dissabte, 10 de maig del 2008

El gran Goya.

Fuimos a la exposición que hay en el Museo de El Prado, Goya en tiempos de guerra, a ver qué han hecho con las restauraciones de los dos lienzos más importantes, el de la batalla de los mamelucos o Dos de mayo de 1808 (a la izquierda) y el de los fusilamientos o Tres de mayo de 1808 (más abajo) y hay que decir que el resultado es extraordinario. Especialmente en la primera obra mencionada. Lamento no disponer de una imagen de mayor resolución. No obstante, quien quiera hacer una comparación con el cuadro como estábamos acostumbrados a verlo, que vaya al post de hace unos días, titulado Bicentenario I donde reproducía el famoso cuadro antes de la restauración. Se observará que los desperfectos de la parte izquierda se han resuelto admirablemente, restituyéndose esta obra a su integridad original. Sobre todo, que reaparezca el alfange del mameluco al fondo da al cuadro un aspecto de conjunto muy distinto del de antes, una plasticidad dinámica indudable.

Esta comparación puede hacerse igualmente con el otro célebre cuadro (aquí a la derecha) que reproducía asimismo en otro post titulado Bicentenario II. Aquí los desperfectos estaban en la parte inferior derecha del lienzo pero éste ha quedado muy bien, esa imagen terrible, terrible por cuanto lo que el genio de Goya ha conseguido es que no podamos apartar la vista del cuadro, fascinados por la belleza de una escena que es tan cruel e inhumana.

En general, la exposición está bien, siempre que se recuerde que el Museo alberga muchos otros Goyas que no se encuentran en ella, sino que se exhiben con la colección permanente. Esta celebración incluye obras en préstamo de otros museos y bastantes piezas de la colección ordinaria del Museo, como el retrato de la familia real de Carlos IV o la Maja desnuda, aquí estratégicamente situada frente al famoso retrato de la Duquesa de Alba de blanco, con la evidente intención de que la gente haga las comparaciones que desee, buscando en el rostro de la maja los rasgos de la aristócrata que, según la leyenda, sería la retratada.

Hay una amplia representación de los desastres de la guerra así como de los Disparates y los Caprichos. Los desastres pueden ser objeto de un visionado especial en una sala apartada donde también se proyecta un documental sobre la obra de restauración de los cuadros, lo que es una buena idea porque se puede hacer un buen repaso a toda la serie.

Paseando por las salas abarrotadas de gente (de hecho, la administración del Museo sólo deja pasar cantidades limitadas de visitantes por espacios horarios) viendo la parte de la producción del genio aragonés relacionada con la guerra así como algunas piezas anteriores y posteriores di en pensar en qué dura debió de ser la vida de Goya a causa de sus convicciones liberales y afrancesadas. Se mantuvo como pintor de la casa real en el reinado del usurpador José I, títere de su hermano Napoleón y, luego de la derrota francesa y el restablecimiento de la Monarquia española, fue sometido a procedimiento de averiguación y exonerado de toda sospecha de traición. Pero Goya nunca fue de fiar para los absolutistas y, luego del trienio liberal, con la nueva restauración de Fernando VII "el Deseado", obtuvo permiso para radicarse en Burdeos, en donde moriría tres años más tarde, en 1823.

La sordera total que lo afectó ya en la cincuentena vino a añadirse a su condición y temperamento de hombre taciturno, esquivo, de trato difícil. Pero ¡cuánta pintura produjo este genio inadaptado y qué fuerza tiene!