dijous, 12 de març del 2009

La lucha continúa.

Recuerdo que en mi adolescencia y primera juventud, cuando no solamente creíamos que se podía cambiar el mundo, cosa que, al menos yo, sigo creyendo, sino que nos tocaba a nosotros cambiarlo, cosa de la que ya no estoy nada seguro, entre los debates que nos entretenían había uno que no era infrecuente: si había sitio para los homosexuales en una sociedad justa y en el movimiento revolucionario que podría establecerla. Eso mismo se preguntaba también en relación con la prostitución, si era o no permisible en una futura sociedad justa. Creo que nuestra ignorancia y/o puritanismo, nos impedía plantearnos la misma pregunta en relación con las lesbianas. En lo que se me alcanza, tengo memoria de que había acuerdo respecto a la libertad para la homosexualidad. No conservo tan clara coincidencia respecto a la prostitución pues me parece que se daba una división entre los abolicionistas y los permisivistas. Yo mismo oscilaba y me parece que sigo haciéndolo entre permitirla o prohibirla y perseguirla. Me inclino por el respeto a la libre voluntad de la mujer porque concibo que haya prostitución voluntaria, pero repruebo la forzosa y tengo mis dudas respecto a la "libre voluntad" de las "libres".

Pero no dudo de la idea de que la homosexualidad tiene que ser un comportamiento libre de toda penalización o prejuicio. Digo esto porque, viendo esta estupenda peli de Gus Van Sant, interpretada por Sean Penn y a la que han dado tres óscars, se me vino continuamente a la cabeza la idea de que la historia que cuenta, la de la lucha de los gays por ver reconocido y respetado su derecho a serlo y a no padecer persecución por ello ni tipo alguno de discriminación es, en realidad, un combate que deriva del de los años sesenta, es un combate sesentayochero. La defensa del derecho de los gays vino inmediatamente después del reconocimiento del de las mujeres, del renacimiento del femenismo, que había estado como hibernado y se despertó con verdadera fuerza en los sesenta hasta el día de hoy. Y los dos estaban también íntimamente ligados a la lucha por la igualdad racial y los derechos de los negros, allí donde esta cuestión se planteaba, singularmente en los Estados Unidos.

La verdad es que en estos tres puntos concretos, el mundo occidental ha dado un paso de gigante. Cuando yo era joven, los negros no podían subir a los autobuses junto a los blancos en Alabama, Franco metía en la cárcel a los homosexuales y las mujeres eran ciudadanas de segunda, de tercera, de cuarta en todas partes. Hoy hay un mulato en la presidencia de los EEUU, ser homosexual no es obstáculo para nada (aunque siga habiendo reminiscencias y atavismos salvajes en comportamientos sociales) y la situación de las mujeres ha mejorado muchísimo, si bien queda todavía bastante por hacer.

Me parece que el mensaje que contiene la peli de Milk, el núcleo del mensaje de Milk, lo que lo convirtió en un icono y un dirigente de la comunidad gay en San Francisco en los setenta, le hizo alcanzar el puesto de concejal de la ciudad con una plataforma gay y lo que, luego de su muerte, llevó a su movimiento a la victoria fue la conciencia de que los gays tenían que hacerse visibles en la sociedad, que los ciudadanos heterosexuales vieran que estaban por todas partes, que quien más, quien menos, tenía un hijo, un primo, un padre, un pariente o un amigo gay, que debían aceptar el asunto como normal e integrarlo en la visión fundamental del mundo que compartimos (casi) todos, esto es, que los seres humanos somos iguales, que tenemos los mismos derechos: la igualdad, el concepto fundamental de la izquierda y al que la derecha odia, atribuyéndolo a envidia con una cortedad de miras incomprensible.

Los gays son seres humanos como los demás y tienen los mismos derechos que los demás (incluido el de matrimoniar, última cuestión por la que las derechas, los curas y la manga habitual de carcundas no pasa), igual que las mujeres, los negros, los extranjeros, las lesbianas, los discapacitados, etc, etc. La igualdad, el motor básico de la izquierda que, junto a la lucha por la libertad no ha parado de agitar el mundo y al que todos dicen respetar, incluidos los que hacen lo que pueden por impedirla, que son muchos: iglesias, partidos conservadores, organizaciones de fanáticos supersticiosos, etc.

Por eso la lucha continúa en todos estos terrenos.

Sé que no he hablado mucho de la peli. O quizá sí en cierto modo: está muy bien, es una típica biopic en la que se ensalza la lucha de los gays por su emancipación. Una historia que la izquierda conoce muy bien. La verdad es que lo pasé estupendamente, la actuación de Penn es soberbia y el relato de esta historia real está muy bien hecho.

dimecres, 11 de març del 2009

Piña, piñata, moral de hojalata.

El cuarto de los doce espíritus que forman el Credo de la legión, redactado por Millán Astray y que mi amigo Javi Paniagua gusta de citar dice: El Espíritu de unión y socorro: A la voz de ¡ A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio. Exactamente lo que ha hecho el caballero legionario, Francisco Camps, que gobierna la Comunidad Autónoma de Valencia (CAV) en donde, por mucho que por ella se haya paseado el "bigotes" y similares amistades que tengan los consejeros que firman adjudicaciones nunca, nadie, jamás ha hecho nada reprobable. Pero, por si acaso o como ejercicio de simulacro baudrillardiano grita ¡a mí la legión! ¡A mí el PP! que viene a ser lo mismo, con razón o sin ella.

El señor Camps, que viste como un Beau Brummel, afirma pagarse religiosamente sus trajes pero no muestra una sola factura que disiparía todas las dudas surgidas ante los indicios que el juez percibe de que haya sido el presunto mangante Francisco Correa quien los haya abonado a cambio de suculentas adjudicaciones. Espera el señor Camps que esa tarea de exonerarlo recaiga sobre su íntimo amigo, el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia ante el que está aforado. ¿Será posible que nadie recuse a este juez y a todos los que, como él, estén predispuestos hacia el señor Camps por amistad manifiesta? Si así fuera volverá a sonar por los páramos de España aquel grito premonitorio de don Pedro Pacheco, alcalde que fue de Jerez de la Frontera: La Justicia en España es un cachondeo. Más que un cachondeo: si ese caso insólito de un juez juzgando a un amigo íntimo se diera sería peor que un cachondeo; sería un delito.

La legión, esto es, el PP, acudió ayer, con razón o sin ella, bien sin ella, en socorro del señor Camps y la señora Aguirre, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), vilmente asediados por la canallesca. Y todo porque la Mata Hari del Avapiés, en un gesto de trasparencia y honradez sin límites, cerró la comisión de investigación de la Asamblea madrileña en donde sus señorías progresistas estaban malgastando los dineros públicos que la CAM necesita para comprar motos de gran cilindrada a fin de llevar los novísimos a los enfermos terminales y potentes cámaras para fotografiar la colada del ujier.

Sí, señor, todos como una piña detrás de los dos barones autonómicos bajo intensa sospecha. Han dejado caer a los albondiguillas de los municipios, que no importan una ñorda, y han cerrado filas en torno a los barones para salvarlos de la quema. Todavía hay clases; y más en el PP, no sé si me explico. Ignoro si a los albondiguillas les quedarán redaños para contraatacar ante tanta ruindad y miseria, pero sé lo que tiene que hacer la oposición si no quiere perder el respeto de la ciudadanía: ir por todas; no dejar pasar ni una.

La quema está hoy en los tribunales y tiene que estar más: las presuntas vigilancias ilegales, a los tribunales; las presuntas adjudicaciones ilegales y malversaciones de fondos de los responsables de la CAM, a los tribunales. Que, al final, la piña se convierta en una piñata pues parece serlo en el sentido que dan al término en Nicaragua. Ya está bien de vernos gobernados por una sarta de presuntos nepotistas y mangantes supuestamente dedicados al saqueo del patrimonio público cuando aprueban la ley y del público patrimonio cuando, según aparece en los autos judiciales, se la saltan.

(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

Growing up wonderfully.

Long time that I don't post any pics from my granddaughter Sofía. So here she is in a shot her mother uploaded yesterday in Facebook. Isn't she cute? She is living and growing up in the States for the time being... and though she is fluent both in Spanish and English, I prefer talking to her in English so she sees how cool and proficient her grandfather can be.

Hi, Fofi, you look wonderful with so many crayons around... as if you were a figure drawn with them. You sure will write something nice to me, won't you?

Love from Grandad.

La ciudad desnuda.

La Fundación telefónica, sita en Gran Vía 28, alberga una exposición con unas doscientas setenta fotos de Weegee, el seudónimo que empleaba Arthur Fellig (1899 - 1968), nacido Usher Fellig en algún lugar de lo que hoy es Ucrania y emigrado con su familia judía cuando tenía unos diez años a los Estados Unidos. Es una ocasión única porque, según mis noticias, se trata de la primera vez que se exhibe obra de este extraordinario fotógrafo en exposición monográfica y con copias de época. Y, si no hay mucho ánimo para echarse al coleto casi trescientas fotos de la dura realidad callejera neoyorkina en los años treinta, cuarenta y cincuenta, con gente durmiendo en los bancos de los parques y cadáveres de asesinados a balazos, merece también la pena pues es una excusa para acceder al famoso edificio de la telefónica, una muestra del modernismo estadounidense, cuyos vestíbulos, ascensores y pasillos me recuerdan el Chrysler building.

Weegee no aprendió jamás a hablar inglés sin un pronunciado acento eslavo, pero consiguió asimilar por entero el espíritu práctico y down to the matter de los gringos. Nunca estudió fotografía ni le preocupaban gran cosa los aspectos refinadamente técnicos o estéticos de este arte tan compleja que por entonces todavía se debatía en una difícil relación con la pintura, pero había trabajado para una agencia de noticias y sabía qué era lo que los clientes, los periódicos, querían porque era lo que mejor vendían a sus lectores: imágenes rápidas e impactantes, pura sensación que pudiera sustituir a los siempre aburridos textos. Y eso es lo que él se propuso conseguirles. Armado con una pesada cámara, un verdadero armatoste que también puede verse en la exposición y un flash de esos de pantalla con una enorme bombilla azul tras el que uno espera ver luego aparecer el rostro de un Dana Andrews, conseguía llegar el primero a los lugares en que estaba la noticia, la fotografiaba sin más, manipulaba la placa en su propio coche, en donde tenía un laboratorio, y en cosa de minutos estaba en el periódico con la foto lista. Era famoso por llegar al lugar de los sucesos muchas veces antes que la policía o los bomberos. No en balde la policía de Nueva York le había autorizado a llevar en el auto un receptor de onda corta. En el fondo, más que un privilegio, esta circunstancia venía a ser como un reconocimiento de una especie de fraternidad profesional: los policías y el fotógrafo se pateaban las mismas calles de la misma ciudad. Solo se diferenciaban en el instrumento, la máquina que llevaban.

De esa forma, Weegee pasó casi treinta años de un tiempo fascinante fotografiando lo que podemos llamar con cierto deje de cursilería el palpitar de la ciudad, sobre todo por la noche y sus fotos son un poderoso documento gráfico de ese pálpito: muertes, desastres, incendios, choques, atropellos, derrumbes, hundimientos; pero también diversiones populares, bailes, fiestas, charlatanes, misera social, acontecimientos callejeros de la alta sociedad como inauguraciones u otros acontecimientos. Todo lo fotografió con su espíritu de ojo público, un testimonio documental, sin ínfula artística alguna, just the city, the naked city. Por eso, el primer libro de fotos que publicó cuando ya fue famoso, se tituló The naked city, título que empleó luego Jules Dassin (el de Rififi) para su famosa peli, epítome del cine negro neoyorquino que aquí se llamó La ciudad desnuda.

Ya en los años cincuenta y sesenta, cuando había alcanzado la fama, Edward Steichen lo había incluido en un par de exposiciones fotografía en el Museo de Arte Moderno y hasta daba clases acerca de una técnica que nunca había aprendido formalmente, Weegee exploró otros territorios estéticos, especialmente sus famosas distorsiones, algunas de las cuales (la muy célebre de Marilyn Monroe, por ejemplo) se incluyen en la muestra, así como retratos, etc. En todo ello descolló sin duda porque este hombre estaba tocado por el dedo de los dioses. Pero lo que lo consagró con toda justicia como un fotógrafo excepcional, como alguien capaz de entrar a la gente por los ojos y llegarle hasta lo más profundo con un mensaje simple y profundo que dice "mira, así son las cosas, así es la condición humana", fueron sus fotos de reportero gráfico de actualidad, de padre del fotoperiodismo, esas imagenes planas y brutales que son las que uno espera ver en los archivos de la policía y a las que ponía luego leyendas alusivas que no explicativas que las complementan admirablemente: parejas dormidas en el patio de butacas de un cine de barrio, cadaveres de gente recién abatida a tiros, niños jugando con el agua de las bocas de riego, una gorda repintada berreando ante un micrófono o él mismo, en un fabuloso autorretrato con su cámara y su flash, inmortalizándose como un fotógrafo de documental como el que podría ser el fotógrafo de la comisaría más cercana. Porque de inmortalidad se trata aquí: esas crudas fotos del puñetero arroyo tienen mucha más arte que algunas de las refinadas languideces de su coetáneo Steichen. Claro que era otro mundo: el de Weegee, la ciudad desnuda; el de Steichen, la ciudad vestida. Como la maja.

(Todas las fotos de Weegee tienen derechos de autor de Weegee y Getty. La primera imagen es una reproducción de la portada del folleto de la exposición. Obsérvese en segundo plano la espalda de la estatua de la Libertad. Las otras dos son una foto de neutral Surface y otra de we-make-money-not-art, ambas con licencia de Creative Commons).

dimarts, 10 de març del 2009

Manda huevos.

Sí, señora presidenta de la comisión de investigación sobre espionaje de la Asamblea de Madrid, tiene Vd. razón. Tiene Vd. razón aunque la exprese Vd. con ese contundente y desgarrado casticismo madrileño que se ha apoderado de los cargos institucionales de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) desde que gobierna en ella la señora Aguirre, más chula que un ocho, también conocida como la Mata Hari del Avapiés.


Manda huevos que presida Vd. una comisión de investigación que arrancó con un mes de retraso y pretenda cerrarla antes de haberla abierto del todo.

Manda huevos que la comisión empezara estando presidida por un posible investigado.

Manda huevos que la mayoría del PP en esa comisión no permita investigar a los espías, ni escuchar a los espiados.

Manda huevos que la mayoría del PP niegue la documentación necesaria para la investigación.

Manda huevos que la mayoría del PP impida que se practiquen las pruebas periciales necesarias para esclarecer los hechos.

Manda huevos que, según parece, los cargos públicos de la CAM hayan estado espiando a sus correligionarios ilegalmente y con cargo a los fondos públicos.

Manda huevos que ese espionaje se haya hecho a adversarios políticos personales de doña Esperanza Aguirre, la Mata Hari del Avapiés.

Manda huevos que los presuntos espías y sus jefes se nieguen a colaborar en la investigación, pongan zancadillas y respondan con prepotencia y chulería.

Manda huevos que los presuntos espías y sus portavoces y encubridores acusen a El País de haberse inventado la historia basados en una historia que se ha inventado El Mundo.

Manda huevos que la señora Aguirre acuse por la radio al juez Garzón de recibir regalos de valor superior a los del señor Camps y nadie se haya querellado contra ella por un presunto delito de calumnias.

Manda huevos que el señor Güemes, yerno del ciudadano ejemplar, el pluriimputado señor Fabra, repita el presunto delito con agravante y siga sin haber querella.

Manda huevos que el presidente del PP califique de "ciudadano ejemplar" al señor Fabra.

Manda huevos que haya consejeros de la CAM bajo sólidas sospechas de adjudicaciones irregulares y otros delitos y que no rindan cuenta escrupulosa de sus actos.

Manda huevos que varios municipios de la sierra de Madrid hayan estado regidos por presuntos ladrones militantes del PP, que llevan años llenándose los bolsillos supuestamente con dineros públicos, causando notable quebranto al bien común y que aún se pongan gallitos

Manda huevos que salgan Vds. todos, presuntos espías, presuntos corruptos, presuntos encubridores y cómplices, insultando a quienes piden explicación porque los han pillado a Vds. con las presuntas manos en la presunta masa.

Manda huevos que haya habido una presunta trama de corrupción ligada al PP a escala nacional y que nadie haya ofrecido ni un intento de exculpación fuera de amenazar con acciones judiciales a quienes la demanden.

Manda huevos que el presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia (CAV), del PP, bajo sospecha judicial de cohecho en lugar de rendir cuentas escrupulosamente y aclarar el asunto, pretenda emborronarlo y ampararse en su apoyo electoral y la solidaridad de sus amigos.

Manda huevos que uno de estos amigos sea el presidente del Tribunal Superior de Valencia que habrá de juzgarlo por el presunto cohecho.

Manda huevos que, en lugar de pedir la dimisión al señor Fabra, el PP -el mismo que lo declara "ciudadano ejemplar"- quiera hoy arropar al señor presidente de la CAV.

Manda huevos que el señor Núñez Feijóo, que ganó las elecciones gallegas a base de acusar a su adversario de gastos injustificados y suntuarios por un coche, disfrute desde hace tres años de un coche de alta gama, gratis total y, según parece, no lo tenga declarado en Hacienda.

En efecto, señora presidenta, manda muchos huevos, tantos que no es de extrañar que el señor Rajoy exija hoy que esa comisión que tiene Vd. orden de liquidar de inmediato continúe sus trabajos para esclarecer la verdad aunque a Vd. ni a su jefa, la Mata Hari del Avapiés, les guste.

En fin, pongan Vds. una huevería, señora presidenta.

(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

El continente tumultuoso (y dos).

(Termina aquí la reseña del número monográfico de Sistema sobre América Latina).

Según Daniel Buquet (Los nuevos gobiernos progresistas en el Cono Sur: Argentina, Chile y Uruguay en el siglo XXI los tres países con mayor desarrollo económico relativo y otros mejores índices como desarrollo humano, alfabetización, esperanza de vida y mortalidad infantil en América Latina son la Argentina, Chile y el Uruguay que también presentan democracias restauradas y sistemas de partidos que eran sustancialmente los mismos que antes de las dictaduras que padecieron, cosa que igualmente los distingue de otros países del continente (p. 99). El autor hace una consideracón detallada de cada uno de ellos y explica luego con razones convincentes que los habituales índices de fragmentación y polarización (recuerdo de Sartori) no aclaran gran cosa la peculiaridad de los tres sistemas de partidos (p. 105) y prefiere el criterio de la institucionalización medido a través del índice de volatilidad electoral, muy alta en la Argentina y moderada en Chile y el Uruguay, así como el índice de concentración de escaños en los dos principales partidos parlamentarios, muy alta en Chile (ochenta por ciento) y el Uruguay (noventa y ocho por ciento) y menos de un sesenta y seis por ciento en la Argentina (p. 111). Igualmente es reveladora la medición de las trayectorias históricas de los sistemas políticos y de partidos de acuerdo con los indicadores de Freedom House que revelan que si la Argentina fue la primera en alcanzar la puntuación democrática en 1984 mientras que el Uruguay lo hizo en 1985 y Chile en 1990, a partir de entonces los índices de Chile y el Uruguay son superiores a los de la Argentina (p. 112). En resumen, un trabajo empírico muy interesante y revelador.

Carlos Ranulfo Melo (Brasil: avances y obstáculos del periodo Lula) sostiene que la presidencia de Lula es la primera que tras las de Collor, Franco y Cardoso, rompe con el seguidismo del CW y ha funcionado con gobiernos de coalición, un poco a semejanza de Chile, que han reunido a una media de siete partidos y han sido muy heterogéneas pero han cosechado notables éxitos en la aprobación parlamentaria de sus propuestas legislativas en el Congreso Nacional (p. 122). En el primer mandato de Lula las relaciones entre el Gobierno y el Congreso fueron inestables, lo que forzó frecuentes cambios gubernativos (p. 123). El triunfo de Lula por segunda vez en 2006 lo llevó a formar coaliciones con apoyos parlamentarios suficientes de 65,1 por ciento en la Cámara de Diputados y 62,9 por ciento en el Senado (p. 126) con lo que también aumentó el índice de aprobación de su Gobierno que alcanzaba el cincuenta y cinco por ciento el treinta y uno de marzo de 2008 (p. 127). Entiende el autor que el éxito de Lula se debe a tres factores: a) el fortalecimiento de la estabilidad económica y de la disciplina fiscal; b) la reanudación del crecimiento a través de la actividad estatal en materia de coordinación y control; y c) el énfasis en la dimensión social de las políticas redistributivas y la inclusión de los sectores excluidos (p. 127). No tengo duda de que así haya sido y su aseveración coincide netamente con lo que dicen Carrera Troyano y Muñoz de Bustillo en su magnífico trabajo visto ayer, pero sería bueno que sostuviera su aserto con mayor carga de pruebas empíricas. Igualmente me parece muy arriesgado el final del trabajo en el que se aventura a hacer una predicción del futuro del gobierno de Lula afirmando que su balance final será positivo. Es posible, pero esas predicciones en nuestro campo son muy peligrosas. Por ejemplo, uno de los datos que lo lleva a aventurar esta prognosis positiva es que hay un aumento de la inflación mundial (p. 132). Sin duda cuando el trabajo se escribía esto era cierto. Hoy, al contrario, el panorama mundial es de peligro de deflación.

Ana María Bejarano (Colombia y Venezuela: crónica de dos democracias infelices) hace honor a su título ya que el trabajo es exactamente eso, una crónica, con sus aspectos positivos y negativos, esto es, un ensayo narrativo de agradable lectura en el que acecha siempre el taimado peligro de los juicios de valor inadvertidos o presupuestos. Hace Bejarano un relato consecutivo de la evolución reciente de los dos países que, habiendo sido tradicionalmente ejemplos de democracias estables en América Latina conjuntamente con Costa Rica, han venido a dar en un estatus semidemocrático si no algo peor (p. 136). La evolución -y degeneración- de Colombia como democracia "incierta" se debe a la erosión de los mecanismos de seguridad, especialmente del respeto y la garantía de los derechos humanos que han tenido una trayectoria que califica de "aterradora" (p. 141). El Estado colombiano no existe prácticamente y su recuperación es condición inexcusable para la restauración de la democracia en el país (p. 152). Venezuela, a su vez, ha conocido una "muerte lenta" de la democracia. Ésta se pudo frenar momentáneamente después del "Caracazo" de 1958, pero se ha acelerado mucho desde el acceso de Chávez en 1998 (p. 158). Los dos partidos referentes de la democracia venezolana, AD y COPEI, se desintegraron entre 1988 y 1998, dando paso al arrollador triunfo del MVR (Movimiento V República) del señor Chávez que, viene a decir la autora, no ha dado señales de querer convertirse en un partido político (p. 160) lo cual me deja algo confuso (a no ser que la haya comprendido mal) por cuanto parece ignorar la existencia del Partido Socialista Unido de Venezuela, fundado ya en 2007 y que se impuso ampliamente en las elecciones regionales de 2008. Dice la autora, y no sin razón, que la Constitución de 1999 concede amplios poderes al señor Chávez (en el ínterin, la reforma constitucional recientemente aprobada en referéndum le ha garantizado reelección indefinida) y considera que su régimen constituye una transición gradual al autoritarismo (p. 164), lo que me parece algo aventurado como afirmación y típica muestra del peligro que señalaba al principio de los juicios de valor no cuestionados. El autoritarismo no es concepto que goce de unanimidad en la Academia, ni mucho menos habrá acuerdo unánime respecto a que el sistema político venezolano actual, la Venezuela bolivariana o como se quiera llamarlo, sea autoritario ni la señora Bejarano tendrá las bendiciones de los colegas más prudentes haciendo afirmaciones sobre futuribles; y todo ello con independencia de que mi opinión personal pueda o no coincidir con la de la autora. Concluye Bejarano con un diagnóstico que tiene la elegancia y los riesgos de una paradoja: el problema de Colombia es la debilidad del Estado y el de Venezuela, al contrario, su fortaleza. No sé si se encontraría mucha gente dispuesta a refutar el primer término de la paradoja, pero conozco a una multitud preparada para negar la segunda.

Jacqueline Peschard (Gobernar en México bajo la sombra de la ilegitimidad) presenta un análisis de los dos años (cuando el trabajo se escribió) del Gobierno de Felipe Calderón bajo la sombra de la ilegitimidad (p. 167) por aquellas elecciones ganadas con tan escaso margen y que todos seguimos con tanto apasionamiento. El trabajo, como los anteriores, también tiene estructura narrativa, aunque en mi modesta opinión, alcanza enunciados más convincentes. Incluye en su estudio las posteriores elecciones legislativas que no dieron mayoría absoluta al PAN del presidente en el Congreso (40,2 por ciento en la Cámara de Diputados y 40, 6 por ciento en el Senado), con lo que se ha hecho forzosa una política de alianzas con el PRI ya que el PRD se declaró reacio desde el comienzo (p. 169). Examina la autora el sistema de partidos en México con bastante exactitud. El PRI resurge en medio de la polarización de los otros dos pues gobierna en dieciocho de las treinta y dos entidades federativas, tiene el 37,5 de los municipios y conserva en buena medida su viejo aparato organizativo nacional (p. 172). El PRD se ha visto afectado por una importante merma electoral y una grave fractura interna, sólo gobierna en cinco Estados y no cubre la totalidad del país si bien, y ello no es baladí, cuenta con el gobierno municipal del Distrito Federal. El sistema mexicano mantiene ciertos equilibrios entre los tres partidos (p. 176) y el gobierno ha tenido que ir forjando las más variadas alianzas para llevar adelante su programa de reformas con los pros y contras que son fáciles de imaginar: a) con el ejército para combatir el crimen organizado; b) con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para llevar adelante el ambicioso programa heredado de la anterior presidencia de "vivir mejor"; c) con el PRI para llevar a cabo las distintas reformas legislativas, en concreto: 1) la reforma del Estado (básicamente electoral); 2) la del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, (ISSSTE); 3) la reforma fiscal; 4) la reforma energética; 5) la reforma laboral (p. 182). Hay una confrontación en cuanto a la reforma de PEMEX y una alianza con el PRI y el SNTE para proceder a la reforma del sistema de pensiones de los empleados del Estado (p. 189). El trabajo trasmite una idea de la complejidad de la política democrática mexicana. Si hubiera de hacer alguna recomendación, creo que añadiría interés que la autora explicara las características de la cultura política mexicana en materia parlamentaria.

Manuel Rojas Bolaños y Rotsay Rosales Valladares (Democracia electoral y partidos políticos en Centroamérica: heterogeneidad y trayectorias inciertas) presentan un muy interesante trabajo sobre esta subregión del continente que a veces resulta tan confusa al ojo público. Dos decenios después del inicio de los procesos de pacificación en la zona, la democracia parece funcionar en estos países (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá), aunque con algunas deficiencias (p. 195). Son pocos quienes reputan limpias las elecciones (p. 195), lo cual es un handicap notable. Los sistemas de partidos se caracterizan por su heterogeneidad y trayectorias inciertas (p. 197), cosa de la que ya había advertido Alcántara aunque para todo el continente. Prevalecen los multipartidismos moderados con algunas variaciones, la polarización en El Salvador y Nicaragua y una estabilidad precaria en Guatemala (p. 200). Hay instituciones democráticas con carencias y tradiciones autoritarias que pesan (p. 202). Hay asimismo cierto "travestismo" entre derechas e izquierdas (p. 203). No son sistemas de partidos muy institucionalizados (p. 206) y tienen insuficiencias en cuanto a democracia interna e inclusión, transparencia y rendición de cuentas (p. 208). Todavía no hay suficientes incentivos para la democratización de los partidos y es de temer que las distintas orientaciones de los gobiernos y la composición de las cámaras aumenten los problemas de gobernabilidad (p. 209).

María Luisa Loredo (El liderazgo latinoamericano en el proceso de estabilización de Haiti) presenta un trabajo que tiene el mérito de no ser frecuente en los estudios sobre América Latina en España ya que versa sobre un país de la francophonie, habitualmente ignorado por nuestros investigadores. La autora, sin embargo, le hace justicia a través de un estudio de tipo fundamentalmente descriptivo pero de mucho interés: Haití es el país más pobre de América y uno de los más corruptos del mundo (p. 211). Y de los más inestables, cabe añadr. Puede ser considerado como un "Estado fallido" o frágil pero, en todo caso, ha tenido un destino trágico e injusto (p. 212) ya que pagó cara su lucha por la libertad y su temprana independencia en 1804 que no tuvo reconocimiento internacional hasta que en 1860 estableció relaciones diplomáticas con el Vaticano y en 1862 con los Estados Unidos de América. En 1825 Francia impuso a la joven república condiciones humillantes y económicamente devastadoras (pago de una indemnización de 150 millones de francos de entonces, equivalentes a 21.000 millones de dólares de los EEUU de 2004) que arruinaron al país (p. 213) y todavía hoy son objeto de controversia a través de una perpetua reivindicacion haitiana de resarcimiento. Los años noventa se caracterizan por los conflictos en torno al presidente Aristide: expulsado en un golpe de Estado, retorna en 1994. En el año 2000, vuelve a ganar las elecciones pero el renovado estallido de violencia en 2004 fuerza su nueva dimisión que da paso a un gobierno provisional y a la creación de la MINUSTAH (Mission des Nations Unies pour la Stabilisation en Haïti) en el marco de la ONU. La MINUSTAH incorpora el liderazgo de los países de América Latina en el proceso de recuperación de Haiti como una forma de devolver la deuda que piensan tener con él por su temprana ayuda a sus independencias (p. 214) así como por otros motivos, entre ellos: el giro a la izquierda de América Latina, la necesidad de reafirmarse en la escena internacional en respuesta propia a una crisis, el fortalecimiento de la cooperación latinoamericana, la posibilidad de cambiar la cultura militar en con una perspectiva civil, la necesidad de no desairar a los Estados Unidos (p. 216). Los logros y desafíos de la MINUSTAH son: la consolidación de la normalizacón y del consenso político, el restablecimiento de la seguridad y la estabilidad, el reforzamiento del Estado de derecho y de sus instituciones y el arranque de un proceso de desarrollo económico y social (p. 218). La autora lamenta que España haya reducido su participación en la MINUSTAH de lo militar a lo policial y no le falta razón porque ello equivale a abandonar un puesto de influencia (p. 224).

Last but not least: algunos países en América Latina requieren el artículo determinado "el" o "la" delante de sus nombres, cosa que es obligada porque se trata de sus nombres oficiales o bien de la forma correcta de designarlos en castellano. Son estos: la Argentina, el Brasil, el Ecuador, el Paraguay, el Perú, la República Dominicana y el Uruguay. ¿Sería mucho pedir que, cuando menos, los especialistas hispanohablantes en América Latina llamaran a estos países por sus nombres reales y no se valieran de las malsonantes traducciones literales del inglés? Si no quieren hacerme caso a mí, que tomen nota de cómo lo pone un maestro de la lengua de Cervantes como Mario Vargas Llosa, cuyo último y magnífico artículo en El País se titula El Perú no necesita museos, no "Perú no necesita museos". Además, sabe de lo que habla por partida doble, pues es peruano de nacimiento.

dilluns, 9 de març del 2009

Irlanda: las aporías del irredentismo.

(Este es un comentario sobre el atentado del sábado en Massereene (Irlanda del Norte), en el que pistoleros del Real IRA (IRA auténtico) asesinaron a dos soldados británicos e hirieron a varias personas más. Pero el amable lector puede aplicarlo tranquilamente al País Vasco en España, como se verá más abajo).


No haya duda: el señor Gordon Brown, primer ministro del Gobierno de SM aseveró muy contundente que "ningún asesinato hará descarrilar el proceso de paz". Todavía más: el señor Gerry Adams, leader del Sinn Fein, brazo político del IRA, que hace poco todavía se daba algún rulo por el País Vasco español explicando a sus hermanos de sangre (nunca mejor dicho) de HB qué había que hacer para salirse con la suya en el conflicto, ha condenado sin paliativos el atentado de Massereene y ha dicho a sus leales que hay que colaborar con la policía para atrapar a los asesinos, algo impensable hace quince años. Y aun más: el señor Martin McGuinnes, leader también del Sinn Fein y actual Viceprimer ministro del Gobierno Autonomo del Ulster en el que el primer ministro es el reverendo Ian Paisley, leader del Partido Unionista Democrático, rabioso enemigo del Sinn Fein, el señor Martin McGuinnes, digo, condena también sin paliativos el atentado y afirma que nada podrá detener el proceso de paz. De lo que andan diciendo los protestantes (que se llaman a sí mismos "leales") no es preciso dar noticia detallada: más condenas furibundas y hasta amenazas.

Todo el mundo, muy nervioso, se pregunta si este atentado hará fracasar el famoso "proceso de paz" que surgió de los acuerdos de Viernes Santo en 1997, quedó interrumpido hasta 2007 y se reanudó entonces con la garantía de que los actores del conflicto se habían desarmado, tanto el IRA como los pistoleros loyalists. La respuesta la da Peter Preston en un magnífico artículo en The Guardian ayer, titulado Is the peace process derailed? en el que sostiene que eso dependerá de si los pistoleros del Real IRA encuentran cobijo y apoyo entre la población civil en la zona ahora que la policía empezará a buscarlos. Muy cierto. También lo es que estos grupos escindidos del viejo IRA, como el Real IRA, el Continuity IRA y otros Oglaigh na hEireann (o "Voluntarios por Eire") apenas cuentan con entre 20 y 40 miembros. Pero crecerán si, en efecto, al acometer sus acciones, encuentran refugio entre la población civil.

Porque el problema, aunque no lo parezca, sigue siendo político y se origina en el hecho de que el llamado "proceso de paz" que todo el mundo dice respetar, en el fondo no resuelve nada en Irlanda del Norte; nada quiere decir que es únicamente un artilugio para canalizar políticamente (es decir, civilizadamente) el conflicto mediante el entendimiento de las dos facciones antaño enfrentadas a muerte. Pero no sirve para resolverlo en uno u otro sentido. Y, cuando las cosas están así es siempre cuestión de tiempo hasta que surge un nuevo grupo faccional que acusa al partido de toda la vida (en este caso el viejo Sinn Fein y el no menos viejo IRA) de traicionar los principios o la santa madre patria y, tomando de nuevo las armas, retorna a la lucha pues no se siente vinculado por los acuerdos alcanzados por la generación anterior. Sí, esa es la cuestión: la generación anterior y la actual. Siempre que hay un conflicto de este tipo, un asunto de irredentismo irresuelto, en el que la Patria sigue mancillada, esclavizada, hollada, ocupada por el invasor, es muy probable que la generación siguiente vuelva al combate armado en la esperanza de que esta vez, sí; esta vez los echamos y, con ellos, a los cipayos. Es el problema de la mentalidad nacionalista reproducida a través de los procesos educativos y de socialización de comunidades muy cerradas sobre sí mismas.


Imagine el lector que tras una negociación cualquiera en el País Vasco español se hubiera llegado a un acuerdo por el que ETA se hubiera desarmado, Batasuna (o su equivalente), plenamente legalizada, se hubiera integrado en las instituciones y el País Vasco se gobernara con un nuevo, flamante, estatuto de autonomía dentro del Estado español. ¿Cuánto tardaría en aparecer una ETA verdadera que, acusando a la anterior y a Batasuna (o su equivalente) de traidores a la causa de la patria vasca, reanudara los atentados? Figúrese Vd., amable lector, que la ruptura de las negociaciones por ETA y la negativa cerrada de las Batasunas a condenar los atentados a lo mejor nos ahorra reproducir situaciones como la de Massereene ayer.

(La imagen es una foto de PPCC Antifa, con licencia de Creative Commons).

Breve historia de la pinza (y II).

(Viene de la entrada de ayer, domingo).

Hay más. Los responsables de la pinza trataban de mantenerla oculta porque también era parte de una estrategia más amplia de la derecha española a la que se sumó la "verdadera" izquierda, caracterizada por una conspiración, un complot para desmontar el gobierno socialista como fuera, al coste que fuera. Por aquel tiempo publiqué un libro, La conspiración. El golpe de Estado difuso, (Ediciones B., Barcelona, 1994) del que sigo suscribiendo hasta la última palabra y que por entonces me costó una oleada de insultos de perdonavidas profesionales por ser tan ingenuo de creer en "teorías de la conspiración". (Acerca de este extremo, alguna consideración al final de la entrada).

Luego, el señor Anson, como bien se sabe, reconoció públicamente la existencia de tal conspiración, movida por aquella Asociación Española de Periodistas Independientes (AEPI) fundada ad hoc con la finalidad de acabar con Felipe González, a quien no se le podían ganar elecciones (sic) aunque para ello se tambalearan los cimientos del Estado. Eran los bravos guerreros que otros llamaban "sindicato del crimen". Me cupo entonces la satisfacción relativa de que hasta el adversario reconociera que servidor había dado en el clavo. Iba a ser mi única satisfacción ya que nadie ha reconocido que tuviera razón: los de la conspiración por razones evidentes y los que la sufrieron aunque parezca mentira, también por razones evidentes. Véase la página que Los genoveses.net dedican a relatar la conspiración, titulada Escenarios para un golpe de papel que reproduce un reportaje de La Vanguardia de 22 de febrero de 1998 en el que no se cita una sola vez mi libro, que fue el primero.

Este asunto de la conspiración me animó a emprender un estudio sobre la retórica política que verá la luz algún día de estos y en donde aparecen cuestiones que son ya muy familiares. Muchos de quienes negaban entre risas que hubiera una pinza contra el PSOE, que la había, y una conspiración, que también la había, acuñaron un concepto, el felipismo, del que no ha vuelto a saberse nada pero que por entonces tuvo mucho predicamento, precisamente como ropaje teórico de dicha conspiración. Se escribieron decenas de libros (en algunos el autor mostraba haber perdido la azotea) y a día de hoy nadie sabría explicar en que consistía aquel felipismo que no era otra cosa que el nombre con el que la derecha encubría su perpetua urgencia por recuperar y detentar el poder mientras la "verdadera" izquierda se ponía a su servicio.

Los mismos también que entonces se reían de la existencia de la conspiración, pasado un tiempo, la revivieron para uso propio y en dos de las posibles voces verbales, en activa y en pasiva: articularon una nueva conspiración más o menos entre los mismos que la anterior (políticos, jueces, periodistas, intelectuales, advenedizos, etc) para acusar al Gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero, a la policía, la judicatura en general, la Guardia Civil y a todos quienes sostuvieran que los atentados del once de marzo de 2004 fueron obra de terroristas islámicos de... conspiración.

Una última y ya anunciada observación filosófico-histórica sobre la teoría de la conspiración porque se vea cuán complejas son las cosas del ser humano. El recurso fácil a la teoría de la conspiración para tratar de zafarse de los problemas explicativos de la acción social no suele ser eficaz. Pero de ahí a negar que en la historia haya habido conspiraciones, conjuras, complots y que hayan sido determinantes en su curso media un abismo. Desde la conjura de los sacerdotes de Amon Ra contra la revolución de Akenaton en el antiguo Egipto hasta el complot de los militares felones, los curas y las derechas españolas para ahogar en sangre y fuego a la IIª República, lo que más ha habido en la historia ha sido conspiraciones. Unas triunfantes, otras fracasadas, pero todas reales y en multitud de casos, decisivas. Por supuesto, en la historia ha habido y sigue habiendo muchos otros factores y nadie que reconozca la importancia de las conspiraciones en ella osará negar este extremo. Pero si se me pregunta hoy qué creo que haya tenido más importancia para determinar el decurso de las sociedades humanas si las conspiraciones o las leyes de la historia del tipo que sean (desde la voluntad divina hasta las inexorables leyes de los modos de producción económica, pasando por los condicionamintos climáticos) responderé que las conspiraciones. E insistiré en que a veces triunfan y a veces, no. Igual que las famosas leyes, que a veces se cumplen y a veces no.

Hubo pinza, y a unos les salió bien y a otros, no.

(La imagen es una foto de Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo licencia de Creative Commons).

El continente tumultuoso.

La revista Sistema dedica un número monográfico (208/209, Madrid, enero, 2009, 224 págs) a América Latina, coordinado por Manuel Alcántara, reconocido especialista en la materia. Es un panorama dividido en dos vertientes: varios estudios, aproximadamente la mitad del total, de carácter general, sobre el conjunto del continente y otros tantos estudios de casos concretos, por países o grupos de países, lo que permite combinar visiones de conjunto con otras singularizadas.

En el primer trabajo, (América Latina: la política inconclusa), Alcántara señala la heterogeneidad latinoamericana a través de la diversidad de sus historias nacionales, las grandes diferencias de sus dimensiones demográficas, los índices de riqueza por habitante así como sus estructuras sociales desde el punto de vista de las composiciones étnicas de las poblaciones. Se suma a ello para completar el cuadro una tendencia a deslegitimar las instituciones democráticas. Hay índices altos de desconfianza en las elecciones, los partidos políticos y los sistemas de administración de justicia. Todo lo cual, por lo demás, dibuja un panorama parecido al que se da en otras regiones y que los estudiosos llaman "demócratas desafectos". Añade aquí el autor los presidencialismos "mestizos" como mezclas de los viejos presidencialismos con nuevas formas de parlamentarización así como una reactivación de los discursos populistas. Detecta un relativo fracaso de las políticas públicas en materia económica en los últimos años como prueba del fracaso del Consenso de Washington (CW), elemento que está muy presente en el número monográfico, (p. 18), todo ello acompañado por un aumento de los conflictos étnico-culturales y regionales (p. 20). En resumen, "política inconclusa", como dice el autor o situación abierta ya que, en realidad, toda política es inconclusa.

Ludolfo Paramio (Izquierda y populismo en América Latina) pareciera acometer tan ardua labor como es distinguir estos dos conceptos pero no es seguro que lo logre. Levanta constancia del fracaso del CW a partir de 1998 cuando comienzan a elegirse gobiernos de izquierda en el continente, izquierda que, sin embargo, no es una alternativa real al CW. Aunque, dice, se llama "populistas" a los gobiernos de Venezuela, la Argentina, Bolivia y el Ecuador, estos países siguen el CW en materia de estabilidad macroeconómica (p. 29) pero como, al mismo tiempo, rechazan la política neoliberal del CW, no está clara la distinción entre izquierda democrática y populismo que al autor le parece obvia intuitivamente. Populistas a no dudar se le antojan Fujimori y Medem y, en esa línea Chávez; pero hay diferencias entre éste y Lula, por ejemplo. A los efectos de acometer la tarea de separar la izquierda democrática del populismo propone que se recurra a una "izquierda con historia" pero que atienda a un imprescindible relevo generacional (p. 34), cosa que parece bienintencionada e inane.

Aníbal Pérez-Liñán (La renovación de las elites presidenciales en América Latina) presenta un curioso trabajo de análisis empírico histórico con información sobre 566 presidentes de diez y nueve países del continente, incardinado en la concepción paretiana de la circulación de las elites, circulación que adopta cuatro formas: sustitución, renovación, reconversión y estancamiento (p. 39). Toma como datos la edad media de los presidentes y la edad media de los partidos y aplica muy sensatamente la lógica de conjuntos difusos a los conceptos de juventud y tradición que maneja. De este modo los tipos anteriores se operacionalizan como sigue: sustitución: intersección histórica de políticos jóvenes y partidos no tradicionales; renovación: políticos jóvenes y partidos tradicionales; estancamientopolíticos no jóvenes y partidos tradicionales; reconversión (residualmente tratada en el trabajo): políticos no jóvenes y partidos no tradicionales (p. 50). Ha habido dos momentos de estancamiento de las elites presidenciales latinoamericanas en el último siglo: en los años veinte y treinta y , en paralelo con la segunda ola de democratización, en los años ochenta. En los primeros años del siglo XXI se detecta un envejecimiento y estancamiento con precedente en los años veinte y treinta.

Margarita Corral González (Actitudes hacia la democracia en América Latina, 2008) presenta un trabajo cuyos datos proceden del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt, bajo la dirección de Mitchell Seligson, para medir: a) el nivel de apoyo a la democracia en América Latina en 2008; b) los factores que ayudan a explicar el acuerdo de la ciudadanía por el que la democracia es la mejor forma de gobierno; c) los niveles de confianza en las principales instituciones democráticas; d) una combinación del apoyo al sistema político con los niveles de tolerancia política para conocer el grado de apoyo a una "democracia estable" (p. 56) La conclusión es que la mayoría de la población cree que, aunque con fallos, la democracia es la mejor forma de gobierno posible. El apoyo es alto cuando se percibe que el gobierno es eficaz o la situación económica buena y desciende cuando se ha sido víctima de la corrupción o hay alta inseguridad ciudadana. Es muy perceptible la desconfianza hacia las instituciones fundamentales del sistema democrático, en especial los congresos nacionales, lo que, como ya decía en el comentario al primer artículo, es una situación muy generalizada conocida como "demócratas desafectos" y caracterizada por apoyo a la democracia en abstracto pero desconfianza acerca de sus instituciones en concreto. Eso sucede en Europa igualmente desde hace años. Por último registra la autora ciertas carencias en América Latina para lograr una democracia más completa y estable porque en algunos países (especialmente centroamericanos y andinos) hay apoyos relativamente bajos al sistema político y a la tolerancia.

Miguel Carrera Troyano y Rafael Muñoz de Bustillo Llorente en (El reto de la pobreza y la desigualdad en América Latina) explican que América Latina comprende a los países del mundo que presentan un reparto más desigual de la renta y muy altos índices de pobreza que se agudizan en las zonas rurales frente a las urbanas y en los sectores poblacionales de ciertas características étnicas (p. 77). En la teoría económica de los últimos cincuenta años se ha visto la relación entre crecimiento, pobreza y reparto de la renta bajo la óptica de la curva de Kuznets, lo cual explica por qué el CW no consideraba necesario prestar atención especial a la pobreza. Los autores reconocen, sin embargo, que en el texto original del CW se tomaban más en cuenta de lo que se cree las cuestiones de desigualdad y reducción de la pobreza pero fue su aplicación práctica la que acabó identificándolo con las políticas neoliberales más duras. Este planteamiento, combinado con el de Kaldor fue el dominante hasta los años noventa, a partir de los cuales es ya obvio que el CW ha fracasado, que el crecimiento no ha sido superior al de los años sesenta y setenta y que no se ha corregido la pobreza ni la desigualdad (p. 82). Ya en los años ochenta algunos economistas del desarrollo, como Myrdal et al., sostuvieron que la mala distribución del ingreso pdía tener un efecto contraproducente para el desarrollo (p. 84). A ello se añadía que América Latina presenta un modelo de Estado del bienestar "truncado", esto es, con un limitado alcance de sus políticas sociales de las que no se benefician los sectores más desfavorecidos (p. 86) No obstante, a partir de los años noventa tanto en la CEPAL como en la actividad del Banco Mundial se ha venido insistiendo en la necesidad de fomentar la lucha contra la pobreza. Pero no es fácil que se llegue a dar este cambio de perspectiva. Para que haya políticas progresivas en América Latina es preciso que las elites se convenzan de que la transformación del statu quo será beneficiosa para todos los ciudadanos y sin las políticas redistributivas será muy difícil que los países latinoamericanos consigan la cohesión social, la inversión, la mejora del capital humano y el crecimiento económico que precisan para hacer frente a la globalización (p. 95). Efectivamente, muy difícil y, al depender de esa convicción de clases que han mostrado escasa sensibilidad social durante siglos, altamente improbable.

(El resto de la reseña de este número de Sistema, mañana).

diumenge, 8 de març del 2009

Ocho de marzo, celebración.

Está muy requetebién que se conmemore el ocho de marzo, día internacional de la mujer trabajadora con el anteproyecto de ley sobre el aborto ya presentado en el Consejo de Ministros que autoriza la interrupción libre del embarazo hasta las 14 semanas de gestación y asimismo en determinadas circunstancias pasada esa fecha; que lo autorice también a las jóvenes a partir de los dieciséis años sin necesidad del permiso paterno; y que se elimine el tipo delictivo del aborto del Código Penal. Muy bien porque esa norma es un paso adelante muy notable en el proceso de emancipación de las mujeres. El aborto es un derecho que corresponde a ambos progenitores y muy especialmente a la mujer y que la convierte en dueña de su propio cuerpo de cuya propiedad está desposeída hasta el dia de la fecha en la que quizá sea la última reminiscencia de la esclavitud que queda en el mundo civilizado. Pues quien no es dueño ni de su propio cuerpo es un esclavo. ¿De quién? Del prejuicio machista, del oscurantismo eclesiástico, de l autoritarismo impositivo de los conservadores.

Decía ayer la señora Aguirre en un acto en conmemoración de la mujer trabajadora al que debió de ir por error, que el aborto no es un derecho. La obsesión de los conservadores es siempre negar derechos a los demás: a los extranjeros, a los homosexuales, a las mujeres... En este caso no solamente niegan que sea un derecho sino que lo reputan un delito; no porque verdaderamente crean tamaño dislate sino porque piensan que es la única forma aceptable de responder a la crítica que se les hace de que se metan en lo que les atañe pues los partidarios del aborto no queremos que sea obligatorio, que nadie pretende obligar a la señora Aguirre a abortar.

De todos modos hay que prepararse: la ofensiva carcunda va a ser de armas tomar. Los curas van a dar una murga insufrible y el Gobierno tendrá difícil sacar la ley adelante en un parlamento en el que no tiene mayoría absoluta y depende de los votos de dos partidos que son católicos en todo o en parte, esto es, el PNV y CiU. Muy difícil.

(La imagen es una foto de derechoavivir, bajo licencia de Creative Commons).