajes, cruceros, regalos suntuarios, trajes a medida... una pasta gansa en cohechos que nos permite hacernos una idea del quebranto que este mago del parné (al que a lo mejor, si se arrepintiera, convendría nombrar ministro de Hacienda) ha causado a las arcas públicas y al bienestar de los ciudadanos. Ahora se comprenden las fianzas de cientos de miles, de millones que el juez ha impuesto a los tres imputados de la Asamblea de Madrid, los señores López Viejo, Martín Vasco y Alfredo Bosch: hay que hacer frente a unas responsabilidades civiles que probablemente ascienden a cantidades estratosféricas.

Añádase a lo anterior lo que publica hoy Nacho Escolar en su blog y que aparece en la portada de "Público" sobre la red corrupta que, al parecer, financió las elecciones de la señora Aguirre a base de rebautizar los conceptos por los que anotaba los pagos que hacía a la Comunidad esto es, le financió, presuntamente, el Tamayazo. Ya es sólo cuestión de tiempo hasta saber hacia dónde escala la trama Gürtel, si alcanza a la presidenta de Madrid y al exministro de Fomento, señor Álvarez Cascos y si sigue hacia arriba, a la boda de El Escorial y el inevitable matrimonio Aznar. Desde luego, no lleva pinta de detenerse. Éste es un proceso penal de los años del gobierno con mayoría absoluta del PP en el que, seguramente, muchos hicieron su agosto y todos de su capa un sayo. No sé ya en dónde habrá más implicados en presuntas (y provechosas) corruptelas, si en la Cámara de los Comunes en Inglaterra o en el PP en España.

Tal debe de ser asimismo el temor del señor Camps quien ha pasado en veinticuatro horas de querer declarar ardientemente para que resplandezca su inocencia cual patena a pedir un aplazamiento de la deposición se supone a ver si se entera de algo de la investigación que el Tribunal Superior de Valencia está haciendo en las cuentas de contratas de la Comunidad que con tanta trasparencia gestiona el muy opaco señor Camps. A lo mejor eso obliga a postponer también en un día la declaración de El bigotes.

Lo dijimos hace un par de entradas: sometido a este gota a gota informativo en el que salen a relucir cuestiones de todo tipo, político, económico, etc., pero todas de supuestas corruptelas, trinques, pelotazos, es imposible que el partido mantenga un discurso unido y coherente ante las presumibles preguntas por la corrupción y a lo largo de toda la campaña.

Y, de esa, hoy, el único responsable es el capitán, el señor Rajoy a quien ya nadie escucha.

(La imagen es una foto de john.duffell, bajo licencia de Creative Commons).


dilluns, 18 de maig del 2009

Benedetti.

Pues vaya, se nos ha muerto Benedetti. A ver ahora cómo vamos a la oficina. A ver si soñamos y olvidamos su muerte.


PEQUEÑAS MUERTES

Los sueños son pequeñas muertes
tramoyas anticipos simulacros de muerte
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas
olvidamos cuanto antes lo soñado
a pesar de sus fuegos sus cavernas
sus orgasmos sus glorias sus espantos
los sueños son pequeñas muertes
por eso cuando llega el despertar
y de inmediato el sueño se hace olvido
tal vez quiera decir que lo que ansiamos
es olvidar la muerte
apenas eso.

Mario Benedetti.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

PP: estado de corrupción.

El PP afronta la próxima apertura de la campaña electoral al Parlamento europeo con tal proliferación de casos de supuesta corrupción en su seno, todos ellos en distintos momentos procesales de la vía judicial, que será difícil que pueda hacer una campaña tranquila centrada en algo distinto que no sean los líos que lo agobian y que sucintamente presentados son estos:

Caso Camps: hasta la fecha, el señor Camps ha guardado un bochornoso silencio, ha rehuido las preguntas de los periodistas, se ha negado a dar explicaciones en sede parlamentaria y ha anunciado estar satisfecho porque por fin puede dar las explicaciones pertinentes en sede judicial al estar imputado. Lo que no ha dicho es que ha tratado por todos los medios de evitar que el procedimiento siga adelante a base de recurrir la instrucción del juez Garzón. Declarará, pues, mañana martes. En su partido parecen ir resignándose a la idea de que su silencio y sus artimañas no lo liberarán de salir imputado por cohecho y han comenzado a relativizar su conducta con un planteamiento que, cuando menos, es vergonzoso. Dice la señora De Cospedal que no cabe poner en jaque al señor Camps por dos o tres trajes. ¿Por cuántos entonces? ¿Por doscientos o trescientos? Quienes recordamos la increíble campaña del PP contra la directora general de TVE, Pilar Miró, en los años de Felipe González a causa de unos gastos en indumentaria, no salimos de nuestro asombro de hasta dónde puede llegar la hipocresía humana.

Caso Fabra. El sempiterno presidente de la Diputación de Castellón está imputado hace ya unos cuatro años en un par de procedimientos penales que se alargan sospechosamente dando pábulo a la idea de que este cacique a la vieja usanza, también controla a los jueces y fiscales. Los procedimientos son por presuntos delitos muy a la usanza del antiguo régimen franquista, condensación de las ilusiones fabrianas: falsificación en documento público, trampas y fraudes para conseguir concesiones administrativas para la comercialización de productos falsos. El tal Fabra, un personaje oscuro, altanero y prepotente tendrá que dar las explicaciones pertinentes y no es probable se libre de una sentencia condenatoria, como tampoco su señora, con la que parece haber montado una sociedad comanditaria para la comisión de todo tipo de ilícitos. Tampoco será fácil que el personal olvide que no hace mucho el señor Rajoy, hombre clarividente, calificaba al señor Fabra de "ciudadano ejemplar". ¿Cómo se puede votar a cargo alguno a un hombre con tan disparatado juicio?

Caso espionaje en la Comunidad de Madrid. El juez investiga ahora un nuevo posible delito de malversación de fondos públicos que podrían haber cometido los hombres de confianza de la señora Aguirre, singularmente su consejero de Justicia e Interior, en la financiación de esa trama de espionaje al mejor estilo de Mortadelo y Filemón contra sus propios conmilitones en el partido.El asunto es uno de los acontecimientos más chuscos y, probablemente, más trapaceiros de la vida política madrileña, agostada bajo la mayoría absoluta del PP que éste toma por derecho absoluto a hacer lo que place a sus dirigentes. La señora Aguirre permitió que se constituyera una comisión de investigación en la materia, comisión a la que dio carpetazo sin hacer averiguación ninguna. Pero el fantasma que la doña expulsó por la puerta se le cuela ahora por la ventana y malo será si no acaba llevándosela por delante.

La miriada de corruptelas a base de recalificaciones, adjudicaciones ilegales, fraudes de todo tipo que han afectado a algunos de los municipios de la sierra de Madrid, que se cuentan entre los más ricos de España: Pozuelo, Boadilla, Majadahonda, etc., todos ellos regidos por el PP. Alcaldes, concejales, diputados provinciales, una turbamulta de presuntos mangantes que llevaban años haciendo sus negocios ilegales y esquilmando las arcas públicas, debidamente coordinados por el bueno de Correa.

El caso especial del tesorero del PP, señor Luis Bárcenas, aún bajo investigación en la instrucción del proceso y sobre el que parece que hay pruebas de cobros millonarios por actividades fraudulentas en concurrencia de negocios con el ubicuo Mr. Correa. El señor Bárcenas ha negado contundentemente hasta la fecha pero, dado que los indicios en su contra parecen acumularse, lo más probable es que la fiscalía pida se dé traslado de su causa, por ser aforado nacional al Tribunal Supremo. Con lo que el PP se va a encontrar parte en procesos penales en todos los órdenes jurisdiccionales del país.

De momento, según se dice, el electorado no presta suficiente atención a lo que está sucediendo y no parece dispuesto a castigar al partido por unos comportamientos supuestamente corruptos que, por su alcance y extensión, en verdad parecen endémicos. Pero la campaña electoral aún no ha comenzado y, cuando lo haga, será imposible que la derecha evite el efecto demoledor que tendrán las diversas actuaciones penales contra tantos y tan cualificados militantes. ¿Cómo votar a candidatos que mañana pueden cambiar la flamante acta de diputado por una bola al tobillo y un traje de rayas?


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 17 de maig del 2009

El arte del siglo XX.

Dos reconocidos críticos culturales contemporáneos reflexionan en este libro (La pantalla global. Cultura mediática y cine en la era hipermoderna, Barcelona, Anagrama, 2009, 352 págs.) sobre los avatares del cine en esta época que llaman "hipermoderna", con originalidad terminológica (el término procede de una acuñación anterior de Lipovetsky) que aplican a otros conceptos a lo largo de la obra. Ésta me parece interesante pero ya dejo dicho al comienzo de la reseña que no veo la necesidad que parecen sentir muchos autores de bautizar con términos rebuscados reflexiones que luego tampoco responden por entero a lo que los nuevos conceptos dejan entrever. ¿Qué significa exactamente "hipermodernidad" y cómo diablos se relacionará con "postmodernidad"? Me explico. Parto de la idea kantiana de ilustración y la hago sinónima de modernidad con lo que entiendo que ésta es el proceso de emancipación del ser humano, su dominio sobre sí mismo, su "caminar erguido", su liberación de la superstición. Al mismo tiempo, tengo la peor opinión de la televisión; de la española y de todas. Si resulta que, como dicen los autores, los franceses pasan diariamente tres horas y veinticuatro minutos delante del televisor (más o menos lo mismo que los españoles, según el último EGM), eso equivale a unas 100.000 horas de sus vidas u once años viendo y escuchando una jartá de estupideces. ¿Cómo se puede llamar "hipermoderno" a semejante borregamen?

Los autores sostienen que el cine tiene una gran capacidad para reinventarse ante los nuevos retos de las tecnologías. Dividen su historia en cuatro etapas: a) el cine mudo; b) la "modernidad clásica" (de 1930 a 1950); c) la "modernidad vanguardista y emancipadora" (1950 a q970); d) la "época hipermoderna" (pp. 16-21). Lo hipermoderno es el hipercapitalismo, el hipermedio, el hiperconsumo globalizado cuando comienza la pantalla global (p. 22). Este libro se publicó en francés en 2007, antes de la gran crisis que ahora vivimos. Todos estos discursos suenan hoy algo desafinados.

El cine, dicen los autores, es un arte connaturalmente moderna. Junto a la fotografía es la única nueva en veinticinco siglos (p. 31). También es industria, lo que le ha sido muy criticado y, por supuesto, arte de consumo de masas. Es también un arte colectivo. Elie Faure lo comparaba a la construcción de una catedral por la cantidad de esfuerzos que hay que aunar para hacerlo posible. Ahora se ha hecho super high-tech y con la digitalización se ha revolucionado por entero, sobre todo los efectos especiales. Con ello hay también una espiral de costes de producción. El hipercine es reflejo del hipercapitalismo mundializado, caracterizado por desigualdades espectaculares y un vedetismo triunfante (p. 60). Antes solían hacerse unas 300 copias por película. En 1975, con Tiburón, ya se hicieron 500 y hoy se hacen entre 8.000 y 10.000 copias por cada película de las cuales 4.000 son para los Estados Unidos. El cine se extiende cada vez más y más rápidamente y, sin embargo, cada vez va menos gente a verlo. En los EEUU se calcula que hay 5,4 visitas por persona y año y en Europa menos de la mitad, 2,4. En 1979 iba al cine el 17,8% de la población; en 1992, el 15% (p. 64) y en España, en 2008, menos de 5%. Por lo demás, la producción cinematográfica aparece hegemonizada por los EEUU que producen entre dos tercios y tres cuartos del cine que se ve en Europa (p. 66). Igual que la sociedad hipermoderna se caracteriza por fenómenos hiperbólicos, el hipercine es una huida hacia delante supermultiplicada, una escalada de los elementos que componen su universo (p. 73). La realidad virtual es el extremo de la invención high-tech con un efecto extraordinario en las salas en que puede verse (75). Los rasgos del cine contemporáneo incorporan la velocidad, el ultramovimiento, el ritmo infernal y sobre todo la ultraviolencia. Ya llegó el mensaje con Grupo salvaje, de Sam Peckinpah y Apocalypse now, de Coppola (p. 87). Se practica sexo auténtico ante las cámaras y un lenguaje vulgar, lleno de tacos. Pues se enseña todo, cabe decirlo todo. Un rasgo nuevo es la multiplejidad, el relato multiplex con ruptura de las unidades clásicas, especialmente la de acción y hasta la inteligibilidad tradicional se cuestiona (p. 101). Los géneros se mezclan, ya no hay distinciones, los argumentos tratan de todas las edades de la vida. Hay películas sobre bebés y sobre ancianos de noventa años. Todo es tema (p. 113). Se desestabiliza la dicotomía tradicional de los papeles sexuales (p. 116) y el cine se convierte en objeto del cine. No es solamente que abunden las remakes sino que hay trozos de películas anteriores en otras modernas y hasta se parodian (p. 130).

Uno de los fenómenos más interesantes de hoy es el gran auge del documental que, para los autores aparece como respuesta a la desaparición de los referentes colectivos del bien y del mal (p. 147). El neodocumental expresa el fin de los grandes sueños colectivos y de los profetas de la modernidad triunfante (p. 149). Tiene también un elemento de ficción porque interpreta la realidad, la reconstruye con una mirada militante, íntima, etc. (p. 157). En cuanto a la memoria y el cine histórico, la sociedad hipermoderna está dominada por la categoría del presente y la paradoja es que se vive un movimiento de revitalización del pasado, un frenesí rememorativo, un culto al pasado (p. 163). El cine histórico clásico es un pasado pasado; el cine histórico de hoy es un presente en pasado y el cine de la memoria es un pasado para el presente. Todo esto viene especialmente a cuento del empeño por no olvidar el genocidio, en concreto la Shoah y de ahí películas al estilo de La lista de Schindler (p. 175). Los españoles podemos dar buena fe de esta tendencia a la vista del interés que sigue teniendo todo lo relativo a la guerra civil y el franquismo.

Por lo demás, el cine es también testigo de su época. Nunca se han filmado tantos acontecimientos y problemas políticos y sociales (p. 183). Escojo algunos de los temas sobre los que los autores reflexionan con mejor o peor fortuna: la ecología (p. 184), el mercado, las condiciones de la globalización (p. 190), la época del capitalismo total (p. 192), la apuesta por la democracia (p. 195), la crítica a la democracia y, sobre todo, la crítica al neoconservadurismo reaganiano en los EEUU (p. 198), la crítica al imperialismo y la defensa de los derechos humanos (p. 205). Y, junto a todo esto, nada aventaja en cantidad y calidad al tratamiento de los temas referentes al yo, referentes al individuo (p. 205) porque, dicen los autores: "el culto al hedonismo consumista y el culto a la autonomía subjetiva brotan cuando desaparece la fe en las grandes ideologías de la historia (Nación, Revolución, Progreso)" (p. 206). La verdad, siempre que me encuentro estos diagnósticos tan rotundos, siento desconfianza. ¿Quién ha dicho que ha desaparecido la fe en esas ideologías? ¿En la Nación? ¿Desde cuándo? Nunca ha habido más nacionalismo y más obtuso y fanático, por cierto. La creencia en el Progreso se ha encarnado en la conciencia misma de la contemporaneidad; de desaparecer, nada. Y en cuanto a la Revolución, es cierto que anda algo mohína; pero se puede substituir por un renacimiento de la fe en la Religión.

La última parte de este interesante libro versa sobre las relaciones entre la gran pantalla y la pequeña. Y, dentro de la pequeña pantalla, la reina de todas, la televisión. Hoy se relativiza la distinción entre cine y televisión, se hace un cine de geometría variable, que se mezcla por doquier con la televisión y ésta, a su vez, busca territorios en que imponerse, por ejemplo, el de las series (p. 226). Los programas de hiperrealidad tratan de hacer de la televisión un hipercine (p. 231). A pesar de todo la televisión no puede con el cine y por más que es un espectáculo realmente de masas. Basta con pensar en los telespectáculos deportivos con cientos de millones de espectadores de competiciones, olimpiadas, etc (p. 235). Otra forma de la pantalla es la publicitaria. El cine ha estado siempre ligado a la publicidad y hoy más que nunca, cuando hay un imperio del logotipo y se aprecia sobre todo el llamado product placement, esto es, la capacidad de que ciertas marcas aparezcan en películas (p. 249). La pantalla se ha universalizado al extremo de que, según los autores, el individuo hipermoderno resulta ser un Homo pantalicus que vive en una patallocracia (p. 270). Partiendo de la vieja "sociedad del espectáculo", de Guy Debord se llega a una democracia de vigilancia que Pierre Rosanvallon llama la "contrapolítica" (p. 275). Pantalla es también internet, a la que muchos critican por creer que aisla a las gentes. Y pantalla asimismo el estado de videovigilancia en que nos movemos hoy día. En 2007 se calculaba que había unos 4,2 millones de vídeocámaras en Gran Betaña, el país más vigilado de la tierra (p. 285) . Igualmente cuenta aquí la "pantalla lúdica" con manifestaciones como second life, que permiten la cinematografización de los individuos; y el videoclip. El vídeo abre nuevas fronteras a través del videoarte. Cabe recordar el fenómeno de Youtube, en donde hay más de cien millones de vídeos (p. 307). El uso del vídeo tiene posibilidades inimaginables. Por ejemplo, el caso de los trackers, personas armadas de una vídeocámara que se convierten en la sombra de un político al que filman a todas horas del día o las modalidades de happy slapping (p. 309), consistente en abofetear a alguien por la calle y grabarlo en vídeo. Las posibilidades del vídeo se pueden ver igualmente en las secciones de sucesos de los periódicos.

Concluyen los autores su obra retornando a la consideración del relato. La modernidad se basa en la omnipresencia del relato y éste es asimismo el secreto del éxito del cine estadounidense: que se basa en un relato sencillo, fácil, que todos entienden (p. 317). El cine es el que mejor puede cumplir esta función de relatar. Recojo una cita que incluyen de David Lynch: "El cine es un medio de decir lo que no se puede decir con palabras, exceptuando quizá la poesía. Es un lenguaje consistente en la combinación de varias artes, un lenguaje de belleza y profundidad infinitas que puede contar todas las historias." (p. 318). Charles Lalo tomó de Montaigne el concepto de "artificación" de la vida y el cine es hoy uno de los principales instrumentos de artificación del universo hipermoderno (p. 321).

Para terminar coincido con una apreciación de los autores que me resulta simpática a fuer de voluntarista. Dicen que el único baluarte que queda frente a la invasión universal de la pantalla es el viejo libro (p. 311). Así es y así será pero, a mi entender, como son estas cosas en la acción humana: el triunfo incontestable de la pantalla vendrá acompañado de la supervivencia del libro en círculos restringidos.

Obama flaquea.

Había empezado tan ricamente: Guantánamo se cerraba, todo era cuestión de encontrar acomodo para los cientos de personas ilegalmente secuestradas allí. Además los responsables de torturar detenidos en la sedicente "guerra contra el terrorismo" responderían ante la justicia. Los Estados Unidos tenían que recuperar su prestigio moral ante el mundo, lamentablemente perdido en los ocho años de mandato del utraderechista, neocon, típico representante del llamado fascismo simpático, el señor George W. Bush.

Poco a poco van haciéndose aparentes las dificultades de llevar a la práctica aquellos propósitos. No está claro hasta dónde puede llegarse cuando se habla de "responsables de torturar"; se puede llegar hasta el mismo expresidente Bush. Tampoco está claro qué hacer con los cientos de secuestrados en Guantánamo y (si acaso) en las otras cárceles de la CIA esparcidas por el mundo. Cárceles opacas al escrutinio público, cárceles secretas en las que los prisioneros carecen de todo derecho, incluso de identidad. B-6534689, como en Dachau o en Auschwitz. Cada vez hay gente más poderosa vociferando en los medios que la política de Mr. Obama debilita al país y el señor Cheney, exvicepresidente de los EEUU, pide que la CIA publique unos informes secretos para que se compruebe que la práctica de la tortura de los ahogamientos simulados ha sido positiva para los EEUU porque ha servido para evitar actos de terrorismo, muertes, etc. El fin justifica los medios y la tortura es menos tortura si se obtienen buenos resultados. Hace falta ser canalla.

Y, por último, llega la orden: se restablecen las comisiones militares que estaban "juzgando" a los secuestrados de Guantánamo y se prohíbe taxativamente la publicación de nuevas fotografías que documentan e ilustran acerca de la aplicación de torturas en todos los centros de detención de los EEUU, no sólo de Guantánamo. Las fotos se han publicado en Australia, país de momento allende la jurisdicción del presidente estadounidense y puede verse, en efecto, qué generalizada estaba la tortura en los infames años del señor Bush. Ahora ni siquiera se sabe si el propósito de denunciar políticamente y perseguir jurídicamente la práctica de la tortura será practicable, entre otras cosas porque, aunque hayan intentado negarlo, los demócratas estaban al corriente de que en los EEUU se torturaba. Hasta la presidenta (demócrata) de la Cámara de Representantes ha tenido que confesar que lo sabía desde 2003. Eso plantea la extensión de la condena por complicidad con la tortura a vaya Vd. a saber cuántos diputados. En el límite, siendo Senador: ¿tampoco sabía nada el señor Obama? Ocurre como con los gastos de los comunes en Gran Bretaña: no es uno ni dos; es la clase política en su conjunto. Es el mismo sistema político.

Lo único que se me ocurre decir es que debe haber una investigación sobre la tortura en los Estados Unidos, debe llevarla a cabo una comisión independiente y no puede ser una comisión parlamentaria por razones obvias. Y caiga quien caiga. Habrá que destituir a los responsables y exigir las responsabilidades penales que correspondan; a quien corresponda. Incluso al expresidente Bush.

Igual que hay que suprimir las comisiones militares. Si algunos de los secuestrados (incluso todos) deben ser procesados en los Estados Unidos habrá de ser en la jurisdicción civil, con plenos derechos procesales. Expresamente se había negado a estas personas la condición de prisioneros de guerra para no tener que aplicar las convenciones de Ginebra; por tanto, que se los trate como a civiles.

A ver cómo lo enfoca el presidente Obama.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

El rencor.

No para, no se está quieto, no calla. Dice pasar el setenta por ciento de su tiempo en el extranjero (y supongo que lo dice con tono de desprecio) pero el treinta por ciento que pasa en España cunde por el ciento por ciento de los demás. No hay asunto sobre el que no se pronuncie en público, siempre vaticinando lo peor, siempre diciendo lo más radical, lo más agresivo y lo más desagradable posible. Las cosas tienen que ser como él diga y nadie puede entenderlas de otra forma, empezando por su propio partido cuyo dirigente no puede articular política propia alguna porque ya tiene al señor Aznar marcando los límites del juego siempre puestos en la propia puerta del adversario.

Esta ubicuidad, esta verborragia del personaje apunta a las medidas de su acción. Su estrategia es la muy carpetovetónica "de qué se trata que me opongo" y su justificación es la unidad de acción de su campo y él personificando esa unidad de acción de modo autoritario, poniendo en evidencia cómo el adversario lo odia. Un odio del que suele quejarse alegremente levantando constancia de que si algunos lo odian es porque están obsesionados con él y con lo que él puede hacer.

Y ¿qué puede hacer? Pues lo que dice en su libro: sacar a España de la crisis. Este tipo de libros de recetas de crecepelos suele prosperar en época de vacas gordas; en la de las flacas, cuando se mide sobre las costillas la eficacia de las recetas que proponen, la cosa está más chunga. En este caso concreto el error básico del recetario es que se hace en el orden nacional para una crisis que es básicamente internacional y sólo admite tratamientos internacionalizados.

En fin, ¿a qué razonar con alguien que sólo habla desde el rencor? Este hombre está marcado a fuego por su ignominiosa salida de la política, entre la sangre y la abyección de haber intentado mentir sobre un asunto tan grave como los atentados del 11-M y sólo para tener que reconocer asimismo que también mintió al hablar de armas de destrucción masiva para justificar la aventura iraquí de España, que la mentira es su norma de vida. Y sólo desde el rencor puede llegarse al extremo inverosímil de culpar al Gobierno de España por la pitada y la bronca al himno en el Mestalla con el añadido esperpéntico de sostener que con él y con los suyos eso no pasará ¿Pues qué piensan hacer? ¿Meter la Acorazada Brunete en el estadio? Está claro que todo en la vida tiene un límite excepto la estupidez.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 16 de maig del 2009

El caso Camps.

La experiencia procesal vivida por el señor Camps lleva camino de convertirse en un "caso Camps", un episodio de la historia contemporánea peculiar por varios conceptos.

  • Es peculiar que un dirigente político ande en dimes y diretes por un asunto de trajes, al parecer recibidos en forma de dádivas como el que recibe un jamón. Hay en los trajes un elemento de dandismo que convierte al señor Camps en una figura curiosa, como baudelairiana.
  • Es peculiar que, preguntado por el asunto, el señor Camps se niegue a dar explicaciones en sede parlamentaria señalando que lo hará en sede judicial.
  • Es peculiar que el señor Camps, presidente de la Generalitat de Valencia diga, al parecer, a un amigo suyo por teléfono que lo quiere "un huevo". Es una expresión sorprendente. Viene a decir que lo quiere mucho. Esa intensidad de sentimiento arranca del hecho de que huevos sólo hay dos. Claro que hígado sólo hay uno y nadie dice a otro que lo quiera "un hígado". En el huevo hay un elemento sexual obvio.

En fin, que el caso Camps da pie para dos reflexiones, una de hace tiempo y otra de ahora mismo. La de hace tiempo nos traslada a los años ochenta, el comienzo de la carrera del señor Aznar en Castilla y León. La tal carrera se inicia con una acusación de delito al entonces presidente de la Comunidad Autónoma, Demetrio Madrid, socialista. Hecha la imputación, Aznar formuló una de sus habituales baladronadas: "Le doy veinticuatro horas para dimitir". Madrid dimitió, en efecto. Aznar se calzaba la presidencia. Tres años después la justicia absolvía a Madrid. Aznar no pidió ni disculpas. Esta breve anécdota dibuja la estatura moral de Aznar y la de Madrid y deja bien a las claras cómo opera el PP según que la imputación sea a alguien del PSOE o a alguien del PP.

La reflexión de ahora mismo retrata, a su vez, la condición moral del señor Camps. Como se decía al principio, éste afirmó que sólo declararía en el lugar oportuno y, al saberse la imputación, se apresuró a decir que se alegraba de ella porque de este modo podía por fin declarar en el foro oportuno. Lo que no dijo es que, entre su primera afirmación y la última sus abogados presentaron un recurso para que se anulara todo lo actuado hasta entonces. Si ese recurso se hubiera aceptado, el señor Camps no tendría nada que declarar. Es decir, dice que está deseando declarar pero eso es mentira: está deseando suprimir la necesidad de declarar. Es una actitud de típica doblez, de tramposo. Ignoro a qué llamará el señor Camps declarar pero está claro que, sea lo que sea, lo hace a la fuerza y que el PP no exige que el señor Camps haga lo que hizo el señor Madrid. Ni en veinticuatro horas ni en veinticuatro años.

Por último, el gesto dolorido del señor Camps, su aspecto de llevar un cilicio y ofrecer sus sufrimientos al Altísimo sólo preparan la escena para lo que será el vodevil del decenio. Si se tiene en cuenta que también toca declarar al Bigotes, es posible que el vodevil se convierta en astracanada.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).