diumenge, 11 de maig del 2008

La laicidad del Estado.

Hace unos días la señora Fernández de la Vega anunció que en esta legislatura toca avanzar en la laicidad del Estado, para lo cual se pretende ante todo reformar la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, pero no los Acuerdos Económicos con la Santa Sede, de 1979. Supongo que lo que se quiere con la reforma de dicha Ley Orgánica de Libertad Religiosa será eliminar o redactar de otro modo ese artículo segundo, tres que dice que: "Para la aplicación real y efectiva de estos derechos, los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para facilitar la asistencia religiosa en los establecimientos públicos militares, hospitalarios, asistenciales, penitenciarios y otros bajo su dependencia, así como la formación religiosa en centros docentes públicos." No sé yo con respecto a la asistencia religiosa en los establecimientos públicos; pero lo que sí me parece claro es que no tiene por qué haber enseñanza de religión en los centros educativos públicos. La religión que la enseñen los curas en las catequesis.

Si el Gobierno quiere ir de laico por la vida sin parecer agresivo también debiera revisar los famosos y citados acuerdos económicos. Por cierto hace falta ser el Vaticano para sustituir un Concordato (o sea un tratado internacional) por unos acuerdos de diversos tipos (económicos, culturales, jurídicos). Eso sí que es ir a las gracianescas quintaesencias en lugar de los consabidos fárragos. Business is business. En lo económico el Gobierno, habiendo ya incrementando la cantidad que se puede sufragar de 0,52 % de la carga fiscal hasta el 0,7 piensa que ha cumplido su parte y espera que la Iglesia cumpla ahora la suya de administrar su peculio juiciosamente sobre todo teniendo en cuenta que ese 0,7% no sustituirá a otras fuentes de gasto eclesiástico financiado por las autoridades civiles como los sueldos de los profesores de religión a los que la Iglesia cree que puede despedir libremente por criterios confesionales como no ser muy devoto o no creer en la transubstanciación.

Y conste que la fórmula que el Gobierno ha encontrado de entregar a la Iglesia el 0,7 % de la declaración de la renta de cada cual es también injusta. Lo justo sería que aquella se financiara por su cuenta, no sobre la base de exonerar un porcentaje del monto total de cada creyente, lo que convierte a todos en financiadores de la Iglesia, sino como una cantidad que el creyente satisface además de su pago fiscal ordinario correspondiente.

(La curiosa imagen es un cuadro de Cornelisz Haarlem, El monje y la monja, h. 1591 que se encuentra en el Frans Halsmuseum, en Haarlem. Tiene dos versiones: a) es una crítica a las costumbres licenciosas del clero católico; b) es un testimonio de un milagro: una monja es falsamente acusada de dar a luz un niño. Un monje le aprieta un pecho por ver si suelta leche pero sólo sale vino, que simboliza la eucaristía y, de paso, la pureza de la monja).