dissabte, 7 de febrer del 2009

Peregrino de la memoria (XXXIX).

Esto puede acabar bien.

(Viene de una entrada anterior de Peregrino de la memoria (XXXVIII), titulada Recuerdos militares).

Había amanecido un día radiante en Madrid, cosa de agradecer después de la tormenta de las últimas fechas. Aproveché parte de la mañana para poner al día el blog, lo que me va a permitir contar dos veces alguna cosa, cuando me interese, una mientras pasa y otra mientras pienso en lo que ha pasado. Esta capacidad para revivir lo vivido, recapacitar, repensarlo es la característica más propia del ser humano. O quizá no; quizá sea propia de todos los seres vivos. Será como sea pero es apasionante y por eso la narración forma parte del ser humano en todas sus dimensiones: como narrador, como narrado, como asistente a la narración como el que la contemple en la memoria o vuelve a narrarla. Toda la vida es una narración, un relato. Todos lo tienen. Unos lo escriben; otros, no. Para eso me sirve el blog, para mantener una cadena de reflexión que va desenvolviéndose al correr de los días con algo ajeno, con lo que incluso puedo dialogar. Y hasta hacer que las narraciones se intercalen, ¿por qué no? o vuelvan a contarse algunas pero desde distinto punto de vista, como en Rashomon. Además de actualizar el blog, navegué algo por la red, leí algunos periódicos nacionales y extranjeros y me puse al día. Había un problema con la Constitución de la Unión Europea y se hablaba mucho de la crisis financiera. En esto de la Constitución europea no sabe uno qué pensar: si es conveniente, si es útil, si es posible porque son pensamientos de difíl concreción. La verdad es que si lo primero que hay que dilucidar es si es posible en absoluto algún tipo de Constitución europea, se pregunta uno para qué discutir sobre si será federal o no. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo saber si será posible o no? dependerá de cuáles sean sus rasgos sobre si federal o no, por ejemplo.

Soy europeo. Me considero europeo cada vez que salgo de Europa y se lo digo a mis interlocutores: yo soy europeo, con lo que siento plaza de estúpido, aunque me resulta difícil evitarlo. Pero en Europa esa conciencia de europeo no me sirve para nada porque es lo que somos todos y, como no nos distingue, no nos ayuda a entendernos. Para entendernos tenemos que considerarnos y actuar como españoles, franceses, rumanos, suecos o turcos. En el caso de España habría que hacer alguna excepción respecto a catalanes, vascos y gallegos o, por expresarme mejor, tres excepciones.

Como europeo no sé si me importa mucho o influye el hecho de que la Unión tenga una Constitución o no. Supongo que debemos tenerla, pero no me parece imprescindible. Europa ha llegado hasta aquí sin Constitución, quizá pueda seguir algún tiempo más. Podría emplearse en debatir algo más no sólo el tipo de Constitución sino incluso su forma. No es cosa de olvidar que uno de los países más (y, por ello, menos) influyentes en la conciencia europea, Gran Bretaña, carece de Constitución y la única vez que tuvo una escrita era un Instrument of Government, que venía a ser un Instrument of Tyranny. Ya sé que el asunto plantea la muy apasionante cuestión de qué sea "lo" europeo desde el punto de vista cultural y de identidad, con su permanente carácter de ambivalencia o incluso de panvalencia. Decir que "lo" inglés no es "lo" europeo no puede ir contra la idea de que "lo" europeo no puede concebirse sin "lo" inglés. Y lo mismo vale para los otros "loes". Todos los países, todas las naciones europeas son ambivalentes respecto a "lo" europeo: todas son europeas pero a todas hay algo que las separa de Europa. A los británicos el canal de la Mancha; a los españoles, los Pirineos; a los portugueses, los españoles; a los italianos los Alpes; a los alemanes el Rin; a los polacos, Alemania, etc. Europa es Europa para todos los europeos y la Europa que cada europeo imagina es distinta.

Terminé de arreglarme y me dispuse a salir para ir al Palace cuando me llamó mi hijo Esteban para saber por dónde andaba. Le dije que en Madrid, que había salido con ánimo de hacer un viaje por Marruecos, de bajarme al moro, pero todo se había frustrado en Melilla.

- ¿A causa de lío de los inmigrantes ilegales?

- Sí, bueno y de la tormenta, que se suspendieron los vuelos y los ferries.- De pronto me di cuenta de que no me había enterado de cómo terminó el conflicto de la frontera en Melilla. Era como si, al abandonar la ciudad, aquello que tenía que ver con ella se esfumara. Se lo pregunté a Esteban. Me dijo que si no lo sabía yo que venía de allí. Pero como si viniese de la luna. Los viajes, cualquier viaje, cualquier desplazamiento, por breve que sea en el tiempo, introduce uno nuevo, obliga a vivir, aunque sea unos instantes, otra vida. Con mayor razón cuando el viaje es prolongado pues esa nueva vida que se abre se despliega en el trayecto y lo absorbe a uno tan por completo que no volví a sentir necesidad de informarme acerca de cómo habían quedado las cosas por obra del Delegado del Gobierno en la plaza. Ahora parecía que el asunto se había resuelto; había un par de asaltantes en el hospital y la vida seguía con normalidad, lo que quería decir que los otros asaltantes se habían retirado a los montes en torno a Melilla, el Gurugú, por ejemplo, desde el que se dominaba el Barranco del Lobo. En todo caso, él no me llamaba para charlar sobre la Guerra de África, sino sobre algo que quería proponerme. Pretendía que pasara por su casa para hablar sobre un libro que acababa de leer. Le dije que iba camino de citarme con una dama y me preguntó que cuándo quedaría libre.

- ¡Huy, libre! A saber qué es eso.

- Hombre, a saber cuándo vas a ser autónomo, vas a tomar tus decisiones por tu cuenta.

- A saber.

- Pero a saber ¿qué?

- Cuando estaré en situación de hacer esas cosas tan complicadas que dices,

- Venga, no fastidies.

- Es verdad, no fastidio. Voy a veros sobre las ocho y me echáis de cenar.

Esteban vive en un piso relativamente cómodo al final de la Reina Victoria, ya cerca de la casa de Vicente Aleixandre que aún espera que las autoridades se pongan de acuerdo y la compren para conservarla. Es guía turístico y viaja bastante por América Latina, el Mediterráneo y la India, que son sus recorridos preferidos o, como dice ahora todo el mundo por el contagio de internet, "favoritos", siendo así que en el uso del español ese término sólo se usaba en femenino. Su mujer, Beatriz, es economista y trabaja en Cajamadrid. Son una pareja muy normal, con dos críos de cuatro y cinco años y están pagando un apartamento que han comprado en la playa. Me gustará ver a mis nietos. Encuentro que los nietos son muy distintos a los hijos y, desde luego, lo que es muy distinta es la actitud que tenemos frente a ellos. Para un nieto hay el tiempo que no hubo para un hijo, y la paciencia. El cariño es el mismo, pero, claro, para el que lo da, quizá no para el que lo recibe. De ahí que las relaciones padre-hijo sean muy, pero muy distintas de las de abuelo-nieto.

Llego al Palace con un cuarto de hora de adelanto, tomo asiento a una de las mesas con sillones que hay en círculo debajo de la cúpula y me repantingo para contemplarla a mi sabor. Cuando bajo la mirada veo que se acerca sonriendo una mujer espectacular, enfundada en un traje ceñido que ondea las curvas al avanzar sobre unos tacones inverosímiles y se regocija con lo que sin duda debe de ser la expresión de estupor que se me ha puesto al verla. De pronto me parece algo excesiva. Debe de ser más alta que yo, aunque no mucho, pero con unas tetas que parecen querer saltar de una blusa ceñida. La dama es lo más explosivo que he visto en años y tratado en quinquenios. Llega sobre mí, me echa los brazos al cuello, me pega las tetas, me planta dos besos en las mejillas y se sienta en el sillón contiguo sin dejar de mirarme con una sonrisa.

- ¿A dónde vamos? -dice.

- ¿Es que hay que ir a alguna parte?

(Continuará)