Recuerdo que en mi adolescencia y primera juventud, cuando no solamente creíamos que se podía cambiar el mundo, cosa que, al menos yo, sigo creyendo, sino que nos tocaba a nosotros cambiarlo, cosa de la que ya no estoy nada seguro, entre los debates que nos entretenían había uno que no era infrecuente: si había sitio para los homosexuales en una sociedad justa y en el movimiento revolucionario que podría establecerla. Eso mismo se preguntaba también en relación con la prostitución, si era o no permisible en una futura sociedad justa. Creo que nuestra ignorancia y/o puritanismo, nos impedía plantearnos la misma pregunta en relación con las lesbianas. En lo que se me alcanza, tengo memoria de que había acuerdo respecto a la libertad para la homosexualidad. No conservo tan clara coincidencia respecto a la prostitución pues me parece que se daba una división entre los abolicionistas y los permisivistas. Yo mismo oscilaba y me parece que sigo haciéndolo entre permitirla o prohibirla y perseguirla. Me inclino por el respeto a la libre voluntad de la mujer porque concibo que haya prostitución voluntaria, pero repruebo la forzosa y tengo mis dudas respecto a la "libre voluntad" de las "libres".
Pero no dudo de la idea de que la homosexualidad tiene que ser un comportamiento libre de toda penalización o prejuicio. Digo esto porque, viendo esta estupenda peli de Gus Van Sant, interpretada por Sean Penn y a la que han dado tres óscars, se me vino continuamente a la cabeza la idea de que la historia que cuenta, la de la lucha de los gays por ver reconocido y respetado su derecho a serlo y a no padecer persecución por ello ni tipo alguno de discriminación es, en realidad, un combate que deriva del de los años sesenta, es un combate sesentayochero. La defensa del derecho de los gays vino inmediatamente después del reconocimiento del de las mujeres, del renacimiento del femenismo, que había estado como hibernado y se despertó con verdadera fuerza en los sesenta hasta el día de hoy. Y los dos estaban también íntimamente ligados a la lucha por la igualdad racial y los derechos de los negros, allí donde esta cuestión se planteaba, singularmente en los Estados Unidos.
La verdad es que en estos tres puntos concretos, el mundo occidental ha dado un paso de gigante. Cuando yo era joven, los negros no podían subir a los autobuses junto a los blancos en Alabama, Franco metía en la cárcel a los homosexuales y las mujeres eran ciudadanas de segunda, de tercera, de cuarta en todas partes. Hoy hay un mulato en la presidencia de los EEUU, ser homosexual no es obstáculo para nada (aunque siga habiendo reminiscencias y atavismos salvajes en comportamientos sociales) y la situación de las mujeres ha mejorado muchísimo, si bien queda todavía bastante por hacer.
Me parece que el mensaje que contiene la peli de Milk, el núcleo del mensaje de Milk, lo que lo convirtió en un icono y un dirigente de la comunidad gay en San Francisco en los setenta, le hizo alcanzar el puesto de concejal de la ciudad con una plataforma gay y lo que, luego de su muerte, llevó a su movimiento a la victoria fue la conciencia de que los gays tenían que hacerse visibles en la sociedad, que los ciudadanos heterosexuales vieran que estaban por todas partes, que quien más, quien menos, tenía un hijo, un primo, un padre, un pariente o un amigo gay, que debían aceptar el asunto como normal e integrarlo en la visión fundamental del mundo que compartimos (casi) todos, esto es, que los seres humanos somos iguales, que tenemos los mismos derechos: la igualdad, el concepto fundamental de la izquierda y al que la derecha odia, atribuyéndolo a envidia con una cortedad de miras incomprensible.
Los gays son seres humanos como los demás y tienen los mismos derechos que los demás (incluido el de matrimoniar, última cuestión por la que las derechas, los curas y la manga habitual de carcundas no pasa), igual que las mujeres, los negros, los extranjeros, las lesbianas, los discapacitados, etc, etc. La igualdad, el motor básico de la izquierda que, junto a la lucha por la libertad no ha parado de agitar el mundo y al que todos dicen respetar, incluidos los que hacen lo que pueden por impedirla, que son muchos: iglesias, partidos conservadores, organizaciones de fanáticos supersticiosos, etc.
Por eso la lucha continúa en todos estos terrenos.
Sé que no he hablado mucho de la peli. O quizá sí en cierto modo: está muy bien, es una típica biopic en la que se ensalza la lucha de los gays por su emancipación. Una historia que la izquierda conoce muy bien. La verdad es que lo pasé estupendamente, la actuación de Penn es soberbia y el relato de esta historia real está muy bien hecho.