dijous, 10 de novembre del 2011

Un debate muy clarificador.

El segundo y último debate electoral tuvo mucho interés. No comparable con el primero porque fueron formas y fondo muy distintos pues, aunque se trató de encorsetarlo en el esquema de aquel, gracias a Jáuregui y, sobre todo Llamazares, se abrió a los temás tabú del fin de ETA y la corrupción. No fueron lo mismo porque si en el primero se trataba de medir el liderazgo de los dos candidatos (su conocimiento de los problemas, su temple, sus ideas, su coherencia, su fuerza de convicción) en el segundo había que hablar de las cuestiones reales en términos prácticos y por eso hubiera sido inadmisible que no se tocaran todas, incluidas el fin de ETA y la corrupción.

Si bien se trataba de un intercambio de cinco, en realidad lo fue de tres (PSOE, PP e IU) con dos solistas alternos, CiU y el PNV, que iban a hablar exclusivamente de lo suyo y cuyo discurso desentonaba del de los otros que enfocaban los problemas con perspectiva nacional (o estatal). Además de los solistas, TVE amenizó los intermedios dando la palabra brevemente y como por vídeoconferencia a los galleguistas, los nacionalistas canarios y UPyD. Aunque hubieran dicho genialidades, la actitud de agrio y altanero desprecio de Rosa Díez hacia los intervinientes en la mesa fue tan irritante que no ha lugar a comentario.

Jáuregui es tan bueno como Rubalcaba. Es más reposado, más contundente aunque quizá no tan rápido; en definitiva, equiparables y ambos sólidos políticos de nivel europeo. En cambio Gallardón es mil veces mejor que Rajoy: no gesticula compulsivamente, no farfulla, tiene buena dicción, su tono es firme, no repite topicazos ni dice perogrulladas, se hace entender y es convincente. También es mucho más peligroso; es friamente demagógico y falta a la verdad con un desparpajo apoteósico, cosa que se echa de ver por cuanto, cultivando una imagen de moderación, no reconoce las demasías, la agresividad y el duro neoliberalismo de su partido sino que los niega.

Llamazares tiene fuerza moral, es cercano, nada engolado, razonable y radical, pero le falta base, datos de experiencia, en definitiva, verosimilitud. No ha gobernado nunca y no es probable que vaya a hacerlo ahora con lo que la ética de la convicción campa por sus respetos porque es a beneficio de inventario. Pero estuvo muy bien y fue el único que se atrevió a sacar el tema tabú de la corrupción igual que Jáuregui lo hizo con ETA (aunque Rubalcaba sí lo mencionó en el primer debate); es decir, los dos temas de los que el PP no quiere hablar. Es una pena que el discurso de Llamazares y el de Jáuregui no sean uno solo pues son complementarios. Y no lo serán mientras Llamazares e IU en general se obstinen en tratar por igual al PSOE y al PP como si fueran lo mismo, sin darse cuenta, lo que es asombroso, de que eso los deja sin margen de maniobra, triturados entre los dos grandes.

Gallardón estuvo muy bien e hizo lo que pudo. El problema es que el PP no tiene discurso práctico, no tiene más programa que hablar mal del PSOE y, de paso, practicar lo que los psicólogos llaman "proyección", o sea, acusar al PSOE de limitarse a eso mismo, a hablar mal del PP siendo así que aquel tiene un claro programa electoral en positivo y lo exhibe a diario. Me quedo con la última intervención de ambos, Jáuregui y Gallardón, porque fueron significativas. Gallardón concluyó adjudicando su confuso proyecto como si fuera la regeneración nacional expresamente a Mariano Rajoy. Jáuregui atribuyó todos los avances que ha habido en España desde comienzos de los ochenta y lo que se propone para el futuro al partido socialista. Son dos experiencias y dos enfoques. Caudillismo frente a proyecto colectivo.

Un minuto más sobre la corrupción. Desde luego que el caso Urdangarín, si hay caso, podría llevarse por delante la monarquía. Todo dependerá de cómo reaccione la casa real y el rey, que no está en su mejor momento. Pero eso son fuegos de artificio o cortinas de humo, como diría González Pons, para distraer de lo realmente importante, que es el el nuevo supuesto caso de corrupción del PP. Si ha de ser, Urdangarín comparecerá ante los tribunales y tendrá un juicio justo. Pero lo importante aquí son esos millones de euros cobrados de modo presuntamente ilegal por el duque de Palma pero pagados por las administraciones del PP, Camps en Valencia y Matas en Baleares. Porque esto ya no es que una corrupción "externa" (la Gürtel) haya inficcionado al PP, sino que, de ser cierto, es una corrupción propia, interna, del PP. Y es este partido el que debe explicar qué va a hacer; sin tardanza y de modo claro..

(La imagen es una captura del vídeo de TVE reproducido por e El País).

dimecres, 9 de novembre del 2011

De la corrupción hay que hablar.

Según parece, entre los diversos asuntos que los dos debatientes del lunes pactaron a espaldas del auditorio estaba que no se hablaría de la corrupción. Eso es como si dos caballeros se citan en duelo pero antes acuerdan que las balas sean de algodón. Algo más de villanos. Es muy probable que el PP, el afectado por la corrupción, impusiera su exclusión como requisito para el debate y también lo es que el PSOE no tuviera otro remedio que aceptarlo so pena de quedarse sin debate. Bastante probable, sí.

Pero ese acuerdo no vincula a la opinión pública. La corrupción es un cáncer de la democracia y puede ser su destrucción de hecho si no se denuncia y se persigue en los tribunales con toda claridad y diligencia. Aunque la corrupción lo afecte más a él que, de hecho, concentra casi el cien por cien de ese asombrosa red delictiva de expolio sistemático de las administraciones públicas, el PP no puede afrontar el problema negándolo u ocultándolo. A estas alturas, la Agencia Tributaria ya ha destapado la fabulosa trama de financiación de la Gürtel. Ahora se sabe que la Gürtel también está metida hasta las cachas en AENA en tiempos de Álvarez Cascos. Y que el extesorero del PP, Bárcenas, sí está imputado por un tribunal de justicia en el caso Gürtel. Al final, las cosas son como son.

Pero no no tienen que ser peores. En estas circunstancias, el asunto de Iñaki Urdangarín tiene una pinta fatal. Es evidente que de un miembro de la casa real sólo cabe esperar un comportamiento: plena, leal y rápida colaboración con la justicia para el esclarecimiento de los hechos. Ni una sola táctica procesal dilatoria debe intentarse por más que el duque de Palma, como ciudadano, tenga derecho a ella. Pero moralmente sería inasumible.

Como es inasumible que en España no haya una contundente reacción política y judicial del PP en relación con el caso Gürtel que lo haga ponerse por entero y sin reserva al servicio de la justicia y no constituirse en parte en los procesos para retrasarlos o dificultarlos, aunque ese sea un derecho de todo acusado. Como el de mentir. Pero un partido político no puede mentir. Hay que hablar de la corrupción para acabar con ella de raíz. La corrupción y todo cuanto se le parezca. No sé cuántos sueldos cobra María Dolores de Cospedal y es preciso que quede claro que sólo es uno.

De la corrupción en España hay que hablar porque es una de las principàles causas de nuestro desprestigio en el exterior. Como lo es que a los electores no parezca importarles. Y como lo es y mucho, mucho más, que la primera persona que vaya a sentarse en el banquillo por el caso Gürtel sea el juez que lo destapó y lo persiguió. Aunque ese proceso fuera el summum ius, el resultado será la summa iniuria.

Las categorías de la locura y la locura de las categorías.

José Luis Moreno Pestaña ha escrito un magnífico libro sobre Foucault (Foucault y la política, Tierra de nadie ediciones, Madrid, 2011). Ya le viene de antiguo su conocimiento del pensador al que ha dedicado otros trabajos. Eso no quita para que éste sea no sólo muy bueno y muy claro sino también valiente. Moreno se atreve con el mito, con el mito del laberíntico y contradictorio Foucault y lo hace inteligible, le da un sentido. Me parece que no coincido del todo con el sentido que le da pero eso será por mi peor conocimiento de su obra, si bien creo haberla leído casi toda, incluidos esos extraños escritos póstumos del Colegio de Francia.

En fin, quiero decir que Moreno expone clara y brillantemente su interpretación de Foucault y estoy seguro de que admitirá que no es necesario proponer una alternativa para poder coincidir o discrepar sobre las bases de la suya; incluso para proponer variantes colaterales que puedan ser esclarecedoras. Máxime cuando el propio autor ha limitado su indagación a los aspectos políticos del pensamiento de F.

Moreno insiste de comienzo en que precisamente la política de F. es difícil de entender (por ejemplo, el significado político de la Historia de la locura (p. 29) y en que en toda su obra hay un ataque a la dialéctica (p. 30) para afirmar acto seguido como de pasada que su homosexualidad le causaba sufrimiento (p. 31).

Bien, si nos detenemos en la importancia de la actitud de F. ante sí mismo como homosexual podemos abrir otro blog. Me limito a señalar un campo inmenso de enorme fuerza explicativa no solo del pensamiento de F. sino del pensamiento a secas: el de su contingencia. Antes de Foucault hubo casos como el de Oscar Wilde y, después de él, las manifas del orgullo gay. ¿En que momento se sitía F.? En ninguno. Se instala en su propio sufrimiento, por necesidad inefable e intransferible. ¿Cómo formular eso? No se puede, pero condiciona todo lo que se dice. Su experiencia básica, repite Moreno, "fue su sexualidad" (p. 37). ¿No parece lógico vincular esto a su abrupta ruptura con la tradición freudomarxista (p. 61)? Sobre todo si le añadimos, sin ánimo de enredar, su edípica relación con su padre (39). Y conste que no creo que Moreno mencione a Edipo; es de mi cosecha pero es también evidente a lo largo de la obra de F.

En verdad tomarnos como centro e imagen del mundo y buscarnos y explicarnos en él, es decir, hablar de nosotros cuando decimos hablar del otro es lo que hacemos todos. Hay muchísima gente que arrastra un estigma y/o una desgracia. Milton era ciego, Quevedo patizambo, Leopardi y Ruiz de Alarcón jorobados, Dostoievsky epiléptico, etc, etc. ¡Ah, pero esas son desgracias que no están moralmente condenadas por la sociedad! Y aquí viene el ataque foucaltiano a la represión social mediante la locura, la utilización de la psiquiatría, el biopoder y su despotismo sobre los cuerpos. Thomas de Quincey era opiómano, Baudelaire y Cocteau asiduos, sino adictos. ¡Ah, pero el consumo de drogas no era entonces un crimen! Bueno, Byron parece haber tenido relaciones incestuosas con su hermana y a Trakl eso mismo probablemente le costó la vida. Y aquí sí que la condena social es absoluta, total, sin paliativos. La homosexualidad está o estará admitida; el incesto, según parece, no, nunca. ¿Qué poder sanciona el incesto que, para Lévi-Strauss es la única prohibición universal porque es natural a la par que cultural? ¿No es biopoder en estado puro?

La crítica de F. a las ciencias humanas (producida en la entrevista con Aron) es, con todos mis respetos, convencionalmente positivista. Y no arregla nada la generosa mano que le echa Moreno al decir que lo que el autor de la Arqueología del saber tenía en la mira era el uso instrumental, tecnocrático, de esos saberes (p.49). Pues claro; de esos y de todos, incluidas las ciencias verdaderas, incluida la filosofía si no quiere quedarse en la tertulia ilustrada de Rorty. Por cierto, está bien sacar a Aron, y más sacar Merleau-Ponty (aunque a veces éste diga verdaderas obviedades), pero hay que animarse a meter la otra pata de este terceto de antiguos amigos y luego rivales, Sartre. Y ya, de paso, incluir en el cuadro algo del clima intelectual de Francia en los años sesenta por razones obvias. El trabajo de Verstehen que hace Moreno es fabuloso y uno lee su narrativa cronológica de F. con pasión; pero le falta contexto, perspectiva. Decir en aquellos años que el GOULAG era un pretexto lo hacían muchos otros, como Garaudy o Aragon. El mismo Sartre, a pesar de El fantasma de Stalin, era ambiguo. Claro que lo que se pretendía tapar era de naturaleza distinta, en un caso la tiranía comunista y en el otro el Programa Común de la izquierda. Pero el reproche no se dirige al fin sino al medio, a la idea de que el GOULAG fuera un pretexto. Era y es y será siempre un fin en sí mismo.

El estudio de Moreno sobre las tres dimensiones del análisis foucaultiano del poder (filosófica, política y existencial) es espléndido. Y de nuevo hay algo que chirría. Dice Moreno que la idea de F. de la relación entre la verdad y el poder fluctuó (p. 59). Por supuesto, la verdad es un juicio (de qué naturaleza está por ver) y el poder, una relación, y su conjunción apunta al abismo insondable de la condición humana. Si la afirmación se queda en eso, en que la opinión sobre una endemoniada relación fluctúa, no tengo nada que decir; si es una crítica, no me parece acertada. Ya sé que seguir a F. en todas sus especulaciones sobre la verdad y el poder nos lleva a un jardín borgiano de los senderos que se bifurcan, aunque a veces no queda más remedio. Al fin y al cabo, puede ser un jardín epicúreo.

El fenómeno del siglo XX es el sobrepoder. ¿Por qué no? También es otras cosas. Por ejemplo y siempre sin ánimo de buscarme líos, la libertad. Cierto que la sociedad hoy está supervigilada. Excuso decir la feudal o la victoriana. Hasta el término escogido (poder pastoral) (p. 97) traiciona su carácter de préstamo de épocas pasadas. Recuérdese La letra escarlata y, en otro nivel, La cabaña del Tío Tom, el libro más vendido en los Estados Unidos, antes o después de la Biblia. Sí, en efecto, sobrepoder. Muy foucaultiano y muy francés pues el prefijo "sur" es tan frecuente que a veces no se traduce, como en surrealisme. Lo curioso es que los dos sobrepoderes citados sean el fascismo y el estalinismo. ¿Qué tal si decimos fascismo y comunismo? Pues que la armamos, porque F. militó en el Partido Comunista y eso deja huella hasta en un filósofo.

Moreno señala que F. se enfrenta al marxismo y al psiconálisis (p. 85) y, ya refiriéndose al F. del Colegio de Francia, que nos habla desde ultratumba, como Chateaubriand, dice que oscilaba entre el socialismo y el liberalismo (p. 105). No veo qué haya de malo en ello. Son dos ideas muy plausibles y complementarias. El socialismo tiene una vertiente económica y el liberalismo política y juntas han dado mucho juego; el máximo hasta la fecha. Pero Moreno se felicita de que ésta no fuera la última palabra de Foucault porque todavía lo sigue en su acercamiento a las teorías comunicativas habermasianas. Subraya ls importancia de la parresía democrática (la libertad de palabra) (p. 111), como aportación a la vía de la emancipación dialógica. Sí, y se le añade la isegoría con hincapié en la igualdad a la hora de hablar. Y está muy bien que Moreno recuerde que los requisitos foucaultianos de la libre expresión democrática arrancan de tres discursos de Pericles como nos los trasmite (y seguramente fabrica) Tucídides. No hay duda. Lo que no se ve es en qué sea esto superior o más avanzado o más profundo o verdadero que andar por la vida diciendo que uno es socialista y liberal que, por lo demás, era lo que decía Prieto.

En cuanto a la última palabra de F., ¿quién la sabrá? Creo recordar que F. murió cuando tenía apalabrado un encuentro con Habermas para dilucidar la respuesta kantiana a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? Ahí podría haber dicho algo nuevo... o no. En todo caso, gran obra la de Moreno, notable cartografía del tortuoso itinerario de un hombre que siempre tuvo problemas consigo mismo y filosofó para ir a buscar las causas fuera de él, lo cual estaba muy bien pero no llevaba lejos si al tiempo no veía las que estaban en él.

dimarts, 8 de novembre del 2011

Contra la corriente.

Con razón no quiere la derecha que haya debates televisados entre los dos dirigentes de los partidos mayoritarios. Los cinco que ha habido en España lo han sido con gobiernos del PSOE. Cuando manda el PP no hay debates y cuando cree que puede mandar, tampoco. A punto hemos estado esta vez de quedarnos también sin él. No gusta a la derecha el diálogo. Prefiere el monólogo y, a ser posible, sin preguntas, que es como Rajoy entiende las ruedas de prensa en la era de la política 2.0.

Pero ha habido debate y ha quedado claro que, por más trabas que se pongan, por mucho que se edulcore la imagen, se oculten las intenciones y se quiera sacar algo de donde no hay nada, al final se ve quién tiene algo que decir y quién no quiere (o puede) decir nada. Según algunos Rubalcaba cometió un error estratégico en los primeros veinte minutos por hablar como si diera a Rajoy por ganador. Eso sólo pueden decirlo los que creen que a los debates no se va a debatir sino a soltar soflamas como una carraca. Sería estúpido que Rubalcaba ignorara que entraba en la arena con una desventaja de 15 puntos porcentuales en intención de voto, es decir, que nadaba contra la corriente de opinión.

Pero vamos a lo que importa, a los asuntos de contenido. Rubalcaba probó ser un dirigente moderno, con experiencia, impuesto en los temas de que habla y capaz de exponerlos sin chuletas a la vista. Es decir, llevaba el debate bien preparado a pesar de que el día anterior anduvo de mítines y sin encerrarse a ensayar nada. Es espontáneo, directo, tiene las cosas muy rumiadas, huye de la retórica y aporta ideas.

Enfrente tuvo a un buen hombre al que el destino ha puesto en un lugar que le viene grande, que carece de recursos, que no sabe los temas ni tiene respuestas claras para los problemas y cuyo refugio es una retórica huera. Todo lo llevaba en los papeles, que leía como un doctrino y eso que se pasó el domingo preparando el debate. Se entiende muy bien porqué los responsables de comunicación de su campaña no quieren que responda preguntas de los periodistas. Simplemente, no sabe qué decir. Salvo lo que lleva cuatro años repitiendo, una especie de jaculatoria que parece un monólogo para besugos: el mayor problema es el paro; para acometerlo, hay que crear empleo; para crear empleo hay que cambiar el gobierno y ponerlo a él, que se compromete a crear empleo para así acabar con el paro. Profundo, ¿eh? Pues esa es la receta que aplica a todo, a la sanidad, la educación, las pensiones y ¡hasta el paro! Reténgase bien: para acabar con el paro hay que crear empleo.

Rubalcaba hizo propuesta sobre propuesta y, de paso, pero con insistencia, reveló la doble cara de las de Rajoy, haciendo hincapié en la contradicción entre lo que dice éste y lo que dice su programa. Una contradicción tan flagrante que hasta el previsible y reiterado bombardeo con las cifras del paro quedó en nada.

Pero el momento decisivo de la noche fue el de las políticas sociales. El candidato socialista enumeró la larga lista de las del PSOE (igualdad de género, matrimonios homosexuales, dependencia, etc), señalando que todas habían contado con la oposición del PP. La respuesta de Rajoy fue no tratar ninguna de ellas (excepción hecha de los dichos matrimonios y para justificar su oposición) y, como no podía quedarse callado, optó por leer unos folios que correspondían al primer momento, el de economía y trabajo. Ya solamente esta huida por la tangente le hizo perder el crédito que le quedaba tras haber estado esquivando cuerpo en los comprometidos asuntos de la sanidad y la educación, en donde su partido lleva años haciendo lo que él niega que vaya a hacer con tanta sinceridad como conocimiento de causa.

Una cosa son los debates y otra el juicio que merecen y que suele emplearse luego en pro de la causa que se esgrime. Todos esos sondeos que dan ganador a Rajoy por una horquilla entre cinco y siete puntos porcentuales probablemente reflejan el espíritu que subyace a los famosos quince puntos de diferencia en las encuestas y están lastrados por la fuerza de la inercia. ¿Que quién ha ganado el debate? Obvio: el que va ganando en intención de voto. Bien, Palinuro cree que el debate lo ganó Rubalcaba sin sombra de duda y contra la corriente, y cree también que hasta los sondeos que lo dan por perdedor, al hacerlo por menos de la mitad de los puntos de diferencia en intención de voto, significan que lo ha ganado. Y me apuesto algo fuerte a que se ha reducido mucho la cantidad de indecisos. En su partido deben de estar orgullosos de él, que se lo ha ganado a pulso. A ver si ahora él puede estar orgulloso de su partido.

Supongo que hoy se conocerán los índices de audiencia del programa que, como dijo Campo Vidal, fue planetario. Será interesante conocerlos para aquilatar la propuesta de Cayo Lara horas antes del debate de que lo mejor que podía hacer la gente era apagar el televisor e irse de copas. No sé si él habrá hecho lo que aconseja a los demás pero, si ha sido así, se ha perdido un muy enjundioso intercambio de pareceres sobre la cosa pública, acerca de la que también él opina. Hubiera podido comprobar cómo, en contra de lo que dice, Rubalcaba y Rajoy no son lo mismo ni dicen lo mismo ni mucho menos. Claro que a lo mejor por esto aconsejó no encender el televisor.

(La imagen es una captura del vídeo que trae Público.)

dilluns, 7 de novembre del 2011

No hay color.

Valoración de urgencia del debate de hoy

Opinión a bote pronto: Rubalcaba ha dado un repaso a Rajoy. Cinco puntos en los que se aprecia una diferencia llamativa. No sé lo que dirán las encuestas mañana y cuál será la percepción de la gente. Habrá opiniones para todos los gustos, según el tinte de quien opine. Palinuro, que trata de ser objetivo, habla de lo que él ha visto y lo que él sabe de ambos candidatos. Los cinco puntos:

  • Rajoy lo ha leído todo y lo ha leído mal. Rubalcaba no ha leído nada. Hay una diferencia esencial entre quien sabe de qué habla y quien habla de lo que le dicen.

  • Rajoy tenía un guión: paro, paro, paro y hacer las cosas como dios manda. Rubalcaba tenía muchos, fue flexible, completo y concreto.

  • Rajoy carece de propuestas concretas o las oculta y, o no conoce su programa o no lo ha leído o no entiende su letra, pero va de triunfal. Rubalcaba tiene una batería de propuestas específicas y, además, reconoce errores.

  • Rajoy soslaya las preguntas y no las responde muy en su línea de no aceptar preguntas. Rubalcaba, sin embargo, las plantea y, como el otro no contesta, las contesta él, entrando en el terreno del adversario y dejándolo al descubierto.

  • Rajoy no quiso hablar de ninguna política social y de ampliación de derechos. Silencio absoluto sustituido por una "clase de primero de economía". Rubalcaba dejó claro que todos los avances de políticas sociales, igualdad y ampliación de derechos en España han sido obra del PSOE con la oposición del PP.

Mañana, Palinuro contará sus impresiones con más detalle.

(La imagen es una captura del vídeo de La Sexta que traía Público.

La izquierda y las elecciones.

La derecha se presenta a las elecciones del 20-N unida como una piña. Sabe, y tiene razón, que la base del triunfo es la unidad, concentrar el voto en una sola opción, no fraccionarlo. ¿Quiere esto decir que toda ella comparte un único punto de vista, una misma ideología? En absoluto. En el interior del PP hay muchas discrepancias teóricas, hay conservadores, liberales, liberales al estilo de Esperanza Aguirre, demócratas-cristianos, ultranacionalistas, neoconservadores, neofranquistas y gentes de extrema derecha. Una gran variedad de criterios. Pero coinciden en algo, en la necesidad de supeditar sus diferencias al único objetivo que importa, conseguir el poder. A él lo sacrifican todo. Incluso su acendrado amor a la patria pues, llegado el caso, no tienen inconveniente en aliarse con los nacionalistas periféricos como estos tampoco lo tienen en aliarse con los españoles jacobinos y ultracentralistas. El poder es lo que importa, ganar las elecciones. Luego, ya se verá cómo se gobierna. Si es necesario llamar a la banda ETA Movimiento Vasco de Liberación Nacional se hace. La derecha no pierde el tiempo en debates por cuestiones de principios. Tiene, además, pocos de estos. Apenas el de conseguir el poder pra preservar el orden constituido, desmantelar el Estado del bienestar, consolidar el capitalismo de libre mercado, favorecer a los empresarios, debilitar los sindicatos, deshacer los avances en materia de igualdad y derechos de las minorías, facilitar la vuelta del nacionalcatolicismo.

Por el contrario, la izquierda se presenta fragmentada. A la izquierda del PSOE aparece una multitud de formaciones de las que sólo dos o tres tienen esperanza de conseguir representación parlamentaria, por lo demás ínfima. Las otros no es que no lleguen al 3 por ciento; es que no suelen llegar al uno por ciento, pero restan votos a las otras formaciones más viables, especialmente al PSOE. Al no concentrar las opciones y desperdigarlas, los votos se pierden. Como tiene aguda conciencia de este inconveniente, la izquierda habla continuamente de unidad. Prácticamente todos los partidos ha hecho ofertas de unificación de forma que es posible que haya tantas plataformas unitarias como candidaturas. Sobre la validez y viabilidad de estas pretensiones de unidad da idea una de las primeras ofertas que se hizo que pretendía forjar la unidad de la izquierda excluyendo expresamente al PSOE al que los habituales guardianes de la fe que, al parecer, tienen derechos de autor sobre los conceptos, niegan la condición de partido de izquierda.


Breve digresión sobre el Programa Común de la Izquierda. En los años setenta del siglo pasado, luego de muchos otros de enfrentamientos estériles, el Partido Comunista y el Partido Socialista franceses firmaron un Programa Común de la Izquierda con el que ganaron las elecciones presidenciales de 1981 (François Mitterrand) y las legislativas de ese año. Por primera vez desde 1947 volvió a haber ministros comunistas. Muchas de las reformas del gobierno de la izquierda fueron canceladas por los posteriores, pero otras, sobre todo de carácter laboral y social, se mantuvieron. Ese gobierno no habría sido posible si los comunistas se hubieran negado a la unidad por sostener que el Partido Socialista "no era de izquierda".


En España el fraccionamiento más dañino para la izquierda se da entre IU y el PSOE. No es exagerado decir que, de cada diez intervenciones de Cayo Lara, nueve van en contra del PSOE, al que Izquierda Unida considera el verdadero adversario porque es entre sus votantes entre quienes busca los suyos. Si, como dicen en la coalición de izquierda, el PP y el PSOE fueran lo mismo, uno esperaría una distribución más equilibrada de las críticas. Pero no es así, obviamente, porque tampoco es cierto que el PP y el PSOE sean lo mismo. Por eso, los ataques van al PSOE.

Podría pensarse que se trata de una hostilidad por asuntos de calado teórico, de los consabidos principios. Pero no hay tal. Los principios se han esfumado. Alguien en IU podría decir que el PSOE abjuró del marxismo hace más de treinta años, pero la coalición tampoco lo invoca hace otros tantos. Puede que Marx siga en su corazón, pero no en su discurso. Tampoco cabe decir que la izquierda radical abomina (como acostumbraba) de la socialdemocracia porque, precisamente, de lo que acusa ahora al PSOE es de haberla abandonado, de haberla traicionado. Ahora la socialdemocracia pareciera ser patrimonio de sus antiguos críticos.

No, no es discrepancia de principios o asuntos teóricos, sino oportunismo. En IU (y en su núcleo esencial, el Partido Comunista) late la vieja ilusión del sorpasso anguitiano: la verdadera izquierda sustituiría a la falsa ganando las elecciones y rectificando sus falacias. Es más, en estas horas bajas del PSOE, que tiene todos los elementos en contra, aquel latir se convierte en una consigna. Ahora o nunca. Los dirigentes de IU piden el voto de los socialistas "desencantados". Por cierto, eso mismo hace Rajoy. Se ve que tienen al PSOE como un cuerpo exangüe al que hay que arrebatar sus vestimentas. Es una actitud poco gallarda que, en el caso de IU puede estar abocada al ridículo si, pasadas las elecciones, se comprueba que apenas ha recogido votos socialistas.

Entre los votos de IU y el PSOE hay cierta movilidad, mucha gente vota a la una o al otro según diversas consideraciones del momento. Es posible que IU alcance mayor porcentaje (y algunos diputados más) que en las elecciones de 2008 pero lo cierto es que su relevancia seguirá siendo inexistente y, por tanto, ese incremento de votos no servirá para nada. Enfrente habrá un gobierno de la derecha con una sólida mayoría parlamentaria que aplicará su programa máximo, ahora oculto, sin ningún miramiento. Para entonces es de esperar que en IU entiendan que el PP y el PSOE no son lo mismo. Claro que esto ya lo sabe la coalición desde el momento en que posibilitó el gobierno del PP en Extremadura.

El PSOE es el único partido que puede impedir o contrarrestar un gobierno de mayoría absoluta de la derecha. ¿Que su política, la pasada y la futura, no se ajusta a los cánones de una izquierda que sienta plaza de doctrinaria y no pasa de posibilista? Por supuesto. Si el PSOE hiciera suyo el programa de una opción que se sitúa en torno al tres por ciento del voto es patente que no conseguiría el 43 por ciento y no podría gobernar. La izquierda no parece entender lo que la derecha comprende a la primera, esto es, que primero hay que concentrar el voto y luego ya se discutirá. Es incluso peor pues da la impresión de que lo que la mueve no es la posibilidad (harto improbable) de ganar las elecciones sino de que las pierda el PSOE. Fraccionar el voto es un disparate que la izquierda pagará carísimo.

(La imagen es un cartel de Dmitri Moor de 1920 titulado: ¿Te has presentado voluntario?)

diumenge, 6 de novembre del 2011

Pasado presente.

En el velódromo de Dos Hermanas un mitin de la memoria para animar a los suyos. La presencia de Felipe y Guerra tiene siempre un efecto estimulante de consumo interno en el PSOE y por ello es acertado comenzar así la campaña, porque es a su propio partido al que Rubalcaba tiene que movilizar en estas horas adversas. Si el partido se pone en marcha hay una posibilidad de atraer voto y a esa se aferra el candidato que tiene que bregar con unos pronósticos sombríos y su escaso carisma.

Casi treinta años después de su histórica victoria Felipe sigue provocando entusiasmos y Guerra regocijo merced a su capacidad para el sarcasmo. Parte importante de la política en lo que tiene de espectáculo. Pero ambos aportaron algo más, producto de su experiencia en las lides electorales: el enunciado claro y escueto de los temas en los que el PSOE tendrá que centrar su campaña si quiere remontar. El fin de ETA y la defensa del Estado del bienestar. Y no solo por experiencia sino también por instinto, dado que son los dos puntos débiles del PP. En el fin de ETA la derecha no ha tenido arte ni parte ya que ni siquiera se dignó estar en la Conferencia de paz de Donostia en que se selló aquel. Al contrario, ha intentado boicotearlo y, al no ser ello posible, relativizarlo y negarlo. Ahora no puede evitar que el PSOE lo saque a relucir como mérito propio.

El otro punto débil es la defensa del Estado del bienestar. El PP tiene una imagen claramente contraria al mantenimiento del Estado del bienestar, lo cual es un error. Rajoy aclara que meterá la tijera en todo excepto en sanidad, educación y pensiones. Es un intento de escamotear la realidad porque nadie ignora que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas y ya están sometidas a ataques a aquellas en las que gobierna el PP. A su vez la desafortunada imagen de la tijera para todo lo demás hace temer que no quedará títere con cabeza. Es muy prudente que el candidato del PP no se someta a las preguntas de los periodistas dado que hasta cuando habla de su Minerva, sin ser preguntado, deja mucho que desear.

Para Rubalcaba quedaron las propuestas concretas. Insistió en las políticas de estímulo de la contratación y el consumo comprometiéndose a financiarlas con mayores impuestos a los que más tienen y una especie de tasa a la banca. Eso es esencial y hará bien en reiterarlo permanentemente, machacarlo, siendo también más específico respecto a qué impuestos, por cuánto y quiénes los pagarán. En un país en que es del dominio público que los capitalistas no cumplen con la Hacienda pública, en el que hay una bolsa enorme de fraude fiscal y otra también enorme de economía sumergida, la gente quiere oír planes concretos acerca de cómo se restablecerá la justicia social y cómo se financiarán las medidas de recuperación. Todo ello tiene un nombre en la tradición socialdemócrata que debiera estar más presente en la campaña: redistribución, asunto nada menor si se tiene en cuenta que, con la crisis, España ha resultado ser el cuarto país Europeo en punto a desigualdad de ingresos tan sólo por detrás de Letonia, Rumania y Letonia y a la par con Portugal.

También es de justicia recordar que si hoy pueden plantearse de nuevo medidas redistributivas creíbles es gracias a que, como señala Zapatero, España es el único país periférico en el que no ha habido intervención ni rescate, en cuyo éxito ha tenido su parte el candidato.

Así que, en resumen, el mitín de Dos Hermanas estuvo bien, pero no cabe ignorar que exhalaba cierto aroma retro, como del PSOE de antaño. Rubalcaba, que no se encuentra ya in the prime of life, debe sin embargo aparecer tambien rodeado de juventud y sentar plaza de candidato intergeneracional. La madurez da seguridad pero no apunta precisamente a la renovación. Ésta se asocia siempre con los rostros nuevos y frescos, las ideas originales y el ímpetu de compromisos claros. Hay que dar más voz a los jóvenes porque del futuro deben hablar sobre todo los que van a hacerlo y deben hablar a los que van a vivirlo, un porcentaje elevado de votantes para quienes González y Guerra son tan lejanos como Daoíz y Velarde.

dissabte, 5 de novembre del 2011

O no.

Todos los sondeos son apabullantes. A día de hoy dan por seguro el hundimiento de la izquierda y una victoria rotunda, sin precedentes, de la derecha. Cunde el derrotismo y la resignación en las filas socialistas, mientras en el PP reina una eufórica seguridad en el triunfo.

Nada habría que objetar a estas predicciones si hubieran surgido de un juego democrático limpio, civilizado y respetuoso con las instituciones y los participantes. La esencia de la democracia es la regla de la mayoría y la mayoría puede ser cambiante, lo que da lugar a la alternancia en el poder después de un período de debate en el que haya quedado claro que la oposición se ha ganado el apoyo de la mayoría y el gobierno lo ha perdido.

Pero no ha sido así. La oposición de la derecha en las dos últimas legislaturas ha sido un aluvión estridente, continuo, generalizado, de descalificaciones, insultos e infundios. Después de los cuatro primeros años de las patrañas sobre los atentados del 11-M, han venido sucesivas campañas de insidias, calumnias, acusaciones falsas. Grandes escándalos jaleados desde los medios e instrumentalizados por el grupo parlamentario, que se han mantenido vivos cuanto se ha podido con el fin de desprestigiar al gobierno aun sabiendo que no respondían a hechos ciertos. Acusaciones como la de los EREs en Andalucía, las supuestas prevaricaciones de Chaves, el presunto enriquecimiento ilícito de Bono, las increibles fábulas del caso Faisán son luego desactivadas por los tribunales pero, entre tanto, cumplen su función de erosionar y, cuando se descubre que son falsas, nadie reconoce haber actuado de modo injusto. Probablemente lo mismo sucederá en lo referente a José Blanco pero, mientras así es, el supuesto caso permite bambardear al PSOE con todo tipo de acusaciones.

La ventaja de estas prácticas de escandalosos linchamientos es que no permiten que se hable de otros asuntos, como el caso Gürtel que sí tiene peso procesal y apunta a una red generalizada de corrupción y delito que afecta de lleno al PP. El ámbito mediático, la esfera pública, la opinión publicada es atronadoramente contraria al gobierno, mediante estos procedimientos sensacionalistas. Éste, el gobierno y el partido que lo respalda, carecen de apoyos mediáticos. Ninguno de los medios privados tiene una relación tan estrecha con el PSOE como la que tienen los de la derecha con el PP. En cuanto a los públicos cualquier persona imparcial que compare RTVE con Telemadrid sabe que la diferencia es abismal.

Tiene razón Rubalcaba cuando dice que la izquierda sólo cuenta con los votos puesto que no tiene medios de comunicación ni capital. Lo de los medios es evidente. Lo del capital también, pero hay que mencionarlo. Si Rajoy gana las elecciones, su lucha contra el paro sin duda se verá beneficiada por una actitud colaboradora de los empresarios que estos han negado al PSOE, convirtiéndola en hostilidad. Es posible que el PSOE merezca perder las elecciones -habría que demostrarlo relacionándolo con la(s) alternativa(s)- pero, desde luego, el PP no merece ganarlas ya que su buena perspectiva no nace de haber demostrado las insuficiencias del PSOE sino de haber acumulado dicterios sobre su gobierno. Por lo demás los mismos ciudadanos que hablan de votar en masa al PP tienen en mejor concepto a Rubalcaba que a Rajoy.

Además de la derecha, el candidato socialista se encuentra a una izquierda convencida de que ha llegado el momento del sorpasso. Espera ésta un batacazo del PSOE similar al de la UCD en 1982 y ayuda a ello pidiendo que no se le vote, ya que es igual que el PP. Ve así el momento de salir del marasmo de casi 35 años de irrelevancia parlamentaria en los cuales no ha hecho nada por transformar la realidad a pesar de designarse a sí misma como izquierda transformadora. Realidad que el PSOE sí ha transformado y hasta radicalmente, como suele decir Aznar. Ciertamente las posibilidades de esta izquierda de ser contrapeso parlamentario real al PP son inexistentes pero eso no es decisivo ya que de lo que se trata es de que el PSOE no gobierne, con lo que lo hará el PP que, al fin y al cabo, es igual que él. Pero ¿lo es en realidad?

A pesar de las ambigüedades programáticas de la derecha, de los silencios y escapatorias de su candidato, tomando noticia de lo que dice y hace allí en donde aquella gobierna, no es exagerado decir que una victoria del PP significará no sólo el desmantelamiento del Estado del bienestar sino también una involución en todos los frentes: se suprimirán derechos como el aborto, el matrimonio de los homosexuales, la igualdad, la ayuda a la dependencia o el de no recibir adoctrinamiento religioso en la escuela. Un retorno del nacionalcatolicismo que los obispos dan por seguro. Francamente, no veo a los cristianos de base, los demócratas, votando este programa.

En cuanto a los servicios públicos, la política será la privatización a mansalva en todos los órdenes, por supuesto la educación y la sanidad los primeros. Dice el candidato que no los tocará, pero es que apenas son de su incumbencia, ya que se trata de competencias de las Comunidades Autónomas. La privatización afectará a todo servicio público que presente el mínimo atisbo de ser un negocio a expensas de los derechos de los ciudadanos: las radiotelevisiones públicas, la justicia, la defensa, prácticamente todo gasto público que pueda convertirse en ingreso privado. Tampoco entiendo que las clases medias vayan a apoyar estas previsones.

Los destrozos mayores esperan en lo ecónomico y laboral: reducción de salarios, disminución de impuestos al capital y a los empresarios, reforma laboral orientada al despido gratuito y sustitución de los convenios colectivos por acuerdos de empresa. Tampoco veo a los trabajadores votando a favor de condiciones laborales que, pactadas en un tiempo de cinco millones de parados, pueden frisar en la esclavitud.

Por todo lo cual supongo que el PP hará bien en no creer que el triunfo esté asegurado y el PSOE en no darse por vencido sea cual sea la diferencia en intención de voto. Porque una cosa es la intención y otra el voto.

divendres, 4 de novembre del 2011

Underdog.

Nunca había estado tan clara en unas elecciones la doble posición en que se encuentran los dos candiatos. Uno, Rubalcaba, de underdog, el perro que lleva la peor parte en una riña de canes. El otro, Rajoy, de bandwgon, el que va en el carro triunfador a tambor batiente y con las banderas al viento.

Predecir que el voto indeciso por fin se decidirá y por qué opción lo hará no es nada fácil. Lo primero que uno piensa es que la gente irá tras el bandwagon porque gusta de la fanfarria, la victoria tiene muchos padres y todos corren en ayuda del vencedor mientras que el underdog le resulta molesto, es la imagen de la derrota, no quiere verlo, ni siquiera cuando es un beautiful loser, un hermoso perdedor, al estilo de Cohen, que no es el caso. Pero esa misma gente puede arremolinarse en torno al underdog, movida por la pena. El débil siempre inspira simpatías, sobre todo entre la gente de buen corazón, o sea, la mayoría, que no quiere que el infeliz can acabe molido y puede desvincularse del bandwagon y lo deje seguir solo traqueteando por la carretera con sus cacerolas colgantes chocando entre sí.

El que lo tiene más crudo es Rubacaba, desde luego, y no sólo porque vaya tan por detrás, perdiendo el resuello y su fama de sprinter sino porque su campaña es intrínsecamente contradictoria. De un lado tiene que lucir aspecto de perro apaleado para inspirar lástima pero, por otro, ha de animar a sus huestes con su fe en la victoria y ambas cosas no encajan fácilmente. El mismo candidato dice en un lado que su victoria es tan difícil como la del Madrid sobre el Barça y en otro que lo importante no es cómo se sale en una carrera sino como se llega a la meta. En efecto, sobre todo teniendo en cuenta que puede llegarse con los pies por delante.

El del bandwagon a su vez va por la tierras de España con su carromato como el vendedor de crecepelos y el elixir de la eterna juventud. Habla tanto como él y, como él, no permite que le hagan preguntas no sea que alguien quiera saber la fórmula de la pócima y resulte que no hay fórmula ni pócima. Es precaución inútil porque cuando a la gente le va mal de verdad compra el primer elixir que le ofrezcan.

Ahí el candidato socialista también pincha en hueso. Su idea es hacer propuestas concretas e inteligibles y explicarlas racionalmente, lo cual está muy bien pero se ve que no funciona del todo, así que habrá que dejar algún espacio para lo irracional. No será la razón sola la que nos saque del lío en que la razón nos ha metido. Algún sentimiento será posible tocar. Pero hay que descubrirlo. Ese sentimiento es el de comunidad, integración, paz social. Rubalcaba tiene que señalar que España, comparada con Grecia y hasta con Italia, es una balsa de aceite, que se han hecho los ajustes -y muy duros y muy simbólicos- sin que haya habido turbulencias, violencia o o disturbios, al margen de la presencia de los indignados que el ministerio del Interior, con Rubalcaba y su sucesor, ha sabido tratar con habilidad y eficacia.

Si la derecha gana y aplica de modo drástico ese programa que no muestra es verosímil que aumente la tensión social y haya disturbios, esto es, que se rompa el sentimiento patriótico unitario y avance la fórmula de las dos naciones, de Benjamin Disraeli. Eso es lo que el PSOE tiene que demostrar: que es capaz de unificarlas de nuevo. Es el sentimiento de comunidad en paz el que tiene que despertar, la que sale adelante con medidas de integración y solidarias, las que matienen la cohesión social frente al intento de fracturar la sociedad en privilegiados, la minoría, y no privilegiados, la mayoría.

(La imagen es una foto de www.la-Moncloa.es, en el dominio público).

dijous, 3 de novembre del 2011

El legado de Zapatero.

A dos días del comienzo de la campaña electoral que monopolizará la atención mediática y aprovechando que Rodríguez Zapatero asiste a uno de esos aquelarres de una Unión Europea al borde del abismo, Palinuro cree que es un buen momento para hacer un primer balance de las dos últimas legislaturas. Sin duda los habrá mejores y más completos en unos meses, pero no es inoportuno acometer uno provisional ahora para averiguar en dónde estamos y qué nos jugamos en estas elecciones.

En su primera legislatura, un Zapatero bisoño, con muchos años de experiencia parlamentaria, bastantes menos de oposición y ninguno de Gobierno trajo un estilo nuevo de hacer política basado en un talante y una clara línea ideológica: el republicanismo de Philip Pettit. El talante consistía en desterrar la bronca, la crispación y el insulto como medios de hacer política, en respetar al adversario y rendir cuentas cuando se le pedían. El "republicanismo" era y es una doctrina democrática radical, de fomento de las virtudes cívicas y muy ligada a la socialdemocracia, pero que soslayaba las ambigüedades de la terceras vías.

El talante tropezó con el muro de una oposición feroz, intransigente, intratable, que amontonó toneladas de insultos sobre Zapatero y mantuvo abierta una campaña de infundios, calumnias y patrañas sobre la autoría de los atentados del 11-M que ni la decisión de los tribunales consiguió desactivar del todo. En cuanto al republicanismo, la faltaron desarrollos teóricos, se hipostasió en su mero nombre y acabó apagándose como un mortecino candil. Y esto apunta a lo que quizá sea el mayor fallo de Zapatero: su mal ojo para elegir colaboradores. Ha tenido gente fiel, alguna buena, otra no tan buena, pero ninguna con fuste teórico. Tuvo intelectuales próximos pero no con capacidad para hacer elaboraciones doctrinales sobre lo que habría de ser una etapa brillante de la socialdemocracia en materia de derechos y ciudadanía.

En ese otro aspecto, el de la práctica, la legislatura fue ejemplar, como se sigue del hecho de que concitara el aplauso de la izquierda europea y la radical oposición de la derecha y la iglesia católica en España. Además de cumplir su promesa de retirada de las tropas del Irak, pese a los malos modos del amigo de Aznar, los hitos son innegables: la ley de igualdad fue un paso enorme en la emancipación de las mujeres: tantos ministros como ministras y casi la mitad de los diputados socialistas mujeres daban fe de que, por una vez en la vida, en España no sólo se legisla sino que se cumple lo legislado y se transforma la realidad. La ley de la dependencia, que responde a una clamorosa necesidad social no anduvo a la zaga. El reconocimiento del derecho de los homosexuales al matrimonio nos puso a la cabeza de Europa en el camino de una sociedad más justa. La reforma de los estatutos quería ahondar la organización autonómica de España. La educación para la ciudadanía, la legislación sobre el aborto y la Ley de la Memoria Histórica fueron otros tantos logros del espíritu cívico, progresista, en definitiva, republicano. Sin duda estas leyes presentan insuficiencias y defectos (y Palinuro los ha señalado muchas veces), que habrá que enmendar en el futuro. Pero, en conjunto, se trata de una obra legislativa que ha modernizado España, la ha hecho un país más decente y de la que Zapatero y su esposa pueden sentirse orgullosos.

Conviene saber que todo lo anterior se perderá o quedará muy mermado si, ganando las elecciones el PP, se imponen los criterios de su sector más ultramontano que, con Alejo Vidal-Quadras a la cabeza, pide que en los primeros cien días del gobierno de Rajoy se haga tabla rasa de lo legislado.

La segunda legislatura se la comió la crisis. Zapatero que, como muchos otros, creyó en un principio que sería coyuntural (¡ay, esos colaboradores ciegos!), la abordó con criterios keynesianos tímidos pero ortodoxos: pretendió estimular la demanda agregada mediante subvenciones e inversiones públicas. Llegó luego la fatídica noche del 10 de mayo de 2010, en la que, amenazado por los socios europeos -todos ellos fervorosos doctrinarios neoliberales- Zapatero dio un volantazo (similar al que ha dado Papandreu, pero en sentido contrario), aceptó el reto de cumplir a rajatabla la otra ortodoxia, la neoliberal, sabedor de que podría costarle su carrera política, como así fue, dando pie a que a su izquierda se forjara esa imagen del PPSOE que tan injusta es. Y cumplió hasta el final, hasta apurar el caliz de hacer una reforma constitucional de gran calado en política económica sin consultar a la ciudadanía.

A estas alturas es inútil preguntarse qué hubiera pasado si Zapatero se niega a girar 180º y hace lo que un año y medio después ha hecho Papandreu. Es una cuestión vacía, contrafáctica. Pero no lo es reconocer su mérito, ahora que el candidato Rubalcaba afirma y con razón que no basta con los ajustes para salir de la crisis, sino que hay que estimular el crecimiento. Así es, pero también es de justicia reconocer que eso es lo que empezó a hacer Zapatero. Lo que sucede es que el contexto europeo que se encontró fue hostil mientras que es de esperar que el que se encuentre ahora Rubalcaba, más escarmentado, preste mayor atención a una idea tan evidente.

Mención aparte merece el fin de ETA. Éste ha sido obra de Zapatero que, contra una oposición que iba al degüello, se lo jugó todo a la carta de la negociación y, terminada ésta, contó con Rubalcaba, el ministro del Interior que ha puesto coto a la siniestralidad en las carreteras y ha derrotado policialmente a ETA, ahorrando por el camino buena cantidad de vidas. Tampoco debe olvidarse la aportación del juez Garzón, decisivo en el acoso judicial al terrorismo, éxito por el que el magistrado pagará un duro precio sentándose en el banquillo el próximo día veintinueve. La historia dirá lo que quiera, pero quienes escuchamos a los tres pistoleros encapuchados decir que lo dejan definitivamente sentimos que España había cambiado de época. Y eso es obra de Zapatero y de Rubalcaba.

El candidato se enfrenta ahora a una elecciones decisivas en unas condiciones muy malas, lo que habla mucho en su favor. Pero la parte más importante de su bagaje es un gran legado del que él también ha sido artífice. Eso es lo que está en juego en las elecciones. Así que, pase lo que pase, gracias, Presidente.

(La imagen es una foto de Ricardo Stuckert/PR (Agência Brasil), bajo licencia de Creative Commons).