dissabte, 7 de febrer del 2009

Peregrino de la memoria (XXXIX).

Esto puede acabar bien.

(Viene de una entrada anterior de Peregrino de la memoria (XXXVIII), titulada Recuerdos militares).

Había amanecido un día radiante en Madrid, cosa de agradecer después de la tormenta de las últimas fechas. Aproveché parte de la mañana para poner al día el blog, lo que me va a permitir contar dos veces alguna cosa, cuando me interese, una mientras pasa y otra mientras pienso en lo que ha pasado. Esta capacidad para revivir lo vivido, recapacitar, repensarlo es la característica más propia del ser humano. O quizá no; quizá sea propia de todos los seres vivos. Será como sea pero es apasionante y por eso la narración forma parte del ser humano en todas sus dimensiones: como narrador, como narrado, como asistente a la narración como el que la contemple en la memoria o vuelve a narrarla. Toda la vida es una narración, un relato. Todos lo tienen. Unos lo escriben; otros, no. Para eso me sirve el blog, para mantener una cadena de reflexión que va desenvolviéndose al correr de los días con algo ajeno, con lo que incluso puedo dialogar. Y hasta hacer que las narraciones se intercalen, ¿por qué no? o vuelvan a contarse algunas pero desde distinto punto de vista, como en Rashomon. Además de actualizar el blog, navegué algo por la red, leí algunos periódicos nacionales y extranjeros y me puse al día. Había un problema con la Constitución de la Unión Europea y se hablaba mucho de la crisis financiera. En esto de la Constitución europea no sabe uno qué pensar: si es conveniente, si es útil, si es posible porque son pensamientos de difíl concreción. La verdad es que si lo primero que hay que dilucidar es si es posible en absoluto algún tipo de Constitución europea, se pregunta uno para qué discutir sobre si será federal o no. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo saber si será posible o no? dependerá de cuáles sean sus rasgos sobre si federal o no, por ejemplo.

Soy europeo. Me considero europeo cada vez que salgo de Europa y se lo digo a mis interlocutores: yo soy europeo, con lo que siento plaza de estúpido, aunque me resulta difícil evitarlo. Pero en Europa esa conciencia de europeo no me sirve para nada porque es lo que somos todos y, como no nos distingue, no nos ayuda a entendernos. Para entendernos tenemos que considerarnos y actuar como españoles, franceses, rumanos, suecos o turcos. En el caso de España habría que hacer alguna excepción respecto a catalanes, vascos y gallegos o, por expresarme mejor, tres excepciones.

Como europeo no sé si me importa mucho o influye el hecho de que la Unión tenga una Constitución o no. Supongo que debemos tenerla, pero no me parece imprescindible. Europa ha llegado hasta aquí sin Constitución, quizá pueda seguir algún tiempo más. Podría emplearse en debatir algo más no sólo el tipo de Constitución sino incluso su forma. No es cosa de olvidar que uno de los países más (y, por ello, menos) influyentes en la conciencia europea, Gran Bretaña, carece de Constitución y la única vez que tuvo una escrita era un Instrument of Government, que venía a ser un Instrument of Tyranny. Ya sé que el asunto plantea la muy apasionante cuestión de qué sea "lo" europeo desde el punto de vista cultural y de identidad, con su permanente carácter de ambivalencia o incluso de panvalencia. Decir que "lo" inglés no es "lo" europeo no puede ir contra la idea de que "lo" europeo no puede concebirse sin "lo" inglés. Y lo mismo vale para los otros "loes". Todos los países, todas las naciones europeas son ambivalentes respecto a "lo" europeo: todas son europeas pero a todas hay algo que las separa de Europa. A los británicos el canal de la Mancha; a los españoles, los Pirineos; a los portugueses, los españoles; a los italianos los Alpes; a los alemanes el Rin; a los polacos, Alemania, etc. Europa es Europa para todos los europeos y la Europa que cada europeo imagina es distinta.

Terminé de arreglarme y me dispuse a salir para ir al Palace cuando me llamó mi hijo Esteban para saber por dónde andaba. Le dije que en Madrid, que había salido con ánimo de hacer un viaje por Marruecos, de bajarme al moro, pero todo se había frustrado en Melilla.

- ¿A causa de lío de los inmigrantes ilegales?

- Sí, bueno y de la tormenta, que se suspendieron los vuelos y los ferries.- De pronto me di cuenta de que no me había enterado de cómo terminó el conflicto de la frontera en Melilla. Era como si, al abandonar la ciudad, aquello que tenía que ver con ella se esfumara. Se lo pregunté a Esteban. Me dijo que si no lo sabía yo que venía de allí. Pero como si viniese de la luna. Los viajes, cualquier viaje, cualquier desplazamiento, por breve que sea en el tiempo, introduce uno nuevo, obliga a vivir, aunque sea unos instantes, otra vida. Con mayor razón cuando el viaje es prolongado pues esa nueva vida que se abre se despliega en el trayecto y lo absorbe a uno tan por completo que no volví a sentir necesidad de informarme acerca de cómo habían quedado las cosas por obra del Delegado del Gobierno en la plaza. Ahora parecía que el asunto se había resuelto; había un par de asaltantes en el hospital y la vida seguía con normalidad, lo que quería decir que los otros asaltantes se habían retirado a los montes en torno a Melilla, el Gurugú, por ejemplo, desde el que se dominaba el Barranco del Lobo. En todo caso, él no me llamaba para charlar sobre la Guerra de África, sino sobre algo que quería proponerme. Pretendía que pasara por su casa para hablar sobre un libro que acababa de leer. Le dije que iba camino de citarme con una dama y me preguntó que cuándo quedaría libre.

- ¡Huy, libre! A saber qué es eso.

- Hombre, a saber cuándo vas a ser autónomo, vas a tomar tus decisiones por tu cuenta.

- A saber.

- Pero a saber ¿qué?

- Cuando estaré en situación de hacer esas cosas tan complicadas que dices,

- Venga, no fastidies.

- Es verdad, no fastidio. Voy a veros sobre las ocho y me echáis de cenar.

Esteban vive en un piso relativamente cómodo al final de la Reina Victoria, ya cerca de la casa de Vicente Aleixandre que aún espera que las autoridades se pongan de acuerdo y la compren para conservarla. Es guía turístico y viaja bastante por América Latina, el Mediterráneo y la India, que son sus recorridos preferidos o, como dice ahora todo el mundo por el contagio de internet, "favoritos", siendo así que en el uso del español ese término sólo se usaba en femenino. Su mujer, Beatriz, es economista y trabaja en Cajamadrid. Son una pareja muy normal, con dos críos de cuatro y cinco años y están pagando un apartamento que han comprado en la playa. Me gustará ver a mis nietos. Encuentro que los nietos son muy distintos a los hijos y, desde luego, lo que es muy distinta es la actitud que tenemos frente a ellos. Para un nieto hay el tiempo que no hubo para un hijo, y la paciencia. El cariño es el mismo, pero, claro, para el que lo da, quizá no para el que lo recibe. De ahí que las relaciones padre-hijo sean muy, pero muy distintas de las de abuelo-nieto.

Llego al Palace con un cuarto de hora de adelanto, tomo asiento a una de las mesas con sillones que hay en círculo debajo de la cúpula y me repantingo para contemplarla a mi sabor. Cuando bajo la mirada veo que se acerca sonriendo una mujer espectacular, enfundada en un traje ceñido que ondea las curvas al avanzar sobre unos tacones inverosímiles y se regocija con lo que sin duda debe de ser la expresión de estupor que se me ha puesto al verla. De pronto me parece algo excesiva. Debe de ser más alta que yo, aunque no mucho, pero con unas tetas que parecen querer saltar de una blusa ceñida. La dama es lo más explosivo que he visto en años y tratado en quinquenios. Llega sobre mí, me echa los brazos al cuello, me pega las tetas, me planta dos besos en las mejillas y se sienta en el sillón contiguo sin dejar de mirarme con una sonrisa.

- ¿A dónde vamos? -dice.

- ¿Es que hay que ir a alguna parte?

(Continuará)

divendres, 6 de febrer del 2009

En defensa de Israel.

Israel no está solo, Jehová sea loado. Frente a la oleada mundial de antisemitismo se alza el poderoso brazo del señor Aznar, el guerrero de las Azores, que en una intervención en la Universidad Hebrea de Jerusalén respaldó el reciente bombardeo de Gaza en represalia por los veinte mil cohetes que Hamás lleva lanzados sobre Israel en los últimos ocho años. Por qué haya esperado Israel ocho años a responder no es asunto que interese al adelantado de la cristiandad.

Sí le interesa en cambio seguir presionando para conseguir el ingreso de Israel en la OTAN lo que obligaría a todos los miembros de la Alianza, incluida Turquía, a acudir en ayuda del Estado judío caso de que fuera atacado. Una propuesta de deslumbrante inteligencia.

Tampoco se reprimió el escudo de Occidente en hacer lo que hace con frecuencia, esto es, hablar mal de su país en el extranjero, al rechazar que los tribunales españoles procesen a israelíes por crímenes de guerra en Palestina.

No dejen Vds. de pinchar en el enlace de El País para ver el vídeo en el que Aznar defiende la política de Israel y sobre todo para escucharlo. Su inglés es cada vez mejor. Ahora ya se parece al de Sitting Bull en las pelis del Oeste.

(La imagen es una foto de conecta9, con licencia de Creative Commons).

Contundencia frente al progre.

Así es, señora presidenta, hay que enfrentarse con decisión y coraje a esos progres insidiosos que, respaldados por El País, el infame panfleto vendepatrias, trataron de hacer pasar por verdad su habitual sarta de fabulaciones, calumnias y ficciones para mancillar la noble ejecutoria de su Gobierno. En la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), bajo su esclarecido mandato, no se ha espiado a nadie y los seguimientos que se han detectado serán obra de los propios sociatas y ese Fouché de vía estrecha que es el señor Pérez Rubalcaba. Aquí todos los funcionarios cumplen escrupulosamente con sus tareas dentro de la legalidad vigente. Si hay contratados por razones de seguridad están para eso, para garantizar la seguridad y nada más. En la CAM no se espía a nadie. En la CAM no se hacen adjudicaciones favoreciendo descaradamente a parientes y amigos. En la CAM no hay enchufismo, nepotismo ni clientelismo algunos. Por no haber, en la CAM no hay parientes ni amigos aprovechándose de la situación. Todo en la CAM es limpio y transparente como quedará acreditado a partir de hoy en esa comisión de investigación presidida por los investigados y en la que los investigados tienen mayoría absoluta.

Hace Vd. bien, señora presidenta: hay que parar los pies a estos rogelios y sociatas, enfermos mentales, moralmente inferiores a Vd. y amigos del liberticida Fidel Castro amigo a su vez por cierto de Francisco Franco y compañero de dominó del señor Fraga Iribarne. Hay que recordar a la gente que en este país los únicos que han espiado y siguen haciéndolo a todo dios son los sociatas. Y no se preocupe si alguien le dice que qué tiene que ver eso con el hecho concreto de los espionajes actuales en la CAM. Está clarísimo que la respuesta más adecuada a tanta osadía e inverecundia es su muy rotundo "y tú más" que, como es lógico, deja las manos libres a quien sea en la CAM para seguir espiando por lo menos por lo menos hasta alcanzar el rendimiento de los sociatas en el pasado. Hace Vd. muy bien. Espero que el resultado de la comisión citada sea que el responsable del espionaje en la CAM es don Felipe González, ya sabe, Mr. X. Se supone que los progresociatas votarán en contra pero así se verá cómo no tienen ni han tenido nunca interés en esclarecer la verdad sino sólo en perseguirla a Vd., en convertirla en una mártir política y acabar con su brillante carrera, llamada a más altos destinos para desconsuelo de retroprogres y masones.

(La imagen es una foto de Olmo González, con licencia de Creative Commons).

Muertes filosóficas.

Si hace unos días Palinuro reseñaba un curioso libro que contaba la historia de la filosofía a base de chistes éste no le va en zaga en cuanto a originalidad, si bien no solamente no es tan divertido sino que, por el contrario, tiene aspectos estremecedores. La obra de Simon Critchley (El libro de los filósofos muertos, Taurus, Madrid, 2008, 362 págs.) es, como dice el autor, "una historia de los filósofos más que una historia de la filosofía. Es una historia sobre cómo afrontaron sus últimos momentos una larga serie de criaturas morales, materiales y limitadas, y si lo hicieron con dignidad o con delirio, con nobleza o con sudores fríos." (p. 42) Porque, en definitiva y después de una breve disquisición sobre el inevitable ejemplo de la muerte de Sócrates, el autor repite una idea que cualquier aficionado a la filosofía ha encontrado aquí y allá, esto es, que ser filósofo "es aprender a morir: es empezar a cultivar la actitud adecuada frente a la muerte." (p. 27).

¿La actitud adecuada frente a la muerte? Y ¿cuál es ésta? ¿La resignada, la alegre, la rabiosa, la melancólica, la negativa, la...? ¿Acaso no hemos quedado en que los filósofos pueden haber muerto con dignidad o con delirio, etc? Ciertamente este asunto apunta a la principal insuficiencia de la obra y la que, además, la hace de muy difícil comentario. En efecto, se trata de una historia y de una historia bastante completa. Se habla de unos ciento noventa filósofos, de primera, de segunda y hasta de tercera fila y, en sí mismas, las historias son difíciles de reseñar ya que lo único que cabe decir es si el relato hace justicia a los hechos, si están escogidos y resaltados los más importantes y si no hay lagunas u olvidos que, desde luego, no los hay.

Se da una segunda dificultad, ésta más difícil de salvar: que al tratarse de una historia no hay ni puede haber un tratamiento homogéneo y sistemático del objeto. No es cierto que el libro verse sobre "como afrontaron sus últimos momentos, etc". Eso es así en unos casos (los menos) y no lo es en otros. A veces se narra cómo murió tal o cual filósofo (o filósofa, que uno de los méritos de la obra es dar voz a las pocas mujeres que han descollado en la historia de la filosofía), a veces se examinan sus ideas sobre la muerte y factores concomitantes como la eternidad o no del alma, la resurrección en diversas formas, etc. Y otras veces no se hace ninguna de las dos cosas sino que se dibuja un sucinto tratamiento de la doctrina de algún filósofo concreto.

Siendo esto así la reseña tiene que seguir un ritmo sin ritmo similar, de forma que se limitará a ser una especie de antología de algunos, muy pocos, de los casos que por algún motivo, parezcan dignos de atención o, cuando menos, se lo parezcan a Palinuro.

De Epiménides el cretense cuenta Diógenes Laercio que, habiéndolo enviado su padre a cuidar un rebaño, se quedó cincuenta y siete años dormido en una cueva y, al despertarse y volver a la ciudad ya puede imaginarse la situación de anacronismo que se produjo. La historia, que tiene muchos antecedentes literarios en China, la India, etc es la misma que el famoso cuento de Washington irving, Rip van Winkle. También Diógenes Laercio aporta una tercera versión a la historia de la muerte de Heráclito, que falleció cubierto con boñigas de vaca (p. 57).

Sostiene Critchley, en consonancia con Onfray, que Epicuro es el filósofo mas importante de la antigüedad porque combina una visión científica con una actitud ética. No hace falta recordar cuál es su celebérrima posición ante la muerte, a la que, por cierto, se ajustó la suya (p. 94).

De Séneca, cuya muerte es también de conocimiento general, recoge la idea, nada desdeñable y de la que se hará eco Goethe muchos siglos después, de que la única inmortalidad que nos da la filosofía es permitirnos habitar en el presente, sin preocuparnos por el futuro.(p. 117)

El capítulo feminista trae aquí a la famosa filósofa Hipatia, la sucesora de Plotino al frente de la escuela platónica, con una reflexión de extraordinaria fuerza pero que, al mismo tiempo, predeterminaba su espantoso fin: "Enseñar la superstición como si fuera verdad es la cosa más horrible." (p. 127) Tenía que acabar muerta a manos de las turbas cristianas, fanáticas defensoras de la superstición hasta el día de hoy, que la desollaron con trozos de macetas, trocearon su cuerpo y lo cremaron.

Francis Bacon, por quien siempre he sentido una simpatía mezclada con cierta prevención, murió víctima de su espíritu empírico, por empeñarse en demostrar que la carne podía conservarse en hielo igual que en sal, para lo cual compró una gallina en Highgate y la rellenó de nieve pero, en el ínterin, se resfrió y falleció de las complicaciones posteriores (p. 185).

El autor recala en un filósofo italiano de segundo orden, el conde Alberto Radicati de Passerano (1698-1737) que, en su obra principal, Una disertación filosófica sobre la muerte aborda la cuestión del suicidio que ya había tratado Montesquieu en Las cartas persas y desarrollaría Hume posteriormente. Radicati piensa que el suicidio es un derecho porque los individuos son libres de elegir su propia muerte (p. 222). Su examen saca mucho partido de un opúsculo anónimo publicado en los años de 1690 con el título de Traité des trois imposteurs en el que los tres impostores son Moisés, Jesucristo y Mahoma. No sé si hoy podría publicarse tranquilamente que Mahoma era un impostor sin mayores consecuencias.

Como se decía, Hume piensa que no debiera penarse el suicidio por cuanto es una respuesta razonable a un dolor intolerable (p. 228) No tengo duda alguna de que el cardenal Tarcisio Bertone, un ilustrado jefe de las turbas cristianas mencionadas más arriba, no coincide con el filósofo escocés.

En parcial sintonía con Séneca, como se decía antes, Goethe creía imposible que un ser pensante piense en su propia no existencia, en la terminación de su pensamiento y su vida y esta imposibilidad era la base de la inmortalidad personal (p. 244). Creo recordar que una de las más provocativas obras de Damien Hirst, la de un tiburón en formol, se titula algo así como "La imposibilidad de que los vivos puedan comprender la idea de la muerte". Pero tanto en el caso de Goethe como en el de Hirst, más que de filósofos se trata de artistas.

En Schopenauer la vida no es otra cosa que la expiación del delito de haber nacido (p. 253), una idea con ecos calderonianos y que recorre como un rayo toda la especulación filosófica y la creación poética del mundo.

Es muy interesante el tratamiento del tema en el contexto de la filosofía contemporánea, pero sería prolijo exponerlo. Se cierra la reseña demostrando que si la filosofía no se cuestionara siempre y de raíz a sí misma dejaría de ser filosofía. Al efecto es aleccionador seguir a Derrida cuando rechaza la visión ciceroniana de que filosofar sea "aprender a morir", sustituyéndola por la propuesta, muy sugestiva, de que filosofar sea "aprender a vivir." (p. 334) Y, en definitiva, como muchos filósofos han dicho, ¿no es la muerte parte de la vida?

dijous, 5 de febrer del 2009

Con la banca hemos topado.

Poco a poco va quedando claro quiénes son los villanos de esta obra en la que se ventila la crisis más grave que ha sufrido el capitalismo desde su fundación: los bancos.

Lamento repetirme pero conviene recordar que eran los bancos de inversiones, esos entes descomunales que se desarrollaron en los años de Jauja cuando había dinero en abundancia y todo el mundo se endeudaba alegremente, unos bancos especiales que surgieron al calor de la globalización y de la circulación libre de capitales, entidades opacas a los sistemas tradicionales de control que crecieron en los movimientos especulativos acumulando beneficios enormes, primas y salarios de altos ejecutivos sin parangón. Cuando la burbuja inmobiliaria en los EEUU reventó, todos estos bancos de inversiones (Lehman Brothers, Bearn Stearns, etc) naufragaron. Y no sólo ellos sino también extraños esquemas financieros que en el fondo era estafas, como la de Madoff porque en el capitalismo globalizado la línea que separa las actividades financieras legales y las delictivas es muy tenue; si es que es.

Las quiebras y las intervenciones públicas en situación de emergencia trasladaron la crisis financiera a la economía "real". Los bancos comerciales, no pudiendo saber hasta qué punto estaba comprometido cada uno de ellos con las actividades de la banca de inversiones, empezaron a no fiarse unos de otros y a no prestarse dinero recíprocamente, criterio que se mantiene aunque el euribor haya descendido. Y este credit crunch es el principio del círculo vicioso de la recesión: los hipotecas no se pueden pagar; una ingente cantidad de títulos de créditos no valen ni el precio del papel en que están impresos; falta de crédito, la economía se contrae; la economía contraída es menos empleo y mayor descontento social, más cierres de empresas y más gentes en el paro; menos posibilidades de garantizar los préstamos; menos créditos, etc.

Todos los Gobiernos han intervenido para salvar la situación facilitando liquidez a la banca comercial. ¿Y qué ha hecho ésta en España? Emplear ese dinero en enjugar sus deudas, pero sin abrir el crédito a las familias y a las pymes. Son los bancos quienes, tras haber provocado la crisis, impiden que la economía remonte. Eso es evidente en España y de ahí que un ministro del Gobierno del señor Rodríguez Zapatero profiriese algún tono más alto que otro a propósito de la banca; pero el segundo del PSOE ya lo ha contrarrestado, en una muestra de celeridad servil que prueba a qué extremos está el gobierno enfeudado a la banca.

La bajada de los tipos de interés, primero en los EEUU y después en Europa, responde al intento de facilitar la recuperación económica. Acorde con ello, también ha bajado el euribor. Pero no para la gente. Ayer, la ministra de la Vivienda, señora Corredor, en un chat con los lectores de 20 Minutos insistió en un par de ocasiones en sus temas preferidos para engañar a los usuarios que buscan vivienda. Aseguraba la señora Corredor que la situación está mejor porque el euribor está bajando. Es imposible que esta señora ignore que, aunque el euribor haya bajado, los bancos no repercuten ese descenso en los clientes porque, en lugar de añadirle un 0,70 por ciento, añaden 2,4 por ciento con lo que las hipotecas siguen igual de caras.

Sí, son los bancos los responsables de la crisis, pero no parece que el gobierno del señor Zapatero haga o vaya a hacer algo que obligue a la banca a facilitar la salida de la crisis.

(La imagen es una foto de Swisscan, con licencia de Creative Commons).

Y con la Iglesia, ni te cuento.

El Vaticano, esa vieja, sabia y cínica diplomacia, nos ha mandado al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de estado y camarlengo. Es un hombre poderoso en la jerarquía de la Santa Sede: equivalente a ministro de Asuntos Exteriores y, como camarlengo, sustituto del Papa en sede vacante, así que podemos dar su visita como de muy alto nivel; y viene a España, entre otras cosas, a gestionar una invitación al Pontífice a visitar nuestro país en 2010, lo que demuestra la importancia que la Santa Sede concede a sus relaciones con su católica hija España.

Y la que concede el Gobierno a las buenas relaciones con el Vaticano. La vicepresidenta del Gobierno, señora Fernández de la Vega, que se lleva de cine con el clero siempre que sea extranjero, ha explicado al Cardenal Bertone la reforma de la ley del aborto, la ley de libertad religiosa y el espinoso asunto de Educación para la Ciudadanía, ahora que el Tribunal Supremo ya ha dejado zanjada la cuestión. El señor zapatero recibió al Cardenal y el Rey lo invitó a comer. No es que lo traten a cuerpo de rey; es que lo tratan a cuerpo de papa.

Han tenido tiempo más que de sobra para hablar y para llegar a algunos acuerdos a base de lo que Monsignore Bertone sin duda llamará "mutuas concesiones" y que en lo sustantivo, correrán todas a cargo del Estado. El Camarlengo se comprometerá, seguramente, a embridar a la montaraz clerigalla carpetovetónica pues calcula el Gobierno que conchabándose con el Vaticano y aplazando sine die los otros asuntos peliagudos del avance de la laicidad se habrá evitado, cuando menos, la feroz agresividad de los medios de la derecha y de la jerarquía católica española.

Ahora bien, si un gobierno de izquierda gobierna tratando de conseguir el apoyo o, cuando menos, la neutralidad de los banqueros y los curas, y sólo se mueve en lo social y laboral acordando las medidas con los sindicatos y con la patronal ¿qué le queda de izquierda? Sería bueno enterarse para actuar en consecuencia en las próximas elecciones.


(La imagen es una foto de R. Duran, con licencia de Creative Commons).

Doble fracaso.

En Valkiria, Bryan Singer cuenta una historia real, la del fracasado complot de militares y civiles en 1944, el décimoquinto de la serie, para asesinar a Hitler e instaurar en Alemania un gobierno que negociara una tregua con los aliados. Y la cuenta con un estilo como si fuera un thriller, lo que constituye un segundo fracaso por cuanto, como el final es sabido, la historia carece de intriga e interés.

Ese carácter de thriller obliga a una gran economía narrativa que hace prescindir de todo lo que no sea estrictamente elementos de la conspiración con lo cual nos pasamos toda la peli entre botas, gorras de plato, uniformes, abrigazos nazis, correajes, motos con sidecar, coches mercedes, bunkers, oficiales del ejército y armas. Sin embargo, en Alemania había entonces, y hoy, muchísimas más cosas, además del nacionalsocialismo. Pero sólo en un par de ocasiones consigue Claus von Stauffenberg, el coronel que encabeza el atentado, ver a sus mujer y sus hijos y nosotros a alguien que no sea militar. Al prescindir deliberadamente de cualquier contexto, individual o colectivo, de toda referencia a las condiciones sociales de la época, el relato se hace plúmbeo. Al fin y al cabo, Claus von Stauffenberg, vástago de una antiquísima familia de nobles, era un hombre culto y su decisión de asesinar a Hitler debe verse como un deber autoimpuesto en beneficio de Alemania. Hubiera sido interesante profundizar en la psicología de este hombre que regresa del frente mutilado a casa y comprende que su deber es asesinar a Hitler, mostrar algo de lo que le hizo cambiar de opinión, la brutalidad y los crímenes de los nazis, los asesinatos de judíos, algo de lo que vio y que nos haría verosímil su comportamiento en lugar de presentarlo como un hombre que sabe lo que quiere y cómo lo quiere desde el principio.

Esta carencia de contexto de todo tipo, cultural, sociológico, paisajístico, urbano, personal, etc y la correspondiente concentración en los hilos del thriller no son garantía suficiente para que el relato sea claro. Antes al contrario, la cantidad de gente implicada en el complot (entre 200 y 500) y que a su vez están en muy distintas relaciones entre sí hace que a veces sea difícil entender lo que está pasando y que, por momentos, el relato resulte confuso y hasta inexplicable. ¿De dónde salen los conspiradores civiles? ¿Cómo se relacionan con los militares? ¿Cómo se organizan todos? ¿En dónde tienen esas reuniones casi multitudinarias sin que la omnipresente policía se entere? Concentrado hasta extremos solipsistas en la persona de Von Stauffenberg el film avanza penosamente con una acción sin interés pues está en función de un final sabido y con una banda sonora más propia del robo del siglo.

dimecres, 4 de febrer del 2009

El humor es cosa de la inteligencia.

Ya es mal asunto que uno no entienda un chiste. Pero si alguien lo explica y uno sigue sin entenderlo es que la mollera de uno no tiene remedio. En fin, es lo terrible de los chistes, de la ironía, de las burlas, que son muy resbaladizos y para cuando el que ha picado quiere darse cuenta, normalmente es ya demasiado tarde. Todos los que se tomaron en serio el vídeo del Gran Wyoming metieron el remo hasta la empuñadura, sin excusa posible. Luego, cuando ya se explicó todo en el programa de aquel, El intermedio, algunos trataron de disimular, de salvar la cara, diciendo que ya se maliciaban algo, que no le habían dado crédito completo y que tenían sus reservas: blogs, foros, páginas webs y hasta algún diario digital. Por ejemplo, El Imparcial, que tras dar por bueno el vídeo en titulares tuvo que acabar reinterpretando la noticia vergonzantemente en un espacio semioculto en el interior llamado Las trampas de Wyoming donde se viene a afirmar que el vídeo no es auténtico, pero como si lo fuera que es algo así como decir que el mayordomo no asesinó a la duquesa, pero pudo haberlo hecho. Esa fue la defensa de la mayoría de blogs y foros que se tragaron la pieza: minimizar el ridículo y esperar que escampara.

Pero no es el caso de Intereconomía, en donde el señor Xavier Horcajo que tiene un problema evidente a la hora de distinguir entre lo fabulado y lo real, siguió cargando contra Wyoming con tanta saña que uno empezaba a pensar si no se trataría de otro fake, en este caso un contrafake para responder condignamente al pitorreo del programa de Wyoming. El señor Horcajo puso en brevísimo tiempo a bajar de un burro al Gran Wyoming, al que llamó "delincuente", "h.p." (hijo de puta, vamos, para no andarnos con remilgos), de "baja catadura moral", "de baja ralea", "bufón de segunda" etc, etc. Uno podría creer que estaría fuera de sí al ver cómo había caído en una trampa tan elemental, en un engaño tan tosco. Pero en lugar de reconocer que se había columpiado trataba de emborronarlo todo, sepultando a la gente del Intermedio bajo toneladas de denuestos. Como si los demás estuvieran a su altura mental.

Cuéntase de Santo Tomás de Aquino que en cierta ocasión fue víctima de una broma, de un engaño urdido por sus hermanos dominicos que lo convencieron de que saliera a toda prisa del convento para ver un burro volador. Cuando luego hicieron burla de él y le preguntaron cómo había sido tan ingenuo para creer que había burros voladores, el doctor angélico contestó que prefería creer que los burros vuelan antes de aceptar que un hermano pudiera mentir. Desde el momento en que el señor Horcajo tiene al Gran Wyoming por un redomado delincuente está claro que su reacción carece de la elegante y caritativa defensa del aquinatense.

No, su reacción es la del que no se entera y eso se prueba cuando resulta que también acusó a la colaboradora de Wyoming, doña Beatriz Montáñez, de ejercer el oficio más viejo del mundo por el hecho de salir interpretando a una puta. Lo explicó muy brillantemente la señora Montáñez recordando la diferencia entre realidad y ficción y avisando al señor Horcajo de que Leonardo di Caprio no murió en el hundimiento del Titanic. Cierto, ni Liz Taylor en El árbol de la vida. Pero no sé si el señor Horcajo entenderá estas sutilezas.

La comisión no dictaminará nada.

En el otro extremo del arco conservador, desde los comunicadores ultras a los órganos regidos por neoliberales con pedigrí, la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) no desengaña. En la entrada de ayer, titulada Sabía decision: una comisión decía Palinuro que: "Y milagroso será si la señora Aguirre no pone a presidirla (a la Comisión) al investigado, el señor Granados, presunto subjefe de la trama de espías. La presunta jefa es ella, naturalmente." Ese es el camino que llevan. No sé si aprovechando su mayoría absoluta el PP impondrá de presidente al principal sospechoso, el señor Granados, pero sí está claro ya que se reservará la presidencia, algo que va en contra de los usos y convenciones democráticos pero deja ver sin duda alguna que esta comisión de investigación no investigará nada, no concluirá nada y acabará como el rosario de la aurora, cosa que está en interés del PP a la vista de que en las próximas elecciones autonómicas tiene toda la pinta de llevarse un solemne batacazo. Estaba claro que la comisión encabezada por la señora De Cospedal no investigaría nada pero en ésta será milagroso si la conclusión no es que la culpa del espionaje la tiene Felipe González. De momento el espía más activo de todos, el señor Gamón, ya se ha negado a responder a las preguntas del PSOE e IU. Claro: ¿por qué tiene él que responder de algo cuyo culpable es el señor Felipe González? Por fortuna está en marcha la investigación judicial. De no ser así, este gobierno de desaprensivos no daría ni explicaciones de una trama de espionaje tan activa que, según parece, sus miembros se espiaban entre sí.

(La imagen es una foto de Chesi-Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons)

Matrimonio de Boston.

En el muy céntrico teatro Arlequín de Madrid, que está al comienzo de la calle de San Bernardo, al lado de una galería comercial muy conocida, próxima a Santo Domingo, están poniendo una curiosa obra de David Mamet, importante dramaturgo y guionista cinematográfico en los Estados Unidos. "Matrimonio de Boston" (que ya estuvo en cartel en Madrid hace unos siete años) es una expresión acuñada para referirse a las parejas de mujeres que viven juntas por su cuenta y no tienen por qué ser necesariamente lesbianas si bien en este caso lo son.

La obra es una chispeante y matizada investigación en la relación amorosa de dos mujeres. Al comienzo, Anne (Antonia San Juan) tiene un amante del que piensa vivir cómodamente y pretende que Claire, su pareja, se quede con ella. A su vez, Claire ha venido a decirle que está enamorada de una jovencita y ahí arranca una serie de peripecias muy divertida sobre las complejas relaciones entre las dos amantes, con un diálogo muy rápido y ágil, repleto de todo tipo de consideraciones sobre el destino de las mujeres independientes, el de la pareja, las relaciones fuera de ella, la fidelidad o infidelidad, etc. Es interesante reseñar que la pieza no es una defensa o un ataque de las relaciones homosexuales en modo alguno. De hecho, desde el principio, damos las relaciones por supuestas. No es un alegato en favor o en contra de relaciones lésbicas, sino la narración de las peripecias de una de ellas en una sociedad como la finisecular en la que, dada la moral de la época, casi todo ha de expresarse mediante sobreentendidos.

Este análisis psicológico de dos mujeres que están muy unidas pero en un momento dado encaran la posibilidad de vivir cada una por su cuenta se complementa con un contrapunto sociológico visto desde el ángulo de las relaciones de clase. Tanto Anne como Claire son dos mujeres de clase media con educaciones y gustos muy similares. El contraste lo pone la chica de servir, una jovencita escocesa, procedente del campo, Catherine, caracterizada con los rasgos de la simpleza, la ingenuidad y la retranca de los aldeanos. En la adaptación española "escocesa" ha pasado a ser "gallega". Las tres intérpretes son muy buenas, aunque a veces sobreactúan un poco, cosa comprensible si se piensa que la obra adquiere rasgos de farsa con bastantes escenas disparatadas. De todo el aspecto interpretativo lo que menos me gustó fue el forzado acento gallego de la criada. Pero no su figura ni el magnífico contrapunto social que representa. Como figura en el reparto Catherine echa sus raíces en las de los criados graciosos y/o necios del teatro clásico y presta a la obra una dimensión en profundidad muy curiosa.

La acción tiene lugar en el siglo XIX y consiste sobre todo en construcciones de diálogo muy brillantes que no solamente retratan una época sino que ahondan en las complejidades de una relación amorosa a un buen ritmo que las actrices consiguen se mantenga a lo largo de una pieza. Ésta no es precisamente breve y en ella abundan cuestiones inesperadas, sobre todo la relacionada con un ostentoso collar de gemas que su amante (a quien no vemos en toda la obra) ha regalado a Anne y que hace estallar un mundo de pasiones. El autor es un maestro de lo que los anglosajones llaman el innuendo, cosa que se echa claramente de ver en la muy emotiva escena cerca ya del final en que Claire rompe y deja sin respuesta la carta de su joven conquista que la ha esperado inútilmente fuera de la casa.