dijous, 9 d’abril del 2009

Semana Santa.

Cuando era chaval, en lo más negro del negro franquismo, la Semana Santa era algo insufrible. En aquellos días encarnaba en la realidad el fundamento ideológico mismo del régimen, el nacionalcatolicismo. Los curas se apropiaban de las callas y plazas; se suprimían todos los espectáculos públicos; los teatros cerraban; la programación habitual de cine se sustituía por unos espantosos engendros sobre la pasión de Cristo generalmente hablados en mexicano; la radio enmudecía y sólo trasmitía música religiosa; los espacios públicos, calles, plazas, jardines, estaban a entera disposición del clero para sus chundaratas y procesiones. En estas últimas, que invadían, las calles, cortaban el tráfico y daban la murga cuanto podían, participaba el ejército, normalmente con escuadras de gastadores y bandas de música así como todas las autoridades civiles y militares.

Hoy día las cosas han cambiado un poco, aunque supongo que a los curas más burros les parecerá que hemos llegado a la degeneración del Anticristo, y la iglesia no puede obligar a cerrar espectáculos o a proyectar determinado material. Además la gente toma las de Villadiego y se va a torrarse a la playa. No obstante, por lo que sé, y lo sé de oídas y leídas, las procesiones siguen como antaño. Esas ceremonias en que se glorifica la muerte, la sangre, la tortura, el sufrimiento continúan circulando por las calles para edificación de las jóvenes generaciones que, con un poco de suerte, pueden ver cómo unos enajenados pasan descalzos, arrastrando cadenas y sacándose literalmente la piel a tiras con unos vergajos. Por supuesto, todo ello con entero desprecio a quienes abominamos de tan bárbaros ritos, pero tenemos que soportar que algún otro orate nos ilustre sobre las arraigadas y ancestrales costumbres de nuestro pueblo.

Según noticias, en esta ocasión, además de escenificar la habitual orgía de martirio y sufrimiento, los curas pretenden instrumentalizar eso que se conoce como la "piedad popular" para hacer campaña en contra del proyecto de ley que regula el aborto, pidiendo que los participantes luzcan unos lazos blancos. Pero parece que el tiro está saliéndoles por la culata. Me alegro.

PS: el valor de la piedad, la devoción y la profunda religiosidad de estos actos públicos lo da, entre otras cosas, el hecho de que un personaje como el señor Trillo sea costalero en una procesión.


(La imagen es una foto mía de la procesión del Divino Cautivo de 2007).

dimecres, 8 d’abril del 2009

Nuevo Gobierno.



Remito a mi artículo de hoy en Público, titulado Crisis en la crisis.

Un artículo interesante.

El señor José María Lassalle, secretario de Estudios del PP y diputado de ese partido por Cantabria, publicaba ayer en El País un estupendo artículo titulado Virtudes liberales, muy bien escrito y razonado y con cuyo razonamiento fundamental, consistente en exaltar la tradición liberal de Occidente como una doctrina filosófica, política, económica y social que es esencial en el adelantamiento de nuestras sociedades, no puedo sino estar de acuerdo. Sin duda alguna.

Pero en su artículo, el señor Lassalle hace unas críticas al pensamiento antiliberal que creo yerran evidentemente el blanco. Así, sostiene que: Arropados por esta estrategia de descalificación ideológica, ciertos sectores de la izquierda han creído ver en la crisis una oportunidad política para revisitar los consensos teóricos alcanzados en las democracias liberales después de la experiencia de la guerra fría y la caída del muro de Berlín. Esto no se compadece con los hechos. El llamado "pacto social-liberal" de la posguerra sufrió sus primeros ataques desde la derecha que quiso revisarlo de plano a raíz de la crisis de mediados de los años setenta. Una ojeada a la bibliografía muestra que las principales obras neoliberales de ataque al Estado del Bienestar de los Friedman, Buchanan, Gilder, Lepage, las reediciones de Hayek, etc son de los años setenta. O sea, no desde la caída del muro de Berlín sino desde los años setenta. La derecha que dice ser liberal. Y en ello sigue, en desmantelar como pueda el Estado del bienestar. Pregunte el señor Lassalle a la liberal señora Aguirre qué está haciendo con los servicios otrora públicos del pacto social-liberal en Madrid.

Añade el señor Lassalle que incluso han propugnado (los mismos "sectores de la izquierda") que era necesaria una reformulación del capitalismo -asumiendo este concepto en una clave estructuralmente posmarxista-, y han reivindicado para ello los valores de cohesión e ingeniería social defendidos desde la socialdemocracia. Pero eso es legítimo. La izquierda democrática, roto el consenso de la posguerra -y no por ella- y a la vista de la catastrófica crisis en que los excesos desreguladores del neoliberalismo han sumido al mundo, tiene derecho a proponer sus fórmulas socialdemócratas. Sobre todo teniendo en cuenta que dichas fórmulas ya incorporan la tradición liberal (y democrática, cosa que no es tan clara en el primer liberalismo) en su planteamiento como decía hace muchos años don Indalecio Prieto cuando se declaraba "socialista a fuer de liberal".

Por lo demás, el acuerdo entre esta socialdemocracia y el liberalismo se prueba precisamente en aquel liberal clásico que acertadamente cita el señor Lassalle y cuya efigie ilustra esta entrada, John Stuart Mill, un liberal socialdemócrata. En cuanto al resto de nombres que el autor deja caer, especialmente el del señor Obama, a quien pretende convertir en el señor Rajoy de Gringolandia tengo poco que decir. Cada cual hace las comparaciones que le interesan, incluso aunque resulten francamente divertidas.

No obstante lo más criticable del por lo demás excelente artículo del señor Lassalle es cuando dice: Quienes han defendido esta posición (la de una "refundación del capitalismo") no han dudado en establecer una correspondencia inaceptable entre los principios liberales y las tesis esgrimidas por los profetas de la desregulación agresiva y antiestatista del neoliberalismo. Con todos mis respetos, los primeros que no solamente hacen sino que reivindican esa correspondencia y, por cierto, de modo vehemente y algo cargante son los neoliberales y/o neoconservadores que se apiñan en su propio partido. Las tesis agresivas y antiestatistas del neoliberalismo son el sonsonete ideológico permanente del señor Aznar, las fórmulas que la Fundación FAES, think tank del PP, defiende tous azimuts y las que predican después sus terminales mediáticas. Todos los agresivos neoliberales españoles están en el partido del señor Lassalle, sostienen ser auténticamente liberales y sospecho que, si el señor Lassalle de verdad piensa y dice lo que escribe, lo tendrán por un quintacolumnista socialdemócrata. Otra cosa es que no lo piense y lo escriba para pescar en río revuelto.

Hecha esta pequeña corrección de tiro, reitero mi sincera admiración y coincidencia con el resto del artículo mencionado.

No son iguales.

Pudo no pisar el Irak. Nadie se lo iba a exigir. Él no mandó las tropas allí. Es más, se opuso a esa guerra criminal. Pero ha ido porque, después de todo, es el commander in chief de esos soldados.

Pudo no hablar del fin de la guerra. Tampoco se lo iba a exigir nadie. En su país hay muchos interesados en seguir en esa obra de rapiña y expolio. Empezando por varios gobernantes de la anterior administración que han hecho grandes negocios en el saqueo iraquí. Pero lo ha hecho porque ha ido a eso.

Pudo no hablar de la retirada definitiva. Nadie le iba a exigir que cumpliese su palabra. Pero lo ha hecho porque tiene palabra.

Pudo no respetar el plazo anunciado de 2011 y postergarlo, no diez mil años, como quería su contrincante McCain, pero sí diez o doce. Pero lo ha hecho y sacará las tropas en 2011 como había anunciado.

Definitivamente, no todos los políticos son iguales. Una cosa son los Bush y los Aznar y otra muy distinta los Obama y los Rodríguez Zapatero.

Afortunadamente.

(La imagen es una foto de tsevis, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 7 d’abril del 2009

Eso de las civilizaciones.

Con un poco de suerte, la doctrina del choque de las civilizaciones puede pasar a mejor vida gracias, sobre todo, a la iniciativa diplomática del señor Obama (Mr. Yeswecan) y en nada desdeñable medida, mal que pese a los agoreros del PP, a la muy temprana idea del señor Rodríguez Zapatero de la Alianza de las civilizaciones que, además de tener una excelente acogida en todo el mundo, ha servido de rampa de lanzamiento para la acción de Mr. Yeswecan.

Desarrollaré estos dos puntos algo más abajo. Antes, permítaseme un encuadre teórico que sirva de trasfondo para las consideraciones políticas posteriores. Durante los últimos ocho desgraciados años hemos vivido bajo las densas sombras mentales de los neocons gringos, uno de cuyos iconos preferidos era la teoría del choque de las civilizaciones del halcón Samuel P. Huntington, guerrero de la guerra fría y a quien dediqué una necrológica en su reciente fallecimiento titulada Huntington. Su teoría aparece sintetizada en el gráfico de más arriba cual figura en su libro. Como se ve, considera la existencia de ocho civilizaciones en el mundo interrelacionadas entre sí con distintos tipos de lazos. Cuanto más grueso es el trazo que las une, mayor nivel de conflicto entre ellas. Así, la civilización más conflictiva resulta ser la islámica que está enfrentada a la occidental, la hindú, la africana y la ortodoxa; a su vez, la ortodoxa y la japonesa se llevan mal, así como la occidental y la sínica. Parece que la única que no se lleva mal con nadie es la Latinoamericana pero quizá sea porque tampoco se relaciona con ninguna otra salvo con la occidental.

A la vista de esta clasificación se pregunta uno qué entiende Huntington por "civilización" y la respuesta es que no se sabe. La mayoría de las que enuncia harían pensar que el hombre identifica civilización con religión: islámica, ortodoxa, hindú, japonesa y, con reservas, sínica, africana y occidental. Con reservas porque la sínica incorpora varias religiones y la occidental varias confesiones de una misma religión y un porcentaje elevado de ateos. A su vez, la africana podría ser un potpurri y la latinoamericana sencillamente carece de sentido pues sus confesiones son las occidentales. En realidad, da la impresión de que este concepto de "civilización", siendo indefinido, es más un arma de conflicto que otra cosa y sirve para poner nombre a la dialéctica schmittiana del amigo/enemigo.

Nada del otro mundo. El concepto de "civilización" se presta a todo. De "civilizaciones" hablaba Gordon Childe, con gran conocimiento de causa, haciéndolas más o menos coincidentes con "culturas" como conjunto de artefactos humanos materiales y espirituales propios de alguna colectividad geográficamente localizada. Heredero de ese tratamiento childeano era el que aportaba Arnold J. Toynbee en su monumental Estudio de la historia en el que llegaba a distinguir veintiuna civilizaciones más cinco abortadas, en total veintiséis. De ahí a las ocho de Huntington es la distancia que hay entre un historiador y un guerrero frío reciclado en halcón con la finalidad de justificar la guerra contra el Islam.

Bien. Todo eso es lo que ha empezado a derrumbarse con motivo del inteligente despliegue diplomático de los Estados Unidos y de España ayer en Turquía. Incidentalmente, permítaseme subrayar la ironía de que, a pesar de la frialdad y tirantez en las relaciones entre Gringolandia y España por causa de la burramia del anterior presidente de los EEUU, Mr. Matorral, ambos países han venido a coincidir sobre el terreno como puntas de lanza de una ruptura y de un nuevo espíritu y enfoque que promete muy buenos resultados. Si lo hubieran podido coordinar mejor, seguramente Mr. Yeswecan no hubiera faltado al Foro de la Alianza de las Civilizaciones. Aun así, hizo lo que pudo porque la ocasión lo requería.

Sin duda la acción del señor Obama es políticamente más importante que la del señor Rodríguez Zapatero a causa del diferente peso internacional de los países que ambos representan. Pero la idea del español es de más largo alcance, mayor envergadura y promete resultados muy positivos.

El señor Obama habló ante el parlamento turco y su discurso revela a un político de mucha talla y dispuesto a apostar fuerte. Usó a Turquía como altavoz para todo el mundo musulmán para decirle que los Estados Unidos no están en guerra con el Islam. Mr. Huntington quedó definitivamente enterrado y, con él, el señor Bush y la manga de salvajes neocons que han convertido este mundo en un infierno en los últimos ocho años. Por supuesto, estos no están tan enterrados como Huntington, pero desde ayer son zombies en el sentido de los conceptos zombies de Ulrich Beck.

Mr. Yeswecan fue más allá: reconoció la importancia de la aportación del Islam a la formación de los EEUU y confesó ser él uno de los ciudadanos gringos que tienen parientes musulmanes o se han criado en comunidades de mayoría musulmana: el parlamento turco lo ovacionó y, con él, entiendo, medio mundo musulmán. No hace falta recordar aquí que todas las bestias pardas que hay en los Estados Unidos dispuestas a asesinar a Mr. Obama, al que llaman "islamista" echaban espuma por la boca. Y lo mismo estarán haciendo los fanáticos asesinos de Al Qaeda. Nunca un presidente de los EEUU ha ido tan lejos en la diplomacia con el Islam. Ahora sólo falta ver si esta audacia se reviste de firmeza a la hora de tratar con los israelíes.

La acción del señor Obama coincide en el tiempo con la del señor Rodríguez Zapatero que animaba el Foro de la Alianza de las Civilizaciones, el otro paso importantísimo para romper el punto muerto en que se encuentran las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán y hacerlo con respeto y voluntad de diálogo. Allí estaban el secretario general de la ONU y el de la OTAN, recientemente elegido. Nadie podrá decir que la Alianza de las Civilizaciones sea un vago enunciado buenista sin perspectiva de realización alguna.

Son dos buenas noticias que no cabe desmerecer sin mala voluntad y protagonizadas por dos políticos de talla, Mr. Yeswecan y el señor Rodríguez Zapatero que, además, parecen entenderse bien entre ellos, aunque el español no hable inglés.

Un par de observaciones finales sobre el discurso del señor Yeswecan ante el parlamento turco: volvió a pronunciarse decidido partidario del ingreso de Turquía en la Unión Europea, posibilidad a la que se oponen con uñas y dientes las señoras Merkel y Sarkozy, así como muchos otros europeos. Algunos comentaristas quieren ver en esto una ingerencia gringa en los asuntos internos europeos. No me lo parece. Antes bien, creo que ese compromiso de apoyo es la contrapartida que los turcos pidieron para aceptar el nombramiento del señor Rasmussen como secretario general de la OTAN de la que ellos son miembros. El señor Rasmussen es de Dinamarca país en el que, como se recordará, se faltó gravemente a las barbas del profeta hace un par de años.

El segundo puntazo de Mr. Obama en Turquía fue animar a los turcos a entablar conversaciones con Armenia sin mencionar la palabra "genocidio" (a propósito del genocidio armenio a manos de los turcos en 1915) en sede parlamentaria pero sin desdecirse de su conocida opinión de que, sí, se trató de un genocidio.

Finis: quien no esté reconcomido por la envidia tendrá que admitir que la semana ha sido redonda para el señor Rodríguez Zapatero y el doblete que tanto él como Mr. Yeswecan han hecho en Turquía, un exitazo que entierra la política belicista, agresiva, despótica y contraria a los derechos humanos de los Bush, Blairs, Aznares y otros pajarracos del pasado.

(El gráfico es una foto de injuMy Web Page, bajo licencia de Creative Commons).(La imagen de Obama es una foto de M.J.S. , bajo licencia de Creative Commons).(La imagen de Rodríguez Zapatero es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Suena mucho mi nombre para ministro.

Con la crisis abortada ayer como si fuera un absceso maligno, parece que el baranda enfureció y, al igual que Castro, mandó parar. Resultado: las huestes sociatas mudas cual ladrillos. En cambio, la corte era una polifonía de rumores. Por la mañana, la crisis sólo afectaba a los que aparecen en la imagen. A mediodía ya estaban los señores Rubalcaba, Sebastián y dos o tres más en danza. Por la tarde se habían suprimido varios ministerios y fusionado otros. Todo ello con el mismo conocimiento de causa que tengo yo. Así que, ¿por qué no van a nombrarme ministro aunque sea sin cartera y aunque sea de Marina? Por otro lado, como nunca conviene poner todos los huevos en el mismo cesto, también estoy esperando una llamada de la COPE. Seguro que puedo hacerlo mejor que el señor Ignacio Villa. Claro que eso también puede el noventa y nueve coma noventa y nueve por ciento de los españoles.

Y junto a las quinielas, un fabuloso whodunit (¿Quién filtró?) anduvo rondando todos los cenáculos y mentideros de la Villa. Hubo quien culpó a Rubalcaba, a Chaves, a Solbes, etc, etc. Todos erraron lamentablemente. Sé de muy buena tinta que fue Sonsoles, la mujer del señor Rodríguez Zapatero, en venganza por no haberla llevado a lucirse con Michelle Obama.


Actualización a las 15:00 del 7 de marzo.


Vaya, no me han nombrado ministro. Ellos se lo pierden. Tampoco me han llamado de la COPE. ¡Qué falta de imaginación empresarial!

En fin, mañana saco un comentario sobre la crisis de Gobierno en Público, ese diario de rogelios, por si alguien está interesado.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 6 d’abril del 2009

Como debe ser.

Un triunfo grande del señor Rodríguez Zapatero y el señor Obama, un triunfo del sentido común la buena educación, la cortesía entre gentes que han de trabajar juntas y se aprecian por encima de sus inclinaciones, filias y fobias personales. Y una derrota sin paliativos para todos esos cutres, miserables, rastacueros y tiñosos que aspiraban a que las relaciones entre España y los Estados Unidos al más alto nivel siguieran bloqueadas porque así podían atacar más al presidente del Gobierno en detrimento de los intereses generales de España. Me alegro en ambos casos. Me alegro por el triunfo de Rodríguez Zapatero y Mr. Yeswecan y me alegro del berrinche que se habrán llevado los siniestros del PP.

Pero no se crea que es una alegría incontenible que todo lo borra, no. Ahora que está resuelto a general satisfacción el lamentable episodio del desencuentro entre el señor Bush y el señor Rodríguez Zapatero, conviene hacer un somero análisis que ponga las cosas en su sitio.

El choque se produjo cuando el presidente español, cumpliendo una promesa electoral y en uso de la soberanía del Estado de España, retiró las tropas del Irak, a donde las había mandado el señor Aznar, obedeciendo servilmente las órdenes de los gringos a participar en una guerra criminal. Al reaccionar como reaccionó el señor Bush, negando el saludo al señor Rodríguez Zapatero durante cinco años, demostraba que despreciaba la soberanía y la independencia de España y, con ella, la dignidad de los españoles. Porque los mandatarios no están en donde están para dar rienda suelta a sus prejuicios y (en el caso del señor Bush) sus muy evidentes deficiencias mentales, sino para actuar con arreglo a los intereses nacionales que representan y, según dichos intereses y las convenciones de las naciones civilizadas, España estaba perfectamente legitimada para adoptar la decisión que adoptó y el señor Bush incurrió en la más despreciable desmesura cuando se tomó el asunto por lo personal y bloqueó las relaciones por ello. Según dicha actitud, el único presidente español aliado de los EEUU que Bush estaba dispuesto a aceptar era el que, por complecerlo a él, debería romper sus promesas electorales y de paso, como hizo el señor Aznar ser un correveidile y ponerse de alfombra a sus pies.

Durante estos cinco años el PP ha actuado con la roñosería moral que lo caracteriza, alegrándose de la grosería inadmisible del patán tejano y tirando piedras contra el propio tejado español en lugar de cerrar filas con el Gobierno legítimo e independiente de España, reafirmando su dignidad frente al menosprecio gringo. El colmo de la miseria lo alcanza, como siempre, el señor Aznar que, siendo tan amigo del señor Bush como dice ser, fue incapaz de mediar en tan desagradable incidente dejando claro al estadounidense que su condición de español (de la que tanto alardea cuando no hace falta) prima sobre su filiación política.

Mediante el encuentro de ayer, los señores Obama y Rodríguez Zapatero han restablecido la normalidad democrática de las relaciones entre dos aliados. Como debe ser.

N.B.: francamente, es intolerable que los mandatarios españoles no hablen inglés. Intolerable, incomprensible y una vergüenza. El señor Rodriguez Zapatero lleva cinco años en la presidencia. ¿No se le ha acurrido a nadie en esas docenas de lumbreras y asesores que hay en La Moncloa la vulgar ideílla de contratar una hora diaria de inglés con un profesor particular que pagaríamos encantados muchos, si no todos, los españoles? Porque con una hora diaria en cinco años, el encuentro de ayer hubiera resultado menos grotesco, con el señor Obama soltando una alocución de la que el señor Rodríguez Zapatero no entendió nada.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Quinielas.

Sorprendente la filtración de la crisis de Gobierno al parecer inminente, para el próximo martes. La largó la SER por la tarde, pobló todos los telediarios de la noche, las ediciones digitales de los periódicos y, sin duda, las primeras de los de papel hoy. Casi parece una noticia difundida por el aparato de propaganda del PP para oscurecer el éxito del presidente del Gobierno al restablecer las relaciones con el mandatario gringo, cual si no quisieran que se difundiese la foto de Obama/Rodríguez Zapatero. Como es poco probable que en el PP dispusieran de esa información, habrá que entender que la filtración proviene del Gobierno o de las filas del PSOE y, si es así, al responsable hay que darle un premio a la estupidez.

De la remodelación del Gobierno venía hablándose hace días, no parecía ser noticia estrepitosa. Y, de ser cierto este rumor, tampoco parece que ésta suponga un cambio radical que obligue a los analistas y comentaristas habituales a decir algo menos trillado de lo que suelen. El señor Solbes se va a casa, que ya la añoraba suficientemente. En su lugar aparece la señora Salgado de quien es difícil decir que sea sangre (o savia) nueva dado que formó parte como alto cargo de los gobiernos del señor González ¡catorce años! (de 1982 a 1996) y ahora lleva cinco de ministra. Veinte años de su vida sin bajarse del coche oficial. Y del incombustible señor Chaves ya no hay nada que decir salvo que lleva aun más años encaramado en unas u otras poltronas.y que ya ha rebasado todos los trienios. Parece un chiste pero el rostro más joven que se incorpora al Gobierno es el del señor Blanco.

La verdad, según escribo este comentario, se me hace cuesta arriba admitir que a este parto de los montes lo llamen remodelación del gabinete. En fin, dicho queda.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

La arrogancia de los intelectuales.

Tecnos acaba de reeditar una obra que había desaparecido de las librerías por estar descatalogada desde 1985 y de nuestras memorias por todo lo que ha llovido desde entonces; una serie de artículos y conferencias de Paul K. Feyerabend (¿Por qué no Platón, Madrid, Tecnos, 2009 (1ª edición, 1985), 188 págs.), el padre de la doctrina del anarquismo epistemológico. Feyerabend fallecido entre tanto, en 1994, alcanzó merecida celebridad en los años setenta del siglo pasado al abanderar una posición relativista y anarquista en la filosofía de la ciencia y polemizar acerbamente con la corriente entonces -y hoy en buena medida- dominante del racionalismo crítico, concretamente en la formulación popperiana del falsificacionismo, sosteniendo de forma provocativa que tales concepciones eran puras ideologías y que en lo relativo a la búsqueda metodológica la única verdad a la que cabía adherirse era la de anything goes, esto es, "todo vale".

El libro reeditado por Tecnos contiene varios trabajos sueltos, ensayos y alguna conferencia de aquellos años que, al hacerlo de forma sintetizada, permiten captar una idea aceptable de las audaces posiciones de Feyerabend, de sus aciertos y de lo que me parecen sus errores. En el primer trabajo, Tesis a favor del anarquismo aclara que el anarquista rechaza las normas generales, las leyes universales, las concepciones absolutas sobre cosas como la "Verdad", la "Justicia", etc y en materia de metodología, "todo vale" especialmente en un momento como el siglo XX en el que la ciencia ha renunciado a toda pretensión filosófica y se ha convertido en un gran negocio.

En el trabajo De cómo la filosofía echa a perder el pensamiento y el cine lo estimula afirma que no hay líneas de demarcación entre la filosofía y la ciencia. Necesitamos una filosofía que dé a los hombres el poder y la motivación para hacer una ciencia más culta en lugar de más supereficaz o superverdadera pero tan bárbara que degrada a los seres humanos. Y aquí aparece ya su propuesta concreta, de carácter positivo: la filosofía debe mostrar y probar todas las consecuencias de una existencia exigente, incluidas las que no pueden expresarse con palabras (p. 27), que es una premonición de su conocida tesis de la asimilación de la filosofía y la ciencia con el arte.

En Expertos en una sociedad libre dice tener una gran opinión de la ciencia y muy pobre de los expertos que son quienes determinan el 95 por ciento de lo que pasa por ciencia (31).Ya Aristóteles había avisado del carácter pernicioso de los expertos. Estos son hoy útiles e irremplazables pero la mayoría se ha convertido en unos esclavos desagradables atentos a la competencia y pusilánimes y no hay que permitir que los esclavos organicen la vida de los hombres libres (p. 42-43). La creencia esencial de los expertos es que el progreso y el éxito sólo pueden alcanzarse mediante métodos especiales y en concreto uno, que es el que se lleva la palma: el de la experiencia. La historia, sin embargo, muestra que la ciencia ha avanzado por métodos muy diferentes y que el único método que ha funcionado en la práctica es el de "todo vale" (p. 49). Cualquier método, hasta el más necio, puede conducir a algunos resultados (p. 52), La historia prueba que la ciencia ha avanzado a golpe de catástrofes y revoluciones y no hay una sola teoría científica libre de dificultades (p. 53). Los expertos quieren monopolizar el juicio pero la ciencia está al servicio de los ciudadanos y son éstos quienes deben enjuiciarla; además, no es raro que los expertos discrepen en cuestiones esenciales (p. 55). Entiendo que gran parte de lo que Feyerabend expone como filosofía de la ciencia es más sociología y entiendo, asimismo, que su crítica a la pretensión de unicidad metodológica, que comparto (y que, por cierto, convierte a Feyerabend en un adelantado de la posmodernidad) supone una defensa del pluralismo metodológico, pero no una negación de la necesidad de un método, el que sea, hasta "el más necio", pero método al fin y al cabo.

El trabajo En camino hacia una teoría del conocimiento dadaísta, el más consistente de la recopilación, sostiene que la supremacía de la ciencia es hoy artículo de fe y que la ciencia se ha convertido en parte esencial de la estructura de la democracia, igual que antes lo era la Iglesia con otras formas políticas y así como hoy Estado e Iglesia están separados, Estado y ciencia van juntos (p.59). Sin embargo no hay nada en la ciencia ni en ninguna otra ideología que haga de ella algo liberador (p. 61). El predominio de la ciencia hoy es en realidad una amenaza para la democracia ya que no admite la libertad de expresión de doctrinas distintas a ella misma (p. 65). Una sociedad libre puede existir sin una única verdad y moral. La única idea general compatible con una sociedad libre es el relativismo (pp. 66-67). Incidentalmente, se entiende por qué los curas atacan el relativismo con tanta saña. No obstante, entiendo que Feyerabend no resuelve el famoso problema de la indecibilidad de ciertos enunciados: afirmar que la única idea general válida es el relativismo remite al eterno problema de Epiménides el cretense. Una sociedad verdaderamente libre es "amoral" (p. 71). El juicio democrático no tiene en consideración la verdad ni la opinión de los expertos y todo discurso sobre la "verdad" no pasa de ser una construcción de intelectuales (p. 75). A menudo la opinión de los expertos está sujeta a prejuicios, no es digna de confianza y precisa de control externo (p. 78). Y no hablemos ya de la utilización políticamente interesada de ese juicio de expertos. Dos casos muy recientes y frescos en España: los juicios del experto Polaino sobre la homosexualidad y los recientemente vertidos por la catedrática de bioética que calificó de "enfermos" a los gays. Coincido por entero con Feyerabend en que los profanos deben y pueden vigilar a la ciencia pero debo reconocer que el ejemplo que pone me desconcierta aunque, a la larga, creo que adoptaría la misma actitud que él. Sostiene que no está claro que la teoría de la evolución esté tan fundamentada como dicen los científicos y que, por lo tanto, también deben enseñarse otras doctrinas en las escuelas (v. gr., el creacionismo) (p. 90). Puede parecer excesivo si se plantea en términos estrictamente metodológicos o epistemológicos pero si lo llevamos al terreno del control democrático de la ciencia no lo es tanto: en las escuelas debe enseñarse lo que los contribuyentes (que son los que las pagan) decidan. Otra cuestión posterior es el de la calidad de la formación de los alumnos. Pero, en efecto, es otra cuestión. Los argumentos extraídos de la metodología no demuestran las superioridad de la ciencia y la idea de un método universal y estable es tan realista como la de un único instrumento de medición con independencia de circunstancias externas (p. 93). Distingue el autor las cuatro escuelas en filosofía de la ciencia de su tiempo: a) racionalismo "anacrónico" (Descartes, Kant, Popper, Lakatos); b) racionalismo contextual (marxismo, mucha etnología); c) anarquismo ingenuo; d) su propia posición, de anarquismo metodológico (p. 99). Los verdaderos científicos intentarán aprender tantas reglas como puedan y luego las aplicarán o no (p. 103). La ciencia tampoco es preferible por sus resultados ya que, si hubiera que alabar a la ciencia por sus conquistas, también habría que alabar al mito pues sus conquistas fueron aun mayores (p. 117). La ciencia es una de las numerosas formas de pensamiento que el hombre ha desarrollado y no necesariamente la mejor (p. 119). Cualquiera que profese un escepticismo medianamente sano estará de acuerdo con este enunciado, reconociendo en él que la parte provocativa no empece el fondo del asunto y éste es que ningún científico negará la posibilidad que en él se dibuja. La superioridad de la ciencia no viene de ninguna fuente ajena a ella misma y se mantiene en permanente y abierta competencia con otras formas de pensamiento. Sobre lo que se puede hablar, el lenguaje que vale es el científico, aunque haya polifonía. Sobre lo que no se puede hablar, tanto da.

En Grandes palabras en una breve charla Feyerabend hace una fuerte crítica a los intelectuales, esos que pretenden crear una "concepción", un "sistema". En cambio, lo que a él le interesa es crear las condiciones necesarias para que pueda vivir toda concepción, toda tradición, todo sistema (p. 149). La verdad, se me hace difícil imaginar que alguien pueda negar tan nobles propósitos con una única salvedad: que pueda existir toda tradición y todo sistema no quiere decir que deba existir. ¿Qué es un intelectual? Alguien sentado en una biblioteca, leyendo a Marx, Lenin o Popper y desarrollando una "concepción" para discutir después con otros intelectuales (p. 153). Hasta aquí de acuerdo. Mi perplejidad llega al límite, sin embargo, cuando leo: "Mi lucha encierra también un monton de propuestas de solución que han hecho de Hitler una basura. Esto es precisamente lo que a mí me rebela, esa arrogancia de los intelectuales que desde arriba se dedican a desarrollar teorías acerca de todo" (p. 161). ¿Alucino o de ese párrafo se colige que para Feyerabend Hitler entra dentro de su categoría de intelectual?

Por último, ¿de dónde viene el título? De una breve charla imaginaria, una especie de diálogo platónico llamado precisamente ¿Por qué no Platón? en el que anima a volver al filósofo, el único verdadero que ha habido debido en especial a su "inteligencia y talento artísticos" (p. 179).

diumenge, 5 d’abril del 2009

El último de israelíes.









Llega un israelí al puesto de control del aeropuerto de Madrid.

Policía: ¿ocupación?

Israelí: no, vengo de visita.