dimecres, 14 de maig del 2008

Recta final en las primarias.

N.B. Antes de empezar, si alguien quiere ver qué oculta la bandera estadounidense que haga click sobre ella. De nada. Es un obsequio de mi amigo Tom Cahill.


Al grano: al momento de ir a dormir anoche, con el 47% del voto escrutado en las primarias de Virginia Occidental, la señora Clinton iba ganando por 65% contra 28% del señor Obama. Por supuesto, en el campo republicano, Mr. MacCain se ganaba a sí mismo con un 75% del voto. Pero la carrera republicana por la nominación hace ya dos meses que acabó con el triunfo del veterano de Vietnam. La cosa se concentra en los dos demócratas, la mujer y el afro-americano.

Con este triunfo tan abultado, la señora Clinton espera recuperar fuerzas para seguir en su empeño sin renunciar a la nominación. Eso es tesón y perseverancia, sí señor.

Pero para llegar a la nominación hace falta algo más que tesón y perserverancia. Hacen falta delegados. A estas alturas, el señor Obama cuenta con 1.875, esto es, el 92,6% de los 2.025 que se necesitan para obtener la nominación mientras que la señora Clinton sólo cuenta con 1.690, el 83,5% de los 2.025. Los delegados que quedan por atribuir, contando los de Virginia Occidental y sin contar los de Michigan y Florida, que están en globo, son 274. Aunque la señora Clinton ganara todas las primarias pendientes por el 100% de los votos contra cero del señor Obama y se adjudicara todos los delegados se quedaría en 1.964, a falta de 61 mientras que al señor Obama le bastará con 150 (de los 274) para llegar a los 2.025 que garantizan la nomonación. Como quiera que, a diferencia de lo que hacen los republicanos, que calculan las primarias por el sistema mayoritario, los demócratas van por el proporcional, hay bastantes posibilidades de que el señor Obama llegue a la convención demócrata con sus 2.025 delegados.

La señora Clinton lo tiene muy crudo.

El arte como provocación.

Siempre me gustaron mucho las obras de Robert Rauschenberg, quien falleció ayer en Florida, porque eran verdaderas provocaciones. El hombre es recordado sobre todo como una especie de "puente" o "transición" entre el expresionismo abstracto y el pop; entre Jackson Pollock y Andy Warhol, para entendernos. Pero eso es reducir excesivamente su importancia y su influencia en el arte occidental que se extiende a lo largo de buena parte del siglo XX.

Rauschenberg, que había estudiado en Francia en su primera juventud, completó su formación en los Estados Unidos de la mano de Josef Albers, un típico representante de la tendencia Bauhaus que, con todos mis respetos, encuentro insoportable. Por fortuna para él, Rauschenberg abandonó pronto el frío formalismo y el culto al diseño de la Bauhaus para abrirse a movimientos mucho más rupturistas y prometedores, como el dadaísmo y el surrealismo. Estoy convencido de que los artistas que más influyeron sobre él fueron Marcel Duchamp y Joseph Cornell. La ilustración más arriba, su famoso Monogram, que se encuentra en el Museum of Modern Art, en Nueva York, no hubiera sido posible sin los ready mades del artista francés y, por supuesto, sin las extrañas construcciones de Cornell. Igual que ambos, recurrió a los collages como la mejor vía para hacer realidad su propósito de mezclar el arte con la vida, de dinamitar esa concepción hierática, meramente contemplativa de la obra de arte como algo perteneciente a un mundo aparte, para involucrar al público en la obra artística a través de una concepción amplia que también recuerda lejanamente la idea wagneriana de la "obra de arte total". Otro buen ejemplo, pareja con Monogram, y en el mismo sitio es su famosa Odalisca, a la derecha. Por entonces (mediados y finales de los años 50 del pasado siglo), Rauschenberg predicaba -y practicaba- su doctrina de que el artista no puede limitarse a un único tipo de materiales ni a un único estilo. Precisamente lo mismo que pensaba Picasso. Pero él era más radical, más provocativo que el autor del Gernika y, en el espíritu de Duchamp, recogía objetos de la basura para integrarlos en sus obras a las que fue acoplando pintura, fotografías, grabados, materiales sólidos, etc. Él mismo fue un poco hombre orquesta, como lo fue Warhol, pintor, grabador, fotógrafo, escultor y hasta coreógrafo.

En definitiva, las obras de Rauschenberg, que hoy se encuentran en muchos museos de arte contemporáneo y también por las calles de las ciudades, son las más adecuadas para que su contemplación (especialmente sus cuadros) levanten las iras de los burgueses alguno de los cuales no puede evitarlo y acaba barbotando lo de "¿Y esto es arte? ¡Mi gato pinta mejor!". Lo curioso del caso es que, quienes tales cosas dicen, no saben hasta qué punto están en lo cierto. El único inconveniente es que aún no ha nacido el gato capaz de ver que sus obras son mejores que las de los expresionistas abstractos. Al fin y al cabo, la técnica de los happenings, que Rauschenberg incorporó a su producción, una especie de traducción plástica de la "escritura mecánica" de los surrealistas, viene a ser la consagración de lo irracional como manifestación estética.

La importancia de la teoría y la práctica de Rauschenberg de mezclarlo todo, de romper las fronteras entre los estilos artísticos, de provocar en definitiva, de convertir la vivencia artística en un sobresalto, de sacudir al espectador y arrancarle la modorra autocomplaciente se observa en sus aportaciones al paisaje de algunas ciudades. Véase la composición de la izquierda, titulada Riding Bikes (1998) que se encuentra en Berlín. Pasa con ella como sucede con muchas otras obras de arte que forman parte de lo que se llama con espantosa expresión "mobiliario urbano" en nuestras ciudades, esto es, que la mayoría del tiempo la mayor parte de la gente no las ve. Es tal la capacidad de absorción de las urbes contemporáneas que estas piezas únicas son invisibles. Piense el lector madrileño en dónde puede haber visto una estatua de Botero o una mole de Chillida en la capital. Lo más frecuente es que sea necesario ir a propósito a buscarlas con la guía en la mano y sólo entonces se lleva uno la sorpresa de que allí mismo, integrada en lo que llaman los cursis el palpitar de la ciudad, hay una pieza tan curiosa, elegante y divertida como esas Riding bikes. Ciertamente no será extraño oír a alguien que eso lo hace él también y, al igual que con la observación del gato, también será cierto: eso puede hacerlo cualquiera. Pero tiene que ocurrírsele y, de momento, tales ocurrencias sólo las tienen algunos, muy pocos y, con la muerte de Rauschenberg, cada vez menos. Los demás, cuando nos piden un adorno para una plaza, proponemos una estatua de un laureado poeta apoyado en una columna o un salvador de la Patria a caballo.

(Las dos primeras imágenes son combines de Rauschenberg, que se encuentran en el Museum of Modern Art, en Nueva York. La tercera es una foto de Hans Bug, bajo licencia de GNU Free Documentation License).

dimarts, 13 de maig del 2008

Principio y tente tieso.

Empieza a caerme simpático este voluntarioso rapaz al que le crecen los enanos. Con un par de iniciativas más se queda solo con su ayudante Sáez de Santamaría y el beatífico señor Pons, porque todos los demás lo están abandonando con las más variadas excusas. La última, la señora San Gil, gran referente moral de la derecha en el País Vasco y tan perdedora de elecciones allí como el señor Arenas lo es en Andalucía. ¡Ah pero lo que al andaluz no se le perdona, en el caso de la vasca ni se tiene en cuenta! Al fin y al cabo, enarbola principios, prin-ci-pios ¿queda claro? Lo mismo que la señora Aguirre, que ya ha salido a defender a la presidenta del PP en Vasconia; lo mismo que el señor Anguita. ¿Que el señor Anguita no es de esta cofradía? ¿En qué estaría yo pensando?

Discrepancia de principios, subraya la señora San Gil, nada personal; nada personal, cuestión de principios frente a los nacionalistas, truena la vieja guardia que hace guardia bajo los luceros, señores Acebes, Botella, Vidal-Quadras, De Aristegui, unos aznaríes y otros víctimas de los principios antinacionalistas de Aznar que, entre 1996 y 2000 fueron tan firmes como los de Groucho Marx.

Desde luego, al señor Rajoy le huele el trasero a pólvora. Este goteo de desafecciones está descuajaringándole el navío. Nadie lo aprecia, todos lo critican, ninguno lo apoya sino son sus nuevas y bisoñas adquisiciones. Y hay motivos para ello pues aunque él sea tan de la vieja guardia aznarí o no aznarí como los otros, le falta agresividad, redaños, rapidez y quizá malicia por más que él se crea un Maquiavelo.

No estoy muy seguro de que el plante de la señora San Gil realmente obedezca a una discrepancia de principios y no sea un pretexto acordado con el sector carpetovetónico del PP para zapar la posición del señor Rajoy de forma que, si no hubiera sido por los principios, la presidenta del PP en Vascongadas hubiera dado la espantado por los fines. Supongamos que, en efecto, hay un choque de principios. Lo curioso es que el señor Rajoy no haya tenido la sagacidad de no dejarse liar en la maraña. Si, como dice hoy El Imparcial, el señor Rajoy está cuestionado por su deseo de pactar con los nacionalistas, hay dos cosas que no encajan en esta explicación, una objetiva y otra subjetiva. La objetiva: más pactó con los nacionalistas el señor Aznar y no es difícil entender que a la fuerza ahorcan. La subjetiva: si tan exacerbada es la oposición a pactar con los nacionalistas en la citada vieja guardia, ¿qué le hubiera costado al señor Rajoy dejar que la ponencia política diga lo que quiera que ya hará él lo que le parezca bien llegado el momento?

Pero sí, parece que no hay liderazgo en las huestes peperas o, si lo hay, tendrá difícil sobrevivir a este ataque concertado de los pares en el partido, algunos centros institucionales de poder, los medios de comunicación de la derecha (que lo atacan sin piedad; les va en ello el crédito para que el hipotético futuro lider no tenga las veleidades autonomistas de éste) la militancia y hasta la blogosfera, en donde un grupo de internautas que dicen ser simpatizantes del PP piden que en el 2012 se vote al PSOE "por el bien del PP y de España", para que el señor Rajoy se vaya.

No obstante, una última observación: la experiencia dice que los seres humanos nos ponemos más rápidamente de acuerdo en contra que a favor de alguien. Esa fabulosa constelación de fuerzas puede acabar con un señor Rajoy que, tras perder dos elecciones, no tiene mucha moral de victoria, pero ¿a quién pondrá en su lugar llegado el momento? ¿A la señora Aguirre? ¿Al señor Camps? ¿A Gallardón? ¿A De Arístegui, a quien no faltan ganas? ¿Al "referente moral" de María San Gil? ¿Quizá vuelva el señor Aznar? ¿O se postula la señora Botella, siguiendo el ejemplo de Hillary Clinton?

Me cae simpático el rapaz, pero no creo que sea el próximo candidato del PP a la presidencia del Gobierno.

(La imagen es una foto de PP Santa Coloma de Gramenet, bajo licencia de Creative Commons).

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Tres días que conmovieron a España.

Por acuerdo generalizado en la politología española las elecciones de 1982 se consideraron "cataclismáticas" pues el partido del Gobierno se hundió, el PSOE obtuvo su más abultada mayoría absoluta y el segundo partido de la derecha quedó a una enorme distancia de él. En las elecciones de 2004, veintidós años después, los resultados no fueron parecidos en modo alguno, ganó los comicios la oposición pero por estrecho margen y el partido del Gobierno, lejos de hundirse, obtuvo un muy apreciable resultado que le permitió hacer una oposición estruendosa y contundente a lo largo de la legislatura. Sin embargo, las elecciones se celebraron a los tres días del peor atentado en la historia de Europa, con un grado muy agudo de enfrentamiento entre las fuerzas políticas y con la esfera pública en estado de colapso como certeramente define la situación Víctor Sampedro en este libro (Victor Sampedro Blanco (Coordinador), Medios y elecciones 2004. La campaña electoral y las "otras campañas", Madrid, 2008, 278 págs, obra publicada por la Editorial Universitaria, la Universidad Rey Juan Carlos y la Universidad de Granada). Así que si no "cataclismáticas", las elecciones de 2004 fueron "trágicas".

Víctor Sampedro es un reputado estudioso e investigador en comunicación política desde una perspectiva que es a la vez crítica y empírica (dos facetas que no suelen aunarse con frecuencia) y que lleva una temporada concentrado en poner en claro las relaciones entre los medios de comunicación, los agentes políticos y la "esfera de lo público", aquí protagonizada por las multitud spinoziana en elaboración de Antonio Negri en las elecciones generales de 2004, como se prueba por un libro anterior (Sampedro (Coord.), Multitudes Online Madrid, los libros de la catarata, 2005)> que ya versaba sobre las movilizaciones populares de marzo de dicho año.

En la obra en comentario, que ha redactado conjuntamente con un brillante equipo de colaboradores, Sampedro somete a análisis la precampaña electoral de 2004 aplicando dos marcos teóricos muy productivos (agenda setting y teoría del framing, que reaparecerán en posteriores capítulos) a una recopilación de fuentes escritas tomadas de cinco diarios de referencia, El País, El Mundo, ABC, La vanguardia y El Periódico de Catalunya para examinar cómo el gobierno del PP controló la agenda mediática hasta el atentado del 11 de febrero creando un "pseudo evento mediático" con la filtración de la famosa entrevista de Carod Rovira con los terroristas de ETA. Dos o tres conclusiones son aquí relevantes: hubo diferencias entre la prensa de Madrid y la catalana; el Gobierno controló bastante bien la agenda mediática y, salvo excepciones, la prensa se plegó.

En el análisis de la campaña propiamente dicha, Sampedro (en colaboración con Óscar García Luengo y Ariel Jerez) toma de muestra 280 piezas de las cadenas de televisión TV1, Antena 3, Tele Cinco y Canal + y, garantizando la validez empírica de la codificación mediante un alto valor del coeficiente de fiabilidad, llega a la conclusión de que "El Partido Popular gestionó de modo eficaz su estrategia de agenda. Logró establecer como prioritarios en todas las televisiones los temas con mayor rentabilidad electoral. Consiguió redefinir la agenda de su principal adversario, el PSOE, y de las cadenas de televisión afines, obligándolas a tratar los temas más desfavorables." (p. 94).

El capítulo tres es un agudo ensayo de impecable factura empírica a cargo de Óscar García Luengo sobre "Negativismo y confrontación en televisión", también durante la campaña electoral y en las cadenas citadas más arriba. Su conclusión de que el negativismo no es tan acusado como creen los autores de la teoría de la videomalaise termina con un típico understatement: "el tono de las noticias en la televisión española durante el período de referencia se escora más hacia los parámetros de lo negativo" (p. 112)

El cuarto capítulo, a cargo de Andreu Casero Ripollés, analiza las estrategias políticas, la construcción mediática y la opinión pública en el 11 de marzo, considerado como un "caso excepcional". Se vale para ello de las concepciones de la Sociología fenomenológica de la "construcción social de la realidad", de Berger, Luckman, Schütz, et al. utilizadas a modo de framing. Establece unos rasgos característicos del "caso excepcional" entre los que extraigo, por parecerme el más explicativo fenomenológicamente, el de las estrategias políticas de las cadenas de televisión con su función de selección informativa en virtud del concepto de "beligerancia informativa con el terrorismo" que, "por un lado obliga a posicionarse haciendo imposible la asunción de neutralidad, la inhibición e incluso la discrepancia en temas relacionados con el terrorismo" y al mismo tiempo es una noción que "en el caso español se encuentra fuertemente vinculada a la banda terrorista ETA" (p. 123) lo que llevaba el agua al molino del Gobierno. Por cierto, me permito observar la fuerza de esta estrategia que hasta el autor utiliza la expresión convencional oficial y obligada de banda terrorista ETA. El resto del capítulo es igualmente interesante. Entiende el autor que en los días 12 y 13 se produjo una ruptura de la dependencia cognitiva de las masas/multitudes que llevó a las movilizaciones del día 13 (el "colapso de la esfera pública" de Sampedro) valiéndose fundamentalmente de los medios digitales (p. 128). Estos días fueron de "universos simbólicos enfrentados" lo que puso en marcha un proceso deliberativo, horizontal, periférico, autónomo y crítico, que cuestionó el papel y las funciones institucionales desempeñadas tanto por los medios convencionales españoles como por el sistema político-institucional." (p.136)

Esto es, con el Gobierno del PP controlando la agenda mediática, los medios absorbidos en su onda, la "esfera pública colapsada", si al final se produjo un vuelco electoral (que ya venía parcialmente predicho en los sondeos) fue gracias a la movilización espontánea de la "multitud" autoorganizándose a través de las nuevas tecnologías. Así es también como se razona en el capítulo cinco a cargo de Rafael Durán Muñoz, quien contrapone la teoría de la espiral del silencio a la de la espiral de la "mentira prudente" de Timur Kuran, llegando a la conclusión de que "un sector significativo de la ciudadanía rompió la espiral de la mentira prudente entre los partidos políticos (...) y forzó, si no el conocimiento de la verdad, sí el de la gran mentira que se había impuesto inicialmente." (p. 161).

Cierran el libro dos capítulos que me parecen menos logrados tanto por el interés en sí como por la relevancia de los resultados. Uno de ellos de Sampedro, Bruno Carriço Reis y Andrea Reis sobre las "otras campañas", toma pie en la expresión y la práctica zapatista de las últimas elecciones de México (muy dentro de este espíritu de las movilizaciones sociales autoorganizadas) para medir cómo se articuló la agenda social y ciudadana recogida en los medios durante las elecciones de 2004 (p. 166). Es ingeniosa la periodificación en "once días de campaña, tres de perplejidad y siete de movilizaciones postelectorales" (p. 175). De hecho abundan en la obra percepciones penetrantes muy notables. En este caso, por ejemplo, es curioso comprobar cómo los picos informativos de los tres diarios que aquí se analizan son el 12 de marzo para El País (que informa del atentado), el 13 de marzo para El Mundo (que habla del poder de convocatoria del PP en la manifa del 12) y el 14 de marzo para ABC (que informa del "acoso" a las sedes del PP) (p. 231). Pero los resultados del trabajo son entecos y los autores reconocen "...la preeminencia clara de los actores políticos sobre los sociales como promotores de la agenda ciudadana y, de modo notable, del partido del Gobierno que no sólo mantuvo la iniciativa durante la campaña, sino que la incrementó entre el 11-M y el 14-M." (p. 232)

A mi entender se echa de menos aquí una especie de recapitulación general de este libro con todo su importante trabajo que deje en claro cómo a pesar de tenerlo todo mediáticamente planeado al comienzo de la campaña (los "pseudoeventos" mediáticos), de controlar la agenda, de imponer los marcos interpretativos, de tener a la oposición uncida a su carro mediante los discursos estratégicos, etc, el resultado fue el vuelco electoral en situación de práctica ausencia de los agentes políticos tradicionales, sustituidos por una espontánea öffentlichkeit crítica armada de móviles e internet.

Finalmente, el último capítulo, de Sampedro et al. aun siendo un intento muy encomiable de abrir el analísis a los nuevos fenómenos del ciberespacio y la blogosfera y de haber hecho un gran trabajo de operacionalización, verdaderamente ingenioso, no da resultados relevantes por la incuria de los partidos políticos a la hora de gestionar y mantener vivas sus páginas web. Es de reseñar que sólo el PSOE contestó a las cuestiones planteadas por el equipo investigador y que los únicos foros activos fueron los de PP sin que el detectar en ellos un tipo de censura errática permita hacer comparaciones válidas porque las otras fuerzas políticas no tenían foros.

En conclusión una obra de investigación colectiva de interés sobre un tema de enormes posibilidades en el vasto campo de la comunicación política. Si tuviera que trasmitir algún ruego a los investigadores iría en el sentido de que la próxima vez incluyan un apartado para los medios radiofónicos, cuya importancia en el debate público en nada cede a la prensa escrita o a la televisión, cuenta habida de que la imbricación entre información y militancia política es aquí, en algunos casos, extremada. Por ello mismo tanto más interesante.


La obra en este ya largo comentario incluye un segundo volumen (Víctor Sampedro Blanco et al. (coordinadores) (2008) Televisión y urnas 2004. Políticos, periodistas y publicitarios 158 págs.) editado por las mismas entidades que el primero, de un notable interés por cuanto constituye una guía didáctica práctica para el estudio específico de algunas de las cuestiones tratadas en el primer volumen y otras nuevas. Está redactado como tal guía práctica, con baterías de preguntas y temas de reflexión y, lo que es más notable, viene con dos DVDs en los que se recogen los elementos gráficos y audiovisuales que sirven de apoyo a la investigación del primer volumen y abren vías nuevas en el segundo.

En concreto los temas tratados son: el "Caso Carod", correspondiente a la aguda y sutil reconstrucción que de este asunto hace Sampedro en el primer volumen.

El capítulo segundo, a cargo de Óscar García Luengo et al., versa sobre la encuestra preelectoral del CIS que, como es tradicional, se publicó con anterioridad a las elecciones y las interesantes y significativas divergencias en los sesgos con que las distintas cadenas de televisión la trataron.

El tercer capítulo (Sampedro/Vizcaíno-Laorga) analiza en profundidad un programa doble que hizo Telecinco, con una presentación de los dos candidatos principales, Rajoy y Rodríguez Zapatero, en De carne y hueso, doblado luego con otro llamado Cara a cara con el que se pretendía crear una especie de debate virtual entre ambos ya que, se recordará, en aquellas elecciones (como en las de 1996 y 2000) no hubo debates televisados reales. En este programa doble, la conclusión de los autores es que la imagen que se dio de los candidatos coincidía con la que ellos estaban interesados en proyectar (p. 92).

El capítulo 4 (mismos autores) analiza un programa especial de perfiles biográficos emitido por Canal + cuyas conclusiones (p. 106) son literalmente idénticas que las del programa de Telecinco en lo que juzgo que debe de ser una errata de paginación.

El capítulo 6 (mismos autores), sin duda el más divertido, es un estudio sobre un debate ficticio emitido por Canal + en el contexto de las noticias del guiñol. Al comienzo de este capítulo hay una afirmación de la que discrepo por parecerme injusta. Dicen quienes firman el capítulo: "Ante el rechazo de los candidatos a la Presidencia del Gobierno a mantener un debate, las televisiones intentaron suplir esa limitación." (p. 109) Eso no fue así. Tanto en 1996 como en 2000 y en 2004 los distintos candidatos socialistas pidieron debates televisados y fueron los candidatos del PP (Aznar primero, dada su amarga experiencia de 1993 y Rajoy después, que pensaba que tenía las elecciones ganadas) quienes se negaron. Un prurito de imparcialidad no puede llevarnos a tratar como iguales a los desiguales y no reconocer a cada cual su parte y su responsabilidad. A mayor prueba de lo que se dice más arriba, en las recientes elecciones de 2008, con el PP en la oposición (y, por tanto, interesado de nuevo) ha vuelto a haber debate.

Un último capítulo de Enrcanación Hidalgo, García Luengo y Manuel Trenzado hace un estudio minucioso y sistemático de los distintos estilos de vídeos de propaganda electoral de los partidos.

Este segundo volumen es, repito, una guía didáctica que carece de los vuelos teóricos y explicativos del primer volumen, pero su utilidad es enorme.

dilluns, 12 de maig del 2008

El keynesianismo sinvergüenza.

Imagine que es Vd. un fabricante de zapatos; imagine que gracias a diversas artes como ponerse de acuerdo con otros fabricantes, etc hace dos años consiguió Vd. vender 300.000 pares a un precio decuplicado como si en vez de zapatos fueran diamantes; imagine que animado por el éxito el año pasado decidió Vd. fabricar 600.000 pares y al tratar de venderlos en el mercado se ha encontrado Vd. que no se los compra nadie. Así que ahí está Vd. sentado sobre 600.000 pares de zapatos a precio de diamante tallado y sin vender ni uno. ¿Qué hace Vd.? De acuerdo con la teoría económica clásica basada en la ley de la oferta y la demanda si quiere Vd. vender un género que la gente no le compra por su excesivo precio tendrá Vd. que bajarlo hasta que las curvas de la demanda y la oferta vuelvan a cruzarse y si no quiere Vd. bajar los precios puede Vd. cerrar su negocio.

Pero eso es lo que pasa en teoría pues, a lo que se ve, la teoría económica es tan teoría como la de la novela ya que si reside Vd. en España puede Vd. echar mano de un recurso mucho más expeditivo: llama Vd. a la puerta del gobernante de turno y, pintándole el negro panorama que se avecina si su fábrica de zapatos/diamantes quiebra, si aumenta el paro y sobrevienen otras calamidades, puede Vd. conseguir que la autoridad intervenga en su favor comprándole el stock que tiene acumulado a los precios que Vd. ha fijado con la intención de revendérselos después a otro más bajo a los agradecidos ciudadanos que por fin podrán ir calzados a un precio asequible a sus bolsillos.

Cámbiense los zapatos por viviendas y se verá que eso es exactamente lo que pretenden conseguir los empresarios inmobiliarios que se encuentran con un stock de pisos no vendidos de más de 600.000 a precios astronómicos que ya nadie puede adquirir: que las administraciones públicas se los compren a esos precios con intención de ponerlos en el mercado como si fueran viviendas de protección oficial (VPO). Ya sé que es el tercer post que escribo sobre el mismo tema en breves días pero es que la indignación me sale por las orejas al ver este atropello que, según mis noticias, se aprestan a perpetrar las Comunidades de Andalucía, Castilla-La Mancha y Murcia (de momento), que en esto de la granujería no hay mucha diferencia entre partidos.

En principio se trata de medidas keynesianas ¿No amenaza la crisis económica? Pues lo que hay que hacer es recurrir al gasto público para mantener alta la demanda y además garantizar el derecho a la vivienda digna de los más desfavorecidos. ¿Acaso no es una solución brillantísima, digna de los privilegiados cerebros de los señores Chaves, Barreda y Valcárcel y los que se apunten? Los empresarios no van a la ruina, la gente accede a la vivienda y la economía se recupera. ¿Por qué se titula este post El keynesianismo sinvergüenza?

Está bien claro. Cualquiera que no sea estrictamente bobo se da cuenta de que el hecho de que los mismos empresarios que llevan diez años forrándose con el ladrillo y negándose cuando pueden a construir VPO sean los que propugnan esta medida es suficientemente revelador. Que quienes pagan a analistas y comentaristas neoliberales para que prediquen a los cuatro vientos la necesidad de que el Estado no intervenga en el mercado pidan ahora la intervención de ese mismo Estado deja el asunto claro como el agua clara. Como no quieren bajar unos precios inflados en más de un 40% y ya no consiguen compradores para sus viviendas pretenden endosárselas al Estado o las Comunidades Autónomas para no perder beneficios.

¿Y quién paga este atropello? Todos los demás, el conjunto de la población, a través de los impuestos. Tanto quienes necesitan como quienes no necesitan vivienda están costeando a la fuerza el sobreprecio que los empresarios del ladrillo se embolsan y, de prosperar estas medidas, sin ningún esfuerzo y sin tener que gastar un euro en publicidad para animar al mercado. Un negocio redondo y una estafa al conjunto de la ciudadanía. Como decía servidor en un post pasado y repetía un comentarista aquí ayer eso es lo mismo que pretendían (e imagino siguen pretendiendo) los damnificados de Afinsa y Forum Filatélico: que el conjunto de los ciudadanos pechemos con las pérdidas en que han incurrido por un mal cálculo económico del que por cierto algunos nos abstuvimos en su momento. Tendría gracia que quienes no hicimos las "lucrativas" inversiones de Afinsa y el tal Forum por no verlas claras tuviéramos ahora que compensar las pérdidas de quienes pensaban estar haciendo fabulosos negocios mientras los demás no nos enterábamos.

Pues lo mismo con el ladrillo. Si los inmobiliarios quieren vender sus pisos que bajen los precios hasta donde la gente pueda permitírselos. O que cierren. Lo demás es keynesianismo sinvergüenza.

(La imagen es una foto de La Niña Graphics, bajo licencia de Creative Commons).

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Loor al líder.

Es curioso que nuestras sociedades democráticas otorguen tanta importancia al liderazgo. Seguramente es un resultado de la llamada "americanización" de la política cuya primera característica es su personalización. Aun así, es un fenómeno extraño que no acaba de encajar en el contexto de la democracia, que es régimen discursivo por excelencia, igualitario, sin preeminencias. Se utiliza el término inglés leader, españolizado como líder y ya dotado de familia gramatical completa con el verbo liderar, el sustantivo liderazgo (con variante futbolística en liderato) y una reciente forma femenina en lideresa quizá porque cualquier otro que se emplee en otras lenguas trae malos efluvios a la memoria: caudillo, Duce, Führer, Conducator. La idea es siempre la misma: mando, dirección, jefatura. Un líder es un caudillo, algo de lo que los "acaudillados" huimos como de la peste y sin embargo cuando un partido, un club, una asociación cualquiera carece de un liderazgo claro auguramos lo peor para su empresa.

Precisamente de los dos partidos españoles que pasan por situaciones críticas en estos momentos como ellos mismos admiten, el PP e IU (que no es propiamente un partido pero funciona como tal), se dice que sufren un problema de liderazgo, mientras que el partido del Gobierno aparentemente tiene este capítulo bien servido. Nadie en su seno discute la autoridad del señor Rodríguez Zapatero a quien algunos atribuyen ya hasta una legitimidad carismática. Puestos a hacer la pelota, ¿por qué no? La experiencia dice también que raramente se resisten los agraciados a estas lisonjas. Recuérdese cómo el señor Aznar, cuya figura vendían sus valedores como la del hombre normal frente al culto al supuestamente endiosado señor González acabó creyéndose un hombre providencial y hasta un milagro en sí mismo. Es posible que el señor Rodríguez Zapatero no incurra en ese vicio pero camino lleva.

De lo que se trata aquí, sin embargo, es de los otros dos citados partidos y sus controvertidos dirigentes, señores Llamazares y Rajoy. El primero ya está amortizado puesto que no intentará revalidar su cargo de Coordinador General de IU en el congreso del próximo mes de noviembre. El segundo no lo está prima facie, ya que cuenta con apoyos suficientes para mantenerse en el puesto en su congreso en junio pero su mandato se encuentra bajo escrutinio de quienes dentro de su partido, sintiéndose con títulos suficientes y mejores dotes, aspiran a sucederlo. Es decir, el señor Rajoy, tan cuestionado en su liderazgo como el señor Llamazares, se mantendrá mientras gane las sucesivas elecciones que jalonarán la larga travesía del desierto hasta las generales de 2012.

En resumen, a raíz de las elecciones del nueve de marzo, tenemos dos liderazgos cuestionados, los perdedores, y uno fortalecido, el ganador. Ahora bien, mirados de cerca, ¿qué tiene el señor Rodríguez Zapatero que no tengan los señores Rajoy y Llamazares? ¿Qué Sarkozy que no tenga Royal? ¿Qué Bush que no tuvieran Al Gore o John Kerry? Me refiero a las personas. En principio, nada. Lo único que todos ellos tienen frente a sus adversarios es el hecho de haber ganado unas elecciones y haberlo hecho en algunos casos por márgenes tan escasos que bien podían haberlas perdido. A veces así fue: el señor Bush ganó las elecciones de 2000 frente a Al Gore haciendo trampas.

Conclusión: no se ganan elecciones porque se sea líder, sino que se es líder porque se ganan elecciones. Por supuesto tampoco esto puede enunciarse con tanta generalidad. Habrá veces en que alguien gane las elecciones por su cara bonita o su "magia personal" pero lo más razonable es pensar que las elecciones en las democracias, sobre todo en unas democracias tan bien informadas como las nuestras, se ganan con propuestas, ideas, programas, no con el careto del líder.

Las condiciones modernas de vida, el predominio de los medios audiovisuales, el carácter espectacular de nuestra sociedad hace que en las campañas electorales las propuestas partidistas se vinculen mediante consignas y frases rotundas a los rostros de los dirigentes. Pero es una demasía suponer que la gente vota fascinada por un rostro, ignorante de las propuestas que ese rostro simboliza. Es hacer de menos a los electorados; es creer que la gente es tonta, no sabe lo que quiere ni le importa y vota sin tener ni idea de lo que vota y eso no es así, por más que haya gente interesada en sostener que los evidentes intentos de manipulación de muchos medios de comunicación logran sus objetivos.

Si el nueve de marzo hubiera ganado el PP y perdido el PSOE, cosa perfectamente posible, Rajoy sería líder indiscutible de su partido y el señor Rodríguez Zapatero estaría pensando en dimitir, acosado por unos fracasos (la ruptura del proceso de paz, el lío del Estatuto de Cataluña, etc) que, al haber ganado, han resultado ser menos graves de lo que se hubiera dicho.

No son los señores Rajoy y Llamazares quienes han perdido las elecciones sino las propuestas de IU y el PP, sus políticas, sus actitudes, sus argumentos. En el caso del PP, a mi entender, la oposición bronca, el extremismo, el radicalismo, la coyunda entre el partido y unos medios de comunicación ridículamente ultramontanos. En el de IU su ambigüedad, su falta de coherencia en el conjunto del Estado, lo desdibujado de sus propuestas, la dificultad práctica de articular un discurso creíble de izquierda fuera de la socialdemocracia en las sociedades capitalistas avanzadas de Estado del bienestar.

(Las imágenes, verdaderamente curiosas, son tallas de Franz Xaver Messerschmitt, del último tercio del siglo XVIII: El archimalvado (cinc), El picudo (alabastro) y El lascivo (mármol), todas ellas en la Österreichische Galerie, Viena).

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diumenge, 11 de maig del 2008

Si la bolsa sona.

Como casi siempre en España la actualidad política está dominada por las dos Comunidades Autónomas (CCAA) más díscolas, Cataluña y el País Vasco. Un topicazo muy al uso quiere que haya diferencias entre ambas de forma que mientras los catalanes aparecen como peseteros (habrá que empezar a decir ya "eureros"), los vascos sientan plaza de esencialistas; mientras a los primeros sólo les interesa la pasta, los segundos tienen el orgullo de la raza. En consecuencia, se dice, el señor Montilla, presidente de la Generalitat, quiere negociar una reforma de la financiación catalana mientras que el señor Ibarretxe bajará de los montes a la planicie castellana el día veinte dispuesto a que se reconozca a los vascos su vasquidad decisoria. Pero se trata de eso, de un topicazo y, como todos los topicazos, falso. Los vascos no son "eureros" y sí esencialistas porque ya tienen resuelta la cuestión económica a través de los fueros. Si fuera también ese el caso de los catalanes, estos serían igual de identitarios, etnófilos, esencialistas y pelmas que los vascos.

Hace unos días el señor Felipe González publicaba un artículo en El País, diario ateo, rojo y medio antiespañol, titulado Crisis y prioridades en el que abogaba por aplazar el debate sobre la financiación de las CCAA, cuenta habida de la mala coyuntura económica. Ayer le contestaba el señor Montilla en el mismo medio con otra pieza titulada Falso dilema en el que rechazaba la propuesta del señor González y afirmaba que Cataluña "no puede esperar más" a que se satisfagan sus reclamaciones económicas. En caso de que no se le haga caso el señor Montilla amenazaba con procesos separatistas estilo Lega Nord en Italia o con pedir para Cataluña algo como el concierto vasco. Esto de amenazar con abrirse si no se atiende a sus reclamaciones es muy típico de los nacionalistas vascos y catalanes incluso aunque hayan nacido en Iznájar, provincia de Córdoba, y se trate de un afuereños.

Al margen de tales consideraciones, ¿de qué va la pelea por la financiación de las CCAA en esta echada? En principio el señor Montilla pretende que las cantidades que Cataluña debe aportar en solidaridad con las CCAA más pobres se reduzcan a atender las necesidades en educación, sanidad y seguridad social e igualmente desea que en los factores que toma en consideración el Consejo de Política Fiscal y Financiera, órgano que determina la financiación autonómica, tenga mayor peso el criterio de la población y se calcule asimismo la emigración, especialmente la inmigración. A ello debe añadirse -y creo que es lo que verdaderamente levanta ronchas en las otras CCAA, incluso las gobernadas por el PSOE- el compromiso establecido en la disposición adicional tercera, 1 del Estatuto de Cataluña de que: "La inversión del Estado en Cataluña en infraestructuras, excluido el Fondo de Compensación Interterritorial, se equiparará a la participación relativa del producto interior bruto de Cataluña con relación al producto interior bruto del Estado para un período de siete años. Dichas inversiones podrán también utilizarse para la liberación de peajes o construcción de autovías alternativas. De ahí el empeño de los catalanes de que se hagan públicas las "balanza fiscales" de las CCA. No piden las balanzas para fastidiar al prójimo sino para que haya trasparencia en el cálculo del monto de las dichas inversiones.

En mi modesta opinión, la petición de hacer finalistas los fondos de solidaridad no es legítima ya que daría a las CCAA ricas una especie de derecho de supervisión del gasto de las pobres que no es de recibo.

La de revisar el factor de la población y tomar en consideración la inmigración suena bastante razonable y seguramente se llegará a una actitud por consenso. El problema pueden ser las inversiones. Creo que el Gobierno hará bien aumentando las inversiones en Cataluña para compensar por los ocho años de la incuria y el desgobierno de la derecha, incluida la catalana. Tiene razón el señor Montilla aunque exagere un poco: son urgentes las inversiones en infraestructuras de todo tipo. Se trata de una política no a largo plazo sino a corto y medio y estoy seguro de que el ministerio de Hacienda lo tiene ya todo previsto.

Tampoco goza de buena prensa la idea de las relaciones bilaterales entre Cataluña y el Estado. Eso pasa ya con Navarra y el País Vsco en razón de los fueros ¿a santo de qué hacerlo también con Cataluña? Dejando de lado el hecho de que sea lo que se está haciendo con todas las CCAA, aunque no se diga, lo cierto es que ninguna de ellas salvo el Principado lleva años tratando de entenderse con el Estado español en función del principio medieval de la "aequae principaliter" , lo que merece un respeto.

(La imagen es una foto de Elcancell, bajo licencia de Creative Commons).

La laicidad del Estado.

Hace unos días la señora Fernández de la Vega anunció que en esta legislatura toca avanzar en la laicidad del Estado, para lo cual se pretende ante todo reformar la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, pero no los Acuerdos Económicos con la Santa Sede, de 1979. Supongo que lo que se quiere con la reforma de dicha Ley Orgánica de Libertad Religiosa será eliminar o redactar de otro modo ese artículo segundo, tres que dice que: "Para la aplicación real y efectiva de estos derechos, los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para facilitar la asistencia religiosa en los establecimientos públicos militares, hospitalarios, asistenciales, penitenciarios y otros bajo su dependencia, así como la formación religiosa en centros docentes públicos." No sé yo con respecto a la asistencia religiosa en los establecimientos públicos; pero lo que sí me parece claro es que no tiene por qué haber enseñanza de religión en los centros educativos públicos. La religión que la enseñen los curas en las catequesis.

Si el Gobierno quiere ir de laico por la vida sin parecer agresivo también debiera revisar los famosos y citados acuerdos económicos. Por cierto hace falta ser el Vaticano para sustituir un Concordato (o sea un tratado internacional) por unos acuerdos de diversos tipos (económicos, culturales, jurídicos). Eso sí que es ir a las gracianescas quintaesencias en lugar de los consabidos fárragos. Business is business. En lo económico el Gobierno, habiendo ya incrementando la cantidad que se puede sufragar de 0,52 % de la carga fiscal hasta el 0,7 piensa que ha cumplido su parte y espera que la Iglesia cumpla ahora la suya de administrar su peculio juiciosamente sobre todo teniendo en cuenta que ese 0,7% no sustituirá a otras fuentes de gasto eclesiástico financiado por las autoridades civiles como los sueldos de los profesores de religión a los que la Iglesia cree que puede despedir libremente por criterios confesionales como no ser muy devoto o no creer en la transubstanciación.

Y conste que la fórmula que el Gobierno ha encontrado de entregar a la Iglesia el 0,7 % de la declaración de la renta de cada cual es también injusta. Lo justo sería que aquella se financiara por su cuenta, no sobre la base de exonerar un porcentaje del monto total de cada creyente, lo que convierte a todos en financiadores de la Iglesia, sino como una cantidad que el creyente satisface además de su pago fiscal ordinario correspondiente.

(La curiosa imagen es un cuadro de Cornelisz Haarlem, El monje y la monja, h. 1591 que se encuentra en el Frans Halsmuseum, en Haarlem. Tiene dos versiones: a) es una crítica a las costumbres licenciosas del clero católico; b) es un testimonio de un milagro: una monja es falsamente acusada de dar a luz un niño. Un monje le aprieta un pecho por ver si suelta leche pero sólo sale vino, que simboliza la eucaristía y, de paso, la pureza de la monja).

dissabte, 10 de maig del 2008

Más sobre la estafa del ladrillo.

En un comentario al post de ayer titulado La estafa del ladrillo Pedro Robledo sostenía que lo que en él se relataba no era algo extraordinario sino relativamente frecuente e incluía un enlace de Periodista digital en el que se daba cuenta de que el Gobierno "socialista" de Castilla-La Mancha pretende comprar a El Pocero los miles de viviendas que éste ha construido en Seseña, para que el pobre no pierda dinero. El asunto es tan indignante que supera los límites de los debates sobre políticas públicas para entrar de lleno en el terreno de la arbitrariedad, el abuso y, probablemente, la estupidez de unos gobernantes a los que se engaña con diez de pipas. Hay que decir al señor Barreda, presidente de la Junta de Comunidades, lo mismo que al señor Chaves: que si quieren resolver los problemas de estos constructores por razones que ellos tendrán, que lo hagan con el dinero de su bolsillo, no con el de todos los españoles.

Porque ahora resulta que si la demanda cae (esto es, la gente no compra un bien), el Gobierno interviene no animándola con medidas indirectas, sino obligándola a comprar por persona interpuesta empleando para ello el dinero de los impuestos con lo cual la gente compra (pues es su dinero el que se gasta) en contra de su voluntad, a los precios que quieren los señores del ladrillo y, además, no recibe nada a cambio. Es un keynesianismo de sinvergüenzas, un irritante expolio.

Entre tanto, las asociaciones que representan los intereses de los constructores ya han respondido al señor Solbes (el único socialista que ha hablado como un hombre de izquierda) del modo más agrio posible, descalificando su actitud, consistente en dejar que el sector se ajuste solo, como hace cada hijo de vecino, amenazándolo con acusarlo de ser responsable de la crisis, tratando de chantajearlo con el aumento del paro y argumentando de una forma totalmente inaceptable. El señor Guillermo Chicote, presidente de la Asociación de Promotores y Constructores de España (APCE), dice que "han generado una cantidad de impuestos a corporaciones locales, Estado central y autonomías de no te menees. Algo extraordinario. Entonces nadie lloraba." ¿No es increíble? Es tal la prepotencia y la codicia de estos sujetos del ladrillo que pretenden que se les reconozca como mérito el haber cumplido con su obligación de pagar impuestos, como hacemos todos; y si ellos han pagado más (que habría que verlo) es porque han ganado más. Mucho más.

El dinero que administran los gobiernos socialistas no está para resolver problemas de empresarios, bancos, etc y salvarlos de la suspensión de pagos, sino para atender a los objetivos redistributivos y desarrollar políticas sociales que favorezcan a los más desprotegidos.

(La imagen es una foto de Herr Böb, bajo licencia de Creative Commons).

El gran Goya.

Fuimos a la exposición que hay en el Museo de El Prado, Goya en tiempos de guerra, a ver qué han hecho con las restauraciones de los dos lienzos más importantes, el de la batalla de los mamelucos o Dos de mayo de 1808 (a la izquierda) y el de los fusilamientos o Tres de mayo de 1808 (más abajo) y hay que decir que el resultado es extraordinario. Especialmente en la primera obra mencionada. Lamento no disponer de una imagen de mayor resolución. No obstante, quien quiera hacer una comparación con el cuadro como estábamos acostumbrados a verlo, que vaya al post de hace unos días, titulado Bicentenario I donde reproducía el famoso cuadro antes de la restauración. Se observará que los desperfectos de la parte izquierda se han resuelto admirablemente, restituyéndose esta obra a su integridad original. Sobre todo, que reaparezca el alfange del mameluco al fondo da al cuadro un aspecto de conjunto muy distinto del de antes, una plasticidad dinámica indudable.

Esta comparación puede hacerse igualmente con el otro célebre cuadro (aquí a la derecha) que reproducía asimismo en otro post titulado Bicentenario II. Aquí los desperfectos estaban en la parte inferior derecha del lienzo pero éste ha quedado muy bien, esa imagen terrible, terrible por cuanto lo que el genio de Goya ha conseguido es que no podamos apartar la vista del cuadro, fascinados por la belleza de una escena que es tan cruel e inhumana.

En general, la exposición está bien, siempre que se recuerde que el Museo alberga muchos otros Goyas que no se encuentran en ella, sino que se exhiben con la colección permanente. Esta celebración incluye obras en préstamo de otros museos y bastantes piezas de la colección ordinaria del Museo, como el retrato de la familia real de Carlos IV o la Maja desnuda, aquí estratégicamente situada frente al famoso retrato de la Duquesa de Alba de blanco, con la evidente intención de que la gente haga las comparaciones que desee, buscando en el rostro de la maja los rasgos de la aristócrata que, según la leyenda, sería la retratada.

Hay una amplia representación de los desastres de la guerra así como de los Disparates y los Caprichos. Los desastres pueden ser objeto de un visionado especial en una sala apartada donde también se proyecta un documental sobre la obra de restauración de los cuadros, lo que es una buena idea porque se puede hacer un buen repaso a toda la serie.

Paseando por las salas abarrotadas de gente (de hecho, la administración del Museo sólo deja pasar cantidades limitadas de visitantes por espacios horarios) viendo la parte de la producción del genio aragonés relacionada con la guerra así como algunas piezas anteriores y posteriores di en pensar en qué dura debió de ser la vida de Goya a causa de sus convicciones liberales y afrancesadas. Se mantuvo como pintor de la casa real en el reinado del usurpador José I, títere de su hermano Napoleón y, luego de la derrota francesa y el restablecimiento de la Monarquia española, fue sometido a procedimiento de averiguación y exonerado de toda sospecha de traición. Pero Goya nunca fue de fiar para los absolutistas y, luego del trienio liberal, con la nueva restauración de Fernando VII "el Deseado", obtuvo permiso para radicarse en Burdeos, en donde moriría tres años más tarde, en 1823.

La sordera total que lo afectó ya en la cincuentena vino a añadirse a su condición y temperamento de hombre taciturno, esquivo, de trato difícil. Pero ¡cuánta pintura produjo este genio inadaptado y qué fuerza tiene!